❛ 𝗶𝘅. 𝗀𝗈𝗇𝗓𝖺́𝗅𝖾𝗓 𝗏𝗌 𝗀𝗈𝗇𝗓𝖺́𝗅𝖾𝗓.




❛ 𓄼 NOVENO CAPÍTULO 𓄹 ៹



          DOS HORAS ANTES DEL COMIENZO DE LA JORNADA ESCOLAR Y SOFÍA SE ENCONTRABA RECOGIENDO LOS BOCETOS QUE HABÍA DEJADO LA NOCHE ANTERIOR EN LA SALA, molesta con Raúl al haber escuchado su conversación con Quintanilla quien se encontraba en la entrada, esperando por ella, con la revelación que Raúl había chantajeado a Quintanilla con un video sexual que involucraba a la actual directora.

—No lo hice por ojete —asegura el ojiazul, el peso de la culpa sobre sus hombros—. Lo hice para estar cerca de Carmen. No mames me hubieran corrido de la escuela.

—Igual eso hubiera estado mejor —ella le lanza una mirada sobre su hombro antes de girarse y suspirar con fuerza, conteniéndose—. ¿Carmen lo sabía?

En un segundo, Raúl se apresura a negar como si fuese lo único importante en su vida.

—No. Te lo dije, quería estar con Carmen. No podía arriesgarme —él tartamudea, cabizbajo—. Lo siento mucho, Sofía.

La azabache niega con una expresión de incredulidad, alejándose a la puerta. —Creí en ti —se reprende, frustrada con ella misma—, y lo peor de todo es que ni siquiera puedo mandarte a la chingada porque eres lo mejor que le ha pasado a mi mejor amiga.

EL FUTURO INMEDIATO DE CARMEN SE ENCONTRABA EN DEBATE FRENTE A ELLA, su cerebro repitiendo y analizando cada palabra dicha por los participantes en su caso.

Dentro del tribunal familiar, estaba en la sala de audiencias gracias a que su tía había cobrado algunos favores para que su caso fuera revisado esa misma mañana, con la habitación solamente para Carmen, su tía, su madre, los abogados de las respectivas mujeres y la jueza. Su espalda se recargó en la silla de madera, su pierna rebotando nerviosamente mientras su cabeza se encuentra alerta de su alrededor, enfocándose en las oraciones y los tonos, temerosa del desenlace sobre su custodia.

El abogado de Gemma, y amigo, dio inicio a su declaración exponiendo los antecedentes del caso. Relató la complicada niñez y preadolescencia de Carmen, quien criada por sus padres creció con carencias de amor y empatía. Desde temprana edad, fue cargada con la culpa de haber ❝ estancado ❞ el futuro profesional de sus padres, quienes le atribuían la responsabilidad de haber alterado sus vidas con su llegada al mundo, entre otras palabras.

Se presentaron pruebas psicológicas con el diagnóstico que la psicóloga de Carmen había concluido en su adolescencia temprana como un trastorno de ansiedad, que había derivado en episodios recurrentes de terrores nocturnos. También se incluyó el testimonio de la psiquiatra, quien, durante la preadolescencia de Carmen, había prescrito antihistamínicos con efectos sedantes suaves para ayudarla a dormir mejor cuando los terrores se intensificaron.

Durante ese periodo, Gemma intervino, tomando la decisión de llevarse a Carmen a vivir con ella, evento que los padres nunca refutaron ni impugnaron. Cediendo la tutela. Desde entonces, los progenitores de Carmen abandonaron su responsabilidad parental, enfocándose completamente en sus carreras profesionales como médicos, mientras la adolescente quedaba a cargo de su tía, quien se convirtió en su figura de cuidado, por lo cual pedía conservar su tutela después de haber demostrado que bajo su cuidado Carmen demostró cambios significativos, siendo los terrores reducidos a eventos atípicos.

Terminó recalcando que el padre de Carmen no se encontraba en el lugar, dando una insinuación de una falta de compromiso y responsabilidad por parte del hombre.

Cuando la abogada de la madre de Carmen tomó la palabra, la morocha se sumió en sus pensamientos y recuerdos agradables, forzándose a desconectarse de las palabras que la abogada usaba para intentar maquillar la imagen de su madre. La abogada refutó las acusaciones de Gemma y de Carmen, argumentando que se había malinterpretado el comportamiento de los padres. Justificó a los padres de González, sus acciones como un intento de buscar lo mejor para su hija, fallando en el intento porque no eran padres perfectos. Buscaban obtener devuelta su custodia, con la cual intentarían restablecer su vínculo familiar, mudándose a Granada donde Carmen podría estudiar en una renombrada universidad de medicina.

La jueza escuchó a ambas partes con un ceño fruncido de concentración, Carmen quería creer que estaba inclinada hacia Gemma, ¿Quién no lo estaría? ¿Quién estaría inclinada hacia la mujer que causó terrores nocturnos y un trastorno a su hija?

Fue cuando le dio la palabra y los dedos de Carmen fueron al instante a parar en sus anillos, jugando con ellos para tratar de mantenerse en control, sus palabras serenas para no arruinar su vida.

—Yo la verdad no sé cómo decirlo, siento que tengo mucho para decir pero mi cabeza está revuelta —ella esboza una pequeña sonrisa como si se disculpara por sus nervios, mirando a la jueza, sin ser capaz de mirar a su madre—. Yo, eh, no quiero regresar con mis padres. No quiero ir a Granada, no se dónde es eso. No quiero estudiar medicina, no se qué quiero estudiar, pero estoy segura que medicina no, no me veo siendo doctora o algo parecido. Yo no pertenezco a esa profesión. Mi padre ni siquiera está aquí y la verdad —la morocha sorbe la nariz, las lágrimas amenazando con derramarse—, aún les tengo miedo...

»—Lo único que puedo recordar de ellos en mi niñez son todas las palabras que me decían, que hacía las cosas mal, que era una decepción, que no iba a hacer nada de mi vida... Solo recuerdo despertar en las noches muerta del miedo, sudando y llorando, y ellos ni siquiera intentaban tranquilizarme, creo que ni siquiera me escuchaban. Unas noches no llegaban a la casa, pero su habitación ni siquiera estaba en la misma planta que la mía. Ni siquiera me visitan ahora, o me llaman, o me mandan mensaje... Por favor —mira a la jueza con insistencia, suplicando—, no me haga volver, no puedo volver. Dejé que mis padres definieran mi vida, siempre actué como todos esperaban de mí, nunca pedí más ni perseguí nada que yo quisiera porque sentía que no lo merecía. Apenas lo estoy haciendo aquí, en México, con Gemma. Yo quiero quedarme con ella, sin ella seguiría tomando medicamento y teniendo los terrores.

UNA VEZ LA JUEZA ESCUCHÓ A AMBAS PARTES EN EL DEBATE POR LA CUSTODIA DE CARMEN, otorgó un receso de diez minutos para deliberar su decisión final. González salió de la sala y no se detuvo ante nadie, buscando perderse esos diez minutos en cualquier lugar donde no estuviera su madre, y así no darle la oportunidad de hablar con ella.

Con las prisas no había tenido tiempo de avisar a Sofía o a Raúl, marcando primero el contacto de su mejor amiga, la cual aceptó su llamada al segundo tono, hablando de manera rápida.

Lo sé, lo sé. Tenía que ir a la escuela contigo, me desvié, pasé con Alex a preguntarle algo sobre Luis y sus dibujos. No me esperes, voy con ella a la escuela.

Carmen sonríe, rodando los ojos porque Sofía no necesitaba excusarse con ella. No lo veía con motivo de enfado.

—De hecho, te hablaba porque estoy en el tribunal familiar y la jueza de mi caso ha dado diez minutos en lo que decide si me quedo con mi tía o regreso con mi madre —ella suspira, nerviosa, comenzando a caminar a lo largo del pasillo, adelante y atrás.

No mames, Carmen, ¿Cómo que tu caso? Mándame tu ubicación, voy para allá ahora mismo.

—No, no —se apresura en negar—. No te molestes, es audiencia cerrada. Mejor te veo en la escuela, o no sé, yo te busco, dependiendo de cómo acabe.

Mira, tú no te preocupes de nada. Es obvio que el caso va a ganarlo Gemma. Por favor, ¿Qué juez con perfecta capacidad mental te regresaría con tus padres? —Herrera suspiró al escuchar el silencio del otro lado de la línea—. Cam, de verdad, todo va a estar bien. Te lo prometo.

Aquella afirmación de Sofía la tranquilizó como no esperaba que algo lo hiciera, sabiendo que su mejor amiga no era de prometer cosas a la ligera. Sofía tenía un fuerte sentido de la lógica, no era muy buena dando esperanza, pero sí garantizar certeza, y aquella era una.

—Gracias, Sof. Por esto y por todo lo demás.

No me agradezcas —asegura, y Carmen no sabe cómo, pero presiente que Sofía tiene una sonrisa, restándole importancia como si nunca hubiese sido un problema para ella.

—Te amo, ¿Si?

También te amo, Carmen —la adolescente tararea, olvidando a Alex a su lado, suavizando su tono solo para su mejor amiga.

Cuando colgó, se dio cuenta que habían pasado cinco minutos desde que salió de la sala. Llevó su dedo pulgar a sus labios, mordisqueando ansiosamente su uña mientras procedía a llamar a Raúl, quien contestó al primer tono.

Hola, bonita —escuchó la voz de su novio, y a pesar que denotaba cansancio pudo distinguir el tono cariñoso con el que se dirigió a ella.

Ella sonrió tontamente, pellizcando su brazo cuando sintió sus mejillas sonrojarse, tratando de calmarse porque no quería que la vieran de esa manera en un ambiente donde no se sentía en confianza.

—Hola —suspiró, nublada por felicidad—. Yo, lo siento por no haber contestado tus llamadas en la mañana, no podía. Para no hacer la historia larga, dentro de cinco minutos una jueza decidirá si puedo quedarme con Gemma o tengo que regresar con mis padres.

¿Qué? —una exclamación salió de los labios de Raúl, tomado por sorpresa—. Por Dios, Cam, ¿Quieres que vaya? Pu-puedo ir si me necesitas. Puta madre, ¿Dónde dejé las llaves? —a la última oración Carmen creyó que hablaba con él mismo, lo cual la hizo reír en un momento de tensión.

—No, está bien. Quédate en casa. Cualquier cosa te mando mensaje, ¿Si? Solo necesitaba escuchar tu voz antes de escuchar el veredicto.

Gemma es una chingona, no dudo de ella. Vas a ver que para la noche estarás como si nada. ¿Quieres que veamos una película? ¿10 cosas que odio de ti?

La morocha sonríe y asiente, aún si sabe que Raúl no puede verla. —Sí, me gustaría mucho.

El ojiazul profiere un ruido de satisfacción.

Perfecto. Esta noche celebramos. Trae a Gemma y compraré pizza. ¿Qué cerveza le gusta?

Carmen frunce el ceño, preocupada, recordando que el Vengador había robado el dinero que le quedaba a Raúl. —Mejor deja que yo compre las cosas.

Tú por eso no te preocupes. Déjamelo a mí, de verdad. Confía en mí, ¿Si?

Ella suspira, pero acepta.

—Cualquier cerveza está bien —se reprocha mentalmente cómo Raúl puede atontarla tanto al mostrar interés en incluir a su tía, sintiendo las chispas de su primer enamoramiento.

Lo tienes. Te amo, Cam. Demasiado.

—Y yo a ti, Raúl —ella le manda un beso corto a través del micrófono—. Te amo, y te tengo que dejar.

No te preocupes, nos vemos más tarde.

AQUÍ VAMOS DE NUEVO, la adolescente murmuró, exhalando el aire que estaba conteniendo en sus pulmones, sentada en la misma silla de madera, su pierna rebotando nerviosamente y su corazón temeroso del resultado.

—Después de escuchar atentamente a las tres partes involucradas —es la manera en la cual empieza la mujer de ley—, he llegado a un veredicto en cuanto a la consternación de este caso. El bienestar emocional y la custodia de Carmen González.

»—Tras considerar las pruebas y testimonios presentados el día de hoy, he decidido que Carmen continuará viviendo con su tía Gemma González, quien mantendrá la custodia hasta que su sobrina cumpla la mayoría de edad.

La susodicha se levanta de su asiento en un brinco, exclamando y chillando de felicidad, dando saltos en su camino a encontrarse con su tía, quien la atrae a sus brazos mientras lágrimas de alivio corren por sus mejillas.

—No veo necesario establecer visitas de ninguna clase entre Carmen y sus padres, la señorita González sin interés en la formación de cualquier vínculo cercano con ellos, así que este caso está cerrado.

Y con el martilleo de fondo, Carmen piensa a futuro, en donde no volverá a cruzarse con sus padres por decisión propia. No ve a su madre ni una sola vez en su camino a la salida, abrazando a su tía y a su amigo abogado con mucha ilusión y fuerza, sintiéndose como una niña pequeña escapando finalmente de la casa de las pesadillas.

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