𝟏𝟎 | mystery spot



chapter ten, act one
mystery spot



Freya y Dean aún no habían hablado de lo que había sucedido entre ellos. Parecía estúpido definir su relación cuando a Dean apenas le quedaban unos meses de vida. Sin embargo, era evidente que algo había cambiado entre ellos. Y aquella noche había sido una muestra más de ello.

En mitad de la noche, tras otra pesadilla, Freya se había acercado medio dormida a la cama de Dean y se había tumbado a su lado buscando consuelo y seguridad. El le rodeó la cintura con su brazo para poder abrazarla contra su cuerpo mientras Freya colocaba una pierna entre las suyas. Un gesto que Dean solía odiar cuando eran pareja, pero que ahora se había convertido en una de sus cosas favoritas de compartir la cama con ella.

Heat of the moment

La canción que sonaba en la radio despertó a Sam y Freya esa mañana. Los ojos de Sam se abrieron de par en par mientras Freya se movía y gruñía contra la almohada, estirando la mano por la cama, buscando el cuerpo de Dean.

Telling me what your heart meant

—¡Buenos días, Sammy!—Exclama Dean, sentándose en el borde de la cama donde Freya dormía para poder atarse los zapatos.—A ti también, cariño.—Dean dirigió su mirada hacia ella, colocando una mano sobre su pierna desnuda.

—Tío.—Gruñe Sam, mirando la radio.—¿Asia?

—Venga. Te encanta esta canción y lo sabes.—Dean le devuelve la mirada.

—Sí, ya, y si vuelvo a oírla otra vez me pegaré un tiro.

Sin hacerle caso, Dean sube el volumen de la radio.

—¿Qué? Lo siento, no te oigo.

Sam se ríe levemente mientras Freya continuaba gruñendo contra la almohada y trataba de taparse los oídos con ella.

It was the heat of the moment

Dean comenzó a cantar y a mover su cabeza con el ritmo de la canción mientras se tumbaba encima de Freya, dejándole besos en los hombros a la vez que intentaba apartarle la almohada de la cara. Sam sacudió su cabeza con diversión.

—Basta.—Se queja Freya, dándose la vuelta entre los brazos de Dean. Sus ojos medio dormidos se encontraron con los de él mientras una sonrisa asomaba en sus labios.

Heat of the moment
Heat of the moment
Showed in your eyes

Dean quería besarla. Quería besarla allí mismo. Mientras ella yacía en la que era su cama, mirándole con la cara medio dormida y el pelo desordenado esparcido por la almohada. Pero el carraspeo de Sam lo sacó de sus pensamientos, obligándolo a separarse para dejar que ella se preparara para salir de la habitación.

—Cuando estés listo, Dean.—Dijo Sam un par de minutos después, mientras Dean terminaba de limpiarse los dientes.

Saliendo del baño Dean se acercó a su bolso y sacó un sujetador negro.

—¿Es tuyo?—Sonríe divertido mientras se voltea hacia Freya. Ella le devuelve la mirada con seriedad, terminando de atarse los zapatos y cogiendo su chaqueta del respaldo de una silla. Dejando escapar una carcajada, Dean guardó lo que ciertamente era uno de los sujetadores de la chica en su bolsa antes de sacar su pistola.—Bingo.

—¿Podemos irnos ya?—Cuestiona Freya.—Me muero de hambre.

Dean asiente, pasando junto a ella y Sam y saliendo de la habitación del motel.

Después de decidirse por una pequeña cafetería, los tres entraron al lugar.

—Conduzca con cuidado, Sr. Pickett.—Le dijo el cajero a un anciano después de entregarle el cambio.

—Sí, sí.—Gruñó el hombre en respuesta, pasando junto a Freya y saliendo del local.

—No puedes quedarte a menos que pidas algo, Cal. Ya conoces las reglas.—Dijo la camarera detrás de la barra, lo que hizo que Freya la mirara, viendo como se encontraba hablando con hombre sentado allí.

—Un café.—Respondió Cal, entregándole algo de dinero.

—Hey. Martes. Puerco abrigado.—Dean se fijó en un cartel en la pared que mostraba las especialidades del día. Freya frunció el ceño mientras se sentaba a su lado en el reservado que habían elegido.

—¿Sabes siquiera lo qué es eso?—Inquiere. Dean se voltea hacia ella, encogiéndose de hombros.

La camarera de detrás de la barra se dirigió entonces hacia ellos, permitiendo a Freya leer el nombre en la etiqueta de su delantal. Doris.

—¿Sabéis ya qué pedir?—Les pregunto, sacando un pequeño bloc de su delantal.

—Sí. Yo el especial, un plato de bacon y café.—Le respondió Dean con una sonrisa.

—Que sean dos cafés y unas tortitas—Añadió Sam.

—Sí, yo tomaré lo mismo que él.—Freya sonrió hacia la camarera.

—De acuerdo.—Asiente la mujer, anotándolo antes de alejarse de la mesa.

—Los dos sois unos aburridos.—Comento Dean entonces.

—¿Por qué? ¿Porque no comemos tanto como tú?—Cuestiona Freya con confusión.—Lo siento, tengo el estómago de una persona normal.

—Como sea.—Suspira, fijando su mirada en su hermano.—Te lo digo, Sam, este trabajo es poca cosa. Deberíamos dedicar nuestro tiempo a cazar a Bela.

—Vale, claro, pongámonos a ello. ¿Dónde está?

—Todavía no puedo creer que le dejarais robar el Colt.—Comenta Freya.

—Cállate.—Gruñe Dean.—Y nosotros no la dejamos.

—Al menos todavía tenemos mi cuchillo.—Señala ella.—Gracias mamá.

—Sí, gracias mamá por ser una bruja.—Murmura Dean.

—Oye, esa bruja salvó mi vida y la de mi hermano. Y nunca le hizo daño a nadie.—Freya lo mira con molestia.

—Eso no lo sabes.

—Ella era mi madre, Dean.—Le recuerda.—No es culpa mía que todas las brujas que has conocido hayan resultado ser unas zorras malvadas. Las odias, genial. Arded, brujas, arded. Pero deja a mi madre fuera de esto.

Dejando escapar un suspiro, Dean le devolvió la mirada con arrepentimiento. Pero antes de que pudiera decir nada, Sam lo interrumpió.

—Oye. Créeme, quiero encontrar a Bela tanto como tú. Pero, mientras tanto, tenemos esto.—Dijo Sam, sacando unos papeles de su chaqueta.

—Muy bien, así que este profesor...—Suspira Dean, mirando los papeles y leyendo el titular de los mismos: DESAPARECIDO - DEXTER HASSELBACK VISTO POR ÚLTIMA VEZ EN BROWARD, FLORIDA.

—Dexter Hasselback. Pasó por aquí la semana pasada y desapareció.—Explica Sam.

—¿Última localización conocida?—Pregunta Freya, mirando los papeles por encima del hombro de Dean.

—Su hija dice que iba de camino a visitar el Mystery Spot del Condado de Broward.—Responde Sam , deslizando un folleto sobre la mesa. Agarrándolo en sus manos, Freya le echó un vistazo.

—'Donde las leyes de la física no significan nada .'—Lee en voz alta, mostrándole el folleto a Dean. Sam se encoge de hombros, sin saber exactamente lo que eso significaba.

En ese momento, Doris volvió a la mesa con una bandeja de comida y tres cafés. Dejó la comida y las bebidas sobre la mesa antes de estirar su mano para agarrar la botella de salsa picante.—Tres cafés y salsa picante para el...—Dijo, pero fue rápidamente interrumpida cuando la botella de salsa picante se cayó de la bandeja y se estrelló contra el suelo.—¡Mierda! Lo siento.—Se disculpa, volviéndose para mirar hacia la barra.—¡Limpieza!

Después de terminar su comida, Dean, Freya y Sam salieron de la cafetería, caminando junto a un perro que ladró en su dirección, pero rápidamente se calmó cuando Freya le acarició la cabeza y le dedico una sonrisa. Dean le arrebató el folleto de Mystery Spot de las manos a su hermano y lo miró una vez más con el ceño fruncido.

—Sam, los antros como éste sólo son trampas para turistas. Pelotas que ruedan cuesta arriba, muebles clavados en el techo. Sólo son peligrosos para tu cartera.

—Hay puntos en el mundo donde se abren agujeros que se tragan a la gente. El Triángulo de las Bermudas, el Vórtice de Oregón...

—¿El Mystery Spot del condado de Broward?—Dean le interrumpió.

—Bueno, a veces esos lugares son legítimos.

—De acuerdo, entonces si éste es legítimo, y es una hipótesis, ¿qué se cuenta?—Cuestiona Dean, dejando escapar un suspiro.

Freya corrió para alcanzarlos. Pero justo cuando volvió a caminar junto a Dean una chica rubia que llevaba un montón de papeles en sus brazos chocó contra su hombro, disculpándose rápidamente sin apenas mirarla.

—Disculpe.

El roce de la mujer hizo que un escalofrío recorriera la espina dorsal de Freya, trayendo consigo una sensación de inquietud y una leve sensación de peligro inminente. Era como si alguien intentara susurrarle una advertencia al oído. Era sólo un susurro, pero fue suficiente para enviar una sacudida de ansiedad a través de su cuerpo.

—Es una locura.—Las palabras de Sam la trajeron de vuelta a la realidad.—Se dice que en estos lugares el campo magnético es tan fuertes que curva el espacio-tiempo, enviando víctimas a Dios sabe dónde.

—Eso me suena un poco a Expediente X.—Admite Dean mientras pasaban junto a dos hombres de la mudanza con un escritorio que claramente nunca iba a caber por la puerta por la que intentaban meterlo.

—Te dije que no entraría.—Dijo uno de ellos.

—¿Qué quieres, un Pulitzer?—Preguntó el otro con molestia.

—Muy bien, mirad, no digo que esto esté pasando de verdad. Pero, si es así, tenemos que comprobarlo, a ver si podemos hacer algo.—Comenta Sam mientras continúan caminando, sin prestar mucha atención a esos dos hombros de la mudanza.

—Yo creo que Sam tiene razón.—Habla Freya.—Vale la pena echarle un vistazo.

—De acuerdo, de acuerdo, iremos esta noche después de que cierren y echaremos un buen y largo vistazo.—Acepta Dean finalmente.

El mejor momento para ir a un lugar así era por la noche, cuando no había turistas de visita. La noche también significaba la necesidad de linternas, por lo que ahora Freya se encontraba apuntando su linterna a la cerradura de la entrada para que Dean pudiera forzarla. Cuando la puerta se abrió, Freya le entregó otra linterna antes de entrar.

El pasillo estaba iluminado por una luz verde neón con una doble espiral negra pintada en las paredes y en la puerta. El último en entrar, Sam, cerró la puerta tras ellos antes de seguir a Freya y Dean por el pasillo con el lector EMF en la mano.

—Vaya, qué sorpresa.—Comenta Dean en tono sarcástico mientras alumbraba con la linterna una mesa, una lámpara y un cenicero sujetos al techo.

Todavía con esa sensación de inquietud en su interior, Freya miró a Sam en busca de respuestas.

—¿Has encontrado algo?—Le pregunta.

—No.—Responde él. Freya suspira.

—¿Tienes alguna idea de lo que estás buscando?

—Eh... claro.—Asegura Sam viendo como ella enarcaba las cejas con escepticismo.—No.

Sacudiendo la cabeza con decepción, Freya compartió una rápida mirada con Dean mientras ambos iluminaban con sus linternas otras partes de la habitación.

—¿Qué demonios hacéis aquí?—Les pregunta entonces una cuarta y desconocida voz. Dándose la vuelta, Freya, Dean y Sam se encontraron con un hombre mayor, probablemente el dueño del lugar, que sostenía un arma apuntándoles a los tres.

—Whoa, whoa, whoa, whoa, whoa. Guau. Podemos explicarlo.—Habla Dean mientras miraba al hombre que apuntaba su arma hacia Freya.

—¿Me estáis robando?

—Nadie le está robando. Cálmese.—Freya trata de mantener la calma, dando un paso adelante. Pero molesto por eso, el dueño cargo el arma, obligándola a quedarse quieta.

—¡No te muevas!—Le advirtió.

—De acuerdo. No me moveré. No me moveré.

—Sólo... baje el arma.—Le pide Dean. Lo que sucedió a continuación fue muy rápido. El dueño movió su arma, apuntándole con ella y apretó el gatillo. La bala alcanzó a Dean en el pecho, tirándolo al suelo por el impacto mientras la sangre salía de su boca.

—Oh, Dios. Dean.—Freya cayó de rodillas junto a él, con una mano cubriendo su boca mientras soltaba un grito ahogado. Sam no tardó en llegar a su lado, agachándose al otro lado de su hermano mientras Dean luchaba por respirar. Con lágrimas en los ojos, Freya levantó la vista hacia su dueño. Su mirada se volvió mucho más fría mientras agarraba la empuñadura de la pistola que llevaba en su cinturón.—¿Qué demonios ha hecho?

—No pretendía...

—¡Eh!—Exclama Sam.—¡Llama al 911!

—No quise...

—¡Ahora!

Echando una última mirada a Freya, el dueño asintió antes de salir de la habitación.

Freya volvió a arrodillarse junto a Dean, las lágrimas comenzando a resbalar por sus mejillas al ver el estado en que se encontraba.

—Oye, Dean. Dean, quédate conmigo, ¿vale? No cierres los ojos. Tienes que...

De repente, Dean dejó de respirar, su cuerpo quedándose completamente inmóvil y sin vida.

—No. No se suponía que debía ser así.—Susurra Sam, mirando a su hermano con tristeza y desesperación.

—Dean.—La voz de Freya se quebró.


─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───


Heat of the moment

Los ojos de Freya y Sam se abrieron de golpe por el sonido de la radio. Freya se movió y gruñó contra la almohada, estirando la mano sobre la cama, buscando el cuerpo de Dean mientras recordaba lo que había pasado el día anterior. Dean estaba muerto.

Telling me what your heart meant

—¡Buenos días, Sammy!—El sonido de su voz la hizo fruncir el ceño confundida mientras se daba la vuelta sobre la cama.—A ti también, cariño.—Dean puso una mano en su pierna desnuda, enviando un escalofrío por su cuerpo.

Confundida, Freya se apoyó sobre sus codos y se incorporó levemente para mirar hacia la cama donde yacía Sam. Tan confundido como ella, Sam compartió una rápida mirada con ella antes de dirigir sus ojos hacia la radio.

The heat of the moment
Showed in your eyes

—Tío. Asia.—Sonríe Dean, atándose las botas.

—Dean...—Sam intenta hablar.

—Oh, vamos, te encanta esta canción y lo sabes.—Dice Dean, subiendo el volumen y moviendo la cabeza al ritmo de la canción. Exactamente como lo había hecho primera vez.

Mientras empezaba a cantar, Dean se dirigió al baño, dejando a Freya y Sam completamente boquiabiertos.

—¿Qué...?—Incapaz de articular la pregunta que tenía en la punta de la lengua, Freya dirige su mirada atónita hacia Sam.—Estaba muerto.

—Lo sé.—Asiente él.

—¿Qué ha pasado?

—No lo sé. Tal vez fue un sueño o...

—¿O?—Freya alza sus cejas.

—No lo sé, Freya. Sé lo mismo que tú.—Le asegura Sam con frustración.

—No podríamos haber tenido el mismo sueño. ¿No?—Cuestiona ella.

—¿Tú no tienes sangre de bruja?

—Pero destruí el libro, los poderes han desaparecido.

—¿Lo han hecho?—Sam se levanta de la cama, caminando hacia la que Freya y Dean habían compartido la noche anterior para sentarse junto a ella.

—¿Tenéis hambre?—Dean salió del baño, mirándoles con confusión. Sus ojos fijándose especialmente en los rostros angustiados de ambos.—¿Estáis bien?

—Sí. Perfectamente. ¿Verdad, Sammy?—Freya le dio un ligero golpecito en el hombro mientras se levantaba.—Muy hambrienta.—Sonríe hacia Dean mientras pasa junto a él para entrar en el baño.

La confusión crecía en Sam y Freya mientras veían que las cosas sucedían igual que el día anterior. No sólo Dean, sino también la gente en la cafetería.

—Conduzca con cuidado, Sr. Pickett.—Le dijo el cajero a un anciano después de entregarle su cambio.

—Sí, sí.—Gruñó él en respuesta, pasando junto a Freya y saliendo de la cafetería. Tras verle desaparecer tras la puerta, Freya se giró hacia Sam sin saber qué estaba pasando.

Dean era completamente ajeno a eso mientras encontraba una mesa para sentarse. La misma que el día anterior. Freya suspiró y se sentó a su lado. Sam miró a su alrededor desconcertado, mientras se sentaba frente a ellos.

—No puedes quedarte a menos que pidas algo, Cal. Ya conoces las reglas.—Freya miró a la barra viendo como Cal le pasaba algo de dinero a Doris.

—Un café.—Le respondió Cal.

No podía haber sido un sueño. Todo estaba sucediendo exactamente igual. Tal vez Sam tenía razón al culpar a la historia familiar de Freya y todo había sido causado por unos poderes que ella no sabía cómo controlar.

—Hey. Martes. Puerco abrigado.—Dean se fijó en un cartel en la pared que mostraba los especiales del día.

—¿Es martes?—Pregunto Freya con confusión antes de mirar a Sam, quien parecía igual de sorprendido.

—Sí.—Asiente Dean mientras Doris se acerca a ellos.

—¿Sabéis ya qué pedir?—Pregunta la mujer, sacando un pequeño bloc de su delantal.

—Sí. Yo el especial, un plato de bacon y café.—Le responde Dean con una sonrisa.

—Uh... nada para mí, gracias.—Responde Sam al notar la mirada de Doris sobre él.

Freya se aclaró la garganta antes de hablar.

—Yo solo un café.

—De acuerdo.—Asiente ella mirando de nuevo a Sam.—Avísame si cambias de opinión.

—Te lo digo, Sam, este trabajo es poca cosa. Deberíamos dedicar nuestro tiempo a cazar a Bela.—Sam y Freya prestaron poca atención a las palabras de Dean mientras sus ojos seguían a Doris con confusión. Una vez más, ese escalofrío de inquietud recorrió el cuerpo de Freya, una advertencia silenciosa de que algo iba mal. Su presencia era demasiado fuerte esta vez como para que ella lo ignorara.—Hey.—Dean chasqueó los dedos delante de sus caras. —¿Estáis conmigo?

—¿Qué?—Preguntan Sam y Freya al mismo tiempo.

—¿Seguro que estáis bien?

—¿Tú no... no te acuerdas? ¿No te acuerdas de nada de esto?—Le pregunta Sam en un suspiro.

—¿Recordar qué?—Dean frunce el ceño.

—Esto, Dean.—Señala Freya.—Lo de hoy. ¿Como si... hubiera pasado antes?

—¿Quieres decir como un déjà vu?

—No, queremos decir como... como si realmente hubiera sucedido antes.—Aclara Sam.

—Sí. Como un déjà vu.—Asiente Dean.

—No, Dean, olvídate del déjà vu.—Se queja Freya con frustración.—Te pregunto si no siente como... como si estuviéramos reviviendo el día de ayer.

—Vale, ¿en qué se diferencia eso de...?

—¡No, no lo digas!—Sam le interrumpe con molestia—Ni siquiera...

En ese momento, Doris volvió a la mesa con una bandeja de comida, dos cafés y salsa picante. Dejó la comida y las bebidas sobre la mesa antes de estirar su mano para agarrar la botella de salsa picante.—Dos cafés y salsa picante para el... ¡Uy! ¡Mierda!—Al darse cuenta de que la botella de salsa picante iba a caerse de la bandeja, Sam alargó la mano para atraparla antes de que cayera al suelo. Doris jadeó asombrada mientras Sam miraba la botella que tenía en la mano con confusión antes de devolvérsela.—Gracias.—Dijo ella antes de marcharse.

—Buenos reflejos.—Comenta Dean.

Oh, Sam y Freya definitivamente se estaban volviendo locos.

No sólo todas esas cosas que sucedían igual que el día anterior eran demasiada coincidencia, Dean tampoco parecía recordar nada. Y por si fuera poco, Freya seguía teniendo esa sensación de malestar en su cuerpo. Algo que la había estado advirtiendo sobre aquel lugar.

El perro les ladró al salir de la cafetería y pasar junto a él. Freya lo miró, pero esta vez no le acarició la cabeza, siguió caminando junto a Dean.

—Dean, realmente necesito que nos escuches, ¿de acuerdo?—Insistió Freya.—Este día ya ha pasado antes. Sam y yo...

—Freya, lo siento, pero no sé de qué demonios estás hablando.

—Vale, escucha.—Suspira Sam.—Ayer fue martes, ¿vale? Pero hoy también es martes.

Freya asiente.

—Sí. Bien. Estáis totalmente cuerdos.—Murmura Dean sarcásticamente.

—¡¿Entonces no nos crees?!—Cuestiona Sam con frustración cuando la chica rubia que llevaba un montón de papeles chocó contra el hombro de Freya.

—Disculpe.—Dijo ella, alejándose.

—Soló digo que es una locura. Incluso para nosotros.—Habla Dean.—Una locura digna de concurso. Oye, tal vez es otra de tus premoniciones psíquicas.

—Lo siento, ¿qué?—Freya se detiene en seco.

—Es... Es una larga historia.

—Oh, créeme, tengo todo el tiempo del mundo. Porque si no estamos locos como tú dices, Sam y yo reviviremos este día otra vez.—Declara antes de mirar a Sam.—¿Eres vidente?

—No, yo... Deberíamos centrarnos en esto. Te lo explicaremos después.—Le asegura.

—¿Por qué tengo la sensación de que me arrepentiré de esto?—Freya los observa atentamente.—Vale, escucha, Dean, estábamos en el Mystery Spot, y entonces...

Al ver que dejaba de hablar, Dean la miró confundido.

—¿Y entonces qué?—Cuestiona.

Respirando hondo, Freya mira a Sam. No quería decirlo en voz alta.

—Entonces nos despertamos.—Completa Sam mientras pasaban junto a los dos hombres de la mudanza.

—Te dije que no entraría.—Dijo uno de ellos.

—¿Qué quieres, un Pulitzer?—Preguntó el otro con molestia.

—¡Un momento! Mystery Spot. Puede que...—Sam se detiene, mirando a su hermano y a Freya.

—¿Puede que qué?—Dean frunce el ceño.

—Tenemos que ir a ese sitio. Oye, solo... haznos caso en esto, ¿vale?

—De acuerdo, de acuerdo, iremos esta noche después de que cierren y echaremos un buen vistazo.

Sacudiendo la cabeza, Freya se congeló en su sitio, poniendo un brazo delante de Dean para evitar que siguiera caminando.

—No.

—¿Por qué no?—Dean la mira con confusión.

—Uhh... ¿Sabes qué? Vámonos ya. Ahora mismo. Horario comercial, agradable y lleno de gente.—Sugiere ella nerviosamente.

—Dios mío, eres un bicho raro.—Murmura Dean.

—Dean...

—¡Vale! Como quieras. Vamos ahora.—Acepta caminando delante de ellos y para cruzar la calle.

Al igual que les disparo del día anterior, lo siguiente que sucedió pasó muy rápido. Un coche apareció prácticamente de la nada por el lado izquierdo de Dean, atropellándolo mientras cruzaba la calle.

—¡Dean!—Sam y Freya corrieron hacia él, arrodillándose a su lado.

—Dean, no, no, no.—Sollozo Sam, con la voz llena de angustia.—¡Vamos! Dean.

—¡¿Qué demonios has hecho?!—Freya se puso en pie, enfrentándose al conductor mientras Dean daba su último aliento.


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Heat of the moment
Telling me what your heart meant

Freya estaba empezando a hartarse de esa canción. Incluso con la teoría de que revivirían aquel día una vez más, Freya no esperaba ver morir a Dean otra vez. Frustrados y agotados, Freya y Sam gruñeron contra sus almohadas.

—Sí que estáis malhumorados esta mañana.—Comentó Dean, sentándose en el borde de la cama para atarse las botas.—Vamos, ¡Buenos días, Sammy!

Sentándose en su cama, Sam miró alrededor de la habitación.

—A ti también, cariño.—Dean dirigió su mirada hacia Freya, colocando una mano sobre su pierna desnuda.

The heat of the moment
Showed in your eyes

Dándose la vuelta lentamente, Freya compartió una mirada con Sam antes de ponerse en pie y caminar hacia el baño. Sus pasos firmes y llenos de frustración. Al notarlo, Dean frunció el ceño y miró a su hermano.

—¿Qué le pasa?—Pregunto. Sam se encogió de hombros, dejando escapar un suspiro.

La mañana empezó igual que los dos días anteriores. Siguieron los mismos pasos y se encontraron con la misma gente hasta llegar a la cafetería. Aunque, esta vez, Sam y Freya intentaron ser más rápidos a la hora de explicarle a Dean lo que estaba pasando.

—Hey. Martes. Puerco abrigado.

—Vale, ¿quieres escucharnos, Dean?—Se queja Freya con exasperación.—Nos estamos volviendo locos.

—¿Sabéis ya que pedir?—Pregunta Doris al llegar a su mesa.

—Él tomará el especial, con un plato beicon y café. Nada para mí, gracias.—Contesta Sam rápidamente sin molestarse siquiera en mirarla.

Sorprendida por su rápida respuesta, Doris anotó el pedido en su libreta antes de mirar a Freya, quien volvía a estar sentada junto a Dean.

—Nada.—Le dice Freya.

—De acuerdo, entendido.—Asiente, alejándose de la mesa.

—Sammy, me pones a cien cuando tomas el mando así.—Comenta Dean con una sonrisa divertida.

—Déjate de tonterías, Dean.—Gruñe Sam, rodando los ojos.

—De acuerdo. De acuerdo. Te escucho.—Suspira Dean.—Así que... ¿creéis que estáis en una especie de qué otra vez?

—Bucle temporal.—Responde Freya.

—Como en Groundhog Day.

—Sí, exactamente. Como en Groundhog Day.—Exclama Sam.

—Ajá.—Asiente, aunque para ellos estaba claro que no creía ni una sola de sus palabras.

—¿En serio no nos crees?—Freya le mira con incredulidad.—Los demonios son reales, los vampiros, los fantasmas, los hombres lobo y las brujas. Sin ir más lejos, yo tengo sangre de bruja y tu hermano es vidente, pero sigues sin creernos.

—Espera. ¿Cómo sabes lo de Sammy?

—Porque me lo dijiste tú ayer. Que también era martes.

—Vale, solo digo que es una locura, quiero decir incluso para nosotros, ya sabes, una locura...

—¿Digna de concurso?—Cuestiona Sam, completando su frase.

—¿Cómo sabías que iba a decir eso?—Dean frunce el ceño.

—Porque lo dijiste antes, Dean. A eso nos referimos.

Dejando escapar un suspiro, Freya levantó la mirada, viendo como Doris se acercaba de nuevo a su mesa con la bandeja llena de comida y un café.

—Café solo, y un poco de salsa picante para el... ¡Ups! Mierda.—Dijo mientras las botellas de salsa picante caían de la bandeja. Sin siquiera mirarla, Sam estiró la mano y la atrapo antes de que cayera al suelo, devolviéndosela a Doris.—Gracias.—Ella le miró impresionada, dejando la botella sobre la mesa antes de marcharse.

—Buenos reflejos.—Comenta Dean, igual de impresionado que Doris.

—No. Sabía que iba a pasar.

—Vale, oye. Estoy seguro de que hay alguna explicación...

—Tienes que confiar en nosotros, Dean. Tienes que hacerlo. ¡Me lo debes!—Freya estalló.

—Espera, ¿de qué... de qué estás hablando?—Dean se volvió hacia ella, mirándola con una mezcla de sorpresa y completa confusión.

—Me dejaste en una habitación de motel, ¿recuerdas?

—Pensé que ya habíamos superado eso.

—Sí, pero aún me debes esto.—Asegura ella. Su voz firme y decidida.

—Cálmate...

—¡No me digas que me calme! No puedo calmarme. No puedo. Porque...—Freya dejó de hablar, sin poder terminar la frase. Sam lo notó, sintiéndose casi tan incapaz como ella de expresarlo con palabras.

—¿Porque qué?—Cuestiona Dean.

—Porque vas a morir hoy, Dean.—Sam y Freya respondieron al mismo tiempo.

Sorprendido, Dean los observó en silencio durante un par de segundos.

—No voy a morir. No hoy al menos.

—Dean, ya te hemos visto morir dos veces.—Le informa Sam.—Y no puedo... no volveré a hacerlo, ¿de acuerdo? Vas a tener que creernos. Por favor.

Al ver la expresión abrumada en el rostro de su hermano Dean asintió.

—De acuerdo. Sigo pensando que estáis locos, pero... De acuerdo, sea lo que sea, lo resolveremos.

Mientras Dean volvía a concentrarse en su plato de comida, Freya llevó una mano a su collar, aferrándose a él como si pudiera hacer algo para ayudarles. Inconscientemente Freya esperaba que su madre lo hiciera desde el más allá. Sam se volvió hacia ella, mirándola con simpatía. Dean era su hermano, era obvio que verle morir le afectaría, pero también podía ver cómo le estaba afectando a ella. El brillo en sus ojos que había aparecido al unirse a su viaje con ellos había desaparecido. Y su mirada volvía a tener ese aspecto de falta de vida y desesperanza con el que la habían encontrado la noche en que Ophelia había atacado su casa.

El perro volvió a ladrarles al salir de la cafetería, y la chica rubia que llevaba un montón de papeles chocó contra el hombro de Freya una vez más.

—Disculpe.—Dijo, alejándose sin siquiera mirarla.

Segundos después, se cruzaron con los dos hombres de la mudanza.

—Te dije que no entraría.—Dijo uno de ellos.

—¿Qué quieres, un Pulitzer?—Preguntó el otro con molestia.

Freya les devolvió la mirada, fijándola en el escritorio que intentaban encajar en la puerta. Buena suerte, pensó, ya que estaba claro para ella que ese escritorio no iba a pasar por esa puerta.

—¿Y creéis que ese tipo para turistas tiene algo que ver?—La pregunta de Dean la sacó de sus pensamientos.

—Tal vez sea el cierto, ¿sabes?—Dice Sam.—Que el campo magnético curve el espacio-tiempo o algo así.

—No lo sé, eso me suena a Expediente X.

—¡Bueno, no sé de qué otra forma explicarlo, Dean!

—¡Muy bien! De acuerdo. Iremos esta noche después de que cierren y echaremos un buen vistazo.

—No, no, no, no podemos.—Freya se apresuró a responder.

—¿Por qué no?—Dean frunce el ceño, devolviéndole la mirada.

—Porque tú...

—¿Yo qué?—Freya se quedó en silencio, lo cual fue suficiente respuesta para él.—¿Muero allí?

—Un hombre te dispara.—Explica Sam.

—Ah. Vale, vámonos ahora.—Declara Dean, caminando delante de ellos. Freya corre tras él, agarrándolo del brazo antes de que comenzara a cruzar la calle.

—¡Apártate!—Exclama el señor Pickett, pasando junto a ellos con su coche.

Viendo como el vehículo se alejaba Dean comenzó a reírse hasta que sus ojos captaron los rostros de Freya y Sam.

—Espera, ¿él...?

—Ayer. Sí.—Asiente Sam.

—¿Y?

—¿Y qué?

—¿Estuvo guay, como en las pelis?—Pregunta, haciendo que Freya ruede los ojos.

—Te measte encima.—Le responde Sam con irritación.

Dean se removió, incómodo y avergonzado.

—Pues claro que me meé encima. Cuando te atropella un coche no puedes controlar la vejiga. ¡Vamos!—Exclama, mirando cuidadosamente a ambos lados de la calle antes de cruzar.

Sam y Freya no pudieron evitar compartir una mirada exasperada. Tal vez si el que muriera fuera uno de ellos la situación sería más fácil. Pero Dean era difícil de manejar y demasiado testarudo para escucharles.

Aunque, tal vez ellos tampoco podían quejarse, pues tampoco estaban abordando la situación de la forma más fría y analítica posible. Un ejemplo de ello fue cómo Sam se había ensañado con el dueño de Mystery Spot haciéndole algunas preguntas sobre el lugar al hacerse pasar por periodista aquel día. El hombre había sido quien había matado a Dean en primer lugar, lo que había desencadenado todos los acontecimientos recientes. Por no hablar de que lo que les había llevado hasta aquel pueblo era el local de su propiedad, donde un hombre había desaparecido sin explicación.

—Bueno, odio decirlo, pero ese lugar es exactamente lo que pensaba, un engaña bobos.—Dijo Dean al salir del lugar.

—¿Entonces qué ocurre, Dean, qué demonios nos está pasando?—Cuestiona Sam, desesperado por una respuesta.

—No lo sé. A ver, déjame... ¿Todos los días muero?—Pregunta Dean. Freya y Sam asienten.—Y entonces es cuando os volvéis a despertar, ¿verdad?

—Sí, eso es exactamente lo que pasa.—Suspira Freya.

—Bien, entonces solo hay que impedir que muera. Si llego vivo a mañana, tal vez el bucle se detenga y podamos resolver todo esto.

—¿Tú crees?—Sam le mira con un brillo de esperanza en los ojos.

—Vale la pena intentarlo.—Dean se encoge de hombros.—Yo digo que compremos algo de cena para llevar y volvamos al motel. Esperemos a mañana.

Sam y Freya asienten, ambos ansiosos, temerosos, pero sobre todo esperanzados. Esperanzados de que tal vez toda esta locura llegara a su fin.

—De acuerdo, bien. ¿Queréis comida china?—Sonríe Dean antes de reanudar su camino.

Sólo dos pasos. Dos pasos fueron los que dio antes de que un escritorio cayera sobre él, aplastándolo hacia otra muerte. Un grito ahogado escapó la boca de Freya mientras elevaba su mirada hacia el edificio. Los dos trabajadores de la mudanza con los que se habían cruzado aquella mañana después del desayuno contemplaban la escena desde la ventana mientras sujetaban el otro extremo de la cuerda rota.


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Heat of the moment
Telling me what your heart meant

—¡Buenos días, Sammy!—Exclamó Dean mientras se sentaba en el borde de su cama para atarse los zapatos.—A ti también, cariño.—Añadió, poniendo una mano sobre la pierna desnuda de Freya.

The heat of the moment
Shown in your eyes
It was the heat of the moment

Esta vez Freya y Sam habían decidido explicárselo todo a Dean de camino a la cafetería, con la esperanza de que tal vez ganaran algo de tiempo para arreglar por fin lo que fuera que estuviera pasando.

—Sigo pensando que estáis locos, pero... sea lo que sea, lo solucionaremos.—Dijo Dean una vez se sentaron en la cafetería.

—Gracias.—Suspira Sam.

—Entonces... Estáis atrapados en el 'Día de la Marmota', ¿por qué? ¿Qué hay tras esto?—Cuestiona.

—Bueno, primero pensamos que era Mystery Spot. Ahora no estamos tan seguros.—Explica Freya.

—¿Y qué hacemos?

—Impedir que mueras. Intenta que llegues a mañana. Es lo único que se nos ocurre.

—No debería ser muy difícil.—Dean se encoge de hombros.

—Sí, claro.—Resopla Sam.—Dean, ya te hemos visto morir unas cuantas veces, y no parece que podamos hacer nada.

—Bueno, nada está escrito en piedra. Decís que pido lo mismo todos los días, ¿verdad?—Pregunta, volviendo a mirar a Freya, quien volvía a estar sentada a su lado.

—Sí. Puerco abrigado y un plato de beicon.—Le contesta.

Con una pequeño asentimiento, Dean se volvió hacia Doris, que estaba junto a la ventana que daba a la cocina, hablando con el cocinero.

—Disculpa, guapa.—La llama, haciendo que ella se volteara hacia él.—¿Me pones salchichas en lugar de beicon?

—Muy bien.—Asiente ella.

Dean sonríe, volviendo su mirada hacia su hermano.

—¿Veis? Y un día distinto. Si vosotros y yo decidimos que no voy a morir... no voy a morir.

—Realmente espero que tengas razón.—Susurra Freya para si misma, pero él pareció oírla, pues sus ojos volvieron a posarse en ella con un brillo de confusión en ellos. La expresión de angustia en el rostro de Freya le rompía un poco el corazón. Si Dean tuviera que verla morir día tras día se volvería completamente loco.

Doris se acercó a su mesa y dejó la comida de Dean antes de alejarse.

—Gracias.—Le dijo Dean antes agarrar una salchicha con el tenedor. La mordió y sonrió mientras masticaba. Sam sonrió ante eso. Freya estuvo a punto de hacer lo mismo, pero en cuanto empezó a oír a Dean luchando por respirar, esa sonrisa se desvaneció. Se volteó hacia él y comenzó a golpearle la espalda al ver que comenzaba a ahogarse, pero eso no pareció funcionar.

—¡Dean!—Exclama Freya desesperadamente, mientras seguía intentando ayudarle a respirar golpeándole la espalda.


─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───


Heat of the moment
Telling me what your heart meant

Freya abrió los ojos una vez más, gruñendo contra su almohada.—¡Buenos días, Sammy!—Exclamó Dean mientras se sentaba en en el borde de la cama para atarse los zapatos.—A ti también, cariño.—Añadió, poniendo una mano sobre la pierna desnuda de Freya.

The heat of the moment
Shown in your eyes
It was the heat of the moment

Freya había perdido la cuenta de cuántas veces había oído esa canción al despertarse. Cada día era exactamente igual, con pequeños cambios provocados por Sam y su desesperación por acabar con el bucle. Cada día terminaba de la misma manera también, con Dean muerto. Resbalando en la ducha, comiendo un taco en mal estado, las muertes eran cada vez más absurdas, pero él siempre volvía a la mañana siguiente, rompiendo aún más el corazón de Freya.

—Conduzca con cuidado, Sr. Pickett.—Le dijo el cajero de la cafetería al hombre mientras le daba el cambio.

Freya le ignoró al pasar, pero Sam chocó con él deliberadamente para poder robarle las llaves de su coche antes de que el hombre pudiera subir a su vehículo y atropellar de nuevo a Dean mientras los tres salían de la cafetería.

Sentada de nuevo en el mismo reservado, Freya suspiró, mirando al hombre sentado en el mostrador con un plato de tortitas y sirope de arce. Ya se había fijado en él antes, pero cada día que pasaba sentía un poco más curiosidad por él. Había algo raro en él, pero Freya aún no sabía qué era.

—Hey. Martes. Puerco abrigado.

Sam suspiró, dejando el juego de llaves que había robado sobre la mesa. Dean frunció el ceño, mirándolas y luego a él.

—¿Qué es eso?—Cuestiona Dean.

—Som del viejo. Créeme, no le quieres al volante.—Le responde Sam sin darle más explicaciones.

—¿Sabéis ya que pedir?—Pregunta Doris al acercarse a la mesa.

—Uh, sí, yo si. Tomaré el especial, una plato de bacon y café.—Le contesta Dean, dedicándole una sonrisa.

—Hey, Doris.—Habla Freya. La mujer se voltea hacia ella.—Lo que yo quiero es que pases más horas en el campo de tiro con arco. Tienes una puntería horrible.

—¿Cómo lo sabes?—Cuestiona, sorprendida. Freya se encoge de hombros.

—Pura suerte.

La mujer no sabía muy bien cómo responder a eso, y la pequeña sonrisa sin emoción en los labios de Freya envió un escalofrío por su columna vertebral.

—Creo que la has asustado.—Comenta Dean al ver a la camarera alejarse de la mesa.—Vale, ¿así que creéis que estás atrapada en algún tipo de qué, otra vez?

—Bucle temporal.—Contesta Sam.

—Como Groundhog Day.

—Eso no importa. No hay forma de pararlo.—Declara Freya.

—Vaya, qué gruñones estáis.

—Sí, lo estamos. ¿Quieres saber por qué? Porque este es el centésimo martes seguido que vivimos, y nunca se detiene. Nunca. Así que sí, estamos un poco gruñones.—Responde Sam con frustración.

—Salsa picante.—Murmura Freya entonces, su mirada completamente fría y sin emoción. Dean se voltea hacia ella confundido.

—¿Qué?

Doris llegó entonces con la comida y el café, poniendo todo sobre la mesa antes de alcanzar la botella de salsa picante.—Café solo y salsa picante para el... ¡Uy! ¡Mierda!—Jadea cuando la botella se deslizó entre sus dedos, pero Sam rápidamente la atrapo, dejándola sobre la mesa sin siquiera mirarla.—Gracias.—Dijo Doris antes de irse.

—Buenos reflejos.

—Sabía que iba a pasar, Dean. Sé todo lo que va a pasar.

—No lo sabes todo.—Se burla Dean, rodando los ojos.

—Sí que lo sabe. Los dos lo sabemos.—Asegura Freya,

—Sí, ya.—Dicen Dean y Sam al unísono.—Es suerte.

—No, no es suerte.

—Claro, eres adivino.—Dicen ambos simultáneamente. Freya rueda los ojos.—Basta, Sam. Sam.—Se inclinan el uno hacia el otro.—¡Crees que estás siendo gracioso pero estás siendo muy, muy infantil! Sam Winchester lleva maquillaje. Sam Winchester llora para conseguir sexo. Sam Winchester guarda una regla junto a la cama y todas las mañanas cuando se despierta...—Dean se cansó y levantó las manos en señal de derrota.

—¡Vale, ya basta!

—Eso no es todo. Randy, ¿el cajero? Está robando de la caja registradora. ¿El juez Myers? Por la noche se pone un disfraz de conejito.—Explica Freya. Al escuchar sus palabras, el juez Myers, volcó su vaso.—Y ese de ahí, ese es Cal. Va a robar a Tony el mecánico de camino a casa.

—¿Cuál es tu punto?

—Mi punto es que hemos vivido todos los martes posibles. Te hemos visto morir de todas las formas posibles. Hemos destrozado el Mystery Spot. Lo quemamos, intentamos todo lo que sabemos para salvarte la vida, y no podemos. No importa lo que hagamos, tú mueres. Luego nos despertamos. Y vuelve a ser martes.—Explica Freya rápida y frustradamente. Dean la observó atentamente, notando el temblor en su voz y en sus manos.

—Vale, vale. Vale.—Estira su mano para agarrar una de las suyas.—Lo solucionaremos.

—Sí, siempre dices lo mismo. Bueno, adivina qué, Dean, no lo hemos resuelto.

Freya se zafó de su agarre con inquietud. No por el tacto de su piel, sino por el dolor que sentía en el pecho. Estaba dejando que sus sentimientos por él se descontrolaran. Y si no tenía cuidado, cuando llegaría su verdadera muerte, una permanente en la que él no volviera al día siguiente, Freya sabía que no iba a ser capaz de soportarlo y seguir adelante.

—Perro.—Murmura Sam al salir de la cafetería.

Dean frunce el ceño, bajando la mirada cuando un perro comenzó a ladrarles al pasar junto a él.

—Tiene que haber alguna manera de salir de esto.—Asegura.

—¿Dónde están mis malditas llaves?—Sam le ignoró completamente mientras seguía prediciendo todo lo que ocurría a su alrededor.

—¿Dónde están mis malditas llaves?—Preguntó el señor Pickett, buscando en sus bolsillos las llaves de su coche que Sam le había robado minutos antes.

—Disculpe.

Freya chocó una vez más con la chica rubia que llevaba un montón de papeles.

—Disculpe.

Al ver cómo predecía cada cosa, Dean se detuvo en seco, poniendo los brazos delante de Freya y Sam.

—¿Qué?—Freya lo mira confundida.

—Oye, todas las veces que hemos caminado por esta calle, ¿alguna vez hice esto?—Cuestiona Dean caminando tras la chica rubia.

Sam y Freya comparten una rápida mirada.

—No.—Murmuran ambos antes se seguirle

—¿Cien martes y nunca os molestasteis en comprobar lo que tenía en las manos?—Dean los mira con incredulidad. Sam y Freya se encogen de hombros.—¿Es este es el tipo que desapareció?—Señala Dean, mostrándoles el folleto.

—Sí.

—Esa de ahí atrás es su hija.—Dean señala a la chica rubia. Sam agarra el folleto y corre tras la chica, dejando solos a Freya y Dean.

El silencio se instaló entre ellos mientras Freya observaba a su alrededor buscando cualquier amenaza a la vida de Dean. Una parte de ella sabía que su muerte llegaría tarde o temprano como los cien de martes anteriores, pero la poca esperanza que aún le quedaba le aseguraba que si era capaz de salvarle una sola vez acabaría por fin con el bucle.

Los pensamientos de Dean estaban en otra parte. Para él sólo habían pasado unos días desde que Freya se había vuelto a unir a él y a Sam en su viaje. Lo que también significaba que sólo habían pasado unos días desde lo que había sucedido entre ellos dos. Los sentimientos no eran su fuerte, y mucho menos hablar de ellos. Pero eso no le impedía pensar en besarla cada vez que estaba con ella.

El perro que estaba a su lado les gruñó y ladró. Freya no pareció oírlo, pero Dean se acercó a él.

—Hola amigo.—Se inclina para acariciarlo.—¿Necesitas un amigo? Buen chico... ¡Aaaah!

Freya y Sam no supieron lo que paso, soló que en ese momento todo se volvió negro y pronto empezaron a oír de nuevo esa canción de Asía mientras se volvían a despertar en la habitación del motel en un nuevo martes.


─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───


Al día siguiente ocurrió algo extraño, algo cambió. En todos los martes que Freya y Sam habían vivido no había cambiado nada más que ellos, pero esa mañana ella no pudo evitar notar como el hombre que desayunaba tortitas con sirope de arce había cambiado su sirope por uno de fresa. Y lo más extraño de todo era que, tras descubrirlo, Sam y ella volvieron a despertarse, esta vez sin que Dean hubiera muerto.

—¿Así que creéis que estáis atrapado en algún tipo de qué, otra vez?—Pregunta Dean mientras se sentaban en el reservado de la cafetería.

Freya y Sam lo ignoraron mientras observaban al hombre de las tortitas.

—Cómete el desayuno.—Le contesta Sam sin siquiera mirarle. Dean frunce el ceño, pero no tuvo la oportunidad de preguntar qué estaba pasando, porque en el momento en que el hombre salió de la cafetería, Sam y Freya fueron tras él.

El misterioso hombre caminó calle abajo. Sam lo siguió de cerca hasta que lo alcanzó. Lo agarró y lo estampó contra la valla, poniéndole la punta de una estaca de madera en la garganta.

—¡Eh!—Exclama el hombre.

—Sé quién eres. O debería decir, qué.

—Dios mío, por favor, no me mates.—Suplica.

—Uh, ¿Sam? ¿Freya—Dean camina tras ellos, tratando de llamar su atención.

—He tardado mucho tiempo, pero ya lo tengo.

Freya frunce el ceño ante las palabras de Sam. Era como si conociera al hombre, incluso parecía saber cómo matarlo, y sin embargo no le había mencionado nada a ella.

—¿Qué?—El hombre mira a Sam con confusión y miedo.

—Es tu modus operandi lo que te delató. Vas a por los idiotas y haces justicia poética. A los de tu clase les encanta eso, ¿no?—Continua hablando Sam.

—Sí, claro, de acuerdo.—El hombre asintió, mirando nerviosamente la estaca.—¡Baja la estaca!

—Sam, tal vez deberías...—Freya trató de acercarse a él.

—¡No! Sólo hay una criatura lo suficientemente poderosa para hacer lo que estás haciendo. Crear realidades de la nada, crear bucles temporales... De hecho, hay que ser casi un dios. Hay que ser un Trickster.

—Oiga, me llamo Ed Coleman, mi mujer se llama Amelia, tengo dos hijos, por el amor de Dios no em haga daño...

—¡No me mientas! Sé lo que eres. Ya hemos matado antes a uno de los tuyos.

De repente, el hombre empezó a transformarse en lo que Sam y Dean reconocieron como el verdadero Trickster.

—En realidad, idiota, no lo hicisteis.—Sonríe.

—Lo siento, ¿podría alguien explicarme qué está pasando?—Cuestiona Freya, llamando su atención.—¿Quién eres? ¿Y por qué nos haces esto?

—Es un Trickster.—Le responde Dean a su lado.

—Se lo estoy haciendo a él, preciosa, no a ti.—Aclara el Trickster señalando a Sam.—Tú sólo eres un daño colateral.—Freya le mira con incredulidad mientras él vuelve a poner su mirada en el joven Winchester.—Vosotros, cabezas huecas, intentasteis matarme la última vez.

—¿Y Hasselback? ¿Qué pasa con él?—Dean le pregunta sobre el desaparecido.

—¿Ese imbécil? Dijo que no creía en los agujeros de gusano, así que lo dejé caer en uno.—Ríe.—Luego llegasteis vosotros. Os pille en cuanto llegasteis a la ciudad.

—¿Así que esto es divertido para ti? ¿Matar a Dean una y otra vez?—Freya da un paso hacia él.

—Uno, sí. Es divertido. ¿Y dos? No se trata de matar a Dean. Esta broma es para Sam.—Le responde.—¿Cómo es ver morir a tu hermano, todos los días? Para siempre.

—Hijo de puta.—Gruñe Sam.

—¿Cuánto tardarás en darte cuenta? No puedes salvar a tu hermano. Pase lo que pase. Tú tampoco, Freya.—El Trickster volvió a mirarla.—Sam es terco, pero tú... Realmente crees que puedes salvarlo. Incluso darías tu alma por él, ¿verdad? Y la rueda seguiría girando. Trato tras trato.

—Ella no hará ningún trato.—Asegura Dean.

—Pero no porque no lo haya pensado.—Señala él. Su mirada sobre ella hizo que Freya se estremeciera. Era como si pudiera leer todos sus pensamientos, incluso los más oscuros.—Puede que no nos hayamos visto antes, Freya, pero te conozco.

—¿Ah, sí?—Freya elevó sus cejas, agarrando la estaca en la mano de Sam y empujándolo a un lado. De pie frente al Trickster, acercó la estaca a su cuello.—¿Qué tal si te mato y todo esto termina ahora?

—¡Oh-oh, hey, whoa! Vale. Mira... Sólo estaba jugando. No puedes aceptar una broma, bien. Os soltaré. Mañana os despertareis y será miércoles. Te lo juro.

—Mientes.—Asegura Sam.

—Si lo hago, sabéis dónde encontrarme. Desayunando tortitas en la cafetería.

—Nah, creo que prefiero matarte.—Declara Freya.

—Lo siento, preciosa. No puede ser.—Sonríe antes de chasquear los dedos.


─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───


Promise me I'll be back in time
Gotta get back in time

Dios, a Freya le encantaba esa canción. Regreso al Futuro era una de sus películas favoritas. En cierto modo también la odiaba porque era la película favorita de Carter y eso le traía recuerdos dolorosos, pero aquella mañana se convirtió en su canción favorita. Que Asia no estuviera sonando en la radio significaba que algo había cambiado y tal vez el Trickster no les había mentido cuando dijo que los sacaría del bucle.

—¿Qué, vas a dormir todo el día?.—Le pregunta Dean desde el lavabo del baño, donde se encontraba lavándose los dientes.

Minutos después, Sam se sentó en su cama, con los ojos muy abiertos mientras observaba a su hermano. Había vivido seis meses sin Dean y Freya. Los dos habían muerto delante de sus ojos y el día no había vuelto a empezar como los demás. Había pasado seis meses buscando al Trickster para poder traerlo de vuelta a este preciso momento.

—Lo sé, no es Asia. Esta estación es una mierda.

Sam sacude la cabeza y lleva su mirada hacia la radio de la mesilla de noche.

—Es miércoles.

—Sí, normalmente viene después del martes.—Sonríe Freya, saliendo del baño y colocándose junto a Dean.

Sin perder un segundo, Sam se deshizo de las sábanas y caminó hacia ellos. Freya y Dean compartieron una mirada confusa cuando Sam les envolvió en un abrazo.

—Tío, ¿cuántos martes has vivido?—Sonríe Dean.

—Demasiado.—Admite, separándose para poder mirarles.

—Ella tuvo la misma reacción que tú.—Comenta Dean, señalando a Freya.—Se me tiró encima como...

—No creo que necesite saber eso.—Freya le interrumpe.

—No necesito saber eso.—Confirma Sam con una sonrisa nerviosa.—¿Qué... qué recuerdas?

—Recuerdo que ayer estabais actuabais como unos locos. Y luego recuerdo enconar al Trickster. Eso es todo.—Se encoge de hombros.

—Estupendo. De acuerdo. Vámonos.—Dean frunce el ceño al ver a Sam recoger sus cosas.

—¿Sin desayunar?

—Sin desayunar.—Confirma Sam.

—De acuerdo, prepararé el coche.

—Iré contigo.—Declara Freya regalándole una sonrisa, dispuesta a seguirle.

—¡Esperad!—Exclama Sam.—Vosotros dos no vais a ningún sitio solos.

—Vamos al aparcamiento, Sam.—Freya le quita importancia.

—Sólo... sólo confía en mí.

Al ver la mirada desesperada en sus ojos, Freya asintió. Seguramente no habían tenido las mismas experiencias. Pues por un lado ella no recordaba a Dean muriendo en el aparcamiento del motel, pero la reacción de Sam le decía que él si.

—Vale, pero tienes que vestirte.

—Sí. Esperad aquí.—Les pide, entrando al baño con su ropa.

—Esta actuando mucho más raro que tú.—Comenta Dean una vez que la puerta se cerró tras su hermano.

Freya murmura  un asentimiento mientras le observa detenidamente. Todavía no se había tomado el tiempo de asimilar que finalmente esa pesadilla había terminado y que Dean ya no iba a morir hoy. Aún le dolían el corazón y el cuerpo de haberlo perdido tantas veces.

Ahora sentía el impulso de tocarlo y no separarse nunca más de él. Tal vez el Trickster tenía razón al pensar que ella haría cualquier cosa por salvarlo, incluso un trato.

—Oye, no tienes buena cara.—Dijo Dean cuando Sam salió del baño.—¿Pasó algo más?

—Es que he tenido un sueño muy raro.—Le respondió Sam sin dar más explicaciones.

—¿Enanos o payasos?—Cuestionó Dean con una sonrisa.


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