𝐂 𝐈 𝐍 𝐂 𝐔 𝐄 𝐍 𝐓 𝐀 𝐘 𝐂 𝐈 𝐍 𝐂 𝐎

Seis de julio 2020
Lugar desconocido


Bangchan jadeó adolorido mientras abría los ojos despacio. Llevó su mano a la nuca y sintió los falanges tocando sangre en su piel. Había recibido un fuerte golpe que le hizo perder aquella pelea con rapidez. Cuando enfoca un poco la vista mira el lugar en el que se encuentra. Está en una celda con barrotes y todo está oscuro. Su celda es larga, pero no puede ver más allá de sus pies por la oscuridad.

Debajo de él está el suelo de cemento, manchado de sangre seca y otros restos. Huele a moribundo y no puede evitar hacer una mueca.

Frente a él hay otra celda y, enfocando mucho la vista, puede divisar un cuerpo en pésimas condiciones. Se acercó un poco hasta que sus manos agarraron los barrotes y pudo notar que era Lee Felix. Sonrió levemente al encontrarlo con vida, viendo cómo su pecho subía y bajaba poco a poco, pero esa sonrisa se desvaneció al ver, en la celda de al lado de Felix, un cuerpo mutilado sin piernas ni brazos. Gracias al rostro lo reconoció como Song Mingi, la expresión de horror y pánico implantada en su cara. Al otro lado hay un nuevo cadáver y puede ver un pequeño tatuaje en las costillas que pertenecía a Shin Ryujin.

Su respiración se vuelve errática. Eran los desaparicidos. ¿Cuántos de ellos estaban muertos?

En el otro extremo de su celda puede escuchar una respiración anormal, pero no ve nada más que sombra. Escucha una puerta abrirse y unos pasos bajar los escalones. Minho se acercó hasta estar frente a su celda y soltó una risa nasal.

— Pensé que este momento nunca llegaría.

— Has matado a esos pobres chicos —dijo el inspector, llorando—. Eres un monstruo, un puto psicópata.

— Es el curso de la vida. Ellos son animales y mi deber es cazarlos. Pero, querido, eso no es lo peor.

— ¿A qué te refieres?

— Zorrito, ven —le habló a las sombras entre la oscuridad del fondo de la celda y poco a poco se dejó ver una figura que arrastraba una cadena al cuello—. Mi presa lleva días sin comer bien y eso le vuelve un poco más violento.

Chan no lo reconoció al principio. Con el cabello largo y en la cara. La piel pálida y mutilada. Los huesos marcándose notoriamente. Pero estaba ahí, Jeongin estaba delante de él.

— ¡Jeongin! —exclamó de felicidad gateando hasta él, más cuando fue a tocarlo, el menor le agarró la mano e intentó morderla.

La apartó rápidamente, retrocediendo. Era Jeongin, sí, pero a la vez no lo era. Ese no era su pequeño.

— ¿Te gusta mi zorro?

— ¿Qué mierda dices? —atacó subiendo la voz.

— Lo he amaestrado bien, es mi obra maestra y definitiva.

— Estás demente, ¿q-qué le has hecho a mi pequeño?

Jeongin le dedicaba una mirada de odio mezclada con gula. Sus pupilas estaban dilatadas y sus labios estaban húmedos al salivar.

— Ya no es tuyo —le dijo Lee—, ahora es mío. Soy su dueño.

— ¡Tú le has lavado el cerebro! ¡Eres un loco!

— Zorrito, ven aquí —ignorando sus palabras, Jeongin se acercó a los barrotes y Minho se agachó a su altura para desatar las cadenas en el cuello—. Te dejaré solo con tu buffet, que te aproveche, te lo mereces.

Minho vaciló con una sonrisa antes de marcharse escaleras arriba y Chris quedó a solas con Jeongin, quien lo miraba ansioso.

— Escúchame, este no eres tú —no quería hacerle daño a Yang, no podía permitirse luchar contra él.

— Nunca he sido tan yo como ahora —su voz sonó ronca y en un tono bajo.

— Piensa en nosotros —suplicó retrocediendo sobre sus palmas.

— Ni siquiera te conozco.

— Claro que sí —Chan asintió reafirmandolo—, somos novios, ¿recuerdas? Íbamos a decírselo a tus padres en el aeropuerto cuando te marcharas a la universidad. Íbamos a darnos un beso como en las películas, era lo que querías.

— Mi amo es Minho.

— Él solo te ha hecho daño.

— Me ha hecho más fuerte. Me ha convertido en un cazador.

Antes de que pudiera darse cuenta, tenía a Jeongin sobre él forcejeando. El inspector recibió golpes en el rostro, rompiendo su labio o haciéndole sangrar la nariz.

Él le abofeteó el rostro para ver si volvía en sí, pero fue inútil. Jeongin tenía mucha fuerza y agilidad a pesar de sus débiles músculos y delgadez. Por otro lado, Chan no quería hacerle daño.

— ¡Por favor, para! —sollozó Christopher. No podía ver a su novio así, a la persona que más quería sumida en la locura.

Jeongin rajó la camiseta oscura del policía, dejando parte de su pecho al descubierto. Sujetó las manos del mayor a cada lado de su cabeza, incluso parecía que Bangchan no ejercía demasiada presión en esos instantes.

Se acercó y mordió con fuerza la carne de sus clavículas hasta arrancar un buen trozo de piel y músculo, dejando que la sangre fluya con rapidez.

— Jeongin... —gimió de dolor, sus manos dejando de ejercer resistencia. Como si se estuviera rindiendo.

El llamado abrió los ojos levemente al escuchar su nombre proveniente de los labios. Conocía esa voz, pero... ¿de dónde?

— ¿Te acuerdas cuando me trajiste un café en un descanso? —preguntó débilmente— Te pregunté que querías ser de mayor y tú me dijiste que solo querías una vida tranquila, encontrar a alguien que te diera paz —soltó una pequeña risa, Jeongin poco a poco soltando el agarre—. Yo te dije que también quería eso y esperaste que algún día lo encontrase.

Jeongin soltó sus manos apoyándolas en su pecho, dejando escapar un pequeño sollozo.

— Jeongin, yo... ya lo he encontrado... t-tú me das paz —pestañeó para soltar las lágrimas y una de sus manos fue a descansar sobre la cabellera sobre su tórax, sintiendo los leves espasmos del menor—. Y está bien si me matas, porque si no vuelves mi vida no tiene sentido. Te amo, Jeongin, y nunca dejaré de hacerlo.

Escuchó el llanto del pelinegro. Ya recordaba quien era Chris, quien era él mismo. Qué hacía ahí y las muchas atrocidades que ha tenido que pasar y hacer para seguir vivo en ese lugar.

— Chris...

El corazón del inspector dio un vuelco; volviendo a latir como solía hacer. Jeongin y Christopher reencontrandose nuevamente, porque no importa si dejan de ser ellos mismos y están perdidos, pues volverán a estar juntos una y otra vez.

— Yo n-no quería, de verdad... —sorbió su nariz mirando la herida que le había hecho minutos antes.

Shh —siseó—, tranquilo. Está bien —acarició su rostro.

— Soy un monstruo.

— No digas eso —se reincorporó sentándose y apoyando su espalda en la pared—. No sabes lo mucho que te he echado de menos y lo preocupado que estaba.

Ambos se abrazaron, se aferraron el uno al otro como si no hubiera un mañana. No queriendo volver a separarse jamás.

— He pasado mucho miedo —dijo Jeongin en medio del llanto.

— No puedo ni imaginarmelo, pero voy a sacarte de aquí.








Siento haber tardado en actualizar, estoy con exámenes :'(

Se esperaban este reencuentro?

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