━━ 𝟐𝟗


𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐍𝐔𝐄𝐕𝐄
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𝐃𝐔𝐑𝐀𝐍𝐓𝐄 𝐄𝐋 𝐕𝐈𝐀𝐉𝐄 𝐃𝐄 𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐎 𝐀 𝐂𝐀𝐒𝐀, lo único en lo que podía pensar era en cómo diablos iba a criar a un maldito bebé por mi cuenta. Psíquicamente no podía.

Ahora que estaba de vuelta al borde de mi cama, no podía evitar que mi mente corriera a través de mil pensamientos y escenarios diferentes al mismo tiempo. 

Mis ojos aún están enrojecidos por llorar tanto al despedirme de Sejanus y darle el último abrazo que probablemente recibiré de él durante mucho tiempo. A menos que me vaya ahora.

Probablemente, tenga unos veinte minutos antes de que mis padres regresen de la estación de tren y necesito actuar rápido. 

Estoy embarazada y no hay nada que pueda hacer al respecto ahora, excepto decidir cómo quiero vivir con las consecuencias. 

Mis padres no lo saben, no quiero que lo sepan. No quiero ser reprendida vergonzosamente ni recibir una charla sobre protección y anticoncepción y...

Necesito irme. 

No puedo quedarme aquí. En esta cama, entre estas paredes de tono lavanda. 

El hombre al que amo, que me ama, está siendo desterrado a los distritos durante veinte años y si no me voy ahora, nunca verá crecer a su hijo. 

Me levanto de mi cama y me dirijo hacia mi armario, saco la maleta mate negra más grande que encuentro y empiezo a apilar ropa dentro de ella. 

Mi mano recorre los uniformes con ribetes rojos que solía usar todos los días no hace mucho, y no puedo evitar sentir un golpe en el estómago. 

Se siente como si estuviera dejando algo incompleto, como... como si estuviera dejando a Mia y a todos los otros tributos muertos atrás. 

Pero tengo que superar la sensación de culpabilidad que se retuerce por mi cuerpo. Estoy huyendo de todo lo malo de mi vida. 

El Capitolio, las pesadillas, la maldita academia. 

Me estoy yendo... y voy a empezar una nueva vida.

Tal vez compre una cabaña de color azul en medio del bosque. Un lugar tranquilo donde nadie pueda oírme, lo suficientemente lejos de todo el caos y donde pueda disfrutar de la naturaleza. Podría disfrutar de la vida y de mi hijo recién nacido, y también, estar con Coriolanus. 



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𝐍𝐎 𝐃𝐄𝐉É 𝐔𝐍𝐀 𝐍𝐎𝐓𝐀. No dejé una nota y me siento malditamente mal por eso.

Mis padres llegarán a casa en cualquier momento y verán mis cajones vacíos y mi cama sin hacer. 

No sabrán a dónde me fui ni por qué me fui. 

Se sentirán fatal por mi culpa. 

Porque fui demasiado impulsiva como para dejar una maldita nota. 

─ ¡Siguiente! ─dice una voz de mujer, sacándome por completo de mis pensamientos. 

Levanto la vista y el hombre que estaba delante de mí ya no está, y ahora es mi turno de comprar mi billete de tren. 

─ Oh... un boleto para el Distrito 12, por favor ─las palabras suenan extrañas al salir de mi boca mientras busco dinero en mi bolso. Casi me queman la garganta y la lengua. Nunca me hubiera imaginado diciendo que voluntariamente quería comprar un boleto para el Distrito 12.

Ella saca un trozo de papel de alguna especie de impresora y presiona un sello negro contra él antes de deslizarlo sobre el mostrador hacia mí. 

─ Date prisa, sale en cinco minutos ─me advierte, empujando sus gafas de montura morada hacia arriba por la nariz.

Suelto un tembloroso suspiro, asiento mientras cojo el billete entre mis dedos.

No se siente real. De hecho, parece que estoy en esta pesadilla interminable y voy a despertar pronto. 

─ ¡Mari! ─Sejanus. Está parado frente a mí con una sonrisa radiante que es contagiosa y no tengo más opción que imitarla mientras corro hacia él. Sus brazos se envuelven alrededor de mí y, de repente, me siento segura─. ¿Qué... qué estás haciendo aquí?

Le ofrezco una media sonrisa. 

─ No podía dejar que te divirtieras solo, ¿no crees?

Deja escapar una risa suelta y creo que no lo he visto tan feliz desde antes de que todo esto comenzara. Quizás incluso desde antes de este semestre. 

─ ¿Qué te dijo el médico?

Sabía que preguntaría, pero esperaba que no fuera tan pronto. No quiero que lo sepa ahora, pero tampoco quiero mentir. 

Inhalo un pequeño suspiro, como si estuviera tratando de contener la mentira que está a punto de salir de mi boca.

─ Solamente una molestia estomacal. 

Él sonríe un poco, pero puedo decir que todavía está preocupado. 

─ ¿Cuánto tiempo dura el proceso de curación?

Mierda. Otra mentira que tengo que inventarme. 

─ Me dijo que debería desaparecer en las próximas dos semanas ─trago saliva.

Asiente, tarareando en señal de comprensión. Luego, ve la pesada maleta en la que he empacado mi guardarropa que sigue detrás de mí y una bombilla se enciende en sus ojos. 

─ ¡Oh! Permíteme llevar eso por ti. 

Le sonrío, soltando el asa del equipaje y me giro hacia adelante. 

Directamente y frente a mí, a solo unos metros, está Coriolanus Snow y todas mis preocupaciones son repentinamente borrosas. 

Solo estoy mirando uno de sus lados de su rostro. Se ha rapado la cabeza y lleva un chándal azul oscuro al igual que Sejanus, pero lo reconocería en cualquier parte. 

Sus ojos azules encuentran los míos oscuros y el resto del mundo se desvanece. La multitud de personas que nos rodea de repente es un borrón, y el fuerte silbato del tren no es más que un zumbido apagado ahora. 

Mis pies se adelantan a mi mente, y estoy corriendo hacia él contra las vías del tren.

Mi cuerpo choca con el suyo y me levanta del suelo, girándome en el aire como lo hizo el día que ganó el Premio Plinth. 

Puedo sentirlo exhalar un suspiro profundo de alivio contra mí y eso me hace sonreír. 

Estoy segura en sus brazos, envuelta por su aroma y vale la pena todo el dolor, todos los problemas por los que he pasado esta semana. 

Se aparta de mí, sin aliento, mientras me coloca en el suelo. 

─ ¿Qué haces aquí?

─ Voy contigo. Al Distrito 12 ─le sonrío de vuelta. 

Algo suave roza su rostro y está tan claro que se siente aliviado al verme. 

Sus manos encuentran los lados de mi rostro y se inclina para besarme. 

─ Te amo, Mare.






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