⵰ 🩸▦⃟ (8) ༽ 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚𝐬 𝐚𝐥𝐚𝐫𝐦𝐚𝐬.
Se divirtieron un montón en esos breves minutos en el parque. Kaede pudo sonreír un poco, un gran avance, según Tsubasa.
─Todavía me produce curiosidad todo sobre ella, pero por lo menos ya sonrió─ pensó con enorme satisfacción.
Antes de que pudieran irse, apareció Kanda con una bolsa de donas, la misma que Kisugi le comentó que Sanae deseaba, aunque eso no fue más que una mentira para que él se alejara y los dejase en paz a ellos.
─Uy, enserio me creyó. Emoji de calavera.
─Oh, gracias Kanda...
─Conseguí las mejores para la mejor mujer─ le guiñó el ojo.
─Y dale con hacerse el galán─ Ishizaki abrió la boca un tanto fastidiado por la actitud del boxeador.
─¡No hables si no quieres terminar como los tipos con los que me peleo en la calle!─ lo amenazó, haciendo círculos con su puño derecho en el aire.
Kaede lo volvió a mirar con asco y desconfianza. Kanda lo notó y no dudó en dirigirle la palabra.
─Agradece que eres mujer, yo jamás golpearía a una mujer, mucho menos a una rubia de ojos azules, de esas no hay en cualquier lado.
La rubia le dio vuelta la cara y se fue caminando, fastidiada.
─¡Kaede, espera! ¡No te vayas sola!
─Yo la puedo acompañar, si aparece un imbécil lo dejo noqueado al lado de la calle y problema resuelto─ dijo Kanda, orgulloso de sus músculos.
─¡Largo de aquí!─ Ishizaki trató de lanzarle una piedra, pero el más alto logró esquivarla.
─Kanda, gracias por las donas, pero enserio, nosotros podemos irnos solos, no necesitas ir con nosotros─ le pidió Sanae de manera tranquila.
─Pero Sanae...
─Ve al gimnasio de boxeo para ponerte más fuerte─ le sugirió Kisugi, para que se vaya de nuevo.
─Buena idea. ¡Nos vemos, Sanae!─ se fue corriendo.
─... Ah pero éste se cree todo lo que le digo. Ahora regresa con más músculos, jaja... Ay, qué miedo.
─¡Kaede, vuelve, por favor!─ Tsubasa y Sanae fueron tras ella.
─Ammm... Nos vemos, amigos─ saludó Izawa.
─Sí, hasta mañana─ añadió Taki.
Los dos chicos lograron alcanzar a la rubia.
─Kaede, lamentamos lo que pasó. Ese muchacho Kanda es repugnante, es capaz de seguir a Sanae por la calle con tal de pedirle matrimonio o algo.
─Ya, Tsubasa, no es para tanto, Kanda será bastante agresivo, pero no me va a hacer daño... Espero.
─Por eso no confío en las personas, parece que piensan con la tripa y actúan como animales, pero nosotros ya no somos monos, somos seres humanos totalmente racionales, sin embargo, cada vez pierdo más la fe en la humanidad, cada vez pasan más cosas que son dignas de una película de terror, pero en la vida real se siente mucho más espantoso.
─Okey, ya entendimos, jaja─ le dijo Tsubasa─. De todas formas no vamos a dejarte sola, te acompañaremos hasta tu casa, y después volveremos a la nuestra a almorzar.
Kaede les sonrió levemente.
─Gracias, chicos. Ustedes sí son gente de fiar, lo sé porque lo siento en sus energías.
─¿Energías? ¿Eres bruja, acaso?─ preguntó Tsubasa entre risas.
─No hay que saber de brujería para entender las energías. He tratado con tantas personas que ya sé identificar quién es enemigo o aliado con solo sentir su energía.
─¿Enemigo o aliado? Jaja, me encanta cómo hablas.
En eso, Sanae escuchó el rugir de su estómago.
─Tengo hambre, pero no quiero comer las donas de Kanda ahora, las quiero dejar de postre. Ahora quiero un almuerzo real, le tengo que hacer el almuerzo a Atsushi también.
─¿Tienes hermanos, Sanae?
─Sí, mi hermanito menor Atsushi, tiene once años.
─Ya veo. ¿Y tú, Tsubasa?
─No, no tengo hermanos, pero... tengo una leve sospecha de que podría tener en algún futuro... ya que hace un par de meses escuché a mis padres... ¿Es necesario seguir?─ se ruborizó.
─No, ya nos quedó claro, jeje─ rio Sanae.
Kaede puso una cara bastante seria.
─¿Mmm? ¿Qué te pasa?
─N-no es nada, tranquilos. Estoy bien─ volvió a sonreír levemente.
─No es cierto, nos está escondiendo algo─ pensó Tsubasa.
Caminaron un par de cuadras más hasta que llegaron a la casa de la rubia. Una casa bonita pero que en su interior reina un ambiente bastante tenso y triste.
─Bueno, nos despedimos de aquí. Muchas gracias por acompañarme, a mamá le dará gusto.
─No agradezcas. Si quieres podemos pasar por ti mañana para ir al colegio.
─No es necesario, mi padre me va a traer mañana.
─Está bien. Bueno, nos vemos mañana, Kaede─ los dos se despidieron y se fueron juntos a casa.
Kaede entró a su casa, cerró la puerta, y se recostó contra ella, su cuerpo se deslizó hasta quedar agachada en el piso, por último abrazó sus piernas y recostó su rostro en sus rodillas.
─Y-yo...─ sollozó, y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas─Yo quisiera poder decírselos, pero... cómo me duele... Cómo quisiera pedirles ayuda, pero no soporto llorar frente a los demás...
En Tokio, más específicamente en la mansión de Jun Misugi, Wakana se encuentra almorzando una lasaña. Ama la lasaña, pero solo la puede comer en la mansión de Jun, porque vive en unas condiciones tan precarias que comer algo tan lujoso como una lasaña le resulta imposible, es por eso que ama ir a la casa de Jun, porque realmente se siente una princesa.
─¿Te fue bien en la escuela entonces, Wakana?
─Sí, Juniichan, me divertí mucho, y no pienso perder mi puesto como abanderada, vamos por el tercer año consecutivo, ¡vamos que se puede, carajo!─ se lleva un bocado de lasaña a la boca.
─Wow, hablas como argentina, jaja.
─Tengo un compañero que es mitad argentino y mitad japonés, y usa vocabulario argentino a veces, y creo que se me pegó, jeje.
─Eso está bien, es importante aprender de otros, y a ti te encanta aprender.
─Síp, por eso amo ir a la escuela─ sonríe tiernamente.
En eso, Yayoi, quien estaba en el living, entra a la cocina.
─Wakana, ¿puedes ir al cuarto de Jun un momento? Tengo que él de algo importante.
─Oh, está bien, pero si le vas a pedir matrimonio no me tienes que echar─ ríe un poco pícara.
─¡Oye, no! ¡No es eso!─ ambos se ruborizan.
─Jaja, es broma. Ya me voy─ baja de la mesa y se dirige a las escaleras.
─No me robes nada, ¿eh?─ le dice Jun.
─¡No!
Una vez ambos están solos, Yayoi le comparte lo que le quería transmitir desde un principio.
─Jun, esto pasó hace algunos minutos. Esta chica es vecina de Wakana, iba saliendo del colegio, y una camioneta la interceptó, la arrastró para intentar llevársela, pero gracias a Dios zafó porque se le rompió la camisa. Ahora está a salvo, por suerte, pero estuvo muy cerca...
─Qué horror... Lo mejor será que Wakana no se entere, yo sé que si se lo decimos podríamos lograr que tenga esto en la consciencia para que tenga cuidado al salir a la calle, pero temo que esto pueda llegar a traumarla, y no quiero que viva estos años tan importantes de su vida traumada. Los niños no deberían vivir así, NADIE debería vivir así, pero es terrible cómo esto está sucediendo ahora.
─Sí, tienes razón. Yo realmente temo por la vida de Wakana, estos miserables son capaces de hacerle cualquier cosa a cualquiera...
─Yayoi, permite que yo las vaya a recoger a ambas. Nadie podrá abatir a mis guardias de seguridad.
─Te lo agradezco mucho, Jun. A su mamá le dará gusto.
El entorno en el que ha crecido Wakana no es el mejor: vive sola con su madre en unas condiciones bastante deplorables (la ropa, juguetes y cosas materiales que están en excelente estado son regalos de su prima Yayoi y su amigo Jun, quienes además le regalan dinero en sus cumpleaños), su padre está preso desde hace once meses por un caso de piratería del asfalto, y vive en un barrio donde es muy común la venta de drogas y la prostitución. Sin embargo, no parece afectarle en nada a la niña, que es muy extrovertida, divertida, cariñosa, aplicada, y con muchos amigos. La inocencia y felicidad encarnadas en persona. Y tiene a la mejor prima y al mejor "hermano" del mundo. Jun no es su hermano, pero son tan cercanos que lo ve como tal; los ama mucho a los dos.
Obviamente regresó a la mesa a terminar su lasaña, sin saber que estaban hablando de algo realmente fuerte.
Chiyoko está en la casa de Matsuyama, hablando como una cotorra, como suele hacer con la gente con la que está obsesionada.
─Han pasado un montón de cosas desde la primera y última vez que nos vimos, mi papá viene a visitarnos a mamá y a mí desde hace un buen tiempo, viene una vez a la semana, y mamá ya no lo corre de la casa, jaja.
Hikaru está tomando un café frío, escuchando las interesantes anécdotas de su amiga, que a la vez son un poco random y perturbadoras.
─Nos trae cosas desde Okinawa, dice que las playas son preciosas. Aún no he ido a ver su casa, pero algún día lo haré.
─En una playa de Okinawa asesinaron a una chica de nuestra edad hace poco, por eso no les tengo mucha fe...
─Pssh, matan gente en todos lados. Es la nueva pandemia del siglo: la muerte. Bah, la muerte siempre ha estado, no es nada nuevo, nosotros nos vamos a morir un día de estos...
─¡No digas eso, Chiyoko! ¡Soy muy joven para perecer así!
─Es una forma de decir, Hikaru, no te tomes todo tan literal─ hace un ademán con la mano, mientras se estira en la cama del masculino─. Pero sí, parece contagiarse más la muerte que la gripe ahora. Y bueno, ¿qué puedes esperar de la yakuza?
─¿La yakuza?
─Y sí, la mafia más grande de Japón, y parece ser que los policías y políticos están detrás de esto. Y bueno, ¿qué puedes esperar de la policía? Cuando yo estaba en aprietos por culpa del enfermo ese, no hicieron nada, todo lo hicimos tú y yo... Y después de eso no nos vimos en un buen tiempo. Diablos, los trece años fueron horribles, pero bueno.
─...
─Ya, Hikaru, no te preocupes, ya está preso, y si me encuentra algún día, tú y yo lo vamos a moler a golpes como se lo merece, ¿verdad?─ cierra el puño y sonríe con determinación.
─Si no me hace pomada a mí primero, sí.
─¡Jajajaja, ay, eres tan gracioso!
─Pobre Chiyoko, tuvo una infancia terrible, pero ahora hace más chistes que nunca... Aunque hay cosas que dice que me dejan helado a veces...
En eso, Matsuyama ve por la ventana a un hombre que intercepta a otro, el cual maneja una bicicleta, lo tira de ella, lo apuñala siete veces en la espalda baja, alta y piernas, y después le roba las pertenencias del bolsillo trasero para irse en la bicicleta robada.
─¡AY, NO! ¡TENEMOS QUE AYUDAR A ESE SEÑOR!
─Fuah, pero están como locos, a cualquier hora...
Y en cualquier momento podría pasarle a ellos o a alguien demasiado cercano a ellos, pero el punto es que ya nadie está a salvo.
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