𝐂 𝐀 𝐓 𝐎 𝐑 𝐂 𝐄


Dos de enero 2013
Bloodside


El dos de enero de 2013 fue el día en el que Changbin desapareció sin dejar rastro.

Changbin siempre pensó que era alguien peculiar. No tenía la vida de los demás niños de su edad y, aunque al principio le causó inseguridad, luego fue aceptando que tal vez pudiera convertirse en una cualidad que modificara su personalidad. Su madre falleció cuando tenía cinco años aún cuando no tiene muchos recuerdos de ella ni de su infancia, solo que los demás niños lo dejaban de lado por los rumores.

Que si su madre estaba muerta por una enfermedad transmisible por el tacto, que si su padre la había matado, que su padre era un borracho que se olvidaba de recogerlo en la escuela... Bueno, en lo último tenían razón.

Changbin quería estudiar y formarse, le gustaba aprender y disfrutaba yendo a la escuela y el instituto. Eso era lo que quería más en el mundo, ir al instituto. Pensaba que ahí todo sería diferente porque la gente es más madura. En parte lo fue, la gente seguía sin acercarse pero al menos ya no les importaba su vida como para meterse con él. El rubio ceniza estaba solo la mayor parte del tiempo, pero estaba acostumbrado. Solo se dedicaba a aprender y leer.

Hasta que tuvo que dejar la secundaria para ponerse a trabajar. Un día un hombre trajeado llamó a su casa y tuvo que abrir él porque su padre se había desmayado de tanto beber (no era la primera vez que pasaba, sabía que iba a despertar en unas horas). Le dijo que le entregara unas cartas a su padre y, aprovechando que no estaba consciente, las abrió. Pudo ver una carta de embargo si no abonaban las facturas.

Su padre no tenía dinero porque llevaba años sin trabajar, pagaban las cosas con el dinero que les dejó su madre y el que habían ahorrado para la universidad del menor. Changbin sabía esas cosas porque era él quien solía hacer la compra y llenar la nevera.

Así que encontró trabajo en una granja a las afueras, cerca de donde vivía. Ordeñando vacas y ovejas, arando la tierra y recogiendo hortalizas. Se ganaba un buen dinero en negro, ya que no tenía la edad para trabajar y tener un contrato. Cuando cumplió los dieciséis encontró trabajo en la gasolinera por las mañanas y por las tardes en una tienda de conveniencia.

Poco a poco Changbin fue viéndose consumido por su propia vida.

Pero a finales de 2012, un chico un poco más pequeño que él fue a la tienda con sus amigos. Estaban muy felices y fueron bastante amables con Changbin, cosa que no suele pasar. Así que se propuso conseguir esa felicidad y estar siempre lleno de ese positivismo.

Podría decirse que era un propósito de año nuevo. Compró comida buena con sus ahorros y le dió a su padre una buena cena ese día. No lo agradeció, como esperaba, pero no le importó.

Al día siguiente fue a trabajar con normalidad y, desde que le ofrecía a la gente una sonrisa, ellos se la devolvían y eso le hacía más feliz. Su vida cobraba poco a poco el sentido.

Incluso su jefe le dijo que podía irse antes a casa por su gran labor.

— ¡Gracias, jefe! —le respondió alegre, sacudiendo la mano antes de salir por la puerta.

Si tal vez hubiera salido a su hora, Changbin seguiría mostrando esa sonrisa a todo el mundo, o quizá ya se habría cansado de fingir algo que no le podría durar mucho tiempo.

El camino hacia su casa desde la tienda era largo y pasaba por calles que por lo normal se encontraban vacías y oscuras.

Pronto sintió un golpe en su cabeza que lo dejó inconsciente y la próxima vez que despertó se encontraba en una habitación maloliente y sucia, las paredes y suelo de madera llenas de un líquido seco que no logra reconocer. Tiene una tela que le tapa la boca con un nudo detrás de su cabeza y se da cuenta que está completamente desnudo salvo por su ropa interior que aún conserva.

Miró con miedo a los tres sujetos frente a él, no podía verlos por la oscuridad por lo que solo vislumbraba sus siluetas.

— Mirad que piel tan perfecta —dijo el que pronto reconocería como Minho, su futuro dueño.

Changbin retrocedió, dándose cuenta que tenía un collar en el cuello que portaba una cadena que lo ataba a uno de los barrotes de hierro de la ventana.

— No temas —dijo acariciando su rostro con delicadeza—. No importa quien fueras antes de caer en mis manos, olvídate de todo lo que tenías fuera de esta casa porque ahora eres mío, eres de mi propiedad y haré contigo lo que quiera. Ahora eres mi presa y lo serás hasta que quiera dejarte con vida. De aquí a que mueras, serás mi conejito.

No sabe por qué, pero Changbin se sintió algo querido con esa posesividad y esos pequeños roces cariñosos que le proporcionaba. Supuso que fue porque llevaba toda una vida de sufrimiento y escasa afectividad y se aferró a lo poco que le daban. Sabía que estaba mal, pero no pudo evitar sentirse amado por un momento, aunque después Minho haría con él lo que todos hicieron: aburrirse y olvidarlo.





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