𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐒É𝐈𝐒
━━━❄️━━━

Ú𝐋𝐓𝐈𝐌𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐍𝐎 𝐇𝐄 𝐏𝐎𝐃𝐈𝐃𝐎 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐀𝐑𝐌𝐄 𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐍𝐒𝐓𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐋𝐀𝐓𝐈𝐃𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐈 𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙Ó𝐍. El ruido fuerte y pomposo resuena en mis oídos mientras paso junto a los guardias.

─ ¡Disfruten del espectáculo! ─la voz automatizada anima mientras atravieso las barras de metal. Había olvidado por completo que haría ese sonido, por lo que me asustó. 

Mi hermano yace en el centro de la arena de rodillas, inclinado sobre el cuerpo sin vida de Marcus.

Estaría mintiendo rotundamente si dijera que cada hueso de mi cuerpo no me estaba diciendo que saliera de ahí. Un tributo (o varios) podría lanzarme un hacha y acabar con mi vida en este mismo momento. 

Sopeso las opciones en mis hombros. Podría seguir adelante con esto e intentar convencer a mi hermano de que se vaya y arriesgarme a que no me siga, arriesgando mi propia vida. O podría dar media vuelta ahora mismo y rezar para que Sejanus haga lo correcto. 

Trato de tranquilizarme, exhalando profundamente y aflojando los puños sudorosos. Siento que mi mandíbula se tensa mientras intento silenciar el ruido de mis tacones tanto como sea posible. O quizás quiero que Sejanus me escuche acercándome para que no se asuste. 

Todavía hay polvo y ruinas por la explosión, y no puedo evitar preguntarme cómo fue el proceso de limpieza; cómo fue encontrar al hijo del presidente. Mi instinto quiere colapsar solo de pensar en lo asustado que debe haber estado Felix. Paralizado por el dolor y el miedo, apenas viviendo. 

Casi me caigo en una de las grietas y siento que mi cuerpo se tensa. 

─ ¿Sejanus? ─lo llamo en voz baja, a solo unos metros de él. 

Él no tiene que girarse para darse cuenta de que soy yo. 

─ Pensé que enviarían a mamá. 

Mis cejas se fruncen, una ira no reconocida bulle dentro de mí. 

─ ¿Querías a mamá en esta arena? ¿Rescatándote?

─ No necesito ser rescatado ─dice entre dientes, aun negándose a mirarme. 

Miro a mi alrededor, buscando si alguien podría estar observando, esperando para matarme, y un escalofrío recorre mi espina dorsal solo al pensarlo. 

─ Claramente lo necesitas, Sej. Necesitas una maldita niñera. 

Esto lo enfurece. Puedo verlo en la forma en la que su mandíbula se tensa de un lado a otro. 

─ ¿Te enviaron a ti para eso?

Paso mi lengua por mi labio inferior, evitando decir algo que sé que lamentaré más tarde. 

─ No sé cómo ayudarte. Y no sé cómo piensas que estar aquí, convirtiéndote en un blanco fácil para un montón de tributos enfadados, te esté ayudando tampoco. 

─ No lo voy a dejar. 

Estoy considerando seriamente irme de esta arena. Estoy sin palabras y, honestamente, solo me estoy haciendo la tonta. 

─ Sejanus ─la voz de Coriolanus detrás de mí me sobresalta. Por supuesto que lo enviaron.

Sejanus finalmente se pone de pie y se enfrenta a Coriolanus y a mí. 

─ Tienes que irte, Coryo. 

─ Me gustaría, de verdad que sí ─murmura, acercándose a él─. Pero prometí sacarte. 

─ ¿Por qué? ─parpadea, mirándonos a ambos, pero realmente solo se lo está preguntando a Coriolanus.

Coryo vacila.

─ Porque eres mi amigo.

─ Tengo que hacer esto ─dice Sejanus. 

Se escucha el sonido de un arma y doy un salto, mirando hacia arriba para ver a uno de los tributos pasando los dedos por su hacha, preparándola para lanzarla hacia uno de nosotros.

─ Tienes que decidir. Ahora mismo.

Cada cabello de mi cuerpo está erizado y casi creo que estoy congelada por el miedo mientras veo a la chica de arriba burlarse de mí. 

Coryo sigue tratando de convencer a Sejanus cuando hay otro estruendo de armas chocando, junto a la entrada, nuestra salida. Nos están esperando. 

─ Estamos muertos si no nos vamos ahora mismo ─dice Coryo, y siento que mi ansiedad crece mientras Sejanus medita sus decisiones. 

Se nos acaba el tiempo cuando alguien grita, y antes de que pueda darme cuenta, uno de los tributos corre directamente hacia nosotros con un machete.

Coriolanus toma mi mano y él y Sejanus se lanzan a correr tan rápido como pueden hacia la salida, mientras yo lucho por seguirles debido a mis tacones y las piernas significativamente más cortas que ambos. 

Estoy corriendo por mi vida cuando salto sobre las barras de metal que permiten entrar y salir de este lugar, pero Sejanus se derrumba en el suelo con un grito y el chico con el machete sigue justo detrás de nosotros. 

Coryo ha ido a ayudar a Sejanus, tratando de levantarlo del suelo, pero el joven ya ha intentado balancear la hoja hacia mí. 

Casi me roza, pero logro rodar hacia atrás bajo las barras de metal justo a tiempo.

Intento levantarme, pero apenas pasan cinco segundos cuando vuelve a atacarme. Estoy acorralada en un rincón sin ningún lugar al que escapar, y estoy segura de que este es el fin. 

Aquí es donde muero. En esta maldita arena.

Mis brazos van a proteger mi cabeza y resguardarme, pero el golpe no llega nunca. 

Oigo un grito y por un momento, temo que haya matado a Coryo o a Sejanus. Miro hacia arriba y ahora Coryo tiene un mazo. Parpadeo y lo siguiente que veo es el cuerpo del tributo cayendo junto al mío. 

Me está mirando directamente cuando su cabeza golpea el suelo, mirándome.

Luego, el mazo da otro golpe en su cabeza y sus ojos se vacían. 

Acabo de verlo exhalar su último aliento. Y yo fui lo último que vio antes de la muerte. 

Hay otro estruendo de caos resonando en toda la arena, pero no pienso en ello: mis ojos están pegados a ese niño convertido en asesino que está muerto, y casi es mi culpa.

Oigo un suspiro escapar de mis labios, pero no lo siento del todo. Coriolanus suelta su mazo al suelo junto a mí y se arrodilla, tomando mis manos.

─ Mare, tenemos que irnos ─me dice con una voz temblorosa, pero suave y tranquila, nada parecida a la de un hombre que acaba de matar a alguien.

Mis ojos vidriosos todavía están fijos en el chico muerto y apenas puedo distinguir sus rasgos debido a las lágrimas que borran mi visión. 

─ Mataste a...

Las manos frías de Coriolanus encuentran mis mejillas mojadas, obligándome a mirarlo a través de las lágrimas. Todo mi cuerpo tiembla y apenas puedo concentrarme en nada, mucho menos en él. 

─ Cariño, tenemos que irnos. 

© 𝑭𝑨𝑰𝑺𝑻𝑺𝑳𝑼𝑽𝑹𝑹