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Los sentimientos se aglutinaban en su corazón de forma asfixiante como resultado de su huida fallida de éstos.

Realmente, había tenido controlado el tema de reprimir lo que sentía desde mucho antes de convertirse en vampiro. Se había acostumbrado, y es que al fin y al cabo era lo que tocaba después de ser responsable de tantas masacres de pueblos y ciudades, que en su gran mayoría acababan con asesinatos de personas inocentes.
Sin embargo, en estos temas menos sangrientos, le resultaba mucho más complicado hacer aquello.

Llevaba desde las vacaciones al casino sufriendo, después de replantearse su propia existencia y experimentar otras desgracias amorosas. Hubiera sido capaz de controlar lo que sentía de aquellas experiencias si se le hubieran presentado de forma más lenta, quizá en transcursos de tiempo más separados entre ellos para poder procesar su regresión, pero ahora todo se encontraba encima de él, haciéndole dudar de todo.

Probablemente esa era la misma razón por la que había necesitado huir de Guillermo, el familiar —ahora guardaespaldas— había estado a su lado ya casi doce años y lo cierto es que había conectado con el hombre de una manera excesivamente diferente a la de sus otros familiares. Hecho que le asustó desde el primer momento.

Pero sin embargo, siempre acababa recurriendo a la misma táctica de reprimir todo lo que sentía; esconderlo dentro para evitar que se hiciera más grande. Y probablemente por eso mismo Guillermo llevaba tanto tiempo pensando que Nandor no le valoraba, y por eso mismo estaba en su pleno derecho de estar enfadado, pero aún no sabía si su amo estaba preparado para aceptar sus sentimientos.

Hubiera sido lo ideal hablar de ellos mientras contemplaban el Partenón de Atenas —al que Nandor no le sorprendería su destrucción aún si creía que se trataba de la primera que sufrió el monumento—, las pirámides de Egipto o el lugar donde antes se encontraban los Jardines de Babilonia.

Pero Guillermo simplemente no estaba con él. Así que no le era posible.

Probablemente era el castigo que se merecía, y quizá era demasiado tarde para aceptar sus pensamientos. Era posible que esto que estuviera sintiendo fueran las consecuencias de cómo había tratado a Guillermo todos aquellos años, que ahora le había conducido a sentarse a solas delante del gran Taj Mahal de India con un rostro triste y desconsolado, sintiendo cómo todo lo que sentía le torturaba oscuramente desde dentro.

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