━━𝐅𝐢𝐯𝐞: You Belong with Me
[You Belong With Me]
By Taylor Switf
2:08 ━━━━◉─────── 4:02
◃◃ ⅠⅠ ▹▹
If you could see that I'm the one who understands you
Been here all along, so why can't you see?
You belong with me
You belong with me
LOS FESTEJOS SE EXTENDIERON HASTA LA CENA.
Se había armado una especie de fiesta alrededor de la fogata, las ninfas y sátiros andaban tocando música y repartiendo bebidas. Yo no había visto a Percy desde que los azules lo levantaron en brazos, arrojándolo al aire por conseguir la victoria.
Revisé la mesa de comida, había tantas deliciosas; pero realmente no tenía apetito. Intenté calmarme, pero la rabia seguía burbujeando dentro de mí, como un volcán a punto de estallar.
Podía escuchar las risas, los vítores, pero algo dentro de mí no lograba unirme a ellos. Cerré los ojos un momento, tratando de tranquilizarme, pero la imagen de Percy y el modo en que su mirada no dejaba de seguir a Annabeth me enfermaba.
—¡Disculpen, disculpen! —gritaba Grover—. ¡Damas y caballeros, el hijo de Poseidón va a pasar! ¡El héroe va a pasar! ¡A un lado!
Ambos se abrieron paso hacia mí, Grover continuaba presumiendo ser el mejor amigo y guardián del campeón del día. Rodeé los ojos y tomé una fresa. Percy se paró a mi lado, sonriendo.
—Oye, no te he visto en el resto de la tarde —comentó pasando un brazo por encima de mi hombro.
—¿Y recién te das cuenta? —espeté, apartándolo.
—¿Qué te pasa?
—Nada.
Me quitó la copa que había tomado y la dejó en la mesa.
—Has estado de mal humor todo el día, ¿qué pasa?
Lo miré con el ceño fruncido.
—Deberías saber muy bien por qué estoy molesta.
—Dari, no soy adivino —se quejó—. Dime qué pasa.
Lo miré muy molesta, mi respiración un poco más pesada de lo normal. No podía creer que él realmente no se diera cuenta de lo que pasaba. ¿Acaso me estaba tomando por tonta?
Me crucé de brazos, sin saber por dónde empezar. La rabia se me acumulaba en la garganta, y mis dedos temblaban. Era absurdo, lo sabía, pero no podía evitarlo.
—¿Si recuerdas que soy tu novia, no?
Me miró confundido. Miró a todos lados y luego regresó a mi.
—Claro que lo sé.
—¿Y si sabes que teniendo novia no deberías estar mirando a otras?
Percy frunció el ceño, pero algo en su mirada me hizo sentir como si estuviera perdiendo el control de la situación. ¿De verdad no lo entendía?
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, la confusión aún pintada en su rostro. No podía creer que estuviera tan ajeno a todo esto.
—¡Ya para de hacerte el tonto! ¡Todo el bendito día te la has pasado coqueteando con Annabeth!
Él abrió la boca, pero no dijo nada. Solo me observaba, como si estuviera esperando que yo dijera más, como si fuera a encontrar alguna lógica detrás de mis palabras. No podía evitar que algo dentro de mí se rompiera cada vez que lo atrapaba mirándola.
—¡Ella me estaba dando una paliza! ¡¿Dónde viste que estaba coqueteando?!
—No te atrevas a tratarme de loca —gruñí entre dientes—. Yo sé lo que vi. Desde el primer momento en que la viste, no has quitado los ojos de ella, y esta tarde, en el río…
—Oigan, chicos. —Grover se rió nervioso. Me había olvidado por completo que él estaba con nosotros—. Tal vez…eh…quieran hablar de esto en privado y…
—No te metas, Grover —dijimos los dos con fuerza.
—Ok.
Percy y yo no solíamos discutir. Nunca. Mucho menos desde que estábamos juntos. Esta era la primera vez que ambos estábamos así de molestos.
Se pasó las manos por el cabello, claramente frustrado. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Yo no quería discutir. No quería pelear con él. Quería poder regresar todo dos días atrás, cuando Sally todavía estaba con nosotros, él y yo no sabíamos quiénes eran nuestros padres, no había una posible guerra y destrucción mundial por de un rayo y nos habíamos quedado dormidos en el sillón de mi apartamento viendo una película. Abrazados. Solo nosotros.
—Dari… —su voz sonó baja, casi como un susurro. Me tomó de la mano, tratando de acercarme a él—. Oye. Mírame. —Levanté la vista y mis labios temblaron tratando de evitar ponerme a llorar ahí, enfrente de todos. No me gustaba nada esto. Odiaba sentirme así, odiaba discutir con él y odiaba lo que este nuevo mundo nos estaba haciendo.
Sus manos se deslizaron a mi cintura, apoyó la frente contra la mía y su respiración se mezcló con mi aliento. Cepilló suavemente sus labios contra los míos y suspiré.
—Te amo —susurró, y lo sentí en la piel pese a todo el ruido que había a nuestro alrededor—. Lo siento si te hice sentir mal, no fue mi intención. Tienes razón de estar enojada, y lo lamento tanto. No me di cuenta que estaba actuando así.
Sus palabras, tan suaves y sinceras, me hicieron vacilar. Mi respiración aún estaba errática, mi mente seguía atrapada entre la rabia y la confusión. Pero algo dentro de mí, un suspiro ahogado, me impulsó a bajar la guardia, aunque fuera por un momento. Su cercanía me hacía sentir una mezcla de calma y tormenta, y me costaba mantenerme firme.
"Te amo". Eso lo sabía, pero... ¿era suficiente? Sentía que algo se rompía dentro de mí, como si no pudiera seguir ignorando las pequeñas grietas que se habían formado entre nosotros. La promesa de su amor era reconfortante, sí, pero también me recordaba que no siempre podía ser suficiente.
¿Por qué no podía simplemente confiar en él y dejar de hacerme preguntas?
Asentí. No quería más peleas. Me incliné hacia adelante, presionando mis labios contra los suyos.
El roce de sus labios me hacía sentir que todo estaba bien, que todo lo que había dicho y sentido antes era solo una tormenta pasajera, pero sabía que no era así. Algo dentro de mí seguía quebrado.
Me separé, sin soltar su mano, y miré sus ojos, buscando alguna respuesta que no encontraba.
—No quiero pelear más —dije, mi voz temblorosa, casi rota, sin saber si lo que realmente quería era dejar ir todo o seguir luchando con mis propios sentimientos.
Él me miró con tristeza, la misma que yo sentía. Sabía que había algo más entre nosotros, algo que no se resolvía con una disculpa o un beso. Pero no sabía cómo decirlo. No quería ser la que empezara una guerra, pero la duda seguía acechando en mi mente. Él era mi mundo, y no quería perderlo.
—Yo tampoco quiero pelear —respondió, y vi cómo su ceño se fruncía, como si estuviera intentando descifrarme. Su voz estaba llena de un tipo de frustración que no era hacia mí, sino hacia él mismo. No sabía si eso me hacía sentir mejor o peor—. Te amo, te quiero a tí. Eres mi amor, mi mejor amiga y mi compañera. No quiero a nadie más.
Asentí tratando de convencerme que creía en sus palabras.
Se inclinó para tratar de besarme de nuevo, pero unas risitas nos detuvieron. A nuestro lado, tres chicas preciosísimas se nos acercaron, mirándolo.
—Hola, Percy —dijeron las tres con tono coqueto.
Genial. Lo que me faltaba.
Bufé, cruzándome de brazos. Percy solo asintió a su saludo y pasó su brazo por mi cintura, atrayéndome hacia él.
—Habrá una fiesta más tarde en nuestra cabaña —dijo una de ellas.
—Nos encantaría que pudieras ir —dijo otra.
—Uh...claro, sí, seguro —respondió abrazándome por la espalda, y apoyando la barbilla sobre mi hombro—. Ambos iremos.
Las chicas me dieron una mirada incómoda.
—Este...la invitación era...
—Largo —espetó Annabeth apareciendo a nuestro lado y las chicas soltaron un chillido antes de salir corriendo.
—¡Esperen, no se vayan, yo también quiero ir! —se quejó Grover, siguiéndolas—. ¡Yo si estoy soltero! ¿A qué hora es la fiesta?
Rodé los ojos al verla pararse demasiado cerca de nosotros. Percy se inclinó más sobre mí, besándome la mejilla. Sus manos se cerraron con fuerza a mi alrededor y me recliné hacia atrás, apoyándome en su pecho.
—¿Te sientes como un héroe? —preguntó Annabeth sirviéndose una copa.
—Más bien mutante —respondió él—. ¿No me van a salir escamas o algo así, verdad?
—No lo creo, aunque un ego inflado no sería raro —dijo ella sonriendo de lado.
Percy asintió, y luego me sonrió.
—Por cierto, ella es Darlene, mi novia —me presentó. Yo no había dicho nada desde que se había acercado. Y aquello me sacó una sonrisa.
Annabeth asintió.
—Hola.
—Hola.
Hubo un tenso silencio y luego Annabeth me sonrió.
—Vi lo que hiciste con ese arco, para ser una novata, tienes una habilidad impresionante.
—Gracias.
No pensaba ser amigable. Ella no me agradaba y yo no era falsa. Que agradeciera que al menos era educada.
—Pudiste haberme matado —dijo Percy de repente, tratando de romper el hielo—. Habría muerto si fuera normal.
—No lo eres —dijo ella enarcando una ceja.
—Pero las heridas duelen igual —espeté entre dientes.
Cada vez que yo decía algo, se instalaba un silencio tenso. Noté como Annabeth entrecerró los ojos dándose cuenta que tenía un problema con ella.
—Algo me dice que no te agrado —comentó Percy.
Le di un codazo disimuladamente. ¡¡Para qué carajos quería caerle bien?!
—Es posible —reconoció ella. La miré, ¿acaso se pensaba que era tonta? ¿Si le caía mal, por qué le andaba haciendo ojitos?—. Nuestros padres se detestan.
—¿En serio?
—Sí, Atenea le robó el patrocinio de Atenas a Poseidón —comenté con tono venenoso.
—Lo ganó —replicó ella con el mismo tono—. Los atenienses tenían que elegir a cual querían, y la eligieron a mi mamá.
—Por supuesto. Poseidón les dio una fuente de agua salada que servía para muchas cosas, y ella les dio un olivo.
—El olivo sirve para muchas cosas.
—Y no podrían hacer buenas aceitunas sin la sal que salía de la fuente.
Nos sostuvimos la mirada y luego ella miró a Percy.
—Definitivamente siento algo hacia ti, solo que aun no sé si es algo positivo o negativo.
¡Iba a matarla! ¡¿Cómo le decía eso enfrente de mí, cuando sabía que era su novia?! ¡Lo había dicho a propósito!
Sentí las manos de Percy sujetándome para evitar que la agrediera.
—Ah...bueno —dijo él incómodo.
En eso, hubo un estallido en la fogata. El fuego se alzó tan alto que parecía que quemaría las copas de los árboles. Percy me empujó detrás de él, y varios sacaron sus armas hacia la aparición que se estaba manifestando.
Una criatura gigante, con alas negras y cuernos. Me recordaba a un demonio, y me heló la sangre al verlo. Miró a todos lados, como buscando algo y al no encontrar lo que quería, bramó:
—¡¿Percy Jackson, dónde estás?! —De su mano brotó una enorme bola de fuego que arrojó contra una de las mesas, otra impactó contra un árbol, y luego otra y otra.
—¡Apártense! —dijo Quirón adelantándose con la espada en mano.
—Percy Jackson, entrégame el rayo —dijo la criatura con una voz retumbante—. Sé un buen chico, dámelo a mí. Y te prometo que te devolveré a tu madre.
Solté un jadeo. ¡¿Sally seguía viva?!
Percy me soltó repentinamente y se adelantó furioso.
—Percy, no lo escuches —dijo Quirón, pero él lo ignoró.
Corrí detrás de él. No quería que fuera a hacer una tontería.
—¡Mi madre murió!
La criatura se inclinó hacia él con una sonrisa perversa.
—No, tu madre sigue con vida. Le ordené al minotauro que la secuestrara. Está conmigo en el Inframundo.
¡¿Esa cosa era el dios Hades!?
Hades extendió su gigantesca mano hacia él, una bola de fuego se fue alargando hasta tener el tamaño de un humano, y entre las llamas, vimos la figura de Sally Jackson.
—Percy —alcanzó a decir la imagen, antes de que Hades la hiciera desaparecer de un manotazo.
—¡¿Qué le hiciste a mi madre?!
—Tendrás que entregarme el rayo si quieres volver a tu madre —sentenció el dios y desapareció en una última explosión de fuego.
Percy estaba furioso. Lo veía en sus manos temblorosas como puños y la mirada tempestuosa como un mar en una tormenta. Me acerqué a él, pero se giró hacia Quirón.
—¡Quirón, tengo que salvarla!
—Pero no tienes el rayo —dije preocupada. Él tenía razón, había que salvarla, pero no teníamos lo que Hades quería a cambio.
—Le diré la verdad —replicó desesperado—. Cuando se de cuenta que yo no soy el ladrón, la dejará ir.
—No, no puedes negociar con Hades —Quirón negó con la cabeza—. Cuando se de cuenta que no tienes el rayo, te asesinará con tu madre.
Esto era malo. Muy malo. Todo se había ido a la mierda por culpa de ese ladrón.
—Es nuestra única salida —dijo Percy tratando de encontrar una solución.
—No —sentenció Quirón con firmeza—. Adhiérete al plan. Viaja al Olimpo y habla con Zeus. Cuando lo convenzas de tu inocencia, haremos lo que podamos para recuperar a tu madre.
—Está bien —murmuró sin ánimos.
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Quirón no conocía lo suficiente a Percy si pensaba que se quedaría en el campamento a esperar una audiencia con Zeus con la posibilidad de ser declarado inocente, cuando podía ir directamente a Hades y sacar a su madre por la fuerza si era necesario.
Era ya bastante tarde cuando lo sentí removerse en su cama. Se puso de pie en silencio y se vistió. Se estaba atando las zapatillas cuando me paré delante de él. Tan concentrado en su plan que ni se había dado cuenta que me había levantado.
—¿A dónde vas?
Levantó la mirada, y tragó saliva.
—A dar una vuelta.
—Bien, te acompaño.
—No.
Lo miré cruzándome de brazos.
—Sé que sabes que yo sé a dónde vas. Así que ahorrémonos la charla de convencimiento y solo vámonos.
—Dari...
—No voy a dejarte ir solo, y si esto fuera al revés, tampoco me dejarías ir sola, así que no te atrevas a pedirme que haga algo que tú no harías. Somos un equipo, ¿recuerdas? En las buenas y en las malas.
Él quería discutir, pero sabía que no lograría nada, salvo perder tiempo. Tomamos nuestros bolsos, él llevaba su bolígrafo en el bolsillo y yo tomé el arco que me habían dado además de una dotación de flechas que me había robado de la cabaña de Lee unas horas antes, y salimos rápidamente de la cabaña.
—¿Piensan salir?
Nos sobresaltamos al ver a Grover afuera de la cabaña. Me contuve de reírme. Percy era tan obvio que ambos nos habíamos dado cuenta de su plan.
—Paseo de pareja.
—Los acompaño.
—Que mal tercio eres, Grover —dije divertida. Me colgué del cuello de Percy y le sonreí—. El paseo de pareja implica muchos besos y quizá algunas manos bajo la ropa. No sabía que eras voyeur.
—Necesitarán a alguien que vigile mientras están distraídos —dijo siguiéndome el juego.
—Agh, viejo, no —se quejó Percy—. Queremos estar solos.
—No me les voy a separar.
No hubo forma de hacer que no nos siguiera.
A ver. Yo no tenía ningún inconveniente con que Grover viniera. Siempre habíamos sido los tres contra todo. Pero mi paciencia colmó el límite cuando Annabeth apareció entre los árboles, cortándonos el paso.
Llevaba un bolso al hombro y un cuchillo de combate en el cinturón.
—¿Una victoria y ya estás listo para enfrentar a Hades?
—Genial —espeté molesta.
—¿Qué? ¿También tú? —Percy se pasó las manos por el cabello, frustrado—. Acabo de saber que mi madre sigue viva, la voy a salvar.
—¿Del Inframundo? —cuestionó ella.
—De donde sea.
—Sí, tal vez logres engañar a Hades —dijo con sarcasmo.
—Tal vez sí.
—No, Percy —interrumpió Grover—. No te dejaré hacerlo.
—No te estoy pidiendo permiso.
Grover se encogió de hombros.
—Muy bien, pero acorde al reglamento, si no puedo detenerte, debo acompañarte. —Percy se giró para replicar—. Porque soy tu mejor amigo y tu protector.
—Estás en nivel uno.
—Ja ja ja ¿Era eso necesario?
—No necesito que nadie me ayude, esto es algo que debo hacer solo —sentenció. Lo miré fijamente hasta que se dio cuenta y carraspeo—. Con Dari, solo con Dari. No necesitamos que vengan.
—Sí, pues no te estamos pidiendo permiso —dijo Annabeth.
Percy se detuvo y por primera vez lo vi molesto con ella.
—Por favor. A ver, hoy trataste de asesinarme, ¿y ahora quieres defenderme?
—Eso fue un entrenamiento. Mirá, lo único que hago es entrenar, entrenar y entrenar. Yo me crié aquí, solo he salido al mundo real un par de veces. Jamás he salido en una verdadera misión. Además tú ganaste una batalla, yo he ganado cientos. Necesitarás mi experiencia.
—Buen punto —dijo Grover.
La verdad, aunque odiara admitirlo, ella tenía razón.
—No —dijo Percy, echando a andar, tomándome de la mano.
—¡¿Es en serio?! —se quejó ella adelantándose a nosotros—. Te digo que tengo experiencia de sobra, y te niegas a llevarme, ¿pero no tienes problema en llevar a tu pequeña Barbie de bolsillo?
—Oye —dijeron Percy y Grover.
—Esta Barbie de bolsillo se crío en las calles de Nueva York, sabionda —espeté dando un paso hacia ella—. Tú misma lo dijiste, no tienes tanta experiencia en el mundo real. No me conoces de nada, no sabes de lo que soy capaz.
—¡Chicas, ya basta! No voy a ir a enfrentarme al Señor del Inframundo solo para que ustedes dos se maten antes de llegar —exclamó Percy, soltando mi mano para interponerse entre las dos. Su mirada pasó de Annabeth a mí con frustración. Respiré hondo, tratando de calmarme. La miró a ella con el ceño fruncido—. Puedes venir, pero será mejor que te guardes los comentarios sobre mi novia.
Ella entrecerró los ojos, pero no dijo nada. Percy suspiró, pasándose una mano por el cabello, claramente al borde de su paciencia.
—Bueno...¿quién sabe llegar al Inframundo? —preguntó Grover rompiendo el silencio.
Ninguno supo responder.
—Eso no pasó por mi cabeza —comentó Percy.
Genial.
—Sé de alguien que podría saber —murmuró Annabeth.
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La cabaña de Hermes resultó ser más grande de lo que parecía por fuera. Tenía un segundo piso, un ático que habían acondicionado todo con tecnología super moderna que habían entrado de contrabando al campamento.
Luke estaba solo cuando sus hermanos nos dijeron que estaba arriba. Al parecer, cuando él subía, ninguno de los demás tenía permiso de subir a no ser que él los dejara pasar primero.
Estaba sentado jugando videojuegos en un televisor gigante con un muy buen equipo de sonido.
—Luke —lo llamó Annabeth.
—¿Mmm? —Apenas miró por encima del hombro y sonrió antes de regresar la atención a la pantalla—. Hola, chicos. Percy, imaginé que vendrías tarde o temprano. Todo el mundo lo hace, para escapar de ese mundo estancado en la época medieval —dijo con cierto desdén. Detuvo la partida y se puso de pie, sonriendo con los brazos abiertos—. Así que, ¡Bienvenido al mundo moderno!
—Uh...me gusta —comentó Grover.
—¿Qué están tramando?
—Vamos a salvar a mi mamá.
—Ouhhh.
—Tú papá es el mensajero de los dioses, uno de los pocos que ha ido y venido del Inframundo —dijo Annabeth—. ¿Tú tienes idea de cómo?
Luke ladeó la cabeza, hizo una mueca de falsa tristeza.
—No tuve el gusto de conocerlo en persona.
—¿Tampoco tú? —pregunté.
¿Acaso ese era el común de los dioses? ¿Tener hijos que ignoraban siempre?
—Todos estamos igual, ¿eh? —comentó Luke con resentimiento—. Es porque todos los dioses son igual de egoístas. Solo piensan en sí mismos.
Una parte de mí quería refutar que no todos eran así, que debía haber al menos uno que fuera un buen padre, pero la parte que llevaba todo el día esperando ser reconocida por mi propio padre, me decía que Luke tenía razón.
—Pero una vez tuve la oportunidad de entrar a su casa —dijo sonriendo—. Tiene cosas increíbles.
Pasó por entre nosotros y se dirigió a un estantería al final de la sala, tomó una caja y volvió a nosotros. Sopló el polvo y se la entregó a Percy.
—Para ti.
Percy abrió la caja. Dentro había un par de tenis normales, o eran normales hasta que le salieron un par de alas y comenzaron a volar.
—¿Tenis con alas?
Estaba con la boca abierta. Cada vez me sorprendía más de este mundo, sabía que Hermes tenía sandalias con alas, pero verlas y así, con forma de tenis, era asombroso.
—Son de mi padre. Tiene cientos y cientos de estos —dijo Luke tomándola—. No es una gran pérdida —agregó dándome el tenis. Luego apuntó al interior de la caja—. Mira debajo del otro.
Percy rebuscó en la caja y sacó un pedazo de pergamino viejo y marrón. Yo aproveché para meter el tenis de nuevo en la caja y la cerramos.
—¿Sabían que muchos han bajado al Inframundo sin estar muertos? Hercules, Orfeo, mi papá lo hace todo el tiempo. Entrar no es complicado. Salir...eso es otra cosa. —Percy abrió el pergamino—. Este es un mapa de las perlas de Persefone.
—¿Persfone? ¿Cómo...la reina del Inframundo? ¿La esposa de Hades?
Luke asintió a mis preguntas.
—La obligó a casarse con él —dijo Annabeth—. La tiene prisionera.
Acaban de romper mis ilusiones de una de mis parejas favoritas. Muchas gracias.
—Obviamente ella odia estar allá abajo. Hace calor. Él está loco. Así que tiene...visitantes secretos.
Amantes. Ya. Sigan rompiendo mi corazón.
—Tiene perlas para ellos en todo el mundo. Y estas perlas brindan una forma de escapar del Inframundo. Úsenlas para salir.
—¿Y cómo funcionan? —preguntó Grover.
—Fácil. —Luke se encogió de hombros—. Tomas la perla, la pisas, la destruyes y visualizas donde quieres estar. Ahora, hay cuatro perlas en Estados Unidos, este mapa los guiará. Aquí está la primera ubicación —señaló un lugar que comenzó a brillar hasta que apareció un nombre escrito.
—El Imperio del Jardín de la tía M.
—Cuando encuentren la perla, el mapa les mostrará la siguiente, la siguiente y la siguiente y luego a ver a Hades. —Percy se guardó el mapa en la chaqueta—. Lo que me recuerda que... tal vez necesiten protección. —Luke tomó un trozo de bronce gigante y se lo dio—. Mi escudo favorito. Les recomiendo que se aparten.
Percy se lo colocó en el brazo e inmediatamente se abrió revelando un enorme escudo.
—Gracias, Luke.
—Ah, es un placer —dijo sonriendo—. Pero tienen que prometerme solo una cosa.
Los cuatro lo miramos esperando alguna condición o un chantaje o algo así. Nada más lejos.
—Si ven a mi padre camino al Inframundo, patéenlo de mi parte.
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