𝟎𝟖 | i know the end
chapter eight, act one
i know the end
Freya se sentía como una idiota sentada en la cama de aquella habitación de motel en un pequeño pueblo de Missouri. Ophelia había insistido en bajarse del autobús después de horas de viaje alegando que el vehículo olía fatal y era súper incómodo. Ahora el demonio estaba sentado en el sofá, viendo la tele mientras Freya solo podía pensar y preocuparse por su hermano pequeño.
—Deberías comer algo, no quiero que mueras de inanición.—Habla Ophelia.
—¿Por qué te importa?—Cuestiona Freya con frustración.—Sólo quieres el libro. Sinceramente, no sé por qué me mantienes con vida.
—Tienes razón, no me importa.—Admite Ophelia, pero la falta de respuestas a su última pregunta dejó a Freya llena de dudas.
—De verdad quiero saberlo, ¿por qué me mantienes con vida?—Freya frunció el ceño.
—No es asunto tuyo.
—Es mi vida, así que creo que si es asunto mío.
Ophelia suspira frustrada. No tenía mucho que perder diciendo la verdad, pero tampoco era su estilo.
—Come, o le diré a mi amigo que empiece a cortarle los dedos a tu amiga.—Sonríe.—¿Trato hecho?
Al ver la expresión seria en su cara, Freya sólo pudo aceptar su situación y abrir la caja de pizza que habían pedido, agarrando una porción para darle un mordisco. Ophelia sonríe victoriosa.
—Creo que voy a tomar un baño.—Hablo Freya después de unos minutos.—¿Crees que puedo hacer eso?
—Haz lo que quieras.—Le respondió sin molestarse en mirarla.—Pero si sales por la ventana e intentas escapar, despídete del pequeño Peter y de la dulce Maddie.
—No te preocupes, no tengo intención de irme. Y tampoco puedo llamar a nadie, tienes mi teléfono.—Señala, agarrando la bolsa con el libro y una muda de ropa nueva antes de dirigirse al baño. Ophelia rueda los ojos al verla desaparecer tras la puerta.
Mientras tanto, de vuelta en la casa de los Holloway, Peter había conseguido esconderse, forzar la puerta del despacho de su padre y esconderse en el pequeño escondite que había detrás de una de las estanterías. Era uno de los pequeños escondites que su padre había preparado tras el incidente de 1994, aunque eso era algo que Peter desconocía. El chico sólo pensaba que aquellos escondites se debían a la antigüedad de la estructura de su casa.
En el salón, un demonio que había poseído el cuerpo de un joven mantenía a Maddie atada a una silla mientras registraba la casa en busca del joven Holloway y esperaba las instrucciones de Ophelia.
Peter sabía lo que necesitaba para luchar contra un demonio, pero en ese momento no llevaba sus armas consigo. Sólo tenía una navaja y su teléfono con apenas batería. Así que decidió usar este último para marcar el número de su hermana, pero fue rápidamente enviado al buzón de voz, haciéndole maldecir. No se sabía ningún otro número de memoria, y el de ella era el único de su lista de contactos. Pero entonces recordó la llamada que había tenido con Dean en octubre para recordarle el cumpleaños de su hermana. El número estaba registrado, sólo tenía que pulsar el botón de llamada.
Y así lo hizo, esperando unos tonos antes de que la voz del hermano mayor de los Winchester llegara desde el otro extremo de la línea.
—¿Qué?—Peter captó el tono enfadado de su voz con facilidad, haciendo que se sobresaltara ligeramente.
Dean escuchó su respiración nerviosa como única respuesta. Peter quería decir algo, pero el fuerte sonido de una de las puertas del despacho de su padre siendo forzada a abrirse le hizo permanecer en silencio.
Sam miró a su hermano con confusión al ver el ceño fruncido en su rostro y la mirada preocupada en sus ojos.
—¿Peter?—Dean volvió a hablar, esta vez mucho más calmado. Pero de cualquier manera, nadie contestó al otro lado de la línea. Y tras unos segundos en los que lo único que pudo oír fue la respiración del chico, la llamada se cortó de repente debido a la falta de batería en el teléfono de Peter.
Dean frunció el ceño, mirando su teléfono con confusión.
—¿Qué ocurre?—La voz de su hermano le sacó de sus pensamientos, obligándole a levantar la vista.
—Tenemos que ir a San Francisco.
—¿Qué? ¿Por qué?—Sam frunció el ceño al ver que su hermano empezaba a recoger sus cosas.
—Algo va mal.
—¿No crees que deberíamos llamar a Freya? A lo mejor te estaba gastando una broma.—Cuestiona Sam unos minutos después mientras salían de la habitación y caminaban por el aparcamiento hacia el coche.
—No escuchaste su respiración, Sam. No era una broma.—Le asegura Dean.
—Vale, de acuerdo. Pero aun así... Freya estaba volviendo a su casa, ¿no?
—Estaba preocupada por su hermano, sí.—Asiente Dean.
—En el tiempo que tardamos en recoger y subir al coche, Freya ya podría haber llegado y solucionado todo.—Comenta Sam mientras se sentaba en el asiento del copiloto.
Dean suspira, sacando su teléfono del bolsillo de la chaqueta para marcar el número de la chica. Sam le miró con expectación mientras intentaba ignorar el mal presentimiento que se había instalado en su pecho.
—No contesta.—Le informa Dean.
—Bien.—Asiente Sam entonces.—Vámonos.
Dean no necesitó oír nada más antes de arrancar el Impala y alejarse de aquel motel.
De vuelta en Missouri, mientras la bañera se llenaba de agua caliente para su baño, Freya sacó el libro de su bolso y pasó nerviosamente las páginas.
Recordaba que Carter había afirmado haber visto ese libro y a Maddie en sus sueños. Al principio, cuando él había admitido tener poderes, Freya supuso que se trataba de algún tipo de visiones, tal vez sueños premonitorios. Pero de todos los hechizos y símbolos escritos en aquel libro había uno que fue capaz de reconocer en cuanto lo vio. Un hechizo de comunicación.
Ahora bien, ya había dos personas, bueno, una persona y un demonio que le habían asegurado que era descendiente de una bruja y que, por lo tanto, ella también tenía que serlo, así que ¿qué perdía con intentarlo?
Sin embargo, ese hechizo sólo funcionaba para comunicarse entre brujas, así que su única opción era Carter. Sólo esperaba que, si lo conseguía, él no la ignorara y hablara con su padre cuando Henry llegara a Salem.
Pero al pasar las páginas de ese libro, Freya pareció darse cuenta de una cosa por primera vez. Ese libro tenía varias caligrafías. El nombre de Ophelia estaba escrito en la contraportada, con la primera caligrafía de todas, pero estaba claro que ese libro había pertenecido a múltiples brujas a lo largo de los años.
Ophelia le estaba mintiendo. Lo cual no era ninguna sorpresa viniendo de un demonio. Pero, ¿por qué?
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Cuando llegó al psiquiátrico y supo que Carter ya no estaba allí, Henry supo que las cosas estaban mucho peor de lo que pensaba. Intentó llamar a su hija, a Peter, e incluso probó con el teléfono de su casa, pero todos estaban fuera de servicio.
Sin ningún otro sitio al que ir, Henry decidió dirigirse a casa de Christine, donde empezó a buscar la única arma que sabía que podía hacer algo contra un demonio.
—Vamos, Christine. ¿Dónde demonios lo has puesto?
—Estoy seguro de que lo que buscas no lo tienen los demonios. Pero, por curiosidad, ¿qué es exactamente lo que buscas?—La distinguible voz de su hijo habló desde detrás de él, paralizándole.—Oh, Henry, Henry. Creía que ya habíamos pasado por esto hace años. Estábamos en tan buen lugar con ese trato, pero decidiste arruinarlo.—Carter se acercó a él, colocando un cuchillo contra su espalda.
—Tú no eres Carter.—Supuso entonces Henry al escuchar el tono de su voz.
—Carter escapó por su cuenta de ese lugar, yo solo lo estaba esperando afuera.—Explica el demonio que poseía a su hijo.—Vamos, sé que te alegras de volver a verme.
—Vete al infierno.—Responde Henry entre dientes, apretando su mandíbula.
—Con mucho gusto.—Sonríe el demonio, colocándose frente a él.—Pero antes tengo algunas cosas que hacer. Y tú y yo tenemos algunas cosas de las que hablar.
El hecho de que Carter estuviera poseído significaba no sólo que Henry estaba en peligro, sino también que los esfuerzos de Freya por comunicarse con él eran completamente inútiles. Significaba que la chica Holloway estaba completamente sola y que cualquier plan que pudiera haber tenido para deshacerse de Ophelia sería inútil sin ayuda. La única arma y defensa que tenía era ese extraño cuchillo por el que el demonio ni siquiera había preguntado.
—Estaba pensando que te habías ahogado ahí.—Comenta Ophelia al ver a Freya salir del baño.—Vamos, debemos seguir con nuestro viaje.
Freya frunce el ceño.
—Pero si ni siquiera hemos dormido.
—Yo no necesito dormir. No me importa lo que hagas tú durante el viaje. He alquilado un coche mientras te tomabas ese relajante baño. Yo conduzco.
—Claro, porque sería muy conveniente que me durmiera para que pudieras robar el libro, matar a mi hermano y a mi amiga y desaparecer.—Freya se cruza de brazos.
—Sí, lo sería.—Admite.—Pero todo depende de ti. Sólo tienes que mantenerte despierta. Te invitaré a un café y todo si te portas bien.
—Genial.—Suspira Freya con frustrada, agarrando sus cosas.
Ophelia sonríe, siguiendo sus pasos fuera de la habitación del motel.
Mientras salían de Missouri, Maddie se sentía inútil, estúpida y completamente indefensa sentada atada en aquella silla en medio del salón principal de la casa de los Holloway. No había rastro de Peter y no sabía si sentirse aliviada o preocupada por ello, pero en aquel momento lo único que podía hacer era seguir a aquel demonio con la mirada. Después de cinco años no había cambiado de cuerpo, seguía poseyendo al tipo con el que había matado a su madre.
—No debería estar aquí.—Murmuraba el demonio mientras se paseaba de un lado a otro. Su mirada observaba cada puerta y cada ventana, como si estuviera esperando a que alguien irrumpiera allí.—Me va a matar.
Maddie no quiso preguntar nada. Prefería permanecer en silencio. Si se olvidaba de su presencia allí eso ayudaría a su supervivencia. Pero Maddie tenía el alma de un gato, y la curiosidad siempre fue su debilidad.
—¿Quién va a matarte?
Su pregunta atrajo de nuevo la atención del demonio hacia ella.
—¿Dije que podías hablar?
—No, yo...
—Cállate.—Le ordena.
Asintiendo levemente, Maddie volvió a bajar su mirada al suelo. Su respiración cada vez más pesada al sentir el peso de su mirada sobre ella.
Después de unos segundos, que a ella le parecieron una eternidad, el demonio finalmente salió de la habitación para continuar su búsqueda de Peter. Fue entonces cuando Maddie sintió que dos pequeñas manos tocaban las suyas.
—Peter, ¿qué estás haciendo?—Girando ligeramente la cabeza Maddie consiguió ver los rizos rubios del chico, quien estaba agachado detrás de ella, cortando las cuerdas de sus muñecas con una navaja.
—Shh.—El chico la hizo callar, poniéndose un dedo sobre los labios y moviéndose para colocarse frente a ella y cortar las cuerdas en sus tobillos.
Después de su fallida llamada a Dean, el chico había encontrado el poco valor que le quedaba para enfrentarse a la situación y salir de aquel lugar secreto para rescatar a Maddie.
Manteniéndose en silencio, Peter señaló la estantería que había junto al televisor, se acercó a ella y, de alguna manera, activó un pequeño mecanismo, abriéndola como si fuera una puerta. Maddie frunció el ceño, pero tras echar un rápido vistazo a la habitación, asegurándose de que el demonio no los había visto, lo siguió hasta lo que parecía ser un escondite secreto.
—¿Qué es esto?—Susurra Maddie mientras descendían por una pequeña escalera hasta llegar a una pequeña habitación secreta.
—Mi padre la construyó hace años. Hay lugares como este por toda la casa. Bueno, más pequeños. Éste es el principal.—Le explica Peter, agachándose delante de un pequeño baúl de madera.—Aquí es donde guardamos nuestras armas de reserva. Toma.—Se vuelve hacia ella y le entrega una pistola de agua.—Tiene agua bendita.
—No importa. No podemos matarlo, vendrá a por nosotros.—Señala Maddie. Peter niega rápidamente.
—No sé qué puerta utilizó para entrar en la casa, pero no fue la delantera. La trampa sigue ahí, intacta, la he visto. Si le conducimos hasta ella no podrá salir y estaremos a salvo. Entonces sólo tendremos que exorcizarlo.—Explica. sacando una Biblia del maletín.
Maddie lo observa con asombro.
—¿Cuándo aprendiste todo esto?
—Cuando tenía cinco años vi El Exorcista por primera vez. Al día siguiente Freya me hizo memorizar la página donde se encuentra el pasaje que necesitamos.
—¿Ella te obligó?—Maddie levanta sus cejas.
—No es tan malo como parece.—Le asegura Peter.—He tenido una infancia normal en su mayor parte, de verdad.
—Esto no es normal.—Asegura ella.
—Quizá esto no, pero tomaba clases de natación, jugaba al béisbol y fui al colegio como un niño normal. Mi padre y Freya nunca se perdieron uno de mis partidos. Tuve mi primer beso a los once años e hice adornos de Navidad en la guardería.—Explica.—Mi hermana sólo quería que estuviera preparado para algo así. Y créeme, me alegro de saber lo que tengo que hacer.
Maddie le escuchó con atención. La de Peter no había sido la infancia más normal, pero era lo más normal que un niño como él podía tener.
—Espera.—Maddie agarra su brazo al ver que estaba a punto de salir de la habitación secreta.—Esta apunto de amanecer. Hablamos con tu hermana hace unas horas. Quizá deberíamos esperar a que llegue.
—Puede que esté en la otra punta del país. No llegará hasta la noche.
—Lo sé. Pero nunca he luchado contra un demonio antes, y tú tampoco, no importa cuántas cosas sepas sobre luchar contra ellos. Esto puede salir mal de muchas maneras posibles. Y si algo te pasara... Freya me mataría.—Asegura.
Mirándola a los ojos, Peter permaneció en silencio unos segundos, pensando en sus palabras. Una parte de él quería luchar contra ese demonio, demostrarle que no era un niño indefenso y asustado con el que se podía jugar. Pero por otro lado, Peter era un niño asustado. Estaba tan asustado que ni siquiera había sido capaz de explicarle a Dean lo que estaba pasando. Estaba tan asustado que se había congelado y había sufrido un ataque de pánico antes de ir a rescatar a Maddie. Peter sólo quería reunirse con su padre y con su hermana, abrazarlos y volver a sentirse seguro. Quería que su casa no fuera invadida por un demonio, que volviera a ser el lugar seguro que siempre había sido.
—De acuerdo.—Aceptó tras unos segundos.—Esperamos a Freya.
Maddie suspira aliviada, asintiendo levemente.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Dorian, el demonio que poseía el cuerpo de Carter parecía estar perdiendo el tiempo a pesar de haber afirmado tener cosas que hacer y cosas de las que hablar con Henry. El hombre no sabía que debía hacer, el demonio le había quitado su teléfono y su única arma. Henry no era ningún luchador y sabía que en cuestión de segundos Dorian podría matarlo, pero no entendía por qué le había mantenido en casa de Christine toda la noche sin hacer nada.
—Me alegra informarte de que Freya está de camino a San Francisco.—Sonríe Dorian, sentándose en el sofá a su lado. Al oír eso, Henry no pudo evitar cerrar los ojos con frustración y preocupación.—Ophelia está con ella ahora mismo. Diría que en unas dos horas nos informará de la muerte de tus dos hijos. Después de eso, me meteré en tu cuerpo y tendrás el placer de matar a Carter con tus propias manos. Sé que lo has estado deseando todo este tiempo.
Henry levanta su mirada hacia él, confundido por sus palabras.
—A quien quiero matar es a ti.—Corrige Henry.
—Lo siento, eso no será posible.
—Creía que sólo querías matar a Peter. Eso dijiste la última vez.
—Los planes cambian, Henry. Y hemos descubierto nueva información. Después de esta noche, Ophelia tendrá los poderes de tus tres hijos, y por fin podremos derrotar a Lilith y gobernar el infierno. Después de eso, destruiremos toda creación de Dios y todo será nuestro.
—Un plan fantástico. Muy ambicioso.—Murmura Henry con sarcasmo.
—Ya veo de dónde sacan tus hijos el sentido del humor. -Comenta Dorian con diversion mientras se pone en pie.—Escucha, Henry, esto no es personal. Era un plan a largo plazo. Había un plan para liberar a Lucifer y era necesario que el linaje familiar de tu esposa continuara durante años hasta llegar a Carter, Freya y Peter. Con el nacimiento de ellos tres el plan estaba listo para comenzar. Ophelia y yo queremos algo muy diferente. A la mierda con Lucifer. Nosotros levantaremos el Apocalipsis en la Tierra. Nosotros gobernaremos el Infierno.
—¿Vosotros dos o sólo ella?—Henry alza sus cejas.
—Ella obtendrá el poder de tus hijos, pero lo haremos juntos.
—Seguro que si.—Murmura para si mismo.
—Sabías que eran especiales.—Habla Dorian.
—Son mis hijos, eso es todo lo que tenía que saber.—Declara Henry, poniéndose en pie.—Son especiales para mí porque los quiero. Ellos no pidieron nada de esto, Laurel no pidió nada de esto, y yo desde luego no pedí nada de esto.
—Es su destino, está escrito.
—Que le den a tus escrituras.
—No son mías, Henry, y lo sabes.
El soleado cielo californiano se había cubierto de un manto de nubes grises, casi negras, que anunciaban una gran tormenta. Esa imagen hizo que un escalofrío recorriera la espina dorsal de Freya cuando ella y Ophelia entraron en el estado. Freya se había mantenido despierta durante el viaje en coche, luchando contra el agotamiento y tratando de idear un plan para salir de lo que parecía ser el final de su vida y la de Peter. Las esperanzas de ser salvada por su padre se habían desvanecido cuando Ophelia le había hecho saber que Henry estaba atrapado en Salem en compañía de un Carter poseído. Los únicos que podían ayudarla ahora eran Dean y Sam, pero ninguno de ellos sabía lo que estaba pasando. Freya estaba sola, y por muy cazadora que fuera, nunca se había topado con algo así.
Empezó a llover a cántaros en cuanto salieron del vehículo. La casa Holloway delante de ellas ya no tenía ese aura hogareña. Todo era oscuro, frío y desolador. Freya quería salir corriendo, gritar, llorar. Pero mientras subían los escalones del porche, se limitó a rezar para que alguien la ayudara.
—¡Calum! Abre la puerta!—Exclamo Ophelia a su lado. Pero nadie respondió y nadie abrió la puerta.
Unos segundos después se oyó un fuerte golpe, acompañado del sonido de cristales haciéndose añicos. Los sentidos de Freya se pusieron alerta al instante cuando Ophelia la sujetó del brazo con fuerza y guió hacia la puerta trasera de la casa.
—¡Calum!
—¡Muere, hijo de puta!—La voz de Peter se oyó desde la cocina de la gran casa, acompañada de gritos de dolor de una persona completamente desconocida para Freya.
—Ese niñato.—Se queja Ophelia a su lado, soltándola del brazo y abriendo la puerta de una patada.
Un bate de béisbol golpeó su cabeza en el momento en que sus tacones tocaron el suelo de madera de la casa, tirándola al suelo por el inesperado golpe.
—Lo siento, creo que no nos conocemos.—Maddie se colocó delante de ella.—Me llamo Maddie Lockhart. Tú mataste a mi madre. Prepárate para morir.
—¿Eso no es de una película?—Ophelia frunce el ceño, poniéndose en pie con una mirada furiosa en los ojos.
—The Princess Bride, zorra.—Gritó Peter tras ella antes de dispararla con su pistola de agua bendita.
En algún momento durante ese día, Peter y Maddie se habían cansado de esperar. Aquel demonio seguía llamando sus nombres mientras los buscaba por toda la casa. Describiendo las formas en que iba a matarlos y recordando cómo había matado a la madre de Maddie. Eso había bastado para enfurecer a la chica y darle valor para salir de su escondite. Eran dos contra uno y habían convertido la casa en un campo de tiro, colocando trampas y disparando al demonio con las pistolas de agua bendita, torturándolo hasta conducirle a la trampa para demonios en la entrada de la casa.
—Muy bien, ya basta.—Ophelia extiende su mano, lanzando a Peter y Maddie contra diferentes paredes de la cocina, manteniéndolos inmovilizados mientras Freya entraba en la casa.—El libro. Ahora.—Exige la mujer, volviéndose hacia la chica Holloway.
—Lo siento, cambio de planes.—Declara Freya, sacando el extraño cuchillo que Maddie le había dado junto con el libro. Ophelia sonríe, mirando el arma en su mano.
—¿Y qué piensas hacer con eso, eh?—Ophelia alza sus cejas.—Se acabó, Freya. Dame el libro y os perdonaré la vida a los tres.
—¡Miente!—Exclama Peter.—Su amiga ha estado colocando explosivos por toda la casa.
Freya le observa confundida.
—Dijiste que solo necesitabas matar a uno. Dijiste que matarías a Carter.—Recuerda, volviendo su mirada de nuevo hacia Ophelia.
—Tú misma lo dijiste, Freya, los planes cambian.—Ophelia se encoge de hombros.—Ahora, dame el libro.
—¿Qué libro? ¿Este?—Freya lo saca de su bolso, mostrándoselo antes de tirarlo al suelo y lanzarlo con el pie hacia el salón.
—Veo que quieres morir luchando.—Observa.—De acuerdo, me gusta. Te daré lo que quieres.
Soltando a Peter y Maddie, Ophelia caminó directamente hacia Freya, quien rápidamente salió corriendo de la cocina por la puerta que daba directamente a la entrada de la casa. Ophelia pensó en ir primero a por el libro, pero estaba tan cansada de lidiar con la chica Holloway que acabar con ella se había convertido en su prioridad.
Con el cuchillo en su mano derecha, Freya intentó luchar contra Ophelia cuando ésta la agarró del brazo y tiró de ella hacia atrás impidiéndole subir las escaleras.
El otro demonio, que ahora sabían que se llamaba Calum, pasó junto a ellas después de que Ophelia rompiera la trampa demoníaca con sus poderes y se dirigió directamente a la cocina.
—Ve a por el libro, idiota.—Le grita Ophelia.
—Pero el chico...
—Olvídate de él, lo encontraré después de matarla a ella.
Siguiendo sus órdenes, Calum no dudó en ir al salón en busca del libro, pero cuando llegó allí pronto descubrió que ya no estaba allí.
—Lo siento amigo, el libro es mío.—Habla Peter a sus espaldas antes de golpearle con él en la cabeza. Sin embargo, este golpe no hizo nada al demonio, quien se volvió hacia el chico con una expresión fría.—Vamos, tío, estoy seguro de que podemos discutir esto. No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.—Peter da varios pasos hacia atrás.
Para cuando Dean y Sam llegaron a la casa lo primero que se encontraron fue a un demonio sujetando a Peter por el cuello contra una pared. El chico ya casi no podía respirar mientras seguía luchando por liberarse. Antes de que ninguno de los dos pudiera hacer nada, Freya apareció frente a ellos, dándoles la espalda, y se abalanzó sobre el demonio para separarlo de su hermano.
Con el Colt en la mano, Dean apuntó al demonio, pero antes de que pudiera disparar, el demonio ya estaba muerto y el cuerpo del chico al que había poseído cayó sobre Freya, completamente muerto.
Respirando rápidamente, Freya lo apartó de ella, sacándole la hoja del cuchillo del pecho y mirándolo confundida. Sus ojos se alzaron entonces hacia Dean, pero nublados por el miedo y la adrenalina no pudo reconocerle. Su cuerpo actuó automáticamente, listo para matarlo a él también.
—Wow, wow, wow.—Dean bloqueó su mano, arrebatándole el cuchillo con un rápido movimiento, dándole la vuelta y envolviéndola entre sus brazos para impedir que siguiera luchando.—Cariño, yo no soy un demonio.
Freya sintió su espalda chocar contra su pecho y al reconocer el olor a cuero mezclado con cerveza, su respiración comenzó a calmarse mientras sus ojos se posaban en su hermano pequeño.
La habitación se quedó en silencio, con el único sonido de las respiraciones aceleradas de Freya, Dean y Peter. Pero entonces un grito lejano lo rompió.
—Maddie.—Murmura Peter, poniéndose en pie para ir en su rescate. Sam actuó con rapidez, agarrándolo por los hombros para impedir que saliera de la habitación y se alejara de ellos.—Suéltame.—Peter lo empuja con fuerza y se zafa de su agarre, para después correr hacia el patio trasero de su casa, donde Ophelia estaba golpeando a la chica con la que había estado viviendo el último mes.
En cuanto le vio, Ophelia soltó a Maddie.
—Te estaba esperando.—Habla, caminando hacia el joven.
Débil, Maddie se arrastra por el suelo, ajustándola del tobillo y tirándola al suelo.
—Eh, zorra—Exclama Freya desde la puerta. Ophelia levanta su mirada hacia ella.—Despídete de tu precioso libro.
Freya no sabía si su plan funcionaría y el libro sería destruido, pero para su suerte así fue. En cuanto clavó la hoja del cuchillo sobre la solapa de este, el libro estalló en llamas.
—¡No!—Ophelia gritó desesperada al ver como el libro se convertía en cenizas frente a sus ojos.
Entonces gran haz de luz brillante salió del interior del libro, cegando a todos los presentes. Duró sólo unos segundos, pero cuando por fin pudieron abrir los ojos, Ophelia había desaparecido y Freya y Peter habían caído al suelo, inconscientes.
Dean corrió hacia la chica mientras Sam pasaba a su lado para llegar hasta Peter y Maddie.
—¿Estás bien?—Sam le pregunto a Maddie.
—Sí, un poco dolorida. ¿Está él bien?—Cuestiona ella, intentando ignorar el dolor de su cuerpo para acercarse al chico.
—Respira.—Responde Sam después de colocar dos dedos en el cuello de Peter.
—Llevémoslos a sus habitaciones.—Propone Dean, sujetando a Freya en sus brazos. Sam asiente, haciendo lo mismo con Peter.
—Esperad.—Habla Maddie, haciendo que los dos hermanos se giraran hacia ella con expectación.—Hay... explosivos en la casa.
—Sí, bueno, nosotros nos encargaremos de eso. Tú no vas a entrar en la casa hasta que nos aseguremos de que no eres uno de ellos.
—Me han dado una paliza.—Le recuerda, incrédula.
—Me da igual. No vas a acercarte a ellos.—Declara Dean con firmeza.
Dejando escapar un bufido, Maddie aceptó sus órdenes, viéndolos entrar en la casa con Freya y Peter. Al quedarse sola en el patio, Maddie se puso en pie como pudo, acercándose a los restos del libro para mirarlos de cerca. El cuchillo de Freya seguía allí, cubierto de ceniza pero completamente intacto. Aun así, cuando Maddie fue a agarrarlo, su mango quemó su piel, haciéndole soltar una quejido de dolor.
—Freya mató a un demonio con ese cuchillo.—Comenta Sam desde la puerta de la casa. Maddie levanta sus ojos para mirarle.—¿Tienes idea de dónde lo consiguió?
—Yo se lo di.—Revela.—Pero era de su madre. Laurel. Mi madre lo tenía a buen recaudo en una caja fuerte en casa, junto con el libro.
—¿Te importaría decirnos quién eres?—Inquiere Dean entonces, cruzándose de brazos mientras se colocaba junto a su hermano.
—Maddie Lockhart.—Se presenta, posando su mirada en él.—Freya me pidió que me quedara con Peter durante las navidades hasta que volviera su padre.
—Su padre. ¿Sabes dónde está?
Maddie niega.
—Ya se había ido cuando llegué.—Explica.
—Toma.—Dean le entrega una botella de agua. Maddie la miró confundida, pero aun así la agarro.—Yo soy Dean. Y este es Sam.
—Winchester. Lo sé.—Asiente ella, tomando un trago de agua bajo la atenta mirada de ambos, pero especialmente de Dean.—Es agua bendita, ¿verdad?—Su silencio fue suficiente respuesta para ella.—Supongo que he pasado la prueba. Os toca a vosotros.—Declara, devolviendo la botella a Dean.
—Sí, claro.—Bufa él.
—No bromeo.—Le asegura.—¿Cómo si no voy a saber yo que vosotros no sois demonios?
Dean suspira, compartiendo una mirada con su hermano.
—En cierto modo tiene razón.—Admite Sam.
—Bien.—Suspira Dean, dando un trago a la botella antes de pasársela a Sam, quien hizo lo mismo.
Maddie suspira aliviada al ver que el agua no les causaba ningún daño, lo que significaba que todos eran humanos y nadie estaba poseído.
—Estamos todos limpios.
—Deberíamos recoger los explosivos.—Comenta Maddie, entrando en la casa.
—Sí.—Asiente Dean.
—¿Seguro que estás bien?—Sam caminó tras Maddie, preocupado por los moratones y el corte que tenía en la frente.
—Sí, no es nada.—Le asegura ella.—¿Están bien Peter y Freya?
—Eso espero. Voy a intentar llamar a Henry mientras esperamos a que se despierten.—Habla Dean, recibiendo un asentimiento de ambos.
Sin más, mientras Dean intentaba contactar con Freya y el padre de Peter, Sam y Maddie comenzaron a limpiar y buscar los explosivos que Calum había colocado en la casa.
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