𝟏𝟒 | something else
chapter fourteen, act one
something else
Cuando Carter detuvo su coche delante de ella, Freya soltó todo el aire que no sabía que había estado reteniendo. Después de su charla con Ruby, sólo veía una forma de aclarar sus ideas y encontrar una manera de ayudar a Dean al mismo tiempo, pero para ello tenía que irse. Dejarlo en aquella habitación de motel de la misma forma que él la había dejado a ella no había sido la intención de Freya. Era una ironía un tanto cruel, y aunque una parte de ella se sentía ligeramente orgullosa de darle sólo una pequeña muestra del dolor que ella había sentido entonces, en su mayor parte Freya se sentía terrible por ello.
Sentía náuseas y le dolía el corazón sólo de pensar en hacerle daño. Era casi como si pudiera sentir las mismas emociones que él sentía. Como si estuvieran conectados de alguna manera.
Ya nada podía sorprenderla, así que todo era posible.
Por suerte para ella, Carter no estaba muy lejos de Ohio cuando lo llamó. Así que después de recoger sus cosas, Freya se dirigió al lugar de encuentro que habían acordado para esperarlo.
Sus ojos apenas podían mirarlo mientras subía al coche. Se sentía la peor persona del mundo.
—Te perdonará. Si encontramos una forma de salvarlo, todo esto no le importará.—Comenta Carter, rompiendo el silencio, mirándola atentamente. Podía percibir su malestar, su tristeza. Freya tenía gestos muy característicos cuando sentía emociones tan fuertes. Muchas veces era incapaz de evitar que las lágrimas se acumularan en sus ojos, sus labios se apretaban en una fina línea y el color de su piel palidecía ligeramente, perceptible incluso con su maquillaje.
—Asegurémonos de encontrar una solución.—Declara, devolviéndole la mirada.—Y acabemos con esto de una vez.
Viendo la determinación en sus ojos, Carter asintió, arrancando el coche para comenzar su largo viaje.
—¿Cuál es el plan?—Le pregunta.
—Si pudiéramos hablar con mamá todo sería mucho más fácil.—Admite Freya en un suspiro.—¿Tú recuerdas todo de aquella noche?
Carter frunce el ceño.
—Creo que sí. ¿Por qué?
—Por nada.—Freya sacude su cabeza.—Es sólo que he estado teniendo estos sueños últimamente, ¿sabes? Y he estado recordando cosas que no recordaba antes. Como recuerdos ocultos.
—Bueno, la mente hace eso con algunos recuerdos traumáticos. Como un mecanismo de defensa.
—Sí, lo sé. Por eso me preguntaba si a ti también te había pasado.
—Creo que los míos son tan traumáticos que prefieren atormentarme.—Resopla.—Además, Dorian nunca me dejaría olvidar aquella noche.
Freya suspira, bajando la mirada hacia sus manos.
—Sabes todo lo que pasó en el campamento de verano de Salem con mamá y Christine, ¿verdad?—Le pregunta después de unos minutos.—Sabes lo de su amiga Harper.
—Sí, y que su hermano Grant tenía una hija a la que llamo como ella.—Asiente Carter.—¿Por qué?
—El cuerpo de Grant es el que Dorian usa normalmente.—Explica Freya.
Los puños de Carter se apretaron alrededor del volante, haciendo que sus nudillos se tornaran blancos mientras un suspiro abandonaba sus labios. Carter conocía muy bien la cara de Grant. Era la cara que siempre veía en sus sueños cuando Dorian decidía visitarlo.
—Sí.—Murmura al cabo de unos segundos.—¿Cómo... ¿Cómo lo sabes?—Frunce el ceño, volteándose para mirarla.
—Ruby.
—Agh, esa zorra no sabe cuándo escuchar, ¿verdad?.—Se queja.—Le dije que se mantuviera alejada de ti.
—Bueno, no lo hizo. Y aunque la odio, me alegro de que lo hiciera.—Admite Freya.—Necesito encontrar respuestas a todas las preguntas que me han estado atormentando durante todos estos años.
—No hay mucho que saber.—Suspira Carter.—La nueva líder del infierno, Lilith, nos quiere para cumplir su plan del Apocalipsis. Dorian y Ophelia eran brujos, murieron, se convirtieron en demonios y ahora quieren derrocarla y llevar a cabo su propio plan del Apocalipsis, que implica matar al menos a uno de nosotros. Todos esos tratos, y todo lo que pasó para que existiéramos, no importan mucho si lo piensas.
—¿Y qué tiene que ver papá con todo esto?—Pregunta Freya.
—Papá hizo un trato esa noche.
—¿Qué trato? ¿Qué le pidieron los demonios a cambio?—Freya frunce el ceño.
—A mí.—Responde Carter, devolviéndole la mirada.—Papá les prometió mi cabeza a cambio de dejaros en paz a ti y a Peter. Entonces tú sacaste a Dorian de mi cuerpo y papá me metió en esa institución mental protegida por demonios.
—Ophelia me dijo que con matar a uno de vosotros dos era suficiente.—Recuerda Freya.
—Sí. Nunca necesitaron matarnos a los tres. Uno es suficiente, porque sin nosotros tres, Lilith no puede hacer nada.
—Entonces... ¿Papá cambió a un hijo por otro?—Freya observa a su hermano con incredulidad.
—Y protegió a su hija prodigio. Su favorita.
Al notar su pesada mirada sobre ella, Freya bajó la vista a sus pies. Ser la hija favorita no era tan bonito como Carter podría imaginar. Todo recaía sobre sus hombros. Pero Freya tampoco podía imaginar estar en la posición de su hermano. Mucho menos sabiendo que su padre había hecho un trato con su alma.
—La última noche que Dorian entró en mi cuerpo y habló con papá, le puso un límite de tiempo. El trato termina el mismo día que el de tu novio.
—¿Por qué?—Cuestiona sin molestarse en corregirle.
—No lo sé.—Admite Carter.
Sin saber exactamente qué preguntar o decir, Freya permaneció en silencio. Durante varias horas, lo único que se oyó en el interior del coche fue el motor y las melodías de las canciones que sonaban en la radio. El agotamiento de su mente y de su cuerpo pronto llevaron a Freya a caer en un profundo sueño. Su pesadilla continuó desde el punto donde había terminado la última, pero por primera vez, todos los recuerdos del sueño eran cosas que no había olvidado.
Cosas como cómo había salido del escondite a pesar del dolor abrasador e insufrible al que había estado expuesto su cuerpo, cómo se las había arreglado para llegar a la habitación de Carter, encender su radio, lanzar uno de los altavoces al patio trasero de la casa y recitar un exorcismo. También recordó cómo el humo negro había abandonado el cuerpo de su hermano y cómo su padre y Carter habían caído inconscientes en medio del patio mientras ella se reunía con Peter, que lloraba desconsoladamente por la ausencia de su hermana mayor abrazándolo.
Las sirenas de la policía fueron lo último que Freya oyó antes de despertarse. Debía de haber dormido mucho, porque en cuanto abrió los ojos Carter ya estaba cruzando la frontera entre Iowa y Nebraska.
Aquellas sirenas siguieron resonando en su mente justo cuando un fuerte estruendo y el impacto de un coche contra su puerta silenciaron todos y cada uno de sus pensamientos.
Su cuerpo fue empujado hacia delante, el cinturón se clavó con fuerza en su piel cuando el airbag saltó del salpicadero. Las ventanillas estallaron, cortando su piel en pequeños cortes mientras el coche empezaba a girar sin control. Fue entonces cuando perdió el conocimiento por completo. Lo último que consiguió oír fue la voz de su hermano llamándola por su nombre.
Carter no había visto el coche que los había golpeado en aquella carretera desierta. Pero después de arrastrarse fuera del coche destrozado que había robado en Salem, vislumbró la figura de una mujer de pie frente a él. La sonrisa en sus labios, el color negro en sus ojos. Sabía exactamente quién era.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Cuando Carter despertó en una habitación de hospital, sabía exactamente lo que tenía que hacer. Le dolía un poco la cabeza y le ardían los cortes producidos por el cristal de la ventanilla del coche, pero eso no iba a detenerle. Cuando se dio cuenta de que no había nadie no lo dudó, se arrancó la vía del brazo, comprobó que el pasillo estaba vacío y fue en busca de algo de ropa.
Una vez vestido y completamente ignorado por el personal del hospital fue en busca de su hermana. Por suerte, encontrar a Freya no fue muy difícil, pero fue un shock. Su hermana estaba tumbada en una cama, intubada y completamente inconsciente. Si no fuera por el sube y baja de su pecho, Carter habría jurado que estaba muerta. Su pelo y su piel estaban perfectamente limpios, como si la hubieran lavado, y le habían cambiado la ropa por una bata de hospital.
Con manos temblorosas, Carter agarro una de las manos de su hermana, notando la diferencia de temperatura casi al instante. Carter sabía que era normal que Freya se encontrara siempre a una temperatura más baja que el resto. Siempre estaba frío. Pero no así de fría.
Los ojos de Carter comenzaron a llenarse de lágrimas. Odiaba ver a su hermana así. Su mente no podía evitar imaginársela catorce años atrás, después de que Dorian le arrancara el bazo. La imaginó tumbada en una cama como lo estaba ahora, llena de sangre mientras los médicos intentaban detener la hemorragia y cerrar la herida.
Todas las veces que Freya había sido gravemente herida habían sido causadas por esos dos demonios. Y Carter estaba harto de ver a la gente que amaba morir a causa de sus acciones. Así que se alejó de Freya, buscó entre sus efectos personales y agarró el cuchillo mata-demonios que su madre había creado.
Carter iba a acabar con ellos de una vez por todas y vengar a su familia.
Pero primero, tenía que hacer algo.
Encontrar un teléfono desocupado en el hospital debía de ser la misión más complicada que había tenido que cumplir nunca. Al menos empataba con su huida del psiquiátrico. No fue hasta un cambio de turno entre enfermeras que Carter consiguió colarse en una de las recepciones para marcar un número.
Antes de dejar a Freya, Carter se había asegurado de escribir el número en la palma de su mano, ya que no podía arriesgarse a olvidarlo. Unos timbres más tarde, un hombre respondió a la llamada.
—Buenas tardes, Sr. Singer. Llamo del Hospital General de Oakland. Hemos recibido a una paciente llamada Sarah Singer.—Habla Carter, intentando que su voz sonara más grave de lo normal.
Al otro lado de la línea, Bobby frunció el ceño, pensando que tal vez le estaban gastando una broma o que había sido un error.
—Tu número de teléfono estaba en su lista de contactos de emergencia.—Añade Carter ante la falta de respuestas por parte de Bobby.
—Sí, es mi hija.—Dice Bobby finalmente. Carter suspira aliviado.—¿Está bien?
—Será mejor que venga cuanto antes. Está en peligro.—Viendo que ya no podía seguir fingiendo ser un médico cualquiera o el recepcionista de un hospital, Carter utilizó su voz normal para decir las siguientes palabras.—No le digas nada a nadie.
Antes de que Bobby pudiera preguntar nada, Carter terminó la llamada bruscamente.
No podía hacer nada más por Freya. Sólo esperaba que con la compañía de Bobby y el tratamiento de los médicos ella pudiera mejorar mientras él mataba a esos demonios y salvaba a su familia.
Cuando Freya finalmente despertó no podía recordar nada. Le dolían el cuerpo y la cabeza y en la garganta un extraño tubo le impedía respirar con normalidad. Se movió nerviosa mientras tosía, intentando quitarse el tubo, pero no fue hasta que una enfermera entró en la habitación y se lo quitó cuando por fin consiguió respirar. Tosiendo una vez más, Freya pudo por fin observar el lugar donde se encontraba. El color azul, blanco y casi sin vida de las paredes parecía el inconfundible color de una habitación de hospital y la bata sobre su cuerpo no hacía más que confirmar sus sospechas.
—El médico querrá hacerle algunas pruebas.—Comenta la enfermera a su lado
—Pero ella va a estar bien, ¿no?—Pregunta un hombre al otro lado de la cama. Freya frunce el ceño al reconocer su voz.
—Está despierta. Es una gran mejora.—Le responde la enfermera antes de iluminar con una pequeña linterna los ojos de Freya. Casi instintivamente, ella siguió la luz con una expresión confusa en su rostro.—¿Recuerdas tu nombre?—Le pregunta la enfermera.
Totalmente desorientada, Freya levanta la mirada hacia el hombre situado a su lado. Le conocía.
—Yo...
—Vamos, cariño, dile cómo te llamas.—Confundida por el apelativo cariñoso con el que Bobby la había llamado y al notar que le agarraba la mano, una bombilla pareció encenderse en su cabeza.
Como flashes, los recuerdos del accidente aparecieron en su mente, recordándole lo sucedido.
—Sarah.—Responde entonces, mirando a la enfermera.—Sarah Singer.
Había sido un acto de fe decir ese nombre, pero por la presencia de Bobby allí Freya supuso que ese había sido el nombre que Carter había dicho a los médicos. Era el nombre que su madre le había dicho que usara si pasaba algo malo en casa y acababan solos.
—De acuerdo.—Asiente la enfermera.—¿Cuántos años tienes?
—24.
—¿Sabes dónde estás?
—En un hospital. En Nebraska.
—¿Y recuerdas qué pasó?
—Hubo un accidente.—Responde Freya, mirando a Bobby, quien asintió.—Necesitaba que me llevaran a casa. Un tipo me recogió en la carretera.—Miente, volviendo la mirada hacia la enfermera y viendo a un agente de policía de pie junto a la puerta.
—Ese tipo robó un coche hace unos días en Salem. Se largó en cuanto despertó aquí en el hospital. Le están buscando.—Explica la enfermera al notar su mirada fija en el oficial. Freya asiente levemente.
—No le conocía. No me dijo su nombre.—Declara.
—Se lo diré. Descansa, ¿de acuerdo?—Freya asiente en silencio mientras la enfermera abandona la habitación.
Un suspiro de alivio abandona entonces de los labios de Bobby. Freya vuelve a toser, dirigiendo su mirada hacia él.
—¿Dónde está Carter?—Cuestiona.
Al notar su mirada en él, Bobby levantó los ojos para encontrarse con los de ella.
—No lo sé. Me llamó para que viniera a buscarte. Pero...
—Tengo que encontrarlo.—Declara Freya, interrumpiéndole.
—Espera, espera.—Bobby la agarra del brazo al ver que estaba a punto de levantarse.
—¿Qué?—Freya lo mira, confundida.
—Freya, el accidente no fue ayer. Tampoco fue hace dos días. Han pasado dos semanas.
Completamente conmocionada, Freya parpadeó varias veces.
—¿Dean...?
—Todavía le queda una semana.—Contesta Bobby.—Él y Sam están buscando la manera de salvarlo.
Cuando la realidad la golpeó, el pánico empezó a invadirla. Miedo, culpa, tristeza. Todos esos sentimientos se mezclaban con la inminencia del final del trato de Dean. Se suponía que ella había ido a buscar una solución, a salvarlo. Y, sin embargo, había acabado postrada en una cama de hospital durante dos semanas.
El hospital no quería dejarla salir todavía, pero Freya insistió en firmar un alta voluntaria. Necesitaba salir de aquel edificio cuanto antes. Se sentía atrapada.
Bobby no sabía qué hacer ni qué decir. Freya no había hablado con él desde que le había dado la noticia. Apenas había hablado con nadie, salvo para pedir el alta.
Bobby ya había vivido una situación similar con Laurel. Conocía a la madre de Freya desde hacía muchos años. La única hija de Carol y Doug Halliwell había quedado huérfana a una edad muy temprana, dejándola al cuidado de su tía Abby, una joven cazadora a la que Bobby conocía bastante bien. Tras el incidente en el campamento de verano de Salem, cuando Laurel sólo tenía 15 años, Bobby había sido quien había permanecido a su lado durante su recuperación mientras Abby investigaba lo ocurrido.
Aquel campamento le había costado todo a Laurel. Sus dos amigos, sólo a una de los cuales había podido recuperar con un trato demoníaco. Y a su tía Abby, que había muerto matando al fantasma que lo había provocado todo. Bobby sólo tenía once años más que ella, pero había sido su única familia durante los tres años siguientes, hasta que Laurel y Henry se conocieron en la universidad.
Ahora, en este preciso momento, Bobby se sentía responsable de Freya. En cierto modo, sentía que se lo debía a Laurel, pero sobre todo a Abby. Incluso cuando Bobby no sabía nada acerca de lo sobrenatural en ese entonces, una parte de él se sentía culpable por dejarla ir sola en ese caso.
—Vale, ¿qué hacemos?—Freya se voltea a mirar a Bobby una vez que ambos estuvieron dentro de su camioneta.
—Bueno...—Bobby la mira, abrumado por su pregunta mientras Freya lo observa atentamente.
La derrota en sus ojos había desaparecido y se había convertido en determinación. Freya no iba a dejar que nada la abatiera y le impidiera ayudar a los que le importaban. No importaba lo mal que se sintiera, mental o físicamente. Al igual que la noche del 2 de mayo del 94, Freya iba a luchar hasta el final para salvar a Dean.
—Puedes ayudarme a buscar información para enviarles.—Sugiere.
—Sí, me parece bien.—Asiente Freya mientras busca algo en su mochila.—También podría darles mi... ¡Hijo de puta!—Sus ojos se abrieron de par en par al no encontrar lo que buscaba.—Tú no, Bobby.—Aclara rápidamente, levantando la mano hacia él.
—¿Qué ocurre?
—Carter. Carter es lo que ocurre.—Le responde.—Me ha robado el cuchillo mata-demonios de mamá. ¿Qué se supone que debemos hacer ahora? Bela robó el Colt de Dean y Sam. Necesitan algo con lo que luchar contra Lilith.
—Todavía no saben quién tiene el contrato de Dean.
—Oh, vamos. Es obvio. Ella es la líder del infierno. Ella es a quien Ophelia y Dorian quieren detener. Son sus planes los que quieren destruir para gobernar el infierno y todo eso. Ella tiene el contrato. Si la encuentran, el trato se cancela.—Declara Freya sin dejar de buscar entre sus cosas.
—¿Eso es lo que tú y Carter ibais a hacer, matarla?—Pregunta Bobby, mirándola.
—Todavía no teníamos un plan. Pero sí, supongo que habríamos acabado yendo a por ella.—Asiente Freya, levantando la mirada de nuevo hacia él.
—Bueno. ¿Alguna idea de lo que tu hermano está haciendo ahora? ¿Crees que fue tras Lilith él solo?—Le pregunta, arrancando el coche.
—No.—Niega con la cabeza.—A Carter no le importa lo que le pase a Dean. No. Él... Probablemente vaya a por Dorian.
Las manos de Bobby sobre el volante parecieron tensarse ante sus palabras. Cambió de postura, intentando aparentar que aquello no le sorprendía. Pero Freya lo conocía muy bien.
—¿Qué? ¿Qué pasa?—Freya lo mira atentamente.
Bobby suspira, mirando a su izquierda por unos momentos antes de volver los ojos a la carretera.—Dorian iba detrás de Maddie y Peter la última vez que hablé con ellos.
—¿Qué?—Los ojos de Freya se abrieron de par en par.
—Tu padre consiguió atrapar a Ophelia hace unas semanas. Al parecer, ella ordenó a Dorian, y estoy citando aquí, 'matar al más joven', en una llamada telefónica antes de que tu padre la atrapara.—Explica Bobby.
Freya parpadea varias veces, recordando algo.
—Espera un segundo. ¿Cómo sabes todo esto? Nunca conociste a Carter.—Señala, confundida.
Bobby suspira.
—Conocí a tu madre cuando ella apenas tenía 15 años, Freya. Conocí a Carter el día que nació.
—Pensé que... Mi padre dijo que te conoció en una presentación oral sobre historias sobrenaturales que celebraba la Universidad de Kansas.
—Tu padre dice muchas cosas.—Suspira Bobby con un ligero tono de irritación que no pasó desapercibido para Freya.
—¿Así que has sabido todo esto desde el principio? Sobre mamá, Carter, Dorian...
—Henry me hizo prometer que no diría nada. Y, sinceramente, pensé que era lo mejor. Laurel nunca habría querido que os convirtierais en cazadores. Sí, os entrenó a ti y a Carter para defenderos y quería que supierais todo lo posible, pero no que salierais a buscar casos sobrenaturales. Después de su muerte y viendo las circunstancias en que se produjo, no cuestioné las decisiones de Henry porque todas estaban encaminadas a manteneros a salvo y cumplir los deseos de Laurel.
—¿Dejaste que encerrara a Carter?—Freya le mira con incredulidad.
Bobbie niega con la cabeza.
—Henry me dijo que Carter había muerto aquella noche. Que había tenido que matarlo.
—Igual que tú tuviste que matar a Karen.—Recuerda Freya.
—Sí.—Suspira el hombre suspiró, recordando a su difunta esposa.
—Dios. Cada vez que averiguo algo sobre el pasado de mis padres o el mío es todo mentira tras mentira tras mentira.—Freya se pasa las manos por la cara, dejando escapar un suspiro frustrado.—Desde el principio de la familia Halliwell todo han sido tratos con demonios y mentiras. Todo para ganar poder o...
—Tu padre intentaba protegerte.—La interrumpe Bobby.—Tú y tus hermanos son lo más importante para él. Lo único que tiene.
—No parece que Carter le importe mucho, ¿no crees?—Freya le devuelve la mirada, molesta.
—Sé que has tenido que cargar con ese secreto durante casi 15 años, Freya. Siendo tú y él los únicos que sabían lo que había pasado aquella noche. Pero cuando tu padre me lo contó todo, y me refiero a todo, fue muy claro al decir que su decisión de encerrar a Carter en aquel lugar fue para mantenerlo a salvo.—Explica Bobby.—Él sabía que Dorian no se rendiría y que aquel lugar estaba protegido contra los demonios. Henry sólo quería ganar tiempo, encontrar una solución para salvarle de los planes de Ophelia y el Infierno. Se arrepiente de muchas cosas, pero no se arrepiente de haber hecho el trato que permitió que tu madre se quedara embarazada. Incluso con todas las consecuencias, tú y tus hermanos sois el mayor regalo que ha tenido. Y volvería a hacer ese trato sólo por tenerte a ti.
Sintiendo las lágrimas en sus ojos, Freya guarda silencio unos segundos, intentando asimilar las palabras de Bobby.
—Pensó que encontraría una salida, una forma de incumplir el trato y salvarnos. Pero no la ha encontrado.—Asume, mirando de nuevo a Bobby.
—Todavía no.
—Incluso si lo hiciera. Creo que hay tantos tratos en nuestra familia que... ya es imposible entender qué se pedía en cada uno. Nuestro destino está escrito.
—A menos que mates a Lilith.—Señala él.
—Y si matamos a Lilith...
—Salvamos a Dean.—Completa Bobby, encontrándose con su mirada.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Para su sorpresa, la primera noche en casa de Bobby transcurrió plácidamente. Freya pronto se quedó dormida en la habitación de invitados mientras Bobby empezaba a leer y a buscar información para ayudar a Dean. Freya quería ayudarle, pero el dolor de su cuerpo y las medicinas que le habían administrado la habían dejado exhausta. Por primera vez en meses no había pesadillas que atormentaran su profundo y reparador sueño. Era como volver a casa, segura y cálida.
A la mañana siguiente, Bobby la recibió en la cocina con una buena taza de café y tortitas.
—Destruiste el libro de magia de Ophelia, pero tu madre era bruja, la magia está en tus genes, no ha desaparecido.—Asegura Bobby, colocando un pesado y viejo libro sobre la mesa. Con la taza apretada contra sus labios, Freya levanta su mirada hacia él.—Dean y Sam hablaron de una explosión de luz cuando clavaste el cuchillo en el libro. Creo que eso no fue sólo la magia de Ophelia rompiéndose y desapareciendo de él para siempre, sino también sellando tu herencia mágica.
—¿Estás diciendo que Peter, Carter y yo seguimos siendo brujos?—Freya levanta las cejas.
Bobby asiente.
—Hay muchos tipos de brujas, Freya. El trato de tu padre para tener hijos, la magia de Ophelia que se transmite generación tras generación a través de la sangre de tu familia materna... Creo que eres muy poderosa.
—¿Qué tiene que ver el trato de mi padre?
Henry se lo había contado todo a Bobby. Pero estaba claro, por la cara de confusión de Freya y su pregunta, que a ella no se lo había contado.
—Cuando tu padre hizo el trato para que tu madre pudiera quedarse embarazada... aceptó la condición que el demonio pedía a cambio.
—¿Qué condición?
—Le dijo que si quería tener hijos tenía que aceptar que esos hijos nunca serían completamente suyos. Que esos niños siempre serían parte de un plan mayor.—Explica Bobby.—Tu padre dudó en cerrar el trato cuando escuchó eso. Hasta que el demonio le aseguró que una vez que cumplierais vuestra parte de ese plan, seríais libres.—Al ver la expresión de incredulidad en sus ojos, Bobby suspira.—Sí, yo tampoco habría hecho el trato.
Freya suspira.
—Melinda fue egoísta cuando le rogó ayuda a una bruja para concebir un bebé. Y mi padre fue igual de egoísta al aceptar ese trato con un demonio. No puedes tener hijos, lidia con ello, adoptar un bebé sin familia. Pero... ¿hacer que tus hijos soporten la carga de un plan demoníaco?—Freya se pone en pie, frustrada.—Estamos condenados.
—No si matamos a Lilith.—Señala Bobby.
—No lo sabes. No sabemos nada. Estoy bastante segura de que el mundo estaría mucho mejor si Carter, Peter y yo simplemente muriéramos.
—Yo no lo estaría. Y estoy seguro de que tu padre y mucha otra gente tampoco lo estaría.
—¿Como quién? ¿Dean?—Freya levanta las cejas.—Estoy bastante segura de que Dean debe odiarme ahora mismo.
—Eso no lo sé.—Suspira Bobby.—No voy a fingir que entiendo lo que pasa por su cabeza. Pero si lo conozco, y creo que te perdonará.
—Si puedo salvarlo, tal vez.—Se encoge de hombros.—¿Cuál era tu idea?»
—Tenemos que encontrar a Lilith.—Responde Bobby señalando otro libro.—Y creo que tú puedes hacerlo.
—¿Con magia?—Freya eleva sus cejas.
—Con un pequeño hechizo, sí.—Asiente.—Pero primero deberías saber qué tipo de bruja eres.
—Buena.—Responde Freya con firmeza.—Creo. Espero.
Bobby sonríe, dejando escapar una pequeña risa.
—Eso no es lo que quiero decir.
—¿Y qué quieres decir?—Frunce el ceño.
—Hay diferentes tipos de brujas. Las que toman prestado el poder de otras fuentes, como en un trato con demonios. Están las estudiantes y...
—Las naturales.
—Así es.—Asiente Bobby.—Tú eres una natural. Por mucho que el poder viniera de otra fuente en primer lugar, ahora está en tu sangre. Eres un Legado para ser más específicos, al menos así lo llamaron tus padres.—Señala, abriendo una página del libro.
—Espera. Este... ¿Este libro fue escrito por mi padre?—Pregunta Freya, tomándolo entre sus manos para mirar la portada.
—El primero de todos.—Afirma Bobby.—Él y Laurel lo escribieron juntos.
—Nunca lo había visto.
—Sólo escribieron una copia. Laurel me lo dio poco antes de morir. Me dijo que si alguna vez lo necesitabas que me asegurara de dártelo.—
—¿Por qué no se lo dejaría a mi padre?—Freya le devuelve la mirada.
—No lo sé.—Se encoge de hombros.—Tal vez temía que su deseo de protegerte se lo impidiera.
—Entonces, este libro, ¿es sobre brujas?—Freya frunce el ceño, pasando las páginas. Bobby asiente.
—Es más bien un diario. Describe las experiencias de tu madre y de algunas de las otras brujas de tu familia cuyos diarios y notas heredó de su tía Abby.
—¿Y qué quieres que haga con él?
—Técnicamente todos podemos hacer rituales e invocar fantasmas o demonios. Con los ingredientes y las palabras adecuadas, cualquiera puede hacerlo. Con excepciones, claro. Pero tu madre quería que aprendieras a usar tus poderes y creo que esta es una buena oportunidad para que empieces a estudiar.
—Oh, genial. Más estudios.—Suspira Freya, dedicándole una sonrisa sarcástica.—Bobby, sí que sabes cómo hacerme sentir como en casa.
—He buscado todas las cosas que podrías necesitar enumeradas en el libro. Están todas en una caja en el salón.—Le informa él.
—Gracias, Bobby.—Freya le dedica una amable sonrisa mientras agarra el libro en sus manos.
Los siguientes días, Freya los pasó prácticamente encerrada en su habitación. Probando diferentes hechizos sencillos para practicar su magia y sus poderes. Pocos fueron los que consiguió terminar y obtener un resultado productivo de ellos. La mayoría de ellos eran hechizos poco útiles.
Bobby y ella apenas se veían excepto para comer, donde tampoco intercambiaban muchas palabras. Ya que cada uno estaba concentrado en su propia investigación. Todo en nombre de salvar a Dean de terminar en el infierno.
No fue hasta el último día de abril que algo cambió. Freya lo notó tan pronto como sus ojos se abrieron esa mañana. Voces distintas resonaban en la casa desde el piso inferior. Al menos tres voces distintas que ella pudo distinguir, y las tres masculinas.
—¿Que está haciendo qué?—Los ojos de Dean se abrieron de par en par al oír las palabras de Bobby.—¿Cómo has podido dejarla hacer eso? Esa magia es peligrosa. Incluso ese demonio, Ophelia, le dijo que en cuanto probara una pizca del poder podría descontrolarse y volverse adicta a él.
—Yo no la dejé hacer nada.—Bobby le corrigió.—Fue su elección, Dean. Es adulta.
—Sé que es adulta.—Resopla.
—Es lo que su madre hubiera querido.
—No me importa lo que su madre hubiera querido.
—Lo hace por ti, Dean.
—En realidad...—Los tres pares de ojos se posaron en ella al oírla hablar, observando así cómo bajaba las escaleras.—Lo estoy haciendo por mí.—Freya les devuelve la mirada.
Bueno, tal vez eso no era del todo cierto. Aunque Freya lo hacía para vengarse de la muerte de su madre y proteger a su familia, a su hermano pequeño más concretamente, una gran razón por la que había decidido probar su magia era también para salvar a Dean.
—Siento haberme ido así. Pensé que era la mejor manera de ayudarte.—Freya fijó sus ojos en los de Dean.
—Y en cambio terminaste en un hospital.—Señala él, volteándose hacia ella.
—¿Se lo contaste?—Freya mira a Bobby con incredulidad.
—No tuvo que hacerlo.—Responde Dean por él.—Carter me llamó anoche.
—¿Carter te llamó?—Freya eleva sus cejas. Dean asiente.
—Ayer. Me dijo que Dorian estaba tras Peter y Maddie.—Al ver su mirada preocupada, Dean se apresuró a tranquilizarla.—Ellos están bien, pero Carter estaba preocupado por ti.
Freya suspira aliviada, sentándose al pie de las escaleras, intentando calmar los rápidos latidos de su corazón ante la posibilidad de que Peter estuviera en peligro. Ninguno de l ellos dijo nada, guardando silencio mientras Freya se recomponía. Justo cuando estaban a punto de dejarla sola e ir a la cocina para continuar su conversación, Freya se puso en pie de un salto y se dirigió hacia el estudio de Bobby.
—Sé cómo encontrar a Lilith.—Anuncia, abriendo abría un mapa del país que yacía sobre la mesa.—He estado tratando de encontrarla los últimos dos días, pero mis poderes no funcionaban.
—¿Crees que funcionaran ahora?—Cuestiona Sam, siguiendo sus pasos.
—Merece la pena intentarlo de nuevo.—Declara, colocando un viejo dispositivo de rastreo sobre el mapa.
Era un pequeño dispositivo que tenía tres 'patas' de madera que salían de una bola de cristal en la parte superior. La bola tenía una pieza metálica plana alrededor con símbolos escritos en ella. Más abajo de las patas había otra pieza metálica, pero más grande. De la bola colgaba un péndulo afilado en el extremo para poder señalar un lugar concreto.
—Con el nombre correcto, el ritual correcto, no hay nada que no puedas encontrar.
—¿Como la ciudad en la que está Lilith?
—Oh, Sammy, cuando termine, sabremos la calle.—Le asegura ella con una sonrisa.
Sorprendidos por su nueva e inesperada confianza, Sam y Dean compartieron una rápida mirada mientras Freya comenzaba el ritual. Volviendo a mirarla, Sam y Dean vieron como el péndulo buscaba sobre el mapa hasta que se detuvo de repente.
—Ha funcionado.—Freya abre los ojos con asombro.
—Nueva Harmony, Indiana.—Lee Bobby en el mapa.—Tenemos un ganador.
—Muy bien.—Sam aparta el péndulo y mira a Freya.—Vámonos.
—Whoa, whoa, whoa, whoa. Espera.—Dean trata de detenerle.—Espera un momento, vaquero.
Sam se vuelve hacia él, confuso.
—¿Cuál es el problema?
—¿Cuál es el problema?—Dean mira a Freya y Bobby antes de continuar.—Vamos, ¿por dónde empiezo? En primer lugar, ni siquiera sabemos si Lilith es la que tiene el contrato. Solo es algo que Bela nos dijo. Y esa perra miente más que habla. ¿Vale? Segundo, aunque llegáramos hasta Lilith, no tenemos forma de atacarla. Y tercero, ¿no es esa misma Lilith la que quiere tu cabeza bien empalada? ¿Quieres que siga?
—¿Sabes que eres un aguafiestas?—Se queja Bobby.
—Sí, bueno, es un don.
—¿Qué se supone que debemos hacer entonces, Dean?—Cuestiona Freya, ganándose su atención.
—Sólo porque yo tenga que morir no implica que lo hagáis vosotros. O vamos con garantías o no iremos.—Declara.
—Vale, de acuerdo.—Suspira Sam.—Si eso es lo que quieres, tengo la solución.
—¿La tienes?—Dean frunce el ceño.
—Sí. Una forma infalible de confirmar que es Lilith y además de conseguir una verdadera daga mata-demonios.
Casi como si pudiera leerle la mente, Dean empezó a negar con la cabeza. Incrédulo de que su hermano se planteara semejante idea.
—Maldita sea, Sam, no.
—No vamos a discutir. Dean, voy a llamar a Ruby.—Declara Sam.
—¡Y una mierda! Ya tenemos suficientes problemas.
—Exacto.—Sam se acerca a él.—Y no tenemos tiempo ni elección.
—Sam tiene algo de razón.—Susurra Freya, pero su voz suena lo suficientemente alto como para que Dean pudiera oírla y resoplar en respuesta.
—Vamos chicos, ella es la Miss Universo de las zorras mentirosas, vale.—Declara Dean.—Te dijo que podía salvarme, ¿no? Falso. Parece que lo sabe todo sobre Lilith, pero se olvidó de mencionar algo. ¿El qué? Oh, cierto. ¡Que mi alma es de Lilith!
—Está bien. Es una mentirosa. Pero tiene ese cuchillo.—Señala Sam.
—Dean.—Bobby intenta que se calme, pero él lo ignora.
—Por lo que sabemos, ella podría estar trabajando para Lilith.
—Entonces dame otra opción, Dean. Quiero decir, dime qué puedo hacer.—Suplica Sam.
—Sam tiene razón.—Habla Freya, acercándose a Dean.
—¡NO! ¡MALDITA SEA!—Exclama.
Freya da un paso atrás ante su reacción mientras Bobby lo observa sorprendido.
Al notar la tensión y la mala reacción que había tenido, Dean respiró hondo antes de volver a hablar, esta vez más calmado.
—Simplemente no. No cometeremos los mismos errores otra vez.—Declara, provocando que todos le miran sorprendidos.—Si queréis salvarme, buscad otra cosa.
Los tres le observan detenidamente, viéndole caminar hacia la mesa para sentarse con una mirada completamente perdida. Mientras Sam y Freya compartían una mirada, suspirando, Bobby agarró su chaqueta.
Freya les vuelve hacia él.
—¿A dónde vas, Bobby?—Le pregunta.
—Supongo que...—Comienza, extendiendo los brazos.—...a buscar otra cosa.
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