𝟎𝟗 | afterglow



chapter nine, act one
afterglow



Tras descubrir que Calum había mentido sobre haber colocado explosivos en la casa para asustar a Maddie y Peter y que salieran de su escondite, los nervios de Maddie y los dos hermanos Winchester se calmaron un poco.

Sin embargo, los tres seguían preocupados por el estado de Freya y Peter, que después de una hora desde el estallido de luz aún no se habían despertado.

—¿Alguna idea de dónde sacó Freya ese cuchillo?—Cuestiona Dean al entrar en la cocina, donde su hermano se había instalado tras agarrar varios de los libros de Henry para investigar sobre el arma.

—No. Nada.—Le responde Sam, examinando el cuchillo.—Lo único que hemos visto que pueda matar a un demonio hasta ahora es el Colt y el cuchillo de Ruby. Pero éste no se parece al de ella.

—¿Sabes dónde consiguió Laurel Holloway este cuchillo?—Dean se vuelve hacia Maddie cuando esta entraba en la cocina para tirar los fragmentos de cristal roto de la ventana del salón.

—No fue hasta hace cinco años, cuando murió mi madre, que supe de la existencia de lo sobrenatural. Aquella noche, antes de que esos dos demonios, Ophelia y Calum se presentaran en nuestra casa para matarla, me dijo que tenía ese libro y ese cuchillo en su caja fuerte y rápidamente me explicó a quién pertenecían. El resto de las cosas que sé, cómo qué debo usar para defenderme de un demonio, me las explicó Henry.—Responde Maddie.

—Entonces, no tenemos nada hasta que él vuelva.—Suspira Sam, mirando a su hermano.

—Sí. Y no contesta a las llamadas.—Comenta Dean.

—Deberíamos quemar los restos de ese tipo.

Dean asiente.

—¿De verdad es necesario quemarle?—Maddie los mira con confusión.

—¿Henry no te habló de fantasmas?—Dean eleva sus cejas. Maddie le observa en silencio.—Sal y quemar los restos para que los espíritus no queden atrapados y puedan descansar. Además, menos pruebas.

—De acuerdo.—Suspira.—Haced lo que tengáis que hacer. Vosotros sois los expertos. Iré a ver cómo están Peter y Freya.

—Si se despiertan o Henry aparece o llama, nos envías un mensaje inmediatamente.—Le ordena Dean.—Volveremos en una hora como mucho.

—De acuerdo.—Asiente Maddie, tratando de mantener la calma. Pero aún así, Sam no pudo evitar notar su inquietud y el tono dubitativo de su voz, así que se volvió hacia su hermano.

—Prepara la casa para que no vuelvan a entrar más demonios.—Le pide.

—De acuerdo.—Suspira Dean antes de abandonar la cocina.

Maddie lo observó salir con alivio, sabiendo que a pesar de quedarse sola, la casa sería segura. Entonces se giró hacia Sam al notar su mirada clavada en ella.

—Iremos a por algo de comida.—Le informa él entonces.—¿Alguna petición?

—¿Alcohol?—Su respuesta sonó más como una pregunta, pero la petición iba completamente en serio. Sam sonrió divertido.

—¿Cerveza o algo más fuerte?

—Me da igual.—Admite Maddie, encogiéndose de hombros.

—De acuerdo.

—Ah, y... No es necesario que compréis comida. La nevera está llena, puedo cocinar algo.

—Oh, no queremos molestar...

—No es ninguna molestia.—Asegura, interrumpiéndole.—Cocinar me vendría bien ahora mismo para distraerme.

—Esta bien. Acepta Sam, dedicándole una leve sonrisa tranquilizadora que Maddie no dudó en devolver.

—La casa es segura.—Anuncia Dean, entrando de nuevo en la cocina, ganandose su atención.

—Bien, vámonos.—Declara Sam, agarrando su chaqueta.—Oh, si por casualidad viene algún demonio, usa el cuchillo.—Le informa a Maddie antes de seguir a su hermano. La chica suspira, posando su mirada en el arma que descansaba sobre la encimera, asintiendo levemente a sus palabras.

Cuando los hermanos Winchester regresaron a la casa de los Holloway, el lugar parecía mucho más acogedor. El olor a comida recién cocinada fue lo primero que notaron, así como el cambio radical de temperatura en comparación con el aire frío de aquella noche en particular.

Aun así, la casa estaba especialmente silenciosa y se notaba la falta de vida en ella. El hecho de que Peter no estuviera correteando por los pasillos con sus pistolas de juguete o leyendo un cómic en las escaleras era muy extraño. Intentando olvidar aquella incómoda sensación, Dean y Sam se dirigieron a la cocina, donde encontraron a Maddie sentada, leyendo un libro de lore con el cuchillo a su lado.

—Hey, huele bien.—Admite Dean, depositando una bolsa sobre la encimera de la isla. Maddie lo mira, dedicándole una leve sonrisa.

—Gracias. He hecho lasaña. Espero que os guste.

—Hemos traído helado y pastel.—Anuncia Sam, quitándose la chaqueta.

—El pastel es mío.—Les advierte Dean, ganándose una sonrisa divertida por parte Maddie.—Y el helado es el sabor favorito de Freya.

—Oh, está bien. En realidad no tengo mucha hambre.—Admite Maddie, encogiéndose de hombros.

—¿Primera vez viendo un cuerpo y luchando contra un demonio?—Dean levanta las cejas, sacando una botella de cerveza del paquete que él y Sam acababan de comprar.

—Lo segundo, sí, lo primero... Es complicado.—Le responde, volviendo a mirar el libro delante de ella.

Inevitablemente los dos hermanos compartieron una mirada entre ellos ante sus palabras, pero decidieron dejar el tema cuando notaron que no parecía ser muy agradable para Maddie.

—¿Alguna novedad?—Dean decidió cambiar de tema, dando un trago a la cerveza que tenía en la mano.

Maddie niega.

—No. Ellos siguen durmiendo. Y no hay ni rastro de Henry.

Dean suspira decepcionado.

—¿Cuál es el plan ahora?—Maddie los mira con expectación.

—Esperar.—Responde Sam.—Quizá llamar a Bobby mañana.

—Sí.—Asiente Dean, mientras servía un plato de comida para su hermano y otro para él.

—Deberías dormir un poco.—Sam se vuelve hacia Maddie.—Dean y yo haremos turnos de vigilancia por si aparece Henry o vuelve ese demonio.

La mirada de Maddie viajó de Sam a Dean y de nuevo a Sam.

—¿Estáis seguros?—Pregunta.—Quiero decir... Puedo hacer un turno aunque no sea una cazadora.

—No te preocupes. Nos ocuparemos de ello.—Le asegura.

—Vale.—Suspira, poniéndose en pie.—Aunque no creo que duerma mucho. Disfrutad de la cena.

—Gracias.—Sam le dedica una leve sonrisa mientras Dean se limita a asentir con la boca llena de comida.

Maddie le devuelve la sonrisa y dudosa, abandona la cocina. Una parte de ella no estaba convencida de poder confiar en ellos, porque realmente no los conocía. Pero tenía que recordar que aquellos dos chicos eran amigos de Freya, hábiles cazadores y sin duda mucho más capaces que ella para proteger la casa aquella noche. Pero dejar que otros la protegieran nunca había sido el estilo de Maddie. Como hija única, estaba acostumbrada a protegerse a sí misma. Aunque eso era contra los humanos, no contra monstruos y demonios.

Sentados en el salón, los hermanos Winchester comieron una porción de la lasaña casera de Maddie mientras veían las noticias en la televisión. Afuera, la lluvia por fin había empezado a amainar después de tres horas en las que no había parado de diluviar.

—Voy arriba a comerme la tarta.—Anuncia Dean tras terminar su comida, levantándose del sofá y cogiendo su plato y el de su hermano.—Voy a ver cómo están Peter y Freya. Tú deberías dormir. Yo haré el primer turno.

—¿Seguro?—Sam le miró con duda.

—Sí. De todas formas no estoy tan cansado.—Le responde, caminando hacia la cocina.

—De acuerdo.—Acepta Sam, apagando el televisor y levantándose del sofá.—Buenas noches.

—Buenas noches.—Le contesta Dean desde la cocina, abriendo el grifo para empezar a fregar los platos.

Al cabo de unos minutos, Dean estaba tan sumido en sus pensamientos mientras limpiaba la cocina que apenas se percató de la presencia de otra persona en la sala hasta que una de las tablas del suelo crujió.

Entonces giró la cabeza rápidamente hacia el sonido, encontrándose con la figura de Freya, vestida aún con la ropa mojada, con dos ojeras bajo los ojos y el pelo mojado cayéndole de la coleta. Sus ojos tenían una mirada confusa al verle allí, pero antes de que pudiera hablar, Dean se colocó frente a ella, sujetándola por los brazos.

—Freya. ¿Estás bien?—La observa de arriba abajo con preocupación.

—¿Dean? ¿Qué... qué estás haciendo aquí?—Cuestiona ella, levantando la mirada para encontrarse con la suya.—¿Qué ha pasado?

Dean estaba a punto de explicárselo todo, pero Freya le interrumpió rápidamente.

—Dios mío. Peter.—Exclamó, dispuesta a volver arriba, pero Dean la sujetó con fuerza, manteniéndola en el sitio.

—Tranquila, tranquila. Tranquila.—Habla, mirándola a los ojos.—Peter está bien. Está en su habitación.

—¿Y Maddie?

—Durmiendo en la habitación de invitados con Sammy.

Freya suspiró aliviada, su respiración calmándose lentamente al saber que todos estaban bien.

—Ella... Ophelia estuvo aquí.

—Sí. Ella estuvo aquí.—Asiente Dean.—Y se fue cuando destruiste ese libro y mataste a su amigo. Bastante badass, por cierto.—Dean sonríe divertido, pero esta sonrisa desapareció en cuanto se dio cuenta de que Freya seguía desorientada y no le devolvía la sonrisa.

—¿El libro?

—Convertido en cenizas.—Le responde, recibiendo un suspiro de alivio por parte de ella.

Mientras el silencio se instalaba entre ellos, Freya sintió que el agarre de las manos de Dean sobre sus brazos se aflojaba y se volvía más delicado a cada segundo. Sus pulgares la acariciaban por encima de la tela de la camiseta negra que llevaba puesta, provocándole un escalofrío. Como si él mismo pudiera sentir ese mismo escalofrío, Dean pareció reaccionar entonces, dando un paso atrás.

—Uh... ¿tienes hambre?—Pregunta, aclarándose la garganta nerviosamente.—Maddie ha preparado lasaña. Y Sammy y yo trajimos helado. También hay tarta.—Sus ojos viajan a la isla de la cocina, evitando la mirada de la chica.

—¿Tarta?—Freya lade su cabeza y levanta las cejas divertida.—¿Vas a compartir tu tarta conmigo?

—Bueno, yo no he luchado contra un demonio hoy.—Se encoge de hombros, conectando sus miradas una vez más.—Pero no tardes mucho en decidirte o retiraré mi oferta.

Con una sonrisa en los labios, Freya se abrazó a sí misma al sentir una ráfaga de viento frío golpear su ropa mojada.

—Creo que debería darme una ducha.—Admite.

—Sí, probablemente tengas razón.—Suspira Dean.

—Quizá cuando vuelva puedas tener preparado un plato de lasaña caliente para mí.—Se acerca a él con una sonrisa pintada en los labios.

Mirándola, Dean asiente ligeramente, luchando contra el impulso de sujetar sus mejillas y besarla en ese mismo instante.

Verla luchar contra aquel demonio para proteger a su hermano pequeño, vistiendo aquellos vaqueros ajustados y aquella camiseta negra, con el pelo húmedo y la mirada feroz en los ojos era quizá lo más sexy que la había visto nunca.

—Ya lo creo.—Susurra, devolviéndole la sonrisa.

Lo que Dean no sabía era que Freya también estaba luchando contra su propio impulso de besarlo. Tal vez si alguno de los dos no fuera tan tonto y usara el valor que normalmente tenían para matar y enfrentarse a monstruos, ya se estarían besando. Pero en lugar de eso, Freya subió a su habitación para darse una ducha caliente mientras Dean preparaba la cena para ella y Peter. El chico seguía dormido cuando Dean subió a ver cómo estaba, pero teniendo en cuenta que Freya ya se había despertado, esperaba que Peter lo hiciera pronto.

—Por cierto, no has respondido a mi pregunta.

Freya se apoyó en el umbral puerta mientras se desenredaba el pelo. Dean se volvió hacia ella, notando cómo se había cambiado la ropa mojada por unos pantalones de chándal grises y una camiseta de su grupo favorito. Estaba casi igual de guapa que antes, sino más.

—¿Por qué estás aquí?

—Peter me llamó—Le responde Dean.—No dijo mucho, pero me di cuenta de que algo iba mal. Además, tú no contestabas a mis llamadas.

Freya asiente levemente.

—Gracias. Por acudir en su ayuda.

—Siempre.—Asegura.—Sé lo importante que es Peter para ti. Como Sam lo es para mí.

Los ojos de Freya viajaron al suelo ante su respuesta, sintiéndose frustrada y triste por la situación en la que se encontraban.

—No debería haber destruido el libro.—Se queja.—Tal vez podría haber hecho un trato para salvarte, no sé, tal vez...

—Hey, hey. Freya.—Dean se acerca a ella, sujetándole las mejillas para asegurarse de que le miraba a los ojos y le escuchaba.—Salvaste la vida de Peter y Maddie. Le quitaste a ese demonios algo querían. No te preocupes por mí.

—Eso es imposible, Dean.—Asegura Freya.—Siempre me preocuparé por ti. Me preocupo por todos. Es mi mayor defecto.

—Te equivocas, tu mayor defecto es tu insoportable terquedad.—Sonríe divertido, acariciándole las mejillas.

—Mira quién habla.—Freya le devuelve la sonrisa. Sus ojos brillaban con un sentimiento que Dean nunca había visto en ellos y que tampoco sabía cómo nombrar.

Parecía que hacía siglos que no estaban tan cerca el uno del otro. Y, sin embargo, parecía como si nunca lo hubieran estado. Desde que habían vuelto a conectar, su relación parecía haber empezado de nuevo. Como si fueran dos desconocidos.

Su coraje pareció crecer en aquel íntimo momento, pues ambos empezaron a inclinarse el uno hacia el otro, esperando escuchar su deseo de unir sus labios en un beso. Pero, como en las películas, algo tuvo que interrumpirlos.

—¿Freya?—La voz de Peter les hizo separarse el uno del otro y volver sus miradas hacia la puerta de la habitación del chico. Allí estaba él, mirándolos con confusión.

—Hola, colega, ¿estás bien?.—Freya corre a arrodillarse frente a él, sujetándole ambos lados de la cara para mirarle más de cerca. Peter asiente, levantando la mirada hacia Dean.

—En verdad viniste.—Observa, casi sin creerse que el cazador hubiera acudido en su ayuda.

—Por supuesto.—Contesta Dean.—Eres un grano en el culo, enano, pero no te quiero muerto.

—El sentimiento no es mutuo.—Contesta Peter.

—Peter.—Le regaña Freya.

—Sólo estaba bromeando.—Se defiende. Freya le observa con incredulidad.—Estaba bromeando.

—Está bien.—Asegura Dean al notar la mirada de disculpa que Freya le dedicaba.—La cena está en la mesa, por cierto. He visto que tienes una buena colección de películas, ¿por qué no eliges una y cenas con tu hermana? Hay helado.—Sonríe hacia Peter, quien le miró con duda durante unos segundos antes de asentir.

—Me parece bien.

—Estupendo. Os espero abajo.—Dice Dean, dando una palmada antes de alejarse por el pasillo, dejándoles solos.

Freya suspira al verlo desaparecer por las escaleras, sintiendo un hueco doloroso en el pecho ante su ausencia. Peter entrecierra sus ojos, notando el cambio en su hermana.

—Puedes ir con él. Yo voy a ducharme.—La voz de su hermano pequeño saca a Freya de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad.

—Oh, no. No. Te espero.

—Puedes hacerlo abajo. Estoy bien.—Asegura.

—¿Seguro que sí?—Freya lo mira con preocupación.—Peter, sé lo que es enfrentarse a un demonio por primera vez. O a cualquier monstruo en realidad. Puedes hablar conmigo.

—Sé que puedo. Pero en serio, estoy bien. Sabía lo que tenía que hacer.

—No importa. Saber la teoría no se compara con la realidad. Yo sólo...

—Freya.—La interrumpe.—Estoy bien.

Aunque su declaración parecía firme y sincera, Freya podía ver a través de él. Peter estaba tratando de convencerse a sí mismo y a ella de que todo estaba bien cuando simplemente no lo estaba. Y ambos lo sabían, pues desde que habían abierto los ojos algo en ellos se sentía completamente diferente. Pero ninguno de los dos sabía qué era.


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Después de cenar mientras veían Jurassic Park, una de las películas favoritas de Peter, él y Freya acabaron quedándose dormidos en el sofá. Intentando hacer el menor ruido posible, Dean les tapó con una manta y se dedicó a recoger y fregar los platos. Cuando terminó decidió sentarse en el sofá junto a ellos para ver el final de la película mientras se comía la tarta.

Y así fue como Sam los encontró cuando bajó en mitad de la noche para hacer su turno de vigilancia. Frotándose los sus dormidos ojos, el joven Winchester pudo distinguir las figuras dormidas de su hermano, Freya y Peter. Como no quería despertarlos, apagó el televisor, echó un rápido vistazo a la planta baja y volvió a subir a la habitación de invitados, donde Maddie dormía plácidamente.

Sam permaneció despierto un par de horas más, investigando en su ordenador antes de volver a su cama para dormir un poco más antes del amanecer.

A la mañana siguiente, Peter fue el primero en levantarse y pronto le siguieron Sam y Maddie. El chico estaba leyendo un cómic mientras se tomaba un zumo cuando ambos entraron en la cocina.

—Hola, enano, ¿cómo has dormido?—Cuestiona Maddie, sacudiéndole el pelo.

—Bastante bien, la verdad.—Admite él, mirándola.—Se nos acabaron el café y las galletas, por cierto.

—Bueno, entonces tendremos que ir a comprar, ¿no?—Comenta ella, recibiendo un entusiasmado asentimiento de su parte. Peter no lo diría en voz alta, pero estaba ansioso por salir de su casa. Estar allí le recordaba inevitablemente los sucesos de la noche anterior y se sentía algo atrapado.

—Podemos coger el coche de Dean.—Sugiere Sam, agarrando las llaves del coche de la encimera.—Yo conduzco.

—Sí, deberíamos dejarlos dormir.—Admite Maddie, echando un vistazo al salón, donde Freya y Dean seguían tumbados en los dos cómodos sofás. Sam asiente de acuerdo con ella. Era raro que su hermano durmiera tanto y ciertamente lo necesitaba.

Sin embargo, sólo unos minutos después de que se fueran, Dean se despertó, encontrándose con una nota en la mesita a su lado. Un gruñido salió de sus labios al leer que no quedaba café y que tendría que esperar a que su hermano, Maddie y Peter regresaran para poder tomar lo que para él era la bebida más importante del día.

—Se fueron hace cinco minutos, tardarán un rato en volver.—Freya habló desde el otro sofá. Dean se vuelve hacia ella, sorprendido de encontrarla despierta. Su mirada estaba fija en el techo mientras una de sus manos jugueteaba con el collar que llevaba al cuello.

—¿Cuánto tiempo llevas despierta?—Inquiere.

Freya suspira y se incorpora hasta quedar sentada.

—Desde que Peter se levantó. Estaba cómoda, así que me hice la dormida.—Se encoge de hombros.

Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Dean ante su respuesta.

—¿Dormiste bien?—Le pregunta.

—Sí.—Asiente él.—Este sofá es muy cómodo.

—Lo sé. He perdido la cuenta de las veces que Peter y yo nos quedamos dormidos aquí mientras veíamos película.—Freya sonríe, poniéndose en pie.

—¿Has dormido tú bien?—Le pregunta Dean, siguiendo sus pasos hacia las escaleras.

—Sí, ya te he dicho que el sofá es muy cómodo...

—No estoy hablando de eso.—La interrumpe, negando con la cabeza.

Freya suspira, deteniéndose en seco en medio de las escaleras antes de girar sobre sus talones para mirarle.

—Las pesadillas no son nuevas para mí, y la verdad es que esta noche no he tenido tantas. Tener a Peter a mi lado me ayudó mucho.—Explica.

Dean asiente en silencio.

Los dos continuaron su camino escaleras arriba, separándose en el pasillo mientras Freya iba a su habitación y Dean a la de invitados para poder ducharse. Freya tenía la intención de cambiarse de ropa, pero al entrar en su habitación los sentimientos la abrumaron, paralizándola durante lo que parecieron horas pero sólo habían sido minutos.

—Hey, Freya.—Dean la observó desde la puerta, confuso y preocupado al verla aún en pijama mientras él ya se había duchado y cambiado de ropa. Su voz pareció devolverla a la realidad, ya que lentamente Freya se giró hacia él, captando el brillo cariñoso de sus ojos verdes.—¿Estás bien?

Parpadeando varias veces, Freya asintió.

—Sí, estoy bien.—Le asegura, volviéndose hacia su armario.

Dean suspira, observando atentamente cómo agarraba una muda de ropa limpia.

—Sabes, no. En realidad no estoy bien.—Suelta entonces ella, volviéndose hacia él.—Estoy cansada. Un demonio mató a mi madre y otro iba a matar a mi hermano anoche. Es como si tuvieran algo contra mí, ¿sabes? Y yo no les he hecho nada. Sólo era una niña cuando ella murió. Y por si fuera poco, van a llevarte a ti también.—Sus ojos se llenan de lágrimas, su voz se quiebra y su respiración se acelera.—Justo cuando empezaba a sentir que tú y yo... Van a alejarte de mí otra vez. Y no sé qué hacer.

Dean no sabía qué decirle. Quería consolarla, decirle que todo iba a salir bien, que su hermano estaría a salvo, que él estaría a salvo. Pero no podía. Podía decirle que ella superaría su marcha, que seguiría con su vida. Dean realmente pensaba eso. Pero para Freya estos últimos meses habían sido, si era posible, aún más importantes para ella que el tiempo en que habían salido juntos años atrás. Era como si una conexión diferente hubiera aparecido entre ellos. Dean también lo sentía. Como si algo sobrenatural lo atrajera hacia ella.

Algo sobrenatural que lo hizo caminar directo hacia ella, sostener sus mejillas y colocar sus labios contra los suyos en un beso que le quitó el aliento. Apasionado y delicado al mismo tiempo. Lleno de sentimientos que ninguno podía nombrar o describir. Mágico incluso.

Sus labios le resultaban tan familiares a Freya que le dolía. Ella se dejó hundir en su abrazo mientras los latidos de su corazón se aceleraban como nunca. Pero en ese instante Dean pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo, así que detuvo el beso inmediatamente, dando un paso atrás.

—Lo siento, ¿estás segura de que...?—Susurra Dean. Pero antes de que pudiera terminar la frase Freya volvió a besarle, esta vez de una forma más apasionada.

Sus alientos se mezclaron apasionadamente en sus bocas. Sus manos le agarraron la ropa y tiraron de él hacia ella mientras empezaba a retroceder, llevándoselo con ella. Dean se dejó llevar hasta que las piernas de Freya tocaron el borde de la cama.

Bajando las manos hasta su cintura, Dean empezó a tumbarla sobre el colchón, colocándose sobre ella sin romper el beso, haciéndole sentir una oleada de calor recorriendo su cuerpo. Su lengua se deslizó sobre su labio inferior, pidiéndole suavemente que abriera la boca para él. Freya no dudó en hacerlo, dejando que sus lenguas se encontraran mientras sus manos acariciaban los músculos de sus brazos hasta llegar a sus bien formados hombros y espalda.

Las manos de Dean bajaron más y más, deslizándose su camisa y recorriendo su suave piel, haciéndola gemir suavemente mientras se rendía aún más a la embriagadora sensación de ser tocada por él. Entonces Freya arqueó la espalda contra él, buscando más contacto con su cuerpo mientras sus labios y lenguas se movían al unísono. Él no tardó en responder dejando un rastro de besos por su cuello, con una tierna posesividad que hizo que la respiración de Freya se entrecortara. Freya enredo sus dedos en su pelo y tiró de él para acercarlo aún más a ella.

Mientras él seguía explorando cada centímetro de ella, su mano izquierda subió lentamente hasta acariciarle la mejilla, con el pulgar rozándole cariñosamente el labio inferior. La combinación de ternura y pasión era una mezcla embriagadora, que hacía que ella se derritiera aún más.

Freya fue la primera en sentir el deseo de hacer desaparecer las capas de ropa que los separaban, sus manos tiraron de la camisa de Dean. Él no pudo evitar sonreír contra sus labios ante esto, apartándose ligeramente para deshacerse él mismo de la prenda. Freya no pudo resistir la tentación de su piel expuesta. Con manos temblorosas, recorrió lentamente su musculoso pecho con los dedos. Podía sentir los latidos de su corazón, fuertes y constantes, como un eco de los suyos.

Al mismo tiempo, las manos de Dean empezaron a recorrer su cuerpo, trazando dibujos en su piel adorando cada centímetro de ella. Sus dedos rozaron el dobladillo del sujetador al levantar su camiseta, provocándole una descarga eléctrica. Freya jadeó ante su contacto, respirando entrecortadamente mientras ansiaba más. Cuando sus labios volvieron a encontrar los suyos, Freya le rodeo el cuello con los brazos, tirando de él hacia su cuerpo. Las manos de Dean se movieron hacia su espalda, desabrochándole el sujetador con un hábil movimiento, sin que sus labios rompieran el contacto. La acarició suavemente, con un tacto que la tranquilizaba y excitaba a la vez.

Ella correspondía a sus besos con fervor, aferrándose a él como si fuera el aire que necesitaba para respirar. Era un momento de pura felicidad y pasión que no quería que acabara nunca.

Abrumados por las sensaciones, ambos se separaron ligeramente. Sus respiraciones se aceleraron mientras sus ojos se abrieron para encontrarse con los del otro. Una leve sonrisa se dibujó en los labios de ambos antes de volver a encontrarse. Freya sintió una oleada de calor recorrer su piel cuando la boca de Dean chocó contra la suya, haciendo que el mundo a su alrededor se desvaneciera. Sus labios eran suaves, pero urgentes y ansiosos, moviéndose contra los suyos casi como si buscara algo más profundo dentro de ella.

Le acarició la cara con ternura, saboreando cada momento. Freya sintió como si el tiempo se hubiera detenido. Dean tenía el don de de hacerla sentirse segura y amada a la vez, lo que inevitablemente hacía que se derritiera mientras sus labios bailaban con los de él en perfecta armonía.

Las manos de Dean bajaron hasta sus pantalones de chándal, las yemas de sus dedos acariciando la cintura de estos. Freya le ayudó a quitarse la ropa que le quedaba, deseando sentirlo en todas partes.

Los besos continuaron mientras exploraban el cuerpo del otro con urgencia y necesidad. La habitación se llenó con el sonido de sus respiraciones y el suave crujido de sus ropas al deshacerse de ellas, sus cuerpos ahora totalmente expuestos el uno al otro. Los labios de Dean recorrieron su clavícula y su lengua acarició su sensible piel. Los dedos de Freya se enredaron en su pelo, tirando levemente de él, mientras se entregaba por completo a las sensaciones abrumadoras que él estaba despertando en ella. Cada caricia, cada respiración, era un paso más cerca de ese límite que ella ansiaba tan desesperadamente.

Las manos de Freya se movieron hacia el abdomen de Dean, las yemas de sus dedos recorrieron sus músculos. Podía sentir su anticipación, la forma en que se estremecía bajo sus dedos. Se arqueó de nuevo hacia él, su cuerpo ansiando más de su tacto, el deseo abrumador acumulándose entre sus piernas, mostrando el deseo que tenía de que él la reclamara por completo.

La mano de Dean rozó la parte más íntima de ella. Un jadeo escapó sus labios ante el repentino contacto. El calor de sus dedos pareció quemarla, encendiendo un fuego que se extendió por todo su cuerpo. Todo su ser estaba consumido por el deseo, su mente nublada por el placer mientras él seguía explorándola.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, sus cuerpos se unieron. Freya sintió que el mundo daba vueltas ante la abrumadora sensación de sentirlo dentro de ella. Los gemidos abandonaban s sus labios con cada embestida. Dean la observaba con atención y cariño mientras sentía que el mismo deseo le consumía.

Sus cuerpos se movían el uno contra el otro sin esfuerzo, como si encajaran como piezas de un rompecabezas. Freya se agarró a los hombros de Dean, tratando de estabilizarse en medio de la avalancha de sensaciones en ella. A medida que él tomaba el control, ella se entregaba completamente a él, y su cuerpo respondía a cada caricia con un escalofrío de anticipación. Fue un momento de entrega total y absoluta, en el que nada más importaba que ellos y la forma en que se movían juntos.

Las manos de Dean bajaron hasta sus caderas, donde la sujetó firmemente contra él mientras le atrapaba el labio inferior entre los dientes. Un gemido bajo escapó de sus labios, la lengua de él rozando la suya mientras la devoraba con un hambre que igualaba la suya. Freya no recordaba un momento en el que se hubiera sentido más viva y triste al mismo tiempo, porque sabía que aquello no iba a durar. Dean pronto se iría. Pero quería olvidar ese hecho por un momento, y por cada momento que compartieran juntos después de esto.

Su tacto era como una droga, a la que ella se había vuelto completamente adicta. La boca de Dean se acercó a su oído, susurrándole dulces palabras. El tono ronco de su voz provocándole escalofríos. Era como si él supiera exactamente cómo tocar su cuerpo, y en cierto modo lo sabía.

No podía saciarse de él, sus manos recorrían su cuerpo, intentando memorizar cada curva y cada pliegue. Los dedos de Dean recorrían ligeramente su piel como si quisieran memorizar cada centímetro de ella. Se sentía como si flotara en una nube, su cuerpo reaccionaba a sus caricias con un hambre casi primitiva. Cada caricia hacía que el fuego corriera por sus venas, y podía sentir el calor acumulándose en su interior, ansiando liberarse.

Sus cuerpos se movían en perfecta armonía, sus corazones latían al unísono. Freya arqueó la espalda una vez más, un suave gemido escapando sus labios, mientras él la guiaba con decisión hasta el clímax. Su respiración se entrecortó mientras él la acercaba cada vez más a hacia esa deseada liberación.

Con una embestida final, olas de placer recorrieron su cuerpo con una fuerza abrumadora. Su cuerpo se estremeció y sus manos se aferraron a las sábanas mientras gritaba su nombre, rendida a la intensa sensación que se había apoderado de ella. Dean la abrazó mientras compartían aquel clímax. Sus labios encontrándose con los de ella en un beso tierno y apasionado a la vez.

Sus cuerpos se estremecieron al unísono, sus respiraciones entremezclándose mientras yacían entrelazados. En ese momento, ambos existían en un mundo completamente separado de todo lo demás, envueltos el uno en el otro, consumidos por la intensidad de lo que habían experimentado juntos.

La habitación quedó en silencio, siendo el roce de las sábanas y sus respiraciones sincronizadas el único sonido en ella. El aire estaba cargado con una mezcla de pasión y satisfacción. Freya recorrió la espalda de Dean con sus dedos, la sensación recordándoles a ambos que no se trataba de un momento fugaz de pasión, sino de una conexión profunda y genuina.

En la quietud que siguió a su encuentro íntimo, Dean le apartó de la cara unos mechones de pelo sudorosos, con un tacto suave y tranquilizador, mientras una sonrisa amable y enamorada aparecía en sus labios al mirarla profundamente a los ojos.

—Ha sido increíble.—Susurra suavemente con asombro, mientras acariciaba su mejilla suavemente. Su tacto enviando chispas de electricidad a través de ella.

Freya no podía encontrar las palabras para expresar la intensidad de lo que estaba sintiendo, así que simplemente asintió, una amplia sonrisa formándose en sus labios.

—Si que lo ha sido.—Susurra, con la voz llena de asombro y satisfacción. Sentía como si pudiera quedarse allí para siempre. Sólo con estar en sus brazos, sabía que estaba exactamente en el lugar al que pertenecía.

Permanecieron tumbados un rato, con sus cuerpos entrelazados, disfrutando del resplandor de la pasión compartida. Freya apoyó la cabeza en su pecho, escuchando los latidos de su corazón mientras jugaba suavemente con su pelo, su tacto calmante y excitante al mismo tiempo. Era un momento de paz y felicidad perfectas, una conexión que parecía eterna e inquebrantable. Fue un momento de amor puro y sin adulterar que hizo que Freya sintiera como si todo fuera posible, siempre y cuando estuvieran juntos. Aunque sabía que no era verdad. Era una conexión profunda y conmovedora que trascendía todo lo que habían experimentado antes.

Mientras permanecían abrazados, Dean le acarició suavemente el pelo y le dio tiernos besos en la sien. La abrazó con fuerza pero con ternura, tacto transmitía consuelo, estabilidad y seguridad. Freya sintió que la invadía una sensación de tranquilidad, sintiéndose querida y amada de una forma que nunca antes había experimentado. Aunque Dean nunca lo dijera en voz alta.


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Cuando Sam, Maddie y Peter regresaron, Freya y Dean intentaron actuar como si nada hubiera ocurrido o cambiado entre ellos. Después de su apasionado encuentro y de pasar un rato silencioso y tranquilo entrelazados entre las sábanas de su cama, las palabras parecían inútiles tras lo que había sido una conexión tan profunda. De una manera un poco estúpida, ambos tenían miedo de hablar de los sentimientos que había despertado en ellos y de las consecuencias que venían con ellos.

Aun así, era inevitable que Sam notara algo diferente después de pasar meses a su lado. Las miradas anhelantes a través de la habitación, la comodidad al sentir el tacto del otro, el magnetismo que sus cuerpos parecían tener para acabar siempre uno al lado del otro a pesar de empezar las conversaciones en lados opuestos de una habitación. Pero aun así, Sam decidió no decir nada. Sobre todo porque las cabezas de todos estaban ahora en temas más importantes.

Temas que decidieron evitar hasta que Henry apareció en la casa esa noche. Esa era su señal para compartir la información que todos tenían, sobre el cuchillo, el libro y los demonios que los habían atacado la noche anterior.

Después de oír todo lo que había pasado, Henry decidió ser sincero con Maddie y los hermanos Winchester sobre quién era Ophelia. Una bruja, ahora demonio, que había ayudado al antepasado de Laurel a tener hijos en la época de los juicios de Salem y que había sido quemada en esos mismos juicios. También explicó que el linaje de Laurel estaba lleno de brujas, debido a la poción con la que Ophelia había conseguido que su antepasada tuviera una hija. Y que la búsqueda de esa misma magia y del libro era lo que había llevado al ataque del campamento de verano de Laurel y Christine cuando eran adolescentes, al trato de Laurel para recuperar a su amiga y a la muerte de ambas.

Pero ahora que el libro estaba destruido, todos habían llegado a la conclusión de que ese poder que llevaban en la sangre ya no existía y que Freya y Peter no tenían magia en ellos, sólo eran humanos.

Además, gracias a la información de Henry, ahora sabían que el cuchillo con el que Freya había matado a Calum había sido un arma que su madre había creado con sus propios poderes, única y especial para matar demonios.

—¿Así que lo llevaste de vuelta a la institución mental?—Freya preguntó una vez que su padre y ella se adentraron en su despacho de este último.

—El demonio abandonó su cuerpo tras gritar de dolor y Carter cayó al suelo inconsciente.—Explica Henry.

—Ya se escapó de allí una vez.

—No tenía otro sitio donde llevarle para poder volver a casa. Era mi única opción. Y si es listo y no quiere que los demonios vuelvan a usar su cuerpo, se quedará allí.

Freya asintió levemente, observando atentamente a su padre, pues intuía que aún había cosas que le ocultaba.

—Entonces... ¿todo ha terminado?—Preguntó al cabo de unos instantes.—¿Sólo querían ese libro y a nosotros para que Ophelia recuperara su poder y se convirtiera en la reina del infierno?

—Básicamente.—Asiente Henry.

—¿Y al destruirlo, el poder se fue con el libro?

—Así es. Así que ya no creo que sea necesario que vayas tras ellos.

—¿Qué quieres decir?—Freya frunce el ceño.

—Bueno, Ophelia quería derrocar al actual líder del Infierno, seguramente los demonios que trabajan para él ahora van tras ella y Dorian y por eso han huido.—Señala Henry.

—Sí, supongo que tienes razón.—Asiente levemente.—Eh... Dean y Sam van a ir de cacería ellos solos. Yo me quedaré aquí esos días y luego volveré a unirme a ellos.

—Bien. Es bueno tenerte en casa, Freya.

—Sí, a ti también, supongo.—Suspira ella con un pequeño tono de irritación. Henry podía sentir el enfado de su hija hacia él. Después de los acontecimientos del último mes no podía culparla, así que la dejó salir de su despacho sin decir ni una palabra más.

El hecho de que todo lo que había empezado en aquel campamento de verano con su madre y Christine hubiera terminado aparentemente la noche anterior no hacía desaparecer el deseo de Freya de vengar la muerte de su madre. Y su determinación de salvar a Dean del destino que le esperaba no había hecho más que intensificarse tras su íntimo encuentro de aquella mañana. La profundidad de su conexión y la forma en que se habían compartido el uno con el otro la llenaron de una determinación aún más profunda. Freya sabía que nada podría volver a ser como antes.



🎃 FELIZ HALLOWEEN 🎃 & 👻 FELIZ CUMPLEAÑOS FREYA 👻
( Ansiosa por leer vuestras reacciones a este capítulo 💙 )

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