𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒
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─ 𝐂𝐋𝐀𝐑𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐄𝐒𝐓𝐎𝐘 𝐌𝐎𝐋𝐄𝐒𝐓𝐀 ─levanto las manos en el aire, sin estar segura de qué hacer con ellas, excepto usarlas para expresar lo enfadada que estoy─. ¡Estoy muy enfadada! ¡Estoy... furiosa, Sej!

Mi cuerpo entero tiembla, y siento como si estuviera zumbando puramente por la rabia. Mis dientes están apretados unos contra otros, casi hasta el punto que me duele, y mis uñas pintadas de rojo se están clavando en mis palmas tan fuerte, que creo que podrían dejar las medias lunas enrojecidas detrás. 

─ Lo sabías ─susurro, mientras sigo pisando fuerte por el pasillo, mis tacones resonando contra el suelo de mármol blanco─. ¡Sabías que mi mejor amiga era tributo y no me lo dijiste!

─ Mari... ─murmura Sejanus sin aliento. Probablemente esté lleno de culpa y luchando por pensar con claridad─. No sabía que ella sería...

─ Mía ─lo interrumpo, deteniéndome. Su nombre es Mia, imbécil. 

─ No sabía qué Mía sería seleccionada. Solo logré que papá nos dejara a ti y a mí ser los mentores del Distrito 2. Pensé que eso era lo que querías. 

Mis cejas oscuras ahora están fruncidas, tan juntas que casi están conectadas, mientras me giro y lo miro. 

─ ¡Nada de esto es lo que quería! No quería un asiento en primera fila para ver morir a mi amiga y a tu compañero de clase. 

─ Entonces, ayúdala a sobrevivir. 

Lo que dice me toma por sorpresa, resuena en mi corazón. 

─ ¿Qué?

Él exhala y observo cómo su pecho sube y baja a través de su chaqueta roja. 

─ Ahora, su vida está en tus manos, Mari. Puedes darle estrategias, comida...

Estoy escuchando lo que dice, pero no quiero. Tiene razón, y desearía no saberlo. 

─ Puedes salvarla ─dice─. Eres la persona más inteligente que conozco, Mari. Si alguien puede ganar estos malditos juegos, esa eres tú.

Desearía que lo que está diciendo no fuera verdad; que realmente creyera que no tengo ninguna posibilidad de ganar. Sin embargo, no quiero caer víctima de los crueles y retorcidos juegos del Capitolio y desmoronarme en el proceso. 

La vida de una chica está en mis manos, y si algo llegara a pasar, todas las flechas apuntarían hacia mí. 

Trago saliva, apretando y aflojando la mandíbula. 

─ No voy a permitir que su sangre esté en mis manos.

─ Mari...

─ Busca a otro jodido mentor, Sejanus. Me voy ─le espeto, cortándolo. 

Giro sobre mis talones y comienzo a caminar, pero me encuentro con Coriolanus mirándome como un ciervo a los faros delanteros de un coche, justo al final del pasillo. 

Jodidamente perfecto.

Doy un pequeño cabeceo mientras maldigo en silencio, tratando de relajar mis hombros mientras tomo una respiración imaginaria y profunda. 

Mi hombro choca contra el de Coriolanus y, sorprendentemente, no me siento mal. No me arrepiento de golpear su hombro ni de gritarle a Sejanus, y no tengo ni un solo remordimiento en mi mente con respecto a mi decisión. 

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𝐌𝐈𝐍𝐔𝐓𝐎𝐒 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐔É𝐒, mientras camino hacia casa, los remordimientos comienzan a hundirse en mi cerebro y contemplo la posibilidad de volver para disculparme.

Me siento culpable porque mi hermano es sensible y probablemente le haya herido los sentimientos, pero también me siento realizada, en algún lugar de mi ser. 

Mi mente es como las hojas que caen de los árboles y se acumulan en montones por donde camino. Una variedad de hojas rojas, verdes y amarillas crujen con cada paso. 

El rojo simboliza la rabia y la adrenalina aún pesadas en mis venas y bombeando mi sangre. 

Las hojas amarillas parecen un portal a la luz en mi corazón; orgullo, gratitud y valentía. 

Y el verde, es un pozo de negatividad: estoy verde de envidia y oscura de culpa. 

Mil y una emociones recorren mi interior y me alimento de ellas, pero no estoy segura de qué hacer con ellas. 

La sombra de mi cuerpo en el pavimento frente a mí es más grande que mi figura, y me pregunto si simboliza mi futuro, mi crecimiento. 

© 𝑭𝑨𝑰𝑺𝑻𝑺𝑳𝑼𝑽𝑹𝑹