: : :*ೃ࿔୭ 𝐓𝐲𝐩𝐞 𝐎𝟐𝟔 ミ
Katsuki Bakugo es el tipo de chico que...
No le gusta festejar su cumpleaños.
N/A 2022: Un muy bonito OS aunque yo lo diga <3 creo que aquí dejé de ser basura, está bien bonis alskdjas
—¡Vamos, bro! —Kirishima llamó su atención saliendo de la academia— ¿En serio no quieres que te preparemos algo?
—¡Ya te dije que no, pelo pincho! —chistó molesto, apresurando el paso para llegar a su casa lo más pronto posible.
El joven pelirrojo soltó un suspiro ante las constantes negativas sobre su amigo y ya no se le ocurrían más ideas para convencerlo de festejar su cumpleaños junto a sus compañeros en la U.A, por lo que comenzó a desistir de esa idea.
Más aun así, una pregunta no había podido salir de su mente desde hace varios días.
¿Por qué a Bakugo no le gustaba festejar su cumpleaños?
Cada vez que el de ojos rojizos entraba en el tema, Katsuki se enojaba más de lo normal con él y sus amigos. Gritaba un sin fin de maldiciones cuando se ponían pesados con el tema de su cumpleaños y al final siempre dejaba solo al Bakugsquad, yendo a otra parte a almorzar para controlar su enojo.
—Pero es solo un cumpleaños —bufó Kaminari haciendo una mueca, pues se había emocionado con la idea de hacer una fiesta.
Pero no, para Bakugo no era solamente eso.
Desde que era muy pequeño, recordaba que sus cumpleaños habían sido los mejores entre los niños de todo el vecindario. Sus padres siempre habían procurado consentir sus deseos de comprar un sin fin de cosas nuevas cada vez que cumplía años, invitando a sus amigos a su casa para que se divirtiesen todos juntos.
Amigos... Sí, claro.
Cada año siempre trataba sobre una temática diferente, los jueguetes, dulces y juegos variaban constantemente y todos los demás niños se asombraban ante lo ostentosas que eran sus fiestas, queriendo siempre asistir a ellas.
Sin embargo, todo eso cambió con el tiempo.
El rubio ceniza fue creciendo y sus metas comenzaron a hacerse más claras. Si bien desde pequeño añoraba con ser un gran héroe, a medida que pasaban los años se lo tomaba más enserio. Cada día luego de la escuela iba a entrenar un poco lejos de su casa, primero había comenzado con ejercicios básicos pero poco a poco su condición física había mejorado con el pasar del tiempo, preocupándose por ser el mejor de todos para poder asistir a la academia Yuei, tal cual su modelo a seguir.
Entrenaba constantemente y su humor comenzaba a ser más irritante que cuando pequeño. Detestaba pasar tiempo con los demás extras, considerándolos una pérdida de tiempo para su camino, por lo que terminó de alejarase de todos aquellos niños que alguna vez habían frecuentado con él.
Su pensar había cambiado y su personalidad se había vuelto más tosca y ególatra, las mismas personas de su edad intentaban no meterse en su camino y poco a poco terminó quedándose solo, sin ningún amigo sincero.
Odiaba admitirlo y nunca lo haría en voz alta, pero estaba cansado de que los únicos que lo siguiesen fuesen aquellos cobardes que tenía como guardaespaldas detrás suyo. Bakugo sabía muy bien el porqué lo seguían, ya sea para estar en el mismo bando para que pudiese protegerlos o por conveniencia propia, eran unos verdaderos idiotas.
Claramente ninguno de ellos estaba interesado de forma sincera con él, no conocían ni la mitad de lo que pasaba por su mente, y ni qué hablar de la fecha de su cumpleaños.
Poco a poco con el pasar de los años el cumpleaños de Katsuki había sido olvidado, ya no había fiestas ostentosas ni amigos sinceros con quienes compartirlos. Los únicos que se acordaban del día de su nacimiento eran sus padres y el idiota de Midoriya, el cual lo saludaba temblando por el miedo de ser explotado.
«Tonterías», pensaba Bakugo.
El chico estaba acostumbrado a que nadie lo saludase nunca, pasar de tener los mejores regalos y costosos había pasado a no obtener ninguno, lo cual si se ponía a pensar detenidamente, era triste.
¡Pero una mierda! Para Katsuki Bakugo ese era un tema aparte, el cual no tenía relevancia en su vida.
Después de todo, solo era un cumpleaños, ¿no? Nada importante.
Salvo hasta ese día.
Era un día bastante normal en la secundaria orudera, las clases habían concurrido con normalidad ese día junto a un examen de matemáticas, el cual era pan comido para Katsuki.
El rubio ceniza estaba revisando su examen por cuarta vez procurando que todo estuviese bien, por lo que tardó un poco en entregar su hoja. Ya teniendo una vez todo perfecto y con una calificación seguramente excelente, juntó sus cosas y le tiró el examen a su profesora, saliendo de allí para poder ir a otro lugar que no fuese su casa.
Caminó con pasos pesados con su mochila en el hombro y se dirigió hacia la puerta que daba hacia la salida, sin siquiera esperar a que sus amigos terminaran su examen.
Estaba dispuesto a irse pero un agarre en su brazo lo hizo detenerse, por lo que estuvo a punto de soltar una maldición a quien siquiera se había atrevido a tocarlo.
Pero no pudo.
Cuando se dio la vuelta para encarar a aquella persona tuvo que bajar un poco su cabeza puesto que la chica delante suyo era de estatura mucho mas baja. Sus cabellos castaños estaban sueltos en su rostro y sus enormes ojos violáceos lo miraban con duda, como si tuviese miedo de solo estar ahí.
El joven la reconoció al instante y al saber de quién se trataba, no pudo evitar sentir algo extraño revolotear contra su pecho, pareciendo aquellos chicos fastidiosos los cuales aborrecía profundamente.
—¿Qué mierda quieres? —soltó Katsuki sin poderlo evitar, divisando a su compañera tensarse un poco.
Más precisamente a la presidenta de la clase, por la cual también traía un pequeño y ridículo interés amoroso.
La fémina entreabrió la boca sin saber qué decir pero soltó su agarre del brazo del contrario, para luego ajustar sus lentes que se estaban resbalando.
—Y-yo... Quiero decir, tú... Bueno, tengo entendido que hoy es tu cumpleaños —murmuró buscando algo entre sus bolsillos, volviendo a tomar la mano del contrario sin que este se lo esperase para depositar en él una pequeña cajita de cartulina—. ¡E-espero que la pases bien, Bakugo!
Con las mejillas sonrojadas y ajustándose el abrigo junto a su bufanda, se apresuró a irse hacia su casa antes de que el cenizo la explotara como siempre hacía con sus demás compañeros.
Katsuki reaccionó tarde ante ese momento y frunció el ceño mirando para todos lados, verificando que nadie los hubiese visto.
—Qué tonto... —maldijo apretando aquella caja con la palma de su mano y arrugándola en el proceso, sabiendo que aquello era una tontería.
Pero si era una tontería, ¿entonces porqué se había sonrojado?
Con desgano guardó aquel presente dentro de su bolsillo y siguió con sus actividades con normalidad, aprovechando ese 20 de abril para ir a entrenar un poco.
Cuando llegó a su casa discutió con su madre por haber llegado tarde pero esta vez no tenía ánimos de seguir con aquella pelea, por lo que fue a encerrarse a su habitación hasta la hora de la cena.
—¿Pero qué mierda tiene de bueno este día? —cuestionó de mal humor al oir uno de los comentarios de su madre, diciendo que tenía que estar más feliz al ser su cumpleaños.
Se despojó de sus prendas de vestir y algo cayó al suelo haciendo un poco de ruido, llamando su atención. Recogió aquel aplastado regalo por parte de la castaña y se encontró con un pequeño collar dentro de él, el cual parecía ser una granada.
Rodó los ojos ante lo obvio que era eso pero aun así lo sostuvo entre sus largos dedos, observándolo detalladamente.
Un pequeño papel todo arrugado se encontraba debajo del mismo y con un sentimiento inquietante, se puso a leerlo.
Supo que aquel comentario sobre sus granadas lo decía específicamente por su grandioso quirk. Pues hace no mucho tiempo ambos habían realizado un trabajo en grupo en donde tenían que diseñar unos bocetos de trajes de héroes, por lo que el chico le terminó comentando que el suyo traería unas enormes granadas consigo.
El de orbes rubí de apenas quince años de edad sonrió de medio lado al saber que ella había recordado aquello, pero sobre todo, un pequeño calor se instaló en su pecho.
Bakugo guardó aquel presente por su parte en un lugar en el que ni su vieja pudiese desbucrirlo, puesto que no quería recibir comentarios interrogantes por parte de nadie.
A pesar de que su rostro mantenía ahora mismo un semblante bastante tranquilo, por dentro suyo sentía que su pobre corazón iba a explotar de tanto bombear, y todo por pensar en aquella chica que no abandonaba sus pensamientos en ningún momento.
Siempre solía observarla a la distancia sin que ella se percatase, su cabello ondulado bailaba con el viento cada vez que corría en educación física y sus gafas se le caían a cada rato mientras trotaba. Su nariz era pequeña y unas cuantas pecas lo rodeaban de una forma bastante divertida, dándole un aspecto muy bonito.
¡Y ni qué hablar de sus ojos! Aquellos que lo hacían perderse en ellos y lo teletransportaban a otro mundo, el cual era sumamente mágico.
Tal vez no tenía el mejor cuerpo del mundo pero le gustaban aquellos pequeños gestos que hacía cuando algo le sucedía. Tales como fruncir el ceño y apretar sus labios cuando algún ejercicio de lenguaje no le salía, o tal vez su mirada perdida y llena de vida cuando se disponía a ver el jardín con flores que rodeaba al instituto.
Katsuki también se sabía de memoria aquel cuaderno rojo con flores rosadas que llevaba a todos lados consigo. Era bastante organizada con sus estudios y con las responsabilidades que llevaba al ser la presidenta de la clase, tomando nota de todo lo que ella considerase importante.
Sin quererlo, el rubio explosivo la observaba más de lo que él tenía en cuenta. Si bien nunca había tomado la iniciativa de ir a hablarle, tampoco era tan agresivo con ella, puesto que ella era quien siempre iba a hablarle para que dejase de molestar al pobre pecoso.
Aquella actitud por su parte lo hacía enojarse, pero por dentro sabía que ella solo hacía lo que le correspondía. Más aun así, no podía evitar desquitarse con Izuku por el simple hecho de que ella a veces lo defendía.
El tiempo fue pasando en esa secundaria y las miradas entre ambos no habían pasado desapercibido por ninguno, por lo que ella era quien apartaba la mirada rápidamente, preguntándose porqué Bakugo la miraba tanto.
Sin ser consciente que ella se había convertido en su primer amor.
Volviendo a lo que era el presente, a Bakugo no le agradaba en lo absoluto celebrar su cumpleaños con una tonta fiesta, ya que sentía que era algo exagerado celebrar ese día como si fuese el último.
Además, tenía otro planes por hacer.
—Que bueno que llegaste, Bakugo —saludó la de orbes violáceos dándole un beso en la mejilla al mayor, ruborizándose al instante.
La joven traía puesto ropa bastante abrigada ese día y una pequeña cortina de vaho salió de sus labios, indicando que hacía mucho frío. Aun así, la fémina tomó las manos de Bakugo y lo atrajo contra su cuerpo antes de que este pudiese replicar, hundiendo su cabeza en su cálido pecho.
El de luceros rojos refunfuñó algo que no entendió pero de todas maneras abrazó a la chica de manera torpe, disfrutando de aquel contacto que no ocurría muy a menudo.
—Feliz cumpleaños, Katsuki —dijo ______ levantando la mirada, topándose con sus ojos.
Se levantó de puntitas y le dio un rápido y corto beso en la nariz, para luego darle otro en los labios.
Antes de que ella pudiese alejarse de él, Bakugo la tomó de las mejillas y volvió a unir sus labios en un beso más profundo, acariciando con sus dedos el rostro de su novia.
Su novia, que bien se oía eso.
La lengua del activo se posó sobre sus rosados labios y mordió uno de ellos para darse paso más a fondo, decidido a saborear aquella boca que siempre lo tentaba cada vez que la tenía cerca.
—Sabes que no me gusta mi cumpleaños —hizo una mueca al escuchar tal felicitación por su parte.
—Lo sé —admitió sonriendo y tirando del gorro de lana que traía su pareja—. Pero bien que usas mis regalos —lo picó, soltando una risa.
El más alto le pegó en la frente a lo que ella se quejó, pero por dentro, sabía que ella tenía razón.
Después de hace varios años, Katsuki por fin había decidido llevar aquel collar que ella le había dado cuando había cumplido quince años. Así mismo, también llevaba aquel gorro de lana rojo que le había regalado a sus dieciséis.
—¡¡Fue una puta casualidad!! —se excusó, puesto que ella le había dicho que casualmente llevaba sus dos regalos en su actual cumpleaños— ¡YA DEJA DE REÍRTE, MALDICIÓN!
—¡NO ME GRITES, RUBIA! —alzó la voz con el ceño fruncido— Que puedo ser tu seme si quiero.
—¿Seme, tú? Cuéntate otro chiste —se rió burlón, pues ella era mas pasiva que su padre—. Además, te encanta ser pasiva.
—¡B-baka! —lo golpeó en el hombro y luego le tendió su regalo, el cual el joven lo miró como diciendo que no lo quería— ¡O-oye, no me mires así! Sé que este va a encantarte...
—No me gustan los regalos —se puso terco.
—Tú solo ábrelo —rodó los ojos.
El cenizo chasqueó la lengua pero de todas maneras rompió aquel envoltorio que envolvía una caja mediana. Una vez que se deshizo del papel de regalo, divisó el contenido de aquella caja, abriendo sus ojos con sorpresa.
—¿Y? ¿Qué tal? ¡Es el primer modelo que se va a lanzar! —La fémina sonrió ampliamente al ver el rostro de su pareja, el cual estaba perplejo.
Entre sus manos yacía una pequeña figura de acción, pero esta no era una cualquiera, no... ¡Esta tenía su figura! Según los rumores que había en la academia de héroes, los empresarios creyeron que sería buena idea ir lanzando figuras de acción de los futuros héroes.
—Al final, si los van a hacer —intentó explicarle su novia haciendo movimientos raros—. Según papá, primero lanzarán modelos de los mejores aspirantes a héroes, ¡y entre ellos estás tú!
Bakugo no sabía muy bien cómo reaccionar ante todo eso, pues había sido una sorpresa bastante grande saber que ahora él, sería quien tuviese sus propios muñecos, tal y como había coleccionado los de All Might desde pequeño.
Quizás para muchas otras personas era algo tonto, pero para él aquello significaba mucho, ya que le daba a entender que todo su esfuerzo desde hace unos años no había sido en vano.
Había crecido como persona a pesar de todo, tal y como ella había confiando en que sería.
Verse a sí mismo en miniatura le provocó un poco de emoción y una sonrisa sincera se instaló en su rostro, dándose cuenta de que poco a poco estaba alcanzando sus propios sueños.
Sueños en los que también estaba ella.
Bakugo atrajo a la chica contra su cuerpo intentando agradecerle todo lo que había hecho por él en ese tiempo, sus gritos, regaños y frustraciones cuando algo le salía mal. Sus estupideces y palabras hirientes cuando se sentía impotente, aquellos días en los que no tenía mucho tiempo para estar con ella porque iban a departamentos diferentes en la U.A... Sin duda alguna, aquel soporte por su parte había sido de gran ayuda.
No era bueno con las palabras y creía que nunca lo sería, es por eso que la mejor forma que encontró para demostrarle su cariño fue dándole un abrazo, uniendo sus cuerpos en aquel frío parque.
—T-te quiero —aquellas palabras salieron torpemente de sus labios y en un apenas audible susurro, pero lo suficientemente alto para que ella lo escuchase.
El corazón de la castaña palpitó fuertemente ante sus palabras pero de todas maneras sonrió enormemente, abrazándolo.
—¿Qué dijiste...? No escuché —se hizo la tonta, separándose un poco.
—¡Que te quiero, joder! —un rubor lo abrumó y miró hacia otro lado, avergonzado por admitir algo así.
______ le dio un rápido beso y cortó la grabación en su celular, decidida a poner esas palabras como despertador, llamadas y mensajes en su celular.
—Yo también te quiero, Katsuki... Y ya tengo tono para mis llamadas —agitó su celular con una sonrisa con burla, logrando obtener una mirada fulminante por su pareja.
—¡Dame eso, bastarda! —intentó quitarle el teléfono con brusquedad pero esta esquivó todos y cada uno de sus movimientos, utilizando su quirk para ralentizar sus movimientos y riéndose porque no podía atraparla.
Quizás para muchas personas tener un cumpleaños ostentoso era algo sumamente necesario, mientras que para otros, tal vez desearían no tener ninguno. Katsuki Bakugo había estado en ambas etapas en sus diecisiete años de vida en ese mundo, sin embargo, hoy en día podría decirse que había logrado obtener un punto medio, en el cual no quería nada llamativo pero tampoco quería pasarla solo, dispuesto a compartir su cumpleaños con la chica que le hacía perder la cabeza con solo una sonrisa.
Su novia.
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