05 :: Forever
El apartamento estaba en calma, con la tenue luz de las lámparas iluminando la cocina. Alex y yo habíamos decidido improvisar algo sencillo pero especial para cenar: gyozas y tallarines. Mientras revolvía los ingredientes en un bol, me di cuenta de lo reconfortante que era tenerla allí, con el eco de nuestras conversaciones llenando el espacio.
—¿Siempre cocinas cosas tan elaboradas? —preguntó Alex, riendo mientras intentaba doblar una gyoza. Su intento no era el más preciso, pero al menos lo intentaba.
—¿Elaboradas? —solté una carcajada, echando un poco más de harina en la masa—. Esto es lo más simple que sé hacer. Pero, la verdad, me relaja mucho cocinar. Aunque no puedo decir lo mismo de ti, esas gyozas parecen más bolsillos que empanadillas.
Alex soltó un bufido fingido, inspeccionando su obra.
—Oye, para ser la primera vez, creo que no están tan mal. —Levantó una gyoza que parecía a punto de desmoronarse, y ambas estallamos en risas.
Era agradable compartir un momento así, lejos de las tensiones y los dramas que habían marcado las conversaciones de las últimas horas.
—Bueno, mientras las cocino, ¿quieres encargarte de los tallarines? —le ofrecí, señalando los ingredientes listos en la encimera.
—¿Confías en que no arruine eso también? —bromeó, pero ya estaba colocando agua a hervir en una olla.
Mientras tanto, me concentré en las gyozas, acomodándolas en la sartén caliente con cuidado. El chisporroteo del aceite llenó la cocina, acompañado por el aroma de la salsa de soja y el jengibre. Era un contraste tan grande con las tensiones del día que casi parecía otro mundo.
—Esto me recuerda a cuando éramos niñas —dije, rompiendo el silencio—. ¿Te acuerdas de cuando intentamos hacer una tarta de chocolate para el cumpleaños de mi madre?
Alex dejó los tallarines a un lado y soltó una carcajada.
—¿Cómo olvidarlo? Acabamos con más harina en el suelo que en la mezcla. Y luego tu perro decidió que era buena idea meterse debajo de la mesa justo cuando se nos cayó el bol.
Ambas reímos al recordar aquella escena caótica. Era extraño pensar en lo simples que eran las cosas entonces, antes de que todo se complicara.
—Ojalá las cosas pudieran ser así de fáciles otra vez, ¿no? —comentó Alex, su tono cambiando ligeramente mientras removía los tallarines.
Asentí, sabiendo exactamente a lo que se refería.
—Sí, pero supongo que crecer también significa aprender a lidiar con todo lo complicado —respondí, mientras sacaba las gyozas perfectamente doradas de la sartén y las colocaba en un plato.
El aroma de las gyozas recién hechas llenaba la cocina, una mezcla tentadora de jengibre, soja y el crujiente dorado de la masa perfectamente cocinada. Coloqué el plato en la mesa, y Alex y yo nos miramos con una mezcla de orgullo y ligera cautela. Habíamos trabajado juntas en la cena, pero no podía negar que había una pequeña posibilidad de que algo no saliera como esperábamos.
—Bueno, llegó el momento de la verdad —dije, levantando los palillos y apuntando hacia una gyoza.
—Si esto sabe tan bien como huele, creo que podemos declararnos chefs profesionales —respondió Alex, aunque el brillo travieso en sus ojos sugería que no estaba completamente segura del resultado.
Ambas tomamos una gyoza. Yo la acerqué a mi boca con cuidado, soplando ligeramente para no quemarme, mientras Alex miraba la suya como si fuera un objeto de estudio.
—¿Lista? —pregunté, mirándola con una sonrisa de complicidad.
—Lista. A la cuenta de tres. —Su tono era solemne, pero no podía esconder la emoción.
—Uno... dos... tres.
Al unísono, dimos un mordisco. Al principio, todo lo que sentí fue el crujido perfecto de la masa, seguido del estallido de sabores del relleno: el equilibrio entre la carne jugosa, el toque fresco de las verduras y el ligero picor del jengibre. Fue como si cada ingrediente se hubiera alineado mágicamente.
—Oh, madre mía —murmuré, llevándome la mano libre al pecho—. Esto está... increíble.
Alex tardó un segundo más en reaccionar, con los ojos bien abiertos y la boca todavía ocupada. Finalmente, levantó un pulgar hacia arriba y, tras tragar, exclamó:
—¡Esto es arte culinario! Estoy impresionada de nosotras mismas.
Ambas comenzamos a reír, el alivio y la satisfacción haciéndose evidentes. Había algo reconfortante en saber que habíamos logrado algo tan simple pero tan delicioso juntas.
—Aunque, si lo piensas bien, creo que mis habilidades con los pliegues de las gyozas contribuyeron al éxito —bromeó Alex, tomando otra mientras me daba un guiño.
—¿Ah, sí? —respondí, arqueando una ceja—. Porque juraría que tus primeras gyozas parecían almohadas deformes.
Ella puso una expresión fingidamente ofendida y se inclinó hacia adelante.
—Mira, no importa cómo se vean, Alma. Lo que importa es el sabor. Y este sabor es absolutamente perfecto.
Ambas rompimos en carcajadas mientras tomábamos otra gyoza y las mojábamos en la salsa de soja que habíamos preparado. Entre cada mordisco, comentábamos lo sorprendentemente bien que habían quedado, como si no pudiéramos creer que habíamos hecho algo tan delicioso.
—Es oficial, la próxima vez que alguien me pregunte por mis habilidades en la cocina, voy a presumir de esto —declaró Alex, levantando una gyoza como si fuera un trofeo.
—Sí, claro. ¿Y qué les dirás sobre tus "bolsillos de masa"? —bromeé, señalando una de sus creaciones que aún descansaba en el plato.
—Les diré que la belleza está en el interior, como las personas. —Le dio un mordisco a la gyoza que sostenía, mirándome con una sonrisa triunfante.
—Sabes que esa frase no aplica a la cocina, ¿verdad? —contesté entre risas, sacudiendo la cabeza.
A medida que seguíamos comiendo, el ambiente se volvió más relajado, nuestras risas llenando el pequeño apartamento. Era una de esas noches en las que el tiempo parecía detenerse, y lo único que importaba era el momento compartido.
—Si así es como pasamos las noches juntas, creo que deberíamos repetirlo más a menudo —dijo Alex, dejando sus palillos en el plato vacío.
—Definitivamente. Aunque la próxima vez, tú haces los pliegues y yo superviso. —Sonreí mientras recogía los platos.
—¡Ni hablar! Creo que tengo potencial. —Alex levantó la barbilla en un gesto dramático, pero sus ojos brillaban con humor.
—Claro que sí, Alex. Lo que tú digas. —Le guiñé un ojo, dejando que el momento terminara con otra risa compartida.
Mientras la noche avanzaba, el peso de nuestras conversaciones previas se desvaneció un poco. Sin embargo, sabíamos que todavía había mucho por decir. Pero eso podía esperar. Por ahora, todo lo que importaba era disfrutar de nuestra cena y del hecho de que, después de todo, aún teníamos la una a la otra.
Después de una cena tranquila, Alex y yo nos acomodamos en el sofá. Ya habíamos hablado lo suficiente sobre Carlos, sobre Christian, sobre Lando... un verdadero cóctel emocional. Ahora era momento de desconectar. Necesitábamos un escape, algo que nos hiciera olvidar por un rato lo complicado que había sido el día.
—¿Qué te apetece ver? —pregunté mientras navegaba entre las opciones de películas en Netflix.
Alex, que estaba acurrucada en la manta, levantó la mirada y me dio una sonrisa cansada.
—Algo que no me haga deprimirme, Alma. —se acomodó más y rió levemente, como si el sofá fuera su refugio. —¿Algo tonto? De esos que sabes que no van a resolver la vida, pero al menos te hacen olvidar un rato.
Reí, entendiendo perfectamente lo que quería. Después de todo lo que habíamos hablado, no necesitábamos más drama. Necesitábamos algo que nos hiciera reír, aunque fuera solo un poco. Me mordí el labio pensativa y, después de un par de segundos, encontré lo que buscaba: Guardians of the Galaxy Vol. 3. Sabía que tenía ese toque de acción y humor absurdo que justo necesitábamos para dejar de pensar en todo.
—¿Te parece bien? —le mostré el tráiler.
Alex lo miró por un segundo, luego me miró a mí y levantó las cejas, mostrando una sonrisa burlona.
—Obvio. Superhéroes, acción y el toque cómico de siempre... Estoy en el bote.
Reí y presioné play, sintiendo que ya estábamos en el camino correcto. Ambas nos acomodamos mejor en el sofá, envueltas en la manta. La película comenzó, y no pasó mucho tiempo antes de que nos estuviéramos riendo a carcajadas por las bromas y las situaciones absurdas. Los personajes eran tan inverosímiles que resultaba imposible no disfrutar de cada momento.
En una de las escenas, Rocket, el mapache más sarcástico del universo, se manda una de sus bromas más mordaces. Alex, sin poder evitarlo, soltó una carcajada fuerte.
—¡Ese Rocket me representa! —dijo entre risas. —Sarcástica, pero con un fondo tierno. Me siento identificada.
Yo la miré con cara de "ya sé lo que vas a decir" y respondí sin pensarlo.
—Sí, pero con la diferencia de que el mapache no tiene que lidiar con Christian todos los días.
Alex se echó a reír, casi se ahoga con su propia risa, mientras me lanzaba una mirada de complicidad.
—¡Qué mala eres! —exclamó, mientras se tiraba hacia atrás en el sofá. —Pero tienes razón... Christian me da más dolores de cabeza que los que cualquier mapache podría causarme.
Ambas nos reímos a gusto, disfrutando de la ligera absurda que era la película. Los chistes malos de Star-Lord, los momentos de tensión que terminaban en comedia, y las bromas entre los personajes nos mantenían enganchadas sin esfuerzo. De repente, me sentí más ligera, como si todo lo que había pasado en el día se desvaneciera con cada risa. Era como si el universo de los Guardianes nos hubiera hecho un favor al hacernos desconectar un rato.
En una de las escenas finales, cuando la película se vuelve un poco más emotiva, me di cuenta de que las risas habían dado paso a una calma que necesitaba. Miré a Alex de reojo y la vi con una ligera sonrisa, pensativa pero relajada.
—Vaya, no pensé que una película sobre superhéroes me haría sentir algo. —dijo, mientras se pasaba una mano por el cabello.
—¿Qué, ahora también te vas a poner filosófica? —respondí, bromeando. —Si es por eso, te recomiendo que no veas Avengers: Endgame, porque te tiras tres horas llorando.
Ambas nos reímos otra vez, y aunque había algo de melancolía en la broma, sabía que al menos por ese momento, estábamos bien. Estábamos juntas, riendo, descansando, olvidando por un rato el caos.
Cuando la película terminó, nos quedamos en silencio por un momento. Ninguna de las dos dijo nada, pero el aire ya se sentía diferente. Menos pesado.
—Bueno, ¿qué tal? —preguntó Alex mientras se estiraba, dejando escapar un suspiro. —Esto sí que era justo lo que necesitábamos.
Yo asentí y apagamos la tele. Luego la miré con una sonrisa.
—Sí, definitivamente. Las aventuras espaciales son mucho más fáciles de manejar que los dramas de la vida real.
Ambas nos echamos a reír otra vez, y aunque sabíamos que aún quedaban cosas por resolver, al menos por esa noche, nos habíamos dado el permiso de desconectar un poco.
Después de que apagamos la tele, el ambiente en el apartamento se sentía ligero. La película había hecho su trabajo: nos había desconectado de los problemas, pero también había dejado un espacio de complicidad entre nosotras. Estábamos tumbadas en el sofá, sin querer movernos demasiado, cuando se me ocurrió una idea que, por raro que pareciera, podría hacer que nos riéramos aún más.
—Oye, Alexispisis... —dije con una sonrisa traviesa, mirando hacia ella. —¿Te apetece a hacer un TikTok de estos chorras?
Alex me miró como si hubiera oído mal.
—¿Qué? —preguntó, levantando una ceja. —¿TikTok de esos chorra? ¿Qué tipo de hierba te estás fumando?
No pude evitar reírme. Había visto unos cuantos videos tontos de "trends" y bailes ridículos en TikTok y me había quedado con ganas de hacer uno. Después de todo, ¿quién dice que no se puede ser ridícula de vez en cuando? Además, pensé que sería una buena manera de seguir riéndonos y hacer que esa noche fuera aún más memorable.
—Sí, de esos en los que son bailes tontorrones y te grabas haciendo el inútil. —Me acerqué a su lado y empecé a buscar en el teléfono. —¿Te acuerdas de esos vídeos donde la gente hace cosas totalmente innecesarias y se cae o hace un ridículo monumental? Pues eso mismo.
Alex se quedó pensativa por un momento, pero ya podía ver esa chispa de diversión en su mirada.
—Oh, no, ¿en serio? ¿Tú y yo? —preguntó, aunque ya sabía que estaba más que dispuesta a hacerlo. —Va a ser el video más raro de todo TikTok.
Al rato de grabar el primer TikTok, ambas estábamos aún riendo, relajadas y con ese sentimiento de haber soltado toda la tensión de los últimos días. Pero, de repente, una idea más normalita me cruzó por la cabeza, algo que haría que el nivel de vergüenza no fuese a otro nivel, pero con el tipo de humor que solo se tiene entre amigas.
—Oye, ¿y si hacemos el My Way de Calvin Harris? Es un baile sencillo y chulo —pregunté, con una sonrisa de complicidad, imaginando cómo iba a ser el desastre que estábamos a punto de hacer.
Alex, que estaba medio tumbada en el sofá, se quedó en silencio por un segundo. Pensé que quizás me había pasado de la raya con mi propuesta, pero antes de que pudiera decir algo, su cara se iluminó.
—¿En serio? ¿Lo de hacer la coreografía esa? —preguntó, ya sabiendo a lo que me refería.
—¡Sí! ¡Vamos a hacerlo! —respondí con emoción, sacando el teléfono de nuevo. —Es lo suficientemente normal como para que valga la pena subirlo al menos.
Para los que no estén familiarizados con ese TikTok viral, era ese en el que las personas bailaban una parte de la melodía de "My Way", pero con un juego de manos, como si fuera un típico juego de manos de niños pequeños.
Alex comenzó a levantarse del sofá con una sonrisa maliciosa.
—Esto va a ser un poco caótico, me voy a liar —dijo riendo, ya lista para lo que venía.
—Tranquila, yo también, así que da igual. —admití, mientras abría Tiktok para buscar el audio.
Pusimos la canción y las primeras notas de la música comenzaron a llenar la habitación. En el momento en que la letra comenzó a sonar, comenzamos a "bailar" la mini coreo del baile. Lo tuvimos que repetir varias veces, porque había demasiadas veces que no equivocábamos de brazo, o nos quedábamos congeladas pensando en como se hacía y cosas así.
—Vaya desastre, me he liado un montón de veces —dijo Alex, mientras iba a sentarse de nuevo en el sofá.
—No, si yo también. Que risas. —complementé yo, volviendo también a sofá.
Nos estábamos muriendo de la risa, y cada vez que una de nosotras hacía algo particularmente ridículo, la otra no podía evitar estallar en carcajadas. Había algo mágico en esos momentos en los que te dejas llevar por la tontería sin importarte cómo te vean los demás. Era solo nosotras dos, la canción y todo el caos que estábamos creando.
Cuando estuvimos acomodadas en el sofá, nos pusimos a ver todos lo videos que habíamos hecho durante nuestros intentos, que eran entre desastrosos y normalitos, sinceramente.
—Este fue un desastre. —dijo Alex, todavía con una sonrisa de satisfacción, mientras miraba el video.
—¡Pero es divertido! —respondí, mirando el teléfono, que ya había grabado el video entero. —¡Va a ser un hit, seguro!
Subimos el video a TikTok, riendo entre nosotras mientras lo hacíamos, sabiendo que probablemente no iba a ser algo "perfecto" o a tener millones de vistas, pero al menos habíamos conseguido algo mucho mejor: una noche de risas y recuerdos que nos harían sonreír cada vez que lo viéramos.
Mientras esperábamos los primeros comentarios o reacciones, nos recostamos una vez más en el sofá, disfrutando del caos que habíamos creado juntas, sabiendo que no necesitábamos nada más para sentirnos bien.
Las horas parecían haberse desvanecido entre risas, TikToks y conversaciones que fluían como si el tiempo no existiera. Cuando miramos el reloj, ambas nos quedamos sorprendidas al ver que ya eran casi las tres de la mañana.
—Dios... ¿cómo hemos llegado a esto? —dijo Alex, sentándose en el sofá mientras se estiraba. —Casi me duermo aquí mismo.
—Yo también —respondí, sintiendo cómo mi cuerpo comenzaba a dar señales de agotamiento, a pesar de lo divertida que había sido la noche. —Ha sido una locura, pero menuda noche.
Ambas nos levantamos del sofá, estirándonos y moviéndonos con ese cansancio que solo da el saber que has pasado el tiempo de la mejor manera posible. Caminamos hacia mi habitación, donde todo seguía igual que antes, pero el aire parecía distinto: más relajado, más en paz.
—No puedo creer que hayan pasado tantos años sin vernos. —comentó Alex mientras entrábamos en la habitación. —Parece que ha sido solo ayer cuando estábamos en la hípica, con trece años y un millón de problemas en la cabeza.
—Yo también lo siento así. Como si el tiempo se hubiera detenido entre las dos, en algún momento del pasado. —respondí, dejando mi teléfono en la mesa de noche y comenzando a quitarme los zapatos.
Alex sonrió, se dejó caer en la cama con un suspiro de cansancio, y yo me acomodé junto a ella, tapándonos con las mantas. La noche estaba tranquila, y aunque sabíamos que las cosas seguían cambiando a nuestro alrededor, en ese momento, era como si el mundo estuviera fuera de foco, y solo existiéramos nosotras dos en ese espacio.
—Es raro, ¿no? —comentó Alex después de unos segundos de silencio. —Hace apenas unas horas estábamos hablando de todo lo complicado... y ahora... estamos aquí, tan tranquilas.
—Sí, es raro. —respondí, sin querer poner palabras a lo que sentía, porque sabía que todo estaba más claro en ese momento de lo que había estado en mucho tiempo. —Pero también es bonito, ¿sabes? Tener a alguien con quien compartir estos momentos, sin más complicaciones. Como si todo fuera más sencillo por un rato.
Nos quedamos en silencio, simplemente escuchando la quietud de la noche. El suave murmullo del viento fuera de la ventana, el sonido lejano de la ciudad, y nuestras respiraciones casi sincronizadas. Sin hacer nada, pero sintiendo todo lo que necesitábamos sentir: esa sensación de amistad verdadera, de confianza inquebrantable, de que el tiempo, aunque pasara de forma inevitable, siempre nos uniría de alguna manera.
—Te echo de menos, Alma. —susurró Alex, cerrando los ojos.
—Yo también. —respondí, sonriendo levemente. —Pero ya estamos aquí, ¿no? Juntas. Y eso lo cambia todo.
Nos quedamos dormidas, arropadas por el silencio, sabiendo que el futuro sería incierto, pero también que no importaba tanto mientras nos tuviéramos la una a la otra.
Me desperté lentamente, aún medio dormida, y sentí la cálida luz del sol filtrándose por las cortinas. Miré el reloj y vi que ya eran las 11:00. No pude evitar sorprenderme. Había dormido mucho más de lo que pensaba, pero me sentía bien. La noche anterior había sido una de esas noches raras y espontáneas, que se quedan en tu memoria por lo livianas que son.
Miré a mi lado y vi a Alex aún dormida, abrazada a la almohada como si no tuviera ganas de dejar el sueño. Sonreí con suavidad al verla, recordando lo mucho que había cambiado nuestra relación desde que nos reencontramos. Pero ya era hora de levantarse.
Me acomodé entre las sábanas y estiré los brazos. Aún sentía un poco de sueño, pero ya sabía que, si seguía en la cama, no me iba a sentir bien el resto del día. Escuché un ruido detrás de mí, y cuando me giré, vi a Alex levantándose con una sonrisa de satisfacción, como si ella fuera la única que no necesitara horas para empezar el día.
—Vamos, Alma. —dijo con una sonrisa traviesa mientras me sacudía la manta. —¡Despierta! Es casi mediodía.
No pude evitar reírme entre risas adormiladas. La verdad es que estaba siendo una mañanita bastante tranquila, pero su energía era suficiente para hacerme mover.
—¡No puede ser! —respondí, con la voz entrecortada por el sueño. Pero después de su insistencia, finalmente cedí y me senté en la cama, aún sin creerme lo tarde que era. Me froté los ojos y, con una sonrisa tonta, me puse a estirarme.
—Está bien, está bien... —dije mientras me levantaba con un suspiro. —Lo que sea por que no me pegues con las almohadas.
Ambas nos levantamos, aunque yo, siendo completamente honesta, seguía luchando contra las ganas de volver a acurrucarme bajo las sábanas. Pero el día ya había comenzado, así que me dirigí al baño mientras Alex se adelantaba para ir a la cocina.
Al volver, ya había comenzado a preparar el desayuno. Me sentí un poco culpable por no haberme adelantado yo, pero también sabía que Alex se había encargado de que el día no se quedara en un simple despertar.
La cocina estaba tranquila, con ese aire cálido de la mañana que hacía que todo pareciera aún más acogedor. Me acerqué y vi que estaba preparando tostadas con aguacate y huevos revueltos. No podía quejarme, la verdad.
—Te has currado esto, ¿eh? —dije, mientras me sentaba en la mesa y me dejaba caer en la silla.
—Un poco de todo para arrancar el día —respondió Alex con una sonrisa, revolviendo los huevos con destreza. —Es lo mínimo, Alma. Después de todo, ¿no me dijiste que querías un desayuno en condiciones?
Me reí mientras me servía un vaso de agua y me preparaba para comer. La verdad es que sí, tenía hambre, y después de todo lo que habíamos vivido anoche, necesitaba algo que me devolviera la energía.
—¿Cómo has dormido? —le pregunté mientras comía la primera tostada.
—Bien... aunque me siento rara. Como si aún estuviera procesando todo lo que ha pasado en estos días. —respondió, mirando el plato. —Y tú, ¿cómo te sientes?
Pensé por un momento antes de responder. Había tantas cosas que no había procesado aún. El reencuentro con Lando, todo lo que había pasado en la hípica, y cómo me había sentido al estar de nuevo aquí, en este espacio tan familiar, pero con tantas cosas cambiadas.
—Rara también, pero bien. —respondí, mirando a Alex con una sonrisa. —No sé. A veces las cosas simplemente encajan, aunque no entiendo cómo. Pero creo que todo está tomando forma.
Alex me miró por unos segundos, como si estuviera considerando algo importante.
—Sí, es curioso cómo el tiempo hace que las piezas encajen en su sitio. —dijo, pensativa. —Es como si siempre estuviera esperando este momento para que todo tuviera sentido.
Nos quedamos en silencio mientras terminábamos de desayunar, disfrutando de la simpleza del momento, pero también conscientes de que este día, aunque parezca tranquilo, estaba lleno de historias que aún quedaban por contar.
Mientras terminaba de desayunar, tomé el teléfono que había dejado sobre la mesa, mirando sin mucha intención las notificaciones que había recibido. De pronto, recordé el TikTok que grabamos anoche, y decidí echar un vistazo para ver cómo había ido. Era algo que habíamos hecho por pura diversión, pero, al ser ambas algo conocidas en redes, siempre esperaba que tuviera algo de éxito. Alex y yo nos habíamos reído tanto, y ahora me parecía una forma de dejar ir la tensión de la noche.
Deslizando la pantalla hacia arriba, vi que el número de likes se iba disparando. Miles. Un par de miles más, y estaba claro que el video se había vuelto viral entre nuestros seguidores. No me sorprendía, pero al mismo tiempo me dejaba una pequeña sensación de orgullo. Era divertido y, además, genuino. No habíamos fingido ni planificado nada, solo estábamos disfrutando del momento.
Mientras pasaba de una notificación a otra, algo me detuvo en seco. Entre los miles de comentarios y likes, vi uno que me dejó completamente atónita: Lando Norris. Mi corazón dio un vuelco instantáneo. No podía ser. No quería pensar en ello, pero me sentí como si una ola de recuerdos me envolviera. La imagen de Lando me saltó inmediatamente a la cabeza, como si hubiera vuelto a los días en los que éramos inseparables.
Me quedé paralizada mirando la pantalla. La mente me empezó a hacer preguntas. ¿Cómo había llegado a ver el video? ¿Lo había buscado? No sabía si sentirme sorprendida, incómoda o incluso confundida. Era como si la reacción de Lando, un like tan simple pero cargado de significado, me hubiera hecho volver a entrar en un mundo que había intentado cerrar.
Intenté no darle demasiadas vueltas, pero la curiosidad me superaba. Miré el like una vez más, tocando su nombre, esperando ver algo que me diera más pistas. No pude evitar pensar en lo extraño de la situación. Era solo un like, pero todo el contexto me desbordaba.
—¿Qué pasa? —preguntó Alex, dándome un pequeño codazo. No me había dado cuenta de que me estaba mirando en silencio mientras yo seguía absorta en la pantalla.
—Mira —dije, casi en un susurro, mientras le mostraba el teléfono. —¿Lo ves? Es Lando.
Alex se inclinó hacia adelante, y vio el perfil de Lando con el corazón rojo en la pantalla. Su expresión pasó de sorpresa a una sonrisa un poco pícara.
—¿Lando? —dijo, con una risa divertida. —Vaya, parece que alguien sigue tus movimientos.
Lo que ella no entendía era que, para mí, no se trataba solo de un like en un video cualquiera. Era una señal. Y no sabía si era algo bueno o algo que aún tenía el poder de descolocarme, pero lo que sí sabía es que, por alguna razón, mi mente no podía dejar de pensar en esa pequeña interacción. Algo tan sencillo, pero que, de alguna manera, parecía marcar el principio de algo mucho más grande.
—No sé qué pensar —respondí finalmente, dejando el teléfono sobre la mesa y tratando de concentrarme de nuevo en el desayuno. Mi estómago estaba lleno, pero no pude evitar sentir un nudo en el pecho.
Alex me miró con una expresión algo traviesa.
—Solo un like, Alma. No te hagas ideas.
Pero, ¿cómo no hacerlo? Mi mente seguía dando vueltas alrededor de Lando y esa pequeña interacción que, aunque simple, me hacía sentir como si todo el pasado que había tratado de dejar atrás volviera de repente a mi vida.
Alex se recostó en la silla y me observó con una mezcla de curiosidad y diversión. Su mirada, como si leyera mis pensamientos, me hacía sentir un poco más vulnerable, pero también como si no pudiera ocultar lo que realmente pensaba.
—Venga, no te pongas así —dijo con una sonrisa cómplice—. Un like no significa nada. No te pongas a darle vueltas a algo tan pequeño.
Yo suspiré, mirando el teléfono y, por un segundo, perdiéndome en la pantalla. No podía evitarlo, no solo porque el like viniera de Lando, sino porque era como si de alguna manera, esa simple acción me hubiera recordado el tiempo que pasamos juntos. Los buenos momentos, las risas, las peleas, todo lo que sucedió. Y luego, la forma en que todo terminó.
—No es solo un like, Alexis —respondí finalmente, sintiéndome algo más seria. —Es Lando. ¿Sabes lo complicado que es cuando alguien con quien estuviste, con quien compartiste tanto, aparece de nuevo en tu vida así, sin previo aviso? A veces, es como si todo lo que creíste que habías superado se desmoronara en un segundo.
Alex se recostó aún más en la silla y cruzó los brazos, observándome con atención, sin interrumpirme. Sabía que entendía lo que estaba diciendo, aunque tal vez no lo había vivido de la misma manera, pero estábamos encaminadas. Al fin y al cabo, las situaciones eran diferentes.
—Tienes razón en eso —respondió con un tono más serio—. Yo lo pasé con Carlos, ¿recuerdas? Después de todo lo que pasó, de repente, la nada, y ahí estaba él. Es como si las cosas que dejaste atrás no se quedan en el pasado, sino que siguen acechándote.
Asentí lentamente, reconociendo lo que decía. Alex, a pesar de su actitud relajada, había tenido que enfrentarse a muchas cosas difíciles con Carlos, y yo sabía que su relación con él también había sido complicada.
—Sí... y lo peor es que no sé qué hacer con eso. ¿Qué significa que le haya dado like a un video tan inútil? —mi voz sonaba algo frustrada, pero no sabía cómo ponerlo en palabras.
Alex se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando lo que debía decirme. Finalmente, suspiró y dejó escapar una sonrisa amable.
—Alma, lo que está claro es que este like no cambia lo que pasó entre vosotros. No importa lo que haga o deje de hacer ahora. Quizás él solo vio un video divertido y le dio like porque le pareció gracioso. Pero eso no significa nada respecto a lo que compartieron ni a lo que tú sientes.
Me quedé pensativa, tomando sus palabras en cuenta. Tenía razón, claro, pero también sentía que algo dentro de mí se agitaba con ese simple gesto de Lando. Tal vez no era el gesto en sí, sino lo que representaba, lo que significaba para mí.
—Sí... supongo que tienes razón —dije, aunque mi mente seguía inquieta. —Es solo un like. Pero... a veces, es como si no pudiera dejar de pensar que todavía hay algo ahí. Algo que no se ha cerrado del todo.
Alex me miró con una mezcla de comprensión y simpatía, y luego se inclinó un poco hacia adelante.
—Eso lo decidirás tú, Alma. Tú eres quien tiene que cerrar ese capítulo si realmente quieres seguir adelante. Nadie más lo hará por ti, y el like de Lando no va a cambiar lo que tienes ahora. Lo que sientes, lo que es importante para ti. Y, sobre todo, lo que te hace feliz.
Mis ojos se encontraron con los de Alex, y por un momento, sentí una tranquilidad sutil. Ella siempre había sido buena para darme ese tipo de perspectiva, aunque no siempre tuviera todas las respuestas. Al final, me di cuenta de que el control sobre lo que quería hacer con esa información estaba en mis manos.
—Tienes razón... Como siempre —respondí con una ligera sonrisa. —Supongo que necesito dejar de darle tantas vueltas.
Ambas nos quedamos en silencio por unos momentos, hasta que finalmente Alex rompió el silencio con una pequeña risa.
—Y, por favor, no vayas a empezar a stalkear su perfil. Que sé cómo eres, Alma.
Me reí, sabiendo que tenía toda la razón. No quería volver a hacerme más preguntas sin respuestas.
—Lo prometo —respondí, aunque una parte de mí no podía evitar preguntarse cómo reaccionaría si Lando volviera a aparecer en mi vida, de la manera que fuera.
Después de la conversación con Alex, algo dentro de mí cambió. Necesitaba desconectar. Toda la tensión que había acumulado las últimas semanas, el reencuentro con Lando, la incertidumbre sobre mi vida y todo lo demás... ya era demasiado. Y aunque sabía que no podía evadir la realidad para siempre, también sabía que un descanso de todo eso no me vendría mal.
Miré a Alex, quien parecía tan dispuesta a seguir mi plan como yo a llevarlo a cabo. Ya sabíamos lo que queríamos: un día sin estrés, sin presiones. Solo nosotras, un poco de tiempo para nosotras mismas.
—Hoy vamos a hacer día de compras, pero de esas en las que no te importa si necesitas algo o no. Solo vamos a disfrutar, a ver ropa, probar lo que se nos ocurra y reírnos —dije, mientras me levantaba del asiento, sintiendo una pequeña chispa de emoción. Necesitaba hacer algo sencillo, algo que me hiciera sentir que el control volvía a mis manos, aunque fuera por unas horas.
Alex sonrió de inmediato, sabiendo perfectamente a qué me refería. No se trataba de comprar por comprar, sino de hacer el ridículo, de probar cosas que nunca usaríamos y, si salía mal, reírnos de eso.
—¿Un día de compras sin sentido? —dijo, levantando las cejas—. Me apunto. Necesitaba un poco de locura. Además, ¿quién no disfruta de unas buenas risas entre amigas?
Asentí, sintiéndome más ligera al escucharla. Sabía que este día sería la distracción perfecta.
Rápidamente, me puse una chaqueta ligera, sin pensarlo demasiado. No tenía ganas de complicarme con nada. Estaba decidida a disfrutar el día, sin nada que me pesara.
Salimos del apartamento y sentí el aire fresco de la mañana en mi rostro. Algo en esa brisa me relajó, me despejó la mente un poco más. Alex caminaba a mi lado con su usual energía, y me contagiaba la sensación de que, al fin, hoy no había lugar para el estrés ni para las dudas.
Al llegar a la primera tienda, lo primero que hice fue dirigirme hacia la sección de ropa que normalmente jamás elegiría, algo que me hiciera sentir fuera de lugar. Vi una chaqueta color neón, completamente exagerada, y me la lancé a los hombros.
—Mira esto, Alex —dije, mientras me miraba al espejo, riendo al instante. Ella se acercó y comenzó a reír también. Era tan ridícula, pero de alguna manera, me sentía libre al no preocuparme por lo que los demás pudieran pensar.
—Eso sí que es... un look, ¿eh? —dijo ella, entre risas.
Nos metimos en los probadores con montones de ropa que, probablemente, nunca usaríamos, pero que nos hacían sentir como si estuviéramos participando en una especie de desfile de moda que solo existía para nosotras.
Probamos todo lo que se nos ocurrió: vestidos demasiado cortos, blusas de colores imposibles, chaquetas que ni siquiera combinaban entre sí. Nos mirábamos en el espejo, hacíamos poses exageradas y nos moríamos de la risa.
—Si te compras eso, prometo que nunca más te hablo —dijo Alex, señalando un par de botas altísimas que yo había decidido probarme, con mi altura ya de por sí considerable. Era una mezcla entre un look de modelo y de cómica.
—¿Qué pasa, no te gusta mi estilo? —respondí, poniendo cara de diva, mientras nos ambas nos reíamos aún más.
Lo mejor de todo era que no había ningún juicio en todo eso, solo diversión pura. Probamos ropa de todo tipo, sin la presión de tener que pensar en lo que los demás esperaban. Solo éramos dos amigas que se daban permiso para ser absurdas, para dejarse llevar por el momento.
Mientras caminábamos entre las tiendas, me sentí completamente absorbida por la atmósfera. No había espacio para pensar en Lando, ni en mis dudas sobre lo que había sucedido con él. Hoy solo había espacio para disfrutar, para ser yo, sin las expectativas del mundo ni las de mí misma.
Cuando al fin terminamos, con las manos llenas de bolsas y una sonrisa en el rostro, supe que este día había sido lo que necesitaba. No resolvió mis problemas, ni trajo respuestas a mis preguntas, pero por unas horas, me había desconectado de todo eso. Y eso, en ese momento, fue suficiente.
Al llegar de vuelta al apartamento, exhaustas pero felices, Alex me miró con una sonrisa cómplice.
—¿Lo repetimos pronto? —preguntó, todavía con una risa nerviosa por lo ridículo de todo lo que habíamos probado.
—Claro —respondí, mientras dejaba las bolsas sobre la mesa y me dejaba caer en el sofá. —Creo que me hacía falta un día como este.
Al menos, por hoy, no tenía que preocuparme de nada.
Después de unas horas más de charlas, risas y una buena dosis de tonterías entre las tiendas, el sol comenzó a descender, marcando el final de un día inesperadamente relajante. Alex había decidido que ya era hora de volver a su casa, y aunque había disfrutado enormemente de nuestra compañía y el día de compras sin sentido, sentía que también necesitaba su espacio.
Mientras las últimas luces del atardecer se colaban por la ventana, me levanté del sofá para acompañarla hasta la puerta. Habíamos pasado un día agradable, alejado de todo lo que nos preocupaba, y eso me había hecho sentirme más tranquila, aunque no resolviera todas mis dudas.
—Creo que esto ha sido justo lo que necesitaba —dije, mientras cogía la chaqueta que había dejado tirada sobre la silla. Alex sonrió, ya con el abrigo puesto y las llaves en la mano.
—A mí también, Alma. No sé si me siento más relajada o más cansada de tanto reír —respondió con una sonrisa que todavía reflejaba lo bien que se había sentido.
La acompañé hasta la puerta, y antes de salir, se giró y me miró, como si fuera a decir algo serio, pero terminó por sonreír con complicidad.
—Oye, cuando quieras repetir, ya sabes —dijo con tono juguetón.
—Sí, claro, pero la próxima vez no me hagas probarme esas botas imposibles —respondí riendo, recordando lo ridículas que fueron algunas de nuestras elecciones. Alex se rio y luego asintió.
—Trato hecho. Nos vemos pronto, Alma. Cuídate —dijo mientras me abrazaba, y luego salió por la puerta.
La escuché cerrar suavemente, y por un momento me quedé quieta allí, en el umbral de la puerta, con una sensación extraña. Por un lado, me sentía mucho más ligera que cuando nos despertamos esa mañana, pero por otro, algo seguía rondando mi cabeza. Me apoyé en la pared unos segundos, dejando que la calma del día se asentara en mí.
Luego, sin pensarlo mucho, volví al salón, me dejé caer en el sofá y suspiré. Me había hecho bien salir, reír y disfrutar de un día como ese, pero la realidad seguía ahí, a la vuelta de la esquina. No podía evadirla por siempre.
Miré el teléfono por inercia, pero no había mensajes nuevos. Al menos hoy, no. Con un leve suspiro, me dejé caer más atrás en el sofá, mirando al techo, preguntándome qué me depararía el futuro, y si, en algún momento, sería capaz de tomar decisiones que realmente me hicieran sentir en paz conmigo misma.
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