꒰⁠ O11 ꒱

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─ ¿Debería llamar a tu mamá otra vez, Camilo?

─ No...

─ Eso imaginé. Espero que no se repita, no quisiera tener que expulsarte... de nuevo.

Y Camilo se levantó de la silla que estaba frente al escritorio del director para irse a su casa hubiera más clases o no.

─ ¡Milo! ¡Milo! ¡Espérame!

Mientras soltaba insultos al aire detrás suyo fue Mariano que había esperado fuera a que saliera de la oficina, y lo siguió a través del pasillo camino a la salida de la preparatoria.

─ ¿Tú qué quieres?─ se volteó con gesto malhumorado.
La cara con la que miró a Mariano consiguió asustar un poco al mayor.

─ Estás... ¿enojado conmigo...?

Y al mayor le dio miedo preguntar porque, a pesar de que Camilo no era alguien que se enojara con facilidad, él seguía teniendo un carácter fuerte que te hacía sentir como una basura con las palabras correctas.

─ Ah... Mariano...─ suspiró Camilo agarrándose el puente de la nariz.

No es que estuviera enojado con el hombre, simplemente era que Camilo no estaba de ánimos para aguantar a nadie, ni siquiera a Mariano, la persona que mejor le caía en todo el mundo.
Había ocasiones en las que incluso Camilo, un desesperado por contacto social, se hartaba de las personas. Generalmente gracias a la escuela.

─ No, no estoy enojado contigo, sólo... déjame solo, ¿sí?, no quiero estar con nadie ahora.

Pero si algo sabía Mariano es que alguien que pide estar solo generalmente no quiere estarlo, si no que necesita que lo escuchen sin interrumpciones, y Mariano era estupendo en eso.

─ Milo─ dijo poniendo una mano en la espalda del aludido─ estás enojado, se te nota. Quizás te haga sentir mejor si te desahogas, ¿porqué no vamos a tomar un café y dices lo que quieras?, no es sano guardarse todo eso... y puedes golpearme si te hace sentir mejor.

Como Camilo soltó una risita, Mariano relajó sus hombros.

─ Jamás podría golpearte...─ dijo el menor en tono enternecido ganándose una sonrisa de Mariano─ sin provocación─ pero ahí nomás el hombre se puso tenso de nuevo─ ¡Es mentira, Mariano, te estoy molestando!─ se rió Camilo en su cara─ ¡tendrías que haber visto la cara que pusiste! ¡no puedo creer que te la hayas creído!

Bueno, en defensa de Mariano su miedo estaba justificado, Camilo recurría a la violencia con demasiada frecuencia para ser alguien que pesaba menos de 50 kilos y medía 1,60. Sin embargo él estaba feliz de ver a su adorado Milo contento de nuevo, aunque fuera riéndose de su miedo a ser agredido en una gasolinería.

─ Entonces... ¿sí quieres ese café?─ inquirió Mariano una vez que el menor se secó las lágrimas de la risa.

─ Sí, seguro─ le contestó el jovencito, ahora sí, de vuelta luciendo como el Camilo relajado de siempre─ tengo mucho que sacar sobre la mamaguevo de California de mi pecho.

─ Cerrado─ dijo Camilo con cara de nada.

─ Cerrado─ repitió Mariano después que él.

La única cafetería que le gustaba a Camilo (porque servían café auténticamente colombiano) estaba cerrada por luto. Definitivamente ese día no era el día de Camilo.

─ Bueno, podemos ir a otro sitio, ¿no?─ le sugirió Mariano en un intento de animarlo─ lo importante es estar cómodos para charlar. ¿Qué te parece el parque?, hay lindas bancas y un vendedor de helados cerca.

Sin embargo, y a pesar de su buena voluntad, Mariano se ganó un resoplido molesto de Camilo.
Él no quería ir a un parque, él quería su café y lo quería para ayer.

─ Pero se está nublando...─ gruñó entre dientes─ y estoy cansado, tengo hambre y quiero acostarme. No quiero estar sentado en la banca de un cochino parque.

Hasta sonaba como un viejo cagado por la edad.

─ Está bien, no te preocupes─ sonrió Mariano siendo el lado brillante de la conversación─ ¿qué te parece si vamos a mi casa?, ahí podrás acostarte en los sofás cuánto quieras y te prepararé lo que gustes.

─ Si lo pones así...─ le contestó el menor.

Al final había conseguido evitar un berrinche de Camilo a tiempo.

Mariano condujo la Hilux a su casa con la lluvia pisándoles los talones y durante todo el camino Camilo y él no hablaron: Mariano porque conducir pensando en recetas que hacerle a su Milo era una tarea difícil y Camilo porque necesitaba organizar sus ideas antes de quejarse de California, a menos que quisiera balbucear enojado y que el mayor no le entendiera ni jota.

Una vez que llegaron Mariano se estacionó frente a su garaje, le abrió la puerta a Camilo y se apresuró a abrirle la puerta de la casa también.

─ Bienvenido, ponte cómodo─ dijo con gesto de invitarlo a entrar. Tomó las cosas de Camilo y las puso en respectivos ganchos junto a sus abrigos en el vestíbulo.

─ Wow, linda pocilga─ se rió el menor.

─ ¿Te gusta?, nunca supe decorar así que tuve miedo de que te pareciera ridícula.

─ No no, está bonita. ¿Cuántos cuartos tiene?

─ Cinco: el principal, dos más, el de invitados y el que uso como oficina.

─ ¿Para qué tantos? ¿no vives solo?

─ Sí, pero pienso tener hijos.

─ Ya veo...

Cuando Mariano mencionó a los niños algo se apretó en el pecho de Camilo y no en el buen sentido, si no que lo primero que cruzó la mente del jovencito fue Isabela embarazada de Mariano y, por algún motivo desconocido que le generaba violencia, eso le jodió muchísimo.

Ojalá que Isabela sea estéril y él la abandone.
Pero conociendo a Mariano él jamás abandonaría a su esposa a la que le juró amor eterno.
A quién engaño, es demasiado bueno... carajo.

─ ¡¿Milo, quieres que te haga un café?!─ se oyó desde la cocina.
El aludido se volteó dejando las fotos que husmeaba en su sitio sobre la chimenea y fue a la cocina a por Mariano. Allí vio al mayor sacar de una alacena un par de tarros que Camilo supuso que eran café porque ningún colombiano tiene tantos tarros si no son de café, de otra forma son cocaína.

─ ¿Es café?

─ Así es.

Menos mal no eran cocaína.

─ ¿Y son del que quiero?

─ Por supuesto─ asintió Mariano poniendo agua a hervir─ Aquí tengo lo que se te ocurra así que pide lo que quieras, yo te malcrio─ y Camilo le devolvió la sonrisa imaginándose qué podría pedir que Mariano le pudiera dar.

En realidad se le ocurrieron varias cosas, algunas más cristianas que otras, más que nada cosas que sus papás le prohibieron porque, bueno, Camilo no sabía porqué, así que pensó que podría aprovechar para que Mariano le hiciera los caprichos.
Total tenía su ternura de su lado y Mariano jamás se resistía a su carita de corderito degollado.

─ ¿Lo que se me ocurra?─ sonrió dejando ver su lado malicioso.

Sólo cuando Mariano distinguió ese brillo maligno en los ojos del menor fue que sintió un poco de arrepentimiento por haber dicho "lo que se te ocurra".

─ Bu-bueno, con ciertos límites─ titubeó ligeramente asustado─ no mataré a nadie ni haré nada ilegal.

─ Tranquilo Mariano...─ dijo el otro sin borrar su gesto de demonio engañoso─ jamás te pediría algo así, entiendo que tienes moral y esas cosas de gente bien.

─ ¿"Gente bien"?

─ Pero si me darás lo que yo quiera, ¿no?

─ Por supuesto, Milo, mientras sea legal yo te mimaré cuando desees. ¿Quieres algo de comer?

─ Okey.

Con eso Camilo ya tenía suficiente.

─ Empieza haciéndome unos brownies, porfis.

Aunque tenía un par de ideas.

En primer lugar, mientras Mariano cocinaba tarareando una canción, Camilo se sentó en la sala a pensar si alguna de sus ideas macabras podrían tener sitio en la realidad.
Ya que Mariano tenía principios, moral y demás Camilo debía dosificar un poco, pero eso no lo detendría por mucho tiempo, él pensó en una única cosa en cuanto Mariano dijo "lo que quieras". La pregunta era si Mariano estaría dispuesto a hacerla.

─ ¡Milo! ¡los brownies están listos!

─ ¡Voy!

Conociéndolo él no accedería con facilidad, y para lograrlo Camilo tendría que emplear todas sus habilidades en el arte de la manipulación.

─ Aquí está tu café. ¿Quieres comer aquí o en la sala? También hice galletas. ¡Son de limón!

Le daba igual que fuese un deseo egoísta, Camilo lo quería.

─ Claro, si vienes conmigo...

─ Por supuesto que iré contigo, hice mi café para sentarme a tu lado.

Desde que conoció a Mariano quería ser el único en su vida.

─ Podías sentarte sin tener un café.

─ Pero se vería raro, ¿verdad?

─ ¡Demasiado!

Y esa era la definición exacta de ser egoísta.

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