𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒚-𝒐𝒏𝒆. the calm before the storm.

・ . ° · 𝖇𝖗𝖆𝖓𝖌𝖜𝖞 . . !
👁️ · .° chapter 𝙩𝙝𝙞𝙧𝙩𝙮-𝙤𝙣𝙚.. ✦ ❝ the calm before the storm ❞
𝔣𝔦𝔳𝔢 𝔥𝔞𝔯𝔤𝔯𝔢𝔢𝔳𝔢𝔰 𝔣𝔞𝔫𝔣𝔦𝔠𝔱𝔦𝔬𝔫 ❜ 🌪 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝗆𝖾𝗅 . .

𝐁𝐑𝐀𝐍𝐆𝐖𝐘 𝐀𝐂𝐎𝐌𝐎𝐃𝐀𝐁𝐀 𝐒𝐔 𝐂𝐀𝐌𝐈𝐒𝐀 𝐁𝐋𝐀𝐍𝐂𝐀 𝐂𝐎𝐍 𝐍𝐄𝐑𝐕𝐈𝐎𝐒𝐈𝐒𝐌𝐎, finalmente, los tres habían llegado a la Agencia Central de Inteligencia. La rubia había quedado perpleja ante el ambiente que envolvía el gigantesco edificio al que se adentraba.

Bajaba los dobleces de su falda grisácea inquietamente, un dolor en sus tobillos comenzaba a avecinarse debido a los tacones de punta oscuros que llevaba. A decir verdad, nunca había vestido tan formal, sin embargo, no podía evitar poner su pequeño toque, abriendo disimuladamente los dos primeros botones de su camisa.

Si bien era cierto que para ella era todo un sueño hacer resonar la punta de sus tacones por dicho lugar, esperaba hacerlo de la mano de Cinco, pero no se debía quejar, finalmente estaba completamente satisfecha.

Por otro lado, Diego contemplaba con admiración la sede, una sonrisa de orgullo se había pintado en sus labios mientras recorría la entrada del lugar acomodando su corbata azulada de rayas negras. No obstante, para Luther ni siquiera lo consideraba una dicha, por lo que solo se quejaba por lo bajo del incómodo pantalón de vestir que le había tocado llevar.

—Oh, ten cuidado con la corbata —advirtió Luther observando el gran vestíbulo—. Suele engancharse en la tanga.

Brangwy y Diego lo observaron con extrañeza. Por su parte, la rubia revoloteó sus ojos con una sonrisa, apresurando su paso hasta quedar delante de los dos hermanos.

—Espera, ¿llevas puesta una tanga? —inquirió el moreno incrédulo y con una pequeña expresión de burla en su rostro.

—¿Tú no?

Después de unos cuantos instantes, los tres subieron al elevador junto a Ribbons. Brangwy observaba con una sonrisa llena de ilusión al igual que Diego, sin embargo, Luther solo esperaba a que la campanilla del elevador en el que se encontraban indicara que habían llegado al piso correcto.

—Salimos horribles. —comentó con antipatía el ojiazul, señalando el gafete colgado en el bolsillo de su saco. Salía con sus ojos cerrados, siendo tomado por sorpresa gracias al repentino flash.

—Habla por ti, fortachón. —aseguraba Brangwy con firmeza y superioridad mientras apreciaba con orgullo su gafete. Una fotografía que captaba su esencia por completo, su cabello rubio relucía entre las demás personas del lugar, sin mencionar que el tipo de vestimenta que llevaba le quedaba de maravilla.

Lance Ribbons aclaró su garganta, deteniéndose frente a una puerta de vidrio. Los tres Hargreeves lo observaron atentos.

—Caballeros, dama —su vista se dirigió hacia Brangwy—. Quiero que conozcan a nuestra unidad selecta. Bienvenidos al Sector R.

Abrió las puertas de vidrio, dejando ver una extensa oficina. Una sonrisa se dibujó en los rostros de Diego y Brangwy nuevamente, apreciando cómo distintas personas trabajaban sobre los escritorios con calma. Algunas luces navideñas adornaban el frío lugar.

—¿Ven? A esto me refería —soltó el moreno con una sonrisa de oreja a oreja una vez que el jefe de Número Cinco los dejó experimentar dentro de aquella oficina, Ribbons se acercó hacia un hombre de gafas, el cual se levantó inmediatamente—. Esta es la élite.

—El agente Parnell les enseñará cómo se trabaja. —finalizó cordialmente Ribbons, señalando al hombre.

—Frank Parnell —se presentó con una sonrisa algo forzada—, pero aquí todos me conocen como Bud.

Diego estrechó sus manos con emoción, mientras Luther volteaba su rostro avergonzado.

Por su lado, Brangwy observaba con detalle aquella gran y espaciosa oficina, lucía calmada y pacífica, rompiendo con su primera expectativa que tenía sobre la CIA, dónde creía que sería un ambiente más cargado y serio, lleno de profesionalismo. Sin embargo, los agentes solo reposaban sus cuerpos sobre las sillas giratorias, la mayoría ojeando algunas revistas.

La rubia comenzó a recorrer con lentitud aquél frío lugar, quitándole el café caliente que uno de los agentes llevaba en la mano para sorber del vaso de cartón mientras algunos pensamientos recorrían su mente.

Sin notarlo, los dos hermanos se encontraban a sus espaldas, caminando junto a ella— mejor vámonos y busquemos a Ben. —escuchó el susurro de Luther, quién parecía querer irse de allí cuanto antes.

—Relájate. —fue lo único que salió de los labios de Diego.

Los ojos azules del rubio recorrían cada extremo de la oficina con inquietud, notando como algunos agentes despreocupados inhalaban sustancias ilícitas a escondidas de Ribbons.

—Oigan... ¿Están seguros que esta es la élite?

Brangwy solo rodó sus ojos, escuchando la patética discusión que tenían los hermanos a sus espaldas. Solo podía pensar en su hermano, en Ben, y es que, el no saber su paradero la hacía enloquecer. Se preocupaba por el hecho de que volviera a entrar en contacto con Jennifer, a la vez que temía que Jean y Gene le hicieran algo.

Una pequeña idea iluminó su cerebro, por lo que se dio media vuelta, quedando frente a frente con sus cuñados.

—Mientras ustedes siguen perdiendo el tiempo en una sede como esta, yo iré a investigar si Ribbons sabe algo de los Guardianes. —informó con superioridad. No quería que su ahora prometido estuviera arriesgando su vida encapsulado en sus poderes mientras ella solo cumplía uno de sus soñados caprichos, por lo que se puso en marcha, dirigiéndose hacia las puertas de vidrio. Ella solo ignoraba las réplicas de Luther y Diego.

La rubia atravesaba los grandes y extensos pasillos cercanos del lugar, en busca de encontrar la oficina de Lance Ribbons y, si era posible, la de Número Cinco. Su cerebro le repetía una y otra vez solo era una mala idea, sin embargo, su intriga y curiosidad incrementaban conforme pasaban los segundos.

Había recorrido unos cuantos pasadizos sin éxito, varias personas de porte elegante divagaban por las oficinas, provocando que Brangwy solo soltara un bufido de cansancio e impaciencia, no podía pedir ayuda, por lo que no le quedaba de otra más que seguir buscando.

Finalmente, frunció el entrecejo al percatarse de que el nuevo pasillo que recorría, estaba completamente solo, observaba las puertas con cautela, con el objetivo de encontrar la oficina de Ribbons. Cuando estaba por acercarse a una de las puertas, una desconocida voz la interrumpió, provocando que una sensación de susto recorriera su cuerpo de inmediato.

—¿Te perdiste?

—¡Mierda! —colocó una mano en su pecho, observando al hombre de cabello rubio y gafas frente a ella, quién al observar el rostro de la chica con más detalle, suavizó su expresión de seriedad, reemplazandola por una avergonzada.

—Lo lamento, señorita Brangwy —dijo el hombre acomodando sus gafas nerviosamente—. No era mi intención asustarla.

La rubia arqueó una ceja con desconfianza, no conocía a dicho tipo, pero al parecer él a ella sí, lo que alarmó a la rubia por varios segundos— ¿te conozco...?

—Eh, soy Derek, el asistente del señor Cinco. Él ha hablado sobre usted —Brangwy frunció el entrecejo mientras una sonrisa se pintaba lentamente sus labios, nunca imaginó que los compañeros de trabajo de su novio supieran de ella, mucho menos con lo reservado que era Cinco con la mayoría de personas—. Es un placer finalmente conocerla, ¿puedo ayudarla en algo?

Brangwy pasó saliva, sintiendo una emoción de felicidad recorrer su cuerpo, contempló de reojo la puerta que antes estaba por abrir al ser interrumpida por el asistente de su prometido. No debía enterarse de nada, por lo que comenzó a sentir desesperación al no encontrar una mentira que la ayudara a librarse de él.

—Sí, amm... —lucía pensativa por unos instantes—. Necesito encontrar la oficina de Cinco, ya sabes, debo encontrar unos documentos que accidentalmente dejó por aquí hace unos días.

Derek asintió ante su petición, encargándose de llevarla hacia la oficina del pelinegro, la cual para su sorpresa, no quedaba nada lejos de la oficina de Ribbons. La rubia recorrió con su mirada color avellana la habitación notablemente limpia y ordenada, sin duda alguna le pertenecía a Cinco.

—Estaré a la izquierda al fondo por si necesita algo. —sin más, la dejó sola en aquél solitario lugar.

Brangwy esperó unos cuantos segundos para salir, sin embargo, la curiosidad aún mantenía una lucha constante en contra de su cerebro, por lo que decidió caminar por la oficina con calma.

Al llegar a su escritorio, divisó algunas anotaciones y sobres perfectamente apilados sobre este, pero algo que llamaba la atención de sus brillantes ojos, era una fotografía polaroid que sobresalía de una agenda color azul marino.

Sus finos dedos la jalaron con delicadeza hasta observarla detalladamente, era una foto de ellos dos juntos. El pelinegro parecía mantener su barbilla y parte de su mejilla recargada sobre el pecho de la rubia mientras mantenía una mirada neutra, por otro lado, Brangwy ejercía un agarre en sus finos y oscuros cabellos largos a la par que mantenía una sonrisa dibujada en su rostro.

Uno de los abrigos colgados en el perchero cerca a la puerta desprendía el espléndido olor del perfume característico que utilizaba el pelinegro por petición de Brangwy. La rubia soltó un sonoro suspiro, pensando en qué línea de tiempo se encontraría aquél amor de su vida con el objetivo de salvar a Ben.

Rápidamente recordó lo que debía hacer: escabullirse en la oficina de Ribbons.

Sin perder más el tiempo y percatandose de que nadie la observara, se dirigió con cautela hacia dicho lugar.

—Bingo. —susurró al entrar finalmente. Se acercó con velocidad hacia su escritorio, hurgando entre los informes que mantenía sobre la mesa.

Sus dedos pasaban con rapidez los documentos hasta detenerse en uno que llamó su atención por completo. Sentía la adrenalina recorrer sus venas cada segundo, por lo que levantó su mirada asegurándose de que nadie la viera cometer tal acto.

Se decepcionó al ver como ningún documento tenía algo que ver con los Guardianes. Arqueó una ceja al notar como a uno de los cajones de la oficina de Ribbons le hacía falta una puerta. Tampoco se había dado cuenta de los papeles regados por el suelo.

Una voz se escuchó por los altavoces a las afueras de la oficina— Código Verde en el Sector R. Envíen refuerzos.

—Mierda, Luther y Diego. —rápidamente tomó los documentos dispersos por la alfombra y salió corriendo de la habitación, sus tobillos ardían debido a los tacones que llevaba consigo en aquél momento, sin embargo, no tenía tiempo para quejarse.

Subió a uno de los elevadores, marcando el piso en el que se encontraban los hermanos con prisa. Cuando finalmente las puertas se abrieron, la desesperada rubia se dirigió hacia las puertas de vidrio de la extensa oficina, no obstante, una mueca de horror se formó en su rostro cuando divisó a Ribbons recostado en una pared cerca de otro elevador repleto de sangre.

Unos cuantos agentes apresuraban su paso hacia la misma habitación, cuando Brangwy se adentró, pudo contemplar cómo ambos hermanos se encontraban en medio de una pelea junto a otros agentes.

Diego lanzaba varios cuchillos en dirección hacia ella, por lo que los esquivó rápidamente. Aquél moreno se encontraba sin su camisa, dejando a la vista su tonificado y brillante torso, mientras que Luther no tenía sus pantalones, dejando a la vista su extravagante ropa interior entre los vellos de sus largas piernas. Brangwy frunció el ceño ante aquella escena, sin embargo, sintió como una mujer golpeaba su garganta con fuerza, provocando que soltara un quejido con dificultad.

—Desintegra a esa perra. —exclamó Diego mientras uno de los agentes se sumergía en una lucha de cuerpo a cuerpo junto a él.

El ojiazul, por su parte, tomaba las piernas de uno de los agentes, para arrojarlo contra la pared utilizando su súper fuerza. Un grito desgarrador inundaría aquél campo de batalla segundos después.

Toda la oficina era un desastre, vidrios rotos se hallaban por doquier, al igual que algunos agentes heridos gravemente.

Brangwy sintió como su cuerpo se volvía poco visible, siendo envuelto por sus características flamas verdosas. Canalizó todas sus emociones, reapareciendo detrás de uno de los tipos que buscaba lastimar a Diego, sostuvo su cabeza entre sus manos, las cuales soltaban descargas eléctricas repletas de energía poderosa, tronando su cuello con fuerza, dejándolo morir de manera instantánea en el suelo.

Otra mujer se posicionó cerca de la rubia, golpeándola en diferentes partes de su cuerpo, la rubia escupió un poco de sangre entre sus labios, por lo que la tomó desprevenida el hecho de que la mujer intentara extraer su bonita camisa blanca, sin embargo, Brangwy no le permitió, aunque sin poder evitar que gran parte de la tela se desgarrara.

—¡Luther, cuidado! —una silueta se aparecía a las espaldas del ojiazul, por lo que los ojos de la rubia se tornaron de un color blanco inquietante, de su cuerpo una gran onda mortífera y letal se desprendió, desintegrando el cuerpo del agente instantáneamente.

Diego derrotó al último hombre, rompiendo un reloj de pared en su cabeza. Los pequeños cristales volaron hasta caer al suelo. Tomó en uso el extintor que atrapó entre sus manos, rociándolo por todo el cuerpo del agente, tirándolo sobre su rostro por último.

Todos mantenían sus respiraciones agitadas, aunque Luther y Diego se veían emocionados por las hazañas que acababan de cometer, observaban el caótico lugar lleno de humo. Los tres reían cansados, hasta que Brangwy se percató de un detalle.

—¡Cinco va a asesinarme si se entera de todo esto! —colocó sus manos sobre su abdomen descubierto por la tela rasgada que lo dejaba a la vista. Se dio media vuelta corriendo hacia el perchero, tomando un abrigo cuando se percató de que muchísimos más agentes se adentraban a la oficina con caras de pocos amigos.

—¡Corran! —los hermanos ejercieron la misma acción de Brangwy, cubriendo sus partes expuestas con los pesados abrigos color beige.

Avanzaban con paso rápido hacia los extensos pasillos de la sede central. Pasando por donde un Lance Ribbons con pocas fuerzas susurró una frase que provocó que Brangwy sintiera un escalofrío recorrer su nuca.

—Ya es tarde. ¡Nada detendrá la purga!

Los tres se bajaron del autobús, sintiendo los fríos vientos que envolvían las calles. Todos se miraron entre sí, lucían pensativos ante la situación que acababan de enfrentar.

—Qué paliza les dimos, ¿no? —Diego rompió el silencio entre ellos, comenzando a caminar con algo de prisa, Brangwy soltó un quejido en protesta cuando se vio en la obligación de alcanzarlo aún con los puntiagudos tacones que llevaba puestos—. Nos enfrentamos a la CIA y ganamos.

Luther asintió con una sonrisa, mientras que en el rostro adolorido de la chica se pintaba una pequeña sonrisa.

—No sé como pude querer trabajar allí. —contestó Brangwy pensando en la gran y caótica experiencia conviviendo en aquella sede central.

—Ni yo —Diego le dio la razón—. Es como si hubiera estado viviendo como un sonámbulo, sin valorar que tengo la esposa más espléndida, más lista y más psicópata de todo el planeta.

Brangwy rió ante el comentario de Diego, era realmente de apreciar que una persona describiera a su esposa como todo lo mejor que pueda existir. Lo que le hizo recordar a Brangwy algo, alzó su mano izquierda, admirando como la radiante gema color verde brillaba bajo los rayos del sol.

—Dímelo a mí —susurró la rubia con una pequeña sonrisa en sus labios—. Pasé semanas desconfiando de Cinco y de su trabajo, sin percatarme de lo que verdaderamente importa, sin percatarme de que es un hombre maravilloso, inteligente y, sobre todo, protector con las personas que ama —suspiró con su vista al frente—. Estoy segura de que será el esposo más excepcional ante mis ojos.

Repentinamente, Diego colocó su antebrazo sobre el pecho de Luther, provocando que se detuviera en seco junto a él. Brangwy notó cómo ambos hermanos habían quedado perplejos ante su declaración, notando el brillante anillo entre su dedo anular izquierdo.

—No me jodas, Brangwy —el moreno ahogó un jadeo de sorpresa, envolviendo sus brazos sobre el cuerpo de la chica—. Felicidades.

—Ya era hora de que tú y ese enano se casaran —felicitó Luther con una sonrisa—. Es una gran noticia, créeme.

Los tres volvieron a emprender el recorrido hacia la casa de Diego y Lila, pero ahora con una sonrisa en sus rostros mientras soltaban algunos chistes respecto a la relación que mantenían ambos jóvenes.

Brangwy y Cinco eran como un faro de luz brillante y resistente en medio de una gran tormenta envolviéndolos.

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pd: Segundo llamado, preparen sus pañuelos. Oficialmente estamos en la recta final de Brangwy, solo unos cuantos capítulos más y ya termina esta hermosa obra. <3

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