𝙘𝙝𝙖𝙥𝙩𝙚𝙧 𝙩𝙝𝙧𝙚𝙚
"— New bad boy, amazing."
SENTADA SOBRE LA alfombra justo en frente de su pequeña televisora veía uno de sus musicales favoritos. Y pese a que The Rocky horror picture show fuera el que más amaba en esta ocasión fue el turno de Grease. Aunque sonara algo básica no podía evitar bailar al ritmo de canciones como Summer Night o Freddy My Love, como en el caso de ahora que esperaba con ansias a que terminara el verso del guapísimo John Travolta.
— You better shape up,— se levanto
de un salto comenzando a bailar
con brinquitos igual que Sandy — 'Cause
I need a man and my heart is
set on you.
Llego a su espejo tomando su cepillo de
pelo y usándolo como micrófono.
— You better shape up,
¡you better understand! — hizo una nota
alta .— To my heart I must be true.
Aclaró su garganta para intentar
sincronizar con el cantante de la
televisora.
— Nothin' left,
nothin' left for me to doooo ¡AHH!
Soltó un grito cuando un estruendo de algo rompiéndose en su piso la sacó
de su momento musical ochentero.
Miro con asombro y susto la botella
de vidrio — que por suerte solo se rompió
a la mitad — en el piso de su cuarto.
Después observo hacia su ventana en
donde un pelinegro la miraba con molestia, expresión que evidentemente regreso.
— ¿¡Que te pasa lunático!?
— ¡Ya cállate, cantas horrible!
La cara de Robin cambio repentinamente a una de vergüenza cuando sin más Reese cerro de golpe la ventana de su habitación poniéndose dos cojines en sus oídos para otra vez recostarse en su cama.
— Lo que importa es el
sentimiento. — musitó despacio
con un deje de molestia para luego
imitar el acto del muchacho de a lado.
✦✧✪✦✧✪✦✧
┏ ┓
WHO'S
HIM?
┗ ┛
MIRÓ PENSATIVA A la castaña frente a ella hasta que finalmente después de largos segundos de espera señaló el espacio que tenía el número cinco.
— Uno, dos, tres, cuatro, cinco — contó con suma paciencia la chica krelboyne para después desdoblar el lado donde cayó la suerte de la pelirroja — Mmm "Vas a tener un flechazo de amor"— leyó en un suspiro.
Robin saco la lengua en una mueca de asco.
— ¿Eso es todo? — also una de sus cejas — ¿No hay algo mejor que pusieras en el origami? Como... — pensó — Que seré millonaria ¿tal vez?
Cinthya rió.
— ¿Qué tiene de malo el romance?
— No digo que sea malo pero-
Antes de que la pecosa pudiera terminar su explicación un chico externo a ellas paso cerca de su mesa tirando un pequeño cartón de leche del desayuno sin cuidado alguno al piso molestando considerablemente a la ama del orden.
Sin pensarlo realmente mucho se puso de pie llamando su atención.
— ¡Hey! — él volteo por inercia pero al ver que la chica se dirigía a él le dedicó una mirada aburrida — Recoge eso. — ordenó causando burla del otro.
— ¿Por que debería hacerlo? — comenzó a acercarse a ella de forma amenazante pero Robin mantuvo su postura.
— No te cuesta nada, el cesto está a menos de un metro y no deberías tirar basura. — dijo obvia.
— ¿Y qué si-? — cayó abruptamente.
Lo que la pelirroja ignoraba a sus espaldas era a un pelinegro que le lanzó una mirada de advertencia y amenaza al chico con el que estaba discutiendo haciendo que este no se le fuera encima.
El extraño simplemente rodó los ojos y recogió su basura para dejarla en el lugar que correspondía y ante ello Robin asintió satisfecha con una sonrisa volviendo a su lugar con Cinthya la cual inmediatamente la aludió por su buena acción y valentía mientras que aún a sus espaldas Reese también asintió conforme con el resultado de la situación comenzando a alejarse.
« Solo yo puedo molestar a cabeza
de menstruación »
Lo que todos desconocían era al misterioso chico con ropas de cuero que observo el momento con una sonrisa ladina y ojos curiosos. Regreso varias veces la vista del conocido matón de su escuela hacía a la nueva sensación rojiza sucesivamente, tal vez era una coincidencia el que él estuviera de paso cuando aquel cobarde intentó intimidar a la pelirroja, igual no iba a dejar que se entrometiera mucho, ya era hora de actuar y dejar de solo mirar, pero «diablos» desde que vio esa potente cabellera rojiza no había podido dejar de mirarla, tenía que moverse ya y buscar el momento perfecto para acercarse.
Caminando por el pasillo con los pesados libros en manos ambos adolescentes caminaban a un ritmo lento hacia su siguiente clase mientras que Robin oía atentamente las quejas de su acompañante, algo que ya se le había hecho costumbre.
— Y mamá me está obligando a dar asesorías, — bufó — quiere que use mi cerebro en algo de utilidad porque al parecer estudiar los enzimas para una importante feria de ciencias es algo bobo. — Antes de continuar, la pecosa lo interrumpió con una leve carcajada haciendo que este frunza el ceño.
— Hasta cuando te quejas eres lindo. — Soltó como si nada, en tanto, Malcom trago duro.
— ¿Q-Que?
— Vamos, nos cerrarán la puerta. — Lo ignoro y entro al aula dejándolo afuera pasmado.
« ¿Dijo que era...? ¡¿Qué rayos significa?! »
— ¿Malcom? — El chico salió de sus pensamientos de repente — ¿Entrara a mi clase?
El molesto profesor de biología bajo sus delgados lentes por el puente de su larga nariz observando impaciente al niño inteligente.
— Ah, em, si, perdón.
Entró a pasos veloces sin decir algo más buscando a la niña que lo había estado confundiendo con sus actitudes por un largo rato. Sin perder más tiempo rápidamente tomó asiento frente a ella con determinación pero antes de poder soltar una sílaba siquiera el cuaderno de la ojiazul lo distrajo.
Tachaba con marcador rojo varías líneas de lo que parecía ser una lista para después resaltar otras con un marca textos verde.
Fisgoneando un poco leyó algunas de las letras ahí pasmadas dándose cuenta que era una clase de agenda con recordatorios y control de actividades, ah, y que debía recordarle a George que ¿se deshaga de una zarigüeya?
Ante lo último ni siquiera se dio cuenta que la chica ya lo estaba observando hasta que esta carraspeo llamando su atención. Él fue el primero en hablar.
— Vaya, — exclamó sin aliento — ¿tienes el control de todo, no es así?
Volvió a darle un vistazo a todo lo que habían hecho en el día y lo que faltaba por hacer.
— En serio no puedo con el desorden, enloquezco. — Admitió — Ridículo, ¿no crees?
Frunció el entrecejo.
— No, de hecho me parece brillante. — aludió honesto — Yo quisiera encontrar el control remoto donde lo dejé la última vez. — Ambos soltaron una risa.
— Bueno, de vez en cuando es bueno tener orden.
Recordó la casa de los Wilkerson y estaba segura de que no exageraba, aunque tampoco culpaba a Lois por el desastre, ni al señor Hal.
— Te gusta. — Afirmó el muchacho.
— ¿A ti no? — pregunto confundida — Digo, con ese cerebro debes de saber que pasará después o siempre.
— Algo así, no es como un sentido arácnido, pero funciona
— Muy bien, clase, abran sus libros en la página doscientos cuarenta y tres.
Aquel mandato hizo que el castaño le sonriera tímido por última vez a la pelirroja hasta darse vuelta acatando la indicación del profesor.
— Malcom — lo llamó — ¿Podrías leer un poco?
Él solo asintió leyendo primero en su mente el titulo del tema que verían hoy.
Genial.
Si que era un imán de mala suerte.
— Anatomía genital femenina... — comenzó nervioso — Esta, por sus partes exteriores se denomina vulva, — escuchó una risa a sus espaldas pero la ignoro — La vulva, que está ubicada entre las piernas, cubre la abertura que conduce a la vagina y — Nuevamente la leve risa lo interrumpe y para.
— ¿Algún problema, Malcom? — El maestro vuelve a hacer ese movimiento con sus lentes.
El anterior nombrado miró de forma disimulada a sus espaldas encontrándose con una mueca divertida y maliciosa por parte de Robin. Obviamente no la delata pero eso no evita que le de una expresión fastidiosa, estaba actuando como una niña.
— No, — aclaró su garganta antes de continuar — Y a otros órganos reproductores ubicados dentro del cuerpo. La zona carnosa ubicada justo por encima de la parte superior de la abertura vaginal... — Su voz se apagó al sentir algo en su espalda.
Apenas si era un roce, pero lo suficientemente claro como para darle cosquillas. Robin movía su dedo como una serpiente paseándose por su espalda.
— A-Ah... de hecho, profe. — Llamó la atención del mayor — Tengo cierta... incomodidad en mi garganta, ¿puede leer alguien más?
— ¡Oh! No se preocupe. — Busco a alguien más — Nathan puede continuar.
La clase continuó y los hostigamientos de la pelirroja a sus espaldas se detuvieron. Estaba irritado.
Terminando la hora, salió sin mirarla con un manojo de emociones, estaba molesto, confundido, y ahora maldecía internamente el interminable e infernal pasillo.
« ¿Por qué tanta risita? »
¡Arruinó su participación!
Agh, torpe Robin, ¿por qué era tan complicada?
Sus pensamientos no dejan de luchar entre sí hasta escuchar como a pequeños trotes alguien se posa a su lado siguiéndole el ritmo.
— Holap — dice radiante, como siempre — ¿Por qué saliste así tan... de repente del salón?
La miró de reojo encogiéndose de hombros.
— No me gusta mucho esa clase.
— Si, seguro. — Su tono sarcástico fue obvio — Perdón por lo de antes, solo que es graciosos ver cómo te pones nervioso leyendo "obscenidades" — suelta una risa burlesca.
— No estaba nervioso. — Aclaró a la defensiva — ¿Qué tenemos, cinco años? Tu burla fue la que me desconcentró.
Alzó una ceja interesada.
— Es eso entonces. — Ahora él fue el que la miró interrogante.
La miró aún sin entender.
— ¿El qué?
— Eso, ponerte nervioso. ¿Te pone... — hizo una pausa acercándose un paso — nervioso?
Dio un paso atrás con la anterior descripción iniciando a sudar de las manos.
¡Maldición, que deje de hacer eso!
Una sonrisa juguetona comenzaba a aparecer en el rostro de la pelirroja cuando su salvación llegó.
Lloyd llego junto con Dabney — el cual parecía agitado — con Stevie detrás de ellos.
— Acabo... de... — El sudoroso de lentes tomó una bocanada de aire — correr más que en... gimnasia.
— Que presumido. — Ahogó una risa la pecosa.
— Ojalá hubiera sido por gusto propio.
— ¿Entonces...?
Poco antes de que el acalorado chico comenzara a hablar fue detenido por un fuerte estruendo a varios metros del grupo, siendo este gran ruido ocasionando por un tipo con una chaqueta de cuero que azoto a otro mucho más delgado contra los lockers.
Y por alguna razón los presentes sientieron que ahí estaba su respuesta.
— ¿Quién es ese idiota? — preguntó George recién integrándose al grupo.
— Kieran. — dijo Lloyd en un tono cansado — Inició este semestre, quiere ocupar el lugar de Reese como matón.
Robin torció los labios.
« Un nuevo chico malo, grandioso. » pensó con sarcasmo.
— Lo peor de todo es que es bueno siendo malo, — se quejó el de los anteojos — y no lo digo porque me haya tenido agarrado del cuello hace unos segundos. — rió nervioso.
Ahora aquellos adolescentes observaban al tal Kieran con desagrado.
— Tal vez les parezca un idiota, pero para mi luce como un nuevo pasatiempo para Herkabe. — señaló Malcom.
— ¿Quién? — preguntaron los nuevos.
— Nuestro antiguo maestro en la clase de superdotados, — respondió el mismo sin querer hacer contacto visual con la ojiazul — ahora es el prefecto acá en la preparatoria.
Los hermanos asintieron mirando con lastima al chico que ahora huía del de vestimenta oscura.
— ¿Qué creen que haga Reese cuando se entere? — Cambio de tema en un tono extasiado el pelinegro con corte de casco.
— ¿Pelea... de.... tontos?
Con un suspiro agotador se dejó caer de espaldas en su cama descansando unos minutos de la larga jornada escolar.
No paso mucho el resto del día, Malcom actuaba raro después de la clase de biología o eso creía, tal vez eran ideas suyas pues al final del día antes de partir a casa tuvieron una junta con Stevie charlando un poco más sobre el proyecto de ciencias, hace pocos días decidieron que los harían sobre las enzimas y mientras tanto recaudaban información para llevar a cabo su experimento, aunque Robin debía hacerlo desde cero, apenas y recordaba el concepto de enzima, se emocionó de más cuando alguien tan inteligente pensó en su participación en algo suprema mente importante que ni siquiera pensó en lo que podría conllevar el aceptar, y desde ello pasaba estudiando por las tardes para no lucir como una descerebrada a lado de ambos cerebritos.
Cuando regreso a casa, gracias a una fuerza mayor por fin tuvo la dicha de ser acompañada por George y Malcom, ahora no solo con el mayor de los Wilkerson, y aunque si hubo pequeñas disputas en el camino al menos ahora no fueron tan revoltosas como otros días.
Antes de comenzar con sus deberes y llenarse la mente de ciencias tomó su diario del buró a lado de su cama junto a su pluma llena de diamantina púrpura.
"Querido diario, hoy un tonto llamado Reese intento poner chicle en mi cabello, por suerte me moví y lo pego en mi chaqueta, aunque diablos, amaba esa prenda.
Hoy también logré que un chico botara la basura en su lugar, como odio a los sucios, pero eso tú ya lo sabes. De igual forma, creí que no había alguien peor que Reese más ahora resulta qué hay alguien intentando superarlo.
¿Tengo miedo? No, pero me preocupa por mis nuevos amigos, sobre todo Dabney, parece ser el más inocente y temo que quieran pasarse de listos con él."
Suspiro pensando en lo último, pobre Dabney, ojalá pudiera estar con él las siete horas de escuela para no volver a permitir que lo molesten, más aquello no podía ser. Miró su mano llena de brillos sueltos por su pluma y si entiendo lo casi como una rutina fue a su cajón favorito en todo su cuarto.
Aquella leyenda donde guardaba todo tipo de desinfectantes y productos de limpieza perfectamente ordenado por químicos y función buscando su gel antibacterial y sus toallas húmedas, debía quitárselos de las manos antes de ir a lavárselas sino estos quedaran por todo su jabón.
Su gel era de lo más importante, era gigantesco y siempre sin falta se encargaba de rellenar un recipiente mucho más chico para colgarlo en su mochila por si se le ofrecía más tarde, y nunca faltaba dicha ocasión pues al llegar a casa ya estaba vacía su pequeña munición.
Apretó la tapadera ansiosa extrañándose de la falta del líquido. Sacó el bote entero llevándose la poca grata sorpresa de que ya se había terminado al igual que sus toallas húmedas, bueno, quedaban muy pocas.
El resto las uso para aquella ocasión ahora si acabando con su vida para así en ese mismo instante ponerse sus patines blancos de ruedas rosas para ir a la farmacia a comprar más.
Antes de salir obviamente pidió permiso y tomó de sus ahorros para llegar a la meta fijada.
Paseando por la calle miró los detalles de la cuadra. Contó cuántos árboles había y los agrupó por tipos, también hizo medidas mentales llegando a la conclusión de que los cuadros de la acera medían alrededor de un metro, poco más, poco menos. Pero no fue hasta que se encontró con una grieta a media acera que la hizo frenar de repente.
Sintió esa picazón en sus manos y esa incomodidad en su estómago. Estaba mal, toda la calle estaba perfecta menos ese pedazo, de veía mal.
Tal vez podría repararlo, cuando tenga más dinero, claro.
Mientras, para poder sobrellevarlo respiro hondo y se hizo una nota mental de que a partir de ese día debía pasar por el otro lado de la calle. Y así fue, cruzó con cuidado, fijándose a ambos lados hasta llegar a la farmacia.
Entro haciendo notar su presencia con el curioso sonido que hacía la puerta cuando entraba un nuevo cliente.
Sin perder tiempo compro lo necesario tomando su ticket y cambio. Al salir feliz con sus nuevas adquisiciones se dio cuenta de que a lado del local más importante de la ciudad — para ella — había un arcade.
La curiosidad la invadió casi de inmediato por lo que con sumo cuidado de no caerse entró al local repleto de chicos de su edad y otros más pequeños. Era amplio y colorido. Al fondo estaban las máquinas y más adelante del lado izquierdo estaba el mostrador donde podías intercambiar monedas para los juegos y del lado derecho habían mesas donde el ambiente era más tranquilo donde adolescentes disfrutaban de alguna botana y poco más atrás de estas estaba una pequeña cabina de DJ donde tocaba una chica rubia.
Con un único interés en mente fue a las máquinas buscando su objetivo. Se paseo por varios minutos entre estas algo lento por el tapete áspero bajo sus patines hasta que lo vio.
Claro que tenían el místico Dig Dug.
Rápidamente fue al mostrador a intercambiar su cambio por monedas para jugar su favorito.
Le gustaba porque relajaba sus nervios, aunque no podía evitar frustrarse cuando uno de sus enemigos no caía en las bombas que había puesto. Pero en la mayoría de las veces ocurría todo lo contrario por lo que aún feliz de encontrar dicha joyita comenzó a jugar. Pero antes sacó una de sus nuevas toallitas — ahora olor lavanda — y limpio el juego antes de posar sus manos en el.
Comenzó una partida, tenía mucha práctica, no lo hacía por ganar pero le gustaba hacer patrones con las trampas, claro que cuando un Pooka o un Fygars caía en ellas debía hacer nuevas pero eso solo era la mejor parte.
No supo cuánto tiempo paso, media hora, cuarenta y cinco minutos, una hora. Solo sabía que después de quien sabe cuántas partidas seguidas ya debía dejar jugar al niño que se acercaba a ella desesperado por su turno cada diez minutos.
Igual no podía dejar de ver con orgullo su gran puntuación, en ese lapso de tiempo logró colarse entre los diez grandes, quedando en séptimo, un nuevo récord.
Satisfecha y sin dinero optó por irse prometiéndose volver otro día y mejorar su racha.
Casi llegando a la entrada del local noto un lindo accesorio que le hizo ojitos cerca del mostrador. Ya no tenía dinero pero no perdía nada en probárselos. Se acercó al exhibido de lentes de sol con la vista fija en aquellos rojos brillantes que no pasaban desapercibidos.
Los tomó y midió viéndose en el pequeño espejo que estaba cerca de ahí haciendo una pose.
— Hola rojita. — Brincó en su lugar por el susto.
Miró al causante el cual llevaba unos lentes parecidos a los suyos pero en forma de corazón. Lo reconoció casi de inmediato sintiéndose nerviosa.
— Mmm hola, — murmuro dejando los lentes oscuros en su lugar — ¿nos conocemos? — fingió demencia.
— Tal vez, vamos en la misma escuela, te vi, bueno, como no verte ¿sabes? — Dijo de forma relajada y con confianza haciendo que Robin adopte una postura rígida y sonrojada. Que atrevido.
No le gustaba el tono que usaba, tan... presumido.
» — También me di cuenta eres ¿amiga? — hubo duda en su voz por un instante — De ese chico... ¿Barney?
— Dabney. — Corrigió cansada y él le restó importancia — Que observador eres. — Dijo cansada.
No le caían nada bien los bully's.
— Me lo han dicho. — Siguió con ese tono que irritaba cada vez más a Robin — Y... ¿harás algo más tarde?
Fue directo al grano tomándola desprevenida. Carraspeo indecisa.
— Probablemente. — Respondió de forma poco amistosa arrepintiéndose al siguiente segundo, ella no era así. Suspiro rendida. — ¿Y tú chico rudo?
El chico ahora sonrío más animado, como si hubiera desbloqueado un logro.
— Igual, lo de siempre, — Se recargó despreocupado en el tablón ahora dejando los lentes que el tomo junto a los rojos que antes ella se midió — tal vez ir a gimnasio o patear traseros.
Ahora fue diferente, se podía notar el sarcasmo e ironía en su frase que esta vez se permitió sonreír con burla.
— Claro.
— ¿Ah? ¿No me crees? — dijo desafiante pero sin borrar su sonrisa aparentemente coqueta — Solo mira mis cicatrices. — Hizo una pausa mientras se remangaba su chaqueta — Como está, luche con un tipo en detención.
Robin mordió su labio evitando reír.
— Parece más una marca de vacuna...
Ante la evidente burla el chico bajo de golpe el cuero escondiendo dicha marca.
— Son subjetivas.
Ahora si dejo salir una risa ante la torpeza del pelinegro.
— Bueno, fue un placer hablar contigo Kieran pero-
Ante aquel detalle el de cuero abrió los ojos sorprendido e instalándose una sonrisa grande por su rostro.
— Mentiste. — acusó interrumpiéndola.
— ¿Eh?
— Fingiste no conocerme, yo nunca te dije mi nombre, roja.
Robin sintió los nervios invadirla viendo cómo única opción huir.
— No me digas así, soy Robin. — aclaró comenzando a salir de espaldas del local — Adiós.
— Hasta pronto. — Igual que antes metió sus manos en los bolsillos de su chamarra cruzándose de piernas regalándole una sonrisa ladina.
Se regresó de prisa a su hogar sintiéndose tonta de repente. Ahora parecería que ese tipo le importa o algo por el estilo, cuando no era así. No negaba que parecía ser... agradable o bueno, tampoco era lo contrario, pero eso no quitaba lo que le hacía a los otros chicos de la escuela.
A dos casas antes de llegar a la suya resonó una melodía alegre e infantil por el lugar capturando su atención.
Miró con emoción el gran camión blanco con un cono de helado por encima comenzando a rodar hacia el. Más antes de poder siquiera acercarse, el heladero parece ser que al notarla aceleró la velocidad hasta perderse en la calle dejando a la pelirroja en medio de esta con su humo de escape en los pulmones.
Abrió la boca confundida e indignada notando como un conocido observo la triste y penosa escena. Patino hacia el niño sentado en la acera.
— ¿Qué... rayos acaba de pasar?
— Reese — dijo simple a lo cual ella hizo mueca de fastidio.
— Pero ¿qué pasó? — preguntó hacia Dewey.
— Pues...
— ¡Ese hijo de-! — Contuvo su grito tomando una fuerte inhalación — Olvídalo, respeto mucho a tus padres.
El rubio soltó una leve risa.
— ¿Para que quería los mapaches...? — susurró conmovida por la maldad que tenía viviendo a lado — ¿Y los explosivos... de verdad los metió en...? — Dewey asintió haciéndola suspirar llevándola a cubrir su rostro con la palma de su mano.
— Aveces lo que hago es ir a la otra calle.
— Mmm no. — El menor frunció el ceño — Me niego a aceptarlo, no me resignaré a caminar quien sabe cuánto por culpa de tu hermano.
— ¿Y qué piensas hacer?
Ella solo le dedicó una mirada llena de determinación y sin decir algo más se acercó a la puerta de los Wilkerson tocando la misma justamente tres veces.
A los pocos segundos la puerta fue abierta por el amable padre de familia.
— Oh, hola Robin, — pareció sorprenderse de verla ahí — ¿qué se te ofrece?
— ¿Reese, está en casa? — preguntó sin rodeos mientras que el mayor hizo una mueca de cansancio.
— ¿Qué hizo ahora? — exclamó con pesar — Oye, lo que sea que haya roto, prometo que lo pagaré solo que me pagan hasta el viernes-
— No, no, no es nada de eso, — Lo interrumpió — quiero hablar con él.
Hal frunció el ceño completamente extrañado.
¿Qué se traía su hijo con la nueva vecina?
— ¿En serio? — ella asiente y el aún confundido se giró al interior de su hogar para llamarlo — ¡Reese, te buscan!
Hal le dedicó una última sonrisa amable a Robin antes de perderse dentro de la casa dejando ver al pelinegro que estaba buscando que al verla cambio su expresión a una aburrida.
Y cuando el hombre mayor desapareció de la vista de ambos adolescentes, Robin finalmente cambio su gesto amable por uno que era todo lo contrario.
— ¿Qué? — preguntó en un tono hostil el más alto y sin dejarlo reaccionar la pelirroja lo tomó del cuello de su camisa sacándolo de su propiedad. — ¿¡Oye, que rayos!?
— Amo el helado de pistache con chispas de chocolate. — dijo sería soltando su agarre del de puntas amarillas.
— Que asco. — hizo una mueca — ¿Y eso qué?
— ¡Que tú hiciste que el señor de los helados no venga aquí! — Lo apuntó con su dedo índice — Y lo arreglaras. — sentenció.
Él soltó una risa sin gracia.
— ¿Y por qué piensas que lo haré? — Se cruzó de brazos burlón.
Dio un paso al frente entrecerrando los ojos.
— Porqué no queremos que Lois se entere, ¿verdad? — Amenazo logrando desequilibrar al pelinegro.
Ambos se veían molestos y desafiantes esperando que el otro de su brazo a torcer y en este caso fue el mayor.
Reese refunfuñó varias cosas intendibles para la pelirroja para después irse molesto otra vez hacia su casa bajo la insistente mirada ojiazul.
— Pensaré en algo, — hablo bravo sin mirarla — mientras tanto no me hables.
Rodó los ojos para luego escuchar la risa contenta de Dewey a sus espaldas.
— ¡Volverá el helado a esta calle!
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