𝐕 𝐄 𝐈 𝐍 𝐓 𝐈 𝐂 𝐈 𝐍 𝐂 𝐎


Veinticinco de agosto 2019
Lugar desconocido


Conforme pasaban los días, Minho confiaba en él como para que se fuera paseando por la casa sin necesidad de vigilancia. No sabía nunca donde se encontraban los caníbales, normalmente no estaban por ahí, pero siempre se encontraban cerca.

Alguna que otra vez había intentado salir cuando pasó bastante rato de que se fueran. Abrió la puerta y pareció que todos los árboles se echaban encima, eran altos y frondosos, humedad en el ambiente y pareciera que el paso de la humanidad no había llegado hasta ahí.

Abrumado, escuchó pasos tranquilos en su espalda, se trataba de Felix, con quién se quedaba.

— Estamos más lejos de lo que parece de alguna vida humana. Si escapas, pueden matarte ellos o morirás solo.

Felix, por su parte, siempre estaba haciendo labores del hogar. Dudaba que ellos fueran a la ciudad a comprar comida normal y otros productos de primera necesidad como productos de limpieza. Lee solía limpiar con un trapo viejo el cual mojaba en el agua de un balde.

Le ayudaba en lo que podía antes de que ellos vinieran y fue un día que Jeongin los vio entrar en la cabaña con liebres muertas y despellejadas. Ni siquiera eran para ellos, ya que las bajaban al sótano y no volvía a saber de ellas.

Los observó detenidamente a cada uno. Changbin pasaba su tiempo libre tallando madera y haciendo figuras, Jisung y Hyunjin se "divertían" con Felix. Y Minho... bueno, pasaba tiempo con él.

Jeongin vivía cada día con miedo de que Minho le hiciera tanto daño como para matarlo y le hacía tantas heridas como fuera posible. Eran pocos ratos antes de dejarlo en la habitación, y el resto del día Jeongin se paseaba por la casa intentando buscar algo con lo que entretenerse. Casi siempre acababa en el salón, mirando a través de los tablones de madera que tapaban la ventana, viendo la naturaleza tras ella. O preguntándose qué había tras la puerta al final del pasillo.

No podía evitar ser un niño curioso, así que se mantuvo en el sillón del salón ese día, apoyando sus pies descalzos en la pared y mirando tras la madera hacia fuera mientras los cuatro se preparaban para salir.

— Zorrito —le llamó Minho acercándose y después acarició su cabello grasoso—, vamos a salir, quizá volvemos mañana en la tarde.

— ¿Adónde vais? —se atrevió a preguntar.

— Escasea la comida —respondió antes de darse la vuelta y marcharse.

Los vio marchar y no faltó la mirada de odio de Jisung y Hyunjin. No sabía por qué, pero tenía el presentimiento de que no les agradaba.

Esperó unos minutos antes de empezar a buscar a Felix por la cabaña. No estaba en la cocina ni en el baño, así que solo quedaba su habitación. Abrió con cuidado la puerta y lo vio sobre la cama durmiendo. Seguramente fueran esos momentos los que el pecoso utilizaría para descansar de esa vida que les habían impuesto.

Aprovechó que este dormía para ir a ese pasillo oscuro donde no llega la luz solar. Anteriormente había visto que utilizaban linternas y memorizó el cajón donde las guardaban. Así que cogió una y se aproximó a la puerta misteriosa. Debía admitir que temía lo que se encontraría tras ella.

Para su sorpresa, eran unas escaleras que bajaban. Tuvo que taparse la nariz del hedor que desprendía. Olía peor que su habitación llena de mugre y restos putrefactos. Los insectos salían despavoridos al exterior, sacudiendo su brazo para apartarlos.

Agudizó el oído y pudo escuchar algunos jadeos, quejas y lloros desde abajo. No esperó más y empezó a bajar los escalones de madera vieja. El pasillo era muy estrecho y estaba manchado de sangre, conforme más bajaba, más se intensificaba ese horrible olor.

Sintió la bilis en la garganta cuando llegó hasta abajo. El suelo estaba manchado de sangre fresca y era tan uniforme que se formaban charcos de ella. Los jadeos se convirtieron en gritos y sollozos que provenían de celdas a los lados del pasillo.

Avanzó un poco hasta encontrar, en la segunda celda a su derecha, un cuerpo mutilado. Era de un chico, diría que joven. En avanzado estado de descomposición. No tenía cabeza, ni piernas, ni brazos; solo quedaba el torso. Entonces, Jeongin se permitió vomitar.

— Ayuda... —escuchó débilmente.

Caminó hasta las próximas celdas, en las que encontró en cinco de ellas a tres chicos y dos chicas en deprorables condiciones. A todos ellos les faltaba alguna extremidad, concretamente una pierna y un brazo a la chica que habló. La había reconocido por los carteles, aunque ahora estaba esquelética, pálida y sucia por todas partes.

Jeongin cogió los barrotes con fuerza, llorando de impotencia. Podría ser la chica que tuvo que comerse la otra vez a la fuerza, la que todos se comían como si de cualquier cosa se tratase.

Yang intentó abrir la verja que la tenía retenida bajo los gritos de los otros que también querían ser libres, pero no podía abrirla. Necesitaba una llave y los barrotes eran tan gordos que era imposible romperlos.

— Lo siento... —sollozó—. Lo siento mucho.

Jeongin solo pudo ver la expresión de horror de ella antes de recibir un fuerte golpe en la cabeza con una vara de metal. Cayó al suelo manchandose con un charco de sangre, viendo a Hyunjin gruñendo furioso.

— ¿Qué haces aquí, pedazo de mierda?

— ¿Vosotros le hacéis esto a quienes secuestran? —alzó la voz impulsandose hacia atrás.

— Tú no tienes derecho a hacer preguntas, estúpido —agarró su cabello con una sola mano y los arrastró hasta la celda en la que el cuerpo putrefacto se encontraba—. ¿Ves eso? Yo me encargaré de que acabes como él, escoria —refutó entre dientes a escasos centímetros de su rostro—. ¡Míralo bien! ¿Te gusta este final para ti?

Siguió arrastrándolo mientras subía las escaleras, sin dejarle que se apoyara para caminar, sino que su cuerpo iba chocando con los escalones y las astillas incrustandose en la piel.

— Minho no te ha adiestrado como se debe —dijo al llegar arriba y cerrar la puerta fuertemente.

Acto seguido, lo tiró al suelo y lo pateó hasta que salieron de aquel largo pasillo.

— Por favor, para.

— ¿Qué ibas a hacer? ¿Intentabas soltarlos? —se carcajeó de tal forma que le produjo escalofríos— Nadie escapa de aquí.

— ¡No! —vociferó Jeongin forcejeando con Hwang cuando este intentó subirse encima, pero no lograría nada, el otro era más fuerte.

— Cierra la boca, voy a enseñarte lo que es un castigo de verdad.

Inició con golpes a puño cerrado en su rostro y, a su vez, lo agarraba del cuello quitándole la respiración.

— ¡Para, por favor! —gritó Felix viendo la escena.

Jeongin tenía un ojo cerrado por los golpes, los labios rotos, su nariz sangraba a borbotones y el interior de su boca estaba repleta de la misma. Veía borroso y ya no se trataba de lágrimas o sangre. Para colmo, sentía que sus pulmones se quedaban sin aire.

— Me da igual que seas la presa de Minho, eres una basura.

— ¡Lo va a matar! Por favor, amo, pare —lloriqueó el rubio intentando tocar a Hyunjin, más este se giró y en el movimiento golpeó su mejilla tirándolo al suelo.

— ¡Cállate maldita perra, sino te castigaré a ti también!

Siguió golpeándolo hasta que vio que la presa de Minho no podría aguantar más golpes, así que para terminar pegó su cabeza con brusquedad contra el suelo.

Yo siempre seré mejor que tú, ¿me oyes?

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