𝟏𝟏 | danger zone
chapter eleven, act one
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Freya estaba en medio de una pesadilla mientras dormía en los asientos traseros del Impala cuando el tono de llamada de su teléfono la despertó. Aunque para Dean y Sam parecía que Freya dormía plácidamente, los recuerdos dentro de su cabeza no la dejaban en paz. Y al igual que había hecho la noche de la que procedían todos aquellos malos sueños, esta vez también fue su padre quien la despertó.
Henry tenía una idea.
Era una idea que resolvía uno de los mayores temores de Freya. ¿Y si un demonio la poseía? Ella no quería terminar como Carter. No quería hacer daño a nadie.
Pero la solución que su padre estaba proponiendo también la obligaba a enfrentar otro de sus miedos. Uno más común, mundano. Estúpido comparado con el otro. Pero aun así, Freya sintió la ansiedad recorrer su espina dorsal mientras dejaba que un hombre desconocido, lleno de tatuajes, le pusiera uno a ella.
Había sido patético, pensó. Cómo había mirado a Dean con ojos llorosos, suplicándole que le cogiera la mano en un silencio aún más patético. Freya tenía la costumbre de hacerse la dura. Eso era parte del ADN de los hermanos mayores, había pensado siempre. Ella nunca pedía ayuda para nada y Dean lo sabía. Pero también conocía la mirada que ella le había dirigido aquella noche en la tienda de tatuajes. Así que, aceptando su súplica silenciosa, Dean entrelazó su mano con la de ella, dedicándole a su vez una pequeña sonrisa tranquilizadora. Su tacto fue como un calmante para su dolor y sus miedos. Freya se sintió segura mientras aquella aterradora aguja pinchaba su piel varias veces para imprimir aquel extraño dibujo en la parte alta de su espalda.
Dean y Sam fueron los siguientes en tatuarse el mismo símbolo en el pecho. Justo en el lado de sus corazones. Ambos afrontando esa situación con mucha más compostura que ella. O que su hermano pequeño.
—Pero... los tatuajes duelen, ¿no?—Peter se movió nervioso junto a Maddie mientras entraban en aquella tienda de tatuajes de San Francisco.
—Depende de dónde te lo pongas.—Le contestó ella. Peter asintió levemente mientras su cabeza seguía dando vueltas a sus pensamientos.
—No entiendo por qué tenemos que hacer esto. Mi padre dijo que hay amuletos.
—Y también dijo que es fácil que te los quiten.
—Sí, pero... Tú no querías tener nada que ver con este mundo. ¿Por qué vas a dejar que te pongan una marca que te recordara para siempre lo que pasó? ¿Lo de tu madre, lo de la otra noche?—Cuestionó Peter, realmente confundido.
—Lo recordaré de todos modos.—Maddie se encogió de hombros.—Al menos así estaré a salvo.
—Aunque no puedan poseerte seguirán pudiendo atacarte, lo sabes, ¿verdad?
Sus palabras fueron como cuchillos atravesando su pecho. Por supuesto que lo sabía, pero pensar que el tatuaje sería la solución a todos sus problemas la hacía sentir de algún modo mejor. Aunque sólo fuera por unos días, unas horas, unos segundos.
—Sé que estás asustado, pero no tienes que ser un imbécil por eso.
Peter se sintió mal de inmediato cuando vio el dolor en sus ojos. Había visto esa mirada antes en otras personas. Todos los amigos que había tenido acababan alejándose de él con esa misma mirada. Peter era su propio botón de autodestrucción. Freya era la única que nunca se había ido de su lado a pesar de lo mal que la trataba a veces.
Pero, por primera vez, Peter tampoco quería perder a un amigo de esa manera. Así que se acercó a Maddie y le cogió la mano, dándole un apretón.
Sorprendida por el gesto, Maddie se volvió hacia él, viendo la expresión de arrepentimiento en sus ojos. Rápidamente le dedicó una sonrisa tranquilizadora, apretando con más fuerza su mano para asegurarse de que sabía que todo estaba bien y que no se separaría de él.
Su mano permaneció agarrada a la de él mientras le hacían el tatuaje. Porque si algo tenían en común los tres hermanos Holloway era su miedo a las agujas.
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Bela tenía una curiosa forma de hacerles la vida imposible a los Winchester. Primero les robó el Colt. Lo que les dejaba sin un arma para matar demonios si no fuera porque aún tenían el cuchillo de Freya. Y entonces, justo cuando finalmente pensaron que la habían encontrado, ella los delató a la policía. A un agente especialmente decidido a encontrarlos después de que hubieran cometido acciones ilegales para resolver dos casos sobrenaturales muy difíciles de explicar a alguien que no tenía nada que ver con ese mundo.
Ahora bien, el agente Henriksen no buscaba a Freya por ningún motivo, pero estar con dos criminales como los hermanos Winchester le daba autoridad para detenerla a ella también.
Él parecía muy complacido observándolos desde fuera de la celda de aquella comisaría de Monument, Colorado.
—¿Sabéis lo que intento decidir?—Cuestiona Henriksen.
—No lo sé. ¿Qué? ¿Si la viagra te ayudará con tu pequeño problema?—Responde Dean, sentándose al lado de Freya.
—Qué pedir hoy para cenar.—Le corrige.—¿Filete o langosta? Qué demonios. Tomaré las dos cosas.—Sonríe recibiendo una sonrisa cínica por parte de Dean.—Tengo mucho que celebrar. Quiero decir, después de todo, veros a encadenados...
—Pervertido hijo de puta. No nos van esas cosas.
—Muy gracioso.
—Sabes, yo no le echaría mantequilla a ese sueño aún. No nos atrapaste en el banco, luego salimos de esa cárcel.—Señala Dean.
—Tienes razón. Metí la pata. Os subestimé.—Admite Henriksen.—No contaba con que fueseis tan listos, pero ahora estoy preparado.
—Sí, ¿preparado para perdernos otra vez?—Responde Dean, levantando sus cejas.
—Van a reteneros en una prisión de máxima seguridad en Nevada hasta el juicio. En una celda de aislamiento, insonorizada y sin ventanas, tan pequeña que, entre tú y yo, debe de ser inconstitucional.
Sam y Dean lo observan en silencio, dándose cuenta de que Henriksen hablaba en serio.
Freya, en cambio, se sentía extrañamente tranquila. Henriksen no tenía nada contra ella aparte de haberla encontrado con dos criminales que habían escapado de una prisión. Es decir, podía mentir y decir que la habían secuestrado, aunque eso no tenía mucho sentido dada la estrecha relación que parecía tener con los hermanos Winchester. Podría alegar Síndrome de Estocolmo. Si la dejaban libre podría buscar la forma de liberar a Dean y Sam. Aunque eso no parecía muy posible si los ponían en una prisión tan segura como la que Henriksen estaba describiendo.
—¿Qué te parece eso?—Dean permaneció en silencio ante su pregunta. Intentando a su vez no mostrar ninguna expresión de miedo o derrota.—Mira bien a Sam. No volveréis a veros en la vida.
Sam y Dean se mantienen en silencio mientras miran a Henriksen, desconcertados.
—Ahora, tú.—Henriksen se vuelve hacia Freya. Sus ojos escrutándola, buscando cualquier cosa que confirmara que ella era tan culpable como ellos.—¿Qué eres, la chica lista que hackea y ayuda desde fuera, eh? Los sacaste del banco y de la cárcel, ¿no?
Dejando escapar un suspiro, Freya se removió en su asiento, levantando su mirada hacia él.
—Estoy segura de que te encantaría que mi respuesta fuera sí, pero te equivocas. Apenas los conozco.—Responde en un tono tranquilo.
—¿Ah, sí?—Alza las cejas con escepticismo. Freya asiente.—Bueno, eso puede ser cierto, pero no borra tu pasado. Dime, ¿te suena esto de algo?—Cuestiona, sacando una página de un viejo periódico del bolsillo interior de su traje.—La noche del 2 de mayo de 1994, Carter Holloway se despertó e inexplicablemente comenzó a atacar y perseguir a toda su familia por la casa en lo que podría describirse como una escena de una película de terror. Laurel Holloway, su madre, fue encontrada muerta en la cocina con varias puñaladas. La hija mediana, Freya Holloway, fue encontrada con su hermano pequeño, Peter. Ella estaba sangrando mientras sostenía al niño en brazos después de que su hermano le hubiera extirpado el bazo con el mismo cuchillo utilizado para apuñalar a su madre. Mientras que el padre, Henry Holloway, fue encontrado en el patio trasero de la casa, inconsciente.
Al notar las miradas confusas y llenas de dudas de Sam y Dean, Freya se movió nerviosa en su asiento. Lo que sólo hizo que afirmar que Henriksen tenía razón.
—No había señales de Carter. Hasta el día de hoy no lo han encontrado.—Henriksen continúa hablando.—Muchos policías estamos obsesionados con este caso. ¿Por qué un chico al que todos describían como amable y bueno haría algo así? A la hermana pequeña a la que tanto protegía y cuidaba. Tenía que ser un psicópata que simplemente enloqueció, Dios sabe por qué. Tal vez viene de familia. ¿Qué dices, Freya? ¿Fue todo un complot? ¿Todos querían a vuestra madre muerta? Porque si no, no entiendo por qué tu padre se ha asegurado a lo largo de los años de que nadie recuerde aquella trágica noche.
Dean la observó atentamente. Notando cómo apretaba los puños con frustración, cómo sus músculos se tensaban y el color rojo de la ira subía a sus mejillas.
Entonces, antes de que estallara, Dean interrumpió el interrogatorio de Henriksen, atrayendo de nuevo su atención hacia él.
—Te equivocas con nosotros.
—Ah, sí. Lo había olvidado. Lucháis contra monstruos.—Asiente Henriksen.—¿Qué? ¿Vas a decirme que su hermano también era un monstruo?
—Poseído por uno.—Corrige Freya en un susurro, respondiendo a una de las muchas preguntas que rondaban las cabezas de Sam y Dean.
—Poseído.—Repite Henriksen con incredulidad.—Lo siento, chicos. Creo que la verdad es que vuestros papis os lavaron el cerebro con toda esa palabrería sobre el diablo y sin duda eso os hizo como sois. Eso es todo. Esa es la realidad.
—¿Por qué no cierras la boca?—Se queja Dean, molesto por la mención de su padre.
—Bueno, adivina qué. La vida es un asco. Cómprate un casco. Porque todo el mundo tiene una triste historia. Pero no todo el mundo se convierte en un asesino.
El sonido de un helicóptero acercándose se oyó desde la distancia en el mismo momento en que un escalofrío recorrió la espina dorsal de Freya. No era como el que había sentido en Mystery Spot, pero era igual de inquietante.
—Y ahora yo tengo tres menos de los que preocuparme.—Sonríe Henriksen antes de volver a mirar a Freya.—Así es, Freya, tres. Porque gracias a ti he cerrado uno de los casos más antiguos de la policía.—Mira su reloj, dándole un pequeño golpecito.—Hora de cenar, chavales.—Ríe, abandonando la sala.
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Dean y Sam no le hicieron ninguna pregunta durante los siguientes minutos. Freya no sabía qué era peor, si el silencio con el que estaban tratando la situación o la alternativa de que le hicieran un millón de preguntas. Tampoco importó mucho, pues la puerta de la sala de celdas no tardó en volver a abrirse. Freya fue la primera en levantar la vista hacia ella, observando un hombre entraba en compañía de alguien a quien ella reconoció de inmediato.
—Puedo andar, muchas gracias.—El chico refunfuñó mientras el hombre lo empujaba hacia la otra celda. Dejando escapar un bufido sus ojos azules se encontraron con la verde mirada de su hermana pequeña. Una sonrisa se asomó entonces entre sus labios al verla encerrada en una celda.—Hola, listilla.
Dean y Sam, que observaban la escena en silencio, miraron a Freya al notar cómo se movía incómoda a su lado.
—Carter y Freya Holloway. Sam y Dean Winchester.—Habla el policía mientras cierra la celda donde había metido a Carter.—Soy el subdirector Steven Groves. Es un placer.
—Bueno, me alegro de que alguien así.—Responde Dean.
—Llevaba mucho tiempo esperando a que salierais de vuestro escondite.—Admite Steven, antes de levantar su arma y disparar a Dean en el hombro izquierdo. Dean gruñó, cayendo hacia atrás, mientras Sam se puso en pie para forcejear con Steven a través de los barrotes.
Freya apenas había procesado la llegada de su hermano mayor cuando Steven hizo varios disparos más en la celda. Por suerte, estos no le alcanzaron antes de que Sam agarrará el brazo del hombre. Recuperando el control de su cuerpo y mente, Freya se inclinó hacia Steven a través de los barrotes de la celda, empezando a recitar un exorcismo en latín. Eso hizo que la cabeza de Steven se moviera de un lado a otro.
—Lo siento, tengo que darme prisa. Va a ser una noche muy larga, chicos.—Habla el demonio en su interior, mostrándoles sus ojos negros antes de abandonar el cuerpo de Steven.
—Sí, eso apesta.—Comenta Carter al ver el cuerpo de Steven caer al suelo.—Al menos está muerto.
Sam, Dean y Freya volvieron sus miradas hacia él justo cuando dos agentes entraban en la sala con Henriksen detrás de ellos. Al ver la pistola en la mano de Sam, este último no lo dudó y le apuntó con su arma.
—¡Baja el arma!—Grita uno de los agentes.
—Espera. De acuerdo. Espera.—Suplica Sam agachándose para dejar el arma.
—¡Le ha disparado!
—No es verdad. Yo no he disparado a nadie.
—¡Él me disparó a mi!—Dean señala el cuerpo de Steven mientras Freya se coloca a su lado con una mirada de preocupación en los ojos.
—¡De rodillas, AHORA!—Exclama Henriksen.
—Vale, vale, vale. No dispares. Por favor. Mirad. Tenga. Tenga.—Sam hizo caso a sus órdenes, pasándoles el arma a través de los barrotes.—No le hemos disparado. Comprueben el cuerpo. No hay sangre. No le hemos matado.
Con dudas, uno de los agentes decidió hacerle caso, arrodillándose y revisando el cuerpo de Steven.
—Vic, no hay herida de bala.—Dijo el agente entonces.
—Debe de llevar meses muerto.—Comenta Carter, apoyándose en los barrotes de su celda.
—¿Qué le habéis hecho?—Henriksen se vuelve hacia él.
Carter levanta las manos.
—No le hemos hecho nada.—Habla Dean, recuperando su atención.
—Habla o disparo.—Amenaza Henriksen, ahora apuntándole a él con su arma.
—De todas formas no nos creerán.—Señala Freya.—Estaba poseído.
—¿Poseído? Claro.—Se burla Henriksen.—¡Preparad el helicóptero! Vamos a sacarlos de aquí ahora.
—¡Sí! ¡Hazlo!—Exclama Freya, comenzando a enfadarse. Aun así, intentó mantener la calma lo máximo posible mientras trataba de revisar la herida de Dean.
—¿Bill?—Habla uno de los oficiales por el walkie-talkie. Pero lo único que recibió como respuesta desde el otro lado fue estática.—Bill, ¿estás ahí?
Mientras los demás agentes seguían con sus armas apuntando a Sam, Freya, Dean y Carter, este último salió de la sala de celdas tras recibir un gesto de asentimiento de Henriksen.
—Están muertos. Creo que están todos muertos.—La voz de ese mismo agente llegó a través del walkie-talkie unos minutos después. Los ojos de Freya se encontraron rápidamente con los de su hermano mayor. Carter dio un paso atrás en su celda, dándose cuenta de lo que eso significaba. Si un demonio los había encontrado, otros también. Y eso le aterraba.
Entonces, se oyó un fuerte estruendo desde el exterior.
—¿Qué demonios ha sido eso? ¿Reidy? ¡¿Reidy?!—Cuestiona Henriksen por su walkie-talkie, pero nadie le respondió.—¿Qué demonios ha sido eso? ¿Reidy? ¿Reidy?
—Vamos a morir todos.—Sam, Dean y Freya pudieron oír con más claridad los murmullos de Carter una vez que Henriksen y los agentes se marcharon. El mayor de los hermanos Holloway se encontraba acurrucado en una de las esquinas de su celda, con las manos en la cabeza mientras se mecía ligeramente.—Vamos a morir todos. Él va a hacer que os mate a todos. Es como el 2 de mayo de 1994 otra vez. El 2 de mayo de 1994 otra vez.
Apartándose de Dean, Freya se agarró a los barrotes de la celda y miró a su hermano mayor con pena.
—Carter, escúchame. No estamos en mayo del 1994, ¿vale? Nadie va a obligarte a hacer nada.
—Se va a meter dentro de mí y va a terminar lo que empezó aquella noche. Te va a matar.—Asegura Carter, levantando su mirada para encontrarse con la de ella.
Freya tragó saliva con fuerza. Parpadeó varias veces y dio un paso atrás al recordar la noche de la que hablaba su hermano.
En cuanto su espalda chocó contra el pecho de Dean, ella pareció volver a la realidad. Rápidamente, le dedicó una pequeña sonrisa tranquilizadora y empezó a curarle la herida de bala del hombro sin decir nada más. Sam entrecerró los ojos, observándolos a ellos y a Carter en silencio.
Ni él ni Dean pudieron evitar darse cuenta de que aquella fecha también era significativa para ellos. El 2 de mayo también era el cumpleaños del menor de los Winchester.
—Está bien, no seas tan quejica.—Freya suelta una pequeña risa cuando Dean gruñe una vez más.
—¿Cuál es el plan? ¿Matar a todo el mundo en la comisaría para salir de aquí?—Cuestiona Henriksen al volver a entrar en la sala.
—¿De qué demonios estás hablando?—Gruñe Dean.
—Estoy hablando de vuestros amigos psicópatas. Hablo de un baño de sangre.
—Oye, te prometo que quien esté ahí fuera... no está aquí para ayudarnos.
—Tiene que creernos. Todos corremos un terrible peligro.—Sam trata de hacerle entender.
—¿Tú crees?—Henriksen le devuelve la mirada.
—Todos vamos a morir. Va a matarnos a todos.—Murmura Carter una vez más.
—¿Y a él qué demonios le pasa?—Pregunta Henriksen, mirándole con confusión.
—¿Qué? ¿Crees que mi padre lo metió en un psiquiátrico sólo por diversión? Está mentalmente enfermo y traumatizado.—Señala Freya, devolviéndole la mirada.
—Entonces no debería haber matado a tu madre.—Resopla Henriksen.—¿Realmente lo estás defendiendo, después de lo que te hizo?
—Él no hizo nada. Ya te lo he dicho. Estaba poseído.—Freya se puso de pie mientras Henriksen rodaba los ojos.—¿Por qué no nos dejáis salir de aquí para que podamos salvaros el culo?
—¿De qué? ¿Vas a decir 'demonios'?—Al ver que Freya permanecía en silencio, Henriksen resopló con frustración. —No te atrevas a decir 'demonios'. Déjame deciros algo. Deberías tenerme mucho más miedo a mi.—Asegurs antes de darse la vuelta y marcharse.
Dejando escapar un suspiro, Sam se sienta junto a su hermano.
—¿Qué tal tu hombro?—Le pregunta.
—Estupendamente.—Responde Dean, tirando el papel manchado de sangre.—Viviré. Ya sabes, si salimos vivos de aquí. ¿Tienes algún plan?
Sam niega, comprobando la herida de salida de la bala en la parte posterior del hombro de Dean, lo que provocó que este formara una mueca de dolor.
Apoyada contra los barrotes de la celda, Freya observó a su hermano mayor con lástima. Nunca lo había visto así. Tan traumatizado y asustado. Una parte de ella siempre había querido seguir viéndolo como el villano, pero ahora veía con más claridad que sólo había sido una víctima más.
Entonces la vio a ella. Por el rabillo del ojo, Freya pudo ver cómo la chica que se aferraba a su rosario cuando entraron en la comisaría se asomaba ahora por una esquina, observándoles desde la distancia.
—Hey.—Habla Freya. Asustada de ser descubierta, la chica retrocedió.—Eh, por favor. Por favor. Necesitamos tu ayuda. Es... es Nancy. Nancy, ¿verdad?—Ella se me tuvo en silencio, pero Freya estaba segura de su suposición. —Nancy, han disparado a mi... mi amigo. Está sangrando mucho. ¿Crees que podrías traernos una toalla? ¿Por favor? ¿Sólo una toalla limpia? No somos los malos. Lo juro.—Suplica Freya mientras Sam y Dean le dedicaban una pequeña sonrisa.
A pesar de los esfuerzos de Freya, Nancy les observo durante unos segundos con rostro asustado antes de darse la vuelta y marcharse.
—Buen intento.—Comenta Dean.
Dejando escapar un suspiro, Freya se sentó a su lado. Pero, entonces, al darse la vuelta vio a Nancy acercándose a la celda con una toalla limpia en la mano.
—Gracias.—Sam se puso en pie mientras ella se acercaba con cuidado.—No pasa nada.—Sam extendió las manos esposadas.
Con movimientos lentos y cuidadosos, Nancy metió la toalla entre los barrotes mientras Sam le sonreía. Ligeramente más tranquila, ella le devolvió la sonrisa. Pero entonces, de repente, Sam agarró el brazo de Nancy y la atrajo contra los barrotes.
—¡Suéltala! Suéltala.—Ordena uno de los agentes, entrando en la sala con un rifle tras oír los gritos de la chica. Sam hizo caso a su orden y soltó a Nancy.—¿Estás bien, Nance?—Cuestiona el hombre, apuntando a Sam con el arma. Ella asintió levemente mientras él volvía a mirar a Sam.—Si volvéis a intentar algo, disparo. Y no en el brazo.
—De acuerdo.—Asiente Sam, viéndoles alejarse.
—¿Qué demonios ha sido eso?—Se queja Freya, golpeando el brazo de Sam con confusión.
Sam le devuelve la mirada, mostrándole el rosario de Nancy que ahora sostenía en su mano.
Freya suspira mientras Dean deja escapar una suave risa. El rosario, aunque parecía inútil, era su mejor arma ahora que sabían que había demonios alrededor. Y después de que le hubieran quitado el suyo a Freya, robar el de Nancy era su única opción.
Sentándose de nuevo junto a Dean para seguir curándole la herida de bala, ahora con la ayuda de aquella toalla para detener la hemorragia, Freya dejó escapar un profundo suspiro.
Dean la mira con preocupación.
—¿Estás bien?
—Sí, muy bien. No es como si estuviéramos encerrados y amenazados por demonios. Todo mientras Henriksen exponía el mayor trauma de mi familia y traía a mi ex poseído, asesino y traumatizado hermano mayor.—Suspira ella.
—Bueno, al menos no te han disparado.—Comenta él.
—Creo que el disparo dolería menos.—Admite, desviando la mirada hacia Carter.
Dean asiente levemente, mirándolo durante unos segundos antes de volver su mirada a Freya.
—Así que esto es lo que has estado ocultando, ¿eh?—Pregunta.
—Sí.—Asiente Freya, dejando escapar un suspiro.
—¿Salem?
—Mi padre lo tenía encerrado en una institución mental para protegerlo. Tuve la gran idea de visitarlo después de más de 10 años sin verle.
Sam, que había estado escuchándoles, se sentó al lado de Freya.
—¿Por qué querría un demonio matar a tu madre? ¿A toda tu familia?—Cuestiona, confundido.
—Ella rompió un trato.—Les explica Freya.—A mi madre no se le permitía usar su magia, la cual pertenecía a Ophelia, después de que le devolvieran la vida a Christine tras la masacre del campamento.
—Un poco macabro, ¿no crees?—Resopla Dean.
—¿Qué esperabas de los demonios?—Señala ella.
—Querían castigarme a mí también.—Habla Carter, ganando su atención.—Querían matar a Peter, castigarte a ti y transformarme en uno de ellos.
—¿Qué?—Freya lo observa con el ceño fruncido.
—Todavía no sé por qué, pero le oí decir eso en mi cabeza.—Responde en un susurro, manteniendo su mirada en el suelo.—Y ahora vienen a por todos nosotros.
—¿También le has oído decir eso?—Freya se pone en pie, alarmada. Carter asiente.—¿Cuándo?
—Ahora mismo.
—Espera, ¿qué? ¿Tienes algún tipo de conexión con la radio demoníaca?—Dean lo mira con incredulidad.
—Sí, algo así.—Asiente Carter con una sonrisa divertida en los labios que sólo podía compararse con la de Peter. Su parecido trajo una cálida sensación de familiaridad a Freya, calmando sus nervios y dándole exactamente lo que necesitaba para confiar en él.
—Podrían estar poseyendo a cualquiera ahora. Cualquiera podría entrar.—Señala Sam.
—Es un poco raro, ¿no?—Dean mira a su hermano.—Quiero decir que es como si vinieran a por nosotros. Nunca lo habían hecho.—Sonríe Dean.—Han puesto precio a nuestras cabezas. ¿Crees que es porque somos increíbles? Yo creo que es porque lo somos.—Su sonrisa desaparece al ver la seria mirada de Sam.
Freya ignora su conversación, fijando su mirada en el hombre que acababa de entrar en la zona de celdas. Rápidamente lo reconoció como el sheriff y pensó que les haría algunas preguntas. Sin embargo, el hombre se acercó a la celda donde estaban encerrados los tres y la abrió.
—Hola, sheriff.—Habla Dean, poniéndose de pie.
—Es hora de irnos, chicos.
—Eh... ¿sabes qué? Estamos... estamos muy cómodos aquí. Pero gracias.—Freya da un paso atrás con una pequeña sonrisa nerviosa en los labios.
—¿Qué cree que estás haciendo?—Cuestiona Henriksen, apareciendo en la puerta de la celda.
—No pienso quedarme esperando la muerte. Intentaremos una fuga.—Le responde el sheriff, devolviéndole la mirada.
—Esto es más seguro.
—Hay una instalación SWAT en Boulder.
—No vamos a ninguna parte.—Declara Henriksen, entrando en la celda.
—¿Cómo que no?—El Sheriff extiende la mano para agarrar el brazo de Freya, sujetándola con fuerza. Pero antes de que pudiera hacer nada Henriksen sacó su pistola y le disparó en la cabeza.
Tan pronto como eso sucedió, Dean y Sam forcejearon con Henriksen. Mientras él intentaba liberarse de su agarre, Freya le agarró la cabeza y le sumergió en el agua del retrete. Este agua, ahora bendecida gracias al rosario de Nancy, comienza a quemar su piel mientras Freya pronuncia el exorcismo.
Dean se agacha y agarra la pistola de Henriksen para apuntar al oficial que se acercaba a ellos con un rifle.
—¡Atrás!—Exclama Dean.
El demonio dentro de Henriksen levantó la cabeza del agua. La piel le ardía mientras gritaba. Sustituyendo a Freya, Sam lo empujó de nuevo hacia el váter mientras ella continuaba con el exorcismo.
—¡Daos prisa!—Les dice Dean cuando el demonio volvió a levantar la cabeza. Sus ojos ahora completamente negros.
—Es demasiado tarde. Ya los he llamado. Están de camino.—Anuncia antes de que Sam vuelva a meterle la cabeza en el agua y Freya terminara el exorcismo.
Dando un paso atrás, Henriksen gritó. Humo negro salió de su boca, disparándose hacia la rejilla de ventilación del techo.
—¿Está... está muerto?—Cuestiona Nancy al ver el cuerpo de Henriksen caer al suelo. Antes de que ninguno de ellos pudiera responder, Henriksen recobró el conocimiento y tosió.
—¡Henriksen! ¿Vuelve a ser usted?—Le pregunta Sam.
—Yo... yo disparé al sheriff.—Murmura, sentándose en la cama de la celda.
—Pero no mató al official.—Bromea Dean con una sonrisa. Freya y Sam lo miraran incrédulos.
—Hace cinco minutos, estaba bien, y luego...
—Déjame adivinar.—Habla Carter desde su celda.—¿Una nube de humo negro se te metió por la garganta?
Henriksen le mira y asiente.
—Estabas poseído.—Le explica Sam.
—Sí, bienvenido al club, amigo.—Sonríe Carter.
—¿Poseído, como... poseído?—Henriksen les observa confundido.
—Te debo el mayor 'te lo dije' de la historia.—Declara Dean, devolviéndole el arma.
—Oficial Amici.—Henriksen se pone en pie y se dirige hacia el otro oficial de la sala.—Las llaves...—El oficial Amici le hace caso y Henriksen abre las cadenas de Sam, Dean y Freya.—Muy bien, ¿cómo sobrevivimos?
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—¿En serio vas a dejarme esposado?—Se queja Carter, siguiendo los pasos de su hermana por la comisaría.
—Te he sacado de la celda, eso es lo mejor que vas a conseguir. Deja de quejarte.—Responde, pasando junto a Henriksen y el agente Phil Amici, quienes se encontraban preparando sus armas.
—Estupendo. Así que tu novio, su hermano y tú podéis luchar contra demonios, pero a mí me dejáis indefenso.
Dejando escapar un suspiro, Freya se detiene y se voltea para mirarle.
—Quédate a mi lado. Si entran, te quitaré las esposas. Te lo prometo.
Carter entrecierra los ojos, observándola durante unos segundos. Podía percibir la falta de confianza en su mirada. No podía culparla, él tampoco confiaba en sí mismo, mucho menos con tantos demonios tras ellos.
—De acuerdo. Suspira.
Carter se quedó quieto en medio del pasillo mientras Freya se acercaba a Dean para curarle la herida ahora que por fin tenía un botiquín. Fue el sonido de la pintura en aerosol que Sam estaba usando para dibujar trampas para demonios en cada puerta y ventana lo que lo sacó de sus pensamientos y lo hizo continuar su camino para alcanzar a su hermana.
—Eso está bien, pero no servirá de mucho.—Comenta Dean al ver a Phil y Henriksen entrar en la habitación con un montón de armas.
—Tenemos un arsenal.—Señala Phil.
—No se mata a un oso con un palo. Solo se le cabrea.
—¿Qué necesitas?—Pregunta Henriksen.
—Sal. Mucha, mucha sal.
—¿Sal?—Phil frunce el ceño.
—¿Es que hay eco aquí?—Resopla Freya, haciéndole rodar los ojos.
—Hay sal de carretera en el almacén.—Señala Nancy, interviniendo en la conversación.
—Perfecto. Perfecto. Necesitamos sal en cada ventana y en cada puerta.—Señala Dean. Henriksen y Phil asienten, saliendo de la habitación para buscar la sal, pasando así junto a Carter.
—¿Cómo lo llevas, Nancy?—Le pregunta Freya cuando esta le entrega la cinta para el vendaje de Dean.
—Bien.—Responde, haciendo una pequeña pausa.—Cuando era pequeña, volvía a casa de la iglesia y empezaba a hablar del diablo. Mis padres me decían que dejara de ser tan literal. Supongo que yo tenia razón, ¿no?
—Esa es una buena manera de verlo.—Comenta Carter, recibiendo una mirada de advertencia por parte de su hermana.—¿Qué? Yo solía decirle a papá que oía voces en mi cabeza y él me ignoró completamente hasta que un día esa voz se apoderó de mi cuerpo y...
—Vale, lo entiendo.—Le interrumpe Freya, volviendo su atención a la herida de Dean, colocando el último trozo de esparadrapo sobre su vendaje.—Esto debería aguantar.
Dean le devuelve la mirada, dedicándole una suave sonrisa.
—Gracias.
Freya asiente, alejándose de él mientras Phil volvía a entrar en la habitación con algunas bolsas de sal.
—Oye, ¿dónde está mi coche?—Le preguntó Dean.
—En el aparcamiento de atrás.
—Vale.—Asiente, poniéndose la camisa.
—Espera. No vas a salir ahí, ¿verdad?
—Necesito algo del maletero.—Le explica, saliendo de la sala.
—Espera, ¿hablas en serio?—Freya le sigue los pasos, llena de preocupación, bajo la atenta mirada de su hermano mayor.
—Nuestras armas están ahí.—Señala Dean.—Tu cuchillo está ahí. Es lo único que puede matar demonios.
Freya suspira, sabiendo que tenía razón.
—De acuerdo, pero ten cuidado.
—Siempre lo tengo.
Rodando los ojos, Freya deja escapar un suspiro antes de ponerse de puntillas para unir sus labios en un beso.
Sorprendido por ese gesto, Dean tarda unos segundos en reaccionar, pero pronto sus manos encontraron las mejillas de Freya, acercándola a él mientras profundizaba el beso. Fue el carraspeo de Carter detrás de Freya lo que les obligó a separarse. Molesta por la interrupción, Freya se dio la vuelta para mirarle mientras Dean aprovechaba para marcharse a por las armas.
—Lo siento, hermanita.—Habla Carter mientras ella dejaba escapar un suspiro frustrado al ver a Dean salir de la comisaría.—Pensé que querrías recuperar esto.
Al ver el collar de su madre en sus manos, Freya se acercó a él para agarrarlo, pero Carter dio un rápido paso atrás.
—Quítame las esposas.
—Ya hemos hablado de esto. No a menos que sea necesario.—Responde ella.
—Lo será.—Asegura.—Te olvidas de mi... ¿cómo lo llamó Dean? Ah, sí, conexión a la radio demoníaca.
Como si lo hubiera invocado, Dean regresó a la comisaría mucho más rápido de lo que esperaban, interrumpiendo su discusión.
—¡Ya vienen! Deprisa.—Exclama, pasando junto a ellos con un montón de armas y otras cosas en sus manos.
Un humo negro golpeó la ventana cerca de Nancy, haciéndola gritar mientras Sam, Dean, Freya y Carter corrían hacia el área de la oficina principal, donde se encontraba Henriksen. Sin perder un segundo más, Freya sacó las llaves de las esposas de sus pantalones y liberó a su hermano mientras Dean le arrojaba un arma a Sam.
Las luces de la sala principal empezaron a parpadear, haciendo la habitación mucho más oscura mientras Nancy apretaba la cruz que llevaba al cuello. Momentos después, mientras Dean le entregaba a Freya su cuchillo, polvo comenzó a llover del techo y el edificio tembló.
—¿Estáis todos bien?—Pregunta Sam cuando el humo negro de las ventanas desaparece y todo vuelve a quedar en silencio.
—Define 'bien'.—Responde Henriksen.
—Muy bien, quiero que todos os pongáis esto.—Dean se vuelve hacia ellos, dándoles a cada uno un amuleto de protección de los que Bobby les había dado a Sam y a él.—Evitarán que seáis poseídos. Ahí tienes.
—Uno pensaría que papá habría sabido de este tipo de cosas y me habría dado uno a mí.—Comenta Carter cuando Dean le entrega uno a él.
Como si le hubiera abierto los ojos, Freya giró la cabeza hacia él, mirándolo detenidamente mientras asimilaba sus palabras. Tenía razón.
—¿Qué hay de vosotros tres?—Pregunta Nancy con preocupación y confusión.
Dean y Sam se bajan el cuello de la camisa para mostrar el tatuaje del símbolo de protección que llevaban impreso en el lado izquierdo del pecho. Cuando Freya volvió a la realidad, se dio la vuelta y se apartó el pelo para mostrar el tatuaje en la parte superior de su su espalda, justo bajo su cuello.
—Muy inteligente.—Admite Henriksen.—¿Los lleváis hace mucho tiempo?
—No el suficiente.—Suspira Sam.
—Sí, definitivamente, tan pronto como salga de aquí voy a conseguir uno de esos. ¿Puedo hacerle una foto?—Cuestiona Carter, mirando a su hermana.
—Te lo dibujaré.—Responde Contestó ella, caminando hacia uno de los escritorios. Carter sonríe, siguiéndola.
—Gracias, listilla. Te quiero.
—Lo que tú digas.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Habían pasado unos minutos desde el ataque del humo negro. La comisaría había permanecido en silencio desde entonces y todos se habían dispersado por el lugar para cubrir más territorio en caso de que alguno de ellos entrara.
Freya había decidido quedarse cerca de su hermano, así que en ese momento ambos se encontraban sentados en el suelo de uno de los pasillos, justo al lado de una de las entradas.
—¿Crees que le caeré bien a Peter?—Carter rompió el silencio que había entre ellos.
—Claro, siempre y cuando no sepa lo que le hiciste a mamá.—Le responde Freya, acompañado de un suspiro.—¿Por qué te importa? ¿De verdad crees que papá te dejará volver a casa?
—¿Con un tatuaje como el tuyo? ¿Por qué no lo haría?—Señala Carter.—Eso bloqueará a los demonios, ¿verdad? No podrán poseerme ni meterse en mi cabeza.
—No lo sé.—Se encoge de hombros.
—No importa. Yo tampoco sé si quiero volver.—Admite Carter.—Es que... A veces me gusta pensar en Peter, ¿sabes? Imaginar cómo es. Dime, ¿se parece en algo a mí?
—Tiene tus ojos. Azules como el cielo.
—Ese es mi chico.—Carter sonríe con orgullo.—Espera, no me digas, ¿es rubio?
Freya asiente.
—Y de pelo rizado, como papá.
—Claro que lo es.—Suspira.
—Es como mamá en muchos aspectos.—Recuerda Freya.—Demasiado listo para su propio bien y lleno de ideas ingeniosas. También le encantan las películas de miedo.
—Claro que sí, son las mejores.—Sonríe Carter.
—Por cierto, ha ampliado tu colección de DVDs.
Carter la mira sorprendido.
—¿Papá no la tiró?
Freya niega.
—Le dijo que era de mamá.
—Bueno, sea como sea. Probablemente nunca lo conoceré, y si lo hago probablemente me odiará, pero... Me gusta saber que tenemos algo en común.
Freya cierra los ojos con frustración.
—Esos demonios nos robaron nuestra infancia, nuestra familia. ¿Por qué? ¿Por qué a nosotros?
—Te lo dije...
—Sí, somos especiales. O eso creen ellos. Pero... ¿por qué?—Cuestiona ella.—¿Porque mamá era descendiente de brujas? Para empezar, eso es culpa de Ophelia.
Carter niega.
—Creo que hay algo más que eso. Cuando Dorian habló con papá la otra noche mientras estaba en mi cuerpo, habló de una profecía. Él y Ophelia quieren destruir las creaciones de Dios.
—¿Las creaciones de Dios? ¿Como los Cielos y la Tierra?—Freya frunce el ceño.
—Sí, eso creo.
—Eso suena a ficción.
—Suena como un presagio.—Corrige su hermano.
Antes de que Freya pudiera decir nada, se oyó un fuerte estruendo. Poniéndose de pie, Freya y Carter corrieron a la oficina donde Dean, Sam y Henriksen acababan de entrar.
—¿Cómo la matamos?—Cuestiona Henriksen, apuntando con su rifle a la mujer atrapada dentro de una trampa para demonios.
—No lo hacemos.—Respondió Sam, bajando el rifle de Henriksen al reconocer a la mujer.
Ruby.
—Es un demonio.—Señala Henriksen.
—Viene a ayudarnos.
—¿Estás bromeando?—Cuestiona Phil desde la esquina, donde se encontraba junto a Nancy.
Dean y Freya suspirarán con exasperación.
—¿Me vais a dejar salir?—Pregunta Ruby.
—Sí, claro.—Resopla Carter antes de ver como Sam arañaba la trampa de demonios en el suelo con su cuchillo.—Espera, ¿qué mierda estás haciendo? ¿Hablas en serio?
—Y dicen que la caballerosidad ha muerto.—Comenta Ruby, dando un paso fuera de la trampa.—¿Alguien tiene un caramelo de menta? Creo que he tragado tripas de alguien mientras me abría paso.—Camina por delante de todos y entra en la oficina principal. Dean, Freya, Carter y Henriksen la siguen rápidamente, mientras Sam se queda arreglando la línea de sal y la trampa.
—¿Cuántos hay ahí fuera?—Cuestiona Dean.
—Treinta por lo menos.—Le responde Ruby, devolviendole la mirada.—Por ahora.
—Oh, bien. 30. 30 asesinos vienen a por nosotros. ¿Quién los envía?—Pregunta Freya. Ruby mira a Sam, quien ahora se encontraba de pie junto a la puerta con una mirada culpable en su rostro.
—¿No se lo has dicho?—Le pregunta Ruby. Freya y Dean comparten una mirada confusa.
—¿Contarnos qué?—Cuestiona Freya.
—Que hay un nuevo líder que promete. Un auténtico caudillo.—Responde Ruby.
—¿Quién es él?—Dean le devuelve la mirada.
—Él no. Ella. Se llama Lilith.
—Oh, tienes que estar bromeando.—Comenta Carter, pasándose una mano nerviosa por el pelo mientras se sienta en una silla.
—No estoy bromeando. Y ella realmente quiere tus intestinos y los de Sam en una bandeja. No le gusta la competencia.—Explica Ruby, mirando de nuevo a Carter.
—Espera. ¿Qué?—Freya frunce el ceño.
—¿Lo sabías?—Dean se voltea hacia su hermano. Sin embargo, Sam no responde.—Vaya, Sam. ¡¿Hay algo más que debamos saber?!
—¿Qué tal si habláis de esto más tarde? Necesitaremos el Colt.—Habla Ruby, mirando a los hermanos Winchester. —¿Dónde está el Colt?
—Lo robaron.—Responde Freya por ellos.
—Lo siento. Debo de tener sangre en el oído. Me ha parecido que decidáis que erais tan estupidos como para dejar que os quitaran el Colt de vuestras lentas, torpes e idiotas manos. Fantástico. Esto es simplemente fantástico.
—Ruby...
—Cállate.—Exclama, interrumpiendo a Sam.—Bien. Puesto que no veo ninguna otra opción. Solo hay una forma de sacaros de aquí con vida.
—¿Y cuál es?—Cuestiona Carter.
—Conozco un hechizo.—Responde, devolviéndole la mirada—Vaporizará a todos los demonios en un radio de un kilómetro. Incluida yo. Así que perdéis de vista el Colt y ahora yo tengo que morir. La próxima vez, tened más cuidado. ¿Os gusta eso cómo mi último deseo?
Al sentir sus ojos clavados en él, Dean sonríe satisfecho. En realidad, él parecía bastante contento de poder deshacerse de Ruby de una vez por todas.
—Bien, ¿qué tenemos que hacer?—Cuestiona Dean.
—Aww... No. Tú no puedes hacer nada. Este hechizo es muy específico. Requiere una persona virtuosa.
—Yo tengo virtud.
—Seguramente no del tipo del que ella habla.—Ríe Carter, poniéndose de pie.—Tú eres virgen.
—Aquí nadie es virgen.—Ríe Dean.—¿Eres tú virgen?
—¿Porque he estado encerrado casi la mitad de mi vida? Buen intento, pero no.
Ruby suspira, mirando a Nancy, que rápidamente aparta la mirada.
—No. De ninguna manera. Me estás tomando el pelo. ¿De verdad...?
—¿Qué? Es una elección, ¿vale?—Le interrumpe Nancy.
—Entonces, tú nunca... ¿Ni siquiera una vez? Quiero decir, ni siquiera...
—¿Podemos no... juzgar a la gente por sus decisiones?—Cuestiona Freya, saliendo en defensa de la chica.—Gracias.
—Entonces, este hechizo. ¿Qué puedo hacer?—Nancy sonríe hacia Ruby, feliz de poder ayudar.
—Quedarte quieta... mientras te saco el corazón del pecho.—Ruby le devuelve la sonrisa.
—¿Qué?—La sonrisa de Nancy desaparece.
—¿Estás loca?—Freya observa a Ruby con incredulidad.
—Estoy ofreciendo una solución.
—Estás ofreciendo matar a alguien.
—¿Y qué crees que le pasara cuando entren aquí los demonios?—Argumenta ella.
—Que la protegeremos de ellos. Eso es lo que haremos.—Responde Henriksen.
—Muy noble.—Se burla Ruby.
—Sí, ¿cómo crees exactamente que vas a luchar contra esos demonios, eh?—Carter observa a Henriksen.—No son tan amistosos como parecen dentro de los cuerpos humanos. Te matarán lenta y dolorosamente. Te perseguirán y te atormentarán y...
—¡¿Queréis callaros todos, por favor?!—Exclama Nancy. Todos la miraran sorprendidos.—Toda la gente de ahí fuera... ¿eso las salvaría?
—Expulsará a los demonios de sus cuerpos. Así que si sus cuerpos están bien... sí.—Responde Ruby.
—Lo haré.—Declara Nancy tras unos segundos.
—Realmente no tienes que hacerlo.—Niega Freya en un tono suave.—Podemos encontrar otra manera.
—No hay otra manera.—Aseguraran Ruby y Carter al mismo tiempo.
—No sacrificamos personas. Si lo hacemos, no somos mejores que ellos.—Freya les devuelve la mirada.
—No tenéis más opción.—Declara Ruby.
—Sí, bueno, tu opción no es una opción.—Asegura Dean.
Viendo que Dean y Freya estaban completamente en contra de su idea, Ruby volvió los ojos hacia Sam buscando su apoyo.
—Sam, sabes que tengo razón.
Dean sonríe, esperando que Sam estuviera de acuerdo con Freya y con él.
—¿Sam?—Le llama, pero Sam permanece callado.—¿Qué te ocurre? Sam, díselo.
—No quiere decepcionarte, pero Sammy sabe que tenemos razón.—Comenta Carter.
—¡Tú cállate!—Exclaman Dean y Freya al mismo tiempo.
—Ellos son los únicos que pueden llamarme Sammy.—Se quejó Sam simultáneamente, señalando a su hermano y a Freya.
—Es mi decisión.—Habla Nancy.
—Eso es verdad.—Sonríe Ruby.
—¡Ya basta! ¡Basta! Nadie matará a una virgen. Sam, necesito hablar contigo.—Exclama Dean, antes de salir del área principal junto a su hermano.
—No la toques.—Freya señala a Nancy antes de seguir a los hermanos Winchester al pasillo.
—Por favor, dime que no lo estás pensando. Estamos hablando de arrancarle el corazón a una chica.—Dean observa a su hermano con incredulidad.
—También estamos hablando de las 30 personas ahí fuera, Dean. Gente inocente que va a morir, junto con todos los que estamos aquí.—Argumenta Sam.
—Eso no significa que dejemos de actuar como humanos. No voy a dejar que ese demonio mate a una chica, dulce e inocente, que ni siquiera ha echado un polvo. Quiero decir, mira, si así es como se ganan las guerras, entonces yo no quiero ganar.
—Exactamente. El plan de Ruby es estúpido.—Declara Freya, ganando su atención.—E incluso si vosotros estuvierais de acuerdo, no voy a dejar que toquéis a Nancy.
—¿Entonces qué? ¿Qué hacemos?—Cuestiona Sam con desesperación.
Freya suspira.
—Tengo un plan.—Habla después de un par de segundos.—No estoy diciendo que sea bueno. Ni siquiera digo que vaya a funcionar. Pero seguro que es mejor que matar a una virgen.
—Bien, de acuerdo, ¿cuál es el plan?—Pregunta Dean.
—Abrir las puertas. Dejar que entren. Y luchar.
—¿Y la idea de Ruby es la estúpida?—Carter resopla con incredulidad detrás de ella. Freya rueda los ojos, volteándose hacia él.—Vamos, hermanita. Tienes que tener algo mejor que eso.
—Lo tengo.—Asegura.—¿Recuerdas cómo saqué a Dorian de tu cuerpo aquella noche?
—Oh, ¿vamos a hacer una de las jugadas de libro de mamá?—Carter sonríe con orgullo.—Suena genial. Me gusta, listilla.
—¿Os importaría compartir esa idea con el grupo?—Cuestiona Dean.
—Preparaos. Carter y yo nos encargaremos de ello. Confiad en mí.—Les pide Freya, devolviéndole la mirada.
Dean suspira, mirándola a los ojos durante unos segundos.
—Confío en ti.—Declara entonces.
Cuando Ruby escuchó la idea de Freya, claramente no le gustó, así que decidió marcharse. Mientras tanto, el resto del grupo se preparó para luchar. Henriksen, Sam y Dean posicionándose en diferentes puntos del edificio.
—¿Todo listo?—Cuestiona Dean.
—¡Sí!—Contesta Sam desde la zona principal.
—¡Listos!—Responde Henriksen.
—Allá vamos.—Suspira Dean antes de romper la línea de sal frente a él.
Sam y Henriksen hicieron lo mismo. Rompiendo las líneas de sal y las trampas de demonios cerca de ellos. Pasaron unos segundos antes de que los demonios empezaran a entrar. Apuntándoles con sus armas llenas de balas de sal, Sam, Dean y Henriksen dispararon.
—Dios, espero que esto funcione.—Murmura Henriksen mientras abría un frasco lleno de agua bendita y lo salpicaba sobre el demonio que tenía cerca.
Mientras tanto, Nancy y Phil estaban en el tejado, observando cómo más demonios entraban corriendo en el edificio. Cuando los vieron entrar a todos por las puertas, ambos bajaron y las cerraron, poniendo líneas de sal en cada una antes de hacer lo mismo en las ventanas.
Justo cuando todos los demonios rodeaban a Dean, Sam y Henriksen, Carter activó los altavoces de la estación y Freya empezó a hablar por el micrófono, pronunciando un exorcismo. Los demonios detuvieron sus movimientos y se taparon los oídos.
Freya pronunció el exorcismo varias veces antes de que los demonios empezaran a gritar de dolor, dejando los cuerpos de sus recipientes en varios disparos de humo negro que pronto desaparecieron en la noche.
Los cuerpos cayeron al suelo y hubo una explosión de luz en el techo antes de que todo se quedara quieto.
Sam y Dean se deslizaron por la pared hasta el suelo y compartieron una mirada. Freya y Carter salieron entonces de la sala de micrófonos. Ella se agachó junto a los hermanos Winchester, mirándolos con preocupación mientras las luces volvía a parpadear. Henriksen entró en el despacho y soltó una leve risa mientras se limpiaba la sangre del labio.
—Tenemos que empezar a escucharte más, cariño.—Dean sonrió hacia a Freya.—Menuda idea.
Dejando escapar una pequeña risa, Freya compartió una mirada aliviada con su hermano mayor.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Freya se sorprendió cuando Carter decidió unirse a ellos en el motel. Supuso que, después de todo, su hermano se marcharía lo antes posible, aprovechando su libertad y sus nuevos conocimientos sobre los símbolos antiposesión. A pesar de lo que había hecho, Carter merecía vivir su vida lejos de lo sobrenatural. Pero su instinto de hermano mayor, su necesidad de proteger a su hermana pequeña, permanecía en él aunque quisiera negarlo.
Henriksen había decidido darlos por muertos y dejarlos libres después de salvarles la vida a él, Phil y Nancy. Pero como Carter no tenía dinero, Sam y Dean le habían reservado una habitación aparte en el motel.
Un golpe en la puerta fue lo que impidió que Freya se durmiera después de ducharse.
—Pon las noticias.—Ordena Ruby, entrando en la habitación una vez Dean abrió la puerta.
Dejando escapar un suspiro, Sam hizo lo que ella le dijo, viendo que en la televisión la reportera de las noticias locales estaba hablando de un incendio que había ocurrido en la estación de policía.
—La comunidad sigue conmocionada por la tragedia ocurrida hace apenas unas horas. Las autoridades creen que la rotura de una tubería de gas causó la enorme explosión que destrozó la comisaría y se cobró la vida de todos los que estaban dentro. Entre los fallecidos, al menos seis agentes de policía y miembros del personal, entre ellos el sheriff Melvin Dodd, el ayudante Phil Amici y la secretaria Nancy Fitzgerald, así como tres agentes del FBI, identificados como Steven Groves, Calvin Reidy y Victor Henriksen.—Mientras hablaba, aparecieron fotos de ellos en la pantalla.—Tres fugitivos bajo custodia también fueron asesinados. Continuaremos siguiendo la historia aquí en la escena, pero por ahora, volvemos a ti, Jim.
Freya se sintió culpable cuando Ruby apagó el televisor y los miró con cara de 'os lo dije'.
—Debió de ocurrir justo después de que nos fuéramos.—Asume Sam.
Después de haber visto las noticias en su habitación, Carter entró por la puerta que separaba sus habitaciones. Sus ojos buscaron inmediatamente a su hermana.
—Considerando el tamaño de la explosión...—Ruby comenzó a hablar, lanzándoles unas pequeñas bolsas encantadas a cada uno de ellos.—...apuesto a que fue Lilith.
—¿Qué hay aquí?—Dean la miró.
—Algo que os protegerá. Aleja a Lilith de vosotros... por el momento, al menos.
—Gracias.—Le dice Sam.
—No me las des. Lilith mató a todos. Masacró a vuestra preciosa virgen, además de a otra media docena de personas más. Así que después de vuestro gran discurso sobre la humanidad, resulta que vuestro plan... ha costado un montón de vidas. ¿Sabéis cómo se pelea? Golpeando rápido y sin dejar supervivientes para que nadie pueda contarlo. La próxima vez... seguiremos mi plan.—Declara Ruby antes de abandonar la habitación del motel.
—Freya...—Carter se agacha frente a su hermana, colocando las manos sobre sus rodillas. Ella se sienta en silencio, mirando la bolsa hechizada en sus manos.
—Es mi culpa.—Murmura, con los ojos llenos de lágrimas.
—No, no lo es. Intentaste salvarlos.
—Y ahora están todos muertos.—Señala, devolviéndole la mirada y dejando que las lágrimas cayeran de sus ojos.
—Escúchame.—Carter la sujeta de las mejillas, asegurándose de que le prestaba atención.—Sé que ahora se siente como si los hubieras matado, pero no lo hiciste. Eso es lo que hacen los demonios, juegan con nuestra humanidad, se aprovechan de ella y luego te apuñalan por la espalda. Yo no maté a mamá, igual que tú no mataste a Nancy, Phil y Victor. Dorian y Lilith lo hicieron.
—Tiene razón.—Asegura Dean, sentándose a su lado, abrazándola por los hombros y acercándola a su cuerpo. Freya enterró la cara en su pecho y buscó su mano, entrelazando sus dedos. Dean le apretó la mano suavemente.
—Vosotros seguid cazando, yo me voy a asegurar de que Ophelia y Dorian paguen por lo que nos hicieron.—Declara Carter, poniéndose en pie.—Te lo prometo, hermanita. Te compensaré por todo.
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