Capítulo 5

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La propuesta de Dumbledore.

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Lo siguiente que ocurrió fue muy oportuno para ambos chicos, pues en el momento en que Alastor y Arthur abandonaron momentáneamente la entrada de la mansión, unos muggles salieron de su hogar.

Regulus aprovechó la oportunidad y realizó un hechizo para controlar sus mentes, algo que no fue bien visto por Alya, pero que la situación lo ameritaba.

Fue así como se mantuvieron cerca de la Orden, mientras vivían arrimados en la casa de unos muggles durante la siguiente semana.

—Es hoy. —Le recordó Alya a su primo—, hoy es el día.

Por más que querían evitar ese día, les era imposible.

El 18 de Junio de 1996 había llegado, y con este día, el miedo de los primos se hizo mayor.

Ambos tenían un plan: Esperarían una señal dentro de la Mansión que les diera a conocer un movimiento raro, para luego dirigirse al Ministerio y salvar a Sirius.

Sólo había un inconveniente... ¿Cómo sabrían que era el momento de atacar?

—Insisto en que solo debemos observar. —Aportó Regulus—, al menos, hasta que sea seguro atacar.

—¡No! —Volvió a expresar la joven Black—. Debemos atacar apenas lleguemos, y así evitar que lo maten.

—Pueden advertirle a Quien tú sabes.

—De igual forma sabrá que hemos vuelto.

—Pero eso le daría más motivos para aparecer en la escena.

—Igualmente va a matarnos, sobre todo cuando descubra que sabemos su secreto.

—Por esa misma razón creo que debemos mantener el margen, Alya.

—¿Quieres dejar que tu hermano muera?

—Por supuesto que no...

—¡Entonces no hay más que discutir!

Alya se levantó con un poco de enojo sobre su cuerpo, pero sabía que era a causa de la preocupación.

Regulus decidió ignorarla y buscar algo de comer en la cocina, aunque no había mucho en ella.

Cuando volvió a la mesa, se percató que su prima estaba de pie, moviendo su pierna derecha con mucha velocidad a causa de los nervios.

Pero él también tenía miedo.

« ¿Y si no lograban llegar a tiempo? ». Se preguntaba cada noche, antes de dormir profundamente. « ¿Sería capaz de ver la forma en que su hermano iba a morir?»

—Reg.

—¿Mmm? —Balbuceó el joven, saliendo de sus propios pensamientos.

—Hay movimientos en la casa.

Regulus dejó el plato de flan para acercarse al ventanal y observar lo que Alya decía.

Efectivamente vieron movimientos bruscos.

Un hombre alto y delgado, de cabello castaño y rostro cansado, salió a toda prisa de la Mansión Black, seguido de Sirius y una chica de cabello rosa a quién no reconocía.

—Hay que irnos. —Ordenó la chica, buscando su varita y tomando un bocado del dulce de Regulus.

—¡Espera!

Regulus usó su varita para "deshacer" la maldición imperius usada en los muggles, aunque sabía que ellos iban a recuperar la conciencia dentro de algunas horas, o días.

Sin ningún cargo de conciencia, Regulus tomó su abrigo y su varita, decidido a luchar.

—Bien.

Acto seguido, tomó el brazo de su prima, y juntos usaron un hechizo de aparición para llegar al Ministerio.

Por obvias razones, el Ministerio Mágico presentaba protecciones para conservar su seguridad; una de ellas consistía en el bloqueo de llegada a través de la Aparición, por lo que ambos viajeros tuvieron que llegar hasta su límite: una cabina telefónica.

Nadie podía aparecerse desde afuera, pero una vez dentro, cualquiera era libre de usar aquel hechizo y divagar por cualquier habitación permitida.

Al llegar a las calles, corrieron directamente hacia la cabina y tomaron el teléfono muggle en sus manos.

—¿Recuerdas el código? —Le preguntó Alya a su primo.

—No... Mi padre me traía cuando era más pequeño, no recuerdo el código.

La chica Black bufó, sabía que estaban perdiendo tiempo valioso, pero rápidamente tuvo una idea.

Sacó su varita del abrigo y apuntó al teléfono:

Homerun Revelio.

Al decir aquellas palabras, los números 6,2,4 de la cabina telefónica empezaron a titilar en un orden específico, mostrando el código de acceso.

—¡Rápido! —Exclamó Alya—. Marca 6,2,4,4,2.

Regulus lo hizo sin siquiera dudarlo, y una voz retumbó dentro de la caja.

—Bienvenidos al Ministerio de Magia —Pronunció una voz femenina—. Por favor, diga su nombre y motivo de visita.

—Alya Black y Regulus Black. —Mencionó el chico de ojos grisáceos, teniendo prisa y miedo—. Sangre Pura, venimos de visita.


La cabina empezó a bajar lentamente, reemplazando su vista de las calles de Londres por un enorme pasillo.

—Gracias por la visita. No olviden tomar sus credenciales y hacer su revisión de varita.

Pero ellos no hicieron eso.

Por alguna extraña razón, no había nadie en el lugar.

—Departamento de misterios. —Le recordó Alya—. Busca algo que nos lleve hacia allá.

—No es necesario.

Regulus señaló tres elevadores, y ambos corrieron a uno de ellos.

—Departamento de misterios. —Dijeron a la vez, pero con la voz temblorosa.

Las puertas de metal se cerraron de golpe, y empezaron a moverse bruscamente.

Finalmente, otra voz femenina diferente a la de la cabina anunció su llegada al piso correspondiente, pero no fue necesario buscar entre todas las habitaciones, pues había un fuerte ruido en una de las puertas.

El corazón de ambos primos latió con más velocidad. La adrenalina y el miedo se volvieron uno solo, pero no tenían tiempo para desperdiciar.

Corrieron hacia la respectiva sala, y para su suerte, todos estaban tan distraídos luchando, que nadie se había percatado de la llegada de los intrusos.

Se escabulleron entre unas rocas, verificando que nadie los hubiera reconocido hasta el momento, mientras buscaban con la vista a Sirius.

—¡Remus, a tu izquierda! —Oyeron gritar a la chica de cabello rosa.

El hombre alto que habían visto salir de la Mansión Black luchaba contra Mcnair, otro seguidor de Quién-No-Debía-Ser-Nombrado a quien reconocieron rápidamente, a pesar de haber pasado muchísimos años de haberlo visto por última vez.

Remus Lupin esquivó el hechizo a tiempo, para seguir con la pelea.

Pero no eran los únicos que luchaban.

Del lado de la Orden Del Fénix, podía encontrar la presencia de Remus Lupin, Alastor Moody, Nymphadora Tonks, Kingsley y Sirius Black.

Ellos solo conocían a dos de los presentes, pero se sorprendieron al ver estudiantes entre ellos.

Un chico regordete de nombre Neville Longbottom, una chica pelirroja llamada Ginny Weasley, y una chica rubia de Ravenclaw de nombre Luna Lovegood, acompañaban a Harry, Ronald y Hermione.

Por otra parte, del lado de los mortífagos, 8 magos luchaban. Entre ellos sólo reconocieron a 5: Mcnair, Mulciber, Avery, Lucius y Bellatrix.

Esta última luchaba en un majestuoso duelo con su primo, Sirius Black.

Alya tuvo el impulso de salir de su escondite y torturarla, a fin de cobrar su venganza por haber matado a su chica, pero Regulus fue más ágil y la detuvo.

—No hemos llegado hasta aquí para arruinar nuestro plan. —Le recordó—, recuerda la regla, solo observar.

Alya se zafó de su agarre, enojada consigo misma por haber propuesto esa ridícula y absurda regla.

—¿Entonces qué hacemos aquí? ¿Quieres comer palomitas mientras ellos mueren?

Aquello lo mencionó con sarcasmo, causando más nervios en Regulus.

Los hechizos seguían rebotando por toda la habitación, pero lo que motivó a los Black a salir de su escondite fue ver el peligro que corría Sirius al estar demasiado cerca de un velo.

«El velo de la muerte». Lograron deducir en sus mentes.

A pesar de los años, Bella lucía igual de terrorífica.


Su cabello negro formaba ondas, su piel seguía pálida, y sus ojos eran acompañados por grandes ojeras. Todo lo contrario a Sirius, quién lucía más cuidado, su cabello seguía largo, pero lo diferente era la presencia de barba y arrugas de preocupación.

—¡Avada Kedavra! —Gritaba Bellatrix, sin contener una macabra sonrisa.

Sirius también era ágil, pero cada vez le resultaba más cansado esquivar las maldiciones de su prima.

Y Regulus no pudo más.

—¿No crees que deberíamos hacer algo? —Mencionó Alya, bajo las voces de los hechizos de los combatientes—. ¡Hay que ayudarlo!

Y Regulus estaba seguro de que su hermano no iba a durar mucho tiempo.

—¡Olvida lo que te dije de "solo observa" y ataca a Bellatrix!

El miedo invadió totalmente el cuerpo de Regulus al ver que una maldición pasó muy cerca del hombro de Sirius.

Ambos salieron de su escondite y corrieron a la batalla.

Muchos dejaron de pelear al verlos, creyendo que se trataba de un error, o de unos fantasmas.

—Pero...

Rodolfus Lestrange fue aturdido por Neville, quien aprovechó la distracción del mortífago para atacarlo.

La duda de los estudiantes de Hogwarts incrementó al notar que los únicos que peleaban eran Sirius y Bellatrix, mientras el resto de adultos reparaba en la llegada de dos personas que alguna vez fueron dadas por muertas.

Bellatrix tenía a Sirius acorralado contra el velo, y estaba lista para acabar con su vida de una vez por todas.

Impedimenta. —Alya Black apuntó a su hermana, una vez que estaba lo suficientemente cerca para atacar, evitando así el cometido de su hermana menor.


Nadie podía creer lo que veían.

Ambos habían estado... Muertos.

El rayo azul cayó sobre el cuerpo de Bellatrix, quién se vio obligada a parar su ataque a causa del hechizo de su hermana.

La mujer abrió los ojos, asombrada por el repentino ataque que la había tomado desprevenida, pero se deshizo del hechizo y giró su rostro en dirección a su atacante, sin saber de quién se trataba.

Esta vez se quedó sin hablar, ni siquiera podía moverse, aun cuando no había un hechizo sobre ella.

—Esto es imposible... —Murmuró, sorprendida al reconocer a aquellas dos personas que habían formado parte de su familia.


—¿Tía Alya? —La chica de cabello rosa no podía creer lo que veían sus ojos.

—¿Hermano? —Pronunció el hombre de cabello largo, quién al darse cuenta de su cercanía con el velo, empezó a alejarse lentamente del objeto mágico.

Tanto Regulus como Alya trataron de sonreír al saber que habían evitado la muerte de Sirius, pero aún no estaban totalmente a salvo.

—Pero... ¿Cómo? —Exclamó Sirius, al ser salvado por su prima.

Él estaba tan asombrado como Bella, pero varias dudas invadieron su mente:

«¿Dónde habían estado estos años? ¿Acaso no habían muerto? ¿Por qué se veían igual que hace aproximadamente 15 años?»

Los presentes en aquella sala estaban sorprendidos, lo que incluía a los miembros de la orden y a los mortífagos por igual.

—¡Traidores! —Chilló Bellatrix, una vez que pudo salir de su asombro—. ¿Cómo se atreven a atacarme? ¡Traidores!

—Te sorprendería mucho, Bella... Si supieras la verdad de tu amo —Finalizó Regulus, antes de ser interrumpido por la llegada de Dumbledore a la escena.

El anciano llegó a la escena al igual que lo habían hecho cada uno de los miembros de la Orden, en una especie de humo blanco, pero incluso él quedó asombrado por los dos visitantes.

—¡Ataquen a los traidores! —Demandó Bellatrix, pero nadie la siguió.

No con Albus Dumbledore entre ellos.

Todos sabían que una lucha con el director de Hogwarts acabaría en su derrota, por lo que varios mortífagos empezaron a moverse sigilosamente en busca de una salida.

Entonces Dumbledore usó su agilidad por la cual era admirado por todo el mundo mágico y creó barreras, imposibilitando que los mortífagos huyan a través del hechizo de aparición.

Cada uno empezó a correr en diferentes direcciones, fallando en su misión.

Bellatrix se vio obligada a correr cuando Alya y Regulus empezaron a atacar nuevamente, mientras Harry era seguido por Sirius.

—¿Quiénes son ellos? —Le preguntó el azabache al hombre que era su padrino—. ¿Por qué todos han dejado de pelear al verlos?

—Es una larga historia, Harry. —Respondió Sirius, a medida que escuchaban los gritos de ataque de sus primas y hermano—. ¿Recuerdas que te mencioné que tenía un hermano y una prima favorita muertos?

El chico asintió, pero sin dejar de correr.

—Pues son ellos, Alya y Regulus.

Harry dejó de correr por unos instantes, y Sirius se vio en la obligación de parar.

—¿Han...? ¿Han vuelto de la muerte?

—No lo sé, eso habrá que preguntarles luego, pero primero debemos salvarlos de las garras de esa bruja.

Ambos volvieron a correr, pero a su lado se unió Dumbledore.

—¿Sabías de esto, Sirius? —Preguntó el mayor.

—Estoy tan sorprendido como tú, Albus.

Finalmente pudieron alcanzar al grupo, viendo que Bellatrix estaba en el suelo.

—¡La mataste! —Chilló Alya—. ¿¡Por qué!?

Y aún aturdida, Bella sonrió.

—¿Dejar la familia por una mestiza? —Se burló la mujer—. Tuviste suerte de que no estuviera en casa aquel día, sabes muy bien que yo sí te hubiera matado.

La chica soltó un grito, apuntando su varita hacia su hermana.

Alya estaba dispuesta a usar la maldición Cruciatus.

Dumbledore iba a impedir aquello, pero el ambiente empezó a cambiar.

El aire empezó a sentirse frío, y pesado.

Todos pudieron percibir el aroma de la magia negra, mientras un nuevo intruso llegaba a la escena.

Bellatrix sintió miedo, por primera vez en su vida, sabiendo que había fallado en su misión.

—¡Potter, dame la profecía! —Gritó, en su intento de remediarlo—. Accio profecía. Accio...

—Me temo que no la tengo. —Sonrió el azabache—. ¿Qué harás ahora?

Y aunque no quería admitirlo, Harry sentía satisfacción al verla asustada.

Hace unos instantes estuvo a punto de ver morir a su padrino. Ahora, estaba ansioso por el castigo de Bella.

—¡Lo siento! —Exclamó la mujer—. ¡Amo, lo siento! El incompetente de Lucius ha dejado que le chico se deshiciera de la profecía...

Pero ni eso pudo salvarla de un castigo por parte de su amo.

Frente a todos, Voldemort se hizo presente, y tuvo que fingir desgana al ver a uno de sus sirvientes nuevamente.

—Regulus...

La sensación de pérdida invadió el cuerpo del joven Black, como cada vez que él estaba cerca.

—Voldemort. —Se atrevió a nombrarlo.

El sujeto de piel pálida formó un puño con su mano libre, pero siguió con su sonrisa macabra.

Sabía que Regulus Black lo estaba traicionando.

—Mide la forma en que me hablas...

—Ya no te sirvo. —Le recordó—. Dejé de hacerlo hace muchos años.

El hombre ladeó la cabeza, soltando una nueva risa sarcástica. Pero aún no entendía cómo es que Regulus no había envejecido ni un poco.

Bellatrix aprovechó la distracción y huyó por una de las chimeneas, mientras Alya corría para impedirlo.

Sin embargo, ya era tarde.

—Vaya, vaya... Miren a quién tenemos aquí.

Voldemort se dio un festín al ver quienes lo rodeaban.

Había tantas opciones... Pero solo necesitaba matar a uno.

—Hay que sacarlos de aquí.

Alya asintió ante las palabras de Regulus, mientras Voldemort sacaba su varita.

Dumbledore también lo hizo, pero él usó un hechizo para enviar a los cuatro hacia un costado de la habitación, evitando que una maldición cayera sobre Harry Potter.

Y un nuevo duelo de magia se formó.

No había necesidad de hablar, pues los mayores dominaban los hechizos sin formular o gesticular alguna palabra.

Agua, fuego, e incluso figuras formaban parte del show. Pero el verdadero espectáculo se dio cuando Voldemort desapareció.

—¿Qué...?

Alya se preocupó al ver el ceño fruncido de Dumbledore, hasta que hubo un movimiento brusco.

Harry, el niño que estaba a su lado, empezó a gritar.

—¿Harry?

Sirius intentó tocarlo, pero el chico se zafó del agarre y cayó de rodillas al suelo.

Voldemort estaba entrando a la mente de Harry para poder controlarlo.

Alya fue la primera en acercarse al cuerpo del chico, viendo cómo sus pupilas estaban completamente negras.

—Está en su cabeza. —Dijo—. Están luchando...

—Mata a Alya. —Decía la voz en la mente de Harry—. Mata a la chica.

—No voy a hacerlo.

—Sé que quieres hacerlo...

—No tengo razones reales.

El hombre se vio frustrado al ver que Harry se resistía a su control, así que se vio obligado a torturar su mente a través de sus propios recuerdos.

El cuerpo del chico empezó a temblar, causando que Alya de alejase de él de forma inmediata.

Y luego de un grito desgarrador, Harry finalmente sacó a Voldemort de su cabeza.

Una nube negra salió de su cuerpo, a medida que algunas personas llegaban a la escena.

Muchos trabajadores del Ministerio vieron todo, incluso a Voldemort.

Entonces descubrieron que Harry y Dumbledore tenían la razón.

Alya y Regulus estaban al tanto de que Harry había declarado el regreso del Señor tenebroso a través de los diarios, pero tanto el Ministerio como El Profeta se negaban a admitirlo.

Lo que ellos no sabían, es que Dumbledore había huido de Hogwarts para salvar a Harry, por lo que una mujer del ministerio era la directora provisional de la institución educativa.

El plan de pasar desapercibido falló rotundamente, por lo que Voldemort se vio obligado a huir.

Nadie podía salir de su asimilación, pero al parecer ninguno conocía a los Black lo suficientemente bien como para darse cuenta de los intrusos.

Fudge, el actual Ministro de Magia, pidió conversar con Dumbledore, pero él aplazó la conversación para más tarde.

—En la sala de misterios hay algunos mortífagos atrapados, quizás quiera dar un vistazo.

Eso fue lo último que dijo, antes de aparecer en su oficina de Hogwarts junto a los tres Black y Harry.

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La reunión entre los miembros de la familia Black, Dumbledore y Harry terminó en confusión.

A Alya le tomó más de media hora contarles el "plan" que habían hecho, y la forma en que habían llegado a ese tiempo.

Todo tenía sentido para Sirius: La repentina desaparición de Alya, la extraña "muerte" de Regulus, y la razón por la que aún se veían jóvenes.

Pero por razones personales, ninguno de los viajeros del tiempo mencionó los horrocruxes.

—Así que han usado un giratiempos. —Confirmó el anciano, cruzando las yemas de sus dedos y apoyando sus codos sobre la mesa—. ¿Saben ustedes lo peligroso que ha sido?

—Completamente. —Respondió Regulus—. Pero lo más peligroso son los planes del Señor oscuro.

—Es cierto. —Alya lo apoyó—. He sido yo quién ha iniciado esto, y he visto muchas cosas.

—¿Qué cosas?

—En la línea temporal que visité primeramente, Sirius moría en aquella sala de misterios. —Recordó el diario—, solo así es declarado inocente.

El corazón de Sirius se comprimió momentáneamente.

« ¿De verdad estaban haciendo todo esto por él? »

—¿Y qué más ha visto, señorita Black?

—No mucho, a decir verdad. —Admitió—, solo hice tres saltos temporales, y lo último que pude ver fue... Fue que Quién-usted-sabe había vuelto.

Todos en la sala asintieron, sabiendo que aquel hecho no podía cambiar.

—¿Saben entonces que todos los giratiempos han sido eliminados por el Ministerio?

—Sabemos que ya no podemos volver. —Fue lo que respondió Regulus.

—Entonces ustedes no volvieron de la muerte. —Balbuceó Harry.

Por razones personales, Harry guardaba la esperanza de que eso sucediera.

Pensó que, si la familia de Sirius pudo volver de la muerte, sus padres también podrían hacerlo.

Qué equivocado estaba.

—Solo hemos viajado, pero nunca morimos.

Harry asintió.

—¿Entonces...? ¿Aquel día que entré a la habitación de Regulus...?

—Estabas en lo correcto. —Confirmó el Slytherin—. Sí había alguien en esa habitación.

—Nosotros estuvimos en la Mansión Black al menos tres días, por lo que sabíamos que tarde o temprano alguien pasaría por allí.

El muchacho miró el suelo, conteniendo una risa; Iba a decirles a los chicos que él tenía razón.

—¿Saldrán en los diarios? —Preguntó Sirius.

—No podemos permitirlo. —Respondió el anciano—. Si eso ocurre, habrá un caos. Quién-ustedes-saben está al tanto de esto, pero no sabe que ustedes usaron un giratiempos, tal vez crea que usaron alguna especie de maldición o magia negra para seguir iguales que hace 15 años, así que debemos dejarlo con esa duda.

—Como usted diga.

—Señorita Alya, señor Regulus... —Dumbledore trató de sonar convincente—. Sé que nuestro último encuentro acabó de una forma terriblemente dolorosa para ambos...

—Vaya al grano —Pidió la chica, queriendo evitar mencionar lo ocurrido después de su última reunión con él.

—Quiero saber de qué lado están. —Albus sacó los brazos de la mesa y miró fijamente a los primos—. Quiero saber si puedo confiar en ustedes.

—¿A qué se refiere? —Preguntó Regulus.

—Quiero saber si están dispuestos a unirse a la Orden del Fénix, ya que ustedes saben de nuestra existencia y del cuartel general.

Los Slytherin parpadearon como si sus ojos fueran a caerse.

Nunca imaginaron que Dumbledore les haría esa propuesta, y mucho menos querían hacerlo.

—Ustedes tendrían misiones al mismo nivel que Sirius. —Continuó el anciano, en vista de que ninguno iba a hablar—. Reconozco que ambos son hábiles en los duelos...

—¿Por qué? —Alya lo interrumpió—. ¿Qué gana usted con esto?

—No entiendo...

—Es cierto. —Regulus se unió a su prima—. Todos tenemos un motivo personal para hacer esto, nosotros tenemos el nuestro, ¿cuál es el tuyo, Albus?

Harry reconoció que sus actitudes eran normales de un Slytherin, pero se sintió curioso por la forma en que ellos estaban desafiando al anciano.

—Busco la paz en nuestros tiempos.

—¿Es eso realmente? ¿O sólo quiere tenernos a su lado para mantenernos a la vista?

—No es así de simple...

—Hágalo simple para nosotros.

El anciano trató de no sonreír sarcásticamente, por lo que tocó su barba y pensó un poco.

—Ustedes son viajeros del tiempo. —Empezó a decir—, cualquier cosa que pase, van a ser los primeros acusados; si algún inocente muere, los culparán por no hacer nada al respecto; Si cambian algo más de la línea, no vamos a poder darnos cuenta porque nosotros no sabemos nada sobre nuestro futuro.

Pero los Black no eran tontos.

Ellos sabían que Dumbledore los estaba tratando de engañar, incluso Sirius pudo notarlo.

Sus palabras sonaban como las amenazas que Druella solía hacer. Palabras de consuelo que tapaban una amenaza.

—¿Y usted cree que estando a su lado eso puede cambiar?

—Puedo hacer que cambie.

Los tres Black soltaron una risa que confundió a Harry, quién notó que ellos no eran tan diferente a Sirius como pensaba.

—Supongo que sabe entonces nuestra respuesta. —Alya fue la primera en levantarse de su asiento—. No me queda nada por lo cual luchar, pero tampoco tengo algo valioso para perder.

Regulus también se levantó, mirando a su prima con recelo.

—Por el momento solo voy a pedirle un favor.

—¿En qué puedo ayudarla, señorita Black?

—Necesito que me ayude con una dirección.

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Luego de aquella reunión, los tres Black fueron obligados a salir de la oficina del director, mientras el anciano y Harry tenían una nueva conversación.

—Así que... —Regulus intentó hablar—. Ahora que eres declarado inocente de tus cargos... ¿Qué planes tienes?

Por primera vez en años, Sirius Black no sabía qué hacer.

Había pensado en eso desde el primer día que fue encerrado en Azkaban: Viviría en una casa alejada de todo, pero cuidaría a Harry Potter, cumpliría su promesa con James y Lily.

Pero ahora solo quería hacer una cosa.

—Lo siento.

Sirius abrazó a Regulus con mucha fuerza, sin creer aun que tenía a su hermano de vuelta.

El joven no se inmutó de su puesto, aunque sentía que sus manos le picaban, por lo que se limitó a tocar el hombro de su hermano.

—Debí volver por ti a casa... —Decía el hombre, muy arrepentido de sus decisiones—. Walburga tuvo que hacerte mucho daño por mi culpa...

—Sirius...

—Lo que dije aquella vez en tu habitación fue cierto. —El hombre se separó lentamente—. Yo nunca quise alejarte de mí, pero no sabía exactamente lo que mis padres tenían preparado para ti, y quise proteger a mis amigos... Aunque ni siquiera eso pude hacer bien.

Alya se acercó lentamente a su primo y apoyó su mano sobre su hombro, tratando de darle consuelo.

Todos en esa familia habían sido víctimas de una guerra.

Perdieron amigos, perdieron familia, se perdieron ellos mismos.

Pero ahora tenían la oportunidad de recuperar lo poco que les quedaba.

O eso creía.

—Sean cuales sean sus planes, quiero ir con ustedes.

—Sirius, no es necesario, nosotros.

—Por favor, Alya. —Pidió el hombre—, no me niegues la oportunidad de hacer lo correcto por una vez en mi vida.

—No sabemos si lo que hacemos es lo correcto. —Comentó el Slytherin menor.

—¡Lo es! Ustedes están cambiando todo a su favor, sí, eso es ambicioso. Pero lo están haciendo para erradicar el mal.

—Lo hacemos porque sentimos que tenemos una deuda, no porque realmente queremos hacerlo.

Un poco de inquietud invadió la mente de Sirius, pero eso no evitó que siguiera hablando.

—Les seré de mucha ayuda. —Insistió—. Conozco todo esto como la palma de mi mano. Además, tengo algo que de seguro nos servirá para espiar.

—¿Y qué es eso, exactamente?

—Si me dejan ir con ustedes, les diré.

Ambos Slytherin lo pensaron un poco, y aunque tener a Sirius con ellos podría ser mala idea, lo cierto era que les emocionaba volver a estar juntos.

El pequeño grupo volvería a estar de vuelta.

—Lo voy a pensar. —Fueron las palabras de Alya—, pero creo que puedes venir con nosotros...

—¡Sí!

—Luego veremos si funciona, y de ser así, podrás continuar con nosotros.

El hombre asintió, emocionado por tener de vuelta a su prima favorita y a su hermano.

Aunque con una diferencia de edad bastante notoria.

—¿Estás de acuerdo, Regulus?

El chico solo hizo un movimiento con los hombros, gesto que Sirius interpretó como un sí.

Al menos eso era un avance.

—¿A dónde iremos exactamente? —Preguntó Sirius—. ¿Buscaremos algo? ¿Atacaremos mortífagos?

Sirius deseó en ese momento no decir aquello, pero las palabras ya habían salido de su boca.

Su hermano se tocó la marca con sutileza, y por primera vez en su vida se odió a sí mismo; Odió no ser como él y huir de la marca, odió no ser fuerte y evitar sus lágrimas, odió perder a las únicas personas que realmente valían la pena.

—Tengo un mejor plan. —Alya acabó con el incómodo momento.

—¿Sabes lo que es?

Regulus negó. En realidad no sabía a dónde los estaba llevando Alya, pues había preferido sumergirse en los pensamientos que habían invadido su mente.

Tal cual como lo recordaba, Sirius seguía igual de atento y alegre.

Revivió las veces en que un pequeño Sirius se había sacrificado por él, las veces en que había recibido los castigos de Walburga por su causa, las ocasiones en que su hermano asumió la culpa de sus errores.

Fueron recuerdos que provocaron una pequeña sonrisa en el Slytherin, aunque las dos personas a su lado no parecían percatarse de ello.

Y fue la razón que lo motivó a acompañar a Alya.

Y es que Regulus sentía que estaba en deuda con su hermano mayor, tanto así que desde el momento en que supo que Sirius iba a morir, decidió cambiar su destino.

No estaba del todo seguro si había sido la mejor decisión, pero por el momento quería aceptarla.

Había salvado la vida de su hermano mayor, tal cual lo había hecho Sirius por él hace un montón de años.

★゜・。。・゜☆゜・。。・゜★

Los tres Black aprovecharon la oscuridad de la noche para salir de Hogwarts y dirigirse a Hogsmeade.

Los recuerdos invadieron a cada uno como un balde de agua fría.

Regulus recordó su soledad; Sirius rememoró a sus mejores amigos; Alya lloró en silencio.

La chica veía en cada lugar y tienda cerrada un momento de su vida: Las veces que salía de compras con Narcissa, las ocasiones en que charlaba y tomaba varias cervezas de mantequilla con Andrómeda, las reuniones con sus antiguos compañeros de casa, su primer beso.

Durante su juventud, Alya había salido con algunos de sus compañeros, obviamente Sangre Pura debido a los pensamientos adquiridos por su madre, pero sintió que su primer beso real fue con ella.

Grecia Robbins la había llamado con la excusa de que necesitaba ayuda con algunas cosas, y para ese entonces Alya había cambiado de parecer con respecto a los niveles de la sangre, por lo que aceptó sin tanto alboroto.

Durante las clases le era inevitable mirar a Grecia, incluso creyó que estaba cansada cuando un día ésta le había guiñado el ojo en una clase de Pociones.

Pero aquel día todo cambió.

Grecia la acorraló en una calle que estaba muy alejada de todo, y la besó.

Alya le correspondió al beso, y fue allí cuando reconoció que su paranoia era real. Le había gustado su compañera de casa.

Allí estaba aquel solitario pasillo.

La chica Black se adentró en él, pasó los dedos por la sucia pared y leyó el trozo de papel de Dumbledore le había dado.

—¿A dónde iremos? —Volvió a preguntar Sirius.

—Ya verás, de seguro te va a encantar.

A Regulus no le gustó la idea, pero terminó aceptando la invitación.

—Cierren los ojos. —Ordenó la chica.

Todos hicieron caso, más que todo porque sentían curiosidad, y se tomaron de los brazos.

El ambiente cambió de repente, y el frío aire de Hogsmeade fue reemplazado por un cálido aroma de chocolate.

Cada Black abrió los ojos a su tiempo, encontrándose frente a ellos una casa no muy grande.

Las paredes estaban pintadas de un color crema, y la puerta era de color oscuro. Estaba claro que no podían reconocer los colores por la falta de iluminación, pero el aroma a chocolate caliente era distinguible.

Regulus frunció el ceño, sin entender por qué Alya los había llevado hacia allí.

Sirius se sintió un poco decepcionado, pero realmente le apetecía un poco de ese chocolate.

Alya caminó con decisión hacia la puerta, y dio leves golpes en ella.

Bajo sus vestuarios, Sirius y Regulus tomaron sus varitas, por si algo salía mal, pero fue más por un acto de reflejo.

De pronto se oyeron unos pasos, y la puerta se entreabrió un poco.

—¿Quién es? —Preguntaron desde el otro lado.

—Vengo en búsqueda de mi hermana.

—Aquí no vive ninguna mujer. —Masculló la voz masculina.

—Estoy segura que Andrómeda Black querrá verme, solo dígale que soy Alya Black.

La puerta se abrió de un solo golpe, y ambos hermanos apuntaron con su varita hacia las dos personas que habían aparecido.

Sin embargo, todos se quedaron sin palabras, sobre todo la mujer de cabello castaño que apartaba a una chica de cabello rosa chicle de la puerta.

N/A: Una vida ya ha sido salvada... ¿Pero qué consecuencias traerá todo esto?

Leer la parte en la que Harry aguardaba la esperanza de la resurrección de sus padres me destrozó mucho 💔 , y creo que incluso Sirius pensó lo mismo.

Las aventuras y el drama Black recién está iniciando, pero no todo es tan fácil como se está viendo.

¿Qué medidas tomará Voldemort ahora que sabe que uno de sus mejores vasallos lo ha traicionado?
¿Cuáles son sus nuevos planes?

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