𝐔 𝐍 𝐎
𝘊𝘢𝘳𝘪ñ𝘰,
𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦,
𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦
𝘺 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘷𝘪𝘷𝘰.
Catorce de julio. Ese fue el día en el que desapareció Yang Jeongin sin dejar rastro.
Pero la historia no empieza ni termina ahí, debemos retroceder un poco hasta, aproximadamente, el uno de julio. Jeongin había conseguido graduarse con honores y recibió una beca para estudiar en una prestigiosa universidad. Su familia estaba orgullosa de él y lo habían celebrado en el restaurante favorito del menor de la casa. Esa misma noche, al llegar a su casa, ya lo esperaba Bangchan. O más bien conocido como el inspector de policía de Bloodside, el pequeño pueblo en el que vivían.
El mayor le había prometido llevarlo de fiesta al pueblo de al lado, Hellwood, reconocido por sus famosas festividades. Sus padres le dieron permiso aunque ya era mayor de edad (desde hace dos meses), porque al fin y al cabo Chan estaba para servir al ciudadano y era un policía ejemplar.
Se conocieron un año atrás, cuando Christopher fue trasladado al pueblo de Bloodside debido a numerosos casos de jóvenes desaparecidos sin dejar rastro. La comisaría confiaba en el joven para resolver el caso y Chan se esmeró tanto que no pudo no encariñarse con ese extraño lugar. Extraño porque era antiguo respecto a la gran ciudad (lo que estaba acostumbrado), las casas eran viejas aunque bien conservadas y grandes. La mayoría de la juventud se marchaba para abrirse a un nuevo mundo y solo permanecían en él personas mayores.
Sin embargo, la población joven ya no quería irse por descubrir algo más moderno, sino porque estaban asustados por las desapariciones. En un año resultaban veinticuatro ausentes sin paradero, sin contar los no contabilizados o de años anteriores.
A los seis meses, Chris lo dió todo por perdido. Tras la décimo tercera desaparición bajo su mando no sabía por donde más buscar. Sus patrullas recorrieron el bosque de punta a punta y no encontraron nada. Lo único que sabía es que aquel depravado tenía un patrón respecto a sus víctimas:
Cara y nariz pequeña. No muy delgados, de complexión media. De piel clara y lisa. No coincidían en color y forma de cabello ni en los ojos. Siempre había algo a destacar sobre la belleza extraña de esos jóvenes. Ya sean ojos grandes, manchas curiosas, labios carnosos, color de ojos peculiar o una sonrisa perfecta.
Fue a ahogar sus penas a un pequeño bar en el que servían hamburguesas que resultaba vacío en ese momento salvo por un padre y su hijo en una de las mesas del fondo. El policía se sentó en la barra y pidió un batido de chocolate (estaba de guardia, no podía beber), el más grande que había. Y mientras pensaba en las calorías y colesterol que podría provocarle beber tal cantidad de chocolate, dos amigos entraron al establecimiento discutiendo sobre algún videojuego que acababa de salir al mercado.
Bangchan ni se preocupó en mirarlos hasta que uno de los dos se apoyó en la barra donde él estaba.
— ¡Hola, James! —saluda el chico con entusiasmo, sacudiendo la mano con frenesí.
Christopher se detiene a mirarlo. Cabeza y cara pequeña. Su nariz es redondeada y tiene unos ojos grandes y preciosos, de esos que hipnotizan en una sola mirada. Le recuerdan a los de un zorro. Su complexión es normal y sabe que probablemente entre en el perfil adecuado de ese secuestrador.
— ¡Hola, Jeongin! Lo de siempre para vosotros dos, ¿verdad? —le tutea como si se conocieran de toda la vida, pero la verdad es que ese era el restaurante favorito de Jeongin y su amigo.
— Sí, por favor.
— Marchando.
El hombre mayor y un poco con sobrepeso se gira y en la misma parrilla empieza a hacer hamburguesas. Ese chico se queda al lado de Chan esperando su comanda y no se da cuenta de que lo está mirando.
En un momento dado sus miradas chocan, pero la de Jeongin se posa en el vaso grande, más largo que su propio rostro.
— No te recomiendo que te lo acabes entero, deja al menos la mitad —Chan no sabía a lo que se refería hasta que señaló su pedido—. Lo digo por experiencia, no salí del baño en toda una noche.
Christopher rió y Yang enseguida se puso colorado.
— Perdón, no es que esté acostumbrado a hablar sobre mierda con un desconocido, solo quería advertirte... quiero decir...
— Eres muy divertido, Jeongin —el inspector cortó su discurso vergonzoso—. Te haré caso y no me lo terminaré.
— Igualmente es un dinero bien gastado y que no te lo termines es una pena.
— Mañana tengo que trabajar, así que no quiero tener un accidente mientras laburo.
— Oh, en ese caso, ¡deje que le invite a un buen chocolate otro día!
Jeongin fue tan confianzudo con el inspector que eso los llevó a conocerse más y a pesar de que en ese momento Jeongin tenía diecisiete y Chan veinticinco, no les impidió forjar una bonita amistad. Ambos sabían que esa amistad duraría poco puesto que se habían enamorado perdidamente del otro. No hacían falta palabras entre ellos para saber sus sentimientos, pero Christopher fue inteligente y decidió esperar a que Yang cumpliera la mayoría de edad. Aunque todavía no había dado el paso, lo haría ese uno de julio.
— ¿Vamos? —preguntó Jeongin mirándolo con una gran sonrisa.
Bang asintió con la cabeza y después se dirigió a los padres del menor.
— Lo traeré antes de las tres sano y salvo.
— Confiamos en ti —le dijo su madre y después los dos se encaminaron hacia el coche del mayor.
— ¡Voy a ir a mi primera fiesta! —exclamó el pelinegro con entusiasmo.
— Haré que te lo pases en grande, pequeño —revolvió sus cabellos ondulados con amor y Jeongin arrugó su pequeña nariz.
Tardaron aproximadamente tres cuartos de hora en llegar a Hellwood y unos diez minutos más en encontrar aparcamiento cerca de la discoteca a la que querían entrar. Estaba abarrotada, pero gracias a las influencias del mayor pudieron pasar.
Jeongin nunca había visto tantas luces de colores, tanta gente vestida de forma voluminosa y extravagante y mucho menos había escuchado esa clase de música electrónica. Seungmin, su amigo, le había enseñado algo de esa música por youtube, pero no era lo mismo que escucharlo en vivo.
— ¿Te gusta? —preguntó Chan sacando del trance al menor.
— Sí, ¿ahora nos tenemos que drogar como en las películas? —el rubio rompió en carcajadas. No sabía si Jeongin era así de inocente o lo hacía a propósito para hacerle reír. De una forma u otra, le encantaba.
— Drogarse está mal y no sería muy ético de mi parte, ¿no crees? Igual sabes que no bebo, pero puedo traerte algo a ti.
— Vamos juntos, no quiero que me dejes solo entre tanta muchedumbre.
— Como desees —Christopher le enseñó el brazo y Jeongin se agarró a él como si fueran un matrimonio.
El policía pidió un refresco y el joven un cóctel de limón. Su hermana mayor era barman y de vez en cuando le preparaba cócteles para que le diera su opinión, así que Yang no era tan ingenuo si de alcohol se trataba.
Después se encaminaron a la pista de baile, en la que demostraron que eran tal para cual con esos movimientos torpes y arritmicos.
— Pequeño, esta noche quería decirte algo —casi que gritó en su oído gracias a la fuerte música.
— ¿El qué?
— ¿Quisieras salir conmigo? Ya sabes, como novios.
Jeongin se abrazó a él de un salto.
— ¡Por fin me lo pides, Chris! ¡Llevo dos meses esperando!
— Así lo tomamos con más ganas —dijo tomando la fina cintura del menor entre sus manos.
— ¿Tomar qué ?
— Nuestro primer beso —no tardó mucho en atrapar los labios esponjosos del menor entre los suyos y moverlos suavemente.
Fue Jeongin el que quiso intensificar el beso abriendo la cavidad y adentrando su propia lengua en la boca del mayor. Al separarse juntaron ambas frentes y rieron como dos bobos.
Entonces, Bangchan juró que protegería a Jeongin ante cualquier situación, porque muy en el fondo sabía que era probable que fuera uno de los próximos desaparecidos.
No estaba muy segura de publicar todavía la historia, pero no he podido resistirme :3
Aviso que será muuuy larga (tengo planeado que 60 capítulos), pero algunos capítulos son muy cortos.
Seguramente haga maratones muy seguidos y actualizaré cada poco tiempo <8
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