𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏. liquor lips.
・ . ° · 𝖇𝖗𝖆𝖓𝖌𝖜𝖞 . . !
👁️ · .° chapter 𝙚𝙞𝙜𝙝𝙩𝙚𝙚𝙣.. ✦ ❝ liquor lips ❞
𝔣𝔦𝔳𝔢 𝔥𝔞𝔯𝔤𝔯𝔢𝔢𝔳𝔢𝔰 𝔣𝔞𝔫𝔣𝔦𝔠𝔱𝔦𝔬𝔫 ❜ 🌪 © 𝗐𝗋𝗂𝗍𝗍𝖾𝗇 𝖻𝗒 𝗆𝖾𝗅 . .
𝐋𝐀 𝐁𝐑𝐈𝐋𝐋𝐀𝐍𝐓𝐄 𝐁𝐎𝐋𝐀 𝐃𝐄 𝐄𝐒𝐏𝐄𝐉𝐎𝐒 reflejaba sus blanquecinas luces por todo el salón. Los Hargreeves esperaban en aquél lugar de banquetes, el cual había sido decorado con poca sutileza y falta de tiempo. Sin embargo, el ambiente era tan cariñoso como disfuncional entre ellos.
La campanilla del ascensor retumbó por breves instantes, para luego abrir sus puertas, dejando ver a Ben y a Brangwy en su interior pintado de un color rojo intenso. Cuando ambos hermanos salieron sintieron las miradas de todos encima de ellos, en especial Brangwy, quién huía a toda costa de unos intensos y brillantes ojos verdes.
Número Cinco la observaba a punto de enloquecerse, sintiendo sus mejillas arder lentamente.
Era increíble como tan solo la presencia de la chica le ponía los nervios de punta.
Su vestido era oscuro como la medianoche, danzando entre las sombras y el misterio. Sus finos encajes caían como lágrimas de seda, creando un torbellino de capas irregulares, frágiles y llenas de su destructiva esencia. La textura que recorría aquella prenda era un susurro lleno de romance gótico, atrapado en velos de terciopelo y transparencias etéreas.
Lucía perfecta.
Desde la visión de Brangwy, a pesar de que el pelinegro vestía con aquél traje de color negro la mayor parte del tiempo, para ella lucía increíblemente atractivo como desde el momento en el que reconoció aquella intensa mirada que la acechaba entre las columnas del bar del Hotel Obsidian.
La rubia le dedicó una pequeña sonrisa después de ser recibida por los Umbrella, los cuales esperaban impacientemente a Sloane, en especial Luther, el cual luchaba contra su ansiedad y aquél terrible traje azul marino que comenzaba a darle comezón en el trasero.
De repente, la campanilla del elevador retumbó nuevamente, dejando ver esta vez en su interior a la tan esperada castaña. Era hermosa, su vestido blanco y sedoso se adhería perfectamente a las curvas de su cuerpo, en sus manos sostenía un pequeño ramo con flores blancas.
La mayoría ahogó un jadeo al divisarla entrar al brillante salón. Klaus entrelazó sus manos, juntándolas cerca de su rostro mientras la observaba tiernamente.
Luther la contemplaba con sus ojos azules más abiertos de lo normal, quedando estático en su lugar sin saber cómo reaccionar. Sloane solo le dio una sonrisa llena de nervios.
—Comencemos con esto antes de que me atragante. —escupió Ben arrogante, ganándose una mirada amenazante por parte de Brangwy, sin embargo, se limitó a decir algo.
—Mis estimados. —comenzó un vulnerable Klaus frente a los novios—. Nos hemos reunido aquí a pasar el rato, no por mucho tiempo, pero que sea un buen tiempo, ¿eh? —la rubia sonrió mientras negaba con su cabeza mientras sostenía el ramo de su hermana—. Porque el sol no puede brillar siempre. ¿Me pueden dar un amén?
Todos los hermanos gritaron felices, silbando entre ellos, incluyendo al arrogante Número Cinco—. ¡Amén!
Luego de las risas en aquella iluminada terraza, el carismático rizado volvió a hablar.
—Luther, ¿aceptas a este hermoso bombón como tu esposa? —.
El musculoso rubio la contempló sintiendo sus ojos azules cristalizarse, respondiendo suavemente.
—Acepto.
Conmovido, Klaus continúa—. Sloane, ¿prometes amar y cuidar a este enorme y peludo bastardo por el resto de las próximas veinticuatro a cuarenta y ocho horas?
Cinco bebió de su copa— tal vez un poco menos. —soltó provocando que su hermano chistara.
Sloane asintió con su cabeza mientras las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.
—Lo intentaré.
—Bueno, entonces... —tomó una pausa sollozando—. Ay, lo siento. ¡Los declaro bella y bestia! ¡Viva el apocalipsis!
Una vez dicho eso, Luther y Sloane unieron sus labios con emoción mientras los aplausos y silbidos de sus hermanos retumbaban en el lugar con alegría.
El ambiente estaba cargado de destrucción y amor por todas partes. El evento apocalíptico que vivían había pasado a segundo plano aquella noche. Era la última noche del universo, por lo que la disfrutaban al máximo.
O al menos eso hacían los recién casados, quienes se adentraron al gran salón seguido de todos sus hermanos.
Sus cuerpos se movían pacíficamente, sintiendo la música invadirlos y llenar el lugar, el cual se iba llenando de un humo grisáceo. Los demás Hargreeves se iban acercando a la pista de baile con emoción entre sus venas.
—Oficialmente esto es peor que el apocalipsis. —susurró Cinco a un lado de Brangwy mientras le daba un sorbo a su copa llena de alcohol—. Aquí vamos... —se dio media vuelta, dirigiéndose hacia la mesa repleta de copas de vidrio y botellas de diferentes bebidas.
La rubia lo observó soltando un suspiro mientras se recargaba de una columna, sin embargo, su rostro pensativo desapareció una vez que Klaus tomó su mano repentinamente, acercándose a la pista de baile junto a ella. Sus risas combinadas eran silenciadas por la fuerte música mientras movían sus cuerpos al compás del sonido endulzante.
Ambos perduraron bailando entre risas hasta que perdieron la noción de la realidad entre el licor que comenzaba a hacer efecto en el organismo de Brangwy y la copa de champaña que Klaus ingería de vez en cuando.
Cuando los Hargreeves se sentaron para degustar la comida servida en cada mesa, Klaus jaló el pálido brazo de Brangwy, dirigiéndose hasta la mesa solitaria de Número Cinco, quién sorbía algunas almejas situadas en el centro.
El pelinegro frunció el ceño agobiado al observar como su hermano se encaminaba hacia él alegremente con una rubia obligada a sus espaldas.
—¡Cinco! —.
El mencionado alzó sus cejas con fastidio— oh, Dios.
Brangwy tomó asiento a un lado de Klaus, quién se encontraba en medio de los adolescentes. La rubia comenzaba a sentir el alcohol llenar su organismo, meneaba la copa monótonamente mientras fijaba su mirada en el brillante líquido encerrado en el vidrio.
—¿Qué quieres? —cuestionó Cinco entrecerrando sus ojos a su hermano.
El rizado sonrió—. Escucha, papá está arriba justo ahora con un plan para salvarlo todo. —pasó su brazo cubierto por la manga de su radiante traje esmeralda por el cuello de la rubia—. Brangwy estuvimos platicando y, ¿qué dices si nos acompañas a la habitación para conversar con él? —guiñó su ojo para que Brangwy le siguiera la corriente.
Ella solo susurró un— es mentira. —por lo bajo mientras sentía sus ojos avellana entrecerrarse.
—¿Por qué ahora están como uña y mugre? —el pelinegro volvió a inquirir refiriéndose a la nueva relación que Klaus comenzaba a construir con Reginald como padre e hijo.
Klaus quitó su brazo del cuello de Brangwy repentinamente, provocando que soltara un pequeño quejido—. Este papá es diferente. Es una tortuga: duro por fuera, pero todo tierno y arrugado, y en ocasiones, delicioso por dentro. —Cinco dio un último trago a su copa.
—¿Klaus?
—¿Sí?
El ojiverde resopló— los viejos sabuesos como él y yo nunca cambiamos. Nunca hizo lo mejor para nosotros. —tomó un pequeño vaso lleno de alcohol entre sus manos.
—Bueno.
—Así que mi único plan en mente es beberme todo como pirata en Nochebuena. Si me disculpas, Brangwy y yo tenemos cierto asunto que atender. —dejó caer el vaso dentro de una copa llena, para momentos después pasarle una copa llena de licor a la rubia. Ella sonrió en agradecimiento.
Klaus suspiró profundamente rendido, chocando su copa con la de los adolescentes. Se dio media vuelta para contemplar a Diego junto a Lila en la mesa de al lado. Justo cuando el rizado estaba por levantarse, la peliblanca lo detuvo posando una mano en su pecho, provocando que se volviera a sentar pero en una silla diferente.
—Ni siquiera pienses ir ahí a llenarle la cabeza hueca que tiene con malas ideas. —.
El rizado ahogó un jadeo sorprendido— ¿Moi? ¿Cómo crees...?
Lila tomó un tenedor, clavándolo en su traje verde esmeralda.
—Quizá seas inmortal, pero encontraré la manera de hacer que el tiempo que te quede en este plano terrenal esté repleto de pánico y sufrimiento. —hizo una sonrisa de oreja a oreja para luego volver a su estado amenazante—. ¿Captas? —.
Brangwy levantó sus cejas mientras exhalaba el aire retenido por sus labios, se deslizó suavemente hasta la silla en la que se encontraba el rizado anteriormente, quedando a un lado de Cinco.
—¿Sabes? Adoro a Klaus, pero en serio necesitaba un descanso. —susurró solamente audible para el pelinegro, haciendo referencia al dolor que se comenzaba a instalar en sus pies. Ambos bebieron pacíficamente de sus copas.
—No fue nada sacarte de sus redes. —murmuró tras pasar el líquido ardiente por su garganta.
Los dos comenzaban a sentirse ebrios conforme avanzaba la fiesta, por lo que sus nervios se desvanecían lentamente.
Su breve conversación fue interrumpida por un flash repentino que los cegó por unos instantes. Ambos jóvenes parpadearon varias veces, sintiendo como el destello desaparecía entre sus campos de visión.
—Mierda... —maldijo Brangwy por lo bajo, sintiéndose levemente mareada.
El ambiente era cálido, no había ni una sola palabra entre ellos, la rubia perdió la noción del tiempo desde que el simpático rizado se había retirado junto a Lila. Ambos solo bebían y bebían, el alcohol invadía su organismo de manera increíble, por lo que la pequeña tensión incómoda que habían desarrollado se había ido por el drenaje.
Las suaves risas que soltaban de vez en cuando, le daba un toque perfecto a la armonía que comenzaban a construir entre ellos.
Sintiéndose cómodos con la presencia del otro.
La campana del elevador retumbó en los oídos agudizados de Brangwy, provocando que soltara un gemido en protesta. Su vista se dirigió hacia el elevador, observando como Reginald Hargreeves se adentraba al brillante salón.
Un silencio sepulcral invadió el ambiente, tensándolo de inmediato tras los desconcertados rostros de los Hargreeves al observarlo.
—¿Qué rayos hace él aquí? —murmuraban entre las mesas por donde se encaminaba Reginald.
Brangwy frunció su ceño mientras bebía el último sorbo de su copa para volver a llenarla, por otro lado, Cinco levantó sus hombros en señal de que no le importaba la presencia de su padre debido al grado de alcoholismo que lo invadía.
La rubia tomó una brocheta de frutas del centro de la mesa, el hambre comenzaba a vencerla. Dió un mordisco a un pedazo de kiwi, quitándoselo a la brocheta. Su indignación se hizo presente al ver con sus ojos avellana como el pelinegro a su lado le arrebató la brocheta para comer un pedazo de una ácida manzana verde.
Ahogó un jadeo—. ¡Oye! Esa era mi brocheta... —su reacción hizo reír a Cinco, notaba como el alcohol volvía su personalidad blanda y más dulce, reluciendo aquella bondad que guardaba en el fondo diariamente.
Cinco la observó con una pequeña sonrisa de lado, estuvo por decir algo hasta que se vio en la obligación de darse media vuelta aún sentado al oír como su padre hacía tintinear una copa llena de champaña con un cuchillo de plata.
Todos los observaron seriamente.
Reginald se había posicionado en medio de la pista de baile, sintiendo las miradas de sus hijos sobre él. El salón fue invadido por su firme tono de voz, realizando un extenso discurso en honor a la pareja recién casada.
Número Cinco contemplaba con una mirada cabizbaja su presencia, mientras sentía como sus sabias palabras atravesaban su rústica alma, llegando así a su vulnerable corazón. El brillo en sus ojos verdes comenzaba a aparecer conforme sus pensamientos llenaban cada rincón de su cabeza.
Sin embargo, Brangwy observaba un punto fijo y desastroso. Su vista observaba como Viktor y Allison se hallaban algo alejados del centro del salón, envueltos en una tormentosa discusión. La rubia sentía sus ojos entrecerrados mientras soltaba unos cuantos suspiros.
—... Me enorgullece que sean mis hijos. —Brangwy dirigió su vista hacia su padre, el cual aún seguía con su discurso, provocando que aquellas palabras calaran hondo en su interior—. Incluso aquellos que crié con una versión diferente de mí mismo.
La rubia divisó con una mirada pacífica a su acompañante, el cual pestañeaba suavemente mientras oía las palabras de Reginald.
—El sol se alza sobre un campo de azucenas, una madre con velo sus labios reserva, llega un grupo de dolientes a enterrar, lo que el corazón va a liberar, con poco aliento y el tiempo ha eclipsado...
Brangwy sintió como sus ojos se cristalizaron, se logró ganar la atención en Cinco cuando adivinó el poema que Hargreeves recitaba. Un poema de la muerte—... ruego que el beso de la muerte pierda su rastro...
La noche era eterna, después de que Reginald abandonara el salón, todos los Hargreeves parecieron vivir en una diferente sintonía. El animado ambiente los rodeaba, bailaron hasta que el dolor se expandía en sus pies.
Todos se divertían a su manera, viviendo la última y desastrosa noche de sus vidas.
El cielo nublado con sus rojizas nubes disueltas por el Kugelblitz daba una hermosa y caótica vista. Los Hargreeves se encontraban en la terraza donde había sido la ceremonia unas horas atrás. Todos estaban sentados, contemplando a la gigantesca esfera rojiza rodearlos lentamente.
Luther susurró calmado, apreciando el hermoso momento que vivía junto a su extraña y radiante familia—. ¿Quieren saber algo? Esta noche es lo que siempre quise.
—¿Casarte?
Cinco dirigió sus ojos verdes a su hermano mientras bebía de una botella, la cual Brangwy se la arrebató para darle un sorbo.
—Es... poder estar todos juntos cuando en verdad importa. —contempló el cielo—. Una gran familia de verdad.
El pelinegro soltó su suspiro pesado posicionando una mano en su estómago para empezar a hacer pequeñas arcadas, se puso de pie tambaleándose, llamando la atención de todos en aquél jardín.
—¡Debes de cuidar del abuelo, Brangwy! —gritó Diego algo ebrio, provocando que todos rieran y que Cinco y la rubia le lanzaran una mirada amenazante.
Un rugido invadió el estómago del ojiverde— creo que vomitaré... —se dio la vuelta, sintiendo como una oleada de hambre lo invadía—. De hecho, creo... que tengo hambre.
Cinco se devolvió hasta donde estaba sentado anteriormente junto a Brangwy, le quitó la botella que posaba entre sus labios para luego tomar su suave y cálida mano. Alejándose junto a él de los demás con una expresión divertida.
—Iremos a ver qué hay en el buffet. —murmuró sintiendo sus dedos entrelazándose. Las mejillas de la rubia se enrojecieron instantáneamente al oír como los demás presenciaban la escena entre risas y silbidos.
Ambos se adentraron al Hotel, divagando entre sus pisos. Los dos estaban hechos un desastre, el cabello rubio de Brangwy estaba despeinado, traía uno de sus tacones color piel en la mano mientras qué con la otra apretaba su agarre en el brazo de Cinco para no caerse de lo ebria que estaba.
El alcohol llenaba sus organismos, distorsionando su mente y haciendo sus cuerpos más débiles. Sus risas fuertes se escuchaban por todo el pasillo, Cinco sentía como Brangwy suspiraba cerca de su oído, lo que le ponía sus nervios de punta.
Sentía el olor a licor inundar sus fosas nasales, su ojos color avellana lo enloquecía por completo, todo de ella era una mezcla perfecta entre la hermosura y la demencia ante su perspectiva.
—Hey, blonde...
—¿Qué pasa, Hargreeves?
Sus respiraciones se volvían una sola debido a la poca distancia que había entre ellos, la rubia miraba sus labios sin discreción, necesitaba satisfacer la idea que comenzaba a maquinarse en su cabeza. Un ambiente abrasador los envolvía.
Ambos unieron sus labios sin pensarlo mucho, un beso muy diferente al de la noche anterior, sus labios se movían con necesidad. El pelinegro tomó un puñado del cabello de Brangwy entre sus dedos, profundizando aquél acto muchísimo más.
Sus pestañas descansaban contra sus pómulos, sus narices se rozaban. Se envolvían en un beso febril e impaciente.
Sus labios sabían a licor, y eso hacía que Cinco Hargreeves se volviera adicto a ellos como si de una droga se tratase.
. ָ࣪ ִֶָ 𖥔 ━━━━HEY, HE VUELTO !! MUCHAS GRACIAS POR ESTAR AL PENDIENTE DE LA HISTORIA Y DISFRUTARLA !! NO OLVIDES VOTAR, ME AYUDAS MUCHO! <3 💚🌪
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