୨୧‧₊˚: 𝘤𝘰𝘰𝘬𝘪𝘦𝘴 ... 🧸

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Esteé estaba regresando de su viaje para reinventarse a sí misma. Había estado varias semanas visitando la mayoría de las atracciones turísticas de Reino Unido. Sin embargo, por más interesante y divertido que fuera su estadía en aquel continente, su aventura había llegado a su final. Ro tenía claro que todavía no quería partir todavía, tenía un sentimiento de angustia y preocupación. Sentía que le faltaba algo, su relación con Reino Unido era injusta. Dejó tanto de ella -aspectos malos, así como buenos-, y solo se estaba llevando tan poco. De nada le servía el conocimiento sobre el Big Ben o el Palacio de Buckingham, si sentía que el propósito que originó esa aventura estaba incompleto. No sabía que buscaba precisamente, pero estaba segura que no era aquello.

Para la mala suerte de la rubia, sus vacaciones terminaban mañana y tenía que volver a Atlanta para reencontrarse con sus pequeños y juguetones pacientes. Desde pequeña nunca se pudo imaginar que trabajaría como veterinaria, sin embargo, los animales de cuatro patas -la mayoría de sus pacientes con esta característica-, eran los únicos dignos de su confianza.

Por mucho que desearía quedarse unos días más, no podía retrasar su llegada más, sus pacientes la necesitaban. Y aunque no lo admitiría el llegar a imaginar que a uno de ellos le pasará algo terrible y no le pudiera ayudar por no estar allí, no le dejaría dormir las siguientes noches.

Sin más que hacer, se resignó a esperar su vuelo con un mohín en el rostro. La espera cada vez se hacia una tortura para la rubia, faltaban algunas horas para abordar y ya no podía con el hambre que tenía. Necesitaba alimento ahora. La mirada de la chica se dirigió a su alrededor buscando una tienda o restaurante, encontrando una cafetería que estaba casi llena a excepción de una mesa.

Esteé no pudo evitar pensar que era algún tipo de milagro, el universo le estaba pidiendo perdón por que no podría quedarse más allí, y ella aceptó la simple, pero grandiosa disculpa de este. La rubia se levantó de su asiento, tomando su maleta y bolso para dirigirse a aquel establecimiento. Al entrar la emoción crecía cada vez más en ella, el olor a café inundaba todo el lugar. Se acercó al mostrador tratando de no molestar con su equipaje a ninguno de los clientes que esperaban su orden. Cuando fue su turno compró un café negro y sus favoritas, un paquete de galletas de avena. Al tener su café y galletas, Rosé empezó a caminar entre las mesas tambaleándose con su bolso, maleta y comida, hasta llegar a la mesa desocupada. Dejó el líquido caliente y el paquete de galletas sobre la mesa, coloco su bolso sobre esta y saco una revista que había comprado hace unas horas.

Esteé empezó a tomar su café poco a poco, concentrándose más en el artículo de la revista. La lectura de la chica se vio interrumpida por la voz de un hombre preguntando si se podía sentar allí, ya que ya no había más mesas.

Ella accedió, levantando su vista para observar a su nuevo compañero de mesa. Podía asumir que era mayor que ella, alto -más de lo que esperaba-, ojos marrones, cabello castaño, un poco largo y desorganizado, y bien vestido. Estaba claro que era apuesto, muy apuesto. La mirada penetrante de Rosé le siguió examinando de pies a cabeza detalladamente, hasta que un ligero suspiro y ver como los movimientos de aquel chico eran cada vez más torpes, la hizo darse cuenta de cuán incómoda era la situación. Automáticamente su mirada regresó a la revista, concentrándose en una imagen sin importancia, con un sonrojo en las mejillas mientras se mordía el labio. Eso fue tan vergonzoso, pensó.


Después del inusual acontecimiento, tomó una galleta y continuó su lectura. No obstante, nuevamente se vio interrumpida al escuchar ruidos en su mesa, su mirada se levantó de la revista para encontrarse con la imagen de su compañero de mesa comiendo una de sus galletas, aunque la mirada de este estaba sobre su libro leyéndolo a una rapidez inimaginable para Esteé, sin percatarse de la situación. Por mucho que estuviera sorprendida sobre la habilidad del castaño para leer, no podía dejar de pensar en su galleta... galletas ahora que escucho como agarraba otra.

La indignación que sentía cada vez aumentaba, sabía que no podía hacer ninguna escena allí. Suficiente tenía con regresar a Atlanta, como para armar otro drama. Esteé se inclinó para tomar otra galleta. Tal vez debería de ser más rápida si quería evitar que aquel castaño tomara más galletas, pensó.

Para cuando solo quedaba una galleta, la mujer seguía enojada, sin embargo, no había dicho nada sobre la situación. Aunque no hacía falta, pues el ambiente se sentía tenso. El chico partió la galleta a la mitad, tomando una parte.

Esteé al ver la acción no pudo evitar enojarse un poco más, era la última galleta y se comió una parte. Tal vez podría ser una gran acción pues estaban "compartiendo", pero ella recordaba que cuando le compartían comida en el colegio, la última porción era para el dueño del alimento. O por lo menos así era  cuando asistía a uno...

El chico terminó de comer su pedazo, y para sorpresa de su acompañante también su libro. Podía jurar que cuando llegó estaba en la mitad y ahora estaba en los agradecimientos, increíble. ¿Es algún tipo de genio o parecido? No es usual ver a alguien leer tan rápido, pensó Rosé. La rubia seguía perdida en sus pensamientos y tomando valor para preguntarle sobre cómo leía con tanta velocidad, sin embargo, él ya no estaba allí.

En la mesa solo estaba el pedazo de galleta que le había dejado y su libro, se fue sin su libro y resolver sus dudas. La curiosidad se apoderó de la rubia, tomando el el libro para verificar si solo era alguno de aquellas historias que tienen la letra muy grande o llena de imágenes.  Al tener el libro en su posesión leyó el título "Something Wicked This Way Comes" de Ray Brandbury, y lo abrió para encontrarse una nota en la primera página.

Una sonrisa apareció en el rostro de la chica, era un gran detalle y definitivamente lo leería, aunque le dejaba una gran curiosidad saber su nombre, pues las letras "S.R." no le decían mucho sobre su identidad. Tal vez ¿Steve Rogers? Pero las galletas... No sabía si definirlo como si se estaba riendo de la situación, o de ella y su patética actitud. Era claro que había notado la incomodidad del ambiente después de que compartieran comida, y lo poco que le agrado esta acción.

Un rato después, el sistema de avisos anunció que ya podía abordar. Esteé se levantó, tomando su maleta, su nuevo libro, bolso y... las galletas estaban debajo de su bolso. Había dejado su bolso sobre ellas y ella era la que estaba comiendo las galletas del castaño.

Las mejillas de Esteé estaban rojas y su mirada estaba enfocada en el suelo mientras caminaba para abordar. Tenía tanta vergüenza de mirar hacia arriba, solo quería encontrar de nuevo a su compañero de mesa y pedirle perdón, o hasta regalarle sus galletas o cualquier cosa que él quisiera. Todo el tiempo pensó que él estaba tomando sus galletas, y era al revés.

Al estar en su asiento, aceptando la vergüenza que había pasado, se resignó a leer su nuevo libro con una sonrisa, definitivamente no podría olvidar aquel castaño con las iniciales "S.R." pronto. Tal vez sí había aprendido una o dos cosas importantes en su viaje...

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💭 | MARIANNE'S NOTE:

La inspiración de este o.s. es peculiar. I mean, me dejaron leer un libro sobre buenos hábitos y parecido, entonces venía un fragmento del "Reader's Digest" con esta anécdota sobre los paradigmas, y solo pude pensar en Spencer en este escenario. So... dejé tirado el libro y empecé a escribir. 

Gracias por leer, votar y comentar, lo aprecio mucho y me inspira a continuar. 💌

-xoxo,marianne.


、𑁬 Spencer Reid one shot; written by -augwust 2022. ★ ๑ ࣪

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