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─ diálogos ─
pensamientos
"flashbacks"
adv: doncel, mpreg, drama, escenas smut, angst, algunos ocs
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❝ 𝐂ARIÑO 𝐌IO ❞
María Guzmán estaba obsesionada, por no decir otra palabra, con tener nietos. Tenía un solo hijo y si él no se los daba nadie lo haría, lo cual le preocupaba demasiado porque su amado hijito, Mariano, ya tenía bastantes años.
Mariano era su orgullo, era médico en una clínica privada para ancianos y de noche hacía guardia en una sala de emergencias pública, tenía amigos en casi todos lados y también prometedores dotes de escritor. Además era asombrosamente amable y guapo. Su hijo lo tenía todo.
Todo menos esposa.
A la vez que Mariano había dedicado su vida a ayudar a los demás, cuidar de su madre, lograr un puesto prestigioso y sabrá Dios qué más, jamás se había enamorado, o al menos no de forma profunda, había salido con pocas chicas a causa de su limitado tiempo desde que empezó la carrera de medicina y luego porque el deber lo llamaba.
Si a Mariano le preguntaban, él ni siquiera había pensado en tener una esposa.
María ya no sabía qué hacer, estaba envejeciendo y su hijo no daba señales de interesarse en conseguirse una buena esposa, pero tampoco quería meterse, simplemente no era su estilo.
Aunque el de Alma Madrigal sí.
Alma Madrigal, una vieja amiga suya de su país natal Colombia, vivía a unas cuadras suyas, tenía tres hijos y seis nietos (dos varones y cuatro nenas) que María conocía desde pequeños. Cada tanto se juntaban a tomar el té y charlar de cosas de ancianas, hasta que un día surgió el tema de la desesperación de María por tener nietos.
Y Alma, como experta en meterse en vidas ajenas, le dio a María una idea.
─ ¿Dices que Mariano no tiene tiempo de conocer chicas?
─ No, está muy ocupado con sus dos empleos... pobre mi niño.
─ Hum... ya veo.
Alma hizo una pausa muy sospechosa y sonrió con la boca en el borde de la taza que tenía alzada.
─ ¿Y si fuera con una chica que ya conoce?
La pregunta desencajó a María que, como su hijo, jamás había sido muy lista.
─ ¿A qué te refieres?─ preguntó genuinamente curiosa. Siempre le había fascinado la mente malévola de su amiga.
─ Dices que Mariano no tiene tiempo para conocer de cero a una chica, pero ¿y si ya conociera una de antemano y sólo necesitara un empujón?
"Un empujón". Sutil forma de decir "obliga a tu hijo a casarte con una chica de su pasado".
─ ¡Qué buena idea!─ exclamó María─ ¿pero con cuál?, Mariano tampoco conoce tantas chicas.
─ Podría ser con mi nieta, Isabela, a él le gustaba ella cuando eran adolescentes, ¿verdad?
─ ¡Es verdad!
─ Seguro serán una excelente pareja.
Alma parecía muy convencida de su idea, su nieta Isabela (la mayor de los seis) también estaba soltera a sus 33 años, y para ella eso era inadmisible, más con lo bella y elegante que era su amada nieta.
Por otro lado Isabela era la hija de Julieta, hija mayor de Alma, que era doctora en la misma sala de emergencias que Mariano y había sido la mentora de éste, ¿acaso no era el destino?
Una tarde calurosa de verano durante un domingo que era el único día libre de Mariano ambos, (madre e hijo), fueron a la casa Madrigal a almorzar con Julieta, su esposo Agustín y sus hijas Isabela, Luisa y Mirabel.
Agustín recibió a los Guzmán, los invitó a pasar con su contagiosa alegría característica y en corto sus hijas los saludaron, al menos Luisa y Mirabel.
─ Un gusto volver a verte, Mariano─ lo saludó Mirabel, la menor de las tres.
─ Igualmente, Mirabel.
De repente Mariano cayó en la cuenta de que no la veía desde que era un bebé y del mucho tiempo que había pasado. Que le había pasado.
─ Y a ti también, Luisa, te he visto en televisión.
─ Oh, muchas gracias, me apenas...─ dijo Luisa con sus mejillas ligeramente rosadas.
Mientras que Mirabel era una chiquilla de quince años Luisa ya tenía sus 25, era una famosa jugadora en la liga unisex de futbol americano y la nación la idolatraba.
¿Cuándo había pasado tanto tiempo?, Luisa era sólo una niña en la época que Mariano gustaba de la quisquillosa Isabela, y en nada ya se había convertido en una mujer hecha y derecha que cargaba con el orgullo de USA.
Quizás mamá tenía razón, el tiempo se me va.
Su mamá le había dicho un par de veces, al expresarle su deseo de tener nietos, que el tiempo no tenía piedad y debía ir por las cosas, no esperarlas, o la vida se le iría como el último tren a casa.
─ Y ahí baja mi hermosa Isabelita.
Agustín extendió la mano e Isabela, que iba bajando las escaleras, la tomó gustosa.
─ Hija, creo que recuerdas a Mariano.
─ Claro que sí, nos hemos topado un par de veces en el empleo de mamá.
En efecto, Mariano ocasionalmente chocaba con Isabela aunque en realidad no se prestaban mucha atención. Pero seguía siendo igual de bella.
─ Es un gusto verte de nuevo, Mariano, no has cambiado nada.
─ Tú tampoco, hasta tu cabello tiene el mismo largo─ contestó él, riéndose solo.
Isabela jamás había sido una persona que se riera a menudo, si no más bien seria, y hasta como adulta dicho rasgo se le notaba mucho.
─ ¡El almuerzo está listo! ¡Todos a la mesa!
Julieta cruzó la sala con una asadera caliente en las manos, le sirvió a su familia y a los invitados, y luego de que todos se sentaron ella se sentó.
─ Qué bueno que te hayas hecho un tiempo para venir, Mariano─ dijo Julieta frente a su plato─ últimamente te veo muy ocupado─ y dobló sus cejas en señal de tristeza.
─ Es cierto... pero no podía rechazar esto, hacía mucho que no convivía con usted y su familia.
─ ¡Sí, es como si fuese el destino!─ se rió Agustín.
Sí, el destino, ajá pensó Mirabel. Ella ya había oído, por parte de su prima la chismosa, lo que planeaba su abuela. Y según Mirabel era malévolo.
─ Es como almorzar en familia─ comentó Julieta.
Manipulación total.
Mirabel no sabía si sus papás estaba involucrados o no, sólo sabía que nada bueno saldría de eso porque su hermana no gustaba de Mariano.
─ Sí, Mariano, eres de la familia─ siguió Agustín─ como un hijo más─ y Mariano se rió un tanto incómodo.
El almuerzo avanzó sin más, quizás se escucharon preguntas muy personales hacia Mariano o Isabela que ninguno de los dos supo contestar o prefirieron ignorar, no obstante el resto salió de maravilla y Mariano tuvo un almuerzo decente con la familia de su mentora, almuerzo que en breve se fue en picada a la hora del café.
─ Oh, y te gusta leer, Mariano─ dijo Agustín.
─ Así es, lo hago en mis tiempos libres─ contestó el aludido.
─ Ya veo... Isabela planta diferentes cosas en su jardín y en el nuestro en sus tiempos libres, ¡tiene mano con las plantas!
─ Debí suponerlo─ rió─ era la presidenta del club de jardinería en la preparatoria.
Isabela sonrió apenas perceptible sobre la boca de su taza de café.
─ ¿Y dónde prefieres leer, Mariano? ¿Habitación, sala, al aire libre?
─ Bueno, en donde sea, al aire libre es lindo también cuando no-.
─ ¡Qué casualidad, a mi hija también le fascina estar al aire libre! Y ¿alguna vez leíste en un jardín? Es muy relajante, ¡estoy seguro de que disfrutarías mucho leer en su jardín!
Mirabel se dio un palmazo en la frente, su papá no podía ser tan obvio.
─ ¿Porqué no la visitas un día? Vive a cinco cuadras de tu casa.
─ Eh...
─ ¡PAPÁ!─ replicó Isabela.
─ ¿Qué hice, princesa?─ y Agustín fingió inocencia.
─ Agh...
Nadie volvió a abrir la boca para hablar de Isabela, ella se retiró de la sala bastante molesta con la actitud de su papá, y con razón, porque Agustín estaba claramente tratando de unirla a Mariano y eso era algo que ella no iba a permitir.
─ ¿Huh?
Isabela cerró la puerta del cuarto de invitados de sopetón, ¿cómo se atrevían a intentar controlar su vida siendo ella una mujer de más de 30 años?, y el rostro de su abuela apareció en su smartphone como respuesta celestial a su pregunta.
Tengo un mal presentimiento.
Isabela deslizó el icono entre asustada y curiosa, que casualmente su aterradora abuela la llamara en aquella tarde desastrosa sólo podía significar una cosa.
─ ¿Abuela?─ atendió con un claro tono de inseguridad en su voz.
─ Isabela, linda, ¿cómo estás? ¿cómo te va hoy?
La aludida tragó buscando una respuesta convincente. Su abuela no era el tipo de persona que sólo llama para saber cómo estás.
─ B-bien, eso creo... vine hoy a visitar a mamá y papá.
─ Oh, ¿ya almorzaron?
─ S-sí...
─ ¿Y la pasaste bien?
─ Supongo.
─ Espero que sí, sería una pena que no lo fuera, eres una mujer maravillosa y cualquiera estaría honrado de pasar tiempo contigo, no eres el tipo de persona que debería estar sola, tu belleza y elegancia debe ser compartida con el mundo, seguro piensas lo mismo, que alguien con tus dones necesita ser apreciada, ¿y qué mejor que serlo por otra persona igual de maravillosa que tú?, no tengo dudas de que me enorgulleces y enorgullecerá seguir siendo tu abuela. Oh, Bruno volvió de la tienda, ¿muy rápido, eh?, seguro se olvidó algo de nuevo. Bueno, te hablo otro día, cariño, ten una buena tarde.
Isabela se quedó unos instantes analizando todo lo que su abuela soltó en menos de cinco minutos y bloqueó la pantalla del teléfono mientras tanto.
Fue ella, sin dudas fue ella.
No tenía pruebas pero conocía lo suficiente a su abuela para distinguir la manipulación emocional entre sus palabras.
Desde niña Isabela había sido manipulada por la infame abuela Alma, la madre de su madre, a través de palabras y acciones que, durante su niñez, escapaban de su entendimiento, sin embargo ya era una adulta, ¿cómo es que todavía se le helaba la sangre al escuchar la voz de su abuela y ningún músculo de su cuerpo reaccionaba para negarse a sus peticiones?, estaba completamente a merced de esa mujer.
Tengo 33, tengo 33, tengo 33, ¡ella no puede hacerme eso! se repetía para sus adentros ¡No puede hacerlo!
Pero ella ya había demostrado que sí podía hacerlo. La edad era un número más en la familia Madrigal, su abuela siempre sería la matriarca y la ley absoluta.
No puede, ¿o sí?
De pronto Isabela se dio cuenta que no interesaba cuánto creciera, siempre sería la muñeca bonita con la que su abuela jugaría.
Ella no-...
Y que, al mismo tiempo, carecía del valor para enfrentarla ella misma.
Mariano dejó a su mamá en su casa y él condujo hacia la suya lo más lento posible para darse el tiempo de pensar en sus problemas.
Estaba claro que el almuerzo con los Madrigal había sido una excusa para unirlo con Isabela, su ex crush de la adolescencia. Le sorprendía de su madre aunque no tanto de los Madrigal.
Su mamá estaba desesperada por nietos, ya quedó claro, y Mariano, a pesar de que la idea no le emocionaba, empezaba a tener otra perspectiva del asunto.
El tiempo se le estaba yendo y en cualquier momento se arrepentiría de no aprovecharlo.
Tal vez era una buena oportunidad para conseguir una esposa, hijos y una vida marital, él no le huía a eso e incluso deseaba tenerlos algún día, no estaba seguro si ahora ahora pero sí algún día, lo cual le produjo una angustia que no había sentido antes.
Mariano creía que en un futuro, lejano quizás, conocería al amor de su vida, se casarían, tendrían hijos y acabaría sus días sentado en el parque leyendo poemas de amor junto a su cónyuge, él era un romántico empedernido y casarse estaba definitivamente entre sus planes, no obstante quería que se de naturalmente, no ser casado a la fuerza por decreto divino como si de Colombia en 1950 se tratase.
¿Pero y si su madre tenía razón?
Ella estaba pasándose de la raya y al mismo tiempo el apuro comenzaba a pesarle en los hombros a Mariano como su mamá dijo.
Quizás no sea tan malo casarme con Isabela.
Mariano podía intentar enamorarse de ella.
Hasta podríamos enamorarnos y ser una pareja feliz.
En su cerebro dicho escenario calmaba la vocecita de ansiedad que le hacía pensar que su vida estaba acabándose y no había logrado ni la mitad de sus metas.
¿Qué pierdo con intentar?
Como si ser médico y un excelente prójimo fueran nada si no se casaba pronto.
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⁽⁽ଘ( ˊᵕˋ )ଓ⁾⁾
Próximo capitulo: lunes 28/11
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