Capítulo 1
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Un viaje al futuro.
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1979.
El mundo mágico se encontraba dividido en dos bandos: Aurores y Mortífagos.
A ciencia cierta, nadie sabía con claridad cuál era el mejor, o el más seguro, mucho menos a esa altura de la vida.
Las muertes se habían vuelto tan comunes, que los magos parecían estar acostumbrados al horror.
—Alya... —Grecia intentaba levantar a su novia de la cama—. Debes irte, llegarás tarde.
—Mmm. —Balbuceó, aun dormida—, ya voy...
La mestiza soltó una carcajada, sabiendo que no podía hacer nada, más que eso.
—¿Y si mejor nos quedamos un rato más en la cama? —Propuso, haciendo que vuelva a reír.
—No, no puedes. —Grecia se acercó a la cama y sacudió las sábanas—, tienes mucho por hacer hoy, ¿lo recuerdas?
La castaña finalmente se puso de pie, ubicando sus manos en su rostro.
—Iré a lavarme.
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Le tomó al menos media hora arreglarse y darse cuenta de que en verdad estaba llegando tarde.
—Grecia. —La llamó—, ¿te encargarás de enviar hoy las flores?
—Tenemos un hechizo para eso. —Le recordó—. Siento mucha pena cada vez que llegamos a esta fecha.
Alya asintió, terminando su tostada, a medida que algunos recuerdos llegaban a su mente, entre ellos, una chica rubia que alguna vez había conocido como la amiga de su primo Sirius Black.
Una vez que terminaron de desayunar, ambas salieron de casa, listas para dirigirse a sus nuevos lugares de trabajo.
—¿Qué tipo de flor crees que soy? —Alya preguntó, sintiendo mucha curiosidad al respecto.
—Mmm. —Grecia lo meditó por unos segundos—. Bien podrías ser una rosa, me gustan las rosas.
La chica Black se sonrojó, y decidió tomarla de la mano por el resto del camino.
—¿Y Andrómeda?
—Ella podría ser un girasol.
—¿Por qué?
—Porque estas representan la alegría, la felicidad, el positivismo, la esperanza, la resistencia y la longevidad.
—Interesante respuesta.
Debido a la situación del mundo mágico, Alya no mantenía mucho contacto con su hermana menor.
A decir verdad, ella había roto todos los lazos que la unían con los Black, a excepción de Sirius y Andrómeda.
Por años intentó contactarse con Narcissa, pero ella nunca contestó sus cartas.
Regulus, por su parte, solo respondió las primeras, y Alya sospechó que Walburga lo estaba controlando.
—Narcissa, en cambio, podría ser una orquídea.
Aquello acabó con los pensamientos de la chica.
—¿Una orquídea?
—Belleza, admiración, aprecio, pureza y eternidad. —Mencionó las cualidades de la flor—, yo digo que encajan perfectamente.
Alya ladeó un poco la cabeza, convencida de que tenía razón.
Narcissa era la única de las 4 hermanas que se encontraba complacida con las decisiones de su madre. Se había casado con Lucius Malfoy, un mortífago cuyos ideales estaban al lado del señor oscuro.
—Bellatrix... —Lo meditó un poco—. Lycoris radiata. De origen japonés, se asocia a la muerte...
Grecia casi se arrepintió de haberla mencionado, pues Alya reforzó sus manos,
—No... —Ella se percató de su cambio drástico—, continúa, por favor.
—¿Estás segura de que quieres oír el resto?
—Sí.
—Bien... Se le conoce como flor del infierno, ya que se supone le dan la última oportunidad a las almas de ver su vida pasada.
Eso la hizo recordar a Voldemort.
Alya recordó que había visto al mismísimo Voldemort en persona, y se estremeció ante el recuerdo de un hombre de cabellos oscuros, ojos penetrantes y una actitud sumamente acusadora.
Todo sucedió alrededor de 1966, cuando Bellatrix se encontraba aburrida y llevó a sus hermanas a un bosque, mientras practicaba una maldición imperdonable.
Fue allí cuando él la vio.
Voldemort retó a Bella en un duelo, obviamente la Slytherin estaba segura de sí misma, después de todo, era la mejor duelista de su generación. Pero él ganó, siempre lo hacía.
Fue entonces cuando la locura de Bellatrix Black se desató.
Juró fidelidad a un hombre cuyos deseos no eran justificables, pero eso a su madre no parecía importarle.
Con el pasar de los años, su casa se volvió un centro de reuniones.
Por obvias razones, nadie más que Bella era invitada a ellas, algo que enorgullecía a Walburga en su totalidad.
Cissy estaba enamorada en ese entonces, por lo que no prestaba mucha atención a los detalles a su alrededor.
Andrómeda y Alya, en cambio, sentían nervios con cada llegada, sobre todo, ahogaban gritos cuando oían el impacto de algo con las paredes o un grito desgarrador de otra persona.
—¿Estás bien? —Grecia tomó con su mano libre el rostro de su pareja—. ¿Te he incomodado con mi comentario?
De pronto, Alya tuvo un mal presentimiento.
—No, no es eso.
—¿Entonces?
—No lo sé. —Admitió—, siento que hay algo diferente aquí...
Buscó con la mirada algo que delatara su idea, pero no encontró nada a su alrededor.
—Estaré bien. —Grecia le dio un beso—, anda a esa entrevista de trabajo.
—Nos vemos en casa. —Dijo, volviendo a besarla.
—Nos vemos en casa.
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Nadie sabía en verdad dónde había estado Alya.
Ella le había dicho a Grecia que iría a una entrevista de trabajo en el Callejón Diagon, y aunque al inicio la mestiza insistió en acompañarla, ella se negó.
En realidad, había sido llamada por Albus Dumbledore.
El director de Hogwarts estaba reclutando a más magos y brujas para su organización secreta, la Orden Del Fénix, y creyó en que la chica Black se uniría a primera instancia, al igual que lo había hecho el joven Sirius.
—No puedo unirme a esta guerra. —Fue lo que respondió la chica—, tengo una persona que no quiero dejar sola.
—La señorita Robbins puede actuar con usted. —Insistió el mayor.
—¡No! ¡Ni hablar! —Alya se levantó de su asiento, con mucha velocidad—. Ella debe estar muy alejada de esto.
—¿Qué le preocupa?
«Me preocupa que mi hermana le haga daño». Pensó la castaña, aunque nunca lo admitió frente al hombre.
—Puedo ser sus ojos aquí afuera. —Sin embargo, la chica cambió sus palabras—, es lo único que puedo ofrecerte, Dumbledore.
El mayor, no muy convencido de aquello, asintió. Después de todo, su equipo había sufrido muchas bajas ese año.
—Tendré que conformarme con esto. —Reconoció, con pesar—. Pero si es su decisión, la voy a aceptar.
Finalmente, Alya estaba volviendo a casa, ya eran las 4 de la tarde, y su estómago le estaba diciendo que tenía hambre.
—Me pregunto qué habrá de cenar hoy...
No obstante, sus planes se vieron frustrados al estar cerca de casa.
Su hogar se encontraba en medio de un bosque, alejado de cualquier ciudad muggle o mágica, razón que la hacía sentir segura.
Pero sus peores miedos se hicieron realidad cuando el cielo se vio iluminado por una brillante luz verde, y una especie de calavera se estaba posando entre las nubes.
—No, no, no...
La joven empezó a correr hacia el lugar que compartía con Grecia, sintiendo como su corazón se estaba acelerando con cada paso que daba.
—¡Grecia!
La calavera, símbolo de los mortífagos, estaba justamente sobre la casa.
Alya Black no tuvo la necesidad de abrir la puerta, pues ésta ya estaba entreabierta.
Así que corrió directamente hacia la cocina, y lo que vio terminó de dañarla.
El cuerpo de la otra castaña descansaba sobre el suelo. Sus ojos estaban completamente abiertos «La maldición asesina». Dedujo, y en su mano se encontraba su varita.
La chica se arrodilló, sintiendo como su mundo se caía en pedazos, y envolvió el cuerpo de su pareja.
—Nunca debí ir a esa estúpida reunión. —Se lamentó, mientras sus lágrimas seguían rodando sobre sus mejillas—. ¡Maldito seas, Voldemort!
Ella sabía que él era el causante de esto, esa calavera era su marca. Pero su mente le decía que había algo más... Él debía tener una razón para hacerlo.
A medida que secaba sus lágrimas, su atención se dirigió a la mesa, donde yacía una flor y una nota.
Con mucho pesar, Alya se alejó del cuerpo de su amada, tomando entre sus dedos la planta y la nota.
Se trataba de una Lycoris radiata, la flor con la que Grecia había comparado a Bellatrix.
Entonces todo tuvo sentido.
Aquel sentimiento de peligro... El rastro de magia oscura en el ambiente... Ella las había seguido.
«Flor de la muerte... Me gusta la comparación que tú noviecita ha hecho de mí. —Leyó, con furia—, quien diría que acertó al decir que yo sería lo último que vería... La muerte».
Alya arrugó la carta entre sus manos, ya que ahora sabía exactamente quién la había matado.
—¡Juro que voy a encontrarte, Bella! —Gritó, aunque su garganta no podía seguir haciéndolo—. Te vas a arrepentir por todo lo que me hiciste.
Y cayó, de rodillas, mientras varios estruendos empezaron a sonar fuera de la casa.
Varias personas empezaron a llegar al lugar, haciendo que la chica sintiera odio.
¿Por qué no llegaron antes para impedir que Grecia muriera?
—Alya...
Un chico moreno, de ojos grises y cabello largo y lacio, había llegado con dos de sus amigos a la escena luego de recibir la noticia de un avistamiento de la marca tenebrosa.
El chico, de apenas 19 años, se había unido a la orden junto a todos sus amigos, creyendo que podrían salvar al mundo con sus acciones.
Qué equivocados estaban.
—Vete, Sirius.
Sin embargo, el joven se atrevió a acercarse a su prima mayor, cruzando toda la sala para llegar a su lado.
James Potter, un chico azabache de lentes y una peculiar sonrisa, se atrevió a mirar el cuerpo que descansaba en el suelo, confirmando el fallecimiento de la otra chica.
Peter Pettigrew, un joven de cabello rubio y ojos claros, dirigió su vista a una de las paredes, leyendo en su mente lo que claramente estaba escrito con sangre.
«Para que me recuerdes. Con cariño, tu hermana Bella».
Alya rompió a llorar, y Sirius no sabía qué hacer al respecto.
—Hay... Hay que alertar...
—Al ministerio, lo sé. —Alya lo interrumpió, con la voz muy débil—. Solo que... No quiero...
—Puedes venir al piso en donde me estoy quedando. —Le propuso a su prima—, podemos...
—Quiero estar sola, Sirius.
—¿Estarás bien?
—Sabes que sí.
Mentira.
Ambos sabían que se trataba de una mentira.
Sirius asintió ante su petición, diciendo que él se encargaría de los papeleos, gesto que ella agradeció, pues no estaba preparada para hablar de aquello.
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Fue así como Alya Black vagó solitariamente por toda la ciudad las siguientes dos semanas, empuñando su varita en busca de algo que diera con el paradero de su hermana.
No había nada que indicara la ubicación de Bellatrix, pero tuvo una brillante idea.
—La mansión Black.
Si había un lugar donde hubiera algo que indicara los movimientos de Bella, ese lugar era la mansión Black.
Cualquier lugar al que Bella iría, tendría que pasar a contarle a su tía Walburga.
Entonces, Alya esperó un día normal, en las afueras de Gridmund Place, a que sus tíos salieran de casa.
Efectivamente, Walburga y Orión salieron de su hogar a las 6 de la noche, pero no estaban solos.
Druella también los acompañaba, y Alya se contuvo cuando un sentimiento de odio se apoderó de su cuerpo.
Cuando estuvo segura de que todos se habían ido, se adentró en el hogar.
Ella conocía el lugar a la perfección. Así que solo debía dirigirse a la habitación de reuniones y encontrar el paradero de su hermana.
Sin embargo, estando a tan solo unos centímetros del pomo de la puerta, un llanto la alertó.
Intentó esconderse, pero el elfo ya la había visto.
—Kreacher...
El elfo intentó llamar a su ama, advertirle que un intruso estaba en casa, pero Alya fue más rápida y lo detuvo.
—¡Kreacher! Te ordeno que no le avises a nadie de mi llegada.
El elfo iba a gritar, pero de su boca no salían las palabras.
—Puedes decir cualquier cosa, menos que he estado aquí.
Al ser una Black, al elfo no le quedaba de otra, más que seguir sus órdenes.
—Dime una cosa... ¿No hay nadie aquí?
El elfo negó, y sus orejas se movieron con brusquedad, pero la atención de Alya se dirigió a un collar que el elfo tenía en sus manos.
—¿De dónde has sacado eso? —Preguntó.
—El amo... —Balbuceó la criatura—. El amo Regulus me ordenó no hablar de ello.
—Regulus... ¿Dónde está mi primo?
Al decir esto, el elfo volvió a llorar, dejando más confundida a la pobre chica.
—El amo Regulus...
El elfo intentó hablar, pero ya había recibido una orden, «no hablar de lo había sucedido a nadie».
Entonces Alya corrió a la habitación de Regulus, pero no encontró a nadie.
Revisó unas notas que estaban sobre su escritorio. En ellas, se hablaban de un objeto mágico que podría guardar el alma de un mago.
—¿Un horrocrux? ¿Para qué querría Regulus vivir por siempre?
Los llantos del elfo dejaron de escucharse, por lo que la criatura había decidido culminar con el último deseo de su amo.
—Un momento... —Alya empezó a caminar en círculos—. Regulus no podría vivir para siempre... Pero el señor oscuro sí...
La chica se asustó mucho con la idea de que Voldemort había encomendado la misión de buscar una solución para la inmortalidad a Regulus, quién era muy inteligente para esos temas.
—¿Qué hiciste, Reg.?
Alya retrocedió, pero sin querer, terminó tirando una de las cajas de la habitación, por lo que empezó a guardar todo.
—Espera...
Alya tomó el objeto brillante en sus manos, viendo que se trataba de un giratiempos.
Muchas ideas surgieron en su mente, entre ellas, viajar al futuro para ver lo que el destino le estaba preparando.
« ¿Pero por qué ir al futuro, si puedo retroceder el tiempo y evitar que Grecia muera? ». Pensó, con el corazón lleno de esperanzas.
Si lograba viajar al pasado, podría salvar a su novia.
O bien podría atacar a Bellatrix antes de que intentara hacerle algo.
¿Pero cómo se usaba un giratiempos?
Alya nunca entendió como usar uno. A decir verdad, esos artefactos eran muy difíciles de conseguir, y ni hablar del peligro que significaba, por lo que nadie solía hablar a la ligera de aquel objeto.
Aun así, Alya se puso de pie, envolvió el collar en su cuello y suspiró.
—¿Qué más puedo perder?
Finalmente, la chica dio varias vueltas al objeto, 8 vueltas para ser exactos, sin saber lo que estaba haciendo, pero teniendo esperanzas.
Todo en la habitación empezó a cambiar, lo que significaba que lo estaba haciendo bien.
Vio las siluetas de sus tíos en la habitación, incluso la del elfo.
Vio a Walburga llorando.
Una y otra vez, ella volvía a aquella habitación, como si en realidad estuviera sufriendo por algo.
Pero nunca vio entrar a Regulus.
Finalmente, todo dejó de dar vueltas, y ella sintió alivio.
Algo estaba mal, pues la última vez que vio a su tía, ella tenía el cabello canoso.
—Un momento...
Alya salió de la habitación, corriendo en busca de algún diario que le mostrara la fecha.
Encontró un diario de El Profeta sobre la mesa, y la chica casi se cae al ver el día que mostraba.
2 de junio de 1993...
—¡Mierda! —Exclamó la castaña, sin creer aun lo que había hecho—. No retrocedí en el tiempo... He viajado al futuro.
N/A: ¡Por fin! ¡El primer capítulo de la historia ha salido a la luz!
¿Qué tal les ha parecido?
¿Estás listxs para descubrir lo que el destino le reparará a Alya?
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