❛ 𝘅. 𝖾𝗅 𝗏𝖾𝗇𝗀𝖺𝖽𝗈𝗋 𝖺𝗅 𝖽𝖾𝗌𝖼𝗎𝖻𝗂𝖾𝗋𝗍𝗈.
❛ 𓄼 DÉCIMO CAPÍTULO 𓄹 ៹
EL TRÍO CONFORMADO POR CARMEN, Sofía y Javier, se marchó del hospital, al cual habían llevado a Sofía por un presunto ataque de ansiedad, pero que la azabache había negado tener después de revelar que el Vengador cambió sus pastillas, ella dándose cuenta y fingiendo el accidente para que el alumnado del Nacional, entre ellos el Vengador, creyeran que se encontraba fuera del juego.
—¿Entonces lloré, y la máscara de pestañas me ardió en los ojos, para nada? —Carmen hace un puchero, quejándose y tallándose los ojos con desesperación.
Javier, muy amablemente, le tendió el paquete de toallitas húmedas que guardaba su madre en la camioneta, Carmen gruñendo con satisfacción cuando sus ojos volvían a la normalidad. Y así, continuando con el viaje, una vez más, Williams fue el encargado de conducir, ofreciendo la casa de su madre como locación para analizar a detalle la identidad del Vengador en base a lo que ha hecho.
Carmen frunció el ceño, ladeando con confusión e inseguridad. —Uh, wait.
—¿Qué pasa? —pregunta Javier, mirando por sobre el hombro a Carmen por un segundo.
—Soy mala con las direcciones pero, ¿No queda más lejos la casa de tu mamá del hospital? ¿No podemos ir al departamento de tu padre?
—Carmen —Sofía advierte con un tono quedo, negando suavemente con la cabeza.
Fue cuando la morocha se dio cuenta que su amigo se había tensado, decidiendo permanecer callado.
—Bueno, me gusta mucho la casa de tu mamá. Yo me chuto lo que nos hagamos de camino.
Ella se hunde en su asiento con una sonrisa inocente, sacando su celular para mandar otra tanda de mensajes a Raúl, quien no contestaba.
Cuando llegaron ya estaba oscureciendo, saludando a la mamá y hermana menor de Javier de camino a la habitación del adolescente, sorprendiéndose cuando la pizarra, con las fotografías y los hilos rojos conectándose entre ellos, permanecía en su pared.
Sofía ríe. —No pensé que lo conservarías, la verdad.
—Pensé en tirarla, pero algo me detuvo.
González alzó la mirada, palmeando suavemente su brazo con una sonrisa. —Sea lo que sea, que bueno.
—Te quedó muy chingón, wey.
—Gracias.
—Y sí ha servido —asegura Sofía—, siento que estamos cada vez más cerca.
—Yo también.
Carmen bufa y rueda los ojos con dramatismo cuando Sofía y Javier comparten una mirada.
—Dios. ¡No! —ella chista a sus amigos, negando con la cabeza—. No tenemos tiempo para esto. Yo no tengo paciencia —enfatiza—, para esto.
Javier ríe con pena.
—¿Dónde empezamos?
SOFÍA LES CONTÓ LO QUE DESCUBRIÓ AQUELLA MAÑANA EN LA ESCUELA. Había imaginado que la siguiente víctima sería Rosita, por lo cual hizo que la directora la mantuviera en su oficina mientras hacía revisión de mochilas y casilleros por alumno.
No habían logrado descubrir una evidencia incriminatoria, hasta que Sofía decidió abrir el casillero de Luis y encontró un bolso con el dinero de Raúl.
—¡No puede ser! —la adolescente exclama con alivio—. ¿Por qué no me dijiste antes? —la pregunta no era para reprocharle, sino por curiosidad, sacando su celular del bolsillo trasero de su pantalón.
Su mejor amiga suspira.
—Porque estoy molesta con él.
Carmen frunce el ceño.
—¿Qué? ¿Por qué?
Sofía miró a Javier antes de regresar la mirada a Carmen.
—Chantajeó a Quintanilla y a Susana con un video sexual de ellos dos para quedarse en el Colegio.
—¿Qué? —volvió a exclamar, rogando a todos los dioses para que su expresión fuera creíble. En su defensa, no sabía que Raúl era el hacker, así que esperaba que revelara el secreto de Quintanilla en la NONA, luego se le olvidó en las vacaciones—. No mames, Sofía. Ay, Raúl —suspira con pesar—. Ahora entiendo por qué no me contesta los mensajes.
Carmen quiere creer que Sofía está convencida de su inocencia, porque desestima a Raúl, diciendo que tienen cosas más importantes que resolver.
—¿Por qué el Vengador guardaría el dinero en el Nacional? —Javier da pie al tema de interés.
—Pues porque, seguramente, vive con alguien más —Carmen asiente, lógicamente es una respuesta buena.
—Probablemente sus padres —dice la morocha mientras sus dedos le mensajean a Raúl dónde está su dinero.
❝ A ver si eso sí lo lee. ❞
—A ver, todas las venganzas han sido iguales a las que Luis dibujó. Excepto una.
—Raúl.
Carmen suspira con preocupación y alivio, pues el dibujo de Raúl sí le causaba angustia, porque parecía que tenía los insultos grabados a rojo vivo en su rostro. El taser lo catalogaba como el que menos dejaba una marca.
—Necesitaba el dinero de Raúl para otra cosa. Ese fue su error... Claro —Sofía se gira a ellos, dándose cuenta de un punto clave, su mirada enfocada en Carmen—. Los peores errores se cometen por amor. Alex... Lo hizo para estar más cerca de ella.
Carmen y Javier se miran, incrédulos. Aunque no desconfían de Sofía, no pueden creer lo que están escuchando.
—¿Alex?
Sofía asiente. —Sí. Piénsenlo. Todo el bullying de Gerry a Luis empezó porque Luis le hizo un dibujo a Gerry, ¿Quién le dijo a Luis que se lo enseñara? Alex —Herrera se acerca a sus dos amistades—. Ella se siente culpable, todo lo que Luis dibujó quiere hacerlo realidad.
—¿Un tributo tal vez? —balbucea Carmen.
Javier niega y chista.
—Debe ser algo más —en ese momento el muchacho recibe un mensaje, suspirando.
—¿Qué pasó? Javi, ¿Qué pasó?
—Acaban de secuestrar a Natalia.
—Los dealers —la pareja de amigas musita, sin tener más tiempo para reaccionar cuando un problema se agrega a la ecuación.
Gerry sube una historia desde la cuenta de Luis, disculpándose con él, arrepentido, deseando cambiar de lugares.
—Puta —bufa González—. Si es desde la cuenta de Luis es que el Vengador lo tiene.
—Vámonos —ordena Sofía entonces, tomando su chaqueta—. Podemos usar el keylogger en el celular de Gerry.
Carmen le da un tirón a Javier, tomándolo de la mano.
—Javi, corre.
LAS LLANTAS DE LA CAMIONETA CHIRRIARON, Javier atravesando y doblando calles de manera brusca, inclusive adentrándose a una calle con el paso bloqueado, serpenteando entre los conos naranjas y los trabajadores, sacando chillidos de las adolescentes por la imprudencia en el manejo, aún si entendían el por qué.
Cuando llegaron al Nacional, Javier apenas apagaba el vehículo cuando Sofía y Carmen ya se estaban bajando. Escucharon el grito de Alex y alzaron la mirada al techo, donde Gerry estaba parado en el borde.
—El techo.
—Vamos.
Corrieron los tres en fila, Sofía en la punta, Carmen jadeando por tratar de alcanzar a Javier. Subían escaleras tras escaleras, la morocha maldiciendo por no tener la oportunidad de detenerse. Los gritos de Alex se escuchaban al cabo de llegar al último piso, debajo de ella y Gerry, amenazando a Gerry para saltar en alaridos y maldiciones.
—Gerry, ¡Salta!
—¡Alex! —llegaron al techo, Carmen chillando el nombre de Raúl, mortificada, cuando lo ve parado frente a Alex, siendo escudo de Gerry.
—¡Carmen, quédate ahí! —Raúl ordena, levantando un brazo para evitar que se acerque a ellos. González es detenida por Javier, quien presiente que Carmen no hubiese dudado en saltar a los brazos de Raúl si no la hubiese agarrado.
Alex se remueve en su lugar, el miedo abordando su cuerpo cuando es encontrada por la Sherlock Holmes moderna.
—¿No estabas en el hospital? —pregunta con voz temblorosa.
—Nunca me tomé la pastilla.
—Gerry, métete.
—Esto no tiene nada que ver contigo, Sofía.
—No, sí tiene.
Intentan acercarse, poniendo nerviosa a Alex que procede a apuntarles. Javier intenta calmarla, pero Sofía establece que ella lo hará, lo que hace asentir a Williams y a González, aunque la última estaba más enfocada en llamar a Raúl, asustada.
—Raúl, ven, por favor —ella súplica, agitando su brazo hacia ella.
—Quédate ahí, Carmen —Raúl no le hace caso, su posición en defender a Gerry y evitar que Carmen se acerque sin flaquear.
—Entiendo tus motivos. Pero, Alex, no eres una asesina.
—No —asegura Gerry, insistiendo.
—No eres capaz de matar.
—No sabes de lo que soy capaz, Sofía.
—Sí sé —Sofía habla con suavidad y determinación, tratando de llamar la atención de la pelinegra—. Por eso dejaste pistas en todos tus ataques. Querías que llegáramos antes... Querías darle una lección a todos. Empezando por ti —Alex no aguanta el peso de sus acciones, bajando el arma y cerrando los ojos, tratando de contener sus emociones.
Carmen palmea suavemente el brazo de Javier alrededor suyo, juntos, acercándose ahora que Alex no los está vigilando.
—Querías que todos nos sintiéramos igual de culpables que tú.
La Vengadora solloza, el ángel del Nacional llamando la atención de Gerry, indicándole bajarse y alejarse de la cornisa lentamente.
—¿No ven que...? ¿No ven que...? —recupera un momento la lucidez, volviendo a empuñar el arma—. Es que nadie se sentía culpable por Luis.
—No es cierto, Alex.
—¡Nadie hizo nada!
Herrera no se rindió, continuando con su discurso, involucrando a Gabriela, su antigua maestra y novia de Alex, por quien estaba dispuesta a cambiar su plan para seguir a la española, por ese motivo robando el dinero de Raúl.
—Todos aquí cometimos errores. Y, Alex, veme. Está bien —Sofía asegura, sonriendo con sinceridad, extendiendo su brazo a la pistola—. Déjalo.
Cuando la pistola estuvo en el suelo, Alex comenzó a llorar con más fuerza y abrazó a Sofía, Javier soltó a Carmen, quien sin perder un segundo se echó sobre Raúl.
—Dios mío. Dios mío. Eres un idiota, Raúl —ella jadea, respirando irregularmente—. ¿Cómo se te ocurre...? ¿Qué chingados te pasó en la cara? —ella toma su mentón entre sus dedos, ladeando su rostro para ver la herida abierta de su pómulo.
—No es nada —Raúl se libra de su agarre, sin importarle sus heridas—. Lo siento, lo siento —Raúl balbucea, dejando besos esparcidos por el rostro de Carmen, aliviado, estrechándola en sus brazos—. Soy un cabrón. Lo sé. Lo sé —por un segundo se detiene en seco, tomando el rostro de su novia en sus manos—. Carmen, Cam. ¿Dónde está mi dinero?
—E–en el locker de Luis —Carmen tartamudea, aferrándose a él, haciendo que él haga lo mismo. Anonada, comienza a retroceder en el techo, sus pies moviéndose antes de procesarlo.
—Olvídate de tu dinero —giran a Javier, todos volviéndose a poner en alerta al ver el arma ahora en sus manos.
Raúl se giró, dando unos pasos hacia Javier, furioso, haciendo que su novia lo retuviera sabiendo que la relación entre los dos muchachos era pesada, así que no estaba del todo segura que Javier no fuera a disparar.
—¡Es mi puto dinero, cabrón!
—Natalia está en peligro y la van a matar.
—Ese pinche dinero es mío, cabrón.
—¿Qué chingados estás haciendo, Javier? —exclama Carmen—. ¡Baja la puta pistola!
—Yo me encargo de que no baje por su dinero, pero baja la pistola, cabrón —Sofía y Gerry se posicionan frente a Raúl, mientras Carmen sigue reteniendo al ojiazul, dos brazos alrededor de su cintura.
Ahora intentaron razonar con Javier, quien repetía un ❝ cállate ❞ sin escuchar a los demás.
—La pistola nada más, bájala, wey —pide Gerry cuando se escuchan pasos nuevos detrás de ellos, llegando Susana, María y su amiga.
—¿Qué... qué está pasando aquí? Javier, Javier. Escúchame, por favor. Baja el arma.
—Les hablaste —suspira Sofía, Carmen sin reconocer la emoción detrás de ella.
—Javier, ¿A qué estás jugando, cabrón?
Todos insisten al muchacho de bajar el arma, él por su parte sin desistir, repitiendo que matarían a Natalia.
—Ya, cabrón —masculla Sofía, lanzándole una mirada.
Nuevamente Herrera, con habilidades de persuasión, se acerca a Javier en pocos pasos, volviendo a repetir el proceso de bajar el arma de las manos del portador.
—A ver, escúchenme. Vamos a tranquilizarnos todos, ¿Si? Vamos a tranquilizarnos.
—Escúchame, madres. Ese dinero es mío —espeta León.
Susana trata de mantener la calma, pero los adolescentes mostraron dificultad en seguir sus palabras, cada uno agarrando un extremo de la bolsa con el dinero.
—¡No mamen! —Carmen chilló, su voz aguda logrando hacerse escuchar por sobre los gritos de los demás—. ¡Es la puta culpa de Natalia por robar dinero y luego querer vender droga para cubrirlo! ¡Consíganse su pinche dinero! ¡Directora, por Dios!
Entre forcejeo y forcejeo, Carmen no sabe qué ocurre, todos jalando y empujando, gritando y protestando, que el enojo se esfuma de su cuerpo, el miedo filtrándose por sus poros.
—¡La orilla! —todos parecen recordar en dónde se encuentran, soltando la bolsa de dinero para echarse hacia el otro extremo como si de eso dependiera su vida. El corazón de la morocha se encuentra bombeando adrenalina, lanzándose sobre el bolso como si fuera una bomba la cual cubrir—. ¡Esperen. Esperen! —ella alza la mano, advirtiendo, haciendo a Raúl, Sofía y Gerry posicionarse por instinto frente a ella—. ¡Les damos todo el puto dinero si lo devuelven!
—No me chingues, Carmen —Raúl farfulla, rápidamente dándole una mirada de incredulidad—. Y una puta mierda van a devolver.
Javier se abalanza sobre Raúl, para intentar pasar sobre él, pero entre Gerry y el propio Raúl lo retienen.
—¡No. No! —Carmen jadea, el miedo transformándose en pánico, subiendo por su garganta—. ¡Si lo harán! Porque si no lo hacen voy a denunciar a Natalia —ella amenaza.
—No me chingues, Carmen. Van a matar a mi hermana —exclama María, con lágrimas en los ojos—. No me digas esa mierda, no seas hija de puta.
—¿De qué chingados va a vivir Raúl, María? ¡A mí me importa él! Natalia se metió en ese pedo ella misma.
El cabello y el cuerpo de González se agita, mientras grita en un estado de cólera alterada, señalando con movimientos violentos a los presentes.
—Sabes que mi tía es abogada, María. ¡Promételo!
—¡Sí, puta madre! ¡Está bien! ¡Dame el puto dinero, maldita sea!
Carmen se levanta, temblorosa, de miedo o de ira, mientras lanza el bolso a los pies de María, quién lo toma y sale corriendo junto a su amiga, ignorando los llamados de la directora.
—Lo siento, lo siento —los sentimientos negativos y agresivos pronto se derriten, dejándola lentamente en un estado apagado—. Tenía que hacerlo. Lo siento —ella se disculpa con Sofía, quien suspira, pero niega hacia su amiga, sin importarle la situación. Se disculpa con Gerry, quien también niega, concentrado en el hecho de estar vivo. Se disculpa con Javier, quien tiene una expresión de piedra, sin aceptarlo. Se disculpa con Raúl, que solo puede ver a su pareja frente a él, en un estado hipnótico, abrazándola como si fuese un robot. Automáticamente.
—Ahora mismo todos vamos a bajar y me van a explicar qué demonios está pasando —ordena con voz fuerte Susana, examinando a sus alumnos de uno en uno, hasta caer sobre Gerry—. Gerry, me temo que bien sabes tendré que llamar a la policía.
El ruloso asiente.
—Voy a entregarme. Voy a entregarme —él se acerca a Susana con cuidado, alzando las manos—. Déjame entregarme, es lo menos que puedo hacer por Luis. Por favor, Susana. Por favor.
Un minuto de debate mental, la directora mirándolo con pesadez, negándose a aceptar.
—Él tiene razón —Raúl balbucea, su mentón se encuentra en el hombro de Carmen—. Íbamos a atrapar al Vengador y después se entregaría —todos excepto Sofía miran de reojo a Alex, haciendo a Susana comprender y suspirar, girándose a la susodicha.
—Ay, Alex... Está bien —ella cede, para su sorpresa—. Vete, Gerry. Hazlo. Pero si me estás mintiendo...
Gerry niega. —No lo hago, lo prometo. Gracias. Gracias —al pasar junto a la pareja los toma por sorpresa y les da un abrazo, aturdiendo a Carmen que se encuentra sollozando.
—Gracias por darme la oportunidad.
Cuando solo quedan Sofía, Alex, Javier, Raúl, Carmen y la directora, ella niega.
—Niños. ¿Qué haré con ustedes?
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