𝟑 𝐓𝐞𝐚𝐦𝐰𝐨𝐫𝐤
En el camino a casa, Hanna miraba el atardecer. Estar lejos le traía un sentimiento de nostalgia. Nunca había estado separada de su familia.
No eran unidos, pero convivir con ellos se había vuelto tan monótono que apenas lo notaba.Se sintió observada.
¿Así se siente la paz? ¿Ser libre? -pensó antes de entrar.
Una vez en su habitación, se quitó la ropa y se metió a la ducha. Sintió el agua recorrer su cuerpo y, por un momento, se detuvo a pensar en aquel mensaje. Habían pasado años. Creyó que lo había superado.
Terminó de ducharse, cerró el grifo y se puso la bata. Mientras se preparaba su skincare, notó las marcas en su cuerpo. En la espalda, involuntarias. En los brazos, por su cuenta. Solo traían recuerdos.
"Nunca serás suficiente para alcanzar el éxito."
"Por ti, tu madre es lo que es. Le arruinaste su futuro."
"Esta es por mí, por todo lo que merezco."
Las palabras resonaban en su mente, como aquella vez en que empezó a lastimarse. Pasó los dedos sobre cada cicatriz. Las detestaba con todo su ser, pero... ¿qué podía hacer ?más que resignarse Tomó una crema que prometía ayudar a cicatrizarlas y la esparció sobre su piel.
-No quiero ser fuerte... quiero ser amada -susurró antes de ponerse el pijama y recostarse. Aprovecharía ese momento. y descansar.
Al día siguiente, en West Valley, la clase de literatura transcurría con los estudiantes escuchando a la profesora citar Romeo y Julieta, un clásico de William Shakespeare.
Hanna estaba aburrida, sentada junto a la ventana, mirando hacia afuera.
Mientras tanto, Moskowitz estaba recostado contra la pared, con los brazos cruzados sobre su pupitre, sin demasiado interés en la clase.
-Desesperada, Julieta pide auxilio al fraile Lorenzo. Este le propone tomar un elixir para hacerla pasar por muerta ante su familia y huir posteriormente con su amado. Pero Romeo nunca recibió el mensaje.
Así, al ver el cuerpo de su esposa en la cripta de los Capuleto, se envenena a sus pies. Al despertar del efecto, Julieta encuentra a su amado muerto y, desesperada, toma su daga y se quita la vida -leyó la profesora, mientras sus estudiantes escuchaban en silencio.
Cerró el libro y recorrió la clase con la mirada.-Esta es una historia de amor y tragedia, una de las mejores obras de Shakespeare. ¿Saben por qué? -preguntó, esperando una respuesta.
-No lo es -murmuró la coreana sin apartar la vista de la ventana.
-Hanna, ¿cierto? -dijo la profesora, llamando su atención-. Supongo que, al ser nueva, debes estar adaptándote a estos libros.
-Ah, no, de hecho, he leído a Shakespeare. Prefiero Hamlet -respondió con calma volteando a ver a su maestra-. Y es mucho mejor que esto. No entiendo por qué romantizan una estupidez como esa.
Un murmullo recorrió el aula. Nadie se había atrevido a cuestionar a la profesora de esa manera.
-Silencio -ordenó la profesora-. Hanna, estás en una clase. Modera tu lenguaje. Ahora dime, ¿por qué no te agrada esta obra?
-Bien, . Primero, él era mayor y ella menor... ¿no le suena a delito?, Segundo, ¿por qué Julieta le hizo caso en vez de esperar? Y tercero, ¿Romeo no podía revisar los signos vitales antes de matarse?
La profesora suspiró y la observó con paciencia.-Mira, Hanna, la historia representa un amor trágico. Para su época, fue una de las mejores obras jamás escritas.
-¿Pero por qué no pudieron entablar una conversación sin tanto drama? -intervino Moskowitz, enderezándose en su asiento-. Además, es raro que en una sola noche ya juraran amarse.
La profesora entrecerró los ojos .-Vaya, veo que tienen mucho que opinar. -los señalo la profesora- Bien, ustedes dos harán un ensayo sobre Romeo y Julieta y su significado.
-¿Qué? -exclamaron al mismo tiempo.
-¿No que muy interesados en la obra? -respondió con una sonrisa, justo cuando sonó la campana, indicando el final de la clase-. Es todo por hoy, muchachos. Pueden retirarse.
-¡Oye, oye! -llamó Halcón, pero Hanna lo ignoró por completo.Ella siguió caminando, molesta, sin detenerse hasta que se quitó los audífonos y lo miró con seriedad.
-¿Se te ofrece algo?
Halcón, tranquilo pero cansado, esbozó una sonrisa.-Sí, tu número afirmo el ojiazul.
-¿Qué? -soltó Hanna, irritada.
-Para hacer el trabajo -aclaró Moskowitz.
-Mi lado, tu lado. Adiós. dijo Hanna para irse, pero Halcón le tomó del brazo. Ella se soltó de inmediato.
-¡Suéltame!- Él la observó con más atención y chasqueó los dedos.
-Ya te recuerdo... Eres la chica de la fiesta
-Vaya, hasta que te funciona el cerebro -respondió Hanna con ironía.
-Así que Hanna, ¿verdad? -dijo él, cruzándose de brazos-. ¿Qué tal si me das tu número y hacemos el trabajo más fácil? .Hanna soltó una risa sarcástica.
-¿Y qué tal si te alejas y me dejas en paz? -dijo Hanna, dándose la vuelta y caminando hacia la parada de autobús.
Halcón la observó por un momento antes de encogerse de hombros. Se subió a su moto, se puso el casco y encendió el motor.
Mientras Hanna tomaba el autobús, encontró un asiento junto a la ventana. Al mirar distraídamente hacia afuera, vio a un motociclista detenerse en el semáforo. No le prestó atención. Él semáforo cambió a verde, y él siguió su camino. Hanna chasqueó la lengua y desvió la mirada.
Unas paradas después, finalmente llegó a su destino. Bajó del autobús, y justo en ese momento, Halcón apareció en su moto, frenando bruscamente a pocos centímetros de ella.
Hanna dio un paso atrás, fulminándolo con la mirada.-¿Eres idiota o te falla? -espetó, cruzándose de brazos.
Halcón se quitó el casco con calma y la miró con una sonrisa burlona.-No sabes mirar por ambos lados.
Hanna entornó los ojos.-¿Ahora me estás siguiendo?
-No lo hago. Yo vivo ahí -respondió él, señalando una casa a pocos metros.
Hanna frunció el ceño, sin creerle del todo, hasta que volteó a ver. Se llevó una mano a la cara, frustrada.
-Así que eres mi vecina... -murmuró Halcón, divertido.
-Desgraciadamente -bufó Hanna.
-Nos vemos pronto, vecina -dijo él, tomando sus cosas para entrar.
-En tus sueños -replicó Hanna antes de dirigirse a su casa.
Hanna resopló, entró a su casa y cerró la puerta detrás de ella. Dejó las cosas a un lado mientras hacía espacio en su un cuarto vacío . Se puso ropa de entrenamiento, preparándose para practicar. Encendió la música, That's My Girl de Fifth Harmony, y comenzó a calentar.
Relajó su cuerpo con estiramientos, moviéndose de un lado a otro con gran flexibilidad. Una vez lista, tomó las katanas. No eran sus favoritas, pero sabía manejarlas. Respiró hondo y comenzó su entrenamiento.
Concentrada, ajustó su postura y dirigió su primer ataque al lado izquierdo, manteniendo una katana arriba y la otra abajo. Sus movimientos eran precisos, como un baile. Las hojas brillaban con cada giro, simulando ataques y contraataques.
Inclinó el brazo, sosteniendo las armas con firmeza, Control, velocidad y equilibrio. Terminó con una pose firme: una katana apuntando al frente, la otra baja. Su respiración estaba agitada, y el sudor perlaba su frente.
Inclinó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y recordó las palabras de su madre-Si quieres ser la mejor, debes pelear. Entrenar más duro que cualquiera.
Tomó su botella de agua, bebió un poco y dejó escapar un suspiro. Sus ojos se fijaron en el bao de madera. Un palo simple, usado por su abuelo y su madre como castigo, pero para ella era otra cosa. Su sonrisa se dibujó sola. Se acercó y lo tomó. Sentía confianza, seguridad.
Cerró los ojos y respiró profundo. Cuando los abrió, ya estaba lista. Comenzó a mover el bao con precisión, controlándolo con la misma fluidez que su cuerpo. Lo elevó, lo bajó, lo giró a la izquierda y a la derecha. Su cuerpo seguía el ritmo.
Lo usó como bloqueo, colocándolo frente a ella. Luego, contraatacó con un giro veloz. Sabía que el Sekai Taikai se aproximaba y no bastaba con fuerza. Sería cuestión de habilidad y agilidad. Lanzando un último grito con su golpe final y dejó el bao en el suelo.
En ese instante, su celular comenzó a sonar.
-Hola -contestó, llevando el teléfono al oído.
-¿Por qué no llamas? ¿Así te crié o necesitas que te lo recuerde? -la voz de Kim sonó firme.
-Estoy bien, madre. Gracias por preguntar -respondió Hanna, algo molesta.
-¿Ya los conociste?-pregunto Kim
-Sí, no son nada del otro mundo. Pensé que me sorprenderían más.- contesto Hanna-
-No los subestimes -advirtió Kim-. Tienen una buena defensa, sobre todo esa chica LaRusso.
Hanna levantó una ceja.-¿LaRusso? No la he conocido, pero me encargaré de eso.
-¿Ah, sí? ¿Cómo? -indago la mujer
-Ya me instalé en la secundaria y conocí al campeón.
-¿Díaz?-pregunto Kim interesada-
-No, Moskowitz -dijo Hanna, mirando por la ventana-. Será más fácil acercarme a él. ¿Quién más está liderando con ellos?
-LaRusso, Lawrence, y... -estuvo a punto de decir, pero la señal comenzó a fallar, y Hanna solo escuchó el zumbido de la desconexión.
-¿Hola? ¿Madre? -llamó Hanna, frunciendo el ceño.
El celular se apagó, dejando a Hanna con una sensación de frustración. Lo miró por un momento, luego lo dejó sobre la mesa y lo puso a cargar.
El celular se apagó, dejando a Hanna con una sensación de frustración. Lo miró por un momento, luego lo dejó sobre la mesa y lo puso a cargar. Mientras esperaba, miró por la ventana. Quizás fuera el momento adecuado para acercarse. Ya tenía la excusa perfecta.
Hanna tomó su mochila y sus útiles, salió de su casa y se dirigió a la casa de al lado. Tocó la puerta y esperó a que le abrieran. Una mujer de cabello negro abrió la puerta. Era la señora Moskowitz.
-Hola, disculpa la molestia, pero quería saber si está Halcón -preguntó Hanna.
-Hola, ¿tú eres...? -dijo la señora Moskowitz, mirando a Hanna con curiosidad.
-Soy Hanna, la vecina de al lado y compañera de su hijo -respondió la chica, extendiendo la mano. La señora Moskowitz estrechó su mano con una sonrisa.
-Oh, vaya, qué sorpresa. No tenía idea. Mucho gusto, soy Lauren -dijo la mujer, recibiendo el saludo. Luego añadió-: Pasa, por favor.
-Muchas gracias -dijo Hanna, entrando a la casa.
-Ven, linda, siéntate. Toma asiento. ¿Te ofrezco algo de beber? -preguntó Lauren.
-No, está bien, gracias -respondió Hanna con una sonrisa.
-Bien, cuéntame, ¿de dónde eres? ¿Eres nueva en el vecindario? -preguntó Lauren, acomodándose en una silla.
-Soy de Corea del Sur y me mudé hace poco -dijo Hanna.-Vaya, ¿sola, con tus padres? -preguntó Lauren, mostrando interés.
-Mis padres están divorciados. Mi padre está de vacaciones y mi madre trabaja -respondió Hanna, bajando la mirada un momento.
-Vaya, debe ser difícil para ti estar alejada de tu país -comentó Lauren, con un tono comprensivo.
-Es extraño, pero me adapto rápido -dijo Hanna, sonriendo levemente.
-Ya veo. Qué muchacha tan independiente y decidida -dijo Lauren, asintiendo con aprobación.
-¿Podría ver a Halcón? Necesito hacer un trabajo grupal con él -dijo Hanna, mirando a la señora Moskowitz.
-Oh, claro, linda. Subes las escaleras y a la izquierda -indicó Lauren.-Muchas gracias -respondió Hanna, tomando sus cosas y subiendo las escaleras.
Cuando llegó al final, tocó la puerta, pero nadie atendió. Volvió a tocar y, esta vez, la puerta se abrió. Entró en la habitación y vio posters de Marcel y algunas fotos de él con sus tatuajes y amigos, también una con el trofeo .
En una de las fotos, le llamó la atención una en particular, antes de que fuera Halcón, donde aparecía con un suéter. Hanna tomó la foto y se quedó mirándola.
No podía creer cuánto había cambiado, parecía casi otra persona. De repente, un ruido la tomó por sorpresa: una puerta se abrió. Era Halcón, quien salía del baño envuelto en una toalla. Su cabello mojado dejaba al descubierto su cuerpo marcado.
-¿Qué haces aquí? -pregunto Halcón
Hanna se quedó sin palabras al verlo así, sin dudarlo, salió de la habitación, cerrando la puerta de golpe. Halcón se sorprendió, se secó el cabello rápidamente y se vistió.
Una vez listo, dijo-Ahora puedes pasar.
Hanna, completamente avergonzada, entró, tratando de disimular su incomodidad. -No vi nada -murmuró, con la mirada baja-. Solo quería hacer el trabajo.
-Sí, claro, el de anatomía -bromeó el ojiazul , sonriendo de manera burlona
-Mejor me largo -dijo Hanna, sin poder ocultar su incomodidad.
Pero Halcón la tomó de la mano con delicadeza, deteniéndola.
-Viniste por el trabajo, ¿no? Siéntate, lo haremos ahora -dijo, guiándola hacia la silla.
Hanna suspiró y se sentó, sacando sus cuadernos y útiles. Halcón, con un gesto inesperado, sacó un almohadón y lo colocó debajo de su espalda.
Así comenzaron a hacer el ensayo, cada uno trabajando en silencio. Parecía que la tarea estaba ayudando a que se acercaran un poco, aunque la tensión entre ellos aún flotaba en el aire.
El no podía dejar de mirarla de reojo, preguntándose por qué ella era así. Se veía tranquila solo cuando permanecía en silencio, pero había algo más en su actitud que le intrigaba.
-¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? -preguntó Hanna, visiblemente molesta.
-¿Siempre eres así ? -preguntó Halcón, sin desviar la mirada.
-¿Así cómo? -replicó Hanna, frunciendo el ceño.
-Fría y cortante -respondió él, esta vez sin ninguna sonrisa.
Hanna suspiró, pensando para sí misma: Dios, dame paciencia, porque si me das fuerza, lo mato. Luego, con calma, dijo-Siempre eres entrometido.
-Ja, mira quién lo dice, la que no puede mantener su boca cerrada -se burló Halcón.
-¿Por qué mejor no te callas? Eres irritante -respondió Hanna, sin perder la compostura.
-Cállame -dijo Halcón, acercándose un poco.
En ese momento, parecía que el tiempo se detuviera. Hanna mantuvo la mirada fija en el suelo, mientras Halcón no dejaba de mirarla, evaluándola. Finalmente, ella reaccionó, rompiendo el silencio.
-¡Maldición, es tarde! -dijo, levantándose rápidamente para guardar sus cosas en la mochila.
-¿Tan rápido te vas? -preguntó el ojiazul, observándola con una mezcla de curiosidad y algo más.
-Tengo cosas que hacer -respondió Hanna, sin mirarlo.
-¿Cómo qué? -insistió Moskowitz.
-No es de tu incumbencia -dijo la coreana, con tono firme. Luego, con una ligera sonrisa irónica, agregó-: Mejor vete a plantar arboles enanos.
Halcón se quedó en silencio por un momento, sorprendido por su respuesta.
-¿Te refieres a Miyagi-Do? -preguntó él, alzando una ceja. -Si tanto lo subestimas, ¿por qué no te unes?
-Lo consideraré -respondió la coreana, mirando hacia la puerta mientras comenzaba a salir de la habitación.
Mientras Hanna salía, Halcón la siguió bajando las escaleras ,hasta la puerta. En ese momento, la señora Lauren llamó desde la cocina.
-Chicos, la cena está lista -dijo con una sonrisa, mirando hacia la escaleras mientras los jóvenes bajaban.
-Sabes, hace mucho que Eli no trae a nadie a casa, excepto a Demetri. Me alegra que estés aquí, por un momento pensé que mi hijo era del otro lado -comentó Lauren.
Hanna soltó una pequeña risa.
Eli, mirando a su madre, intervino.
-Mamá, sí traje a alguien. ¿Recuerdas a Moon?
-Oh, sí, la dulce chica. Era tan amorosa y cariñosa... No sé por qué terminó su relación -dijo Lauren, pensativa.
Halcón frunció el ceño y miró a su madre.-Mamá...
-Lo siento, señora Moskowitz, debo irme -dijo Hanna, con un tono cortés pero directo.
-Oh, está bien, cariño. En otra ocasión será. Cuídate -respondió Lauren, sonriendo cálidamente.
Hanna se despidió de la señora Moskowitz-igualmente-
Esta vez la pelinegra miro al chico-Adiós, Halcón -dijo antes de salir de la casa.
-Es una buena chica, me agrada -comentó Lauren, mirando a Halcón mientras él no respondía, aunque claramente estaba pensativo.
Halcón, mirando hacia la puerta, no podía dejar de pensar en Hanna. Algo en ella lo había dejado inquieto.
Mientras tanto, Hanna llegaba a su casa. Abrió la puerta, sacó su celular y vio un mensaje. Sonrió mientras escribía: Estoy lista para la revancha. ¿No te has arrepentido verdad? Enviando el mensaje, se recostó en su cama y, finalmente, se quedó dormida.
Lejos de ahí, alguien más, que había estado entrenando, escuchó la notificación de su celular. Al acercarse al leer el mensaje, una sonrisa se formó en su rostro. No pudo evitar pensar Al fin, un digno oponente. Nuestra pelea será legendaria.
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