❛ 𝗶𝘃. 𝖾𝗅 𝗌𝗎𝗉𝗎𝖾𝗌𝗍𝗈 𝗁𝖺𝖼𝗄𝖾𝗋.




❛ 𓄼 CAPÍTULO CUATRO 𓄹 ៹




NO ERA LA PRIMERA VEZ DE RAÚL BUSCANDO AYUDA EN SU CASA, Carmen podía contar con los dedos de una mano, incluso con ambas, cada hematoma con el que Raúl entraba. No era que su padre fuera abusivo y violento todo el tiempo, pero un ex gobernador corrupto con un mal temperamento que perdía la calma no ayudaba al chico. A veces por su trabajo, o por su hijo, o ambos.

Carmen lo odiaba, pero era su vecino con mucha influencia política y social, terminaría por perjudicarle a ella, su tía y aún más importante, a Raúl. Así que lo único que podía hacer era recibir a León con los brazos abiertos, hielo y por qué no, una película.

Fue así como transcurrió el resto de la noche, y a la mañana siguiente Carmen se ofreció en llevar a Raúl al Colegio Nacional. En el camino no hubo muchas palabras, porque las sonrisas y los gestos bastaron para empezar el día con el pie derecho. Antes de las clases, se quedaron juntos esperando la llegada de Sofía. Carmen visualizó primero a la azabache, llamándola con cariño, creyendo que Raúl permanecía con ella para no dejarla sola, pero él quería hablar con las dos.

—No fue él —reafirmó Carmen—. Él no haría algo así —hablaba de Luis, quién el día anterior había afirmado ser el hacker.

—Si saben que confesó, ¿No?

—Sí, pero mintió —aclara Sofía—. Y se va a echar para atrás. Vas a ver.

—¿Por qué siempre tienen que estar seguras de todo? —preguntó Raúl sonando más como un quejido.

—Pues no de todo...

—Pero de esto sí —terminó Sofía por ella.

—Y además terminan sus frases —cambió la mueca por una sonrisa divertida.

—Venimos en paquete, lo toman o lo dejan —Carmen se encogió de hombros enrollando su brazo con el de Sofía, y descansando su cabeza en el hombro de ella por un segundo.

La conversación fue cambiada por la susodicha preguntando por cómo se encontraba el ojiazul, refiriéndose a su moretón bajo del ojo.

—Te puedes buscar una mejor historia —recomendó Herrera al escuchar la aparente causa del golpe—. Lo del baño suena un poco raro.

—Raúl juega tenis —González se encogió de hombros al recibir ambas miradas—. Recibió un feo raquetazo.

—Eso, un raquetazo —confirmó el mencionado soltando una exhalación de la risa.

Sofía asintió regresando a su camino, en cambio Carmen abrazó a Raúl dejando un casto beso en su hematoma morado. —Espero te recuperes —deseó.

Luego de defender a Alex de las burlas de Gerry, ingresaron al salón tomando sus usuales asientos. La maestra iniciaba unas diapositivas con el fin de prepararlos para los exámenes, pero Carmen no podía concentrarse teniendo a Sofía a su lado izquierdo, enfrascada en una conversación con alguien que no alcanzaba a leer. Los ojos de la maestra cayeron en su pupitre compartido, Carmen hizo lo primero que le llegó a su mente, darle un manotazo a Sofía tirando su celular al suelo.

—Carmen, sabes que no puedes utilizar el celular en clase —reprendió la maestra.

Ella asintió con una sonrisa inocente de ángel, agachándose para tomar el celular de Sofía y esconderlo dentro de su bota de tacón, agarrando en su lugar el suyo para tendérselo a la maestra.

—Era un mensaje de mi tía sobre mis padres —explicó fingiendo desinterés, la mayoría de estudiantes y profesores conociendo su tensa relación con ellos.

La adulta examinó a Carmen con la mirada, suspirando. —Que no se repita, Carmen. Esta vez no te levantaré reporte.

—Es una promesa —aseguró asintiendo, dejando el dispositivo en la palma de su contraria.

Cuando ella se fue, fue turno de Carmen de suspirar sacando el celular de Sofía de su bota, dejándolo en el muslo de su mejor amiga.

—De esto hablaremos más tarde —avisó Carmen recargando su mejilla contra la palma de su mano, mirando de reojo a Sofía asentir efusiva volviendo a encender su dispositivo, soltando un quejido al acabarse la batería segundos después.

Volvieron a pasar las horas sentadas en los pupitres aburriéndose de las explicaciones de los maestros, hasta la hora de la salida en la que Sofía y Carmen corrieron a dirección para pedirle a la secretaria de Quintanilla el domicilio de Luis, con buenas intenciones sin duda.

Al llegar, tocaron el timbre siendo recibidas por la madre del muchacho, Martha.

—Somos amigos —explicó Sofía con amabilidad.

—No, mi hijo no tiene amigos —Carmen abrió y cerró la boca dándose cuenta del error, corrigiendo lo dicho por Sofía.

—Tiene razón. Los tres íbamos en el salón juntos, a veces Sofía se sentaba con él en clases y otras veces se sentaba conmigo en la cafetería.

—Una vez le pase las respuestas del examen de mate porque se puso muy nervioso —González frunció el ceño regañando a su mejor amiga con la mirada, ninguna madre querría escuchar eso de su hijo.

—Saben qué, no está. Salió.

Las dos asintieron y la castaña rubia empujó sutilmente a Sofía a su lado izquierdo, esperando que ella pudiera ver algo en la casa y su interior que les indicara el paradero de Luis. Y como siempre, Sofía lo había conseguido.

Identificaron el parque más cercano al lugar, dirigiendo sus pasos hacia allá deseando tener la suerte de encontrar al pelinegro. Giraron sus cabezas de derecha a izquierda y viceversa hasta encontrarlo.

—No sé qué más quieren que les diga, chicas. Fui yo.

—No, eso no es cierto, Luis —negó Sofía a su derecha.

—¿Cómo están tan seguras? —soltó a la defensiva, encogiéndose de hombros.

—Porque fuimos nosotras —Carmen se detiene con su usual semblante angelical, pero que en esta ocasión parecía más a una sonrisa de satisfacción y orgullo.

—No mamen.

—Todo es parte de nuestro plan para controlar la escuela —ella no logró mantener su rostro serio ante la cara de susto de Luis, por lo que soltó una risa—. Ves? Ya nos dijiste que no eres tú —se sentaron a los costados del chico mostrando preocupación—. ¿Por qué lo hiciste?

—Pues porque Gerry y sus amigos todo el tiempo estaban encima de mí —explica como si fuese obvio—. Todos los días estaban buscando cualquier pretexto para joderme. Y luego mi mamá quería ir a hablar con ellos a la escuela y echarles pleito. Imagínense lo que hubieran hecho después —Carmen ladeó la cabeza dando la razón a Luis, Gerry solo explotaría ante eso—. Por eso dije que fui yo. Para que me dejaran en paz y que me corrieran de la escuela.

—Bueno, pudiste —Sofía se encoge de hombros pensando otras opciones—... No sé, reprobar todas las materias o le hubieras pegado a Quintanilla.

—Yo pagaría por ver eso —aseguró Carmen sonriendo al escuchar la risa de Luis—. Pero, ¿Qué pasaría si tratan de demandarte o algo peor? Estás dejando que el verdadero culpable quede libre.

EL DULCE Y ENCANTADOR PERRO DE LUIS IBA EN LOS BRAZOS DE CARMEN, recibiendo mimos por parte de esta, enamorada del animal, más atento a él que a la conversación que intercambiaba Sofía con Luis. Por eso, cuando el chico le arrebató el animal de sus brazos y la azabache se encontraba tirando de ella para correr, oyendo los gritos de Gerry detrás de ella, la sorprendió descolocando su atención.

—¡Wey, no mamen! —gritó Carmen a la par en que corría para alcanzar a Ernesto, Gerry ya estaba muy lejos de su alcance—. Debo volver a las clases de educación física.

Por un segundo hubo algo que no pensó mucho —lo que sí, fue que rezó un Ave María para no salir con moretones y raspones— y se lanzó sobre la espalda de Ernesto como si de un mono se tratase, ocasionando que este cayera sobre su pecho al suelo, metiendo las manos para no golpearse.

—Creí que iba a ser peor. ¡No lo pensé! —exclamó aún sobre la espalda del chico para sí misma, más sorprendida y divertida que dando atención al verdadero problema.

—Me fue peor a mí, Carmen —se quejó con la mejilla contra el suelo. Darío se acercó a ellos en lo que Gerry discutía con Javier por haberse atravesado con su auto y casi golpearlo.

Darío tomó de la cintura a Carmen parándola y ayudando a su amigo con una sonrisa divertida, pese a los mandatos de Gerry de ❛ dejarse de juegos ❜. —Son unos pendejos por seguir a Gerry en esto —insultó a la par en que oía los gritos de advertencia de un señor, acerca de llamar a la policía.

—Puto imbécil —dice el rizado antes de ser obligado por sus amigos a correr lejos de ahí.

—Ah...

—Uff... —respondió Javier al golpe en el costado del auto.

—¿Ay? —inquirió Carmen queriendo aligerar la situación—. ¿Quieres que llamemos al seguro o...? —dejó las palabras inconclusas esperando una respuesta del propietario.

—No. Vámonos —la castaña rubia se giró a mirar a su amiga, sin creer que no le diera importancia a semejante golpe. Pero Sofía solo se encogió de hombros caminando a la puerta del copiloto.

—Esto ya está muy cabrón —murmuró para sí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top