" — Nice yo hate you, too. "
UNA MENTE MALVADA y aburrida
podrían ser de las cosas más peligrosas
en esa casa. Él lo sabía muy bien y sus padres igual
lo tenían muy presente mientras que todos a su
alrededor temían que estupidez podría cruzar por su cabeza, más era muy difícil pensar en alguna
maldad estando tan tedioso el día. Pero para
suerte de muchas de sus víctimas, el muchacho pelinegro ya había establecido alguien para molestar específicamente los siguientes meses y por cómo iban las cosas no parecía que en algún punto se vaya a hartar de ella.
Arrugo con poca delicadeza la hoja de cuaderno donde antes había dibujado a su madre con cuernos para después arrojarlo sin cuidado al cesto de basura del baño cuando en medio de su acción notó un pequeño paquete rosado encima del inodoro que lo hizo estremecerse con cierto asco hasta que una malvada idea cruzó por su cabeza.
— ¡Mamá! — llamó a su progenitora de algún lugar en la casa — ¡¿Cómo se llama cuando monstruas cada mes?!
Un chillido molesto e indignado resonó por el hogar e inmediatamente escuchó el grito de su padre.
— ¡Reese, respeta a tu madre!
Bufó sin entender el enfado de la castaña y giro hacia su cuarto donde encontró a Malcom haciendo su tarea. Puso una mirada expectante e interrogante haciendo que el menor entendiera su pregunta sin siquiera preguntarla.
El menor suspiro rendido.
— Se dice menstruación.
— ¡Lo tengo!
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MENSTRUATION
HEAD
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DEFINITIVAMENTE FUE EL PEOR primer día del mundo. Todo el rato estuvo pegajosa haciéndola sentir repulsiva a pesar de haberse intentado limpiar varias veces a lo largo del día. Las arqueadas de asco no la abandonaron en todo el día al igual que Malcom, el cual estuvo detrás de ella pidiendo disculpas por su horrible hermano. Genial, simplemente asombroso.
No odiaba al tal Reese, se le hacía un sentimiento demasiado extremista y de mucha importancia, además de horrible como para albergarlo en su pecho por alguien que recién conoció. No era todo un modelo en la sociedad y posiblemente sea un futuro reo pero aún así no descartaba la idea de tener aunque sea tolerancia en una misma habitación con él.
Pesaba olvidarlo e ignorarlo lo que restara de la preparatoria pero ese gran detalle sobre su parentesco con Malcom, su vecino, la tomó desprevenida.
El ojiazul había sido tan atento y amable con ella, desconocía la relación con su hermano pero pensó que por el simple hecho de ser familia lo estimaba sin importar que esté fuera un idiota total. Tampoco quería preocupar a sus padres con nuevas disputas en el vecindario cuando apenas tienen días de haberse instalado.
Y mucho menos quería arruinar su "acercamiento" hacia el niño prodigio, pues, Stevie al hablar tanto de él (incluso George asombrado por su gran cerebro). Tenía curiosidad por él, quería saber cómo funcionaba su mente, bueno, pensó que cualquiera querría y tendría curiosidad por alguien así. Esta aumento al escucharlo hablar de forma tan propia y madura que quedó maravillada siendo que base a su experiencia lo único que veía salir de la boca de chicos de su edad eran burbujas de baba y risas tontas acompañando chistes tontos. Más su error fue asociar su inteligencia y decencia con buen comportamiento, pero eso sería el tema mucho más adelante.
Con lo que no pudo lidiar el resto del día fue con su ligera "obsesión". Como mencioné antes, todo el día aquella sensación de asco y pegajosidad no la abandonó haciendo que la pelirroja tuviera pequeños ataques extremos donde rascaba sus brazos con desesperación quitando pequeñas partículas de azúcar las cuales en realidad eran pellejos de su propia piel y gracias a aquella insistencia dejó la zona de sus extremidades sensible y con algunos rasguños ansiosos.
Inmediatamente lo primero que hizo llegando a su nuevo hogar fue darse cuatro duchas y después lavar su ropa con extremo cuidado de no dañarla. Pero a pesar de todo esa sensación de pegajosidad no se iba y la estaba volviendo loca.
No fue hasta que gracias a George, que tuvo la idea de ir por una botella de alcohol a la farmacia que la chica la pasó por todo su cuerpo con algodón sintiéndose fuera de peligro y de gérmenes.
Mas no dejaba de pensar en ello al igual que muchas cosas sucias que había en la nueva casa a pesar de que ella misma fue testigo de como un servicio de limpieza se encargaba de todo más ese sentimiento de que no todo estaba en orden seguía ahí.
Comenzó con la cocina, para ella, era el lugar más importante de la casa y luego estaba el baño. Sentía que todas las bacterias podrían entrar y contaminarse en sus alimentos, no quería arriesgarse.
Desinfecto las tablas para cortar, cubiertos, platos, limpio el microondas y el refrigerador dejándolo listo para cuando Robert llegará con las compras. Tomándose un respiro se lavó las manos varias veces hasta que el olor a tierra y comida se volvió inexistente.
No fue hasta que por azares del destino que miro la acera de su nuevo hogar y darse cuenta como varias hojas secas posaban sobre su propiedad, por lo que sin perder tiempo tomó una escoba y un recogedor para poner su jardín delantero en orden.
Se concentraba únicamente en las hojas y se repetía que no mirara otra cosa sino su instinto lo hará limpiarlo o acomodarlo y sinceramente estaba agotada.
Continuó con su tarea hasta ver la ultima hoja la cual casi rebasaba la línea que dividía su territorio y el de los Wilkerson. Al colocar a esa pequeña invasora en e vertedero no pudo evitar echarle un vistazo a la cochera de sus vecinos.
Abrió los ojos de más estando segura que se desmayaría ahí mismo.
Era un chiquero.
Sus manos comenzaron a temblar un poco queriendo sucumbir a la necesidad de ir y limpiar lo único que no lucía perfecto, — pues las demás casas al rededor estaban impecables — pero no podía.
— En casa de Pinocho todos cuentan hasta ocho... — susurro para si misma mientras pasaba la escoba por el límite tratando de no correr a la banqueta de sus vecinos — Pin uno, pin dos, pin tres...
— ¡Buenas tardes!
Alguien la saco de sus pensamientos haciendo que dirija toda la atención hacia la persona que estaba por entrar al lugar a unos metros de ella.
Sonrió y saludó amablemente.
— Hola.
La mujer mayor al darse cuenta de lo que la pequeña pelirroja hacía de acercó a ella con una sonrisa adorable dejando varias bolsas en la entrada.
— Que... atenta eres al limpiar la acera. — exclamó con un deje de sorpresa — Podría jurar que está más limpio que el cuarto de mis hijos.
Robin soltó una risa ansiosa.
¿Cómo era eso posible?
— No me gusta la suciedad, — se sinceró inmediatamente — estaba respetando el límite ya que algunas personas suelen enfadarse si les tocas un centímetro de sus hogares...
Recordó a la anciana de su antiguo vecindario que su frase favorita hacia ella parecía ser "¡aléjate de mi jardín!". Se contuvo de rotar los ojos cuando una idea pasó como un flash por su cabeza, era por su salud mental.
» — Pero si a usted no le importa podría también barrer su acera... — Pidió sonando totalmente dulce.
Y aunque no lo hiciera, la mujer frente a ella le diría que si.
— Ah, eso me encantaría. — dijo mas sorprendida que antes.
La mayoría de los niños en la cuadra sólo sabían patear balones que por mera coincidencia solían parar a su cochera, justo en los botes de basura creando más cochinero. Era bueno tener a alguien decente a pocos metros.
» — Muchas gracias.
— No se preocupe. — se encogió de hombros restándole importancia — Malcom ha sido muy amable conmigo y me ha ayudado a integrarme. — sonrió recordando al castaño.
Era buen chico.
— Ahora me siento en la obligación de invitarlos a cenar. — soltó en broma Lois pero no fue tomado de la misma manera para la pecosa.
— Perfecto, ¿Le parece a las siete?
Se internó en la cocina de su hogar dejando las bolsas que anteriormente había abandonado en la entrada mirando severamente a sus hijos mayores — sin contar a Francis —.
— Hable con la vecina.
— Yo no fui. — mencionó rápidamente el más desastroso de sus hijos ganándose una mirada de confusión de su madre.
— ¿Qué?
— Nada.
Era poco común de Reese se arrepintiera de una broma, obvio este no era el caso tampoco, pero si temía que su progenitora se enterara de su travesura y lo castigara, más ahora cuando se aproximaba el baile de bienvenida en su escuela.
No tenía en mente alguna chica que quisiera invitar pero aún faltaban varias semanas y sinceramente lo que más le atraía de la velada es a cuantos podría arruinarles la noche.
En fin, no fue hasta después de su fechoría que reconoció al primo de Stevie y que su hermano le informó que ahora ella era la prima política del anterior nombrado.
Con la novedad de que su madre parecía obsesionada en agradarles estaría en graves problemas si esta se enterara que él se encuentra alterando los nervios de la pelirroja junto a ellos.
— No, de hecho me hablo de ti Malcom. — señaló a su otro hijo.
— ¿Yo? — Se mostró confundido y luego cambió su expresión a una interesada — ¿Y... qué te dijo?
— Que eres un buen niño, muy amable. — La castaña lucía orgullosa de que uno de sus desastres andantes no se comportara como un simio.
Aquello alegró a Malcom siendo que su buen comportamiento podría sumarle puntos para algún permiso o algo por el estilo.
— Oh, que bien, ella igual me agrada es-
Antes de que pudiera continuar con su relato la cara sería de Lois lo interrumpió.
— No saldrás con ella.
— ¿¡Qué!? — grito extrañado sacándole una carcajada al pelinegro frente a él — ¿De que rayos-?
— Ella me agrada, parece alguien decente. — comenzó la mayor haciendo que el menor en la habitación frunciera más el ceño.
No comprendía para nada a la mujer frente a él.
— ¿¡Entonces!? — preguntó exaltado.
No le gustaba Robin de esa forma, tenía un poco de conocerla. Admitía que era alguien interesante, agradable y bonita a su propia forma, más ella tampoco es como que mostrara ese tipo de interés en él y el genio sabía que ni siquiera debía emocionarse con lo que decía Lois.
— No hay un "entonces", Malcom. — dijo simple pero aún con ese sentido de regaño, solo como ella sabía hacerlo — No quiero comenzar a recibir llamadas de padres molestos por una niña corrompida.
Malcom estaba por replicarle el mismo discurso de siempre donde le dejaba en claro que era lo suficientemente independiente y mayor como para que siga controlando su vida cuando está añadió.
— Los invité a cenar.
— No creo que sea buena idea. — replicó, como siempre — Ellos son diferentes a nosotros.
— ¿Refinados? ¿Educados? — pregunto con ironía — No sería el fin del mundo si alguno de sus modales se les pegarán a alguno de ustedes.
Malcom gruño por lo bajo mientras que Reese bufo ante lo dicho por su madre.
No estaba mal no querer ser un estirado.
La mayor, en cambio, dio por terminada la discusión retirándose de la cocina mientras que Malcom sintió un nudo en su garganta del enojo.
Al oír una risa no muy lejos, Malcom rodó los ojos para después mirar fastidiado a su hermano.
— ¿Qué?
— Nada... — comenzó a levantarse pero el ojiazul sabía que "nada" era un próximo monólogo de villano — Solo me parece gracioso... y triste que mamá controle tus novias.
— Ella no es-
Igual que su mamá lo dejo con la palabra en la boca.
Bufó después de varios segundos.
« Claro, estaré lejos de Robin. » pensó con sarcasmo.
Supongamos que pensó en cumplirlo, al final le encantaba llevarle la contra a su madre.
— Ah, y por cierto. — la pesadilla de la casa regresó. — Tu cremallera está abierta.
Malcom miro hacia abajo verificando lo dicho por Reese pero lo único que encontró fue a este haciendo el símbolo del círculo.
— Maldita sea la hora en la que inventamos ese juego. — Se colocó de modo para recibir el golpe.
— ¿Por qué? A mi me gusta.
Lo último que sintió fue un fuerte puño impactando en su hombro.
Ató con firmeza el delgado listón rosa en su cintura entallando un poco el holgado vestido color pastel con pequeñas fresas dibujadas con diamantina roja. Se sentía como un postre de iHope.
Siguió mirando con insistencia su reflejo sintiéndose algo insegura, algo usual tristemente. Buscaba cualquier cabo suelto en su figura pero después de dos giras de preparación y de verificar cada detalle en su imagen ya no había más que arreglar y aunque eso debería tenerla contenta lo único que logro fue que rascara sus manos con un deje de ansiedad al no tener control de otra cosa.
Miro sus manos cuando sintió un fuerte ardor en uno de los dedos donde rascaba con más insistencia. Suspiro al ver una cortada ahora más grande. Sus manos definitivamente era lo que menos le gustaba de sí misma. Al lavárselas a todas horas y con demasiada insistencia además de ser estas las principales víctimas cuando sus nervios la atacaban tenía múltiples manchas de dermatitis y estaban demasiado resecas. Tenía las manos de su abuela Ilda, una granjera que se encargaba de quitar pólvora y otras sustancias químicas de sus sembradíos en la Segunda Guerra Mundial.
Gruño internamente mientras se encaminaba a la recámara de George y sin aviso alguno abrió la puerta de golpe sacándole un grito afeminado al chico en el interior de este.
— ¡¿No sabes tocar?! — pregunto aún con su peine en mano figurando un micrófono — ¡Pude estar desnudo!
— Estas bailando Dancing queen frente al espejo.
— Es la desnudez de mi alma. — dijo serio haciendo a la pelirroja rodar los ojos.
— No importa... — hablo por lo bajo — Tenias razón.
— Lo se, siempre la tengo. — Alardeó presumido hasta que frunció sus cejas confundido — ¿Ahora en qué tuve razón, perdón?
— ¡En que estoy nerviosa! — exclamó sin más dejándose caer en la cama de su hermano — No se porque le dije que si a la señora Wilkerson, no tengo miedo, pero no quiero ver a Reese, es peor de lo que describió Stevie...
Ante el nombramiento del hijo mayor — bajo ese techo — de sus vecinos el moreno hizo una mueca de desagrado y fastidio.
— Agh Reese, — soltó con desprecio — nunca olvidare lo que me hizo. — recordó brevemente los moretones que tardaron en desaparecer hasta halloween — Y lo peor de todo es que no es un matón cualquiera, es uno de los mejores en lo que hace.
La pelirroja frente a él se cruzó de brazos.
— ¿Se supone que me haces sentir mejor?
— Créeme, no estoy mejor que tú. — se sinceró o — Cuando no lo vi en la reunión de bienvenida tuve la esperanza de que estuviera en algún reclusorio o mínimo en la academia militar igual que su otro hermano.
Robin abrió los ojos sorprendida.
— ¡¿Hay más?! — pregunto con terror — Que pesadilla.
— Si, pero, con un infiltrado ahí tenemos la ventaja. — Hablo refiriéndose a Stevie.
El de lentes observaba todo en silencio, parecía que los conocía mejor que a su propia familia al estar tan metido en esa casa cada que hacía un trabajo con Malcom o sus padres se iban a de viaje o alguna cita y lo dejaban al cuidado de aquella rara familia.
— ¿En qué sentido?
Robin para ese punto de sentía como en una charla de tácticas militares, era irónico que fueran a cenar en plan "amistoso" con el supuesto enemigo.
— Que sabemos sus debilidades. — La ojiazul lo espero pacientemente a que revelara el gran secreto mientras que George prefería dejarlo en suspenso. — Le tienen miedo a su mamá, — confesó finalmente — maltratalo psicológicamente con ello.
— ¿Lois? — creía que así se llamaba la única mujer en aquella casa — ¿Por qué? Parece ser muy linda y amable.
George suspiro recordando como hace un par de años los Wilkerson, y los Kenarban fueron a un parque acuático para pasar un día de las vacaciones y bueno, no quería recordar los detalles pero sin duda es un día que jamás olvidaría.
— Oh, y lo es, — admitió — pero con ciertas personas... — susurro lo último — Es como un escudo humano, no te harán nada si ella está cerca. Por ejemplo, después de que Malcom la lanzara por el tobogán volvimos a casa y los castigó poniéndolos de cabeza por dos horas, en cambio, a mi me dio leche con chocolate.
Sonrió ante el recuerdo de justicia divina y donde también pudo vengar sus costillas, pues, con Reese de cabeza e indefenso, George pudo pasar por el lugar varías veces restregándole su ropa interior en la cara. De ahí también el porque su miedo de volver a encontrárselo.
— Algo me dice que esa tétrica sonrisa es por otra cosa. — señaló acusatoriamente — Pero se que me perturbarás con la respuesta así que... De acuerdo, te haré caso.
Para su mala suerte — como todo desde que la mudanza inició — tuvo que partir sola hacia la casa de los Wilkerson con la promesa de sus familiares de que la alcanzarían en menos de tres minutos siendo que todos odiaban la impuntualidad y no querían hacerlos esperar por lo que mandaron a Robin (la cual tenía al menos media hora de ya estar lista) en lo que los tres hombres trataban de abrochar sus corbatas.
Rogaba a alguna deidad superior que cualquiera abriera la puerta menos su peor pesadilla, pero, como el mundo estaba en su contra pudo escuchar perfectamente a la ama de esa familia como gritaba desde el interior.
— ¡Reese, ve a recibir a nuestros invitados!
Suspiró mientras pensaba con un deje de asombro.
« Que pulmones »
No fue hasta que la puerta se abrió mostrando a un pelinegro con cara de aburrimiento y una camisa semi formal que su estómago se contrajo de nervios y fue peor cuando el chico cambió su expresión por una divertida y malvada.
— Vaya, vaya... ¿volviste por más? — extendió su sonrisa — Tengo refrescó de uva, por si el de naranja no te gustó.
Robin carraspeo para evitar que su voz saliera temblorosa.
— Buenas noches a ti también.
El chico frente a ella la miró con confusión.
— ¿Qué?
— Traje... traje pie para ti y tu familia.
El chico frunció aún más el ceño recibiendo aquel postre de la sonriente pelirroja. Ya hasta el sentía las mejillas acalambradas.
¿Por qué no lo insultaba?
¿Por qué no se dirigía a él como las demás chicas de la escuela?
— Si pues... huele a pies. — Se burló de forma grosera.
Robin apretó sus labios y se forzó a soltar una risa como si hubiera dicho algún chiste.
— Si, bueno... es de queso así que... si. — balbuceó sin saber muy bien que decir.
Que terminará aquella tortura por Odín.
El ojiverde soltó un suspiro por la nariz algo decepcionado cuando finalmente se dio un tiempo para examinar a la chica frente a él.
No era tan baja pero si mucho más que él, tenía cientos de pecas que estaba seguro jamás poder saber el número exacto. Luego miró sus ojos, azules tal cual agua cristalina brillante y por último paro en su cabello, una extraña combinación entre rojo-anaranjado, le recordaba al incendio que causó hace un par de semanas en el bote de basura de un callejón.
Hasta que una fuerza mayor lo hizo salir de su recuerdo.
— ¿Qué tanto me ves? — Aunque sus palabras no fueron de la mejor selección aún así su tono siguió siendo amable y eso ya comenzaba a desesperarlo.
— Tu cabello, — respondió simple — no hay muchos pelirrojos por la zona. — dijo hipnotizado por el color pero rápidamente cambió a una sonrisa malvada — Parece sangre, como la monstruacion.
Robin ahora si miro al chico con creciente enojo en su cuerpo comenzando a abrir su boca indignada pero el chico nuevamente la interrumpió.
— ¿Te agrada el nombre, cabeza de menstruación?
Desde ese momento Reese se propuso a si mismo corromper y sacar de sus casillas a la niña más amable que había conocido. Todos tenían una pizca de maldad y ella no sería la excepción, nadie puede ser tan perfecto.
No tenía idea que para ello dos podían jugar y para su mala suerte, Robin era más inteligente.
El momento incómodo con Reese terminó — para suerte de Robin — gracias a que Lois al no escuchar movimiento de parte de sus invitados en la casa y fue a investigar encontrándose a su hijo más desastroso conversando con la niña pelirroja en la entrada.
Esta rápidamente lo movió de lugar y la hizo pasar mientras vociferaba los malos modales del adolescente para después mandarlo a llamar a sus hermanos.
Lois se encargo de atenderla y recibirla apropiadamente cuando minutos después el pelinegro regreso con toda la intención de seguir molestándola.
— Oye cabeza de... — se detuvo al ver la escena frente a él.
— ¿Disculpa, qué? — preguntó extrañada por lo anterior dicho por el pelinegro.
— Nada, mamá.
Robin sonrió frente al espejo donde era peinada y alabada por el bello color de su cabello justamente por el "escudo humano", según George.
Había dado en el blanco.
Levemente giro la cabeza encontrándose con la mirada retadora del niño malo, mirada que regresó y él al no tener más opción dio un paso hacia atrás conteniéndose.
« Un gustó odiarte también. » pensó
Era guerra.
Pocos minutos más tarde después de aquel suceso, ambas familias convivían a base de preguntas comunes iniciando pequeñas conversaciones triviales.
Malcom se sentó justo a lado de Robin por mero capricho además de responder con sonrisas triunfantes a las miradas de advertencia bien disimuladas de su madre. Mientras que Reese optó por sentarse frente a la chica con el mero propósito de incomodarla y hacerle pasar un mal rato.
— ¿Y cómo se conocieron? — preguntó la mujer castaña con amabilidad hacia ambos hombres pero la que terminó por responder fue cierta pelirroja.
— Oh, yo les cuento — exclamó con un deje de emoción — George y yo siempre hemos sido mejores amigos y pasábamos mucho tiempo juntos, por ende ellos igual, y una cosa llego a la otra y ahora somos una familia.
Dijo de forma rápida pero igual entusiasta, quiso resumirlo mucho pues sabía que había muchos detalles que sus padres no querían que contara o que alguien más supiera.
Claro que omitió el como su padre siempre estuvo enamorado del hermano gemelo de su madre, y al pasar tanto tiempo con aquella familia todos asumieron que su enamorada era en realidad la mujer que le dio la vida y no tuvo tanta confianza en ese entonces que terminó por desposar a la mujer que le dio a su primer y única hija. Igual no todo fue gris, los primeros años de Robin no podían sacar al hermano de su madre de su hogar hasta que la pequeña cumplió siete años y él anterior nombrado murió en un accidente automovilístico causando que su madre tuviera algún tipo de revelación mística predicando que la vida era demasiado corta como para no disfrutarla y quien sabe que tanta basura. Su padre, Chris, estaba destrozado y lo peor es que no podía demostrarlo pues debía sacar a Robin adelante por si solo, quien diría que encontraría el consuelo y valentía en los brazos del padre del mejor amigo de su pequeña. Todo parecía una simple amistad entre hombres hasta que murió la esposa de Robert que ahora fue el turno de él prestar su hombro para que el hombre llorara sus penas y bueno, como Robin dijo, una cosa llego a la otra y ahora eran una familia.
— Lindo. — sonrió la que formuló la pregunta cosa que Robin devolvió.
Sentían que podían apoyarse o hablar con mucha naturalidad entre ellas puesto que ambas eran las únicas mujeres en una familia repleta de hombres y tener a un igual cerca era algo reconfortante.
La charla siguió hasta que Robin sintió un dolor agudo en su pierna izquierda.
— Mmm — cerró sus ojos y contuvo el quejido de dolor que quiso salir de ella.
— ¿Sucede algo, cariño? — preguntó su padre, Chris.
— No... — salió algo tembloroso por el dolor pero inmediatamente se recompuso — Es sólo que, creo que encontré un hueso en el pollo, no es nada.
El tema fue olvidado rápidamente para cuando ahora, Reese fue el que sintió una fuerte patada en su pierna.
— ¡Ah! — soltó sin pensarlo mucho recibiendo miradas extrañadas y acusadoras de parte de todos en la mesa dejándolo sin más opción que soltar una carcajada fingida — Es que, me acorde de un chiste. — siguió riendo solo confundiendo a todos los presentes a excepción de una pelirroja que sonreía levemente mientras tomaba de su té helado.
— ¿... Y ustedes chicos? — regresó a la realidad.
— Mmm ¿disculpe? — preguntó la chica apenada bajo la mirada del señor Hal.
El cual soltó una risa ante la inocencia de la chica, o eso creyó al menos.
— Hal preguntó si esta todo bien y si ya se integraron. — repitió Robert.
George estaba por responder seguramente con uno de sus comentarios sarcásticos pero Robin logro hablar antes que él.
— ¡De maravilla! — sonrió — De hecho, Malcom y Reese han sido tan buenos con nosotros. — mintió por el segundo nombrado desconcertándolo no solo a él en la mesa — Incluso Reese se ofreció a ayudarme a llevar todos los libros que me faltan, ya saben, son algo pesados.
El nombrado abrió la boca sin poder creerlo, fue un golpe bajo, pero fue peor cuando giro hacia su madre pues ahora las miradas sutiles que antes eran dirigidas a Malcom ahora iban hacia Reese en toda su potencia.
💥 ║█║▌│█│║▌║│█║▌║ 💥
2908200326081991
Lamento si los primeros caps
son algo lentos y sosos pero
prometo que después tomará
un ritmo diferente, solamente
que odio como en ciertos fics
todo va muy rápido y está eso
de "amor y confianza" a primera
vista.
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