V. The Face Behind The Mask
CAPÍTULO CINCO
LA CARA TRAS LA MÁSCARA
Taylor estaba acostumbrada a vivir en una casa grande. El duplex en el que ella, Thomas y William habían crecido era casi una casa. Se asemejaba mucho a los áticos de Nueva York. Eran las ventajas del dinero de la familia de su madre y todo lo que su padre había heredado al convertirse en el dueño de Laboratorios STAR.
Aún así, la joven sentía que podía perderse en el interior de aquella mansión. Se trataba de la casa donde su madre había crecido junto a su tío Tommy. Ahora resultaba bastante sombría y sin vida.
Un ruido en el piso inferior llamó su atención. Podía usar perfectamente sus poderes, pero teniendo su arco en su mano y su carcaj lleno de flechas en su espalda, prefirió bajar con una flecha preparada.
—Wow, Katniss Everdeen, vengo en son de paz—la intrusa levanta sus manos, una sonrisa en sus labios—
Taylor suspira aliviada, bajando el arma y guardando su flecha.
—Me has asustado—se queja, colocándose el arco alrededor de su torso. Sus ojos admirando lo joven que lucia su tía Sara—
—Lo siento—se disculpa la rubia—
—¿Qué haces aquí?
—Tessa asumió que estarías aquí. Yo pasaba por la ciudad, así que me ofrecí a venir—le explica—Pensó que tal vez no querrías hablar con ella.
—Creí que Thomas podría estar aquí—explica Taylor, soltando un suspiro—Me equivocaba.
—Lo siento—se disculpa Sara—Dios, eres igual que ellos.
Taylor sonríe levemente. Durante toda su vida siempre había sentido aquel comentario como un gran cumplido. No solo por lo objetivamente atractivos que eran sus padres, si no por sus personalidades y valores. Taylor siempre había querido parecerse a ellos.
—¿Has entrado ya a la habitación de tu madre?—la voz de Sara vuelve a traerla a la realidad, sacándola de sus pensamientos. Confusa, Taylor se gira hacia ella, observándola pasar por su lado, dirigiéndose hacia las escaleras—Hace años que no entró ahí. Desde antes del hundimiento.
—No me he atrevido—admite Taylor—Tal vez se moleste.
—Eres su hija—señala Sara con diversión—Puedes entrar. Contigo no puede molestarse.
—Discutible—murmura para si misma, siguiendo sus pasos—¿De verdad estás aquí porque ella te lo ha pedido?
—¿Por qué? ¿Crees que he venido a echarte una bronca por viajar en el tiempo y alterarlo todo?—Sara eleva sus cejas, divertida. Taylor frena sus paso, sintiendo un nudo en su garganta—De momento, vuestra presencia aquí, aunque altera la línea temporal, no es nada grave.
Taylor asiente, aliviada.
—¿Sabes dónde está mi hermano?—cuestiona, esperanzada—
—No—suspira—Ojalá lo supiera. ¿Sabes? Vuestros nombres es algo que me fascina.
—¿Si?—Taylor frunce el ceño, confusa—
—Bueno. Thomas es un nombre lógico. El nombre de su hermano mayor. Un bonito homenaje si me preguntas a mi. Pero el tuyo... Tessa tenía que ser la que nombrará a su hija en homenaje a su cantante favorita—sonríe divertida—
—Oh, ya. Taylor Swift—sonríe la joven—Es un honor.
—Estoy segura de que si—sonríe, agarrando el pomo de la puerta de la habitación de Tessa—¿Preparada para encontrarte con un montón de posters y discos de One Direction y Taylor Swift?
—¿One Direction?—cuestiona, sorprendida. Sara asiente—Admito que creía que mamá sería más fan de otro tipo de música. Como el rock, ya sabes.
—Tu madre siempre ha puesto esa barrera que la hace parecer amante del color negro, el rock y los tatuajes, pero es más fan de pop, los algodones de azúcar y las boybands—sonríe, abriendo la puerta de la habitación, haciéndose a un lado para que Taylor pueda entrar—
Sus ojos recorrieron todo el lugar de forma lenta y detallada. La realidad era que en el futuro Tessa no era una persona que compartiera muchas anécdotas de su pasado. Para Taylor era como volver a conocerla otra vez.
—Recuerdo esa foto—sonríe Sara, colocándose a su lado—Tessa me hizo escalar ese árbol para rescatar a un gatito. De niña odiaba las alturas y yo era buena escalando, así que... no tuve opción. Tenía 8 años, no podía negarme a sus ojos llorosos.
Taylor sonríe levemente, observando la foto en la que una versión joven de su madre sujetaba un pequeño gatito negro en sus manos.
—Oh, y esta—exclama Sara, agarrando otra foto—El concurso de talentos del colegio. Tommy se subió al escenario a bailar con ella.
—Esa historia si que la conozco—sonríe Taylor—
—¿Y conoces la historia en la que Tessa casi nos causa un infarto a los 15 años?—inquiere, elevando sus cejas—
Taylor niega, confusa.
—Tommy, Ollie y Laurel tenían 17, yo acababa de cumplir 15 y Tessa y Thea apenas tenían 6. Esta casa estaba vacía, Malcolm se había ido, así que Tommy nos invitó a pasar la noche aquí. Vimos películas, comimos pizza y a una hora bastante inadecuada para que dos niñas de 6 años siguieran despiertas, decidimos jugar al escondite. Laurel debía buscarnos—explica, sentándose en la cama. Taylor la escucha con atención, sentándose a su lado—Encontró a Tommy el primero. No era muy bueno escondiéndose. Ollie fue el siguiente. Se enfadó bastante porque le encontrara. Fue divertido. Después encontró a Thea. Bueno, más que encontrarla... Thea no pudo quedarse quieta en su escondite así que no paraba de cambiar de lugar. Laurel la atrapo en uno de esos cambios. Entonces me encontró a mi. ¿Tu madre? Estuvimos buscándola toda la noche. La mejor jugando al escondite, de eso no hay dudas. Aunque creo que el hecho de quedarse dormida ayudo.
Ambas sueltan una pequeña carcajada.
—¿Se quedo dormida?—cuestiona Taylor con diversión y sorpresa—
—Tenía seis años, se había pasado el día corriendo de un lado a otro. Estaba exhausta—explica Sara—Tommy la encontró tres horas después, escondida en su armario.
—Eso explica porque nos encontraba tan rápido cuando jugaba con nosotros—suspira Taylor—
—Si, es una experta en el juego—sonríe Sara, agachándose junto a la cama para sacar una caja de debajo de esta—Aquí tienes. Tommy guardaba cosas de ella cada año. Hizo el trabajo de un padre—sonríe de forma nostálgica—Tal vez encuentres más cosas en común con ella, o alguna otra anécdota, guardada en esta caja.
Taylor sonríe, observando la caja.
—Tal vez puedas contarme tú más cosas—propone, volviendo a elevar su mirada hasta encontrar los ojos de Sara—
—Está bien—sonríe la rubia—¿Qué tal si voy a por algo de comida antes?
—Eso estaría bien—admite, sonriente—
—Bien. Vuelvo en un rato—se despide, dejándola a solas en la habitación de su madre—
Thomas había perdido la cuenta de los días que había pasado en aquel parque de bomberos abandonado. Comía y dormía mal, su cabeza solo podía pensar en su hermana. No perdía la esperanza de que ella o sus padres le encontraran, pero cada día esa esperanza se desvanecía más.
Su mano tembló mientras viajaba hacia la frente de la pequeña niña inconsciente que yacía sobre una cama. La puerta del edifico producía un estruendo cada vez que se abría. Normalmente Thomas prefería estar a solas, pero esta vez se alegraba de ver a aquel chico poco mayor que él entrar en el lugar.
—Gracias a Dios que has vuelto—suspira, alejándose de la niña para acercarse a él—Necesita un médico.
—Tú eres su médico—le responde el chico con obviedad—
Thomas rueda los ojos. Conocía muy poco a Alec, solo sabía que la niña a la que le había obligado a vigilar era su prima y que ambos eran hijos de dioses griegos. Aunque no sabía exactamente qué dioses.
—Ni siquiera he estudiando medicina—se queja—Mis poderes no la mantendrán con vida para siempre. Ni los tuyos. Necesita...
—¿Qué? ¿Qué necesita?—le interrumpe, depositando las bolsas en sus manos sobre una mesa—¿Sangre? Solo sangre divina es compatible con ella. ¿Energía? Tú eres una fuente infinita de ella. ¿Poder? Por eso tengo a Ivy.
—Ivy, claro—suspira, rodando los ojos—Por cierto, ¿qué es exactamente lo que le has hecho?
—A ver si te queda claro, pequeño Flash, yo estoy al mando aquí—señala Alec, acercándose a él de forma amenazante—No tengo por qué contestarte. Todo esto es culpa tuya y de tu hermana.
—¿Nuestra culpa? Ella está herida por ti—señala a la niña—
—Yo que tú me callaría o la siguiente en estar herida por mi culpa será Ivy.
—La necesitas, no vas a herirla.
—Yo mismo puedo hacer lo que ella está haciendo. Tenerla es una ventaja, pero no me importaría matarla. No cambiaría nada—le asegura—Ahora cállate y cuida de Avery.
—Tiene fibre. Cada vez más. Necesita un médico.
—Eres como un disco rallado—se queja, soltando un bufido de frustración—Traeré medicamentos.
—Mi madre es médico y en...
—Tu madre es la razón de que esté herida en primer lugar—se queja—
—¿Y yo soy el disco rallado?—murmura Thomas, incrédulo—¡Fue tu culpa! ¡Esa guerra fue vuestra culpa! Si no hubierais...
De nuevo el estruendo de la puerta interrumpió su conversación.
—Salvado por la campana—murmura Alec, separándose de él tras dedicarle una fría mirada—
Thomas se mantiene firme, observándole alejarse de él. Pero una vez se alejó lo suficiente, Thomas se permitió relajarse. Se dejó caer sentado sobre la silla junto a la cama donde yacía Avery. Estaba cansado y hambriento, pero sobretodo notaba la poca energía en su cuerpo debido a chip antipoderes metahumanos que Alec le había puesto y al hecho de pasarse la mayoría del día trasmitiéndole su poder divino a Avery para mantenerla con vida.
Taylor ya había oído historias de su madre antes. Nunca contadas por ella misma, pero aún así Taylor estaba bastante segura de conocerla bien. Ahora, a medida que Sara le contaba historias, Taylor se daba cuenta de que en realidad no la conocía tanto.
Antes de que Sara se lo contara, Taylor no sabía que su madre tenía alergia a los gatos, pero amaba a los perros aunque nunca había tenido uno. No sabía que durante muchos años Tessa no se llevaba bien con Laurel. Ni sabía que a pesar de no ser muy fan de los musicales, La La Land era una de sus películas favoritas.
Su madre, la mujer que conocía en el futuro, les había criado poniéndoles muchas películas musicales. Era prácticamente todo lo que veían. Bueno, eso, Supernatural y Grey's Anatomy porque eran sus series favoritas. Pero ahora Taylor entendía por qué, a pesar de no gustarle, era lo único que veían. Le recordaban a su padre.
También había aprendido que durante su infancia Tessa se había sentido igual de rara que ella y Thomas. Era más inteligente que la media y eso complicaba sus relaciones sociales en el colegio. Se sentía fuera de lugar, como ellos.
—Ahora, cuéntame anécdotas tuyas—la voz de Sara la saca de sus pensamientos—
Taylor frunce el ceño, levantando la mirada del álbum de fotos en sus manos.
—¿Eso no va en contra las reglas de los viajes en el tiempo?—inquiere, elevando sus cejas. Sara rueda los ojos—
—Ya has pasado esa línea—le asegura—Además, soy una Leyenda, no soy precisamente el mejor ejemplo a la hora de cuidar la línea temporal. Si, nosotros arreglamos desastres, pero la mayoría los provocamos también nosotros.
—No sé que contarte—admite, cerrando el álbum de fotos—Rompí la campana de una torre de reloj con una flecha. Mamá se enfado bastante por eso.
—¿Cómo?
—Sinceramente, ni idea. Aún no entiendo las físicas de ese accidente.
Sara no puede evitar soltar una pequeña risa ante su respuesta.
—Cuando éramos niños hice que Thomas se rompiera un brazo. Fue un accidente, pero fui yo la que insistió en escalar aquel árbol—añade, pensativa—Pero el karma me llegó rápido. Todo el mundo sentía tanta pena por él y tenía una escayola muy chula, todo el mundo le firmaba en ella y le hacían dibujos. No teníamos poderes por entonces así que estuvo dos meses con ella.
—¿No teníais poderes?—Sara frunce el ceño, confusa. Taylor niega—
—Técnicamente nacimos con ellos, pero no se hicieron presentes hasta que cumplimos 5 años. En ese momento mamá decidió ponernos unos chips antipoderes. Nos lo explico, estuvo con nosotros durante el proceso, aunque no fue nada doloroso. Nos dijo que cuando fuéramos mayores podríamos decidir. Thomas se lo quito antes que yo. Por eso tiene más experiencia con los poderes. Yo me centre en otras disciplinas.
—Oh, si. Tessa me contó que eres experta en esgrima, karate, gimnasia, ballet, tiro con arco...
—Si. La realidad es que quería ser como ella. Y como tú.
Sara sonríe con ternura, agarrando su mano.
—Veo a tu madre en ti, Taylor. Pero... tú misma eres maravillosa. Tienes las mejores partes de tus padres.
Taylor de verdad apreciaba sus palabras. Eran el mejor cumplido que le habían dicho nunca, pero la realidad es que Taylor no podía creérselo. Para ella su padre era su héroe, alguien inalcanzable al que nunca había conocido y admiraba. Y su madre era la mujer más fuerte y maravillosa que alguna vez había conocido. No solo les había criado a ella y a Thomas, si no que también había cuidado de William. Era una heroína, una muy buena doctora, pero especialmente una gran madre. Barry podía ser su héroe, pero nadie llegaba a la altura de lo que Tessa significaba para ella y de lo mucho que la admiraba.
Pensando aquello Taylor se dio cuenta de como nunca había admitido eso en voz alta.
—Lo dices porque aún no has conocido a Tommy—asegura con una sonrisa—
—No estoy comparando—asegura Sara con una sonrisa—Creo que...
Sus palabras se ven cortadas por un fuerte estruendo al otro lado de la mansión Merlyn. Ambas se pusieron alerta en cuestión de milisegundos. Sara fue la primera en ponerse en pie, dirigiéndose hacia la puerta de la habitación mientras Taylor se agachaba para recoger su arco del suelo, donde lo había depositado al sentarse en la cama.
Con simples gestos, Sara señaló hacia el pasillo de la derecha.
—Hay una escalera al otro lado. Iré por abajo—le informa entonces en un susurro—Ten cuidado, ¿de acuerdo?
—Puedo luchar—asegura Taylor de la misma manera—
—Sé que puedes. Pero este podría ser Ricardo Díaz y...
—Machacó al tío Ollie—completa, formando una mueca—Lo entiendo.
Sara asiente, alejándose de ella para abrir la puerta y salir por ella. Taylor toma una bocanada de aire, apoyándose contra esta mientras prepara una flecha en su arco. Una vez lista, abandona la habitación, su arco apuntando hacia adelante mientras daba silenciosos y largos pasos por el pasillo.
La mansión se quedó en un silencio sepulcral. Taylor solo era capaz de oír sus pasos, su propia respiración y el latido de su corazón.
Entonces lo vio. Abandonado una habitación, la figura de Cicada apareció frente a ella. Se encontraba a varios metros de ella en el pasillo, pero sus ojos aún no la habían visto a ella. Sara llegó entonces, justo cuando Cicada estaba girando su rostro para encontrarse con Taylor. La rubia comenzó a luchar contra él, dejando a Taylor sin saber muy bien que hacer. No podía disparar la flecha en su arco, no tenía buena visibilidad y podía acabar dañando a la mujer a la que consideraba su tía.
La daga de Cicada volando hacia ella la obligó a agacharse con rapidez. La fuerza veloz abandonado su cuerpo a medida que esta pasaba a centímetros de su cuerpo hasta acabar clavada en la pared situada varios metros tras ella.
La pelea entre Sara y Cicada continuaba. Se pegaban, esquivaban golpes y forcejeaban mientras subían más escaleras hasta la terraza superior en el tejado de la mansión. Taylor se aferro a su arco, cerrando sus ojos para tomar una bocanada de aire antes de seguirles.
Una vez en el tejado pudo ver como Cicada electrocutaba a Sara con una especie de pulseras que se asemejaban a una pistola taser. Taylor reconoció ese arma al instante. Solo una persona a la que conocía portaba esas pulseras. William las había diseñado especialmente para ella.
Sara continuaba luchando a pesar de eso, consiguió deshacerse de la capucha en su cabeza y la máscara en su cara de un solo tirón. Pero entonces cayó al suelo, perdiendo fuerza en sus extremidades por la descarga. Taylor preparo su flecha, apuntando hacia la figura frente a ella. Fue en es momento cuando se dio la vuelta, sus ojos azules encontrándose con los de la joven Allen. La respiración de la castaña se atascó en su pecho al reconocerla. La miraba con frialdad, como si no la conociera. Durante esos segundos, mirándose a los ojos, Taylor comenzó a bajar el arco, negándose a disparar.
La rubia frente a ella disparó el gancho en su brazo al borde del tejado, una cuerda conectándola a él para poder lanzarse por la fachada sin salir herida. Al quedarse a solas, Taylor guardo su flecha con rapidez y se lanzó al suelo junto a Sara.
Cicada desapareció de allí en cuestión de segundos, llevándose la daga con ella y dejando a una muy desconcertada Taylor en aquella terraza en la casa de la familia de su madre. Sara inconsciente a sus pies y solo la luz de la luna y las estrellas para iluminarla.
Thomas tenía que tener mucho cuidado a la hora de ahorrar parte de la energía de sus poderes divinos. Si no usaba todo lo que podía para mantener a Avery con vida, Alec lo sabría. Thomas no estaba seguro de cómo, pero lo haría. Así que tenia que ser muy cuidadoso. Llevaba una semana haciéndolo y parecía estar funcionado. Seguía encontrándose muy mal, las ojeras crecían bajo sus ojos y su piel palidecía. Lucia casi tan enfermo como la niña a la que tenía que cuidar.
Ese día, en el que Alec había enviado a Ivy a una misión y en el que él mismo se había ido en busca de medicamentos para Avery, Thomas decidió probar su plan. Él sabía dónde Alec le había colocado el chip antipoderes que se asemejaba al que años atrás había llevado. Solo tenía que concentrar la energía de su poder divino y chamuscarlo desde fuera. Y así lo hizo.
Llevo dos de sus dedos hacia su hombro, presionándolos sobre el trozo de piel rojiza. Cerró sus ojos y concentró su poder allí. Sintió la ola de calor recorrer su cuerpo desde ese punto, sintió también un latigazo de dolor y como la energía en su cuerpo de desvanecía. Pero entonces pudo sentirlo. Podía sentir la fuerza veloz en su cuerpo. Pero esa ola de poder no fue suficiente para mantenerle consciente mucho tiempo. Todo a su alrededor comenzó a dar vueltas. Pudo ver y oír a Alec entrar en el lugar, pero cuando éste le alcanzó, Thomas ya no se encontraba consciente.
Cuando se despertó se sintió desorientado. Alec se encontraba frente a él, sujetando cada lado de su cara, esperando a que se despertara. Thomas intentó soltarse de su agarre, confuso.
—Despierta, mini Flash—le pide Alec—
Sonaba desesperado, suplicante.
—Es Avery. Necesito... Ella te necesita—le pide, dándole un par de golpes suaves en las mejillas, intentando devolverle la consciencia—¡Mierda!
Alec se separó de él, volviendo a agacharse junto a Avery, sus manos agarrando las suyas con delicadeza.
—Te dije que tenía fiebre—la voz de Thomas apenas suena como un hilo de voz—Que necesitaba...
—¡Cállate!—exclama Alec, frustrado. Thomas suelta un quejido de dolor, intentando acomodarse en la silla—Ave, escúchame. ¿Vale? Sé que puedes oírme. Sea lo que sea que estes soñando no es real. Tienes que relajarte, de acuerdo.
Un brillo comenzó a salir de sus pequeñas manos. Su color anaranjado anunciaba lo que iba a pasar si no conseguían calmarla. Alec acariciaba su pelo con cariño, Thomas incluso creyó oírle murmurar una canción en su oído. Por primera vez se sintió reflejado en ellos. Aquella imagen le recordaba a su infancia. A como su madre solía dormir con él cada vez que tenía miedo. Le contaba historias, a veces incluso cantaba.
Pero esta vez aquello no estaba siendo muy eficaz en Avery. Entonces ocurrió. Thomas lo vio todo a cámara lenta. Los ojos de la niña se abrieron de par en par y una onda expansiva salió de ella. Con sus poderes de vuelta Thomas supo perfectamente lo que debía hacer. Debía agarrar a Alec y sacarle de allí. Aunque le hubiera secuestrado, Thomas sabía que había sido un acto desesperado no uno malvado. Él solo quería salvar a Avery.
La explosión sin embrago fue demasiado rápido, más rápido de lo que Thomas había calculado. Les atrapo apeas antes de salir del lugar. Y el edifico comenzó a derrumbarse sobre ellos. Soltó a Alec como pudo antes de volver a por Avery. Pero en algún momento en medio de aquello algo le golpeó la cabeza, dejándole inconsciente.
El fuego le rodeaba. Sentía el calor en su piel, el humo en sus pulmones, el polvo de los escombros en su piel. Pero sus oídos pitaban, no podía oír apenas nada de lo que le rodeaba. Sus ojos se abrieron lentamente. Buscó con la mirada los cuerpos de Alec y Avery a su lado. Sabía que los había salvado del derrumbamiento, pero no sabía cuánto tiempo había pasado de aquello.
Entonces sintió una mano sobre su hombro, obligándole a girar su rostro hacia el otro lado. No podía ver bien, su vista aún estaba borrosa, pero podía distinguir el color de su pelo.
—¿Tay?
El nombre de su hermana, eso fue lo único que consiguió pronunciar. La voz apenas salió de su garganta, pero la chica frente a él consiguió oírle, llevando la mano de su hombro hacia su mejilla, acariciandola. Fue entonces cuando Thomas se dio cuanta de su equivocación. Conocía el tacto de aquella mano. La mujer a su lado no era su hermana.
—Barry—su voz confirmó las sospechas del chico. El alivio llenando su cuerpo, dejando que un suspiro abandonara sus pulmones mientras volvía a cerrar los ojos—Creo que he encontrado a Thomas.
No fue ni un segundo después que Thomas pudo sentir una ráfaga de aire golpear su pelo y como otras dos mano se aferraban a su otro brazo.
Sabía que estaba a salvo. No tenía que pelear ni escapar de ninguna otra explosión. Su cuerpo y su mente se relajaron al instante al darse cuenta de eso. Y de nuevo volvió a caer inconsciente.
Taylor llegó a Laboratorios STAR en cuestión de segundos tras recibir el mensaje de su madre. Apenas se despidió de Sara tras asegurarse de que se encontraba bien. Ray Palmer había ido personalmente a buscarla a la mansión Merlyn para llevársela a la Waverider.
—¡Tommy!
Su voz llamó la atención de sus padres. Levantando ambos su mirada pudieron verla entrar en la sala médica con una gran expresión de alivio. Corrió hacia la camilla, su mano agarrando la mano de su hermano, quien continuaba inconsciente.
—¿Está bien?—su mirada se eleva hacia sus padres mientras su otra mano acaricia el pelo del chico con cariño—
—Está muy débil. Le hemos puesto mis pulseras solares—le explica su madre—Necesita descansar.
—Vale—suspira, aliviada—
—Puedes quedarte con él aquí si quieres—habla su padre, atrayendo su atención hacia él—Tenemos otra camilla, podemos colocarla aquí.
—Eso estaría bien—admite. Barry asiente, dedicándole una leve sonrisa—
—¿Tú estás bien?—inquiere Tessa entonces—
—Si. Yo... He pasado el día con la tía Sara.
—Lo sé. ¿Cómo ha ido?
—Bien. A ido bien—admite—Gracias.
Tessa sonríe, inclinándose hacia ella para depositar un beso en su frente.
—Te quiero—declara Taylor entonces, cerrando sus ojos y disfrutando de aquel acto de cariño—
Tessa se separa de ella para mirarla a los ojos.
—Siento todo lo que dije, cómo lo dije. Te quiero.
—Ya también te quiero, Taylor—asegura, dedicándole una sonrisa—
Barry las observa con ternura. Sabía que Tessa necesitaba oír aquellas palabras, especialmente si era Taylor quien se las decía.
—También te quiero a ti, papá—declara la joven entonces, girándose hacia él—
—Lo sé. Yo también te quiero—asegura, besando su cabeza—Descansa, ¿vale?
—Y vosotros.
—Si algo pasa...
—Os llamo—completa las palabras de su madre—Tranquila.
No voy a castigar sin publicar capítulos a los que si apoyan esta historia, pero de verdad no entiendo a todas esas personas que leéis sin votar. Solo tenéis que darle a una estrellita para mostrar vuestro apoyo y demostrar que la historia os interesa y os gusta. Si costara dinero lo entendería, pero no es el caso.
No quiero enfadarme, pero es muy frustrante. A todos los que votáis, gracias. Aprecio mucho vuestro apoyo y que leías esta historia.❤️
Espero que améis a Thomas tanto como yo. Lit siento que él y Taylor son como mis bebes. Y Ivy, aunque aún no la conocéis como yo.
PD: pasaos por mi TikTok porq he publicado un par de edits de esta historia, relacionados con Thomas y Taylor
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