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Más tarde ese día Mariano llegó a su casa, dejó las cosas sobre el sofá y se lanzó a otro individual que estaba a un costado de su sala para analizar cuidadosamente lo que había sucedido.

Y no entendía cómo, pero no podía dejar de pensar en Camilo.

Muy pocas veces en su vida Mariano había congeniado exitosamente con otras personas, su círculo de amigos era muy reducido y ni siquiera tenía una novia de verdad, no obstante le encantaba la compañía de otros y Camilo era una excelente compañía en su opinión, divertido e interesante, siempre tenía algo qué decir y no se lo pensaría dos veces antes de soltarlo.

Hasta le había prometido almorzar con él todos los días, y Mariano no podía estar más feliz al respecto.

"─ Bueno, yo ya me voy, Mariano. Espero que haya hecho tu hora del almuerzo más tolerable.

Camilo tomó su morral, las bolsas que irían a la basura y se volteó para despedirse ya estando delante de la puerta.

─ Sin dudas. Es más, me encantaría repetirlo─ contestó Mariano sin pensarlo mucho.

─ ¿Eh? ¿Enserio?─ y las mejillas pecosas de Camilo volvieron a colorearse de rosado.

─ Seguro, la pasé muy bien, ¿tú no?

─ ¡S-sí, por supuesto que sí!─ exclamó─ me divertí mucho, Mariano...

Al aludido se le escapó una sonrisa y fue a donde el jovencito.

─ Me encantaría que vengas mañana, si quieres, claro.

─ ¡Claro! Eso... eso estaría bien. Supongo─ otra vez Camilo agachó la cabeza para que el mayor no notara su clara vergüenza─ Bu-bueno, te veo mañana...

─ ¡Espera!─ lo detuvo Mariano antes de que cruzara el umbral─ ¿no quieres que te lleve a tu casa?

─ No voy a mi casa, Mariano, tengo clases.

─ Espera, ¿te escapaste de la escuela?

─ No me escapé, salí para la hora del almuerzo. Puedo hacer eso.

─ Sí tú lo dices...

─ ¡Bleh!─ y Camilo le sacó la lengua en gesto cómplice─ ¡Te veo mañana, Mariano!

─ ¡Hasta mañana, Milo!"

Mariano repetía una y mil veces en su cabeza la imagen del brillo en los ojos de Camilo al haberlo llamado sin querer "Milo", un apodo que accidentalmente se le escapó a Mariano pero al parecer le gustó mucho al jovencito.

Un apodo exclusivo para él que nadie más le había puesto.

─ Milo... suena tan bonito como él.

Antes de que se diera cuenta, Mariano estaba de vuelta de un excelente humor.

Milo, Milo, Milo.

Ese apodo tan peculiar sonaba muy lindo por sí mismo pero sonaba aún mejor cuando Mariano lo decía.
Y Camilo quería oírlo de nuevo aunque no sabía el porqué.

─ Hermano mayor, ¿escuchaste?

─ ¿Huh?

─ La cena está lista.

─ Ah, sí, ya voy. Gracias.

Tampoco paraba de pensar en Mariano desde que lo conoció y comenzaba a ser molesto, los pensamientos intrusivos sobre el novio de Isabela lo estaban volviendo loco y, en su mundo de adolescente puesto de cabeza, tener a un hombre 24/7 en tu mente no era una buena señal.

Sólo somos amigos se repetía.
No había motivo para creer que Mariano era otra cosa, después de todo Mariano estaba enamorado de Isabela, y Camilo jamás caería tan fácil por un tipo que la mitad del tiempo no entiende qué está sucediendo.

Mariano era muy tonto, distraído e inocente, Camilo estaba muy seguro que nunca se enamoraría de alguien así. ¿O sí?

"─ Eres agradable. Cuando no me humillas."

Era triste y también reconfortante haber escuchado eso de Mariano, no siempre Camilo recibía cumplidos y no por nada Marcos era su único amigo.

Sería lindo tener otro amigo, como también lo sería tener un novio.

─ ¡Camilo! ¡Te estamos llamando hace como una hora!

─ Sí, sí, perdón, estaba... pensando.

─ Podrías buscar otro momento para hacer eso, nunca lo haces y justo ahora se te da por hacerlo.

Le gustaría tener a una persona que le recordara lo especial que podía ser, que lo cuidara y lo hiciera sentir hermoso. Después de todo él se consideraba un asco.

─ ¿Camilo? ¿no tienes hambre?

Cuando se miraba al espejo no estaba muy contento con lo que veía.

─ No pá, hoy no.

─ Oh, una lástima, hice pastel de carne, tu preferido.

Y realmente dudaba que los demás lo vieran de otra forma.

Mariano no había desayunado a propósito, eran casi las doce del mediodía y el estómago le tronaba como año nuevo chino, pero estaba tan ansioso por la visita de Camilo que sentir los retorcijones del hambre era como una dulce pena.

─ Mariano, visita.

En cuanto Michelle anunció a Camilo, Mariano brincó de su sitio y fue a la puerta a recibirlo.
Estaba tan contento que casi lo abrazó, aunque en realidad Mariano quería otro beso.

─ Hola Mariano─ lo saludó el menor con una sonrisa amplia.

─ Hola Milo─ y Mariano estaba igual de sonriente─ ven, pasa.

Camilo entró en la oficina lentamente, analizando su alrededor como no lo hizo la primera vez, fue a sentarse a la silla de invitado que previamente Mariano había acomodado junto a la suya y sacó de su morral dos cubetas del KFC que sepa Dios dónde estaban guardadas.

─ Ese morral es como el bolso de Mary Poppins─ dijo Mariano entre risas.

─ Oh sí─ le siguió Camilo─ hasta podría guardar una caja de pizza y nadie lo notaría.

─ ¡Quiero ver eso!

─ Entonces mañana almorzaremos pizza.

─ Me gusta la pizza, la de doble queso con champiñones.

─ A mí la de jalapeños. No es muy colombiano de mi parte pero amo la comida picante.

─ ¡Oh vaya! Entonces, ¿sabías que la comida picante estimula la producción de serotonina?, también llamada como "la hormona de la felicidad".

─ ¿De verdad?

─ Sip. Por eso la comida picante es tan adictiva.

─ Y dolorosa. Me suena a que soy masoquista.

─ ¡Podría ser!

Y Mariano también podría serlo, disfrutando la compañía de un lindo jovencito que sabía que sólo podría ser el primo de su novia.

─ Oh, qué bueno está este pollo... ¿y qué tal tu día, Milo?

En lo que Mariano masticaba, Camilo tragó y dijo.

─ Bien, supongo, tuve clase de historia, de matemáticas, de gimnasia, y soy un asco en matemáticas.

─ ¿Tan pésimo?

─ Ni siquiera me sé las tablas.

─ No te sientas mal, mi amiga Charlie tampoco se las sabe.

─ ¿Y cuántos años tiene?

─ Los mismos que yo.

─ ¿Y tú cuántos años tienes, Mariano?

─ Treinta y tres.

Sin haber tragado Camilo se ahogó con su bocado y Mariano le ofreció un poco de agua para que pasase el pollo.

─ ¿Estás bien, Milo?─ preguntó.

Mariano se inclinó para comprobar que el pollo no había pasado a las vías aéreas de Camilo y le colocó delicadamente un mechón enrulado tras la oreja para descubrir su cara, sin embargo encontró el rostro colorado del menor negándose a cruzar miradas con él.

─ ¿Pasa algo?─ le susurró. Lo tenía tan cerca que no había necesidad de alzar la voz─ Milo.

Pero era como si Camilo no lo escuchara.

─ ¿Puedes respirar?

─ Sí, sí, estoy bien─ susurró el menor incluso más bajito que él.

─ ¿Y porqué no me miras?─ inquirió Mariano en tono preocupado.

─ P-por nada, Mariano...

─ Entonces mírame─ le exigió.

Y así tuvo que hacerlo.

Casi obligado Camilo levantó la mirada. No tuvo que alzarla mucho, los ojos oscuros de Mariano estaban a centímetros de su rostro esperando pacientes a que los verdes del jovencito los atraparan.

Esos fueron los segundos más tortuosos en la vida de Camilo, quedándose petrificado sin saber qué decir o hacer.

─ ¿Ves? ¿Así no está mejor?

Mientras que por su lado Mariano estaba muy contento, sonriendo de oreja a oreja y sin intenciones de alejarse de su persona.

─ Hu-hum...

─ Son tan bellos...─ soltó de repente─ No entiendo porqué no querrías levantar esos ojos tan bonitos, Milo. Serías capaz de revivir a un muerto con ellos─ lo cual empeoró el sonrojo de Camilo.

Dios mío. Dios mío. Dios mío.

¿Porqué le estaba haciendo eso? se preguntó Camilo. Mariano estaba diciéndole cosas lindas sin motivo aparente y Camilo no tenía idea de cómo reaccionar porque eso nunca le había pasado antes.

─ ¿Pasa algo, Milo?─ le preguntó dulcemente. El aludido tragó antes de asentir con dificultad─ entonces sigamos comiendo, o si no yo te quitaré a ti la comida─ y Mariano soltó una carcajada limpia, se acomodó en su sitio y continuó comiendo el pollo frito.

Le tomó un momento a Camilo para recuperar la compostura, él no estaba acostumbrado a semejantes tratos y encima viniendo de un hombre tan amable y guapo como Mariano, simplemente era demasiado para Camilo.

El resto del almuerzo transcurrió en silencio, Mariano se preguntaba porqué aunque tampoco intentó romperlo, comieron callados hasta que fue hora de que Camilo regresara al colegio y Mariano a sus pacientes.

─ Creo que es hora de irme─ dijo Camilo por lo bajo. Recogió su morral, su chaqueta y se levantó de la silla aún sin poder ver a Mariano a la cara─ te veo mañana, Mariano.

─ Seguro, Milo.

El mayor se levantó, se acercó a él y quiso ofrecer un gesto de despedida, el que fuera, Mariano estaba ansioso por otra muestra de cariño de Camilo, sin embargo detrás suyo, en el ventanal que tenía la oficina, sonó un trueno y brilló un relámpago como acto de apertura de una potente tormenta de verano.
El agua golpeó el vidrio como si quisiera atravesarlo y Mariano vio la oportunidad perfecta.

─ Te llevo─ dijo de golpe. Camilo abrió los ojos como platos.

─ ¿Qué? No─ sentenció─ Puedo pedirme un uber, Mariano, ni te gastes.

─ No es un gasto, al contrario, es un placer.

Por un lado Camilo deseaba más atenciones de Mariano, se sentían cual cosquillas en su cuerpo; y por el otro no estaba seguro de aguantar más sin desmayarse o peor. Pero Mariano no aceptaría un "no" como respuesta, eso era más que obvio.

─ Como quieras─ suspiró el menor.

─ ¡Fabuloso, vamos!

Mariano tomó las llaves de su auto, se quitó la bata de médico y aflojó su corbata en un gesto sensual que Camilo no pasó por alto.

─ ¿Tengo algo en la cara?─ preguntó Mariano al notar que el jovencito lo miraba mucho.

─ N-no, nada─ y Camilo regresó su atención al interesante suelo.

─ Vamos entonces, no querrás llegar tarde a tus clases.

A él le daba igual, siempre y cuando malgastara su tiempo junto a Mariano le daba igual faltar a sus clases. Camilo nunca había sido un estudiante de diez así que ¿cuál era la diferencia?

Dentro de la Hilux resguardados de la lluvia Camilo respiró hondo e intentó enganchar la hebilla del cinturón de seguridad.

─ Ven, te ayudo─ se ofreció Mariano.

─ ¡N-no, no, yo puedo solo!─ se quejó Camilo.

─ No seas obstinado, te ayudo, Milo─ y quisiera o no Mariano se le acercó, pasó sus enormes manos por la pequeña cintura de Camilo, enganchó la hebilla del cinturón de seguridad y echó un pequeño vistazo a los ojos inquisitivos del menor─ ¿te dije que eres todavía más bello de cerca?─ dijo sin más.

─ ¿Eh?─ y Camilo había vuelto a quedarse su mente en blanco, su rostro de rojo.

─ Y tienes muchas bonitas pequitas que se te ven tan lindas...

¿Qué se suponía que debía contestarle?, Mariano no paraba de halagar sus facciones sin pena y Camilo simplemente estaba mudo.

─ Eres demasiado lindo, Milo.

No estaba acostumbrado a sentirse hermoso gracias a las palabras de otros, ese era el trabajo de un novio y Camilo jamás había tenido novio.

─ Especialmente cuando me miras así.

Mariano estaba diciéndole lo que se suponía que debía decirle un novio y haciéndolo sentir como debía hacerlo sentir un novio. ¿Estaba bien con eso?

¿Estaba bien recibir halagos del novio de su prima, sentirse feliz por ellos, querer más de ellos y perderse en los ojos oscuros de Mariano que lo observaban con tanta devoción?

─ ¿A-así cómo?

─ Todo rojo─ se rió el mayor.

La situación no estaba bien en absoluto, pero irónicamente Camilo estaba contento por tener la atención de Mariano y que lo hiciera sentir hermoso, como si fueran novios.

─ Luces adorable.

Sólo faltaría un beso, uno que tranquilamente Camilo podría robarle al tener a Mariano a centímetros de su rostro.

─ Eso dices tú, yo digo que luzco como un chiste.

Y estaría bien, después de todo eso era lo que quería Mariano desde hacía días, sin embargo, ¿qué quería Camilo?

─ No para mí.

─ ¿Qué?

─ Eres el chico más bonito que conocí.

¿Qué más quería oír?

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Próxima actualización: jueves 5/1

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