Capítulo 3

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Aviectum ignis.

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—Dices que quién tú sabes... ¡Por Merlín, Regulus!

Alya seguía sin creer lo que su primo menor le había dicho.

—¡Horrocruxes! ¡Eso...! ¡Eso explicaría por qué seguía vivo cuando visité el futuro!

La chica era quien más hablaba en la habitación, pues la mente del joven Black seguía dando vueltas.

—¿Cuál es tu plan?

—Ya te lo dije. —Le hace recordar—, debo cambiar este guardapelo falso por aquel objeto.

—¿Cómo sabes que ese es el objetivo indicado? ¿Sabes exactamente a dónde iremos? ¿Él va a enterarse?

Alya bombardeó de preguntas al chico de ojos grises, quién lucía cada vez más abrumado.

—He estado investigando desde hace mucho. —Opinó—. Hace poco, el señor tenebroso me pidió prestado al elfo, pero Kreacher volvió muy débil aquella vez, así que lo obligué a contarme lo que ocurrió. —El chico movió su cabeza ante el recuerdo de Kreacher a punto de morir, mientras jadeaba por un poco de agua—. Y estoy completamente seguro de lo que voy a hacer.

—Querrás decir, "haremos".

—No, Alya. —El chico se puso de pie—. Debo ir solo.

—Algo malo va a pasarte... Tú, no volverás...

—Puede que esta vez sea distinto.

—Lo será si voy contigo.

—Debes quedarte.

—¿Y luego qué? ¿Debo quedarme cruzada de brazos, sabiendo que pude haberte salvado la vida? ¿De verdad crees que puedo vivir con esa culpa?


Regulus no se movió de su asiento, viendo lo preocupada que se veía su prima.

—Iré con Kreacher. —Dijo, aunque Alya sabía aquello.

—Iremos los tres, y es una orden.

Alya se acercó y miró fijamente a su primo menor, retando sus desafiantes ojos.

Ya no había rastros del pequeño niño que recordaba, del niño asustadizo que se escondía detrás de Andrómeda o Alphard para evitar ser castigado.

Regulus había cambiado, pero Alya estaba decidida a cambiar el futuro incierto que había visto.

—Bien...

La chica saltó de alegría, para luego ladear la cabeza y acomodar el giratiempos en su cuello.

—Pero si algo sale mal...

—Tengo un giratiempos. —Alya sonríe—. Retrocederé las veces que sean necesarias, con tal de salvar a mi familia.

—Entonces... ¡Kreacher! —Regulus llamó al elfo.

Un "plop" anunció la llegada de la criatura mágica, quién estaba listo para cumplir las peticiones de su amo.

—Amo Regulus. —Hizo una reverencia—. Ama Alya, ¿en qué puedo servirles?

No hizo falta ver la mirada de reproche del elfo en contra de la joven, pero eso a ella no le importó.

—Bien... Necesito que me prometas algo... O mejor dicho, te daré una orden, y tendrás que cumplirla de pies a cabeza, ¿entiendes, Kreacher?

El elfo asintió, muy orgulloso de que su amo favorito lo considerara importante para la tarea.

—Los tres iremos a un lugar que nadie conoce, o bueno, que solo tú conoces, y haremos algo sumamente peligroso. —Empezó a explicar—. Kreacher, pase lo que pase, si te ordeno que vuelvas, lo harás. Si te ordeno que te lleves a Alya, lo harás. Si te ordeno que me mates, lo harás.

—¡Regulus!

—Sí, amo.

El elfo asintió, pero aquello no lo dejó muy convencido.

—Bien... ¿Listos?

Tanto la bruja como la criatura mágica aceptaron sin rechistar, y todos fueron obligados a tomarse de las manos, pues el único que sabía a dónde irían era Kreacher.

El chico respiró profundamente, sintiendo el cambio drástico del ambiente una vez que abandonaron la mansión.

Su llegada causó un gran eco, obligando a los primos a abrir los ojos al mismo tiempo.

Era una cueva.

Dos terrenos estaban separados por una especie de laguna, mientras detrás de ello podía oírse el choque del agua y las rocas.


—¿Cómo cruzaremos? —Preguntó la joven.

—Sobre ese bote.

Alya buscó con la mirada hacia donde señalaba su primo, pero eso no la convenció del todo.

—Es muy pequeña...

—Amo Regulus. —Intervino el elfo—, si me permite decir unas palabras...

El chico asintió.

—No me preocupa el tamaño de la barca, pues yo no ocuparé mucho. Me preocupa lo que hay allí abajo.

Kreacher tomó una roca del suelo, la tiró al agua, y fue cuestión de pocos segundos para que ésta fuera tomada por unas espeluznantes manos.

—¿Eso fue...? —Alya intentó preguntar.

—¿Lo que casi mata a Kreacher? Sí —Afirmó el elfo, susurrando.

—¿Y no pudiste usar magia?

—La magia de la aparición no existe en este lugar, ama Alya. Se puede llegar a través de ella, pero no salir.

Los primos se miraron entre sí, no muy seguros ante las palabras del elfo.

Pero ya estaban allí, y no había tiempo que desperdiciar.

—Tú, al frente. —Le ordenó a Regulus—. Yo iré detrás, Kreacher en el centro.

Los tres subieron al bote, y cómo era de esperarse, no avanzó.

—¿No tiene un remo? ¿Algo?

—Todo tiene un precio, ama Alya. —Respondió el elfo.

—¿Cuál es el precio de esto? —Preguntó Regulus.

—Sangre.

El chico de ojos grises miró a su elfo, y la seriedad en sus gestos le demostraron que decía la verdad.

—Una gota de sangre es suficiente...

El chico no esperó y, usando una punta de la madera de la barca, cortó un poco de la palma de su mano.

Alya ni siquiera se inmutó, pues un movimiento en falso significaba volcarse, y con ello, una muerte segura.

Al cabo de unos segundos, y cuando Regulus limpió su sangre, la pequeña barca empezó a moverse, dando inicio a una nueva lucha.

Nadie lo admitió, pero todos morían de miedo.

Regulus miró el lago, pero este estaba tan oscuro como el cielo de la noche, que era imposible ver algo.

Una vez que llegaron al otro lado, pudieron respirar nuevamente.

—Bien... Ahora, lo difícil.

Regulus sacó de su túnica el falso guardapelo, y guardó dentro de él una nota prescrita desde hacía ya un buen tiempo. 

Una vasija y una taza aparecieron frente a ellos, y todos caminaron al mismo tiempo.

—¿Qué debo hacer? —Le preguntó Regulus al elfo.

—Él... Él me hizo tomar el agua de la vasija, amo Regulus. Y luego guardó el guardapelo.

El joven fue el primero en tomar la copa, mirando su reflejo en el líquido cristalino de la vasija.

—Yo lo haré. —Alya tomó la mano de Regulus, impidiendo que tomara el líquido.

—No, yo lo haré.

—Escucha, eres muy joven...

—Pero tú tienes un giratiempos.

—Un giratiempos que no sé usar. —Recordó—, si hay alguien aquí que sabrá qué hacer, ese serás tú.

Regulus dudó unos minutos, pero aceptó, sabiendo que iba a perder la discusión de todas formas.

—Hasta el fondo.

Un trago.

Alya no sintió nada. Parecía que nada había cambiado.

—¿Puedes seguir? —Le preguntó un preocupado Regulus.

—Soy una Black, por supuesto que sí.

Segundo trago.

De repente, la garganta de Alya empezó a sentirse seca, y un mareo la hizo tomar la taza con más fuerza.

—Tercer trago...

La bruja cerró los ojos tan bruscamente, que Regulus tuvo que acercarse y tomarla para evitar que cayera al suelo.

—¿Alya?

—Agua... —Balbuceó la joven—. Agua...

El chico miró a su elfo, quién negó y dijo que debía beberse toda la poción.

—Alya... Sólo quedan dos tragos... —Trató de sonar convincente, pero el muchacho tenía miedo.

—No... Agua...

Regulus tomó nuevamente la taza.

—Es agua. —Mintió—. Bebe.

El líquido cristalino entró a la boca de la Black, pero ésta empezó a gritar cuando el líquido pasó por su garganta nuevamente.

—¡Cállense! —Jadeó—. ¡Haz que paren las voces!


De los ojos de la chica brotaron lágrimas, y su piel se estaba volviendo cada vez más pálida.

—Kreacher, trae un poco de agua.

El elfo acató la orden. Se acercó al lago, tratando de tomar un poco de agua, pero por más que intentase llenar la botella que había traído, era imposible.

—¡Kreacher!

—Lo siento, amo... No puedo.

En medio de los gritos y llantos de Alya, Regulus acercó el último sorbo.

—¡No! —Gritó, nuevamente—. No me obligues a tomar eso...

—Alya...

—¡Mátame, Reg.! ¡Prefiero morir a tener que tomar eso!

Aquellas palabras alertaron al chico, quien empezó a desesperarse.

—Te dije que no vinieras...

No le quedó de otra, más que tomar a su prima de la mandíbula y obligarla a tomar del líquido.

Finalmente, ella dejó de llorar, y él aprovechó el escaso tiempo para intercambiar los objetos.

—¡Amo Regulus!

El grito de Kreacher hizo que ambos primos lo mirasen, y la marea empezó a subir peligrosamente.

Unas criaturas huesudas empezaron a caminar hacia ellos, tomando al elfo en sus brazos.

—¡Kreacher!

El elfo luchaba por deshacerse de las criaturas, pero era imposible.

Regulus sacó su varita, pero por más que intentase hacer un hechizo, ninguno los libraba de ellos.

Inferis...

El jadeo de Alya le dio una idea.

Muertos... No podía matar cadáveres humanos, pero quizás podría distraerlos.

Aviectum ignis.

De la varita del chico salió una ráfaga de fuego, el cual cayó directamente en las criaturas que atacaron al elfo, liberándolo momentáneamente.

—¡Kreacher, ven! —Demandó, con la voz temblorosa.


A medida que la criatura mágica se acercaba, Regulus no flaqueó en ningún momento con su varita.

La movió hacia un costado, dándole forma al fuego que salía de ella.

De pronto, dos serpientes de fuego rodearon a los Black, mientras caminaba de espaldas hacia el cuerpo de su prima.

Se podía ver la lucha que estaban teniendo los inferis, pero los Black debían ser más ágiles si querían salir con vida.

—¡Kreacher! ¡Te ordeno que nos lleves de vuelta a mi habitación!

—Evidencia... —El quejido de Alya le impidió al elfo aparecerse con ellos—. Evidencia...

¿Cómo no lo había pensado?

Lo único que se ocurrió a Regulus fue sacarse su túnica y tirarla en dirección al lago, mientras los cadáveres tomaban la prenda y peleaban por ella.

El chico agradeció tener ropa debajo de aquella túnica, pero no había tiempo para hablar de ello.

—¡Ahora!

Rápidamente dejó de apuntar con su varita para acercarse sin peligro de atacar a su prima y la tomó de la mano, a medida que Kreacher los llevaba de vuelta a la mansión Black.

El ambiente volvió a cambiar, y ya no se podía oír el choque constante de la marea con las rocas, ni el sonido de la tela desgarrándose.

—Kreacher...

Instantáneamente, el elfo hizo aparecer un vaso de agua y se lo tendió a su amo, mientras él se arrodillaba para darle el líquido a Alya.

La joven tomó el líquido sin rechistar, a medida que volvía a estar consciente.

—Kreacher. —Regulus volvió a hablar—, te ordeno nunca hablar de esto a mis padres, ni a nadie cercano a la familia. ¿Me entiendes?

—Sí, amo. —Respondió el elfo, antes de desaparecer hacia la cocina.

La respiración de Alya dejó de ser agitada, y Regulus giró su cuerpo.

—¿Alya? ¿Cómo te sientes?

—He vuelto del futuro y de la muerte... —Habló, con mucha debilidad—. ¿Acaso no puedo ser más cool?

Regulus envolvió el cuerpo de su prima en sus brazos, mientras ella lo recibía gustoso.

—Hemos hecho lo correcto...

—Si, Regulus. —Afirmó—. Pero debemos irnos.

—¿Por qué?

—No sabemos a qué hora volverán tus padres. —Razonó la joven—, y nadie más debe vernos.

—¿A dónde propones que vayamos?

—Viajemos a 1996.

—Pero entonces... ¿Qué haremos con esto?

De por sí, el objeto en las manos de Regulus irradiaba malas energías, magia oscura y perversa, por lo que tenían tener una razón válida para deshacerse de éste.

—Hay que...

—¡Espera!

Alya no le hizo caso a su primo y se levantó del suelo, sintiendo un poco de mareo.

—Hay que esconderlo.

—No, hay que destruirlo.

—Hace unos minutos dijiste que, si destruimos este guardapelo ahora, él se dará cuenta.

—Mejor, así muere de una maldita vez.

—Pero entonces la línea temporal va a cambiar.

—La línea temporal cambió desde el momento en que hiciste tu primer viaje, Alya. ¿Qué más podría pasar?

—¿Y si alteramos algo más? Es decir, te darán por muerto, obviamente esta vez no lo estás, al igual que yo, ¿pero qué pasaría con Sirius?

—Buen punto...

—La razón por la que volví fue para salvarte a ti y a Sirius. —Admitió la Black—. El señor oscuro podrá ser derrotado en algún momento, pero me temo que la vida de ustedes dos no se podrá recuperar fácilmente.

Regulus se sintió conmovido, querido.

Nunca nadie se había preocupado tanto por él. O al menos, no de esa forma familiar

—Bien...

—¡Sí!

—¿Pero dónde lo oculto?

—¿Qué lugar es menos visitado dentro de la mansión?

—Mi habitación. —Respondió—. Nadie entra, tú misma me dijiste que Walburga solo lloraba en el marco de la puerta.

—Bien, hora de esconderlo.

Regulus tardó unos cuantos minutos en ocultar el horrocrux, sin saber que estaba cometiendo un grave error.

—¡Kreacher! —Oyeron una voz.

«Oh, mierda». Pensaron los primos. «Ya están aquí.»

—Ama Walburga... —Oyeron la alabanza del elfo—. Amo Orión.

—Regulus, hora de irnos.

El joven se acercó a su prima, a medida que los pasos se hacían más claros.

—Apresúrate.

Y así, con el corazón latiendo con gran velocidad, Regulus envolvió el giratiempos entre él y su prima.

—¿Cuántas vueltas? —Preguntó Regulus, con apuro.

—12 vueltas, Reg. Ni más, ni menos.

El joven ni siquiera refutó por la gran cantidad de tiempo que iban a avanzar, y el ambiente empezó a cambiar drásticamente.

Regulus quedó muy sorprendido a medida que pasaban las escenas.

Era cierto lo que Alya le había contado: Vio a su madre entrar al menos unas 5 veces, y en todas, lloraba de forma desconsolada.

—Oh, no...

Alya supo interpretar aquello.

Kreacher, el elfo, había tomado el guardapelo.

Pero por más que Regulus intentó evitarlo, el giratiempos no le permitía interactuar con su ambiente.

Finalmente, la habitación dejó de mostrar personas y escenarios, y ambos primos se tambaleararon al llegar al final de su viaje.

—Krea...

—¡No! —Alya lo interrumpió—. No llames al elfo.

—Alya, ¿has visto lo que ha pasado?

—Por supuesto, Regulus. —Informó la chica, con obviedad—. Pero si llamamos al elfo correremos el riesgo de que alguien más nos vea.

El Slytherin se silenció por un momento.

—No sabemos si hemos llegado al destino que suponíamos o...

Sin embargo, Regulus sintió un ardor en su pecho.

Era el giratiempos.

El chico se quitó rápidamente la cadena que lo envolvía, sintiendo como ésta le estaba empezando a quemar al tener contacto con su piel.

Tiró del objeto, pero ni siquiera llegó a tocar el suelo, pues se generó un estruendo, y el giratiempos explotó sin causar un gran ruido, para su suerte.

«¡Genial! Lo que me faltaba». Pensó el menor.

Alya no dijo nada, pero su cara de susto lo decía todo.

Estaban atrapados en un tiempo desconocido.

—Reg...

—¿¡Has visto eso!? —Gritó, muy enojado—. ¡Estamos muertos!

—Bueno, en realidad sí lo estamos... —Trató de calmar el ambiente con una broma, pero eso solo enojó más al chico.

—¡Alya!

—Está bien...

—¿Qué se supone que haremos ahora?

—¿Buscar otro giratiempos?

—¿Me lo estás preguntando? ¿O es una afirmación?

—Regulus, es obvio que digo una afirmación. —Aunque la voz de Alya no mostraba seguridad del todo—. Además, al parecer tenemos otra tarea, buscar el guardapelo.

—Tenemos una lista de prioridades. —El chico de ojos grises empezó a mencionarlas—: Primero, debemos averiguar en qué año estamos; Segundo, buscar algo de comer, me muero de hambre; Tercero, buscar a Sirius; Cuarto, averiguar qué ha pasado con nuestra familia; Y por último, pero no menos importante, buscar un giratiempos que nos lleve de vuelta al terminar con esto.

Sin embargo, ninguno sabía que todos los giratiempos habían sido destruidos por el ministerio para ese año. 

N/A: ¡Se nos fue de las manos!!!!!!

Oh, no... El giratiempos se ha autodestruido a causa de los constantes usos en menos de un día... Y nuestros chicos han quedado varados en el tiempo.

De acuerdo con la pista dada... ¿A qué año creen o suponen ustedes que han llegado los primos Black?

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