❛ 𝘅𝘃. 𝖼𝖺𝗋𝗆𝖾𝗇 𝗒 𝗌𝗈𝖿𝗂́𝖺.
❛ 𓄼 CAPÍTULO QUINCE 𓄹 ៹
CARMEN HABÍA QUERIDO INICIAR EL REGRESO A CLASES CON SUS BOTINES NUEVOS, regalo de su tía por haber concluido exitosamente su tratamiento en la clínica, por lo que se había puesto una blusa de tirantes negra, sus pantalones de mezclilla, un bonito suéter de lana gris y sus botines negros.
Pero aquello no le impidió soltar un suspiro cuando el auto de Nora se estacionó frente al Colegio Nacional.
—Tengan un bonito día, chicas —desea Gemma observando a su sobrina y a su ahijada en los asientos traseros.
—Las recogeremos a tiempo para ir por unos helados —complementa Nora con una promesa que emociona a Carmen, y logra que la morocha entrelace su mano con la de Sofía y salga feliz del vehículo.
Llegaron a sus casilleros sin conflictos ni intervenciones, hasta que Raúl apareció detrás de la espalda de Carmen, saludando.
—¿Cómo se sienten?
Sofía se giró a él con una expresión de fastidio. —¿Te interesa nuestro estado de salud o solo quieres hacer un chiste de mis vacaciones?
—¡Sofía! —reprocha Carmen golpeando sin mucha fuerza su hombro—. No seas grosera, de seguro Raúl está preguntando con sinceridad. ¿Verdad, Raúl? —el ojiazul asintió, mudo—. ¿Ves?
No evitó rodar los ojos antes de responder. —En realidad fue muy terapéutico. Vi mucha tele. Armé un rompecabezas, pero le faltaba una pieza. Eso fue todo un escándalo en la clínica —antes de que Carmen pudiera contar su parte, Sofía cerró la puerta de su casillero volviendo a encarar al adolescente—. Puedes decirle a los pendejos de tus amigos que no me traté de suicidar.
Se marchó, a la castaña rubia no quedándole de otra más que sonreír a Raúl como disculpa y seguir a su amiga a través de los pasillos para ingresar a su primera clase.
MASTICÓ CON UN ROSTRO DE SATISFACCIÓN SU WAFFLE CON NUTELLA, agitando la cabeza al compás de la canción que se reproducía en uno de sus audífonos mientras pasaba la página del libro que se encontraba leyendo. Disfrutando de la hora del almuerzo hasta que llegó Gerry a colocarse a sus espaldas, quitando los cascos de la cabeza de Sofía.
—¿Qué lees?
—Regrésame mis audífonos.
—A ver, a ver. Déjame ver.
—Gerry, no estés chingando y regrésale los putos audífonos —bramó Carmen intentando quitárselos.
—Okay. Déjame ver qué lee Sofía —le arrebató a la azabache su libro, leyendo—. ❛ Súbitamente, se produjo una agitación general... ❜. Wey, pues en buen pedo no leas esas cosas. Por eso estás mal de la cabeza.
—Bueno, por lo menos ya vimos que si sabes leer, Gerry —Carmen fulminó con la mirada al ruloso a la par de las palabras de Sofía.
—Mejoraste mucho desde que nos fuimos, felicidades —esbozó una sonrisa condescendiente—. ¿Será en lo único que mejoraste o ya por fin lograste subir esas calificaciones? Que no hay que ser un genio para aprobar pintura.
—¿Qué pedo?
—Regrésame mis audífonos —volvió a decir, pero esta vez quitándoselos.
—Por eso luego se quejan de que las tratan raro.
Tras escuchar los cuchicheos que decían en contra de ellas Carmen arrugó accidentalmente una de las hojas de su libro, tomando su vaso de agua para levantarse de su mesa y caminar a zancadas hacia ellos, apartando a María del camino para arrojar el contenido sobre Isabela, Pablo, Natalia, Darío, Gerry y Ernesto.
—Son una bola de hipócritas superficiales —masculló—. A ver cuándo abren un pinche libro, o se ponen a leer de la importancia de la salud mental para algunas personas.
Y levantando el dedo medio como salida, se llevó sus cosas y a Sofía con ella.
—Lo siento —suspiró cuando llegaron al baño, mojando su rostro—. ¿Estás molesta?
—Fue todo un espectáculo, así que no. Mira —acarició su hombro regalando una sonrisa amable—, más que nadie sabes cuánto odio las cursilerías, pero... Te amo. Así que tendrás que aguantarme a tu lado por lo que resta de nuestras vidas. Y vale para cuando hagas escándalos.
Actualmente...
JUEGA CON LOS MECHONES DESORDENADOS DE RAÚL MIENTRAS EL OJIAZUL LO HACÍA CON SU MANO, jugando con sus anillos y entrelazando sus dedos.
Habían caído sobre la cama, con unas sonrisas de enamorados que al principio les había dado vergüenza hablar con el otro, por lo que tomaron una silenciosa decisión de tranquilizar sus respiraciones, entreteniéndose con el cabello y los adornos del otro.
—¿Y esto? —señaló Raúl unas apenas notorias marcas de aguja sobre la parte medial del codo en la cara interior.
—Oh... —murmuró incómoda.
—¿Qué te pasó? —Carmen mordió su labio inferior, dubitativa—. Digo, bueno, no tienes por qué contarme todo, pero... Solo quiero que sepas que en cualquier cosa que pienses y no debas reprocharte, aquí estoy. A cualquier hora estaré aquí para cuando me necesites. Me quedaré hasta que me lo pidas.
González asintió besando su cabellera. —Está bien, sigo progresando en superarlo. Tuve una crisis emocional el semestre pasado y no recuerdo cómo terminé con esas marcas. Pero mi sistema estaba alterado, así que seguramente era droga, más el alcohol. Nunca consumí antes —excusa—, y solo fue de una vez.
—¿Cómo te sientes?
—¿Justo ahora? —el muchacho asintió—. Increíble —sonrieron, después sintiendo un beso de Raúl posarse delicadamente sobre su dorso.
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