❛ 𝘃𝗶. 𝖻𝗎́𝗌𝗊𝗎𝖾𝖽𝖺 𝖽𝖾𝗅 𝖿𝗎𝗀𝗂𝗍𝗂𝗏𝗈.
❛ 𓄼 SEXTO CAPÍTULO 𓄹 ៹
IMAGINA QUE TE ENCONTRABAS DE CAMINO A UNA FIESTA POR LA CUAL PASASTE HORAS ARREGLÁNDOTE, en el camino —y para nada cerca del lugar— tu auto se estropea y causa que no solo llegues tarde, si no que también llegues para después trasladarte al hospital donde permaneciste toda la mañana ocasionando a su vez que llegaras tarde a tus clases y que te perdieras de cuatro sucesos impresionantes, ¿Estarías irritada? Porque yo si lo estaba.
Desde que este semestre había iniciado, me sentía desconectada de mis amigos, de la escuela y de los sucesos que rodeaban a estos dos. Me sentía como un personaje secundario de mi propia historia. Odiaba ese sentimiento, pero ahora, el único deseo que tenía era de arrojarme a la cama y dormir todo lo que pudiera, qué importaba si no me cambiaba por algo más cómodo, solo buscaba el sueño en este momento.
Cuando los brazos de Raúl me envolvieron contra él, suspiré del cansancio y del abatimiento dejando caer mi frente sobre su hombro. Tratando de decir algo lo callé, pidiendo solo cinco minutos de tranquilidad antes de que dijera lo que fuese a decir, pero estos minutos no duraron mucho tiempo siendo que el timbre sonó, el castaño separándose muy a su pesar para abrir la puerta, por donde entró Sofía muy, muy encabronada.
Después de alegar todas las razones por las cuales dudaba de nuestro comportamiento, llamando a Raúl mentiroso y que no se podía confiar en él, se giró a mí.
—Cam, creí que querías arreglar esto —la mirada de decepción e incredulidad que me dio mi mejor amiga me llenó de culpabilidad, pero sobre todo de vergüenza.
Me sentía horrible por haberle mentido, pero creía que era mejor no involucrarla en más problemas, con los que ya tenía era suficiente. Nora no le hablaba y las habían embargado, no deseaba cargarla más y agravar su medicación.
—¡Y lo quiero, Sof! Pero tienes mucho con lo que lidiar. Raúl y yo podíamos con esto —aseguré hasta la última oración, Sofía frunciendo el ceño reconociendo mi duda.
—Se nota —refunfuña.
—Carmen no lo trajo aquí, y no tuvo nada que ver al empezar —Raúl dio un paso hacia Herrera, buscando salvarme de algo a lo cual yo misma me había metido—. Yo lo busqué, y le pedí a ella que no dijera nada. Ha estado intentando ayudarnos, a Gerry, a ti y a mí que no merece que le eches la culpa. Pero, Sofía, ahora necesitamos tu ayuda. Gerry desapareció. No se si lo tiene el pinche Vengador. No lo sé, está en peligro, wey.
Me giré a mi novio tan pronto procesé sus palabras. —¿Qué? ¿Eso es lo que me querías decir? —escucharon un mini grito de frustración de mi parte, olvidando mi idea de dormir hasta que no supiera más de mi existencia.
GERRY PESE A SER BUSCADO POR LA POLICÍA Y EL VENGADOR HABÍA DECIDIDO SALIR A UNA CITA, Carmen no podía creer qué clase de razonamiento había usado para deducir que era una buena idea. Soltó frustrada el aire que contenía, montándose al asiento del conductor de su automóvil con un vaso de café en la mano, recién salido de la cafetera cuando Sofía y Raúl aparecieron con la ubicación del rizado en GPS.
Carmen los condujo a través de las calles de la ciudad siendo dirigida por las indicaciones de Raúl, la mano del adolescente sobre la palanca y la mano de ella sobre la de su novio. Sofía en los asientos traseros notó cómo la acción se había transformado en un hábito sin ser la pareja consciente de ello.
Estacionó al cabo de unos minutos, dirigiéndose y entrando a un callejón.
—La ubicación que me arrojó el GPS es aquí. El lugar está enorme, no mames.
—Vean —les mostró un post de Instagram, alguno de los tres hombres que salían ahí tenía que ser la cita de Gerry, dedujo Carmen—. Tiene que ser aquí dentro, ¿No? Lo tenemos que encontrar ya —apuró Sofía caminando a donde se formaba la fila en una entrada lateral.
El guardia no les permitió la entrada, alegando ser un evento privado de noche kinky. Las dos adolescentes se toman de la mano y salen de la fila frustradas, el novio de la morocha las sigue, angustiado.
—Tenemos que entrar a huevo —urge.
—¿Y cómo le vamos a hacer, wey?
—Guapo, yo te puedo meter —los tres se giraron a un hombre apoyado contra la pared a su espalda, mirando al ojiazul de manera sugerente.
Carmen arrugó el ceño en dirección al mayor, dispuesta a ponerse delante de Raúl y negarle la vista del joven. Raúl, por su parte, se removió nervioso e incómodo, tomando la mano derecha desocupada de Carmen y enredando sus dedos.
—No, hermano. Quizás en otra ocasión —jaló de González haciendo que ella jalara de Herrera.
—¿Qué? ¿Te pusiste nervioso? —pregunta Sofía en tono burlón.
—Un poco menos de ropa y así tomados los tres de la mano sí podríamos entrar —comentó en alto, siendo algo más para su cabeza que para los otros dos.
—Pero no estamos en esas circunstancias —negó la azabache. Carmen se encogió de hombros.
—Vengan, tengo una idea —las mejores amigas no pudieron protestar; Carmen no soltaría la mano de Raúl y no le molestaba tener la mano de Sofía cogida de la suya, encontrándola reconfortante cuando lograron accesar por medio de soborno al guardia.
Se encontraron y siguieron al hombre con alas de ángel del post, perdiéndolo cuando cruzó una cortina donde nuevamente no tenían permitido entrar, a menos que consiguieran pulseras.
—Espérenme, ¿Si? —muy a su pesar se soltaron las manos, Raúl comenzando a alejarse cuando de pronto giró de regreso y se abalanzó a los labios de Carmen. Ahuecó sus mejillas en sus manos y la hizo retroceder hasta pegar con la pared, separándose de ella nuevamente—. Necesitaba coraje —suelta antes de volver a marcharse.
—Sof, ¿Me puedes decir si comprendiste lo que acaba de pasar? —pregunta desconcertada, afectada.
—Comprendí tanto como tú —exhala.
Se asomaron varias veces tratando de encontrarlo entre la oscuridad y la luz roja, ambas viendolo irse con el hombre que le ofreció entrada.
—No, no, no —comenzó a negar Carmen pasando de Sofía para alcanzar al castaño, siendo detenida por su amiga al cogerle del brazo—. No se va a prostituir.
—Carmen...
—¡Que no! Voy a hallar otra manera —se soltó del agarre y emprendió caminata, sin llegar muy lejos al perderlo de vista y confundirse entre tanta gente.
Cuando comenzaba a perder el control debido a la multitud que se cernía a su alrededor, Raúl emergió de detrás de una pared, limpiándose los labios con la manga de su chaqueta.
—¡Raúl! —fue turno de su novia de lanzarse sobre él, enredando sus brazos alrededor de su cuello—. ¿Qué pasó? ¿Qué te hizo hacer?
—No quieres saber —se alejó unos centímetros apenas para poder tomarla de ambas manos con preocupación y fuerza, no queriendo separarse—. Vámonos. Rubén me dijo que podíamos entrar por acá —se peinó con nerviosismo el cabello agarrando con firmeza la mano de Carmen y la pulsera roja, que también le había dado la suya propia a las chicas.
—¿Cuántos novios tiene ese cabrón? —ríeron los guardias, haciendo a Carmen posar su otra mano sobre la que ya tenía sostenida de Raúl—. Pasen, adelante.
Entraron a un ambiente mucho más oscuro, ruidoso y caluroso. Las luces se reflejaban en los cuerpos desnudos, y los tres se juntaron más.
—No lo vamos a encontrar aquí —niega Sofía—. No, a ver —comienzan a moverse otra vez—. Con per...
—¡No me sueltes! —advierte González a León, cuando sus dedos se resbalan, por miedo de quedar atrás, él recuperando su mano.
—Wey —Sofía es quien encuentra a Granda y la pareja son quienes se aproximan a él por la espalda.
—¿Qué chingados estás haciendo aquí?
—¿Qué pedo, cabrón? —Gerry se aleja, asustado, sorprendido.
—Estás en peligro, Gerry —se hace escuchar Carmen—. Tenemos que irnos.
—¿De qué hablan? ¿A dónde?
—Agarra tu chamarra, nos vamos —masculla entre dientes Raúl, golpeando la prenda contra el pecho del ruloso.
—¿La trajeron?
—A ver —Sofía da un paso al frente, la calma y el control que tiene implantados en el rostro produce admiración en Carmen—. Necesitamos que nos ayudes a encontrar al Vengador, y tenemos que irnos ya.
—¿Qué chingados hace aquí? ¿Por qué la trajeron? —la desesperación en la voz del prófugo desespera por igual a Carmen, quien no se contiene y le suelta una cachetada que le hace voltear la cara.
—¡Por la puta mierda con tus chingaderas! Nos vamos ahora mismo, cabrón —cuando están por girar y marcharse, aparece Pablo con un rostro iracundo soltando un golpe a Raúl en el rostro—. ¡Por favor, no otra vez! —gruñe—. Toma mi celular, Sof.
Y procedió a lanzarse sobre la espalda de Pablo por segunda vez en la semana, asestando golpes antes de que unos brazos la envolvieran y la alejaran justo a tiempo para que Raúl derribara a Pablo sobre el sofá. Entre Sofía y Carmen lo aprisionaron lo suficiente como para que Gerry saliera corriendo y Raúl detrás de él.
—¡Pablo, coño, detente! —su furia estaba escalando.
—Quítense.
—No nos vamos a quitar.
Pablo las empuja con brusquedad, derribándolas, por suerte para ellas dos hombres que se encontraban a sus espaldas lograron agarrarlas. Ayudándolas a recomponerse. En ese momento Carmen ya había ascendido a la ira colérica de una diosa, sacando un billete de doscientos para dárselo a uno de los hombres, tomando su botella de cerveza y sin medir las consecuencias rompiéndola en la espalda de Pablo, quien estaba siendo retenido por tres enormes hombres.
—¡Agradece que no haya sido en la cabeza, despojo de mierda infiel!
Angustiada volvió a la entrada del lugar, encontrándose a Sofía es la misma condición, aunque por diferente motivo. Al escuchar los gritos frenéticos de Pablo ambas se decidieron esconder detrás de una pared, saliendo cuando por fin se ha ido.
—Voy a llamar a Raúl —Carmen sacó su celular del bolsillo trasero de Sofía, marcando con dedos temblorosos a su novio hasta que respondió—. Raúl, ¿Estás bien? Responde eso primero. No me importa lo demás, pero, ¿Estás bien?
—Sí, sí —responde sin aliento—. Cansado, más golpeado, pero sigo bien.
—Bien, ¿Dónde estás? ¿Lograste alcanzar a Gerry?
—¿Ustedes dónde están?
—Estamos afuera del antro, en la entrada. ¿Puedes venir? —miró a sus espaldas, donde encontró a Javier llegando con una expresión de pocos amigos, aproximándose a Sofía que se había separado de ella para tener una conversación con Javier sin interrumpir a la pareja—. No, espera. Mierda.
—¿Qué sucede?
—Javi acaba de llegar.
—Perfecto. Más compañía de la que necesitabamos esta noche —escucha su resoplido y queja.
—Ni me lo digas —aún se encontraba caliente del coraje causado por Pablo—. Mándame tu ubicación, te pediré un Uber y nos veremos en tu casa. ¿Te parece?
—Eso creo —duda—. Te quiero.
—Sí, yo también te quiero, Raúl. Báñate y ponte hielo —termina la llamada con la intención de sumarse a la discusión que Javier y Sofía estuvieran teniendo, pero el adolescente ya se había ido—. Pero qué pésimos modales —dice.
CARMEN NO SABÍA SI REGRESAR JUNTO A SOFÍA HABÍA SIDO LA PEOR O LA MEJOR DECISIÓN DE LA NOCHE, después de todo al reencontrarse con Raúl el ojiazul admitió haber dejado que Gerry se escapara, consiguiendo que la marea entre los dos volviera a subir. Carmen abrió la puerta de la vivienda tratando de conservar la cordura, Raúl entró detrás de ella alterado y con los gritos de Sofía detrás de él, cerrando de un portazo afectada como un tornado.
—Gerry no es un asesino. Es un chavito pendejo, lleno de pedos —justifica Raúl, girando y enfrentando a Sofía.
—Por su puta equivocación se murió mi amigo, wey. Por tu puta equivocación —le apuntó.
Carmen se dejó caer en el sofá; la discusión más allá de recordarle a sus padres y las crisis que estas desencadenaban en ella provocaba un sentimiento contradictorio, confuso. No tenía una explicación que pudiera dar, mirándolos con intensidad.
—¿Y qué chingados piensas, que no sé? Estoy cargando con la muerte de Luis, no pienso cargar con la de Gerry. Yo solamente quería darles una mejor vida a todos, ¿Okay?
—No mames, Raúl —Sofía se desquita—. ¿Y cómo chingados ibas a hacer eso, eh? ¿No te pasó por la cabeza todo lo que iba a pasar después?
—¡No! Tampoco la avalancha de cosas que llegaron, ¿Vale? Y por más que trato, no puedo parar. Lo único que me salva es Carmen —los ojos y las demás facciones de la morocha se suavizaron.
—¡No metas a Carmen en esto! —le empuja con coraje—. Todo empezó el semestre pasado por tu puta obsesión con ella. ¿Qué no podías invitarla como una persona normal?
—¡Al menos lo hice!
—¡Bueno, ya! Cierren la boca —Carmen se levanta, cruzándose de brazos se impone a la situación y deja callados a los dos—. Basta los dos. ¿Qué quieren que les diga? ¿Que lo que hizo Raúl no arruinó vidas? ¡Pues sí lo hizo! ¿Que esas vidas se arruinaron mucho antes por las mismas personas que decidieron el curso de sus vidas una vez sus secretos fueron expuestos? ¡Claro que sí! Gerry no debió de irse contra Luis, pero no culpes a Raúl por una decisión que Gerry tomó. Por unos golpes que no fueron de Raúl. Y por supuesto que Raúl lo único que tenía que hacer era agarrar sus huevos y pedirme una jodida cita, ¡Pero no lo hizo! Porque claro, para él no iba a aceptar después de todo lo que recibimos de sus amigos. Dios, van a acabar conmigo. ¿Pueden dejar de discutir y hacer las paces como sea?
Carmen se frusta y entierra su rostro en sus manos por un segundo, antes de levantar la mirada y ver las reacciones de Sofía y Raúl. Mientras tanto, los dos mencionados se quedan perplejos, sin palabras, dándose una breve mirada entre ellos antes de que Raúl avance a zancadas rodeando el cuello de Carmen con sus manos iniciando un vaivén de besos ardientes. González apenas puede separarse para buscar aire sacando la chaqueta de Raúl de su cuerpo, atrapando de soslayo el rostro de Sofía sustituir el de su novio.
Mierda. Mierda. Mierda —es en lo único que puede pensar Carmen, realizando que está besando a su mejor amiga y no tiene deseos de parar, Sofía mucho menos, despeinando su cabellera mientras por detrás Raúl le está desabrochando los pantalones.
A tientas logran subir las escaleras con dirección a la habitación de León, Carmen impactando contra la pared la espalda de Sofía, levantando y deshaciéndose de la blusa de la azabache para retomar la sesión de besos, Raúl aún a sus espaldas buscando a tientas el broche del sostén, que se encuentra por delante. Carmen gira su rostro a él, bajando los brazos para hacer caer la última prenda que cubría su torso, sintiendo los labios de Sofía besar sus pechos al mismo tiempo que ella volvía a besar a Raúl.
Buscando la satisfacción de Herrera por igual, le desabrocha el pantalón, colando sus dedos dentros de la ropa interior y enterrándolos en su anatomía comenzando a frotar, soltando suspiros y gemidos acorde a los de Sofía. Los tres se derrumban en la cama, Carmen acostada en medio de ambos, Raúl va por la última prenda inferior, Sofía volviendo a atacar sus pechos.
—Es sensible si muerdes —es el único comentario que escucha de su novio. Cuando va a protestar un ahogado gemido escapa de ella, sintiendo los mordiscos de Sofía en su seno izquierdo. Unos segundos después, unos segundos labios se suman a su piel, partiendo desde su ombligo y descendiendo.
—Raúl... —los labios del castaño se encuentran con su anatomía, Carmen no puede dejar de balbucear con el juicio nublado, más aún cuando todos intercambian sus posiciones haciendo que Sofía sea quien se encuentra acostada en la cama, Carmen entre sus piernas jugando como lo había hecho Raúl con ella previamente amasando sus pechos, y León detrás de su novia, impactando su cuerpo contra el de Carmen.
DANDO PEQUEÑOS BRINCOS SALE DE LA DUCHA, acercándose al armario de Raúl agarra la primera camisa que encuentra, una celeste, quedando en ropa interior además. Regresa a la habitación donde Raúl ya no se encuentra en la cama, pero Sofía sí.
—Ya puedes bañarte, Sof —avisa secando su cabello con la toalla.
La azabache asiente, levantándose y acercándose a su mejor amiga envuelta en sábanas.
—Esto que pasó... —frunce el ceño, abrumada. Sorprendida.
—Lo sé —sacude la cabeza, tratando de despejar los pensamientos inecesarios—. Creo que lo teníamos reprimido desde la fiesta de Raúl.
—¿Cuándo Rosita nos hizo besarnos? —pregunta, sonriendo.
—Creo que fui yo la que se lanzó a ti. Perdón.
—Ya estamos muy lejos de pedir disculpas —le despreocupó sacudiendo la mano junto a su cabeza—. Pero creo que esto me hizo darme cuenta de que lo mío con Javi tal vez no deba de suceder. Tenemos discusiones y desacuerdos menores que no podemos resolver, no como lo hicieron tú y Raúl con todo este asunto del hacker.
—No voy a decir que estoy sorprendida —niega—. Aunque claramente haya sentimientos por el otro, tienen aún desconfianza, y lo que sea que esté sucediendo entre él y Natalia. Al final será mejor si los tres quedamos como amigos, más sencillo, ¿No?
Ambas se miraron, Sofía interpretando la mirada de Carmen. Carmen interpretando la sonrisa de Sofía.
—No podría haberlo dicho de otra manera, Cam —Herrera no iba a negar la satisfacción que había experimentado de estar con Carmen, pero ante todo estaba la amistad y el cariño que tenían por la otra—. Necesitábamos este descanso. Mañana seguiremos con el Vengador.
González rueda los ojos, divertida. —Ay, en ese caso prefiero seguir con los descansos.
Sofía no puede evitar reír y negar con la cabeza, codeando a Carmen en las costillas antes de abrirse paso al baño, donde a los segundos se escuchó el agua de la regadera correr. La adolescente estaba por volver a la cama y acostarse, cuando el grito de Raúl hizo que todas las alertas en su cerebro despertaran y corriera escaleras abajo para encontrarse a su novio tirado frente al refrigerador.
—¡Raúl! ¿Qué te pasó? —chilló acercándose a él, lanzando la pregunta al aire sabiendo de Raúl no contestaría. Un segundo después, cuando se arrodilló a su lado, notó la marca de dos piquetes rojos. Uniendo puntos consideró que Raúl se encontraba saltando en espasmos, supuso se trataba de un taser—. Tranquilo, voy a...
Alzó la cabeza para estudiar el perímetro a su alrededor cuando sintió el filo de un cuchillo posarse sobre su cuello, una figura bajo ropa negra sorprendiéndola por detrás.
—Por favor, por favor, por favor —suplica, las lágrimas congelándose en sus ojos sin verse capaz de derramarlas frente a quien sería, tal vez, su asesino—. No nos hagas daño, agarra lo que quieras. Te daremos lo que quieras. Pero, por favor... —se calló.
Sabia decisión de ella no chillar y gritar por ayuda a Sofía, porque al instante la persona colocó una mano sobre su boca y jaló de ella con desesperación, casi como si no supiera qué hacer después. Carmen comenzó a temblar y fue arrojada al interior de la alacena, donde el seguro se encontraba fuera y le impidió salir.
—¡Sofía! —grita una y otra vez golpeando la puerta, por fin soltando lágrimas pero debido a los gritos de Raúl. Carmen no podía soportar escucharlo quejarse y gritar del dolor. Le carcomía el corazón sin saber lo que les pasaría—. ¡Sofía! —cuando creyó que el encapuchado se había ido, la puerta principal cerrándose de golpe, escuchó pasos bajar las escaleras—. ¿Sofía? ¡Abre! —volvió a golpear la puerta para llamar su atención, encontrando a una azabache confundida y recién bañada al abrir la puerta.
—¿Qué pasó?
—No–no sé. Pero alguien atacó a Raúl —responde limpiándose el rostro y apresurándose al cuerpo de su novio tendido en el suelo, bajo la caja fuerte abierta—. Raúl. Raúl, despierta —lo sacudió, temiendo la potencia de las descargas eléctricas directas a su cuello.
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