𝐈. 𝐂𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐚ñ𝐨𝐬.

Mi memoria solía darme muchas malas jugadas constantemente, por no decir que a diario. No eran todos los días... Al menos no de manera tan consecutiva.

El caso, mi mente me daba malas bromas y jugarretas para nada divertidas y hasta muy castrosas. Una de ellas había sido al tratar de recordar cómo se veía Link.

Mientras hacía que mi caballo acelerara el paso para llegar más rápido a la meseta, trataba de recordar cómo era su rostro, sus facciones. Pero quedé sorprendido al darme cuenta de que todo sobre su apariencia me era borroso, no podía verlo en mi mente. No era más que una silueta, una de las miles que se habían desvanecido en mí sin que yo me diera cuenta hasta el día de hoy en que parecía que a partir de ahora todo se centraría en recordar mi pasado, algo que nunca quise hacer por lo trágico y doloroso que es. Otra más de las sucias jugadas de mi consciencia, recordarme todo lo que odio, todo lo malo del ayer.

¿Qué gano con eso? No me gustaba abrir viejas heridas porque esas son luego las que más tardaban en sanar y las que más dolorosas eran. Si me ponía a recordar todo, solo me hacía daño a mí mismo. ¿Pero por qué insistía tanto en forzarme a recordar cada detalle? Incluso si toda mi vida llegara de golpe, hablamos de más de cien años de memoria... Podría hasta morir de una jaqueca, así que eso es lo que menos debo de hacer. Recordar. Solo me hiero y eso está mal.

Mi caballo se detuvo sacándome de mis pensamientos cuando por fin llegamos al muro. Y bajé de inmediato mientras me alejaba para divisar qué tan alto era, calcular qué tan difícil sería escalar y qué tanto tiempo me tomaría. Y caí en cuenta de que sí, era demasiado elevado. Intentar subir sería suicida...

Pero eso no me importaba en realidad.

Traté de trazar una ruta en mi mente, buscando desviaciones en la pared que me dejaran descansar y pararme, en un tipo de escalinata.
Habían tantos caminos posibles, pero debía escoger con sabiduría cuál de ellos iría a tomar. Si daba un paso en falso, moriría. Escoger el que me lleve más rápido también era el que menos confiable era, pues podía ver escombro caer de algunas grietas que me permitían apoyarme.

Me preparé mentalmente, inhalando mientras me alejaba para después correr y tomar impulso para dar el primer y gran salto. Casi resbaló, pero logré mantenerme sujetado antes de subir con esfuerzo y apoyar mi pie en el borde que me dejaba. Solté algo de escombro.
Extendí mi mano a una roca, que me lastimó cuando sentí las astillas y piedras enterrarse con fuerza en mi palma y mis dedos ampollados. Mi muñeca derecha impactó con rudeza.

Pero nada de eso era importante.

Apoyé mi otro pie sobre una roca más. Durante estos cien años sin hacer el mismo ejercicio que antes, todo me estaba siendo jodidamente complicado ahora. Había perdido la costumbre por completo de hacer actividades así. Pero mi cuerpo aún recordaba un poco de los entrenamientos a los que fui sometido. Mi esmero y perseverancia continuaban. Eso era bueno.
Me apoyé sobre otro borde con mi mano, subiendo un poco más y mirando arriba. Tocaba ahora un gran salto y debía hacerlo bien. Si quería llegar, debía buscar la roca saliente que más resistente se viera. Si saltaba desde la que estoy, se derrumbaría y junto con ella, yo. Así que miré abajo, sintiéndome mareado y ese sentimiento de miedo me invadió.

Pero debía continuar.

Subí un pie a un lado menos hueco y más resistente, y al instante con todas mis fuerzas di un brinco, estirando mi mano hasta tocar una rama que sobresalía del muro.
No tenía dónde apoyarme de los pies, así que una vez me sujeté, de inmediato mi cuerpo fue hacia abajo, y aún sujeto a la rama la inercia me llevó a golpearme contra el muro rocoso y jadeé.

Vaya que dolía.

—Vamos, no puedes darte por vencido —Me dije a mí mismo mientras me aferraba a la rama y buscaba otra roca. De inmediato llevé mi mano contraria a esa y comencé a escalar, sin apoyarme de los pies.
Solo usaba mis manos. La que sostenía la rama ahora fue a sujetarse de un hueco en el muro, dónde sentía la tierra caer sobre mis dedos.

No sabía cuánto más iría a resistir. Estaba muy cansado, pero al menos ya había llevado gran parte del muro escalado.

—Mierda... Esto no puede estar pasando —Me quejé cuando me di cuenta de que ya no tenía dónde más sujetarme. Y estando colgado, tarde o temprano mis manos se cansarían. Debía apoyar mis pies sobre algo y descansar un poco.

Miré arriba.

Dar un salto era arriesgado, acá si caía, no tendría dónde quedar. Así que iría en picada directo al suelo y moriría. Bueno... Soy inmortal así que no. Pero si caía, sufriría contusiones y fracturas, nadie pasaría por allí y...

Joder. Debía ser cuidadoso.

Traté de tranquilizarme, aclarando mi mente y pensando qué hacer a la vez que suspiraba.
Debía idear un plan de inmediato. Mis dedos empezaban a doler mucho.
Mi mano derecha resbaló, y me asusté cuando un trozo de escombro amenazaba con caer sobre la mano que todavía me sostenía. Si eso pasaba, mis dedos se facturarían, el dolor no me dejaria soportarlo y naturalmente, me soltaría.

Vamos, ____... Piensa, piensa, ¡piensa!

No tenía de otra. Ya me hallaba rezando a las diosas por que esto funcionara.
Apoyé mis pies contra la pared y di el salto más alto que pude haber dado, rozando apenas el borde de la meseta y sujetándome a duras penas.
Solté un grito desesperado cuando resbalé, y ahora me hallaba otra vez colgando, pero ya muy cansado. Y nuevamente me golpeé contra la pared.
Inhalaba y exhalaba hondo, intenté subir pero no tenía fuerzas. Mis dedos empezaban a resbalar, y mi mano restante se hallaba dolorida. Incluso puedo sentirla arder y empezar a formar más ampollas.

—... No, por favor —Y por fin mi mano se soltó. De inmediato fui de espaldas, pero por instinto extendí mi mano incluso si no tenía fuerzas para sujetarme o esperanzas de que algo me salvara.

Cerré mis ojos aceptando la situación, antes de sentir una firme mano sostener mi muñeca con fuerza, haciéndome abrir mis ojos y mirar hacia arriba para ver de quién se trataba.

Las lágrimas amenazaban con salir.

Y lo había recordado de una manera tan clara, fugaz, hermosa, pero tan efímera que ardía. Una azulada mancha de ilusión en lo oscuro de mis pesares tras la sensación de estar a punto de “morir”. El héroe legendario se había hecho presente ayudándome. Sus profundos ojos color zafiro me miraban con sorpresa, y su rubio cabello tan dorado como el sol se movía con la brisa que llegaba al estar en un lugar tan alto como lo era la meseta.

Aquel que me había salvado se trataba del héroe de Hyrule, el campeón legendario, Link.
Tal cual lo recordaba (aunque de manera muy vaga). Por fin la silueta de mi mente se aclaró y me dejó ver a aquel valiente guerrero de túnica azul en mi memoria en cuanto vi su rostro en este momento, llenándome de sentimientos que son difíciles de expresar, pero destacando por sobre todo, la nostalgia. Una nostalgia de los momentos (también borrosos) que pasamos juntos. Nuestras batallas, discusiones, metas, sueños, logros y demás. Todo lo bueno y malo que pasamos hace cien años. Era doloroso, nostálgico, pero a la vez tan reluciente y precioso, un masoquismo al recordar, pues me gustaba la imagen de ambos estando juntos, por más que me doliera saber que esos momentos ya pasaron y que nada podría ser igual.

Caí en cuenta de que tengo mis memorias revueltas y desordenadas. Supongo que mi mente no guarda bien tantos recuerdos tras cien años de trabajo. Pero era una suerte el no haber olvidado a alguien como él. Por otro lado, mala jugada me daba recordándome el peor de mis días, en que empezó la calamidad. Ahora no fue la excepción en que mis pensamientos me recordaron aquel jodido día, pero traté de aclarar mi mente. Ahora mismo, en este preciso día, Link por fin había despertado.
Tardó cien años, pero le toca por fin cumplir con su destino. ¡Sabía que no me equivocaba cuando vi las torres elevarse! Él tenía que ver con todo esto. Al fin un poco de esperanza había despertado en mí... Solo deseaba que esa esperanza no fuera una simple ilusión. Aunque lo dudaba... Link nunca fallaba.

Ahora me hallaba observando sus orbes azules. No veía sentimiento alguno en ellos... O sí, pero me era complicado expresar con exactitud. ¿Nostalgia? ¿Tristeza? ¿Preocupación? Se veía confundido, pero a la vez se veía serio. Ese era el Link que yo recordaba, sin duda. Aunque me era extraño verlo en viejos ropajes pequeños y color crema. No mostraba el mismo heroísmo que cuando usaba esa magnífica túnica azul que demostraba carácter y firmeza. Aunque acá entre nos, el verde le quedaría mejor.

Todo estaba en un profundo silencio que realmente se disfrutaba a pesar de la aterradora situación en la que me encontraba. Decidí cortar ese silencio, algo confundido y sin saber qué decir. ¿Qué le diría a mi mejor amigo, después de cien años de no verlo?

—Link... —Mal comienzo, diría yo.

—... ¿Por qué intentabas escalar? —Preguntó, frunciendo su ceño y usando sus fuerzas para ayudarme a subir a la meseta por fin. Ambos caímos cuando se logró, pero yo jadeaba demasiado.

—No tenía cómo más subir —Le expliqué, apoyándome con las manos aún recostado y jadeando. Sentía el sudor resbalar por mi frente y nuca; y el ardiente sol dando a mi negro y largo cabello no ayudaba —. Las torres se elevaron, sabía que habías despertad-... —Quedé en shock cuando él se levantó y me apuntó con una espada oxidada que había sacado de su espalda. La sostenía con mucha firmeza, y me aterró ver sus profundos ojos juzgándome. Su rostro se veía oscuro por la sombra, dado que le estaba dando la espalda al sol.

Sin duda, una imagen aterradora.
Era la primera vez en toda mi vida en que veía a Link de esta manera. En varias ocasiones lo había visto mirar así, pero solamente a sus enemigos; era una manera de intimidarlos y hacerles saber que no tenía miedo. Esa mirada que expresaba odio y demostraba que no tenía piedad de quien estaba en frente suyo.

Y ahora, así, con esos ojos helados me estaba viendo a mí por primera vez.

Y me dolía.

—¿De dónde me conoces? —Ahora podía notar desconfianza, pero en ningún momento bajaba la guardia. Y de inmediato me puse alerta. Algo no andaba bien —. Dime quién eres. Ahora —Exigió, cambiando el tono serio de su voz a uno más ronco y firme.

Analicé bien todo, bajando un poco la mirada y observando mi mano apoyada en el suelo.
Si Link había dormido por cien años, no sería de sorprender que haya perdido sus memorias, lo habíamos pensado anteriormente. No obstante mi apariencia también había cambiado. Crecí dos años más antes de quedar atorado a la edad de los diecinueve tras mi maldición, mi cabello estaba jodidamente largo, me veía muy ojeroso y cansado, no era el mismo que antes.

Aun así, no debía tratarlo con confianza. Recién nos estamos viendo y la primera teoría no debería ser descartada.

—Soy ____ —Le expliqué, mirándolo a los ojos para que supiera que estaba diciendo la verdad —. ¿Acaso no me recuerdas...?

—... No te conozco —Volteó los ojos a un lado, algo apenado, antes de suspirar mientras los cerraba para después volver a abrirlos y mirarme —. No recuerdo nada... Pero tampoco pienso darte mi información. No puedo confiar en ti.

Así que sí me había olvidado. Le seguí mirando, sin bajar la guardia, y continúe hablando.

—V-vale... —Me hinqué sobre mis rodillas, mientras alzaba mis manos en son de paz y dejaba mi arco a un lado para mostrarle que no quería lastimarlo —Puede que decirte lo que sé de ti te pondría más alerta, pero no tengo cómo más hacerte saber que no soy ningún peligro —Le dije, y agaché un poco la mirada —. Primero que nada, gracias por ayudarme a subir —Asintió —. Ahora sí... Sé que saliste del santuario de la vida, y que allá encontraste la tableta Sheikah... —Me miró con sorpresa —Esa tabla... Te ayudó a elevar las torres. Y si no estoy mal, quizás a reactivar los santuarios —Y bajó la espada de a poco —. Antes de tu letargo solíamos ser amigos...

—¿Qué?

—¡Oh, jo, jo! —Ambos miramos a un anciano bajar en una paravela mientras soltaba sonoras carcajadas, posándose frente a mí y extendiendo su mano para ayudarme a levantar.

Abrí mis ojos sorprendido.
Se trataba de Rhoam Hyrule, el rey. ¿Cómo demonios podía seguir vivo? Él también había sucumbido ante el cataclismo... Y si no fue por eso, el pasar de los años, él-...

—Vaya, joven. Eres el primero en todo Hyrule en lograr escalar el muro de la meseta. ¡Felicitaciones! —Y acepté su mano, de inmediato me paré y ni siquiera sacudí mi ropa.

—¡Usted es-...! —Callé ante su seria y firme mirada. Quedó entre nosotros dos antes de mirar a Link.

—Chaparro, dame un momento a solas con el joven. Necesitamos hablar —Le explicó. Link me fulminó con la mirada antes de asentir y dar media vuelta, alejándose y sentándose sobre una roca cerca de la torre.

Al parecer sí recordaba al rey... supongo.

—U-usted es-...

—No contaba con que tras estos años continuaras vivo... y joven —Resaltó, mirándome de pies a cabeza.

Ahora que lo analizaba, era la primera vez que él me veía tan jodido. Me daba hasta vergüenza.

—Puedo decir lo mismo... Menos lo último —Me burlé un poco, pero mantenía mi expresión neutra. Él por otro lado, sí rió un poco —... ¿Ha estado vivo...? ¿Y aquí...?

—Estoy muerto... Mi espíritu logró permanecer. He estado esperando a Link para guiarlo —Me explicó, mirando al rubio que observaba asombrado el castillo de Hyrule. Y me di cuenta de que el lugar estaba rodeado nuevamente por aquella oscura aura maligna perteneciente a Ganon —. Tal como temíamos, ha perdido sus recuerdos. No contaba con que tú llegaras.

Apreté mi pecho con fuerza, aún mirando el castillo —Zelda me encomendó guiarlo —Le expliqué, pero no recordaba ese momento. Solo sé que pasó —. Debía cumplir eso. Me mantuve hasta mis diecinueve antes de ser maldecido... O bendecido, no sé de qué manera verlo —Dije, y lo miré —. Pero he de admitir que ahora que Link despertó me ha servido mantenerme así... Si usted me permitiera ayudarlo acá en la meseta...

—Aún nos falta ver si recuerda por lo menos sus entrenamientos y si está capacitado para vencer a Ganon —Dijo —. Mantiene la resistencia suficiente para escalar torres altas como aquella —Señaló la torre de la meseta —, y se ha enfrentado a un par de monstruos saliendo ileso. Pero toca ponerlo a prueba con los santuarios...

—Solo el héroe legendario puede abrirlos usando la tableta Sheikah... Me sorprendió ver que la tenía, pero eso explica muchas cosas... —Y observé a Link. Él aún continuaba mirando al frente.

—Escucha, ____ —Me habló, y lo miré —. Quiero que lo acompañes mientras está en la meseta. Por el momento hay que ser discretos con el tema de la calamidad... No queremos abrumarlo y ponerle todo ese peso de la nada. Hay que prepararlo primero...

—Entiendo —Suspiré —. ¿Pero cómo hago para ganarme su confianza? Es muy necio... O bueno, era muy necio...

—Y lo sigue siendo, un poco —Empezó a caminar, y lo seguí hasta llegar donde el rubio se hallaba con los ojos cerrados, posiblemente meditando —. Pero de eso me encargo yo —Y llegamos por fin donde él —. Link, veo que has sido algo grosero con ____. Sabes que perdiste tus memorias, pero no justifica-...

—Perdí mis memorias, cualquiera puede aprovecharse de mi estado y hacerme daño —Explicó, mirándome con seriedad. Ahora no entendía cómo logró confiar en el rey en primer lugar.

—No importa. ____ es un buen chico. ¿Te acuerdas de nuestro trato? —El rubio asintió, yo miré al rey confuso, en espera de respuestas —Oh, sí. Link y yo tratamos mi paravela a cambio de los tesoros de los santuarios —Ahora todo cobraba más sentido —. Ya que Link quiere explorar otras regiones, y la caída desde acá es mortal —Mierda. No había pensado eso antes —. Bueno, Link... Ahora quiero añadir un pequeño cobro extra.

—¿De qué se trata? —Preguntó, con su mirada seria y penetrante. El mayor sonrió.

—Que ____ te acompañe —Ambos nos vimos sorprendidos por su propuesta, pero ninguno reclamó —. Te hará bien estar acompañado, la soledad puede sentarnos muy mal —Uh... Y de eso yo era muy consciente —. Sabes defenderte muy bien, pero igual te repito que ____ es un chico muy amable —Ay ajá.

—... —Suspiró —De acuerdo.

—Señor, está atardeciendo —Le expliqué, pues sentía una enorme tensión entre Link y yo, una tensión claramente incómoda y que no soportaba. Quería que la tierra me tragase.

—Bueno, pues vamos a descansar a mi cabaña —Rió el mayor —. Mañana por la mañana terminan con los otros tres santuarios. Hoy Link terminó el primero mientras tú escalabas el muro —Me dijo sonriente. Pero mi mirada seguía atenta en Link.

—De acuerdo. Debemos descansar.

🍃

Recordaba a Link... Igual y a la vez diferente.

Si Link pierde sus recuerdos, pero conserva el mismo cuerpo, ¿sigue siendo Link? Es decir, ¿qué es lo que nos hace realmente quienes somos?
Lo veo como aquel amigo y compañero que batalló a mi lado hace cien años, pero solo yo conservo esas memorias y él me tiene vigilado porque desconfía de mí. Entonces, él no es Link... Al menos no siento que pueda serlo si no es capaz de tan siquiera recordarme...

Aunque pensándolo bien, ¿era yo ____? Perdí también muchos recuerdos y he cambiado, me he vuelto más solitario y temeroso, ni siquiera puedo recordar un fragmento de cómo solía ser antes.

Si una persona cambia para mal, ¿sigue siendo la misma? Por supuesto que no, o eso pienso. Sus comportamientos no son los mismos que conociste, no era aquella persona de antes. No obstante, si la persona cambiaba para bien, ¿seguiría siendo la misma? Para muchos, sí, pero si nos fijamos es el mismo dilema, cambió, no es el de antes, pero haces como que sí porque esos cambios fueron buenos. Sin embargo, ¿qué nos hace quienes somos, si no son nuestros recuerdos o nuestras conductas? ¿Un niño puede ser él mismo, incluso si su personalidad no está fija al cien por no tener la madurez para saber cómo funciona la vida? ¿Solo porque ese niño creció, dejará de ser el mismo? Ahora me sentía ridículo al comparar a Link con un infante teórico.

Si soy sincero conmigo mismo, me aterran mucho los cambios. He pasado por muchos desde que el cataclismo arrasó y seguían atormentándome. Perdí a mis amigos, a la princesa, mi familia falleció, mi mejor amigo me olvidó, año tras año algo diferente llegaba... Pero posiblemente sea que solo me fijaba en los cambios malos. Los destacaba, porque formaban parte de mí. ¿Entonces son los cambios los que hacen a una persona?

Ahora bien, paradoja, si se mantienen recuerdos, pensares, actitudes y demás, pero en otro cuerpo, ¿cuenta como el mismo? ¿Acaso debemos seguir continuando como siempre? ¿Evitar los cambios, para que el resto pueda conocerte en realidad? Una mariposa pasa de oruga a capullo, de capullo a mariposa, ¿pero continúa siendo la misma? El que tenga alas no la hará diferente, pero no es la misma oruga que fue cuando nació.

No sé por qué me puse a pensar esto de manera tan repentina. Pero repito, no sentía que Link fuese el mismo, aunque lo fuera. Si no recordaba nada, ¿era el mismo Link que me ayudó en todo momento? Si dejó de serlo, ¿dónde está mi mejor amigo? ¿Mi caballero? ¿Dónde quedó? Si sus memorias fueron enterradas...

Link estaba muerto.

¿Entonces debía seguir cumpliendo la misión que me dejó la princesa Zelda? Si él ya no recuerda cuando se tituló de caballero, ¿seguía siéndolo? Si olvidó cuando encontró la espada maestra, ¿seguía siendo el héroe legendario-...?

¡Eso es!

Solo hay algo que me puede decir si él es el héroe en realidad, si es a él a quien debo ayudar. Solo la espada maestra lo escogerá, si sigue siendo el mismo.
No conservará sus recuerdos, pero sí su coraje, honor, valentía y demás valores que continuaban en él, habían posibilidades de que fuera el mismo.

Pero la duda sigue... ¿Qué nos hace nosotros? ¿Es ahora lo que nos diga un poder divino o un objeto legendario? ¿Las leyendas nos marcan? Si no soy más que un extra en esta leyenda, ¿qué es lo que me define a mí como persona?
Y la duda de mi existencia continuaba.

Suspiré dando media vuelta en la cama de Rhoam, mirando la pared de madera que se veía ya muy desgastada.
Seguía en mis delirios, mis desvelos. Ahora recordaba que dejé mi comida afuera, mis pescados echándose a perder, la puerta de mi cabaña abierta, un almuerzo pendiente con Apaya e Impa y a mi caballo esperándome afuera de la meseta. Me sentía como esos casos donde saltabas clases o huías de casa. Sabías que estabas donde no debías estar, pero continuabas allí porque no tenías dónde más ir.

No debería pensar de más. Mi cabeza empezaba a doler y eso me complicaría más el dormir.
Cerré mis ojos, suspirando con frustración y esperando poder lograr descansar pronto.

A las horas había sido despertado al sentir el movimiento de alguien moviéndome de adelante a atrás, con una mano sobre mi hombro y la otra en mi cintura mientras me empujaba con un poco de rudeza.
Abrí mis ojos frustrado... Aunque esto... era nostálgico. Solo alguien en mis ciento diecisiete años de vida me había despertado de esa manera y a tan altas horas de la mañana. De una manera que me enojaba pero la única forma efectiva de lograr hacerme despertar. Solo Link conocía esa técnica... No me grites, no me golpees, y no me tires agua helada porque puedo ser una bestia. Muéveme a lo menso de lado a lado hasta que por fin abra los ojos. Estaré frustrado, pero no furioso. Y el mareo me impediría volver a dormir.

—Link —Dije algo ronco, dando media vuelta para observar sus orbes azules mirarme con la misma seriedad de siempre —. ¿Lo... recuerdas?

—¿Te llamabas ____? —Me cambió el tema. Y yo asentí, él hizo lo mismo, prosiguiendo —. Son las siete en punto de la mañana... El sol acaba salir...

Siete de la mañana... Yo estaba acostumbrado a despertar a las cinco sin falta. Mi cuerpo en automático me levantaba.
¿Qué pasó esta vez? ¿Por qué no me levanté temprano?

—Entiendo. ¿Irás por los santuarios ya? —Asintió.

—El anciano me dijo que me podrías guiar en las cosas que desconozca... Todo, supongo —Me senté sobre la cama, tomando mi arco que se hallaba a un lado de ésta. Cerré mis ojos por el cansancio y procedí a amarrar mis botas —. Aunque... eres muy joven, ¿es cierto que sabes todo sobre Hyrule?

—¿Acaso dudas de mi sabiduría? —Dije entreabriendo mis ojos y mirándolo. Me sentí viejo al decir eso.

—Sí. Dudo de ella.

—... Tenemos la misma edad —Le confesé, y abrió la boca levemente antes de volver a cerrarla.

—... Mentira. Soy más grande de lo que aparento —Y sonreí con cierto cinismo, soltando una risa algo ronca.

—Tengo ciento diecisiete años, de nada —Y le miré. Parecía sorprendido —. Todo este tiempo me dejó volverme de las enciclopedias más precisas de todo Hyrule —Y tras terminar de acomodar mis zapatos, me levanté —. Yo seré tu guía.

¿Cómo has-...?

—Maldición de un cuervo —Dije, previendo lo que iba a preguntar, mirándole de reojo mientras salía de la cabaña. Él detrás mío hasta posarse a mi lado —. A mis diecinueve, desde entonces, me he mantenido joven —Le dije —. Aunque hubiese preferido permanecer en letargo en una cama acuática. ¿Cómo sabías tu edad?

La voz me dijo que me mantuve dormido durante cien años —Y mis ojos se abrieron con total interés.

—¿L-la voz...? —Él asintió —... Dame más detalles.

Pareció pensárselo, pero suspiró. Al final, Rhoam le había dejado en claro que podía confiar en mí.

—Cuando desperté, una melódica voz me dijo que había dormido cien años... Ella me indicó que tomara la tableta Sheikah, que activara la torre... Y me dijo también que ella estaba en el castillo, y quiero ir allí para averiguar más —Me miró de reojo, mientras avanzábamos ya rumbo al siguiente santuario —. Me dijiste que nos conocíamos antes, ¿puedes decirme más sobre ello?

No podía decirle demasiado ahora, pero si no lo hacía, menos confiaría en mí. Debía buscar cómo voltearle la tortilla.

—Si oíste una voz, no puedo decir de quién pudo ser —Expliqué —. Todo el tiempo la había pasado en mi casa, solo... No supe del resto del reino.

—¿Entonces no hay vida más allá de la meseta? —Perfecto, había logrado desviar su interés a otra cosa.

—Claro que la hay —Le dije —. No es el mismo enorme reino de hace cien años, pero hay muchos pueblos y ciudadelas. Regiones y dominios...

—Quiero explorarlos todos —Con su espada oxidada cortó un enorme trozo de hoja que estorbaba al camino estrecho que intentamos cruzar entre varios pilares —. Por eso necesito la paravela del anciano... Si no la obtengo, no podré bajar —Y me miró con cierta furia —, ¿Por qué subiste acá a sabiendas de que bajar no se podía?

—Porque necesitaba saber el origen de las torres —Expliqué —. Salieron de la nada por todo el reino, y yo estaba más cerca de ésta —Ambos callamos al ver al primer (segundo) santuario frente nuestro —. Perfecto... Un paso más cerca de bajar de aquí.

Tres. Dos. Uno.
Y me alarmé al ver un rayo rojo apuntarme, y mi vista marcó pánico al ver a uno de esos jodidos guardianes de mierda en frente mío, a unos metros enterrado en la tierra.
Fruncí el entrecejo, y me agaché de inmediato cuando disparó su rayo golpeando una pared.

—Tienes que entrar, ¡rápido! —Le ordené a Link, mientras ambos corríamos a escondernos tras el santuario.

—¿Qué era-...?

—Guardián andante... O bueno, no tan andante ahora —Expliqué, una vez logró perdernos de vista —. Son una completa molestia hoy en día... Trata de no enfrentarte a ellos, ¿sí?

—Entendido... ¿No entrarás tú? —Negué con la cabeza. Solo el héroe legendario podría entrar, y confirmé eso cuando posó la pizarra sobre el pedestal y el santuario se abrió.

—Suerte, Link —Y asintió con firmeza en cuanto bajó por el extraño ascensor que tenía.vo

Ahora mi atención iba a aquel guardián, que ya se hallaba tranquilo.

La última vez que vi uno de estos había sido hace setenta y nueve años, a mis 38. Me hallaba explorando unas viejas ruinas cerca de Eldín, cuando uno andante, y ahora sí, a patas me había logrado dar en el brazo izquierdo. La herida tardó tres meses en sanar, con el tratamiento que me dejó Impa. Uno de mis hobbies había sido dedicarme a la investigación de estas cosas, pero nunca pude obtener demasiada información.
Leía viejos libros sobre tecnología Sheikah pero no obtenía mucho en realidad.
Por lo poco que sé, es posible evadir sus rayos, pero nunca lo he intentado. Atacar a las patas a los guardianes andantes era lo ideal, y usar armas ancestrales lo más útil si estabas dispuesto a matar a uno. Las armas actuales no les hacen mucho daño, y en la mayoría de los casos se llegan a desgastar o hasta romper.
Solo puedes obtener armas ancestrales o en santuarios (a los que claramente yo no podía entrar) o en alguno de los laboratorios de investigación, ya sea de Hatelia o de Akkala. Pero hacía ya mucho que no visitaba alguno.

Lo único que me he llevado de guardianes son resortes y engranajes de los mismos, de los que se encuentran desactivados por picos gemelos.
Todas las mañanas, voy a recolectar los materiales que pueda. Se venden muy bien, además de que tenía en mente buscar cómo usarlos de tal manera que me puedan proteger.

Estos cosos han sido un grano en el culo y es justo por ellos por los que no me había ido a explorar en décadas. Siempre me jodían todo. Por ellos, los monstruos, y las bestias divinas. Desde la calamidad, muchas de mis posibilidades de viajar y explorar Hyrule se me arruinaron. Y a mis ciento y pico años, veía todo eso imposible.

Desperdicié mi vida por completo.

—Oye, he acabado —Salí de mi trance al oír la voz de Link detrás de mí. Me enseñó la tableta Sheikah, con el módulo de bombas remotas —. ¿El guardián sigue allí?

—Sí, pero está enterrado por los años, así que rodearlo será sencillo —Le expliqué —. ¿Cuál es el siguiente santuario?

—... Por allá —Y me señaló una senda cruzando el templo del tiempo —. ¿Algo qué decir?

—¿Te gusta el frío? —Pregunté con los ojos no tan abiertos mirando la zona en cuestion. Él me miró confundido, y luego lo pensó.

—No sabría responder eso, pero creo que lo prefiero más que al calor.

—Pues creo que te tocará odiarlo —Mencioné, y avancé soltando un suspiro algo pesado —. El anciano me ha dicho que posees buen manejo de la espada —Dije, con cierta envidia —. ¿Es cierto?

—Incluso a mí me sorprende —Y sacó su arma, mirándola —. Fue... un impulso. Solo sabía qué hacer y cuándo hacerlo... Como si ya supiera, solo que...

—No recuerdas en qué momento lo aprendiste —Y asintió. Yo hice lo mismo, y continúe hablando —. Yo empecé a entrenar cuando tenía trece años —Dije, recordando un poco de mi niñez/adolescencia —. Mi papá era alguien de mucha cercanía a la familia real de Hyrule, y mi abuelo solía ser un duque. Como tal, yo estaba con la idea de desposar a la princesa de este reino —Y le miré —. Mi padre y el de ella eran unidos, aunque no puedo decir si de verdad hubo un compromiso —Y asintió, prestando total atención. Ese detalle me gustó —. Aunque puede que mi padre me haya visto como un futuro rey, siempre quise ser caballero... Porque había alguien a quien admiraba mucho —Y lo recordé —... No puedo decir cómo lo conocí ya que es muy borroso, pero éramos niños. Ni siquiera hablábamos... Pero era alguien tan decidido a seguir el camino de su padre de ser un caballero. Cuando lo vi entrenar con su papá... No sé cómo, pero me gustó ver eso —Dije, no sabiendo cómo expresarme —. Y quise ser uno también... Y entrenaba con los guardias del castillo... Durante cinco años, y ni siquiera tuve el título de caballero —Y solté leves carcajadas.

—Debió ser duro —Dijo Link —. ¿Te rendiste...?

—Para nada —Negué cerrando los ojos —. Solo me nombraron escudero de aquel chico. Pero seguía esforzándome mucho —Abrí los ojos, y el dolor en mi pecho empezó —. Quería seguir entrenando, pero...

Y me detuve, varando en mis pensamientos, asustado, confundido, temeroso.

...

¿Jamás cumplí mi sueño? ¿De qué me sirvió vivir entonces? ¿Cuál era mi propósito, si no cumplí el de ser caballero?
La calamidad arrasó con todo, el reino, los guardias. Todos los que sabían pelear murieron, y quedé yo, un torpe escudero que no fue capaz de salvar a su mejor amigo.

Y me sentía mierda...

—¿____...? —Salí de mi trance al oír su voz. Link a un costado mío se veía alarmado, y negué con la cabeza, antes de cerrar mis ojos —¿Todo está bien...?

—No es nada, solo me puse a recordar cómo... Cómo hacer una receta para soportar el frío —Dije, mintiendo, aunque en el momento justo en que llegamos al portal/entrada de aquel helado lugar que nos guiaría al tercer santuario.

—Ya entiendo a qué te refieres con soportar el frío —Me miró —. ¿Detalles...?

—Frío y borrascoso, si nieva, ninguno lo soportaría —Le sonreí con cinismo —. Hace muchos años me dio fiebre por entrar acá sin protección alguna, estuve una semana en cama —Y me agaché al hallar la mata de chiles que se encontraba cerca de la entrada —. De allá mi mamá me enseñó una que otra receta para soportar el frío, y fue menos molestia. No es por presumir, pero soy muy buen cocinero —Y sonreí al ver a Link agacharse y ayudarme a recolectar los frutos —. ¿Quieres aprender a cocinar?

—¿Me servirá en algún futuro? —Asentí —Adelante.

🍃

Los últimos dos santuarios se habían completado mientras ambos andábamos en silencio.
Solo comentábamos alguna que otra cosa respecto a los muchos monstruos que habían. Y como siempre, yo estaba allí para decirle a Link todo lo que sabía. Sentía que ese era mi deber y mi única utilidad, así que bueno, tenía que hacerlo. Serían consejos que a Link le servirían una vez salga de acá y si es que va a por Ganon (y deseo firmemente que lo vaya a hacer).
Ahora me hallaba yo sentado al borde de aquel risco, donde el último santuario estaba y Link dentro de éste.

Me puse a pensar.
Si Link salía de la meseta, ¿Qué me correspondía? ¿Lo ayudaría? Si él no recordaba nada, tampoco sabía acerca de las bestias divinas o la espada maestra, y sin ellas, no podría ir a vencer a Ganon. ¿Debía yo hacerle de guía en eso? ¿O ya sabría qué hacer si le digo por completo su destino?
Tener este peso tan de la nada... es una mierda.
Soy malo tomando decisiones. Nunca antes había tenido que escoger de esta manera. Si debatía sobre hacer fruta picada o arroz y trigo, lo dejaba a la suerte con un zapato y lo lanzaba a ver si caía parado o de cabeza.
Esto no se podía tomar a la ligera. Estábamos hablando del destino del reino, de Hyrule, algo tan delicado como lo son cientos de vidas por pueblo. Si acompañaba a Link, aun si soy alguien inmortal, podría salir herido y no deseo eso. No recuerdo mis entrenamientos, mis luchas, olvidé cómo defenderme y me da miedo llegar a serle un estorbo a Link.

Si me hiero, o llegara a necesitar ayuda, sería responsabilidad de él y no quiero que eso pase. No es que no necesite su ayuda, pero no puedo hacer de pendejo mientras él debe concentrarse en salvar el mundo, solo atrasaría las cosas.
Pero, ¿dejar que lo haga solo? ¿Sería justo? Y si se pierde, ¿qué seguirá? Si se rinde, ¿quién lo animará? Soy el único capaz ahora de poder acompañarlo, pero poniéndonos a pensarlo mejor, solo le estorbaría y molestaría, sería una piedra en el zapato.

Sin mí, Link tendría muchos inconvenientes.
Pero conmigo, serían peores. ¿Debo tomar el riesgo menor y dejarlo avanzar solo? La leyenda gira en torno a él, hablamos de la leyenda de Link, ¡no la de ____! Solo soy un extra, no soy un campeón, no tengo poderes o una espada capaz de repeler el mal. Solo soy un estúpido chico que casualmente estuvo con Zelda en aquel día.
Si hubiese sido otro, de seguro Zelda hubiese encargado esa misión a aquella persona, y yo estaría menos frustrado ahora. Quizás esa otra persona sepa tomar mejor las decisiones. Y yo estaría felizmente relajado en mi cabaña...

¿O no? 

—Vale, último módulo —Volteé a ver al rubio que salió de su último santuario. Me enseñó la tableta Sheikah, con el módulo de Parálisis. Ahora podía frenar objetos. Bastante útil, a decir verdad.

—Perfecto —Le sonreí, antes de que ambos oyéramos las risas del anciano y lo viéramos bajar del cielo con su paravela hasta donde nosotros nos hallábamos.

—¡Oh, jo, jo! —Y quedó frente a nosotros. Me levanté del césped, ahora necesitaba hablar con Rhoam para que me aconsejase —¡Los cuatro tesoros! Nunca dudé de ustedes dos —Y se echó a carcajear.

—¿La paravela? —Link arqueó una ceja, con expresión seria mientras extendía un poco su mano —Me estoy hartando un poco de este lugar.

—¿Cuántos días llevas acá? —Le pregunté ahora yo, dudoso.

—¿Contando hoy? —Asentí —Dos.

—Ahora imagina vivir noventa y tres años en una fría y solitaria cabaña —Y sonreí al ver que logré hacer que riera. Una corta y hasta cínica risa, pero logré hacer que quitara esa cara de pocos amigos, aunque sea solo por unos breves instantes.

—Joder, ¿cómo llevas la cuenta de los años de una forma tan exacta? —Me encogí de hombros, algo sonriente. Ahora mi atención fue a Rhoam, quien miraba con una sonrisa la escena.

—Bien, Link —Dijo el mayor, y ambos préstamos atención —. Hiciste tu parte del trato y me corresponde cumplir la mía. Te veré en el punto donde se intersectan los santuarios. Ve allí y te daré tu recompensa —Y poco a poco, fue desvaneciéndose en un aura verde.

Ambos nos veíamos sorprendidos, pero no asustados. Link de inmediato acudió a su tabla Sheikah y analizó el mapa. Me acerqué, asomando la cabeza para ver junto con él, y ambos unimos los santuarios del lugar. Ahora el punto nos marcaba...

—El templo del tiempo —Dijo, y de inmediato observó al frente —. Si vamos desde el santuario que está cerca de la torre nos queda más cerca. ¿Sabes teletransportarte? —Negué de inmediato —Yo tampoco, pero vamos a aprender —Y usó la teletransportación a la vez que me jalaba del brazo. Al momento, ambos nos vimos rodeados de un aura azul antes de que mágicamente llegáramos al santuario que Link mencionaba. Ahora el templo nos quedaba más cerca —¡Rápido! Antes de que oscurezca.

—Cuánta prisa —Dije, viéndolo correr y haciendo lo mismo tratando de seguirle el ritmo —. ¡Espera, dame un respiro! Tiene años que no tenía la necesidad de correr.

—No hay tiempo —Y ambos paramos al llegar al lugar. De inmediato me apoyé sobre mis rodillas, jadeando. Me hacía falta ejercicio... Y ahora me siento aún más viejo —... Joder... ¿Y ahora...? —Y entramos a lo que quedaba de aquel lugar. Todo estaba hecho un desastre.

—Puedes reclamar más resistencia o fortalezas —Dije, cuando ambos paramos frente a la estatua de la diosa Hylia —. Solo quien haya completado las pruebas de los santuarios puede reclamar esta recompensa —Dije, antes de ver a Link acercarse y hablar con la diosa.

De inmediato di media vuelta, caminando a la salida y encontrándome unas escaleras que daban al techo.
Tras unos minutos, Link salió, y me asintió mirando hacia arriba.

—Está allí, ¿verdad? —Pregunté, asintió —Entonces no hay que perder el tiempo —Y ambos empezamos a escalar, hasta llegar a lo alto. Al oeste podíamos ver el sol empezar a ponerse. Todo estaba oscureciendo. Pero desde acá arriba, era una vista tan magnífica y esplendorosa. Quedé embobado con la vista, y Link, quien iba adelantándose, se dio cuenta mientras daba media vuelta observándome.

—¿Está todo bien? —Me preguntó, y esbocé una leve sonrisa al sentir la fuerte y refrescante brisa dar a mi rostro y mover mi cabello. Asentí, avanzando y adelantándome.

—Sí, es solo que... nunca antes había estado tan alto y tenido una vista tan maravillosa —Dije, y pareció sorprenderse —. No es nada, solo deliro. A veces suelo perderme en mi propio mundo.

Hay vistas más maravillosas que esta —Dijo, y lo seguí cuando vimos al anciano en la torre del templo, dándonos la espalda.

Aunque fuera peligroso, corrimos hacia él, y el primero en hablarle fui yo a la vez que me hincaba ya en gesto de respeto. Link había cumplido ya su parte, tocaba por fin contarle la verdad.

—Majestad...

—¡Oh, jo, jo! —Rió, como casi siempre —No esperaba menos de ustedes...

—Señor, ya hice mi parte —Dije, con la mirada gacha, y noté la sorpresa con que Link me veía —, del resto, le corresponde a usted...

—Y tienes razón —Sonrió, mirando al ocaso —. Link..., ha llegado la hora de contarte toda la verdad —Y cerré mis ojos al sentir ese brillo luminoso emanar de él. Alcé la mirada, y frente a mí yacía el espíritu del rey —. Mi nombre es Rhoam Bosphoramus Hyrule... Fui el último monarca que gobernaba la tierra de Hyrule hace cien años. Un reino que al día de hoy no existe —Y la sorpresa en los ojos de Link fue notoria —. Hace cien años, durante el cataclismo, fallecí. Pero había logrado que mi espíritu permaneciera —Explicó, dándonos la espalda —. Contarte toda la verdad cuando recién despertaste te hubiera abrumado y no deseaba eso. Por eso asumí otra identidad para guiarte. Discúlpame —Dijo, haciendo una venia con la cabeza —. No conté con que ____ continuara con vida, pero me alegra que haya llegado para guiarte entre los santuarios de la meseta —Y lo miré. Me hizo también una venia que correspondí.

Posterior a eso, el rey procedió a contar la historia de hace un siglo.
Las leyendas, los Sheikah, las bestias divinas y los campeones elegidos. El cómo la princesa Zelda había despertado sus poderes, Link sucumbido en batalla y la misión que le correspondía.
Ambos en silencio, solo oyendo lo que debía de decir y nuevamente este dolor en mi pecho llegó.

Odiaba recordar el pasado, porque solo veía lo malo de él. Siempre me recordaba que fallé, que fracasé, que no pude proteger a mi mejor amigo ni a la princesa. A los campeones, ni a mi familia o a los aldeanos de por medio.
Fui un tonto y estúpido escudero que no sirvió para nada, que luchó por un rato y después se dio por vencido.
Y mientras el rey contaba detalle a detalle, más me iba sumiendo en mi tristeza, sintiendo las ganas de llorar. Pero eso ya iba a ser una ridiculez de mi parte.

— ...Bien, Link —Habló el rey —. Quiero que visites a una mujer llamada Impa —Explicó, señalando el norte —. Vive cruzando la senda de picos gemelos, en un pueblo llamado Kakariko —Y me miró, yo continuaba con la mirada gacha —. Si tienes problemas para llegar, ____ te puede guiar.

—¿Qué? —Alcé la mirada. Los ojos del rey me fulminaban con firmeza.

—Sé que tienes tus dudas, ____ —Dijo, por fin hablándome —. Pero recuerda las palabras de mi hija... No te pido que lo acompañes a derrotar a Ganon. Solo te pido que lo ayudes, al menos mientras se dirigen con Impa. Tú la conoces mejor que nadie ahora, ¿no? —Y asentí, apretando mis labios —Siendo así, lo prometido es deuda —Dijo, antes de entregarle la paravela a Link —. Link... Cumple con tu destino.

𝐁𝐑𝐄𝐀𝐓𝐇 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐄𝐆𝐄𝐍𝐃

7,126 palabras.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top