𝙘𝙝𝙖𝙥𝙩𝙚𝙧 𝙛𝙤𝙪𝙧




"— Great idea, idiot."




PASEABA A PASO tranquilo escuchando
a los pájaros recién despertados
cantar mientras la suave brisa de la
mañana meneaba su cabello y era iluminado
con los rayos de sol matutino.
Además de corresponder con una
amable sonrisa los saludos de varias
personas que iban a sus empleos, despedían
a sus hijos o recibían el correo.

Pero justo cuando estaba por dar
otro paso nuevamente se encontró con la
grieta del día anterior que lograba
darle un duro tic y picazón de impotencia
en sus manos. Trago duro y cruzó
la calle hacia la acera de enfrente
continuando con su caminata hacia
la escuela.

Era un día hermoso, incluso parecía
sacado de un show televisivo con
risas de fondo grabadas pese a
sus malos chistes. Pero su impecable
escenario — mayormente la sala
de estar y una que otra habitación —
con brillantes colores lo compensaba.

Pero poco a poco cambio. Los pájaros
callaron y volaron repentinamente
como si algo los hubiera asustado. Pudo
notar como varios vecinos se metían
de golpe a sus casas sin miras atrás
y una gran y espesa nube cubrió el sol.

Frunció el ceño extrañado hacia el
cielo cuando de repente una de
sus pesadillas se apareció a su lado
tocándola del hombro obligando a
mirarlo.

Ya se que hacer. — aludió presumido
el segundo hijo de los Wilkerson.

El oscuro ambiente ya tenía sentido.

— No pondremos bombas fétidas
en el camión de helados.— Bramó
imaginando sus maniacas ideas.

Continuó con su caminar con el
chico a su lado igualando su paso.

— ¡Ni siquiera iba a-! — Volvió a interrumpirlo.

— Tampoco explosivos.

Reese puso una cara aburrida y casi al
instante está volvió a cambiar por
una más "interesante".

— ¡Ni cualquier cosa que tenga vida! — El
chico volvió a rodar los ojos.

— Le quitas lo divertido a la vida. —
Murmuró amargamente para después
pasarla de lado pensativo hasta que
volvió la vista nuevamente emocionado.

— Si pone en riesgo la vida
de alguien, no. — Sentenció con voz dura y
él volvió a rodar los ojos continuando
con su camino cansado dejándola atrás.






✦✧✪✦✧✪✦✧





                 
BONNIE
&
CLYDE
                  





ROBIN PODÍA CONTAR con una sola mano las veces en las que dejaba al azar su futuro. Comúnmente organizaba todo su día la noche anterior pero antes de apagar su lámpara y dormirse estuvo alrededor de quince minutos pensando como su irritante vecino podría influir en todo su día y la verdad es que no tenía ni idea, aquello le causó una gran incomodidad y ansiedad al levantarse hasta llevar su día a cabo sin ninguna bitácora u orden.

Por eso mismo se encontraba perpleja y sin habla frente a Malcolm, el cual esperaba pacientemente una afirmativa para la reunión del equipo "ciencia" en su casa por la tarde para comenzar con la parte teórica de su proyecto.

— Siendo sincera... — comenzó — No se a que hora podré ir, pero estaré cerca.

Malcolm alzo una de sus cejas. No tenía años de conocer a la pelirroja pero al tener una personalidad muy estricta no te esperabas ese tipo de cosas por parte de ella.

Pues al inicio parecía que Robin era una dulce pelirroja, amable y noble, que si bien, no estaba diciendo que no lo fuera pero poco a poco se tornaba en alguien muy diferente a la chica que conoció hace pocas semanas mostrando su verdadera cara.


FLASHBACK

Estaban en un trabajo grupal junto con Loyd y George cuando este último hizo una mueca graciosa haciéndolos reír a excepción de Robin que miro a su hermanastro con fastidio.

— ¿Ya terminaron? — se cruzó de brazos irritaba — Esto es para el final de la clase.

— Tranquila. — Exclamó él algo desorientado creyendo que la pecosa tuvo un mal día — Vamos adelantados, de hecho.

Robin le dio una mirada de pocos amigos para después rodar los ojos y seguir escribiendo en su cuaderno ignorando a los chicos.

Miro a George extrañado pero este solo se encogió de hombros, ya estaba acostumbrado a ello, sabía que ella tenía sus buenos así como malos ratos.




Reía junto a sus amigos mientras ponían otro libro sobre las piernas de Stevie. El punto era crear una enorme pila de estos sobre el y que el moreno comenzara a andar sin que la torre perdiera el equilibrio. Algo así como un Jenga.

Pero poco antes de poner el décimo tercer libro de pista gruesa una Robin furiosa se colocó en medio del grupo furiosa.

— ¿Que rayos hacen? — preguntó retóricamente en un tono molesto quitando todas las enciclopedias de encima del de lentes.

— Nada, solo jugábamos. — Respondió en un tono bajo Dabney.

Malcolm le dirigió una mirada de reproche por su evidente temor.

— No es correcto. — Finalizó ella dejando de golpe sobre una mesa aquellos pesados libros hasta finalmente retirarse.

Stevie igual se encogió de hombros. A él no le molestaba, al contrario también se estaba divirtiendo.



En el laboratorio era donde mejor se desenvolvía y hacía de las suyas. Se concentraba tanto y cambiaba de tubos de ensayo cada dos segundos y ni siquiera se fijaba donde los dejaba pero por el movimiento recordaba donde estaban.

Pero su compañera intolerante a su forma de trabajar tan desordenada los acomodaba donde y cómo debían ir frustrando un poco a al ojiazul al no encontrarlos donde antes los había dejado hasta que por error tomó uno que la pelirroja había cambiado por accidente y lo vertió en la mezcla apagando el color fluorescente de su químico arruinando su experimento.

Suspiro molesto.

— Este no es el amoníaco, ¿verdad? — pregunto despacio más esto esta más una afirmación.

— No, es el alcohol. — Dijo ella obvia — Aquí dice. — Señaló la etiqueta de donde el lo había tomado pero que anteriormente ahí había dejado el tubo con la otra sustancia.

— Pero yo ya tenía el otro ahí, se arruinó todo, tenemos que volver a comenzar.

Robin rodó los ojos.

— Es tu culpa por trabajar tan desordenado. — Señaló en tono hostil — Era todo un reguero.

Malcolm la miro molesto y tiro el experimento fallido.

FIN DEL FLASHBACK


E incluso el otro día en el almuerzo antes de sentarse paso una toallita húmeda sobre el lugar donde se sentaría y sobre dónde comería. Y poco después les dio a todos gel antibacterial, pero no como un ofrecimiento simplemente lo hizo sin preguntar a nadie. Tampoco decía que estuviera mal, pero fue molesto y raro.

Ya comprendía más a Reese, pero no lo justificaba, él era peor y comenzó con el problema. Tal vez Robin hubiera sido amable con él desde el principio como con todos de no ser por sus niñerías.

En fin, eran detalles.

— Mmm — Exclamó pensativo — ¿Y eso? ¿Harás algo hoy? Podemos cambiar el día... — Tomó las correas de su mochila balanceándose en su lugar.

Robin en cambio comenzó a negar rápidamente.

— No creo demorar mucho. Igual, no creo que tarde mucho con Reese, no nos toleramos mucho tiempo. — Soltó con burla pero pese a ello Malcolm no pudo reír.

¿Por qué se vería con Reese?

Y ante la evidente confusión en el rostro del ojiazul, Robin le explico de forma sutil su plan, o algo así.

— Veremos la forma de que el camión de helados vuelva a pasar por la calle. — Y antes de que el volviera a hablar lo interrumpió — Aún no se como, pero el dijo que tendría un plan.

Malcolm mordió su labio molesto. Increíble. Robin dejaba de lado un importantísimo proyecto para seguramente tener problemas más tarde por culpa del torpe de su hermano.

— ¿Tan difícil es caminar un par de metros a la siguiente cuadra? — La chica asintió frenética.

Robin era intolerante en muchos aspectos pero con las personas con las que tuvo una buena primera impresión trataba de ser más paciente hasta conocerlas al cien, y con Malcolm no fue diferente pues poco a poco se acostumbraba cada vez más al carácter pesado del castaño y supo que la única forma de tratarlo podría ser tomar su sarcasmo como algo literal, así de esa forma dejara de usarlo con ella.

Él, en cambio rodó los ojos hastiado, normalmente soltaría alguno de sus típicos comentarios insolentes pero no quería dar a entender segundas intenciones. No le gustaba Robin, ella podía hacer lo que quisiera con quien quisiera.

— Como sea... — Murmuró junto a un bufido haciéndola fruncir el entrecejo — Debes tener cuidado.

— ¿Por qué? — Hablo relajada — Dewey parece tener fé en él.

Recordó cómo el otro día el pequeño rubio le aseguraba que cuando Reese se proponía algo — casi siempre maldades — se salía con la suya.

— El tiene fé de verlo esposado en una patrulla. — Aseguró en un gritillo — Escucha, admito que Reese tiene buenas ideas. — Ahora habló en un murmullo, con lo que le costó decir aquello no quisiera que alguien más lo repitiera — Pero es malo ejecutándolas, algo, por más mínimo que sea, termina saliendo mal.

La pecosa suspiro con una sonrisa. Si mostraba inseguridad o todo el miedo que cargaba desde que el pelinegro le dijo que ya tenía algo en mente, Malcolm terminaría por convencerla de mandar todo al diablo y caminar hacia la otra calle por su cono de pistache.

— No te preocupes, estoy yo para supervisar. — Aseveró con falsa calma. — Además, fue mi idea así que... — Dejó la frase al aire dando entender su punto mientras se encogía de hombros.

— ¿Estás segura? — Su tono incrédulo resonó como eco  — Digo, es Reese.

— Ajá. — Hizo seña de que tenía todo en orden — Se como tenerlo controlado.

En ese momento fue cuando una pequeña bomba explotó dentro del castaño. ¿Controlado? Ni su madre podía tenerlo controlado a menos que estuviera detrás de él las veinticuatro horas del día. ¿Por qué ella pensaba que si? ¿Quién se creía?

Aunque pocos segundos después dudó. ¿Y si era verdad? ¿¡Por qué rayos Reese obedecería a Robin!? ¿¡Qué se traían los dos!?

Entonces puso un alto a su cerebro e intentó respirar tranquilo. Ella acababa de decir que no se toleraban, entonces no tenía porque preocuparse ¿o si? Agh ¿y de qué rayos se tendría que preocupar? Ya ni él sabía si le agradaba tanto como al inicio.

Estuvo por decir algo para finalizar el tema y que así no saliera de su boca alguna tontería o una de las tantas estúpidas preguntas que revoloteaban en su mente cuando en ello sintió un empujón en su hombro para después ver una espalda con una chaqueta de cuero en lugar de la pelirroja. Frunció el ceño y abrió la boca confundido e indignado dando unos cuantos pasos hacia atrás para darse cuenta de lo que en realidad pasaba.

Los abrió aún más al notar de quién se trataba. Debía ser una broma ¿desde cuándo Robin hablaba con ese tipo?

— Hola pecas... — Saludó a la chica con su usual tono coqueto mientras se recargaba de lado en los lockers tapando a Malcom.

— Ese suena mejor. — Dijo más animada referente al apodo que utilizó, él sonrió — ¿Qué hacías?

Después de su encuentro en el arcade, Kieran la saludaba en la escuela de lejos o incluso se acercaba a ella casualmente por lo que cortar la conversación desde el "hola" ya seria patético. Incluso saludó con un ademán a Willy, el chico que siempre acompañaba a Kieran, podría decirse que ya estaba familiarizada, pese a que no le caían tan bien del todo.

Kieran, él cual se había quedado embobado viéndola largos segundos reaccionó meneando su cabeza hacia los lados volviendo a adoptar una pose cool.

— Están en el lugar de Mitch. — Dijo obvio y pese a que hablaba en plural solo se dirigía a ella.

Por eso mismo, Malcolm aún más molesto que antes — dándose cuenta en en realidad si reparo en él — quiso meterse en la platica pero el amigo grandote y robusto de Kieran que estaba detrás del pelinegro le impedía el paso.

En cambio, Robin lo vio confundida al no entender de lo que hablaba el más alto.

— ¿Para qué lo necesitas? — preguntó — Hace poco lo vi yendo hacia el gimnasio.

— Queremos... — Titubeó ansioso — Charlar con él.¿No es así? — Codeó al matón a su lado el cual soltó una risa divertida ante su pésima mentira.

— Oh, si, será divertido. — Hablo en tono burlesco.

Ahora invadido por la euforia de su próxima fechoría sonrió por último hacia la pelirroja comenzando a alejarse.

— Debe estar cerca, hasta acá huelo el barniz de uñas de esa perra. — Él y su amigo hicieron una inhalación exagerada para después reír codeándose amistosamente hasta correr en dirección adonde les mencionó la ojiazul.

Y cuando el par estuvo lo suficientemente lejos en pocos segundos ya tenía vista nuevamente a su amigo y vecino.

— ¿Eres amiga de Kieran? — preguntó sin rodeos con una cara de pocos amigos.

No podía creer que fuera tan inocente. Mitch era un nivel más bajo que los krelboynes y todos sabían que casi siempre estaba en los arbustos continuos a ellos ya que también funcionaba como escondite. No había que ser un súper genio para saber que le haría al pobre, y peor, quien sabe que cosas le estaría diciendo a Robin para manipularla con una buena imagen falsa.

Aparte estaba el asunto de las constantes quejas de sus amigos sobre él.

— Si. — Declaró con entusiasmo pero al caer en cuenta de la situación por la cara de su acompañante cambió de parecer y de cara por una nerviosa — No.— Se meneó con duda hasta bufar — No lo se. — Está vez fue sincera pero se veía que no era la respuesta que él esperaba. Tragó en seco — ¿Me repites la pregunta?

El castaño se abstuvo a resoplar.

— ¡Es un idiota! — Señaló el lugar en donde se fue — No necesitas relacionarte con gente así.

— Lo se, pero el me hablo y no quise ser grosera.

El cerebrito algo agotado simplemente asintió poco convencido y se fue. Ya no quería discutir con ella sin que esta entendiera las indirectas o que lo tomara como juego y por la charla que tuvo con el bully era obvio que si había algo.

Robin extrañada por su actitud y repentina huida estuvo por detenerlo pero fue interrumpida por una mano en su hombro que la giró de repente.

— Tengo una idea. — Dijo determinado — Esto es lo que haremos...

Ahora ella recayó en lo que ocurría entonces adoptó una pose interesada escuchándolo con atención.

» — El heladero ni de chiste pondrá nuestra calle de nuevo en su mapa. — Fue honesto — Entonces voy a disfrazarme para que no me reconozca e iremos a la calle de a lado, ahí si se detiene. — Ella asintió — Aún tengo dulces de Halloween de Dewey, sobornare a los niños de ahí para que lancen piedras al heladero y se distraiga. — Con cada palabra que salía de su boca ella fruncía más el entrecejo — Así entraremos al camino y bum, robamos todo el helado de podamos.

Robin se incorporó mientras carraspeaba incómoda y desconcertada a la vez.

— Yo pensaba en algo como... — Anuncio sarcástica — No se... ¡Una disculpa! — Objetó obvia.

Reese la miro ofendido y se echo para atrás ya que ante el grito de la chica, esta se había acercado un poco a él.

— El tipo es un cretino, — soltó con asco — todo menos eso.

— Tu iniciaste. — Lo señaló.

— Error, el no me quiso vender un helado primero. — Dijo ofendido recordando cómo incluso aquel hombre paso sobre un charco de lodo ensuciándolo — Yo solo hice lo que tenía que hacer.

— Asesinar la felicidad en nuestra calle, eso hiciste. — Inquirió cruzándose de brazos — Además, no pienso robar.

Reese rodó los ojos ante su poca malicia. Él sabía que era misión imposible hacer que el torpe ese accediera a volver a su calle pero si de esa forma se quitaba a la chica de encima por él estaba bien.

— ¿Tienes una mejor idea? — preguntó estresado.

La pelirroja se tomó un momento y al notar que aquel chico no se disculparía no veía otra salida más que ir hasta la otra calle a comprar su helado.

— Olvídalo, iré yo por el. — Hablo cansada para después darse vuelta e irse dejando solo a aquel muchacho.

Pensativo, Reese se recargó en los casilleros a sus espaldas y se concentró en el malestar que le produjo la pelirroja, se veía molesta pero aquello no lo haría sentir culpable por lo que hizo, tuvo sus razones y bueno vivía las consecuencias. Tampoco iba a admitir que su idea era mala, solo necesitaba perfeccionarla y así tomar revancha con ese heladero soberbio.

Eso y que Robin tuviera su ridículo helado de sabor poco apetecible. Le causaba conflicto admitir que en realidad no le desagradaba al cien por ciento la pelirroja, tal vez un sesenta, solo la molestaba porque le era muy divertido ver cómo se enojaba y explotaba rápidamente.

Bufó ante aquel pensamiento, por eso prefería repetir las pegadizas canciones de los comerciales que echar su cerebro a andar.






Ya por fin era hora de marcharse a su dulce hogar y como todos los lunes, miércoles y jueves lo hacía sola, bueno, no completamente ya que Reese la seguía varios metros detrás — lo cual la hacía sentir más segura aunque no lo admitiera en voz alta — mas ambos se negaban a compartir palabra con el otro ya que seguramente terminaría en pelea. Ya habían aprendido la lección después de varios altercados.

Pero aquel día fue diferente ya que en el segundo exacto que puso un pie fuera de la escuela escuchó el trote de alguien a sus espaldas que de inmediato se posicionó a su lado.

— Lo pensé y no podemos robar.

Hallelujah. — Levantó sus brazos hacia el cielo y los dejó caer dramática.

Sin embargo olvidó que hablaba con Reese.

— Por eso necesitamos cómplices. — Terminó recibiendo una mirada de extrañeza por parte de la pelirroja.

— ¿De qué hablas?

— Piénsalo, nos llevamos todo y dejamos dinero. — Explicó con señas — Así no tendrá excusa para seguirnos y no seríamos ladrones si pagamos por lo que nos llevemos.

Robin mordió su lengua y quedó sin habla varios segundos. No podía argumentar en contra de esa lógica.

Gran idea, idiota. — Dijo sarcástica — ¿Por qué el afán de hacerlo a tu modo? — Lo evadió al no tener algo inteligente con que atacar.

— ¡Porque ya compre el bigote! — Dijo obvio y ella solo pudo echar su cabeza hacia atrás exasperada.

— Será el plan B. — Decidió y él estaba por reclamar pero ella lo chistó antes de que pudiera hacerlo — ¿A qué hora para regularmente?

— Como a las cinco y tarda quince minutos en entregas por calle — Frunció el ceño levemente tratando de hacer memoria y estaba casi seguro de que era así.

— Vaya, ¿cuándo aprendiste a leer el reloj? — Preguntó sarcástica y el frunció el ceño molesto mostrando su muñeca.

— Mira, es digital.

— Como sea, te veré cuatro treinta para ir a la otra calle. — Aceleró su paso al reconocer el parque de juegos que no estaba a más de cinco minutos de los suburbios donde vivían.








Robin por medio de brincos terminó llegando a la siguiente calle parándose justamente en la esquina de aquella cuadra en la espera del camión de helados cuando a los pocos segundos sintió una presencia a su alrededor, eso y que el ruido de los arbustos donde inútilmente intentó esconderse lo delató.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó irritada.

— Vine a ver cómo fracasas. — Expresó difícilmente puesto que batalló en salir de entre aquellas ramas con espinas.

— Como se nota que no tienes nada interesante que hacer. — Entrecerró los ojos hacia aquel pelinegro.

— Esto es algo interesante que hacer. — Reese señaló el lugar —

— Como sea... — Bufó — Pierdes tu tiempo.

— Ya veremos.

El chico se cruzó de brazos y se recargó en un poste mientras ella se alejó lo más posible de él esperando al hombre que repartía helados para ofrecer una disculpa en nombre de toda la cuadra y así arreglar el problema.

Largos minutos de silencio pasaron cuando por fin la típica musiquita de heladería resonó por el lugar haciendo que ambos adolescentes adoptaran posturas rígidas y ansiosas.

Mientras tanto el hombre de mediana edad sonreía a los niños a los cuales si les vendía de su mercancía y saludaba con felicidad a los padres que los acompañaban cuando visualizo a dos figuras desconocidas en la esquina. Aceleró un poco y fue entonces cuando lo vio y al conectar miradas con el engendro de Satan, aquel chiquillo le sonrió de forma malvada haciendo que su ira arda en su sangre.

El adulto asiático achinó sus ojos mirando con rencor a Reese él cual solo podía preguntarse cómo es que el hombre podía ver pues ya no veía sus ojos más que finas líneas.

No fue hasta que el señor con principios de calvicie noto a la pelirroja junto a él haciéndole señas queriendo que parara pero aquello no estaba en sus planes, él juró algo y lo iba a cumplir. Entonces aceleró más de lo debido a lo cual la cara de Robin se deconstruyó creando así una mueca de incertidumbre y pánico.

— ¡Oiga! — No lo dudo dos veces y corrió detrás del camión blanco con el cono de platico arriba de él — ¡Espere!

— ¡No! — Escupió con furia — ¡Tú y ese idiota no tendrán mi helado!

La pecosa abrió la boca sorprendida e indignada, nunca, en sus quince años de vida un adulto le había hablado de tal forma.

— ¡Viejo cobarde! — Escuchó el grito de Reese a espaldas de ella por lo que se detuvo y giró a verlo de mala manera en cambio él sonrió entusiasta. — ¿Plan B?

— No, — Dijo seria — puedo ir a la heladería.

Dio media vuelta para dirigirse a cualquier establecimiento donde pudiera conseguir su preciado postre frío, el calor hacía de las suyas y lo deseaba tanto.

— Las únicas que están cerca son de la misma marca.— Nuevamente Robin volteo a verlo con una cara que expresaba incredulidad — ¿Plan B? — Volvió a preguntar.

Suspiró resignada.

— Plan B.








Al día siguiente ya estaban más preparados. Robin fue la encargada de hacer los pedidos para recaudar dinero mientras que Reese procuraba tener aliados por la zona si las cosas se salían de control. También había aprovechado para explicarle de forma más meticulosa su plan y este si que no podía tener falla alguna, aunque tardo en convencer a la ojiazul terminó aceptando muy a su pesar.

Ella no estaba acostumbrada a hacer ningún tipo de maldad y en esos instantes se preguntaba si el helado de pistache valdría tanto la pena. Si era sincera consigo misma, no, no lo valía, ya ni siquiera sabía porque seguía con esa farsa. Pero el poder de persuasión de Reese era mucho y tan convincente que cuando se dio cuenta ya estaba dentro.

Robin tuvo que ponerse un gran abrigo vainilla cubriendo su vestimenta y se ató su cabello escondiéndolo con un gorro de lana de distintos colores — muy feo, por cierto — de George además de usar los lentes de botella que Chris usaba para leer el periódico por las mañanas, era otra persona. Por otro lado Reese también tenía un abrigo solo que de color beige, una gorra, lentes oscuros y el bendito bigote.

— Si preguntan, somos Clark y Betty. — Se miraron entre ellos.

El pelinegro lucía ansioso mientras que Robin no podía con tantos nervios.

— ¿Cómo pudo convencerme este malviviente de hacer esto? — Preguntó al aire dejando caer su cabeza hacia atrás.

— ¡Ah! — Exclamó ofendido — ¿Soy un malviviente? Tu eres la que se baña entre cadaveres de ratas. — La señaló con burla.

Robin frunció el ceño al descubrir el misterio de la zarigüeya colada en su hogar.

— ¡¿Fuiste tu?!

Su discusión pudo seguir de no ser porque su víctima se acercaba lentamente a ellos. Al verlo, Robin noto que no traía la popular y típica canción de heladería sino uno de los éxitos de las spice girls. Se sintió mal, parecía un buen hombre.

Cuando estuvo más cerca fue cuando el verdadero show comenzó.

— ¡Hey señor! — Lo llamó el chico con una voz más gruesa de lo normal.

— ¿Si? — Se detuvo con duda viendo al par con sospecha.

— Su neumático está algo bajo, — Señaló — debería bajar y revisar.

Robin negro cabizbaja, era una pésima idea.

— ¿En serio? — Preguntó con preocupación el Mayo y ella abrió los ojos sorprendida recuperando la atención en el asunto, no podía ser cierto — Hey — miró a Robin.

— ¿S-Si, diga?

— ¿Está muy baja? — Aparcó a su lado y dio indicios de salirse pero aún estaba pendiente a la respuesta de la pelirroja en cubierta.

Trago nerviosa, no le gustaba mentir, además era pésima en ello.

— S-si... — Reese rodó los ojos bajo sus lentes oscuros, no estaba comprometida con su papel.

Sin más sospechas en asiático se bajo para revisar su neumático delantero y Robin lo siguió ya que su trabajo era distraerlo.

— Antes que nada, la seguridad es primero. — Soltó en un tono caricaturista a la vez que levantó su pulgar.

— Mmm — Revisó la llanta y no lucía desinflada — parece estar bien.

— Pero- — Titubeó — ¡Revise bien! — Exigió y ahí fue cuando aquel señor notó algo raro en los nervios de la niña con lentes feos.

— ¿Por qué tanta exigencia? — Se puso de pie lentamente mirándola acusadoramente — ¿Y el otro niño?

— ¿Q-qué otro niño? — La chica podía sentir el sudor bajando por su frente por los nervios.

El hombre de vestimenta blanca lo observo con desconfianza y sin que pudiera detenerlo, rodeó el camión encontrando al otro individuo abriendo por la fuerza la caja de atrás donde estaban los refrigeradores con el helado.

Y ante el esfuerzo los lentes oscuros de Reese cayeron al suelo haciendo que este mirara al heladero asustado.

— Tú... — Habló el hombre con rencor y ahora ambos infantes lo vieron con temor. — Tú no tienes derecho a helado.

— ¡Usted no debería ser el señor de los helados! — El chico atacó al mayor con huevos y globos de agua desequilibrándolo y con ello obteniendo un poco de tiempo.

» Giró a todos lados buscando ayuda — ¡Buu buu! — Hizo el sonido de un búho.

Robin llego a su lado perpleja.

— Idiota, esa no es la señal. — Lo regañó y el la vio interrogante — ¡Así no hacen las gallinas! — grito/susurro.

— ¡No estudie en Harvard!

— ¡Cacarea! — Él frunce el ceño y luego algo hizo click en su cabeza que lo hizo reaccionar.

— Ah, ya — La pecosa rodó los ojos — ¡Quiquiriquí!

Con dicho aviso finalmente salieron corriendo mientras aquel hombre se ponía de pie mirándolos con odio.

— ¡No van a jugar conmigo. Yo era cirujano en mi país!

Tras recorrer varios metros el par se dio cuenta de que el mayor no los seguía y debían alejarlo del camión por lo que entonces Reese se agachó tomando varias piedras de la acera comenzando a arrogarselas en tanto Robin no supo que hacer.

— Desde que te conocí supe que irias a la cárcel, — Lo acusó agobiada — acompañarte no estaba en mi ilusión.

— Cállate y déjame pensar. — Lanzó la última que fue el colmo del calvo que en ese instante corrió hacia ellos.

— Claro, — Tragó nerviosa viendo como se acercaba a ellos — tacharé de mi lista de deseos comer helado en la cárcel.

En cambio, Reese sin perder más el tiempo la tomó del cuello de su abrigo comenzando a arrastrarla para que corriera a la par de él y así evitar ser atrapados.

— Hay esperanza. — Respondió sin aliento yendo a todo lo que sus pies daban — El camión está descuidado.

— ¡¿Y cómo llegaremos hasta el?! — Le dio un manotazo para que la soltara.

— Conozco un atajo, — Bajo la velocidad, el heladero estaba a muchos metros por detrás — nos ahorramos media manzana y el tendrá que recorrerla toda buscándonos.

— Pareces menos listo.

Levantó una de sus cejas sorprendida pero por ello el pelinegro la jalo con rudeza en dirección de entre unos arbustos obligándolos a caminar agachados con prisa entre varias plantas pese a varios rasguños que se hacían con las espinas.

— Es como una clase de Narnia... — Exclamó la pelirroja con un deje de emoción.

— Es buen lugar para esconderse cuando jugamos cazador. — Susurró tratando de pasar desapercibido.

Después de eso ambos terminaron callados mientras pasaban por maleza y hojas muertas evitando pisarlas para no generar ruido pasando a través de toda la cuadra.

Cuando finalmente llegaron y no vieron ningún rastro del asiático cerca del camión suspiraron aliviados y más cuando notaron que los niños a los cuales Reese amenazo ya estaban haciendo la descarga.

Sin perder más tiempo se acercaron a ayudarles y cuando quedó vacío Robin se adentró a este para dejar el dinero en el lugar correspondiente mientras que Reese repartía las paletas heladas a los niños que los ayudaron.

Y sin más, huyeron despavoridos con las manos llenas en dulce frío.

Minutos después de un largo maratón cuando llegaron a un lugar donde se sentían a salvo por fin se detuvieron regulando sus respiraciones.

Se miraron aliviados con una pequeña sonrisa y sin poder evitarlo chocaron los cinco de forma victoriosa.

Entonces en ese momento Robin entendio porque hizo todo ese show por un simple helado. No era por esa deliciosa y cremosa mezcla, sino por aquel sentimiento de peligro y adrenalina por todo su cuerpo. Estaba abnegada a todo lo malo que podría pasarle, pues siempre fue alguien muy cuidadosa y no caía en tentaciones de simples travesuras pero esta vez no supo que fue lo que la empujó a hacerlo. Pensó qué tal vez tanta insistencia por parte del pelinegro para usar su bigote falso.

Pero el momento duro poco ya que ambos al darse cuenta de sus manos unidas las retiraron con asco e incomodidad para después voltear la vista hacia otro lugar.

— Seguiremos odiándonos después de esto... ¿verdad? — Preguntó ella con duda.

— Definitivamente.

Entonces un nuevo silencio los invadió donde ninguno sabía que decir exactamente.

— Hasta luego.

— Ojalá no sea pronto.

— Si, como sea, bye.

El par tomó direcciones contrarias pero a los pocos segundos regresaron sintiéndose tontos. Solo había un camino para poder regresar al vecindario.

— Llevas años viviendo aquí se supone que ya debes saberte el camino. — Recriminó y él abrió la boca indignado.

— Si pues... — Titubeó — Tú también te equivocaste.

Robin solo bufo y comenzó su andar con el chico detrás de ella murmurando cosas sin sentido en su contra.

La poca diversión que sintió antes de esfumo dando paso nuevamente a la molestia prometiéndose a su misma que sería la última vez que haría algo así. Y vaya que sería así a fin de cuentas podía considerarse a su misma como una de las personas con menos suerte en el mundo y el policía que los seguía de cerca podía confirmarlo.






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