𝐂 𝐈 𝐍 𝐂 𝐔 𝐄 𝐍 𝐓 𝐀 𝐘 𝐍 𝐔 𝐄 𝐕 𝐄


Dieciséis de febrero 2021
Hospital Psiquiátrico, Nueva York


Tras 221 días, 31 semanas o 6 meses, como queráis llamarlo, Jeongin estaba siendo aplaudido por los enfermeros del Hospital Psiquiátrico en el que había sido internado el 10 de julio del pasado año. Cuatro días después de que hubiera vuelto a casa. Todo porque ya estaba recuperado.

A pesar de estar completamente destrozado y batallar con una lucha mental y física, por fin le estaban dando el alta. Recuperarse físicamente fue fácil dentro de lo que cabe, tuvieron que quitar todo tipo de espejos a su alrededor porque sino se detonaba una crisis nerviosa y poco a poco ir mostrándole su cuerpo. Para cuando Jeongin se vio por primera vez en meses delante de un espejo, su cabello ya estaba cortado, había ganado peso y sus heridas estaban curadas. Solo quedaban esas cicatrices de recuerdo, pero fue una alegría para él.

Sin embargo, recuperarse psicológicamente fue lo difícil. Al principio fue arrebatado de su familia y Christopher y le dolía porque había pasado mucho tiempo sin ellos. Pero fue decisión suya ir al psiquiátrico. Lo necesitaba, aunque los primeros días fueron un completo caos y se arrepentía de esa decisión. No podía dormir porque su cabeza no dejaba de reproducir una y otra vez todos los sucesos traumáticos que pasó en esa cabaña. Cómo si fuera una puta película.

Le entraban náuseas cuando en el comedor servían carne y volvía a tener otra crisis nerviosa. Alegaba que eran personas que él mismo había matado y que hubiera preferido que lo mataran desde un primer momento. Conforme pasaban los días, Jeongin fue mejorando en terapia intensiva. No se le servía carne porque decidió llevar una dieta que no contuviera carne animal.

Lo peor de todo es que no pudo recibir visitas hasta dos meses después. Primero fueron sus padres junto a Jeonghye. Charlaron y dieron paseos por el gran jardín. Les contaba que estaba aprendiendo a pintar y los mayores del lugar lo consentían mucho porque era el menor. Que había aprendido a jugar al ajedrez y las cocineras le estaban enseñando a cocinar.

Sus padres habían mejorado de aspecto al saber que su hijo estaba sano y salvo y se estaba recuperando muy rápidamente. Al fin todo estaba bien.

Solía llamarse con Seungmin una vez a la semana, porque las otras cuatro llamadas que puede hacer las hace con Bangchan.

El inspector estuvo unos meses en el hospital de Allentown recuperándose de su herida de bala, la cual había perforado el esternón, por lo que era un hueso delicado y debía estar en observación. Pidió el traslado para estar cerca de sus padres. Ellos mismos fueron a Bloodside a recoger las pertenencias de su hijo y vaciar el departamento en el que se hospedaba.

Christopher ni siquiera se había despedido formalmente del pueblo, pero necesitaba salir de ahí. Cuando estuviera preparado, volvería. Algún día. Tal vez cuando casi todo el mundo haya pasado página.

Su padre lo llamó después de la operación de bala, lo hizo llorando. Jamás había visto a su padre llorar. Él también lloró. Se dijeron que se querían aún si pensaban diferente. Su padre le dijo que no quería perderlo, que era lo más importante que le quedaba, solo que había dicho cosas desde el rencor. Ese fue el motivo principal por el que pidió el traslado. Chan les estuvo contando que el caníbal estaba relacionado con el asesinato de su hermana y no le quedó más remedio que dispararle. En parte, los padres de Chris pudieron descansar al fin, también.

Jungsu y Yuna habían ido a verle en varias ocasiones, llevándole comida e informándole de cómo iba la situación por allí abajo.

En los primeros días Bloodside se sumó en un luto total. Se siguió con la investigación y se descubrió que, detrás de la cabaña, habían más de quince fosas con restos de huesos y cadáveres putrefactos. Eran los jóvenes desaparecidos. Durante estos meses se llevaron los restos al laboratorio y se hizo un arduo estudio para determinar de quién eran dichos restos.

Cómo se esperaba, dieron los resultados que coincidían con los desaparecidos. Dichos restos se devolvieron a las familias y se celebraron muchos funerales en un mismo día.

Lo más duro fue decir, en una reunión en la que se convocaron a todos los padres de los que aún tenían esperanzas en que sus hijos estuvieran vivos, cada uno de los nombres que habían encontrado sin vida.

Chan agradeció que no hubiera estado allí. La verdad.

Cuando salió del hospital a Jeongin ya se le permitían las visitas. La primera fue difícil, porque Jeongin no había dejado de llorar hasta que se fue. No entendía por qué y el psicólogo de Yang le dijo que había encontrado en él una forma de desahogarse. No sabía si eso era bueno o malo, por un lado bueno porque suponía que tenía mucha confianza con él y se sentía protegido como para dejar ver ese lado vulnerable. Pero, por otro lado, era malo al punto de que debían forzar a Jeongin a expresar por sí solo sus emociones.

Le habían dicho que es resultado de que le hubieran hecho daño en esos estados de debilidad y que no se tomaran en cuenta sus emociones.

Así que, por el bien de Jeongin, tuvieron que reducir sus visitas a una cada dos semanas.

No obstante, no se habían visto en el último mes porque Chan estuvo ocupado con papeleo de su trabajo.

Cuando a Jeongin le abrió el guarda de seguridad la puerta hacia su libertad, esperó encontrarse a su hermana, quien vivía a una hora de allí, quizá a sus padres que venían a darle una sorpresa. Pero no. Allí estaba Bangchan con un ramo de flores en la mano y una sonrisa radiante. Su otra mano cubría algo que intentaba esconder en el interior de la palma.

Jeongin corrió hasta él y lo abrazó. No perdió tiempo en llenarlo de besos y viceversa.

— ¿Son para mí? —se dirigió a las flores.

Era un ramo de flores compuesto por gardenias y algunas otras más pequeñas en tonos azules y morados. Una mujer que conoció con múltiples personalidades, la cual una de ellas era fanática de las plantas y la naturaleza, le enseñó que las gardenias mostraban admiración y los tonos morados confianza.

— Son bonitas, me gustan mucho —sonrió cogiendo el ramo y oliendolo, mirando de reojo lo que Chan traía en la otra mano que había ocultado bastante mal—. ¿Qué tienes en la otra mano? —preguntó con una sonrisa que al mayor le pareció adorable.

— Quería dártelo cuando te llevara a cenar esta noche, pero no puedo esperar.

— Quiero que lo hagas ya —dijo impacientemente, pegando pequeños saltitos sobre su eje.

Chan soltó una carcajada.

— ¿Seguro? Es un lugar feo para hacerlo.

— No me importa el sitio, solo hazlo romántico.

— ¿Romántico? —Jeongin asintió.

— Como en las películas.

Christopher dejó un pequeño beso en sus labios mientras agarraba su mano libre. Luego, se apoyó en su rodilla derecha y extendió la cajita frente a él. Jeongin se contuvo de gritar de emoción.

— Yang Jeongin, ¿quieres casarte conmigo?







Queda un último capítulo que subiré en estos díassss

Mientras tanto, vayan a leer Solipsism <8

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