𝐎 𝐍 𝐂 𝐄
Veinte de julio 2019
Lugar desconocido
Jeongin abre los ojos cuando escucha pasos por fuera de la habitación. Parte de sus babas han mojado el colchón en el que aún sigue atado. Se encuentra sucio e incómodo, siempre ha sido un chico bien aseado, pero ahora estaba lleno de sangre, fluidos seminales y sudor.
Minho no tuvo ni un poco de delicadeza con él y no se acercaba nada a como se imaginaba su primera experiencia sexual perdiendo la virginidad. Nunca pensó en ello hasta que conoció a Chris y se enamoró de él.
Sus padres siempre le habían dicho que pronto saldría con una chica, se irían a estudiar juntos, se casarían y tendrían hijos. Sabía que sus progenitores eran un tanto anticuados. Todavía seguían yendo a misa algunos domingos al mes, pensaban que si algo iba en contra de la naturaleza estaba mal (como la homosexualidad, que va en contra de la reproducción), aún usaban métodos tradicionales de curación ante las enfermedades y no apoyaban el veganismo proveniente de la gran ciudad.
Jeongin no pensaba así de verdad, él había investigado sobre todos los temas y estaba al corriente de todo lo que sucedía en el mundo. Cuando fuera a la universidad dejaría de comer carne y llevaría una dieta vegana. Era agnóstico y apoyaba la ciencia.
No supo que era homosexual hasta que Chan entró en su vida y desde que reconoció sus sentimientos se había imaginado más de una vez perdiendo la virginidad con Christopher. Se sentía seguro y atraído físicamente por él como para regalarle su primer momento íntimo.
Pero Minho se lo había quitado sin su consentimiento.
La puerta es abierta nuevamente y Jeongin esconde su cabeza asustado.
— No me hagas nada, por favor —tiembla, pero no sabe si es del frío por estar completamente desnudo o de temor.
— Necesito que te relajes e intentes pensar en algo bonito para distraerte del dolor —esa voz no es de Minho ni de cualquiera de los otros tres, pero le proporciona algo de seguridad.
— ¿E-eres otro caníbal?
El chico rió y dijo:— No, no soy como ellos.
Jeongin no se molesta en levantar la cabeza cuando el muchacho se dispone a quitar los alambres de sus muñecas y tobillos.
— Vamos, levántate despacio, te ayudaré —las manos delicadas le ayudan a ponerse en pie y a sentarse en la cama entre quejidos.
— Me duele... me duele mucho —dijo Jeongin cerrando los ojos fuertemente.
— Te entiendo, he pasado por lo mismo.
Jeongin abrió los ojos, vislumbrando a un chico rubio y delgado con prendas oscuras que le daba la espalda porque estaba ocupado con unos trastos que había colocado en el suelo.
— Te curaré las heridas y... por eso necesito que te pongas en pie —el rubio se da la vuelta con un algodón humedecido en alcohol—. Debes darte prisa, no saben que traje esto para curarte.
Jeongin lo mira sin decir nada, su rostro se le hace familiar pero el dolor que siente es tan fuerte que no puede pensar con claridad. Tiene que tener más o menos su edad y su rostro es perfilado, una pequeña nariz y unos labios carnosos además de numerosas pecas en su rostro.
— Me suena tu cara —murmuró cogiendo la mano que el pecoso le extendía para levantarlo y ponerlo en pie.
El otro sonríe mostrando sus dientes blanquecinos y Jeongin ya recuerda dónde lo había visto antes. Los carteles de búsqueda pasaron por su cabeza y ciertos momentos en los que ambos compartían miradas o saludos en el instituto.
— ¿Felix? ¿Eres tú de verdad? —el rubio asiente decaído y frunce los labios— Oh, Dios mío...
— Puede que esto sea un poco violento, ¿podrías darte la vuelta? —cuestionó incómodo y es que Yang estaba completamente desnudo, cosa que no le importaba demasiado en ese momento.
Obedece a lo que dice Felix y se da la vuelta, siente escozor cuando le está curando las heridas de su intimidad y se avergüenza al saber que una segunda persona le está viendo desnudo. Toda su vida fue una persona reservada.
— No debes enfadarlos, te acostumbrarás a sus órdenes.
— ¿Por qué estás tan tranquilo?
— Supongo que es la monotonía. ¿Qué animal eres?
— ¿Qué?
— Yo soy un perro, ¿y tú? —Jeongin se giró para mirarlo estupefacto. No podía comprender cómo es que Felix, un chico inteligente y sumamente racional, estuviera siguiéndole el juego sus secuestradores.
Miró por la habitación por si encontraba algo que le diera indicios de que los estaban observando, pero no era así. Estaban solo los dos.
— ¿Qué estás diciendo?
— Tienes ojos parecidos a los de un zorro, son curiosos. Siempre me he fijado en ellos, me parecen atractivos —Felix comentó mientras tiraba el algodón y gateaba hasta una bandeja en la que había un vaso de agua y un trozo de pan—. El señor Minho me ha pedido que te traiga comida porque llevas días sin probar bocado.
— No quiero comer.
— Por favor, tienes que hacerlo, no quiero problemas —el pelinegro caminó a duras penas hasta él y se arrodilló a su lado tapando como pudo su intimidad.
— ¿Qué pasará si desobedezco?
— Tendrás un castigo —el menor tragó saliva, recordando como el día anterior Minho lo violó sin piedad.
Asintió y se comió el pan aunque no quería. Estaba insípido y algo duro, pero lo haría por Felix.
— ¿Has encontrado alguna salida?
— ¿Cómo? —cuestionó Lee frunciendo el ceño.
— Si trabajamos juntos podemos salir de aquí, ¿sabes dónde estamos?
— No, Jeongin, te equivocas, yo-
— Entre los dos podemos escapar, Felix —intentó agarrar su mano, pero este la apartó.
— No me llames así, no voy a tolerar que intentes coaccionarme para huir de aquí —lucía cabreado, tanto que cogió la bandeja dispuesto a salir de la habitación.
— No quiero estar aquí —lloriqueó gateando hasta el rubio—, ayúdame, no me dejes solo. Felix, por fa-
Cerró la puerta de un solo golpe y echando la llave, dejándolo solo.
Jeongin no podía comprender, Felix estaba defendiendo a los caníbales que los tenían presos, incluso se había llamado a sí mismo 'perro'.
No sabía que le pasaba, pero no quería acabar con el cerebro tan chamuscado como Felix.
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