𝙥𝙧𝙤́𝙡𝙤𝙜𝙤
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PRÓLOGO
THE NEW KID IN TOWN
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BOHEMIAN RHAPSODY DE QUEEN comenzó a sonar levemente por toda la habitación color lila haciendo que la pelirroja de ojos azules abriera lentamente sus ojos con una minúscula sonrisa. Nunca entendió de que hablaba dicha canción pero le gustaba mucho.
Luego de soltar un bostezo frotó sus ojos unos segundos tratando de despertarse hasta que de repente los abrió de golpe y se sentó de un salto en la cama. Era hoy, no podía perder más tiempo.
Miro la hora de su despertador e inmediatamente aquel cosquilleo incómodo apareció en su estómago preocupándola. Siete y uno de la mañana, apenas y había tiempo para preparar todo.
Se levantó aún con un poco de pesadez y se dirigió al baño sacudiéndose levemente borrando cualquier resto de sueño. Abrió la llave de la regadera, primero la caliente y luego la fría a la misma altura para crear la temperatura perfecta, mientras esperaba que esta se nivelara, regreso rápido a su alcoba para tomar el hermoso conjunto que preparó y dobló de forma perfecta la noche anterior.
Después de diez minutos exactos salió de la regadera envuelta en una toalla del mismo color que su habitación para posteriormente tomar una toalla blanca de aspecto algo gastado la cual pasó por el resto de las gotas en la pared, no le gustaba dejarlo "sucio" , según ella.
Ya vestida con su falda de mezclilla con flores y blusa rosa palo se lavó el rostro, lavo los dientes y se colocó su crema humectante con olor a jazmín y luego su protector solar a pesar de ser un día nublado, nunca rompía su rutina ni aunque estuviera lloviendo. Desenvolvió su cabello de la toalla para comenzar a desenredarlo, aunque detestaba admitirlo, tal vez lo único que no podía mantener en control era su cabello, rojizo y rebelde sin causa, no decía que no lo amara pero no le gustaba que se esponjara mucho. Casi terminando se colocó un broche que combinaba con su blusa y aplastó su melena aún sabiendo que en unas horas sería un torbellino.
Se miró por última vez en el espejo mientras jugaba con su pequeña cadena de oro y acomodó sus anillos. Así era ella, todos los días, la misma rutina tomándole el mismo tiempo exacto no importaba si era fin de semana o vacaciones. Siempre lucía impecable y hermosa, como una muñeca de porcelana sacada de las antiguas reliquias de una abuelita muy fina, o de la mismísima reina de Inglaterra.
Suspiro viendo el reloj, siete con veintiséis minutos, se levantó tarde un minuto y terminó un minuto tarde, por ello, sin perder más tiempo apretó las sobras de sus converse blancos y se dispuso a comenzar con su labor.
Terminó de escribir "Libros" en un post-it verde fosforescente y lo pegó en la caja donde estaban dichos objetos para luego reforzarlo con cinta trasparente. Miro las tres grandes cajas satisfecha. Sin duda fue lo más tardado de la mañana y eso que comenzó envolviendo de plástico los muebles restantes de la casa, ignoró su propio regaño mental que le decía que si no hubiera acomodado sus libros por tamaño y color hubiera terminado hace más de dos horas.
Hace tres días que estaba haciendo lo más parecido a un inventario y re acomodando lo que su irresponsable padre solo lanzó dentro de las cajas de mudanzas. Agradecía a todos los dioses que al menos George fuera más ordenado que el pelirrojo. Estaba segura que si vivía con él último mencionado un año más en soledad la volvería loca.
Bufo al ver restos de comida en el refrigerador y en la alacena. Recordaba cómo le dijo estrictamente a su padre que no llevarían nada de comida puesto que sería un viaje un tanto largo y no quería accidentes en el camino, le pidió más de una vez que tirara las sobras imposibles de rescatar y que tratarían de terminarse lo demás en lo que se mudaban y si llegaba a sobrar lo llevarían a la caridad antes de marcharse pero al parecer no hizo absolutamente nada.
Rápido fue por una bolsa de basura y comenzó con las cajas de ahora migajas de cereal hasta terminar con frutas que ya estaban cafes.
Su progenitor despertó momentos más tarde y después de degustar el sencillo pero delicioso desayuno que Robin le preparó comenzó a ayudarla llevando las cajas listas a la entrada para que sea más fácil subirlas al camión de mudanza. Hasta que media hora más tarde pasar por fin llegaron Robert y George.
Adoraba a la nueva pareja de su padre, parecía ser el único que comprendía su atención por el orden pues el también era muy limpio y cuidadoso, todo lo contrario a su papá, él cuál, después de que padre e hijo llegaran y que George hiciera su saludo de manos con Robin no pasaron ni dos minutos para que ambos estuvieran holgazaneando mientras que Robert seguía ayudándola a etiquetar y re acomodar algunas cosas de las cajas de cartón.
Dos horas después llegó el camión de mudanzas y Robin mando a los tres hombres del lugar a subir todo rápidamente antes de que se les hiciera tarde y les tocara vivir el tráfico. Mientras ellos subían los muebles y cajas al camión con ayuda de los trabajadores ella recorría de arriba a abajo toda la casa esperando que ya no faltara nada por empacar, incluso busco por debajo de ese tablón salido que la volvía loca, pero en efecto ya todo estaba listo.
Suspiro mientras miro por última vez su hogar por la ventanilla de la camioneta. Nueva casa, nueva escuela, no podía con tanta emoción. Mentiría si dijera que no extrañaría sus amigos y su antigua vida pero la sonrisa de su padre, Robert y George al iniciar de cero en otro lugar era la mejor recompensa.
Todos eran muy unidos e inseparables desde hace dos años que ambos adultos por fin confesaron sus sentimientos demasiado obvios ante los ojos de cualquiera, eran una familia.
Malcom miró con diversión como Abe y Stevie parloteaban entre sonrisas nerviosas y entusiastas sobre su hermano y tío respectivamente.
Robert Kenarban era un piloto retirado de la fuerza aérea y el hermano mayor (además de héroe) de Abe.
El tío de Stevie volvía a casarse nuevamente después de muchos años de soltería desde que su esposa murió en un trágico accidente. Y el cerebrito tenía entendido que se mudarían a su vecindario para estar cerca de Abraham, el padre de su mejor amigo, ya que ahora fue la esposa de este la que los dejó, solo que de forma voluntaria. Pero el par frente a la familia Wilkerson ya ni parecía acordarse de Kitty, pues la emoción por ver a sus familiares era aún mayor.
Además ya era hora de que por fin ocuparan la casa de a lado, no tenía idea de porqué sus vecinos nunca duraban más de un año en dicha propiedad, cuando menos se lo esperaban estos salían huyendo.
« ¿Serán fantasmas? » se preguntó para después encogerse de hombros restándole importancia al igual que a los recuerdos de él y Reese haciendo bromas pesadas a los últimos cinco inquilinos.
No pensó que fuera algo malo, la familia de Stevie siempre se vio muy decente, por el lado que lo vieras y esta era una nueva oportunidad de iniciar con el pie derecho, pues para nadie en su hogar era un secreto que toda la cuadra los detestaba. Incluso recordó cuando hace unos meses una familia ocupó temporalmente la casa de a lado y tampoco funcionó bien a pesar de que comenzaron de buena forma, temía que ocurriera igual, pero más lo atormentaba el pensar que sus nuevos vecinos fueran igual a los anteriores inquilinos. Un niño inventa-chismes, una niña que miraba a Reese como si fuera su mordedor personal y una esposa infiel con el jardinero.
Pero esa otra parte de su cerebro lo mantenía tranquilo, pues a pesar de los gritos de su yo histérico y ansioso lograba hacer caso a los susurros de su yo coherente. Malcom aún recordaba perfectamente al primo de Stevie, estuvo de visita en las vacaciones de verano hace poco más de dos años, congenió bien con él, no era un krelboyne pero tampoco era un idiota, y era bueno estar con personas normales de vez en cuando, ah, y como buen visitante de la cuadra también se llevo unos cuantos golpes en las costillas por parte de Reese bajo la excusa de que era su "novatada".
Lo bueno del caso y la improvisada bienvenida que los Kenarban los orillaron a hacer es que su odioso hermano mayor no estaría para atormentarlos.
Reese estaba algo indispuesto, por así decir, o bueno, más bien castigando y no esta vez por su madre, sino que tuvo que quedarse a detención por su más reciente travesura.
Todo inicio hace unos días cuando lo encontró en el baño con cierto cuidado especial con su apariencia, y si eso de por si ya era raro fue peor cuando días después lo encontró en el mismo lugar lamentándose y por nada más y nada menos que Wendy Finnerman la chica que le robaba el sueño a su hermano mayor, tuvo tanta lástima por él que decidió ayudarlo pero parecía que el pelinegro pasaba sus consejos de largo y hacía lo que él quería de todas formas. Total, no sabe como fue que su hermano terminó en el equipo de porristas para tratar de impresionarla pero debido a los acosos y bromas anteriores por su parte, Wendy terminó por rechazarlo y no de forma bonita, y aquello claro que despertó la ira de Reese, él cuál se vengó de una forma poco convencional pero sólo como él sabía hacerlo.
Aún no podía creer que le cortara sus largas trenzas además de manchar su adorado uniforme con globos de pintura roja.
Lo peor de todo es que ni siquiera él —que no tuvo nada que ver— salió impune pues al universo no le bastaba con hacerlo un krelboyne, sino que también tuvo que soportar la platica sobre chicas con su padre donde básicamente les anunciaba una vida llena de decepciones amorosas y de algún extraño poder hereditario sobre causarle repulsión a las mujeres hasta finalmente encontrar a una igual a su madre que los tolere, y esa no fue la peor parte, lo más feo llegó cuando se puso a hablar sobre las flores y las abejas.
Sacudió su cabeza alejando esos pensamientos y se concentró en lo importante.
Minutos más tarde Stevie y Abe se fueron con la excusa de que adornarían un poco la nueva vivienda y que los esperarían ahí a más tardar a las seis de la tarde.
— Muy bien niños, — comenzó su madre — esto es importante para Abe y Stevie, si lo arruinan lo lamentaran. — amenazo con su típica voz de regaño — Y nada de comenzar a pedir prestado, Hal. No tenemos antecedentes con ellos, compórtense.
— Tienes razón. — la apoyó su padre — Debemos ganárnoslos antes de que los Reed los envenenen contra nosotros. — habló firme pero luego su rostro se convirtió a uno de duda — O los McCarty... o los Whitford.
— Si, bueno — la mujer mayor rodó los ojos ante la poca popularidad de su familia —, ya es suficiente ganancia que Reese esté castigado.
Malcom asintió en su dirección aliviado, estaba seguro que el primo de Stevie aún le guardaba bastante resentimiento.
Sus nuevos vecinos tenían poco más de media hora de haber llegado y la verdad era que se habían demorado en aparecer puesto que no querían ayudar a bajar cajas pero al ver cómo un hombre pelirrojo de mediana edad parecía sacar la última del camión de mudanzas fue cuando por fin decidieron hacer acto de presencia y el primero en recibirlos fue quien creyeron era Robert.
— ¡Hola! — saludo efusivo, de entrada parecía muy amable — ¿Ustedes son Hal y Lois? — preguntó hacia sus progenitores.
— ¡Si! — respondió su madre con una felicidad rara en ella — somos sus nuevos vecinos.
— Adelante, los estábamos esperando, Abe y Stevie están dentro.
El hombre se hizo a un lado permitiéndoles la entrada y sin borrar esa sonrisa de su rostro haciendo que Malcom comenzará a sentir los calambres en sus mejillas por él.
— ¡Amor! — gritó hacia alguna parte de la casa — ¡Los vecinos vinieron!
Ellos igual no borraban sus sonrisas amables pues querían que fuera especial para sus amigos además las amenazas de Lois si que eran para temer.
De pronto el hombre pelirrojo que habían visto por la ventana anteriormente apareció por uno de los pasillos hasta colocarse junto a George para después depositar un pequeño beso en sus labios dejando a los Wilkerson anonadados.
« Parece que olvidaron mencionar el gran detalle de la nueva pareja del señor Kenarban » pensó el ojiazul.
Pero inmediatamente alejó esa idea, no era asunto suyo y no le debían explicaciones. Recuerda, compórtate.
El que estaba por hablar era Dewey — y siendo un niño todavía — , Malcom rápidamente cubrió su boca con su mano evitando que suelte algún comentario incómodo u ofensivo. Después de ello lo último que se escuchó fue a su madre susurrándole al menor de ellos que en casa le explicara todo.
Justo ahora ambas familias compartían pláticas como si fueran amigos de toda la vida, pues la amabilidad de los Kenarban congeniaba bien con el carisma y buena imagen fingida de los Wilkerson.
George al principio estuvo algo ausente y distanciado pero al verificar que el segundo hermano de aquella familia no estaba cerca pudo desenvolverse mejor en el ambiente junto a Malcom y Dewey.
— ¿Qué tal? — el pequeño rubio solo levantó la mano en un simple saludo — La última vez que te vi eras muy pequeño.
— Si, ahora se cosas. — mencionó Dewey de forma misteriosa extrañando a George pero rápidamente Malcom lo calmó.
El era él listo ahí ¿no? Debía cuidar a su familiar de no hacer ningún tipo de ridículo.
Pero si que necesitaba un respiro.
— ¿Puedo usar tu baño? — preguntó formalmente extrañando no solo a su mismo.
Era raro hablar así cuando la mayoría del tiempo lo único que salía de tu boca eran groserías.
Por otro lado estaba Robin, de la cual aún no había rastro alguno, era equivalente a un suicidio dejar todo en cajas desordenadas en su nueva habitación pero sabía que aquellas visitas eran importantes para su nuevo tío y primo y quería quedar bien con ellos pues en la sencilla boda de hace apenas dos meses no pudo charlar mucho con ellos.
Casi salió de allí clavando las uñas en las paredes sin querer dejar todo tan mal pero lo logro a pesar de quedarse nuevamente con esa incómoda sensación en su estómago.
Bajando las escaleras escucho risas desconocidas desde el patio trasero donde se encamino a paso veloz pero antes de poder llegar — más exactamente en la cocina — fue cuando sin querer chocó con un chico desconocido y de lindos ojos azules.
— Oh, hola. — saludó con normalidad pensando que era uno de los hijos amigos de Abraham — ¿Tu debes ser R...?— se detuvo al ver al muchacho apretar los labios — No, eres Malcom. — Se corrigió a sí misma ganando una sonrisa del castaño.
— ¿Cómo lo supiste?
— Stevie hablaba de ti todo el tiempo por llamada. — Relató mientras lo miraba con un extraño brillo en los ojos, él era el gran Malcom del que siempre presumía su nuevo primo — Soy Robin. — extendió su mano hacia él en forma de saludo.
— Un gusto, vecina. — dijo burlón.
— El placer es todo mío. — hablo en el mismo tono — ¿Y qué? ¿Han vivido aquí desde siempre? — preguntó tomando una fresa del mesón y llevándosela a su boca.
— Desde que tengo memoria, si. — ella asintió.
— El lugar es bonito. — exclamó simple.
— Lo odias. — confirmó aún con un deje de burla.
— No lo odio. — soltó una leve risa — Es... diferente a donde estaba antes, y estamos cerca de Stevie y Abe y ahora de ustedes.
Malcom asintió algo ansioso.
— Tiene sus pros y contras...
— ¿Cómo qué? ¿Pones la música muy alta? — Ambos rieron más el chico lo hacía con nerviosismo.
Lo mejor sería no comenzar a asustarla con todas las atrocidades que han ocurrido en la cuadra por su culpa.
— Cambiando de tema... — jugó con sus dedos, no quería verse como una acosadora o algo — ¿es verdad que tienes un IQ de ciento sesenta y cinco?
Soltó de repente.
Ella no era penosa ni mucho menos, aveces lo parecía por su estricto y correcta forma de hablar pero resultaba ser alguien agradable si se lo proponía.
— Bueno, no es por presumir pero...
Y así fue como ambos jóvenes no salieron más de la cocina pues se envolvieron en una platica donde el chico alardeaba sobre su gran intelecto mientras que ella lo oía atentamente fascinada ante tanto conocimiento y sensatez saliendo de la boca de un chico de su edad.
— Vaya... — exclamó asombrada dejando su bolso en la mesa de la cocina — Eso salió mejor de lo que pensaba.
— Son muy... amables. — Dijo con algo de disgusto Hal.
— Luego habrá más confianza, Hal, estuvo bien para ser la primera vez. Buen trabajo muchachos. — Felicitó a sus hijos.
De repente apareció Reese, él cuál tenía pinta de tener rato ahí en la casa. Ni siquiera les pregunto qué tal les fue, no le importaba en lo más mínimo, solo pensaba en que al menos después podría tener más oportunidades para atormentar al primo de Stevie.
No hubo necesidad de cenar, pues los nuevos vecinos les ofrecieron algo de comida (comprada obviamente) y ninguno tenía hambre, a excepción de un problemático pelinegro que si se quedó con hambre esa noche pero estaba demasiado agotado como para cocinarse algo.
Ya en el cuarto, en la intimidad de los hermanos, Reese miraba con el ceño fruncido la sonrisa de bobo que tenía su hermano desde que llegaron hasta que finalmente preguntó la razón.
— ¿Por qué sonríes como idiota? — soltó en un tono tosco — Estas enfermándome.
— Oh, por nada. — Respondió Malcom de forma simple y sin borrarla de su rostro.
Reese lo miro aburrido para luego dirigirle una mirada amenazante a Dewey el cual, no dudó más de dos segundos en soltarlo.
— Tenemos una nueva vecina.
Malcom en ese momento apretó los ojos rendido esperando la bomba mientras oía como el mayor de los tres se ponía de pie rápidamente.
— ¿Y es sexy? — preguntó sin rodeos ansioso.
— Reese... — se quejó.
— Vamos, habla. — presionó.
— Solo quiero decir que es una chica normal con la que disfrute una tranquila charla sin darle asco o recibir alguna amenaza con gas pimienta. — El de ojos verdes rodó los ojos aburrido.
— Envidioso.
— Irá con nosotros a la escuela, quiero que te comportes, por Stevie. — Antes de que el matón pudiera responder fue interrumpido por el tercero en el cuarto.
— ¡Y son dos papás! — exclamó el pequeño con inocencia, después de una pequeña charla con su madre ya veía el mundo de forma diferente.
— ¿Dos papás en una sola casa? — preguntó asombrado el mayor — Debe ser el paraíso.
— Dewey — exclamó en forma de regaño el prodigio intelectual — solo... no lo repitas mucho, es una pareja más y normal en el vecindario.
— Si como sea, — habló nuevamente aburrido el mayor de ellos — debo dormir temprano, papá me encargo golpear al chico que molesta a Dewey y si quiero llegar a hacerle calzonchino matutino a Dabney debo madrugar. — Se acomodó en su cama mientras hablaba recibiendo una mala mirada por parte de Malcom.
— Ni siquiera hare un comentario de lo tétrico que sonó eso.
Acto seguido apago la lámpara que los iluminaba y disponerse a dormir.
Aquella mañana en la escuela Robin se había integrado bastante bien al grupo de Krelboynes, sobre todo con Cynthia, a pesar de sus malos chistes y risa estruendosa. Malcom hubiera querido presentarla a chicos más normales pero Stevie estaba tan aferrado de querer que conviviera con su antigua clase y actuales mejores amigos que no pudo impedirlo. Después vería que hacer.
Todos estaban tan enfrascados en su amena charla que no notaron a un pelinegro con sonrisa malvada observando la carne fresca desde una distancia considerable.
No le importaba en lo más mínimo sus nombres, más no fue difícil darse cuenta que eran nuevos, estaba seguro de jamás haber visto semejante cabellera pelirroja por los pasillos de la escuela antes. Además, estaban con el grupo de los tarados, pedían a gritos esto.
Fue a la máquina expendedora poniendo en marcha su macabélico plan y sonrió triunfante cuando tuvo la soda en sus manos la cual agitó como si no hubiese un mañana.
Regresando al grupo, Robin soltó una carcajada considerable hasta que sintió como alguien ajeno a ella picaba su hombro. Giro extrañada encontrándose con un chico más alto que ella, de ojos verdes y cabello negro con puntas rubias extendiéndole una soda con una sonrisa aparentemente amable.
— Hola, soy Reese, bienvenida a escuela.
Malcom, Del otro extremo de la mesa miró extrañado como la linda pelirroja aceptaba una gaseosa de las manos de su malvado hermano hasta que abrió los ojos espantado, Reese no era amable.
— ¡No, espera!
Fue tarde. Robin abrió la soda explosiva siendo esta rociada por todo su rostro y ropa. Cuando esta dejó de esparcirse por todo su cuerpo finalmente abrió los ojos con el ceño fruncido escuchando con furia la carcajada del tal Reese.
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