Capítulo 7
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¿La caída del ministerio?
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Las gotas de lluvia que rodaban sobre los tejados resonaban en las cabezas de todos.
Las horas de tortura invadieron las mentes de los Black con la primera nota de lluvia, recordando con cada 'plop' las veces en que sus rodillas tocaban el suelo a causa de los maleficios de sus padres, a la vez que sus cuerpos se encontraban repletos de dolor.
De entre los tres, Sirius había sido el que más maldiciones había soportado durante su niñez. La lluvia siempre estaba presente durante cada castigo, por lo que durante toda su existencia aborrecía el sonido de cada gota de lluvia.
Odiaba recordar y revivir su sufrimiento.
Una noche de 1996, Sirius Black se sentía listo para servir en la misión de su hermano y prima.
Todos en esa mesa empezaron a contar cada uno de sus secretos: la falsa muerte de Regulus y el proceso por el cual habían pasado; las intervenciones de Alya en la línea del tiempo y los supuestos cambios que habían hecho; el secreto del señor oscuro.
Pero Sirius también tenía un secreto que contar:
—Ahora dinos tu secreto, Sirius. —Habló Regulus, sintiendo un cosquilleo en su pecho al volver a dirigirse al mayor con aquel nombre luego de muchos años—. Y espero que realmente valga la pena.
—Oh, Regulus... —El moreno soltó una risa—. Si tan solo nuestra madre te viera... De seguro estaría muy orgullosa de tu actitud.
Regulus rodó los ojos, cansado.
Sirius, por el contrario, se puso de pie y tomó posición en frente de los dos Black restantes.
—He aquí mi revelación de esta noche.
El cuerpo de Sirius Black cambió drásticamente.
Las extremidades se encogieron a medida que su espalda se encorvaba, su delicada piel fue reemplazada por un pelaje negro, tan profundo como el cielo de la noche. Sus ojos cambiaron drásticamente de un gris perla a unos orbes totalmente negros.
Sirius Black se había transformado en perro.
Alya tuvo que sostenerse de su asiento al ver la nueva figura de su primo, mientras Regulus abrió muchos los ojos debido al asombro.
—¡Por las barbas de Merlín! —Exclamó la bruja—. Sirius... Eres un...
—Un animago ilegal. —Completó el menor de los Black.
La figura canina empezó a correr alrededor de la mesa redonda en la que se encontraban sus familiares, hasta que decidió acercarse a la joven.
Alya acarició al enorme perro negro, mientras éste movía la cola con mucha alegría.
—Sirius...
El perro se alejó de su prima para volver a transformarse con facilidad, y cuando volvió a su forma humana hizo una reverencia.
—¡Estás loco! —Gritó Regulus—. ¡Sabes lo que has hecho!
—Lo hice para proteger a mis amigos. —Respondió el mayor, secamente—. Realmente pensé que te agradaría...
Sirius sintió una especie de tristeza, y Alya se dio cuenta.
—¡Pues a mí me parece increíble! ¿Sabes los beneficios que nos traerá esto?
Fue entonces cuando Sirius Black sonrió, aunque con pesar.
—Tal vez no haya viajado en el tiempo, pero creo que esto... —Se señaló a sí mismo—, esto nos va a proporcionar muchas entradas y secretos.
Regulus, por su parte, negaba con la cabeza.
No es que aquello le pareciera mala idea, al contrario, pensaba igual que Alya.
El problema es que Sirius nunca medía sus acciones, y tenía miedo por lo que podría pasarle.
Recordó cuando tenía 8 años, en ese entonces había roto una de las reliquias familiares, y su padre estuvo a punto de torturarlo. Sin embargo, él no recibió el castigo.
Sirius amaneció al día siguiente con dolores en su cuerpo, y unas cicatrices en sus brazos que se borraron al cabo de unos meses, pero que le dolían mucho.
Entonces Regulus entendió que Sirius siempre estaba dispuesto a proteger al resto.
Había infringido las reglas con tal de "ayudar" a sus amigos, pero su temor era sobre lo que harían "los del otro bando" si se llegasen a enterar de esa habilidad.
—Bien, de todas formas no podemos revertirlo. —Fue lo único que dijo—, así que sacaremos provecho de ello.
—¿Cómo?
—En tu forma animaga puedes acercarte a Grimmauld Place, verificar si alguna de nuestras primas ha decidido acercarse, y en caso de que no sea así, volveremos a casa.
Aquello disgustó mucho a Sirius.
Por razones desconocidas, Albus Dumbledore había decidido que lo mejor para Harry era seguir en casa de sus aterradores tíos, por lo que los tres Black decidieron buscar un lugar para dormir durante algunos días, al menos, hasta verificar que no hubiera algún otro intruso.
Habían pasado pocos días desde el momento en que hubo una disputa entre los hermanos Black; Regulus reclamó lo que por herencia le pertenecía: la mansión Black.
Aquello disgustó mucho a Sirius, quien había ofrecido el lugar como guarida para la Orden.
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—¡Es mi casa! —. Reclamó Regulus, hastiado de pensar que unos desconocidos vivían en su casa.
—¡Pero me pertenece! —Gritó el hermano mayor.
—¿Con qué derecho te atreves a decir que la mansión te pertenece? Si fuiste el primero en dejar el lugar... ¡Walburga te dejo fuera del árbol! ¡Estoy reclamando por algo que me pertenece! ¡Es mi mansión!
—Técnicamente estas muerto.
—¡No! ¡Ya no lo estoy! Y por eso exijo que me devuelvas la tutoría del lugar»
—No te atrevas a desafiarme...
—¿Qué me harás? ¿Me torturaras? ¿Me matarás finalmente? Porque a estas alturas de la vida creo que sería una buena opción.
—Nadie dejara el lugar porque...
—¡Soy el dueño y heredero de la Mansión Black. —Recitó el menor, usando su varita en el aire— ¡La mansión será desalojada en este instante!
De pronto, un aura de tono dorado salió de la punta de la varita de Regulus, y esta salió directamente a través de la ventana más cercana.
Desde ese día, nadie más ingreso a la Mansión, al menos, los pocos que quedaban, pues un extraño suceso había obligado a todos a desalojar la Mansión mucho antes del hechizo de Regulus.
—¿Sabes que no era necesario lanzar el hechizo?
—Hice lo que se me dio la gana. —Regulus dio media vuelta, dispuesto a dejar la misma habitación de su hermano, pero algo lo detuvo.
—De todas formas, ya nadie vive en la Mansión.
Regulus giro su cuerpo abruptamente, y acusó con la mirada a su hermano mayor, quien empezó a reír a carcajadas.
—¡Merlín! ¡Debiste ver tu cara! "Soy el dueño de la Mansión". —Imitó a su hermano menor—. Dumbledore me ha enviado una carta, diciendo que la mansión había sido alojada.
Regulus se contuvo de lanzarle una maldición, pero tuvo una mejor idea: esperar hasta la noche y cerrarle la boca mientras dormía. Y por un día, Sirius no formulo alguno de sus ridículos chistes, al menos, hasta que Andrómeda obligó a Regulus a deshacer la maldición.
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Andrómeda les había ofrecido su casa por unos días, pero todos se negaron a aceptar su ayuda por el hecho de que así correría más riesgos, por lo que una pequeña habitación en las afueras de Londres había sido su mejor opción por unos días.
—¿Por qué debemos volver allí? —Indagó Sirius.
—Porque es allí donde tengo mis anotaciones. —Le recordó—, además, debo hablar con Kreacher.
—¿Qué tiene que ver el elfo?
—Es el único que sabe del paradero del guardapelo. —Alya intervino—, así que empezaremos por allí, ¿estás de acuerdo? ¿O ya te arrepientes de haber aceptado?
—¡Por supuesto que no! Solo...
—¿Qué?
—Mí ahijado... Harry Potter... Sé que él puede resolver algunas de sus dudas, pero quiero que el niño se mantenga lo más alejado de esta situación.
—Pero...
—No, Alya. A Harry le atraen demasiado los problemas, y estoy seguro de que con esta noticia empezará a buscar más líos... No es que me parezca mala idea tenerlo a nuestro lado, pero creo que...
—Ya ha tenido suficiente. —Completó Alya—. Lo entiendo Sirius, así que no te preocupes, Harry Potter no sabrá nunca de nuestra búsqueda del horrocrux de Quién-No-Debe-Ser-Nombrado.
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Dos días después, los primos - hermanos Black emprendieron su viaje de vuelta a la Mansión Black.
—Bien... Es tu turno.
Sirius acató la orden de su hermano y se transformó nuevamente en perro, para luego mover la cola alegremente y lamer su mano.
—¡Sirius! —Exclamó Regulus, sintiendo asco, mientras limpiaba su mano con su vestuario—. ¡Qué asco...!
—¡Regulus! ¡Cállate!
—Pero...
—Shhh.
Al Slytherin no le quedó de otra más que hacerle caso a su prima mayor.
—Anda, y trata de que nadie te vea.
El enorme perro negro empezó a andar por la solitaria calle de Grimmauld Place, espantando palomas a medida que avanzaba hacia su antiguo hogar.
—¿Y si mejor lo dejamos solo? Es decir... —Mencionó el joven Black, con una mirada de desaprobación.
—Regulus, es tu hermano.
—El perro no es mi hermano.
Alya se limitó a rodar los ojos, divertida por los gestos de sus primos.
Sirius se sentó frente a los apartamentos 11 y 13, esperando ansiosamente a que el número 12 apareciera frente a él.
No tardó mucho en hacerlo, pues el hogar se revelaba sólo cuando un miembro de la familia Black requería entrar, o cuando alguna persona tuviera el permiso de un Black para hacerlo.
Sin entrar, y aprovechando su habilidad, agudizó sus orejas, buscando el rastro de algún intruso en lo que una vez fue su casa.
Para su suerte, los únicos pasos reconocibles eran los del elfo, quién seguía quejándose por los traidores que habían llegado a la Mansión hace tan solo unos meses.
Acto seguido, Sirius miró hacia sus costados, verificando que no hubiera algún curioso por allí, y en vista de no haberlo, se transformó nuevamente en hombre.
Esa fue la señal para que Alya y Regulus caminaran a su dirección.
—No hay nadie, solo el elfo. —Anunció.
—Entonces sí hay alguien. —Regulus le contradijo.
—Técnicamente no.
—Igualmente es una criatura mágica que...
—Chicos, basta. —Alya los interrumpió, evitando una pelea entre los hermanos—. Ambos tienen opiniones diferentes, y las respeto, pero estamos aquí para averiguar las cosas, no para debatir si un elfo cuenta como una persona o no.
Los hermanos se dieron una mirada de pocos amigos, pero fue Regulus quién dio el primer paso.
Los escalones de la entrada emitieron un crujido, y el Slytherin contuvo una sonrisa al recordar que justamente él había roto aquel peldaño cuando tenía 8 años, a fin de que éste anunciara la llegada de sus padres.
Irónicamente pudo sentir las respiraciones ansiosas de sus acompañantes, pero eso no fue impedimento para que diera ligeros toques a la puerta.
—¿Quién será ahora? —Escuchó una queja.
Unos pasos retumbaron por detrás de la puerta, a medida que esta fue dando paso a una criatura pequeña de grandes orejas.
—De seguro es otro Sangre Sucia... O pero aún, es el hijo traidor de mi ama. ¡Oh! Si mi ama supiera...
La vista del elfo pasó lentamente de los pies de su invitado a su cabeza.
La criatura mágica tuvo que contener un aullido cuando vio de quién se trataba.
—¿Amo...? ¿Amo Regulus...?
—Kreacher, qué gusto volver a verte.
Algo que no imaginó Sirius en su vida, ocurrió.
Kreacher, el elfo doméstico de la familia Black, empezó a llorar frente a su hermano.
—¡Amo Regulus! —El elfo hizo una enorme reverencia, a la vez que secaba sus lágrimas con el descuidado pedazo de tela que solía ser su atuendo—. ¡Oh! ¡Ama Alya!
El elfo también hizo una reverencia a Alya, algo que desconcertó demasiado a Sirius, pues aquel elfo la aborrecía.
—¡Los creí muertos! ¡Aquel día que salvaron mi vida...! ¡Aquel día que la ama Alya se sacrificó por Kreacher...!
Sin dudarlo dos segundos, el elfo chasqueó los dedos e hizo desaparecer sus abrigos.
—Por favor, pasen... Sean bienvenidos de vuelta a su hogar.
La situación era rara para el Black mayor, pero decidió dejarlo de lado.
—Kreacher. —Regulus intentó sonar lo más calmado posible—, necesitamos hablar contigo.
—¡Lo que sea!
Nuevamente el elfo hizo aparecer unos platillos sobre la mesa, y cada uno de los chicos empezó a devorar la comida.
—Siempre supe que volverían...
—Mmm. —Sirius saboreaba la comida—. Había olvidado lo delicioso que eran los hornados de cordero de Kreacher...
—Kreacher. —Volvió a mencionar Regulus—. Necesito saber qué recuerdas de aquella noche.
—Recuerdo todo... Kreacher lo recuerda todo. —El elfo empezó a caminar por toda la sala—. Pero Kreacher también recuerda que el amo Regulus me obligó a no hablar de aquello con nadie.
—Y lo has hecho muy bien. —Alya lo felicitó—, por lo que sabemos, nadie sospechó de esto, así que mereces un reconocimiento.
—Oh, no. —El elfo se negó—. Kreacher no quiere reconocimientos... Kreacher quiere saber la verdad. Kreacher quiere saber qué ocurrió con sus amos.
Los tres Black se miraron entre sí.
Sabían que, entre más supieran su secreto, más difícil sería seguir en el anonimato.
—Sabrás toda la verdad. —Le aseguró Alya—, pero antes, debes ayudarnos con algunas cosas.
El elfo asintió de forma energética, incluso sus orejas tambaleararon a causa del brusco movimiento.
—Primero que nada. —Regulus empezó con las preguntas—: ¿Dónde está el guardapelo?
Y por primera vez en el día, Kreacher no supo qué decir.
—El... El guardapelo...
—Sí, el guardapelo que una vez dejé en mi habitación. —Le recordó, usando un tono de voz demandante—. ¿Dónde está?
—Kreacher... Kreacher no lo sabe...
Alya sintió pánico en ese momento.
—No me sorprende, la verdad... —Sirius murmuró, ganándose una mala mirada de su hermano menor.
—¡Pues necesito que lo recuerdes!
Ante aquel grito, la criatura mágica retrocedió, gesto que Regulus interpretó como una mala decisión, y por el cual se arrepintió al instante.
—Lo siento... No quise...
—Si tan solo nuestra madre te viera...
Alya no se contuvo y usó su varita para desaparecer la boca de su primo mayor. Sirius empezó a moverse bruscamente, sin poder gritar ni usar un contrahechizo.
—¡No! —Se lamentó el elfo—. Kreacher merece más que un grito... Kreacher merece un castigo.
—No quería decir...
Sin embargo, la criatura mágica empezó a tirar de sus orejas, logrando lastimarse a sí mismo.
—Kreacher malo... Kreacher malo...
—¡Kreacher! ¡Te ordeno que te detengas!
Y al elfo no le quedó de otra más que hacerle caso a su amo.
—Kreacher recuerda haberlo dejado con las cosas más apreciadas de la familia... Pero el amo Sirius y el mestizo los han tirado.
—¡Qué!
Entonces Sirius dejó de moverse frenéticamente al oír su nombre.
—Alya...
La joven Black deshizo el hechizo, con furia en su cuerpo, y Sirius finalmente pudo hablar.
—¿Por qué no nos dijiste que lo habías tirado?
—No recuerdo haberlo hecho. —Se excusó—. Recuerdo haber tirado muchas cosas a la basura, pero...
—Pero... ¡Pero!
—¡Regulus, cálmate!
—¿Cómo quieres que me calme! ¡Alya, este es nuestro fin! Si no destruimos el guardapelo... Él vivirá para siempre.
—Debe haber otra manera...
—¡Un momento! —Sirius se levantó precipitadamente de su asiento—. ¿Cómo era?
—¿Cómo era...? ¿Qué?
—El guardapelo. —Dijo—. ¿Cómo era?
—Era una figura con forma hexagonal que parecía un collar, tenía una serpiente... ¿Por qué preguntas? ¿Lo recuerdas?
—Algo así. —Sirius chasqueó los dedos—. ¡Hermione!
—¿Quién? —Preguntó Alya.
—La amiga de Harry... Ella me preguntó qué hacer con él...
De pronto, una pequeña esperanza invadió los cuerpos de los demás.
—¿Y?
—Le dije que lo dejara en la habitación de invitados, junto al resto de las otras reliquias.
Inmediatamente, todos subieron a las habitaciones del siguiente piso, llegando al dichoso lugar.
—¡Mierda!
Sirius soltó un bufido al ver que todas las bolsas negras ya no estaban allí.
—¡Mundungus!
—¿Quién?
—Kreacher. —Ahora se dirigió al elfo—. ¿Cuándo fue la última vez que el asqueroso Mundungus Fletcher pisó este lugar?
—El último día que todos estaban aquí... No, Kreacher miente. Hace pocos días se hizo presente una magia poderosa... El ladrón salió disparado de la casa.
—¿Quién es Mundungus?
—¿Sabes dónde vive?
—Ese... Ese hombre lo tiene... Él vende baratijas... ¡Él lo tiene!
—Pues vamos a recuperarlo antes de que caiga en malas manos. —Intervino Regulus.
—Kreacher, podrías traer aquí a ese tal Mundungus.
—No tardaré, señorita Alya.
El elfo hizo una nueva reverencia antes de desaparecer, dejando a su paso un 'plop' que avisaba su ausencia.
No fue mucho el tiempo que los Black estuvieron esperando, pero fue suficiente para aclarar algunas de sus dudas.
—¡Suéltame! ¡Asquerosa criatura! —Oyeron una voz chillona.
—La única persona que puede tratar a Kreacher de esa manera soy yo. —Sirius le apuntó al hombre son su varita—. Así que, cállate.
Mundungus era muy por lejos lo que Alya se había imaginado.
Un hombre de baja estatura estaba frente a ella; sus dientes se veían descuidados, su cabello había desaparecido casi por completo, y su falta de higiene le demostraba que Sirius decía la verdad.
—Ni se te ocurra.
Regulus desarmó al hombre apenas vio que estaba haciendo un pequeño movimiento.
—¡Suéltenme! ¡Están locos!
Mundungus fijó su vista en Alya, quién ni siquiera se movía de su puesto.
—Usted parece ser la más cuerda... Él es Sirius Black —Apuntó con la cabeza al mayor—, es un asesino...
—Creí que El Profeta había declarado mi inocencia...
—¡Pues yo no lo creo!
Pero el hombre rechoncho se arrepintió de hablar.
—¡Inmubilius!
Aquel hechizo salió de la varita de Sirius, impactando en el pecho del sujeto.
—Escúchame bien... El hecho de que me veas aquí no quiere decir que no me atreva a hacerte algo. —Lo amenazó—. Estoy al pendiente de lo que pasó hace poco en la Orden.
El hombre abrió mucho los ojos, ya que era lo único que podía mover.
—Sé que hubo una emboscada en el momento en que sacaron a Harry de la casa de sus tíos. —Nombró—; sé que hubo alguien del grupo que le vendió la información de la salida de Harry al Señor Tenebroso; y tengo mis sospechas de que has sido tú.
—Yo...
—Ojoloco murió en esa emboscada. —Le recordó—, y tengo entendido que él estaba "cuidándote", casualmente saliste ileso...
—¿Qué dices?
—Sabemos que fuiste tú quien le dijo a quién tú sabes sobre la extradición de Harry. —Alya intervino—. Solo tú pudiste hacerlo.
—¿Y qué me dicen de él? —Mundungus señaló a Sirius—. ¿Por qué nadie sospecha de él?
—Porque yo me enteré de esa misión hace unas pocas semanas. —Le dijo, sin entrar en detalle sobre la forma por la cual bahía obtenido la información—, después de tres días de la llegada de Harry a Hogwarts.
El rostro del intruso se tornó completamente pálido.
—Pero no estás aquí para hablar de eso. —Regulus deshizo el hechizo inmovilizador de Sirius—. Estás aquí para hablarnos del guardapelo que has robado.
—¿Guardapelo? No sé a qué te refieres.
—Pues te haremos recordarlo...
Alya levantó su varita y apuntó directamente a la cabeza del sujeto.
—¡No! Por favor...
Aunque en el fondo, Alya no iba a hacerlo.
Ella había vivido en carne propia aquel sentimiento; las veces en que su padre la desmemorizaba y la hacía volver a recordar sucesos dolorosos o pesados, con tal de castigarla por sus malos actos, y la forma atroz en que su padre sonreía con su sufrimiento.
—Entonces habla o...
—¡Lo vendí! —Exclamó—. Lo he vendido.
—¿A quién?
La situación estaba causando más problemas de lo que todos habían pensado en un inicio.
—A una mujer del Ministerio... Ella me amenazó con encerrarme en Azkaban por vender cosas ilegalmente... Pero le gustó tanto un collar que...
—¿Cómo se llama? La mujer.
—No creo que sea necesario buscarla.
—¿A qué te refieres?
—Ya no es seguro hacerlo... —Tartamudeó el hombre—. El Ministerio...
Los tres Black se miraron entre sí, sin entender a qué se refería Mundungus.
—¿No han leído El Profeta?
—¿A qué se debe la pregunta? —Cuestionó Regulus.
—Con razón...
—¡Habla! —Gritó Alya, cansada de tantas palabras—. ¡Habla!
—¡El Ministerio de Magia ha caído! —Exclamó, con miedo.
De pronto, todas las esperanzas que los tres Black tenían se esfumaron con facilidad.
—Imposible...
—El Ministerio ha caído en manos de Quién Ustedes Saben...
—No, Dumbledore lo...
—Dumbledore ha muerto. —Los interrumpió—. Fue asesinado hace tan solo unas noches dentro de Hogwarts.
—¡Qué...!
—Hogwarts también cayó...
—Harry... —Murmuró Sirius, con un dolor en el pecho muy conocido a causa del miedo.
—Kreacher. —Regulus lo llamó—. Necesito que me consigas todos los diarios del Profeta de estos días.
—Por supuesto.
El elfo volvió a desaparecer, y el Slytherin se acercó de forma intimidante al hombre, causándole temor.
—Bien... Al parecer nuestros planes vuelven a tener cambios. —Les habló a Alya y Sirius, sin despegar su vista del hombre—. Tenemos que buscar a la bruja...
—Imposible. —Contradijo.
—¡Por qué! —Alya se desesperó—. ¡¿Ahora qué?!
—Porque estoy seguro que el otro chico fue por ella primero.
—¿El otro chico? —Indagó Sirius.
—¿Qué chico? —Preguntó Alya.
—Harry Potter... El elegido. —Finalizó Mundungus, dejando que la preocupación invadiera el cuerpo de todos los presentes en la sala, incluyendo al elfo.
N/A: oh no... Parece que el "plan" de Sirius para mantener a Harry fuera de este lío ha sido en vano.
Un nuevo cambio ha llegado a la historia: el Ministerio ha caído... Hogwarts ha caído... ¿Pero dónde está Harry Potter?
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