𝙘𝙝𝙖𝙥𝙩𝙚𝙧 𝙨𝙞𝙭



" — I hate boys. "

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TOMÓ UNA RESPIRACIÓN profunda
sin hacer mucho escándalo para luego
doblar aquel estante con su mejor postura
y sonrisa notando a la pelirroja que le
quitaba el sueño en uno de los refrigeradores
de aquella tienda observando los tés helados.

Aún sin ser notado, se colocó detrás del
vidrio de la nevera y con su aliento empañó
el mismo escribiendo rápidamente un mensaje
para la ojiazul, la cual, al recaer en una
presencia a su lado, giró curiosa encontrándose
al bully de su grado con su típica sonrisa
de siempre posando detrás del frigorífico
con las letras "DATE ?" escritas en el cristal.

Lo miró seria unos cuantos segundos
en los que solo alcanzó a levantar una de
sus cejas con vacilación.

"? ETAD" . — Preguntó con su cabeza ladeada
fingiendo confusión y sin más se
alejó de él dispuesta a pagar por su
bebida dejando al pelinegro solo.

El chico suspiró derrotado dejando caer
hacia atrás su cabeza pensativo sin
saber de que forma podría acercarse a ella.

A este paso, Reese probablemente
le ganaría.

¿Cómo le hacía ese idiota para ser
tan irritante y aún así tener la atención
de una chica como Robin?





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STUPID MEN'S
THINGS
                                   




RELEYÓ CON EMOCIÓN el título impreso decorado con aquellas caricaturescas e infladas letras, ya lo había pensado bastante tiempo y quería esto de verdad, le emocionaba la idea de ser parte de algo tan mágico y poético.

Finalmente, terminó de llenar la solicitud para unirse al "Barco de cristal", la revista literaria de su escuela.

Le entrego su ficha a una de las integrantes, una chica baja y de cabello corto con un boina decorando su cabeza, mientras esperaban a la supervisora ​​de dicho taller para que aprobara su entrada, en tanto se familiarizó con los demás miembros, rápidamente haciéndose amiga de otras dos chicas, una robusta de cabello esponjado y aficionada por el hockey de pasto y otra rubia de ropas holgadas y hippies, demasiado intensa al momento de expresarse, pero agradable.

Estaba probando en ser más abierta y tolerante, no iba a juzgar un libro por su portada.

Hablaron de distintas cosas, la mayoría triviales, pero algo que llamó la atención de la pelirroja fue el comentario ácido de una de ellas sobre como él encargado de publicar la revista o el editor que aprobaba los relatos era casi siempre un hombre que era escogido al azar o sino un recién integrante, según el director para tener una visión ajena y así ver si realmente le podría interesar a el resto de la escuela, pero ellas no creían esas patrañas, pues ningún chico se veía realmente interesado o comprometido con la revista tanto como ellas, puesto que no duraban en aquel taller más de un mes.

Cuando la encargada finalmente apareció con el cabello desordenado y su labial algo corrido miró a Robin con interrogación.

— ¿En qué te puedo ayudar, cariño? — Preguntó amable tratando de volver a poner en su lugar sus cabellos.

— Me gustaría inscribirme. ¿Aún hay cupo?

— Espacio sobra en este club. — Dijo con falsa alegría preguntándose internamente si aquel trabajo de doce dólares la hora valía la pena — Solo necesito un pequeño relato para el fin de semana y hacer la publicación el lunes.

Robin asintió entusiasta y conforme para después tomar sus cosas y despedirse de sus nuevas amigas. Estas le habían comentado que ellas eran miembros oficiales y que su deber era publicar cada semana pero aún así varios estudiantes llegaban de vez en cuando a pedir que se les publicaran sus cuentos de forma anónima y como era verdad lo que le dijo la maestra sobre la falta de vacantes, no se negaban a dichas aportaciones.

Camino a paso lento por los pasillos leyendo la publicación de esa semana tratando de inspirarse en un tema comprometedor y que sea de gran impacto. Sabía de antemano que no muchos leían aquella revista pero si podía hacer algo para aumentar el número de lectores, tenía que ser revolucionario y escandaloso.

¿Pero, qué?

Suspiró sintiendo la presión encima pero intento relajarse, aún tenía la semana completa para terminarlo.

Ya afuera del edificio, sintió casi de inmediato el calor de la tarde golpearla con rudeza produciendo hacerla tomar aire profundamente mentalizándose para el recorrido a su casa bajo el sol.

Más cuando estaba a punto de abandonar por completo las instalaciones, en el limite logró reconocer un cierto chico caminando en círculos mientras apretaba sus manos luciendo nervioso.

Y cómo su castigo ya había concluido podía estar fuera todo lo que quisiera, y después de dos semanas encerrada sin contacto más que sus padres y George, lo último que quería era llegar y volver a eso, aunque su salida fuera una charla con Kieran, lo tomaría.

Se acercó a él a pequeños brincos tomando las correas de su mochila socarrona notando la preocupación emanar de él.

— ¿Qué sucede? — Lo sorprendió efectuando que gire a verla algo asustado — ¿Molestas a alguien con un hermano mayor que por fin te dará tu merecido? — Preguntó sarcástica cruzándose de brazos.

Aún no admitiría en voz alta que en realidad no le desagradaba del todo el chico, pues podía ser agradable cuando se lo proponía, pero no toleraba su trato hacía los demás, por lo que no veía nada de malo en ese tipo de comentarios para molestarlo, como aquella vez que lo encontró molestando a Trevor, básicamente lo corto diciéndole que su mala imitación de John Bender lo hacía ver cómo un tonto, y aunque no fue la gran cosa esperaba poder crear un poco de conciencia en él.

— Ahora no, roja. — Murmuro en un tono bajo y ansioso pellizcando su labio inferior — No es el momento.

No sabía si era por su expresión asustadiza o el tono tan amable en que la mando a volar, en lugar de usar su típico deje coqueto o tono juguetón, que la preocupo más de lo que estaba dispuesta a aceptar.

— ¿Todo en orden? — Preguntó poniéndose más seria.

Kieran le dirigió una mirada algo confusa por su repentino interés siendo que la pelirroja siempre huía de él — pasando desapercibida —. Había construido su imagen de chico malo — o eso quería creer — para que con esto se desmoronara en un segundo dejándolo como el pobre perdedor que en realidad era.

No era como aparentaba y hasta algunas veces llegaba a fastidiarse a sí mismo pero estaba tan enojado con todo, con la vida en general que solo quería gritarle a todos y hacer destrozos.

Tragó duro queriendo ignorarla pero el gusto le duró poco ya que el tenerla ahí junto a él, esperanzada y  en espera de una sola palabra suya le removió algo dentro de sí, suspirando después de varios segundos, finalmente giró rendido dispuesto a contarle.

Era extraño abrirse con alguien pero pensó qué tal vez de esa forma la chica podría tener una perspectiva diferente de él —ya que la pinta de malo no parecía tener efecto en ella —. Y bueno, era raro considerarlo pero la pelirroja era lo más cercano a una amiga que tenía (aunque no hablaran mucho), convivía con sus compañeros igual matones pero ninguno compartía algo con el otro, solo era pasar el rato.

— Hice... Algo en el salón de clases y... — Suspiró nuevamente agobiado — Llamaron a mis padres.

— Pero siempre estás haciendo ese tipo de cosas, — Bramó confusa — ¿No los habían llamado antes?

— Si, mi mamá ha venido varías veces... — Admitió con vergüenza.

— Entonces ¿Cuál es el problema?

— Está vez, el que atendió el teléfono... Fue mi padre. — Tragó duró revelando su gran miedo.

Robin frunció el ceño y estaba por preguntarle qué tenía de malo aquello cuando fue interrumpida por un lujoso auto negro entrando al estacionamiento efectuando que Kieran perdiera toda la atención en ella comenzando a sentir como sus manos sudaban.

La ojiazul, en cambio, se tragó sus palabras impaciente mirando con atención como un imponente hombre de gran altura y traje de aspecto intimidante bajo de aquel automóvil con una expresión neutra pero visiblemente molesta. Hasta ella sintió sus piernas flaquear, ya entendía porque los nervios de Kieran.

El hombre se acercó a ambos infantes sin dejar de echarle malos ojos a su hijo y justo cuando se detuvo a lado de ambos, estos retuvieron su respiración con expresiones sumisas para que después, el mayor de nombre desconocido chasqueara su lengua hastiado, pasándolos de largo en dirección a la rectoría y Kieran supo que tenía que seguirlo.

Soltó una respiración temblorosa.

— Adiós, roja. — Bajo su cabeza afligido.

Mientras que Robin lo miró irse con una extraña sensación de preocupación creciendo en su estómago.

Transcurrió casi media hora en la que la chica no se movió del estacionamiento en espera de una señal del pelinegro. Y en todo ese rato estuvo dando vueltas en círculos pensativa en cuál era la situación, aunque era obvio que Kieran temía de su padre, a Robin le preocupaba en porqué. Varias teorías rondaban en su cabeza, como la típica historia donde el chico solo quería que su padre le dijera que está orgulloso de él, o que tendría problemas con su madre, lo último que quería creer es que de verdad lo maltratara y le haya puesto una mano encima al chico. Prefería no pensar en ello e implorar porque realmente sólo fuera falta de comunicación o algo así. Incluso de tantas vueltas a las que le dio al asunto finalmente reconoció al misterioso hombre como el señor que estaba en uno de los grandes anuncios por la autopista promocionando su negocio, una agencia de autos. Hubo un instante en el que se detuvo estupefacta, Kieran era rico. En fin, eran detalles.

Estaba algo alejada de la entrada no queriendo interrumpir en caso de que ambos salieran en una platica importante y prevaleció solo para asegurarse de que el de chaqueta de cuero estuviera más recuperado que hace unos instantes.

Pero grande fue su sorpresa al escuchar el motor de un auto arrancando y saliendo del lugar. Imaginando que Kieran iba en el auto junto a su progenitor, hizo una mueca rendida y comenzó a caminar igual a la salida donde sorpresivamente se encontró con un ojiverde cabizbajo en una de las bancas cerca de las jardineras.

Tragó en seco sin saber que decir, se veía realmente afectado y no quería soltar alguna tontería como la de hace rato.

Carraspeo llamando su atención.

— Creí que ya te habías ido.

Él la miró aún absorto en su mente tardando varios instantes en responder.

— No quiere ni verme.

Y entonces el miedo que la obligó a quedarse se materializó cuando vio una de sus mejillas más roja e hinchada que la otra. Quedó quieta unos instantes hasta que finalmente decidió tomar asiento junto a él.

No quería decir nada, y de ser lo contrario tampoco sabría que, pero esperaba dejar en claro su apoyo con esa pequeña acción. No habría palabras que pudieran hacerlo sentir mejor pero tampoco quería dejarlo solo.

Ambos miraban hacia el frente, con el sol pegando en sus rostros con el sonido de los vecindarios cercanos de fondo. Kieran agradecía su silencio, tampoco tenía ganas de hablar y el tener a una amiga cerca cuando te sentías una mierda era mejor que tomar un helado en pleno verano.

Minutos después, Robin volvió a revisar la hora en el gran reloj de su escuela percatándose de que estaban por ser las cuatro y media. Aún así tardo un buen rato en soltar sus primeras palabras, no quería molestarlo o arruinar el momento.

— ¿Quieres ir al arcade? — Preguntó cuidadosa — Hoy es día de pizza, yei. — Hizo un intento de sonrisa pero en realidad si le logró sacar una risa sincera a su acompañante por su intento de reconfortarlo.

— Me encantaría, pero debo ir a unas tutorías para pasar el próximo examen de historia.

— Mmhh, te entiendo, igual odio esa materia. — Hablo más relajada comenzando a dirigirse a la salida con el detrás de ella — Es súper tonta, ¿para qué quiero saber el pasado de cadáveres? Lo cambiaria por veinte minutos de noticias actuales por cable.

Kieran soltó una carcajada haciendo que Robin sintiera más paz. Claro que le gustaba historia y entendía el porqué era importante su aprendizaje, pero le alegraba que su intento por hacerse la graciosa funcionara y levantara el ánimo en el pelinegro.

» — ¿Y hacia dónde vas? — Se detuvo en el extremo de la carretera viendo hacia ambos lados antes de cruzar.

— A este vecindario. — Le extendió un pequeño trozo de papel con una dirección en el.

Lo miró curiosa.

— ¿Con quién iras?

— Un tipo listo, al parecer es un súper dotado o yo que se. — Se encogió de hombros mientras que Robin asintió sabiendo la identidad del otro chico.

— Se llama Malcolm. — Le recordó y Kieran rodó leve los ojos. — Como sea, yo también voy para allá. Podría acompañarte.

Él sonrió contento.

— Me parece bien.









Malcom observaba de reojo a Kieran jugar aburrido con su balón de basketball con cierta molestia y fastidio mientras le escribía una guía de estudio para que así ambos se dejaran de esa tonta farsa. Ninguno quería seguir respirando cerca del otro y era la solución más rápida, él pelinegro sabría que estudiar y lo haría por su cuenta y él tendría el puntaje que le falta en educación física.

No fue hasta que un portazo en la casa de a lado desconcentró a ambos de sus actividades girando en la dirección de aquel sonido encontrándose a Robin recién entrado a su habitación.

Kieran se irguió interesado y con mejor ánimo lanzó el balón a una parte de la recámara del ex krelboyne para después tomar unos binoculares de uno de los estantes y esconderse poco más abajo de la ventana comenzando a espiarla.

Malcom sin saber que ocurría lo observó con el ceño fruncido extrañado.

— ¿Qué haces?

Shhh — Lo cayó y al instante volvió a su tarea.

Ante la acción, el ojiazul lo vio interesado y curioso.

— ¿Ella te... gusta?

— La amo. — Soltó sin una pizca de vergüenza — Es mi futura esposa y la madre de mis hijos.

Ahora Malcom tenía una mueca llena de sorpresa y estupefacción que se convirtió en una pensativa. Tal vez podía sacarle ventaja a todo esto. Pero antes de poder mecanizar un plan, una persona llamó su atención en la puerta haciendo rodar los ojos al castaño para después arrebatarle los minoculares.

— Hola chicos. — Saludó su madre con una voz demasiado amable, rara en ella. — Les traje un par de bocadillos. — Alzó un poco la bandeja que tenía en manos para después dejarla en la cama.

En tanto su hijo la miró curioso por cómo era su manera de actuar cuando alguien que no era de la familia estaba cerca, podía ser servicial.

— Muchas gracias, señora. — Habló con el mismo tono falso el chico con cadenas en el cuello mientras tomaba una galleta y correspondía a la sonrisa de la mayor. — Cuanta hospitalidad.

— Ah, pero que lindo jovencito. Cuando quieras eres bienvenido a venir a jugar con Malcolm.

El nombrado apretó los ojos y bajo su cabeza avergonzado por las palabras de su madre.

— No sabe cómo me encantaría. — Llevó una mano a su pecho simulando estar alagado.

— Bueno, los dejó. — Se despidió saliendo del cuarto — Malcolm, ofrécele más aperitivos. — Volvió a su tono regañón de siempre hasta que finalmente desapareció de la vista de ambos adolescentes.

— ¿Me invitarás a jugar, eh? — Preguntó con burla volviendo a tomar el balón de basket del piso.

— Cállate.










Media hora después, Kieran se marchó y a los pocos minutos un nuevo tormento llegó al hogar.

Reese llegó y de un solo manotazo mano a volar los calcetines que Malcom tenia sobre su buró y que estaba por guardar en uno de sus cajones haciendo que el ojiazul lo mirara molesto.

— ¡¿Cuál es tu problema?!

El más alto hizo un gesto sin importancia.

— Ninguno ¿Por? — Tomó relajado de su botella de agua mientras que el castaño rodó los ojos recordando que tenía una bestia como hermano y prefirió no iniciar una discusión.

— Da igual, ni siquiera tú podrás arruinar mi buen humor. — Lo señaló y este levantó una de sus cejas intrigado pero Malcolm ya había terminado de hablar.

No le soltaría una gran bomba como la de Kieran y Robin a un idiota como él.

Reese rodó los ojos para después soltar un bufido, más toda su expresión cambio al sacar una caja con contenido desconocido de su mochila.

— Como sea, ya se como Robin volverá a gritarme.

Malcolm frunció el ceño con asco al notar las centenas de larvas en esa pequeña caja.

» — Pensé en ponerlos en su mochila pero encontré una forma de entrar a la casa y podré echarlos a su shampoo. — Exclamó emocionado en tanto el menor lo miró molesto.

— Eres psicótico ¿Lo sabias? — Reese lo miró pensante unos segundos al no saber a qué se refería exactamente.

— ¿Qué te molesta?

— ¡Que molestes a Robin! — Dijo desesperado — La terminarás sacando de sus casillas y no querrá hablarme.

— ¿Y eso qué? — Se encogió de hombros — Tienes a Stevie.

El castaño apretó los puños mientras el pelinegro lo miraba aburrido.

— Por primera vez en mi vida conozco una chica que no quiere rociarme con gas pimienta, que por alguna extraña razón le agrado y es increíble. Si me deja de hablar no te lo perdonaría. — Dio una profunda respiración terminando con su diálogo, finalmente expulsándolo todo apenas recayendo en lo que dijo sobre Robin, por lo que con todas sus fuerzas intentó controlar sus nervios y evitar que sea notorio su sonrojo.

Reese, en cambio, abrió la boca para decir algo pero se arrepintió en el último segundo puesto que en su lugar frunció el entrecejo de manera molesta.

— Pues si tanto te gusta, ve y bésala entonces.

Con una expresión de fastidio se dejó caer en su cama abriendo una historieta perdiéndose en su mundo mientras que el castaño lo observó con confusión por el repentino cambio de temperamento.

El ojiazul sin saber que decir ante su extraña reacción optó por salir del cuarto y de su hogar buscando un respiro cuando entonces noto una despampanante cabellera pelirroja y lacia sentada en la acera jugando con una rama de madera.

Entonces, el chico sintiéndose extrañamente más relajado se acercó a ella por detrás, terminando por sentarse a su lado sabiendo que el sonido de sus pasos ya había alertado a la chica de su llegada.

Pero justo cuando él estaba por saludar, ella habló primero.

— ¿Crees que soy una neurótica controladora? — Preguntó viéndolo con el ceño levemente fruncido, pensativa.

— Algunas veces... — Respondió sincero sin pensarlo mucho ganándose una mala mirada por parte de Robin.

Más él, aún tenía en mente la discusión con Reese, por lo que estaba algo ausente. Aún así, rápidamente dedujo que se refería al examen de actitud que la tenía algo sensible y bueno, el también estaba fastidiado con el tema pero lo que sea era mejor que pensar en la extraña obsesión de su hermano por ser notado por la pelirroja.

— ¿Crees que soy narcisista?

— ¿En qué sentido?

— Las personas dicen que solo hablo de mi. — Soltó una risa como si aquello fuera una tontería pero la mirada seria de la chica lo hizo temer por su próxima respuesta.

— ¿Cómo justo ahora? — Ahora, fue turno de Malcom de verla de mala forma.

Ninguno volvió a decir nada. Solo rodaron los ojos y perdieron sus vistas en algún lado de las casas de en frente soltando un suspiro profundo.

— ¿Hacemos un pacto suicida? — Dijo de repente el chico.

— ¿Qué tienes en mente? — Cuestionó con una ceja alzada.

— Tal vez podrías pasar cinco minutos sin limpiar y yo con la boca cerrada.

Robin ante su propuesta apretó los labios indecisa hasta que ambos se volvieron a mirar de reojo.

— No.

— Imposible.

Renegaron al mismo tiempo quedando mudos cada uno en su mundo.

Robin por un segundo lo observo de reojo pensativa. Era extraño siquiera pensarlo, pero se sentía con una rara conexión con el ojiazul en ese instante, como si sintiera su misma frustración, quién sabe, tal vez finalmente se tomó el tiempo de reflexionar por igual sobre el estúpido examen de actitud, aunque eso no fue su detonante aquella vez. Admitía seguir algo ida por el asunto de Kieran y su padre que no la dejaba tranquila y por alguna razón la ponía de mal humor, era tan injusto como trataba a su propio hijo y lo más probable es que esa era la fuente de porque molestaba a otros más débiles en la escuela. Estaba tan irritante que incluso hace poco menos de quince minutos desató una nueva discusión con Chris, George y Robert sobre su actitud controladora, aunque intentó con sus mejores argumentos defenderse pero el que estuviera desinfectando el tapete de la entrada —porque su hermano tenía un poco de fango en los zapatos— mientras lo hacía no ayudo en nada.

Soltó un suspiro profundo para después recargar su barbilla en la palma de su mano dejando su vista en la nada aún sumida en sus pensamientos, mientras que ahora fue el turno del chico a su lado de darle una mirada de soslayo.

No sabía cómo sentirse al respecto de aceptar que entendía del porqué a Kieran le gustaba Robin. Es decir, era linda físicamente, amable, ordenada, divertida, a su manera, claro, soportaba su raro humor, se llevaba bien con sus amigos, odiaba a Reese...

Se atragantó con su saliva un segundo regresando la vista al frente, deteniendo su mente. Los últimos puntos no tenían que ver con Kieran. Agh ¿Por qué desde su llegada todo se puso tan raro? A él lo confundía bastante, tanto por sus brotes de cambio de personalidad y por todo lo que desencadenaba en su cabeza. Su madre parecía tener cierta riña creyendo que él gustaba de la pelirroja, un matón apareció de la nada y su objetivo eran varios de sus amigos. Reese también había estado realmente extraño, aún no olvidaba su conversación donde el pelinegro le confesaba que por alguna razón le divertía discutir con Robin y el que solo piense en formas de ensañarla lo molestaba, igual palabras de Robin volvieron a su mente cuando dijo que lo tenía controlado, era más que obvio que no pero ¿Por qué llegó a pensar que si? No sabría que tipo de relación llevaban ambos y ni quería saberlo, solo que se alejaran y evitar conflictos tontos y sin sentido. Porque, el no era igual a su hermano y si seguía con sus niñerías ya no solo estaba la posibilidad de que Robin quiera cortar lazos con toda la familia Wilkerson, eso si su madre no lo hace primero por ellos.

Agh, mucho peor sería que ella de igual manera encuentre atractivo al idiota de Kieran y se hagan novios para que ahora Robin los vea como poca cosa y también los aleje.

Haría lo posible porque eso no sucediera, Robin era buena y no dejaría que alguien como él pelinegro la mal influyera. Tendría que envenenar la imagen del chico hasta que no quiera saber nada de él.

¿Y si el problema era ella? ¿Tendría que alejarse para que su frustración mental se vaya? No, esa no era una solución, solo huir del problema.

Muchas veces lograba pensar más de dos veces antes de hacer alguna estupidez pero con tanto en la cabeza ni siquiera noto cuando el vomito verbal ya yacía en su lengua.

— Le gustas a Kieran. — Habló de repente el castaño arrepintiéndose casi de inmediato. Su estrategia pudo salir mejor.

Espero impaciente el bombardeo de preguntas sintiendo las ansias en la boca de su estómago pero estás nunca llegaron, haciendo que ahora él fuera que giro a verla extrañado.

— Lo se. — Dijo al sentir la mirada del chico sobre ella.

— ¿Qué? ¿Y no haz hecho nada? ¿Lo harás? — La lleno de preguntas pero al recaer en que lucía desesperado hizo un intento de arreglar la metida de pata. — Digo, no es que me importe.

— El me cae bien, quiero ayudarlo. Se que no hace bien muchas cosas pero puede cambiar, el no es malo. — Habló aún pensativa — No es mi tipo y no lo veo de esa forma... — Concluyó después de un rato.

Ante su respuesta Malcolm sintió un alivio en el pecho.

Robin se puso de pie sacudiendo sus vaqueros ofreciéndole su mano al chico para que igual se levantara y ante su huida, el chico se preocupó de haber removido algo en su cerebro sobre Kieran.

» — ¿Podrías no decirle a nadie sobre eso, por favor? — Pidió en voz baja suplicante.

— Si, claro — Habló nervioso más sin perder la compostura, a lo cual ella le sonrío finalmente yendo a su casa.







Jugó por milésima vez con sus manos sintiéndolas resbalosas por el sudor creciente por los nervios, que, asqueada sacó su gel antibacterial de su cangurera poniéndose una cantidad considerable.

Siguió de pie frente a la fachada sintiendo como su cabeza hervía debido a estar tanto tiempo bajo el sol pero sus temblorosas piernas no tenían la suficiente fuerza para acercarse y tocar el timbre de los Wilkerson. Después de lo ocurrido con Reese, sus padres no querían saber nada de los vecinos y temía que el sentimiento fuera recíproco.

Soltó un suspiro tembloroso al ver a su objetivo salir por la puerta trasera para después entrar a su vehículo, así que armándose de falso valor se encaminó en su dirección con mirada segura que al estar frente a la mujer de cabello corto cambió radicalmente a una tímida y asustadiza.

— E-Eh... Buenas tardes. — Saludó nerviosa haciendo que la mayor levantara una de sus cejas extrañada.

— Malcolm no está. — Dijo rápido adentrando las llaves de su camioneta dispuesta a irse pero Robin la detuvo.

— No es él al que busco.

— Reese sigue castigado. — Volvió a tomar rumbo hasta que la pelirroja tomó la puerta de su auto frenando su acción y ante la dura mirada de la mayor la soltó rápidamente encogiéndose en su lugar.

— De hecho... Quiero hablar con usted.

Lois frunció el ceño despegando la llave del control apagando por completo el vehículo.

— Te escucho. — Robin trago saliva ansiosa.

— Yo... Lamentó si cause inconformidades con Reese. — La castaña frunció levemente el ceño extrañada por la actitud de la menor.

— Más bien yo debería pedir disculpas, — Ladeo leve su cabeza cansada — conozco mi ganado.

— Pero igual quería pedirle una disculpa, — Se adelantó — tal vez si lo hubiera detenido-

— Pero no paso y el daño ya está hecho.

El extraño e inquietante tono tranquilo de la mujer solo lograba enloquecer a Robin, prefería que le gritara y rogar por su perdón a que actuara como si no le importase, pues de esa forma no sabría descifrar qué opinaba de ella. Solo podía sentirse avergonzada.

Aunque el sexto sentido de la pelirroja no fallo del todo, pues está si cayó de la gracia de Lois al desmoronar toda la buena fachada con la que llegó, ahora podía ver que era una niña fácil de influenciar y rebelde. Sabía de antemano de sus hijos no eran precisamente los estudiantes de diez en conducta pero por eso mismo, no necesitaban más detonantes cerca para seguir portándose mal.

La pecosa bajo la vista aun nerviosa balanceándose sobre sus talones.

— ¿Y puedo hacer algo por usted? — Junto sus manos — Tengo tareas y proyectos con Malcolm. — Explicó — Y para mi seria bueno poder seguir viéndonos por las tardes sin problemas.

— Mmm no lo sé, linda. — Volvió a introducirse en su coche arrancando el motor — Saldré de compras.

— ¡La acompañó!

La mayor apretó su sonrisa incómoda mientras que Robin asentía feliz con su idea para volver a ganarse a la señora Wilkerson, amaba ir de compras al supermercado.





Hubo un silencio incomodo entre ambas mujeres por un largo rato. Lois trataba de ignorarlo mientras leía repetidamente su lista de compras, memorizándola igual que la tabla periódica en secundaria mientras que Robin estaba sujeta al carro de metal avanzando a su par mirando los alrededores y achinando los ojos para alcanzar a ver los gramos de contenido en las latas y bolsas de alimento.

La mayor al notar la incomodidad en la pelirroja suspiro queriendo bajar la tensión.

— ¿Podrías buscar el arroz? — Pidió en un tono amable — Yo iré por latas de sopa.

Robin asintió con una pequeña sonrisa y rápidamente se encaminó al extremo del pasillo con un letrero que anunciaba descuento en varios suministros de aquellas repisas.

Lois hizo un intento de sonrisa mientras giraba el carro en la dirección contraria. Sabía que Robin no era mala persona y no le desagradaba como persona, era servicial y amable, pero viendo la situación desde un punto más objetivo, no veía conveniente el que fuera tan cercana a sus hijos. Seria tonta si no notara el extraño comportamiento de Reese y Malcolm con ella, él más bajo la integró a su vida igual que con Stevie y pasaban mucho tiempo juntos sin hartarse o quejarse de su persona, al menos hasta donde sabía. Y con Reese era aún más extraño. Aún no quería hacerse ideas pero ser precavida era su segundo nombre, pues no querría una disputa a futuro.

Terminó de colocar las latas en el carro cuando en ese momento la ojiazul llegó con una mirada ausente y una bolsa de frijoles.

Lois la tomo extrañada y releyó el paquete solo para asegurarse.

— Cariño, te pedí arroz, no frijoles. — Dijo suave, hubiera sido cualquiera de su familia y tal vez se los arrojaría a la cara — Estos son una abominación en la casa, imagina vivir con cuatro hombres. — Intento bromear volviendo a extendérselos pero ante su chiste Robin la miró obvia haciéndola recordar su situación — Olvídalo.

— Cuando comemos comida mexicana abro todas las ventanas de la casa sin que se den cuenta. — Ahora ambas sonrieron con burla sabiendo lo que era estar rodeada de hombres casi las veinticuatro horas — Y perdón señora Wilkerson, traeré el arroz.

Antes de avanzar la ojicastaña la detuvo.

— Llámame Lois. — Sonrió más relajada al romper el hielo.

— Perdón, Lois. — Se corrigió sintiéndose más a gusto con la mujer — Lo que pasa es que tengo varias cosas en la cabeza y estoy algo distraída... — Confesó.

— Mmm ¿Algo en qué pueda ayudarte?

Aunque era normal en ella meter sus narices en los problemas de todos, esta vez no lo hizo con el afán de tener esa satisfacción de arreglar otra cosa en el mundo, pues era consciente de la situación de Robin, aunque no supiera la historia completa, para cualquiera era difícil no contar con una verdadera madre en la cual apoyarte y pedir consejos. Como si ella no supiera.

— Usted es madre, creo que comprenderá. — Tomó una respiración entre cortada dispuesta a revelarle el "secreto" de Kieran.

Su situación, su cara y ojos enrojecidos taladraba en su cabeza como un cargo de consciencia y quería ayudarlo, sabía que no podría mover una varita mágica y terminar con el problema pero esperaba alivianarlo.

Mordió su labio viendo con nerviosismo a la mayor al sentir que traicionaba la confianza del pelinegro pero ya no sabía que hacer, estuvo dándole muchas vueltas y ninguna idea lograba convencerla. Y entonces lo soltó todo, de principio a fin aunque si omitiendo ciertas cosas como su nombre y varias bajezas del chico, no todos, pero le contó lo suficiente como para ponerla en contexto. Y Lois asentía atenta a cada palabra que salía de la boca de la pelirroja mientras las compras seguían con su curso.

Quince minutos después en los que robin termino de relatar la historia del de chaqueta de cuero y en qué expresaba cómo se sentía hacia el respecto.

— ¿Quieres mi consejo? — Hablo finalmente la mayor después de un rato — Dale una paliza, su vida privada no lo justifica de ser un cretino pero si puedes ayudarlo con el problema, adelante. Puedes usar a tu favor que le gustas.

— Eso no sería... ¿Emocionarlo? — Dijo lo último con duda — ¿...Por una oportunidad qué tal vez no llegue?

— No, no hagas promesas ni te comprometas. — Advirtió — Solo no lo hagas sentir ignorado, de esta forma el sabrá que lo tienes en la mira y tú al mostrar inconformidad con su trato hacia los demás cuidará más lo que hace.

Robin abrió la boca sorprendida ante tanta sabiduría y pensando varios segundos en sus palabras terminó sonriendo más animada jurando que una bombilla se encendió sobre su cabeza, lo cual de cierto modo fue así ya que Craig se encontraba en el siguiente pasillo cambiando una bombilla por órdenes de su jefe.

— Ya se que hacer. — Asintió decidida — Gracias Lois. Iré por el arroz. — Exclamó lo último notando que aún tenía el sobre con frijoles.

Lois asintió conforme por su ayuda y satisfecha de que finalmente hubo a quien pudo darle un consejo sin que rechistara.







El timbre de cambio de clases finalmente sonó haciendo que la mayoría suelte un sonoro suspiro de alivio mientras que otros simplemente se retiraban de los salones en silencio, por otro lado Robin trataba de acomodar por orden y color todas sus cosas lo más rápido que podía esperando que los diez minutos de receso fueran suficientes para iniciar sus sutiles acercamientos con Kieran.

Aquella charla con la señora Wilkerson le había abierto los ojos, sonaba mal si lo decía en voz alta, pero ella tenía el poder, por eso no le había contado a nadie de su plan. Aunque ha de decir que realmente estaba nerviosa por cómo podrían salir las cosas, puesto que había un cincuenta por ciento de probabilidades de que todo estuviera bien y Kieran cambie de a poco en poco para mejor y el otro cincuenta, bueno, llevaba mes y medio como vecina de los Wilkerson y desde entonces supo que para la mala suerte no hay límites.

En fin, al principio tenía cierta inseguridad en lo que podría llegar a lograr pero antes de ir a la cama, por la noche, sobre su buró observo aquel examen de actitud que le estuvo quitando la tranquilidad varios días y el coraje que sintió por aquella supuesta psicóloga valuadora pudo más con la vergüenza de que algo pueda salir mal. Y sin mas, al tocar su cabeza con la almohada se decidió a lanzarse despreocupadamente sin planearlo mucho, solo dejarse llevar, al fin y al cabo estaba haciendo algo bueno ¿No?

Terminó de guardar sus libros en su locker y de sacar los nuevos igual ordenadamente para después rápidamente buscar con la mirada a Kieran, al cuál ubicó luego de caminar un par de pasos por los pasillos del patio junto a varios de sus amigos sentados todos juntos en un lado de una jardinera mientras que la otra mitad era ocupada por un chico de cabello corto que lucía mucho mayor.

Se acercó a paso decidido sin pensarlo mucho y así no arrepentirse, cuando a pocos metros del grupo notó que ninguno hablaba entre sí, solo miraban al rubio de corte militar que bebía una lata de energízante en una pose "cool".

Frunció levemente el ceño hasta posicionarse a lado del pelinegro un poco inclinada, igual mirando con atención al mayor buscando el porqué de la atención de todos ellos.

— ¿Qué estamos viendo? — Preguntó tranquila, mientras que el de chaqueta de cuero apenas recayendo en su presencia siseo veloz.

— Shhh — La calló — le molesta que hablen fuerte cerca de él.

Robin ladeó la cabeza confundida.

— ¿Debería importarme...?

Kieran dejo caer rendido su cabeza hacia atrás y para evitar molestias del grandote tomó a Robin del brazo para alejarla un poco del grupo y hablar con más libertad.

— Es Brad Stratford. — Explicó con emoción alejándose.

— Ahh — Soltó un chillido igual de emocionada que él para luego volverá cambiar a una mueca seria — No entiendo — El más alto rodó los ojos.

— Mira, los de tercero tienen una lista de categorías. — Comenzó — Ya sabes, la más linda, el mas cool, el mas ñoño, entre otros. — Ahora fue turno de Robin de rodar los ojos — Él... — Lo señaló creando tensión — Es la leyenda, es el tipo que más ha tenido sexo.

Ambos giraron a verlo justo en el momento en el que dejaba su lata de lado soltando un eructo haciendo que Kieran tenga una mueca de fascinación en el rostro mientras que Robin tenía una de asco.

— Imagino que también es el que más ha tenido herpes.

Él chico asintió sin oírla realmente.

— Es un dios.

Robin bufó cruzándose de brazos mirando a cualquier otro lugar al sentir cierto rechazo a su idea de idolatrar algo tan normal como el sexo. Estaba de más decir que en su familia eran extremadamente liberales y sus padres siempre procuraron que ningún tema fuera tabú, aunque era realmente infantil de parte de Kieran tener un fanatismo por el tema.

El chico al notar cierta molestia por parte de la pelirroja carraspeó ligeramente incomodo metiendo ambas manos a su chaqueta.

— Por cierto... — Llamó la atención de la pecosa — No te salude como debería.

La ojiazul levantó una de sus cejas intrigada.

» — Hola, rojita.

Y sin querer, la chica dejo salir una leve risa por la mirada divertida del chico.

— ¿Por qué me llamas así? — Preguntó cambiando a una pose más relajada.

— ¿Alguien mas lo hace? — La señaló serio.

— Mmm, hasta donde se... — Fingió pensar — No.

El pelinegro volvió a sonreír animado aunque de antemano supiera la respuesta.

— Entonces por eso.

Robin en ese instante sintió raramente su cara caliente de un momento a otro por lo que rápidamente llevó las manos a sus mejillas extrañada como el ceño levemente fruncido, eso era nuevo.

Aclaró su garganta aún sacada de órbita.

— Y-Yo... Tengo clase.

Kieran asintió, más no se movió de aquel lugar por lo que Robin aún sin apartarle la vista de encima aún anonadada camino de espaldas chocando con un chico que recién abría su locker creando un estruendo.

— A-Ah, permiso, con permiso, quiero decir, perdón. — Balbuceó intentando disculparse con el extraño que sólo pudo mirarla como un bicho raro para después ignorarla — Adiós. — Hablo por último en dirección a Kieran rascándose su nuca.

— ¿Te veo a la salida? — Preguntó en un tono alto debido a que la ojiazul se estaba alejando.

Robin levanto su pulgar en su dirección pero rápidamente lo cambió con un gesto restándole importancia sacándole una carcajada al chico.

La pelirroja se giró sobre sus talones concentrándose en su caminar sin pensamiento alguno, estaba confundida, pero no sabía porqué.

De pronto, pocos pasos a lo lejos visualizo a cierto castaño ojiazul junto a un moreno en silla de ruedas igual sacando sus cosas de sus respectivos casilleros para la siguiente clase, pero no fue hasta que el de descuidada camisa de cuadros notó su presencia que le sonrío y agitó su mano en dirección a la pelirroja en forma de saludo haciendo que esta, de alguna forma haya sentido un vuelco en su interior. Intento regresarle el saludo pero este salió más como una sonrisa torcida.

Robin suspiro cansada mirando varios instantes el techo regañándose mentalmente al haber dejado que George preparara el desayuno ese día. Pudo servirles leche cortada y por las prisas nadie se dio cuenta. Lo que la pecosa si noto es que si ella no tenía cierto control u organización todo era caos.

Y aunque le daba un tic en uno de sus ojos por recordar que apenas y llegó a tiempo, la idea de despegarse a su rutina usual no abandonaba su mente.

Mordió su labio pensando en que sería buena idea preparar todo lo necesario por la noche y simplemente recoger mochilas y calentar almuerzos por la mañana cuando de repente una mano la tomó por su hombro deteniendo su andar y al mirar al culpable su rostro cambió a uno hastiado.

— Escucha, cabeza de menstruación yo...

Antes de que Reese pudiera terminar lo que sea que quería decirle, Robin levanto su mano callándolo con el simple gesto e igual que los anteriores días sólo fingió que este no existía para seguir de largo viendo a Cinthya como su salvación. Aceleró sus pasos hacia ella hasta tomarla por sorpresa enrrollando su brazo al de su amiga.

— ¿Qué sucede? — Preguntó curiosa por la cara larga de la pelirroja.

Odio a los chicos.










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