𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚-𝒇𝒊𝒗𝒆. bed chem.

・ . ° · 𝖇𝖗𝖆𝖓𝖌𝖜𝖞 . . !
👁️ · .° chapter 𝙩𝙬𝙚𝙣𝙩𝙮-𝙛𝙞𝙫𝙚.. ✦ ❝ bed chem ❞
𝔣𝔦𝔳𝔢 𝔥𝔞𝔯𝔤𝔯𝔢𝔢𝔳𝔢𝔰 𝔣𝔞𝔫𝔣𝔦𝔠𝔱𝔦𝔬𝔫 ❜ 🌪 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝗆𝖾𝗅 . .

𝐄𝐋 𝐂𝐈𝐄𝐋𝐎 𝐒𝐄 𝐇𝐀𝐁𝐈𝐀 𝐓𝐎𝐑𝐍𝐀𝐃𝐎 𝐎𝐒𝐂𝐔𝐑𝐎, dándole preámbulo a la fría noche de invierno que se presentaba. Brangwy sorbía su rojiza nariz de vez en cuando mientras mantenía su mano dentro de su saco color beige, mientras que con la otra sostenía su teléfono celular en su oreja.

Una inesperada llamada la había interrumpido en sus horas laborales dentro de aquella

cafetería. Era Allison, notificándole que su no tan pequeña hija Claire se quedaría en casa de sus primos pasando la noche y que no requeriría de sus servicios hasta el mediodía.

Brangwy colgó con una sonrisa aquella pequeña llamada, sentía como su cuerpo era invadido por los fuertes vientos que liberaba aquél tedioso clima. Cuando se adentró nuevamente a la cafetería, soltó un suspiro de alivio, el ambiente en su interior era cálido y cómodo, totalmente lo contrario. Finalmente entendía el por qué tenía demasiados clientes en aquella época del año, un buen café caliente era lo único que se necesitaba para subir la temperatura.

La rubia ató su larga cabellera rubia en una coleta algo desordenada, se colocó un oscuro mandil con prisa, atando el nudo situado en su espalda baja con velocidad. Terminó colocándose un pequeño pin rectangular con su nombre a un lado de su pecho— Brangwy, necesito que entregues esta orden a la mesa cerca del ventanal. —indicó su jefa, una adulta castaña con pocas canas blancas adornando su cabello. Brangwy hizo caso omiso, sosteniendo la bandeja de plata entre sus manos firmemente, encaminándose hasta dicha mesa.

—Dos cafés negros sin azúcar y una dona rellena de jalea —dejó el pedido sobre la mesa sin levantar su vista, sin embargo, su sorpresa fue grande al contemplar cómo su novio se encontraba sentado junto a Lila. Cinco tenía un elegante sombrero verde oscuro junto a un bigote falso que parecía más de anciano pervertido según la rubia, mientras que la pelinegra traía un vestido color rosa mientras que de su mano colgaba un collar de perlas—. No esperaba verlos aquí, ¿te quedarás a esperarme? En un momento cerraremos.

—Como quieras, blonde. —dijo el ojiverde con la taza entre sus manos, dedicándole una sonrisa antes de darle un sorbo al café.

Lila la saludó con amabilidad, una vez que aquella rubia se alejara de la mesa, la mujer decidió proseguir con la conversación que tenía junto a Número Cinco— bien, entonces, ¿cuál es tu estrategia?

—No tengo idea —murmuró Cinco cuidando que nadie más los escuchara—. Sea lo que sea esto, no les digas nada a los demás aún. Ni siquiera a Diego.

Tomó nuevamente la taza entre sus dedos, Lila mostró una mirada sin creer lo que decía— obvio que no. Estoy en club de lectura —ambos se miraron pensativos—. Que crea que eso es más fácil.

—Sí. Bueno, suerte que nunca me casé —soltó el pelinegro bajo un murmullo, sacudiendo un poco su dona cubierta de azúcar blanca antes de darle un mordisco—. Se miente demasiado.

Lila soltó una carcajada, extendió su brazo pasando sus dedos alrededor de sus labios, con intenciones de quitarle la mancha de azúcar que tenía tras morder la dona— de niños, ¿no les enseñaron a comer o qué? —Cinco frunció su ceño mientras resoplaba.

Sin darse cuenta, eran los únicos que quedaban en el lugar. Brangwy intervino en el momento para recoger las tazas y los cubiertos de la mesa, pidiéndole bondadosamente a su novio que la ayudara a apagar las luces de aquél establecimiento. Las risas cesaron, y ambos chicos junto a la mujer escucharon como un camión a la afueras de la cafetería arrancaba.

La rubia sentía el ambiente entre los tres algo extraño, pero no le tomó importancia.

Después de alrededor de una hora, la pareja de jóvenes se dirigió hacia la Academia, o lo que quedaba de esta, puesto a que recibieron una llamada de urgencia por parte de Luther, en la cual sonaba algo asustado. El aspecto era andrajoso, descuidado, no se parecía en nada a la costosa y rústica mansión en la que Brangwy y Ben se habían criado.

Las telarañas abundaban en aquél lugar junto al polvo. Algunos vidrios estaban rotos y el techo estaba algo deteriorado, algunas luces navideñas colgaban entre los barrotes del balcón donde aquella rubia divisó a Número Cinco por primera vez, le resultaba tierno aquél detalle, de igual manera el pequeño árbol de navidad con el que Luther había decorado el gran empolvado salón.

—Bien, Luther, ya estamos aquí. ¿Qué quieres? —inquirió directo Cinco ante el silencio proveniente del ojiazul. Todos se hallaban en aquél salón formando un círculo.

—Dice: "tu hermano Viktor ha sido secuestrado. Sigue mis instrucciones al pie de la letra y no saldrá lastimado". —terminó de leer Luther aquella carta ante sus hermanos, se la pasó a Allison para que la pudiera analizar detenidamente.

Todos se miraron desconcertados entre ellos, Cinco tomó una pausa antes de hablar— muy bien, ¿alguna idea de quién pudo haber sido? —cuestionó con sus manos en su cintura.

Luther resopló— me la juego por ya saben quién.

—¿Papá? No lo creo —intervino Klaus con un cubrebocas puesto—. Él no secuestraría a Viktor. Se caga en todos nosotros.

Diego se inclinó hacia su esposa, susurrando algo que Brangwy no pudo escuchar del todo a pesar de estar a un lado de dicha pareja. Lila solo lo observó desconcertada en respuesta.

La voz de Allison se escuchó después de que leyera la carta una y otra vez, dirigiéndose a Cinco— ¿no tienes amigos en la CIA? Llámalos.

—La CIA no investiga secuestros, ese es el FBI. —corrigió el pelinegro soltando un suspiro.

—No, no, no —esta vez se oía como Diego interrumpió en la conversación—. No necesitamos a nadie, podemos solos.

—Sí. —apoyó Luther con firmeza.

Cinco volvió a suspirar observando a su hermano— recuerda que ya no somos un equipo, Diego. —.

—Jamás lo fuimos. —soltó Ben con una pequeña taza de té entre sus dedos y sin una expresión en su rostro.

—No se olviden del detalle de que ya no tenemos poderes. —recordó Brangwy con ironía mientras arqueaba una ceja.

Luther intervino rápidamente— me da igual, si Viktor está en problemas lo voy a ayudar, ¿Diego? —señaló a su hermano esperando alguna muestra de apoyo, sin embargo, este se dio la vuelta hacia su esposa, suplicándole con la mirada.

—¿Por qué me miras? No soy tu madre. —replicó Lila, provocando que una sonrisa se pintara en los labios de Diego.

—Me apunto.

La pelinegra soltó un comentario burlesco— suerte —su esposo lo volvió a contemplar lleno de indignación—. Cada vez que subes las escaleras te da taquicardia.

Brangwy liberó una pequeña risa por lo bajo ante aquello.

—Eso es mentira, nunca estuve en mejor forma.

Allison interrumpió el momento, comenzaba a sentir desesperación— a lo que importa, ¿qué vamos a hacer? —.

Luther volvió a leer la carta.

—Aquí dice que debemos ir todos a la Tintorería de Sy, en la Quinta Avenida.

Todos estaban en silencio mientras el rubio analizaba las indicaciones en aquella hoja color crema entre sus manos. Todos miraron con expectación.

Brangwy rompió el silencio una vez que Luther dejó de hablar— ¿qué estamos esperando? Debemos irnos.

Los Hargreeves sentían como el frío viento los envolvía una vez estaban afuera de aquél misterioso local, las luces vibrantes del letrero se reflejaban en sus rostros. Abrieron la puerta con cuidado, Cinco apuntaba con una pistola que había sacado de la parte trasera de su traje oscuro con una mano, mientras que en la otra sostenía una linterna debido a la oscuridad que presentaba el lugar en su interior.

Solamente se apreciaban algunas prendas de ropa envueltas en bolsas de plástico transparentes colgadas con percheros. Los demás caminaban con sigilo detrás del pelinegro mientras admiraban la tintorería con extrañeza.

Después de encaminarse hasta la parte trasera del local, observaron a una persona atada a una silla sin ser lastimada con una bolsa oscura en la parte superior de su cabeza. Luther se acercó rápidamente mientras la luz proveniente de la linterna de Cinco se reflejaba en aquella persona.

Para sorpresa de algunos, era Viktor, quién mantenía una expresión de extrañeza en su rostro— hey, aquí estás. —soltó Luther al reconocerlo.

—Tu sobrina te estuvo esperando. —le dijo Diego con una sonrisa mientras lo veía.

Viktor recuperó un poco el aire— bueno, iba de camino, y resulta que un tipo me secuestró. —habló sintiendo un dolor apoderarse en el fondo de su cabeza.

—Excelente excusa. —respondió haciendo que Lila lo regañara ante tal comentario.

—¿Alguien piensa desatarme o...?

Brangwy soltó una risa, sacando una navaja para ayudar a desatar su muñeca de la silla mientras que Ben se ocupaba de la otra— ¿quién te secuestró? ¿Un matón de Hargreeves? —cuestionó el asiático. Viktor realizó una mueca de alivio cuando sus adoloridas muñecas fueron liberadas finalmente.

—No, esto es obra de un aficionado. —murmuró Cinco con un rostro lleno de seriedad, volvió a apuntar con el arma entre sus manos al escuchar una voz grave escondida entre algunas prendas de ropa.

Brangwy y los demás se alarmaron a excepción de Cinco, el cual le había quitado el seguro a la pistola tras ponerse en guardia— me disculpo por mis métodos un tanto agresivos, pero es la primera vez que secuestro a alguien. Y ojalá sea la última —un señor bastante entrado en la adultez se dejó ver mientras apuntaba con sus temblorosas manos un revólver—. Pero necesito que me ayuden.

—Secuestrando a nuestro hermano y apuntándonos con un arma no nos vas a convencer. —el amenazante tono de voz del pelinegro hacía presencia nuevamente. En lo personal, Brangwy consideraba que se veía demasiado atractivo cuando se metía en su papel de agente de la CIA.

—Era la única forma de asegurarme de que vinieran todos juntos —aquél hombre adulto de gafas seguía apuntando aquella arma mientras temblaba, observándolos a todos—. No podía dejar nada librado al azar, sobre todo tratándose de... la Academia Umbrella.

Todos los Hargreeves se observaron entre sí— nadie nos había llamado así en seis años. —soltó Diego, sintiendo las miradas sobre él.

—Lo siento, pero la Academia Umbrella no existe. —dijo esta vez Cinco al misterioso hombre frente a él con seriedad.

El secuestrador bajó lentamente su arma, pidiendo entre tartamudeos que el pelinegro también bajara la suya— entonces, pueden... ¿quieren explicarme esto?

De una caja de cartón, sacó un pequeño periódico, en el cual se podían apreciar a todos los Hargreeves, a excepción de Lila y Brangwy, bajo el titular: "La Academia Umbrella salva la torre Eiffel".

Diego le arrebató el periódico inmediatamente— ¿que la Academia Umbrella salva qué? ¿Cuándo...? ¿Cuándo rayos salvamos la torre Eiffel? —inquirió Klaus desconcertado mientras analizaba cada palabra del papel detenidamente.

—¿De dónde sacaste esto? —cuestionó Viktor, a su lado se encontraba Cinco aún apuntando al hombre de gafas.

Todos los miraban expectantes, por su parte, Brangwy oía cada palabra que salía de sus labios con el ceño fruncido.

—Estaba entre estas cosas en el maletero del auto de mi hija— Diego y su esposa se acercaron a la misteriosa caja de cartón—. Su nombre es Jennifer. No sé de dónde lo sacó, pero escuchen esto —tartamudeó con nerviosismo, observando como los esposos hurgaban en la caja—. Hace más o menos un año, entabló amistades con unas personas y empezaron a ir a unas reuniones sumamente raras con gente muy extraña, se hacen llamar los Guardianes, y...

Brangwy escuchaba atentamente al hombre mientras relataba, cada uno de los Hargreeves comenzaron a sacar diferentes cosas de la caja mediana. Una máscara infantil color rosa que simulaba ser la cabeza de un perro, unas cuantas historietas y demás, sin embargo, algo que le hizo sentir ternura en aquél momento, fue ver a como Klaus sacaba un collar de chapas con sorpresa en su rostro a la par que la posicionaba en su pecho con los ojos cerrados y una sonrisa. Debía tener algún significado para él.

—Un día, ella simplemente dejó de hablarme repentinamente. Eso fue hace como tres meses, y no la he visto desde entonces —continuaba el hombre con preocupación en su tono de voz—. Estoy comenzando a sospechar que le ocurrió algo terrible.

Diego leía una de las historietas desconcertado— tal vez ya no quiere saber nada que tenga que ver contigo. —ante aquél comentario, Lila le dio un codazo.

—No, no lo creo. Mi hija y yo somos muy unidos, nunca haría algo como eso.

—Un momento, ¿cómo nos encontraste? —inquirió Luther desconcertado.

El misterioso hombre de gafas relucientes se dirigió hacia Allison— te vi en un comercial, uno de detergentes. —tras aquella declaración, Klaus comenzó a burlarse de ella, provocando que solo suspirara tratando de guardar la calma.

—¡Ja! ¿Lo ves? No hay papeles pequeños. —continuaba burlón.

La voz del hombre volvió a llenar el lugar— de hecho, hace bastante tiempo que los vengo observando y... —dudó brevemente— les pido disculpas. Sobre todo a ti, de verdad lo lamento. —señaló a Viktor con vergüenza en sus expresiones.

Brangwy sintió un escalofrío recorrer su nuca mientras sus nervios se ponían de punta, divisó como el pelinegro tomó el revólver grisáceo de la mesa a un lado de la gran caja de cartón.

—Mi hija es todo lo que me queda, y yo...

Un silencio los invadió, sin embargo, se terminó cuando Número Cinco decidió hablar.

—¿Para qué nos quieres? Llama a la policía.

El hombre resopló— ya lo hice, y... y no sirvió de nada.

—Te ayudaríamos, pero ya no somos los mismos de esa foto —Aquellas palabras salían de los labios de Viktor, por lo que Luther le dio la razón—. Ni siquiera tenemos poderes.

Diego levantó su vista después de leer brevemente la historieta que traía entre sus manos— sí, ya no somos especiales.

—Habla por ti mismo, panzón. —soltó Ben, ganándose una mirada amenazante de su hermana tras escuchar su comentario.

De repente, aquella misma rubia observó segundos después a su tan anhelado prometido, la mirada verde de Cinco se había iluminado repentinamente tras hurgar en la caja de cartón para luego tomarla entre sus manos— danos veinticuatro horas.

Todos los Hargreeves conservaban sus ceños fruncidos al notar aquellas intenciones provenientes del pelinegro.

—Cinco, ¿qué haces? —murmuró Allison entredientes.

El ojiverde con la caja entre sus manos la ignoró— veinticuatro horas y tendrás a tu hija.

El rostro del hombre de gafas se alegró repentinamente, soltando un suspiro aliviado. Por otro lado, Cinco les hizo una seña a todos de que lo siguieran, aquella desconcertada rubia hizo caso omiso mientras notaba como los demás Hargreeves iban detrás de ellos.

—Muchísimas gracias, Academia Umbrella —esbozó una sonrisa mientras los observaba irse de la tintorería—. Sí son especiales.

Brangwy caminaba a paso veloz, tratando de alcanzar a Cinco mientras oía todas la voces mezcladas y agobiantes de los demás. El frío viento había golpeado nuevamente en su pecho, todos se dirigieron hacia la van de Diego y Lila.

—Oye, ¿por qué quieres ayudar a ese tipo? —inquirió Ben notando como aquél ojiverde se detenía para colocar la caja en el suelo.

—Sí, Cinco. No lo conoces. —Brangwy le dio la razón a su hermano esta vez, su rostro lucía lleno de seriedad.

Todos analizaban detenidamente cada uno de sus movimientos con intriga— lo hago por esto, blonde. —sacó de la caja un frasco vidrioso con partículas luminosas y naranjas danzando dentro de aquella cárcel de cristal.

Un frasco de Marigold.

Aquella rubia observaba con curiosidad aquella sustancia reluciente mientras lo sostenía entre sus finos y largos dedos.

Los Hargreeves se habían dirigido a un restaurante especializado en comida asiática, debatiendo sobre aquél inocente y poderoso frasco. Por su lado, Klaus comía un pedazo de sushi con dificultad.

—¿Cómo sabemos que no es un simple jugo fluorescente? —inquirió Diego señalando el vidrio que agitaba Brangwy con poca delicadeza.

Ben pasó por su garganta la comida antes de hablar— ¿por qué no das un sorbo y lo averiguas?

—Si tu lo haces.

—Ni siquiera lo pienses. —murmuró su esposa engañándolo sin quitar la vista del frente.

Número Cinco resopló mientras la extrañeza y la confusión lo invadía, le quitó el frasco con cuidado a su novia de las manos.

Aquellas partículas brillantes enjauladas reposaban sobre la mesa— a ver, digamos que es real —tomó una pausa notando como todas las miradas estaban sobre él—. ¿Quién quiere recuperar sus poderes?

Ben levantó su dedo índice a favor de la propuesta del pelinegro— yo sí.

—Ni hablar —la voz de Klaus se hizo presente en aquél momento—. Por primera vez en mi vida, estoy sobrio y... soy feliz con eso. Pero, por sobre todo, estoy ciento por ciento libre de espectros.

Brangwy había notado como Cinco observaba con detenimiento al chef, por lo que antes de que se acercara hacia ellos tomó el deslumbrante tarro para guardarlo en la caja de bajo de la mesa que estaba entre ambos. Cinco le dedicó una sonrisa nerviosa, por lo que la rubia solo soltó un suspiro mirando hacia otro lado.

—¿Libre? Las pocas veces que sales de casa, usas guantes quirúrgicos en público. Brangwy es testigo. —dijo Allison sacando sus trapos mientras señalaba a la chica por su última frase.

Klaus se encogía en hombros lentamente— sí, pero al menos me controlo.

Las luces frías y azuladas del restaurante se reflejaban sobre el gran mesón, aquél chef frente a ellos carraspeó su garganta, provocando que todas las miradas se dirigieran hacia él tras dar apertura a un pequeño silencio.

El chef movía las cuchillas brillantes entre sus manos con gracia, las lanzaba al aire como si de malabares se tratara. Brangwy solo podía apreciar lo perfecto que sería si pudiera manipular el viento en aquél momento, tan solo cambiar la trayectoria del cuchillo para hacerle quedar en ridículo.

Rió para sí misma deshaciéndose de aquél pensamiento, perfectamente podría ser uno que tendría en su adolescencia. Pero las cosas habían cambiado desde entonces, por lo que solo quedaba el recuerdo de aquella antigua Brangwy. O a no ser que...

Los aplausos de todos la sacaron de su pequeño trance, aquella presentación había terminado en un abrir y cerrar de ojos. Ella solo parpadeó unas cuantas veces antes de ponerse al corriente de la conversación que tenían.

—Yo también me niego. —dijo Viktor ganando la atención en la mesa—. Ahora tengo un bar, amigos... una verdadera vida.

El asiático rodó sus ojos mientras resoplaba.

—Están dementes. Saben que ni siquiera deberíamos dudar en hacerlo —buscó refuerzos observándolos a todos, golpeando suavemente el hombro del rubio situado a su derecha—. Apoyame, Luther. Sé que tu quieres.

El ojiazul esbozó una sonrisa sarcástica— es una decisión difícil.

—Por favor, no lo necesitas, tonto. Tu vida es fantástica. —soltó Klaus con un hilo dental entre sus manos.

Luther bajó la mirada— no sé si sea fantástica —su ceño se frunció mientras el brillo en sus ojos azules se esfumaba—. Pero al menos me mantengo.

—¿Con eso se conforman hoy en día? ¿Mantenerse? —el asiático percibió como Brangwy mordía el interior de su mejilla pensativa, él trataba de darle una señal de que lo apoyara pero recibió todo lo contrario.

La rubia sintió como los dedos de Cinco jugaban con los suyos buscando entrelazarlos— Ben, creo que todos estamos bien así. Hemos aprendido a convivir sin ellos y solo... nos causarían problemas.

Ben hizo una mueca de incredulidad.

—No lo dices en serio —la observó detenidamente esperando una respuesta de su parte—. ¿Dónde está la problemática Brangwy que no podía vivir sin sus poderes? Ya hubieras maquinado una de tus estrategias para recuperarlos.

Brangwy alivianaba sus expresiones al oír tales palabras— se ha ido, Ben. Y así como yo pude seguir con mi vida sin ellos, sé que tú también lo harás. —.

El asiático analizaba las frases que salían de sus labios con extrañeza, sus palabras llenas de sinceridad solo le recordaban a una cosa, o mejor dicho, a alguien: Sloane. Su hermana desaparecida.

A pesar de la fina armadura que ellos mostraban ante los Umbrella, ambos compartían el sentimiento de culpabilidad en el fondo de sus almas. Brangwy había comenzado a detestar las mentiras tiempo atrás, ellos eran como su familia, sobre todo Cinco. Ellos siempre brindaron calidez sin importar las diferencias internas que tenían unos con otros, pero al final del día, el recordatorio de que su verdadera familia había muerto le quebraba el corazón.

—De acuerdo. Moción rechazada —la voz de Cinco la hizo parpadear por breves instantes nuevamente, sacándola de sus pensamientos—. Nada de bebida misteriosa ni nada de poderes.

Ben se levantó de su asiento, tirando un pequeño vaso de vidrio— lo intenté. Son unos imbéciles.

Todos los Hargreeves se miraron desconcertados, incluyendo a Luther— oye, ¿adónde vas? —inquirió observando como el asiático se alejaba cada vez más.

—¡Debo mear! ¿Está bien, Luther? ¿O tienes que avisarle también a mi oficial supervisor? —exclamaba sarcástico y lleno de frustración.

En ese momento, Luther ahogó un jadeo mientras veía su reloj de muñeca— debía llamarlo a las seis...

Viktor dejó escapar un largo suspiro cuando Ben abandonó la sala.

—Oigan chicos, me tengo que ir —murmuró tomando su chaqueta, los demás solo le suplicaban que se quedara por más tiempo—. Tengo un viaje muy largo, lo siento.

—Yo también me voy, tengo una audición mañana —comentó Allison tomando sus cosas de igual manera, poniéndose de pie junto a él—. Brangwy, por favor recoge a Claire de la casa de Diego y Lila mañana al mediodía.

Brangwy asintió con una sonrisa en su rostro mientras la morena colocaba ambas manos sobre sus hombros. Al igual que el resto, ella y Cinco se pusieron de pie, era el momento de irse a casa.

Una pequeña intervención los tomó por sorpresa, era Ben saliendo del baño con una expresión llena de confusión.

—No, no, no, no. ¿Qué creen que hacen? —cuestionó dirigiéndose hacia ellos desconcertado.

—La fiesta terminó. —contestó Viktor con cansancio.

—Aunque sea un último trago. Por los viejos tiempos.

Brangwy arqueó una ceja ante el repentino cambio de actitud de su hermano. Todos lo rodearon, quedando en un círculo mientras se veían entre ellos con confusión. Tomaron un pequeño vaso de sake del centro de la mesa, incluyendo Klaus, el cual solo levantó sus hombros restándole importancia a los comentarios de sus hermanos.

—Bien, brindemos por la inexistente Academia Umbrella. ¡Kanpai! —los Hargreeves elevaron sus vasos oscuros antes de ingerirlo y sentirlo en sus gargantas. Sin embargo, la rubia dio una última mirada dudosa al trago antes de ejercer dicha acción.

Tan solo habían pasado dos horas con veintiocho jodidos minutos y cierta rubia estaba por perder la cabeza.

—Cinco, cariño. ¿Podemos hablar? —llamaba Brangwy dulcemente mientras leía un libro sobre la cómoda cama que ambos jóvenes compartían. Había escuchado unos segundos atrás como había abierto la puerta de madera y se había adentrado a la habitación, sin embargo, ella no levantaba su vista.

Un pequeño "Mhm" salió de su garganta sin separar sus labios, se quitaba su saco oscuro lentamente para dejarlo sobre el perchero para después arremangarse las mangas de su blanquecina camisa de vestir. Se acercó hacia su rubia, extendiendo ambos brazos a los lados de su cuerpo, acorralandola—. ¿Qué ocurre, blonde?

Sus respiraciones se combinaban, Brangwy sentía como los largos cabellos del pelinegro caían sobre su nariz a la par que sentía su mirada verdosa escanearla de arriba hacia abajo. La rubia soltó un largo suspiro mientras extendía el libro que leía hacia su mesa de noche sin dejar de tener contacto visual con Cinco.

Su aroma la enloquecía, tener sus fosas nasales cerca de su cuello no ayudaban en lo absoluto, su semblante serio la contemplaba esperando una respuesta de parte de ella pero solo había silencio en la habitación. Ignorando el sonido de sus respiraciones mezcladas.

Por la mente de Brangwy transcurrían millones de pensamientos cada segundo, conocía a su hombre y sabía cuando estaba estresado y esta vez no era la excepción.

—Desde que salimos de la cafetería te he notado estresado. ¿Has tenido mucho trabajo estos días?

Su suave tono de voz retumbaba en la habitación, Cinco la observaba pensativo. Era una pregunta sencilla, pero difícil de sobrellevar.

—Algo así, pero nada de lo que te debas preocupar.

—¿Seguro?

Cinco dejó un pequeño beso sobre el puente de su fina nariz, tratando de despejar su mente. Sabía hacia dónde llegaría la conversación y sinceramente no quería enfrentarla, no esa noche. No aquella noche en la cual sentía la necesidad de protegerla más de lo normal, no aquella noche que deseaba pasarla junto a la calidez que le brindaba su cuerpo.

—¿Sabes que siempre te escucharé todo lo que necesites, no? —Brangwy puso una mano detrás de la oreja del pelinegro, acercándolo todo lo posible hacia su rostro—. Pero te juro, Cinco Hargreeves, que si descubro que me ocultas algo seré yo quién le de una patada a tus genitales, ¿entendido?

Aquél pelinegro estaba encima de ella sin dejar caer todo su peso, solo esbozó una pequeña sonrisa al escuchar sus palabras antes de sentir como aquella chica lo tomaba de su nuca para estampar sus labios con los del ojiverde.

Ambos se fundieron en un suave beso y lleno de delicadez, sus respiraciones comenzaban a agitarse en pocos segundos, sintiendo como sus pulmones comenzaban a pedir oxígeno. Los dos transmitían el caótico amor que sentían el uno por el otro junto al deseo que comenzaba a maquinarse en sus corazones ante aquella situación.

Brangwy sentía la manos fornidas de Cinco escabullirse entre su cintura mientras continuaba con agarres monótonos y llenos de necesidad, como si nunca hubiera hecho tal acción en su vida. Aquél dulce beso comenzaba a elevar su nivel, y aquella rubia se dio cuenta de eso cuando, inconscientemente, deslizaba sus delicadas manos por el cuello del pelinegro, llegando hasta el nudo de su corbata para deshacerlo con prisa.

Sus labios se separaron, Brangwy trataba de regular su respiración, pero le era imposible. Los finos labios del pelinegro rozaban su cuello, sintiendo el calor corporal que desprendía el cuerpo de la rubia, quién estaba a punto de enloquecer ante las acciones que realizaba el pelinegro, este se acercó al lóbulo de su oreja.

—Te amo, blonde.

Ambos encapsulados en su burbuja, ignorando el ambiente y solo viviendo el momento que se comenzaba a avecinar. Las cortinas bailaban por el frío viento que comenzaba a atravesar la ciudad, sin embargo, estaban perdidos en la calidez que sus cuerpos brindaban en aquél acto, perdiendo de vista todo lo que ocurría a su alrededor.

Incluso, de un pequeño detalle.

El candelabro de la habitación comenzaba a parpadear por breves instantes, para luego darle preámbulo a un espectáculo de luces amarillentas en su máximo esplendor. Eran relucientes y cegadoras, como si los focos quisieran explotar en cualquier momento.

Como si una emoción eufórica estuviera vinculada hacia aquél potente y enérgico resplandor.

Como si un rayo de electricidad recobrara vida entre las tinieblas.

. ָ࣪ ִֶָ 𖥔 ━━━━DESPUES DE CASI UNA SEMANA SIN ACTUALIZAR, AL FIN! HAHAH NO OLVIDES VOTAR, ME AYUDAS MUCHO! <3 💚🌪

pd: si el contenido presentado en este capítulo te incomoda, agradecería que no dejes ningun comentario de tipo ofensivo! tqm, thanks.

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