[Act one]
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El sombrero seleccionador.
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1961.
Ese fue el año en el que Hogwarts presenció la llegada del primer miembro de la familia Black de una nueva generación.
Las expectativas sobre la nueva Black estaban sobre el límite.
Alya se mostraba segura de sí misma al subir al bote sobre el lago, al igual que los pasos que la llevaban al taburete puesto por la subdirectora del colegio.
—Black, Alya. —Nombró la mujer de anteojos.
Al sombrero seleccionador no le bastó con tan solo ver las cualidades de la chica para enviarla a su siguiente casa, pues su apellido ya hablaba por sí solo.
—Slytherin.
Todos los presentes aplaudieron, y en el rostro de la niña había una sonrisa de triunfo.
Por derecho, sabía que iría a esa casa, y eso significaba que sus padres estarían orgullosos de ella.
—Hola. —Un niño se atrevió a hablarle—, soy Mulciber.
—¿Mulciber? —La pequeña niña analizó aquel nombre en su mente, por si lograba reconocer el apellido—. ¿Acaso eres sangre pura?
—¡Por supuesto! —Exclamó el niño, con orgullo—. Mi familia pertenece a los sagrados 28.
Alya repasó en su memoria las palabras de su madre, y asintió al saber que sí podía juntarse con él.
—Entonces si puedes ser mi amigo.
El niño formó una sonrisa de triunfo, a la vez que un nuevo alumno era llamado a la tarima.
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1962.
La segunda Black estaba lista para ser recibida con honores.
Bellatrix Black compartía rasgos físicos con su hermana: cabello oscuro, porte de elegancia y una escasa sonrisa, pero su mirada era distinta... Estaba demostrando su poder.
—¿Ella es tu hermana?
Durante su primer año, Alya formó algunos lazos amistosos con importantes magos, entre ellos estaban Mulciber I y Avery I.
—Es obvio, ¿no lo crees?
Una pequeña niña de tez blanca y cabello oscuro formado en ondas respondió al llamado a su nombre, y durante su corto camino al taburete empujó a algunos alumnos que "le hacían estorbo".
—Slytherin.
El sombrero seleccionador nombró su casa apenas hizo contacto con su cabeza, y ella caminó con decisión hacia el puesto de su hermana.
—Bienvenida a casa. —Avery trató de sonar convincente, pero solo se ganó una mala mirada de la chica.
—Dime... —Bellatrix lo analiza a profundidad—. ¿Eres sangre pura?
—Bella. —Alya le dedicó una sonrisa—. ¿De verdad crees que voy a juntarme con un mestizo? O peor aún, ¿con un sangre sucia?
—¡Qué espanto! —Exclamó la menor, mientras una niña era enviada a Hufflepuff—. No puedo creer que tengamos que estudiar con esos sangre sucia.
Todo el grupo de amigos sonrió con burla durante unos instantes, mientras un nuevo estudiante llegaba a su mesa luego de su selección.
—Lestrange. —Se presentó ante los jóvenes—, Rodolphus Lestrange.
—A ti te conozco. —Alya trató de recordar en dónde lo había visto—. ¿Acaso fuiste a nuestra casa el mes pasado para una de esas "reuniones"?
—Que bueno que lo recuerdes.
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1964.
El siguiente turno para la nueva selección correspondió a la joven Andrómeda Black.
Al igual que sus hermanas, fue seleccionada para la casa de Slytherin, siendo recibida con vítores en la mesa de sus hermanas.
Una de las diferencias que pudo notar el director de Hogwarts en la joven fue su timidez a la hora de tomar asiento. Muy diferente a las actitudes de sus hermanas.
—Andrómeda. —La chica fue llamada por Bellatrix—, ven, rápido.
La niña literalmente corrió a su lado con una sonrisa, ganándose todas las miradas del grupo.
Alya cursaba su cuarto año, mientras Bellatrix su tercer año.
Sus grupos de amigos no eran más que integrantes de familias importantes, por lo que eran pocos los que lograban llamar la atención de las chicas.
La belleza de todas las hermanas fue dando frutos, y cada año nunca les faltaron aquellas cartas de "admiradores" durante las festividades.
Bellatrix siempre quemaba aquellas cartas, las consideraba "tontas", en cambio Alya solía leerlas primero, aunque claro, también terminaba quemándolas.
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1966.
La selección de la última Black se había llevado con total tranquilidad, y muchos quedaron sorprendidos con la belleza de esta última.
A diferencia de sus hermanas, Narcissa tenía el cabello rubio, al igual que su madre. Sin embargo, su actitud de superioridad demostraba que realmente ella merecía estar en ese lugar.
Alya se encontraba en su sexto año, y con ello, la necesidad de su padre por conseguir un buen esposo para su hija fue en aumento.
Las cartas de petición no tardaron en llegar a la familia, pero al contrario de lo que pensaba Druella, a su hija no parecía interesarle ningún candidato.
—Debes elegir pronto. —Le recordó Bellatrix—, y sobre todo, procura que sea guapo e importante.
—Sé lo que debo hacer. —Alya suspiró, pasando la página de su libro de Pociones—. ¿Crees que no lo estoy pensando?
—¿A quién elegirías? —Preguntó Andrómeda, con inocencia.
—Las opciones son buenas... Pero ninguno termina de convencerme.
—Es una lástima.
—¿Y tú, Bella? ¿Ya tienes a tu candidato estrella?
—Yo solo voy a esperar a que madre elija por mí.
—¿Y si te hace casar con un viejo?
—Cissy, no digas tonterías. —Bellatrix bajó sus pies de la mesa—, es obvio que buscará un buen candidato, así que no me preocupa. En cambio ustedes... —Miró a sus hermanas menores—, ya deberían ir pensando, así se evitan tanto estrés.
Y si que lo pensaron.
Los siguientes años, cada hermana eligió a una persona con quien pasarían una gran parte de sus vidas. Aunque claro, aquella decisión molestó considerablemente a todo el mundo mágico (sobre todo a los pretendientes de Alya y Andrómeda Black)
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1971.
La llegada del primer descendiente de Walburga y Orion marcó un hito histórico.
Sirius Black lucía extremadamente serio... Asustado.
—Black, Sirius.
El joven moreno caminó con un poco de temor hacia el taburete, mientras esperaba su respuesta con muchas ansias.
Por primera vez en la historia, el sombrero seleccionador analizó a un Black. Notó en el niño una gran diferencia con respecto al resto de su familia, y le tomó algunos segundos dar su respuesta.
—Gryffindor.
La sala se consumió en un silencio sepulcral.
Narcissa Black, quien cursaba su último año escolar, casi sufrió un desmayo.
—Imposible...
Lucius Malfoy, su prometido, sostuvo a tiempo su dramatizada caída, pero él también estaba sorprendido.
Mejor dicho, todos lo estaban.
Todos los Black iban a Slytherin. Se hablaba de una tradición de más de quinientos años, pero ese día todo había sido diferente.
Pero eso a Sirius no le importó. Al contrario, sonrió con orgullo y se dirigió a la mesa escarlata.
—Hola, soy James. —Se presentó un niño a su lado—, y ellos son Peter y Remus.
Dos niños rubios lo miraban sin creer lo sucedido.
—Soy Sirius. —Correspondió al saludo con un apretón de manos—, Sirius Black.
A Mcgonnall no le quedó más remedio que continuar con la ceremonia, a medida que Narcissa se levantaba de su asiento con rapidez..
—¿A dónde vas? —Le preguntó Lucius.
—Debe haber un error... Él no...
Aquella había sido la gota que se derramó del caldero de oro de los Black.
Al día siguiente, Walburga Black envió un vociferador a su hijo, diciéndole lo mucho que se encontraba decepcionada.
La familia le prohibió muchas cosas, incluyendo a su amado búho, pero Sirius pensaba en que el sombrero seleccionador lo había puesto allí por una razón válida e importante, así que se dedicó a buscar aquello durante muchos años.
Todos los estudiantes se sintieron asombrados por las fuertes palabras de la mujer, incluso Narcissa, a pesar de ya conocer a su tía. Pero ella también tenía órdenes de su madre, las cuales le prohibían acercarse a su primo.
—¿No tienes miedo? —Le preguntaron sus nuevos amigos.
—Mi madre siempre ha sido tan dulce... —Exclamó el niño, con sarcasmo—. Me parece raro que no haya enviado el vociferador con alguna maldición.
Los niños abrieron los ojos, asombrados por la forma en que Sirius hablaba de su madre.
—Si tan solo conocieran a mi madre.
Ese fue el inicio de una gran amistad entre los cuatro chicos, pero de igual forma significó el fin de los lazos familiares.
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1972.
El último Black por fin había llegado a Hogwarts.
Después del incidente con Sirius, la vida de Regulus Black cambió drásticamente.
Su hermano mayor se comportaba extraño en casa. Ya no hablaba con él, ni mucho menos compartían tiempo juntos, y eso le causaba decepción.
Pero lo frustrante no fue eso, sino las acciones de sus padres.
Walburga tomó cartas inmediatas en el asunto, dispuesta a no perder el hilo de su último hijo.
Ella se dedicó a criar de forma diferente a su descendiente más pequeño, tratando de entender en qué había fallado con Sirius.
Orión, por su parte, no volvió a dirigirle la palabra a Sirius por largos años.
—Black, Regulus.
El corazón de Sirius latía fuertemente, creyendo en que su hermano también reaccionaría a las palabras y actitudes de su prima.
Alya Black había huido de casa para ese entonces, ganándose el repudio de su familia, así como la eliminación de su lugar en el árbol genealógico de los Black.
Andrómeda, por su parte, se encontraba exhausta. Las constantes salidas a escondidas ya empezaban a cansarle, y también estaba planeando huir, tal cuál lo había hecho su hermana mayor.
Entonces, Regulus eliminó todos esos pensamientos y caminó con la cabeza baja hacia el taburete, sintiendo la mirada de todos sobre él.
—Slytherin.
La mesa de las serpientes estalló en aplausos, mientras el joven niño se quitaba la prenda.
Por acto de reflejo, levantó la vista, encontrándose con su hermano.
Aunque no quería admitirlo, Regulus se encontraba decepcionado.
Sirius solo le dedicó una mirada de alegría, tratando de decirle que estaba bien, aunque en el fondo quería gritarle y sacarlo de esa casa.
Sabía que Regulus iba a tomar un mal camino, Walburga se estaba asegurando de ello, por lo que decidió hacer una nota mental: Escribirle a Alya para pedirle consejos y ayuda.
Pero, solo por ese instante, un saludo era lo único que el menor de los Black podía hacer.
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