❛ 𝘃𝗶𝗶𝗶. 𝗌𝖾𝖼𝗎𝖾𝗌𝗍𝗋𝗈.




❛ 𓄼 CAPÍTULO OCHO 𓄹 ៹




          UN SISEO DOLOROSO SE ESCAPÓ DE SUS LABIOS CUANDO COMENZÓ A DESPERTAR, tardando varios segundos en reparar en su entorno, asustada de encontrarse a Sofía —a su derecha— y a sí misma atadas a sillones de un desgastado y oscuro lugar con el hacker usando una máscara frente a ellas.

—Buenas tardes. ¿Se divirtieron en la fiesta?

—¿Una máscara? ¿En serio?

—Querían conocerme, ¿O me equivoco? —cuestionó en su lugar.

—Podíamos ir por un café. No hace falta todo esto.

—¿Eso quiere decir que no nos harás daño? —interrumpió antes de que la azabache continuara hablando. No podía creer la tranquilidad de Sofía ante un secuestro. ¡Ellas estaban siendo chantajeadas por el hacker! Tenerlo cara a cara en un lugar donde ellas tenían la desventaja, no era muy cuerdo de su parte hablar como si fuese su amigo y con el tono de voz sumergido en soberbia.

—Pueden estar seguras —asintió su contrario—. Pero tienes razón —se levantó del desgastado sofá—, las cosas fáciles no valen la pena. Ustedes valen la pena. Tú, vales la pena, Carmen —la castaña se encogió insegura, sin saber si aquello era una obsesión, más bien, insana—. Las he estado observando.

—¿Practicaste el speech o te lo inventaste ahorita? —su mejor amiga lanzó una mirada asesina, advirtiéndole sobre seguir hablando, sin saber si provocaría al desconocido.

Una luz detrás de ellas se encendió, aturdiéndolas, exaltándolas levemente. —Por cierto, pueden gritar, nadie las va a escuchar.

—Ahí está, si vamos a morir —el pánico recorrió el cuerpo de Carmen, removiéndose inquieta entre las ataduras—. Solo dicen eso en las películas cuando alguien va a morir.

—Carmen, no vas a morir, yo jamás te haría daño —se arrodilla a sus pies posando una mano en su rodilla. Ella deja de removerse con lentitud, sin embargo, los nervios nunca la abandonaron—. Tú y yo podríamos estar juntos, ¿No crees? Y Sofía y yo podríamos formar equipo en todo esto.

—Te interesamos —los ojos se apresuraron al rostro de su amiga, tragando saliva—. De diferentes maneras, pero lo hacemos. Y no sabemos por qué.

—Somos iguales.

Cuando Sofía había visto las cuerdas reteniendo sus muñecas por fin había tenido una reacción de miedo, pero no a lo que Carmen esperaría.

—¿Dónde está mi pulsera? ¿Dónde está mi pulsera? Dámela. Dámela —insistió sin dejar de intentar zafar uno de sus brazos.

—¿Cuál? ¿La de papi? ¿Lo extrañas? —se acercó a ellas, enfocando su visión esta vez en Sofía.

—No hables de él.

—Solo devuélvesela —repitió Carmen inmersa en sus muñecas, zarandeando sus brazos para librarse. Aunque la verdad, solo quería que Sofía se callara.

—¿Por qué no mejor dejan de luchar contra mí? Juntos podríamos cambiar la escuela.

—Se me hace más interesante encontrarte.

—Sofía, cierra la puta boca de una vez —siseó González, su mirada yendo y viniendo de Herrera al hacker.

—Qué lastima. Buenas noches.

—¡No, no, no! Espera. Por favor —Carmen gritó, intentando librarse una vez más sin éxito, observando a Sofía caer en la inconsciencia—. ¡Sofía!

—Estará bien, dormirá un rato.

—Por favor —suplicó al verlo tomar cercanía.

—No necesitas esto más —le rodeó quitando de su cuello el collar que le había enviado, en su lugar, colocando otro de una pequeña piedra blanca—. Significaría mucho para mí si lo conservaras en su lugar.

Ella asintió, porque sabía que seguir su juego era mejor que enfrentarlo inútilmente ante evidente desventaja. De pronto, un pañuelo se colocó en su rostro, y asustada cayó en sus sueños.

          HABÍA DESPERTADO EN SU HABITACIÓN, en cama, aún vistiendo la ropa de Raúl, como si todo hubiese sido un mal sueño, pero al colocarse frente al espejo de cuerpo completo y ver la piedra blanca colgando de su cuello, supo que la noche anterior no había sido un sueño.

—Mi tía estaba en casa cuando bajé a desayunar —le contó Carmen a Sofía lo ocurrido, una vez la encontró en la entrada de la escuela—, pero actuó normal. No sabía a qué hora había vuelto.

—Pues Nora me encontró tirada frente a la casa —dijo ahora Sofía, caminando, sin dejar de observar a su alrededor como si pudiera descubrir al hacker con solo verlo—. Ahora no me dejará volver a salir a cualquier lugar que no sea la escuela.

—Ya lo creo —soltó una risa entrelazando su brazo con el de Sofía.

—¡Carmen! —de repente, Alex apareció frente a su campo de visión agradeciendo fervientemente su acción desinteresada y arriesgada para mantener su relación en secreto. González se había encogido de hombros, guardando sus palabras de advertencia sobre besar a la maestra en el aula la próxima vez—. ¿Ya vieron los vídeos?

¿Qué videos?

—Digo, no sé quién los mandó, pero todo mundo los tiene —Sofía agarró el teléfono de la chica viendo las capturas de cada video, en los cuales en uno se veía a Sofía besando a Carmen y en el otro a Javier, en la fiesta de la noche anterior.

—¿También besaste a Javier? —preguntó la castaña rubia incrédula y con una sonrisa divertida.

—¿Cómo que también? Tú me besaste —contradijo regresando el dispositivo a su dueña.

—Bueno, pero no cambies el tema.

—A ver —Alex las siguió—, yo sé de besos y no fue solo un beso y ya.

En su distracción mirando a la azabache, Carmen se tropezó chocando con el pecho de Javier, disculpándose al momento y separando sus cuerpos, viendo a la chica marchar para dejar a los tres solos.

—¿Por qué no me contestaron el teléfono? —preguntó el chico. Carmen se quedó muda, Sofía no.

—Te estuvimos buscando. Te fuiste —lo rodearon dirigiendo sus pasos hacia sus casilleros, con Williams siguiendo sus talones—. Si estabas tan preocupado por Carmen, ¿Por qué nos dejaste solas?

—Porque estaba enojado —Carmen rodó los ojos con pesar, recargando su hombro en el de Sofía—. Porque lo que hiciste no está bien, Carmen. Y que la hayas apoyado tampoco lo está.

—No. Porque no te hice caso es la razón.

—Sí.

—Pero, Javi, ¿Eso a ti qué? —habló Sofía en su lugar.

—¿Cómo que a mí qué, Sofía? Que Carmen salte de un techo a una alberca es una estupidez. O sea, no quiero que se enojen y...

—No, no lo estamos, Javi —afirmó González. Solo se encontraba cansada del mismo regaño.

—Yo tampoco. Yo no... —Sofía se encogió de hombros.

—Fue onda.

—Ya no tienes la estampita —notó Sofía de la mochila de Javier, recordando el primer día cuando se la vieron pegada.

—¿Cuál?

—La de la mochila —contesta.

—Ah, ¿El gatito? —las amigas rieron—. Seguramente se me cayó.

—¿Carmen? —la voz de Raúl la llamó a sus espaldas, viéndolo caminar rápidamente hacia ella—. ¿Qué hubo? Estaba preocupado por ti.

—¿Tú también? —preguntó indiscretamente Sofía, ganándose un codazo en sus costillas.

—Sí. Nos la estábamos pasando bien y de la nada te fuiste —con sus dedos índice y pulgar agarró el borde de su blusa blanca y la estiró antes de soltarla haciéndola rebotar como si fuese elástico, causándole una sonrisa involuntaria—. Te llevaste mi ropa.

—¿Cómo que tu ropa? —preguntó Javier. Las mejillas de Carmen adquirieron un tono rosado debido a las palabras.

—Es cosa de nosotros —evitó Raúl.

—Ah, ustedes pueden quedarse hablando entre ustedes —interrumpe Sofía el incómodo momento, pasando un brazo sobre los hombros de su amiga—. Tenemos cosas más... Importantes que hacer.

Pero con solo dar cinco pasos se encontraron a la figura del director, reclamando a Sofía que Nora le haya rechazado su pedida de matrimonio.

—Fuchi —murmuró Carmen arrugando la nariz en dirección de Quintanilla.

Decidieron no darle importancia y retomar su camino a clases, además de evitar a Javier, por lo cual tomaron asiento a los lados de Isabela.

—¿Siempre sí fueron a la fiesta? Vi el video —se apresuró a explicar—. La química en su beso fue sorprendente, pero aún así, no sabía que tenías onda con Javier, Sofía.

—Fue solo un beso y ya —se excusa.

—Sí, cómo no.

—Bueno, tú no fuiste, Isabela —sonrió Carmen con una sonrisa victoriosa.

La chica se encogió de hombros. —No me dieron ganas. A lo mejor voy a la NONA.

—Deberías, estoy segura que lo pasarás mejor.

—No ganas nada con esconderte —agrega Herrera.

La maestra aparece en el salón, pidiendo que los celulares sean apagados previo a iniciar, pero antes de que los alumnos puedan hacerlo, comienzan a llegar notificaciones con el mismo texto.

¡Todos sus secretos serán
revelados en la NONA a
las 12! Los tuyos también.

Excepto para una persona.

desconocido

Luces preciosa. El collar y la blusa
van bien juntos.

Un nudo en la garganta apareció al ver a todos sus compañeros levantarse exaltados, causando un bullicio de adolescentes nerviosos. Carmen se removió en su asiento, decidiendo no contestar.

—Qué bueno, por culeros. Para que vean lo que se siente —reclamó Natalia.

La pesadumbre invadió el cuerpo de ambas chicas, dirigiendo sus pasos apresurados al baño para mojarse el rostro y calmar sus nervios.

Carmen se deshizo de su blusa, quedando en sostén, sintiendo el aire llegar a sus pulmones debido a la falta de presión alrededor suyo.

Los sollozos interrumpieron sus propios pensamientos, girándose al cubículo.

—María, ¿Estás bien?

—Sí, todo bien.

—Es por lo de Pablo, ¿Verdad? —Carmen mordió su lengua, molesta por la traición de la pelinegra a Isabela. El silencio de María respondiendo todo. Sabía que Alexander tenía un secreto que envolvía a Isabela y Pablo. No fue difícil de deducir un engaño.

Ella asintió. —¿Cómo sabían? —pregunta después de abrir la puerta, sus ojos culpables en los de Sofía, mientras Carmen se colocaba su blusa.

—Un día faltó Isabela y... Los que desaparecieron quince minutos en el clóset de servicio fueron ustedes.

De la boca de María salieron excusas, argumentando el cercano fin de aquella relación.

—Porfi, no le digan nada.

—No le he dicho todo este tiempo —Sofía se encogió de hombros.

—Bueno, de cualquier forma, le va a decir el hacker.

—Deberías decirle, María, si es que alguna vez fue tu amiga —dijo Carmen en su lugar con los brazos cruzados—. Mejor tú que él o ella.

—El hacker sabe lo que hicimos. Pero lo que hagamos de ahora en adelante es cosa nuestra.

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