𝐂 𝐔 𝐀 𝐑 𝐄 𝐍 𝐓 𝐀 𝐘 𝐓 𝐑 𝐄 𝐒
Catorce de febrero 2020
Bloodside – Nueva York
Ocho meses. Ocho meses tras su desaparición. Los siguen buscando, claro, la comisaría no puede dejar el caso aunque no hayan habido más secuestros. El pueblo se ha rendido en su mayoría, ya no se organizan búsquedas y a las pocas que se hacen acuden escasas personas. El alcalde ha recaudado fondos para hacer un monumento rememorando los nombres de los veintidós jóvenes de los que no se ha vuelto a saber nada en la plaza central, al lado del mercado.
Christopher no ha vuelto a pasar por esa plaza, porque se niega a pensar que ha perdido el caso, que es un completo fracaso. Todas las noches sueña con algo que le lleve hasta Jeongin y los demás chicos, que estén a salvo (o al menos vivos).
Ahora se encuentra conduciendo hacia Nueva York para visitar a sus padres. Desde que se mudó a Bloodside no volvió a verlos, tampoco es como si fueran cercanos, solo era una excusa para despejarse un poco (no lo habría hecho sin la insistencia de Jungsu).
Tras seis horas de coche, estaciona frente a la casa de sus padres. Han pintado la fachada de blanco y no puede evitar recordar que ese era el color favorito de Lizeth. Supone que, aunque alguien se va de tu vida durante un largo tiempo, quizá para toda la eternidad, siempre queda algo de esa persona en ti que influye en tus actos.
Incluso a Chan se le han pegado manías y gustos de Jeongin, como su amor por esas hamburguesas extrañas o el descubrimiento del color falu (un color entre rojizo y marrón) el cual ahora es su preferido.
Al entrar su madre lo saludó con un abrazo y muchos besos. Por el contrario, su padre solo le estrechó la mano. Se sentaron en el sofá, su madre le contaba cosas buenas que habían pasado últimamente y que se alegraba mucho de verle.
— ¿Cuándo volverás? —preguntó su padre de forma desinteresada— Ya llevas mucho tiempo allí, ¿cuándo piensas resolver el caso?
Bangchan tragó saliva. Sabía que al venir se estaba enfrentando a algo como eso. Ser inspector de policía conllevaba atrapar a todos y cada uno de los agresores. Se hizo policía para proteger a la gente, todo a raíz del asesinato de su hermana, pero al optar a ese puesto, la presión de sus padres cayó sobre sus hombros, sobretodo la de su padre.
Nunca se lo había dicho a la cara, pero Christopher sabía que su padre pensaba que la muerte de Lizeth era culpa suya. No culpa suya como tal, pero podría haberlo evitado o tal vez ser él la víctima. No lo juzga, Lizeth siempre fue su ojito derecho, su orgullo personificado.
— El caso se ha complicado.
— ¿Y a qué estás esperando? ¿A qué se resuelva solo?
— ¡Jacob! —regañó la mujer a su marido— Christopher hace lo que puede.
— ¡Eso no es suficiente!
— ¿Cómo puedes ser tan-
— Mamá, déjalo. Voy a dormir un poco, ha sido un viaje largo.
Al día siguiente, se levantó tarde, comió con sus padres en un incómodo silencio y pensó en regresar antes de tiempo. Solo se quedaría una semana, pero no podía con esa hostilidad.
Después salió de casa para dar una vuelta y acabó en una cafetería, dándole vueltas a su café. El lugar estaba abarrotado hasta arriba, lleno de adolescentes que acababan de salir de la escuela, la mayoría de ellos iban en parejas y es que resultaba ser San Valentín.
Jeongin debería estar ahí con él, celebrando el día de los enamorados.
Todos le habían dicho que debería dejarlo, cerrar el caso y pasar página. Pero no podía hacerlo porque aún tenía la esperanza de encontrarlo, porque aún seguía amando a Jeongin.
— ¿Chris? —una voz aguda y femenina lo llamó con sorpresa.
El inspector se giró, encontrándose a alguien a quien había prácticamente olvidado. Lia rió por la emoción y Chan se contagió de su risa, levantándose para saludarla con un abrazo.
— ¿Cuándo has vuelto?
— Justo ayer, ¿quieres sentarte?
Ella se sentó frente a él. Iba sola y portaba un café para llevar. No cambió nada, solo un poco la tonalidad del cabello.
— ¿Cómo estás? —cuestionó Bang sonriente.
— Estupendamente, acabo de salir de trabajar y me iba a casa. Pretendía pasar por el supermercado y comprar mucho helado y chocolate, ya sabes, por eso de que no tengo con quien pasar San Valentín —ambos rieron.
— ¿No has conocido a nadie?
— Nada formal. ¿Y tú? ¿Has tenido algo? —Chris no quería hablar de Jeongin porque su sola mención le daban ganas de llorar.
— No.
— Te ves... bien —dudó Lia.
— Se te da fatal mentir —dijo riendo.
— Lo siento. ¿Estás bien? —preguntó debido a su deprorable aspecto.
— Está siendo un poco difícil este caso.
— Pensé que lo llevarías bien y descubrirías pronto al delincuente —suspiró—. Siempre tuve la esperanza de que volverías.
— Lo siento —esta vez fue él quien se disculpó—. Esto supera mis límites.
— Sé que podrás —posó una mano sobre la suya—, has resuelto muchos casos.
— Eso espero.
— Yo espero volver a verte pronto —Lia se levantó con su café en mano—. ¿Te... te apetece venir a casa?
Pensó que puede que le sirviera para pasar página como todos le decían. Podría olvidarse un poco de Bloodside y centrarse en el momento. Pero todo eso significa sacar de su cabeza a Yang y no quiere. Le hace daño pensar en él, pero se merece ese dolor por haber dejado que le atraparan.
— O podemos vernos otro día.
— Sí —dijo rápidamente—. Podemos ir ahora a tu casa —se sonrieron saliendo de la cafetería juntos.
Iban con otras intenciones, los dos lo sabían. Sin embargo, antes de subir al coche de ella, entró en pánico. No podía olvidar a Jeongin, no quería hacerlo. ¿Qué mierda estaba haciendo allí? Estaba perdiendo el tiempo cuando Jeongin está esperando porque lo rescate.
— ¿Qué pasa, Chris?
— Lo siento, Lia. Te he mentido.
— ¿En qué?
— Sí que he conocido a alguien y lo amo como no he amado nunca a nadie —Lia vio a Chan llorar por primera vez desde que lo conoce—. Ya no está a mi lado, por eso voy a volver a Bloodside a buscarlo y no descansaré.
Ella sonrió enternecida— Lo encontrarás, lo sé.
Del 1-10, ¿cuanta pena les da Chan?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top