𝟎𝟕 | dark magic
chapter seven, act one
dark magic
Investigar sobre el libro y el cuchillo que Maddie le había dado era mucho más difícil con los hermanos Winchester constantemente a su lado. Sí, en algunos moteles tenían habitaciones contiguas separadas, lo que le daba más libertad, pero la mayor parte del tiempo Freya nunca estaba completamente sola.
Por el momento, lo único que había conseguido era confirmar que el libro era efectivamente un libro de hechizos. Todo escrito por una bruja llamada Ophelia, cuyo nombre estaba escrito en su contraportada. Pero el cuchillo era un completo misterio. Ninguno de los símbolos escritos en su hoja tenía sentido para Freya. Aunque su equilibrio y peso eran perfectos para la caza y para juguetear con él entre sus manos mientras investigaba.
Preguntarle a Bobby estaba descartado. Hablar con su padre aún más, ya que Freya estaba convencida de que le estaba ocultando cosas. Y Dean y Sam. Bueno, había llegado a la conclusión de que ellos podían ayudarla, especialmente Sam, pero después de escuchar los pensamientos de Dean sobre las brujas mientras trabajaban en su caso actual, Freya decidió que sería mejor no sacar el tema. Al menos por el momento.
—Odio a las brujas.—Había dicho Dean.—Siempre están echando sus fluidos corporales por todas partes.
Freya no pudo evitar fruncir el ceño, recordando cómo su hermano había insinuado que su madre podría haber sido una bruja. Y si eso era cierto, o era una muy diferente de las que Dean conocía o Dean no sabía cómo era realmente una bruja.
—Es espeluznante, y además antihigiénico.—Continúa.
—Sí, bueno, definitivamente alguien se la tenía jurada a Janet Dutton.—Comenta Sam, mencionando a la víctima, quien había muerto después de que todos sus dientes se cayeran de su boca debido a una bolsa de hechizos.
—Sí, alguien que se coló en esa casa y escondió la bolsa. ¿Tú que crees? ¿Buscamos a una vieja asquerosa como la de Blair en el bosque?—Cuestiona Dean.
—Podría ser cualquiera. Una vecina, compañero de trabajo, hombre, mujer... ese es el problema, Dean, son humanos, son como todo el mundo.
—Vale, ¿y entonces cómo damos con ella?
—Esto no fue al azar. Alguien en la vida de Janet Dutton decidió afilar el hacha. Hallando el motivo...
—Encontramos al asesino.—Dean completa las palabras de su hermano. Sam asiente.
—Sí.
Dean asiente levemente, su mirada viajando hasta Freya, quien había mantenido callada desde que habían ido a la casa de la víctima a interrogar al marido. Estaba sentada en el sofá de la habitación, ensimismada mientras jugueteaba con el collar en su cuello.
—¿Vas a decir algo?—Pregunta. Freya levanta la mirada, observándole con confusión.—Brujas.
—Ah. Sí, claro.—Asiente nerviosa.—Eh... creo que vosotros deberíais encargaros de este caso. No me encuentro muy bien.—Admite en una mentira. Esta era su oportunidad perfecta para estar sola.—Investigaré si lo necesitáis.
—¿Estás segura? ¿Te encuentras bien?—Cuestiona Sam con preocupación en su voz.
—Oh, sí, nada serio.—Asegura Freya.—Ya sabéis, dolores menstruales.
—Vale, no necesitaba saber esa información.—Se queja Dean, apartando la mirada de ella.
—Es natural, Dean. No hace falta esa reacción.
—Sí, no... lo sé.—Contesta rápidamente.—¿Ne... Necesitas algo?—Cuestiona con duda, a lo que Freya no puede evitar sonreír mientras Sam dejaba escapar una pequeña risa divertida.
—Chocolate estaría bien.—Admite.—Gracias, Dean.
—Sí, como sea.—Suspira saliendo de la habitación.
Freya y Sam no pudieron evitar sonreír y compartir una mirada divertida.
—¿Seguro que estas bien?—Pregunta Sam mientras recoge su chaqueta.
—Sí, estoy bien.—Le responde.—Id a vigilar al marido de Janet. Si alguien quiso vengarse de ella por algo, podrían querer hacerle daño a él también.
—Sí, es posible.—Admite pensativo.—Buena idea.
—Cuando quieras.—Sonríe, viéndole marchar.
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Freya no estaba preocupada por Sam y Dean, sabía que podían arreglárselas solos. Pero aún así no podía evitar tener una sensación de angustia. Había aparecido en el mismo instante en que habían entrado en la ciudad. Como si algo les estuviera esperando o acechando. Aquello le provocó una inquietud que se hizo notar en la forma en que se paseaba de un lado a otro de la habitación mientras leía aquel libro de hechizos en un intento de encontrar algo que le resultara familiar.
La habitación estaba en completo silencio, sólo ocupado por sus pasos y su respiración. Así que cuando sonó su teléfono, Freya casi se sobresaltó. Con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, Freya corrió hacia la mesita de noche donde lo había dejado y contestó rápidamente sin comprobar de quién se trataba.
—¿Hola?—Habla, aclarándose la garganta al oír su cansada voz.
—Hola, Freya.—Responde Henry al otro lado de la línea.
—Papá, ¿qué pasa? ¿Va todo bien? ¿Por qué no has vuelto a casa todavía?—Inquiere con preocupación, ya que su padre había dejado de responder a sus llamadas y mensajes durante semanas. Incluso después de Navidad.
—Voy a ver a Carter.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Todavía no puedo explicártelo, lo siento. Sólo quería que supieras que estoy bien.
—Genial, me alegro.—Contesta sarcásticamente.—Yo también estoy bien, muchas gracias por preguntar. Ah, y el hijo que dejaste solo en casa también está perfectamente. Veo que estás muy preocupada por él.
—Freya...
—Déjalo. No quiero oírlo.
—No, escucha... Debes tener cuidado...—La voz de Henry se cortó en el mismo momento que la radio de la mesita de noche comenzó a sonar de repente.
—¿Papá?—Freya frunce el ceño, bajando la mirada a su teléfono para comprobar que la llamada seguía en marcha.—¿Papá?
—Freya...—La voz de Henry sonó un momento antes de que se cortara de nuevo mientras la canción de la radio cambiaba. Freya la reconoció rápidamente como I Put a Spell on You de Screamin' Jay Hawkins, lo que no hizo más que aumentar su confusión.
Lo que ella no sabía era que la misma canción estaba sonando en la radio del coche de Paul Dutton, el marido de Janet y la siguiente víctima de la bruja que la había matado. Afortunadamente para él, Sam y Dean pudieron salvarle, ya que le habían estado siguiendo.
Alarmada por lo ocurrido y tras intentar llamar de nuevo a su padre, Freya decidió preparar la habitación para que nada sobrenatural pudiera entrar en ella. Líneas de sal, una botella de agua vendida en la mano y su pistola. Maldijo a Dean por haberse llevado la Colt, aunque tenía sentido teniendo en cuenta que él si se encontraba en plena cacería.
Justo cuando había terminado de prepararlo todo un mensaje de Dean apareció a su teléfono, preguntándole cómo se encontraba y comunicándole que él y Sam estaban de camino a la casa de la supuesta bruja. Freya suspiró aliviada al ver su mensaje, una leve sonrisa asomándose en sus labios al ver su preocupación en ella. Una sonrisa que no hizo más que aumentar cuando Dean añadió que había comprado el chocolate que ella le había pedido y que se lo llevaría en cuanto terminaran.
Pero de nuevo, otro ruido la sacó de sus pensamientos e hizo que su sonrisa se desvaneciera. Esta vez no era la radio, que había dejado de sonar una vez terminada la canción. Esta vez habían sido dos golpes en la puerta de la habitación del motel.
—Freya, sé que estás ahí—La voz de una mujer se oyó desde el otro lado de la puerta. Una voz completamente desconocida para la chica Holloway.—No quiero hacer esto por las malas, así que ¿por qué no sales para que podamos hablar? Te prometo que vengo en son de paz. Sólo quiero charlar.
—¿Quién eres?—Exige saber Freya, apuntando su arma hacia la puerta.
La misteriosa mujer dejó escapar un suspiro antes de contestar.
—Mi nombre está escrito en ese libro que tienes escondido bajo la cama y sobre cuya localización mentiste a tu hermano. El pobre Carter intentó buscarlo en ese manicomio. No pensó que fueras tan lista como para mentirle y llevártelo. O tan estúpida. Todavía no me decido qué eres. Aunque si me escuchas y sales de la habitación tal vez me despejes esa duda.
Freya miró por un segundo la cama de Dean, justo donde había escondido el libro.
Vacilante, decidió abrir la puerta y salir de la habitación. Apoyada en la pared, la esperaba una hermosa mujer de pelo castaño y ojos marrones. Iba completamente vestida de negro y en su rostro se dibujaba una sonrisa.
—Lista es entonces.—Comentó la mujer cuando Freya apareció ante ella.—Es un placer conocerte, Freya. Me llamo Ophelia.—Se presenta, tendiéndole una mano.
—Tú eres la bruja que escribió el libro.—Asume Freya, ignorando su mano.
—Era.—Corrige Ophelia.—Ya no queda nada de la mujer que solía ser.—Explica, mostrándole sus oscuros ojos negros que la delataban como un demonio.—Relájate, no estoy aquí para hacerte daño.—Ophelia volvió a hablar mientras veía a Freya sacar una pequeña botella del bolsillo de su chaqueta. Una botella que contenía suficiente agua bendita para hacerle daño mientras Freya volvía a encerrarse y protegerse en la habitación.
—No me gustan los demonios, así que será mejor que hables rápido.—Amenaza la cazadora, apretando con fuerza la botella, lista para lanzársele el agua en su interior.
—Sí, lo sé. Soy consciente de lo que pasó.—Admite Ophelia.—Lo siento mucho. Pero yo no soy como ellos. No soy como el resto de demonios.
—¿Y eso por qué? ¿Porque antes de ir al infierno eras una bruja?—Freya alza sus cejas.
—Sí. Y no.—Responde.—Verás, Freya, yo conocí a tu antepasada. Yo soy la razón por la que estás en este mundo. Yo soy quien le dio una poción para que pudiera quedarse embarazada. Yo soy la razón por la que tu familia sigue en este mundo. Y la razón por la que tú y tus hermanos sois especiales,
—¿De qué estás hablando?—Freya frunce el ceño.
—Aunque, por supuesto, tenía que pasar. Así que tal vez no seáis tan especiales después de todo. Otra mujer podría haber sido la que me pidiera ayuda. Pero fue tu antepasada, así que aquí estamos.—Suspira Ophelia.
—¿Te importaría explicarte?
—No tengo tiempo para esto, Freya. Sólo quiero mi libro.
—Claro que lo quieres. Ya sabes dónde está. Pasa.—Freya se hace a un lado, dejando la entrada a la habitación completamente despejada para ella. Ophelia sonríe.
—Sé que allí hay dibujada una trampa para demonios. No voy a entrar.
—Entonces no conseguirás el libro.—Freya se encoge de hombros.
—No quieres ese libro, Freya, créeme.—Le asegura Ophelia.—Sólo te llevará a querer despertar tus poderes y eso es una pésima idea. Te pondrás una diana en la cabeza, como hizo tu hermano. Y tu madre antes que él.
—¿Así que es verdad, mi madre era una bruja?—Cuestiona Freya haciéndola suspirar.
—Cuando hice la poción para que Melinda pudiera tener hijos, usé unos ingredientes especiales. Y cuando nos quemaron por brujería, anclé mi poder a ese libro y a su hija Sarah.—Le explica.—La magia ha corrido por las venas de tu familia materna hasta el nacimiento de Carter, el primer varón en generaciones. Un profeta escribió que cuando nacieran dos niños y una niña en esta familia, el poder sería incontrolable.
—¿Por eso un demonio mató a mi madre y luego quiso matar a Peter?
—Con tu madre muerta no habría más hijos. Y aunque suene macabro, Peter era sólo un bebé. Su muerte dolería menos.
—Suena como si lo hubieras decidido tú.—Señala Freya.
—Si uno de los varones muere vuestro vínculo conmigo morirá y la magia desaparecerá. Eso es lo que yo y todos los demonios queremos.—Declara Ofelia, cruzándose de brazos.
—¿Y el libro?
—Es peligroso si otras brujas lo encuentran.
—Me aseguraré de que no ocurra.—Asegura Freya, dispuesta a volver a entrar en la habitación, pero Ophelia la agarra del brazo antes de que pueda hacerlo.
—Freya, he venido en son de paz. No quisiera tener que quitártelo por las malas.
—Por lo que me has explicado, ya lo hiciste así una vez.
—Yo no maté a tu madre.—Asegura Ophelia.
—Puede que no, pero fuiste tú quien envió al demonio, ¿no? Le ordenaste que la matara.
—No. La mató porque ella rompió un trato. Le dije que matara a Peter para romper el vínculo y traerme el libro. No hizo ninguna de las dos cosas que le pedí. Es un inútil.
—También mataste a la madre de Maddie, ¿verdad?—Asume Freya sin prestar mucha atención a sus palabras.
—Sabía que ella tenía el libro. Pero lo escondió muy bien y aún no sé cómo.
Freya estaba a punto de hablar pero el sonido del motor del Impala llamó su atención y la de Ofelia.
—Volveré.—Asegura la mujer entonces.—Y cuando lo haga, me iré con el libro.—Acto seguido suelta el brazo de Freya y desaparece en la oscuridad de la noche antes de que Dean y Sam pudieran salir del coche a una velocidad mucho mayor de la habitual.
—¡Freya!—El mayor de los hermanos fue el primero en llegar hasta ella, sus manos agarrándola por los hombros y sus ojos observándola con preocupación mientras buscaba alguna herida.—¿Te encuentras bien? ¿Quién era esa mujer?
—Yo... Ella...
—Se ha ido.—Habla Sam al alcanzarles después de intentar seguir a Ophelia. Su respiración acelerada debido a la carrera.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Cuando volvieron a la habitación, Freya corrió a encerrarse en el baño sin decir una palabra. Dean insistió en que le contara lo que había pasado, pero estaba claro que estaba demasiado conmocionada para hacerlo.
Sam observó cómo su hermano caminaba de un lado a otro nervioso, pasándose una mano por el pelo mientras echaba rápidas miradas a la puerta del baño.
—¿Crees que era una de las brujas?—Su pregunta rompió el silencio.
—No. Era un demonio.—Asegura Dean.—Nos mintió sobre Salem. Y todo esto... Su viaje con nosotros, todo comenzó por el demonio que la secuestró. Está ocultando algo.
—¿Ocultando qué?—Sam frunce el ceño.
—No lo sé, Sam.—Responde con frustración.
—Entonces, ¿qué piensas? ¿Esa chica era el demonio que la secuestró en San Francisco?
—No lo sé. Podría haber poseído a otra persona. Pero... Hay algo más. Freya mencionó que podría habernos robado el Colt y el coche y haberse largado. Pero si fuera un demonio cualquiera, no estaría tan ansiosa por matarlo, ¿no crees?
—Un exorcismo sería suficiente.—Admite Sam.
—Sí, y está claro que sabe cómo hacer uno. ¿Por qué querría el Colt?
Sam permaneció en silencio, sin saber qué decir. Su cabeza dando vueltas con posibles explicaciones.
Freya aún no era capaz de procesar todo lo que Ophelia le había contado. Ella era una de las razones de todo su sufrimiento. Ella era la causa de gran parte del dolor al que su familia había estado expuesta. Y Freya la quería muerta. Pero entonces recordó el miedo en la voz de su padre en la llamada anterior. Le había dicho que tuviera cuidado. Freya sabía que Ophelia quería el libro y haría cualquier cosa para recuperarlo. Así que ahora sólo había una persona en su mente. Peter.
—Me voy.—Declara Freya al salir del baño. Su voz llamó la atención de los dos hermanos Winchester, los cuales aún no habían procesado del todo sus palabras.
—¿Qué? No.—Le responde Dean.
—Esto ha sido un error. Para empezar, nunca debí haberme ido de casa con vosotros. Tengo que volver.
—No, lo que tienes que hacer es decirnos qué demonios está pasando.—Corrige, viéndo como comenzaba a recoger sus cosas.—Freya.—Insiste, pero ella continuó ignorándole.—Freya, háblanos. Freya.—Dean camina hacia ella, tomándola de los brazos para obligarla a mirarle a los ojos.—Habla conmigo.—Su voz sonaba suplicante. Y Freya pudo ver la desesperación reflejada en sus ojos.
Freya le miró con duda. Si les decía la verdad, toda la verdad, podrían rechazarla porque su madre era bruja. Dean lo había dicho, odiaba a las brujas. Y si existía la posibilidad de que Freya también lo fuera, quién sabía lo que harían. Ella no podía hacerlo. No podía decirles la verdad. ¿Verdad?
Justo entonces la radio empezó a sonar de nuevo, la misma canción que antes. Pero no podía ser Ophelia la causante, no podía haber vuelto aún. Estaba claro que se había ido porque temía que los Winchester usaran el Colt contra ella. Pero entonces, ¿era Freya la causante de que la radio se encendiera? ¿Había despertado ya su magia y era incapaz de controlarla?
—¿Qué demonios?—Dean frunce el ceño, mirando la radio.
—¿No es esa la canción que estaba sonando en el coche de Paul?—Cuestiona Sam con confusion. Su pregunta saca a Freya de sus pensamientos. Sus ojos desviándose rápidamente de Dean para viajar hasta Sam.
—¿Qué?—Pregunta, desconcertada.
—La canción. Es la que estaba sonando cuando atacaron a Paul.—Le explica.
—Pensaba que...
—¿Qué?—Dean se vuelve hacia ella. Pero entonces las luces del impala empezaron a parpadear, atrayendo su atención. Rápidamente, Dean soltó los brazos de Freya y abrió la puerta de la habitación, encontrando a una mujer de pie junto a su coche.
Freya y San pronto estuvieron al lado de Dean, sus ojos también en la mujer.
—Ruby.—Murmura Sam al reconocerla. Freya frunció el ceño, confundida.
—Sam, escúchame, no hay tiempo.—Habla Ruby, mirándole solo a él.
—¿Para qué? ¿De qué estás hablando?—Sam frunce el ceño.
—Tienes que largaros.
—Así que ésta es Ruby, ¿eh?.—Cuestiona Dean, sacando el Colt para apuntarle con él.—No es un placer.
—¡Dean!—Se queja Sam.
—Esperaba que aparecieras.—Dean observa a la mujer de pelo rubio, ignorando a su hermano mientras Freya permanecía completamente confundida por la situación.
—Apunta esa cosa a otro lado.—Le advirtie.
—¡Jajajaja! Claro.
—Sam, por favor. Vete. Entra en el coche y no mires atrás.—Insiste Ruby, posando su mirada en el joven Winchester.
—¿Por qué? No lo entiendo.
—Oye, guapita, sabemos encargarnos de unas cuantas brujas.—Habla Dean, haciendo que Freya lo mire con un nudo de miedo formándose en el pecho.
—No estoy hablando de brujas, imbécil. Las brujas solo son criadas. Me refiero a quién ellas sirven.—Explica Ruby.
Dean y Sam comparten una mirada confusa, pero Freya parece entender sus palabras con bastante rapidez.
—Demonios.—Susurra para si misma, pero aún así los tres fueron capaces de oírla, sus ojos posándose rápidamente en ella.—Obtienen su poder de los demonios.—Freya observa a Ruby.
—Sí. Y hay uno aquí, ahora.
—Sí, no me digas.—Bufa Freya.—Oh, ¿qué, quieres decir aparte de ti?
—Sam, sabe que estás en la ciudad. Va a ir a por ti y no podrás hacer nada contra él.—Insiste Ruby, ignorando a Freya y Dean.
—Oh, vamos, ¿qué es esto, eh? Por favor, ¡dime que no estás escuchando a esta zorra!—Dean mira a su hermano.
—Ponle un bozal a tu hermano, Sam, si quieres conservarlo.
—Prueba a tocarle, a ver qué tal te va.—Le advierte Freya, apretando su agarre el mango del cuchillo que mantenía oculto a su espalda, sujeto a su cinturón. Dean no pudo evitar lanzarle una rápida mirada, sorprendido por su actitud protectora hacia él.
—Chicos, tranquilizaros.—Les pide Sam.
—¡No! ¡No!—Exclama Dean.—Está jugando con tu cabeza. Dios sabe por qué, ¡ellos son así!
—Os estoy diciendo la verdad.—Asegura Ruby.
—Y yo te digo que cierres la boca, puta.
—Lo siento, ¡¿por qué eres siquiera parte de esta conversación?!
—Oh, no sé, tal vez porque él es mi hermano, ¡puta de ojos negros!
—Oh, claro, claro. Te preocupas mucho por tu hermano. ¿Por eso te vas a largar en unos meses, dejándolo solo?
—Cállate.
—Al menos déjame intentar salvarle, ya que no estarás aquí para hacerlo.
—¡He dicho que te calles!
Dean se mueve para disparar el Colt, pero Sam le aparta el brazo rápidamente justo en el momento en el que él apretó el gatillo. Freya se tambalea levemente cuando Dean golpea su hombro al luchabar contra el agarre de Sam. Entonces, al volver la vista hacia Ruby descubrieron que ella ya se había ido.
—Dos demonios en un día. Estupendo. Es un nuevo récord para mí.—Comenta Freya mientras entraba de nuevo en la habitación, para continuar a recogiendo sus cosas.
Dean suspira, lanzándole a su hermano una mirada de decepción antes de seguirla.
—Freya, no te irás a ninguna parte.—Declara.
—Soy adulta, Dean. Puedo tomar mis propias decisiones. Gracias por tu preocupación.—Le Responde, haciéndole rodar los ojos.
—Sé que no quieres irte.
—Eso no importa.—Asegura, volviéndose hacia él.—Oíste a ese demonio, Ruby, hay otro por aquí y estoy bastante segura de que no se refería al que vino a visitarme.—Declara, agachándose para sacar el libro de debajo de la cama. Dean frunce el ceño al no reconocer la portada del mismo. Leer no era su mayor afición, pero se había fijado en los libros que ella y su hermano habían traído de casa de la familia de Freya, y ese no era uno de ellos.—Tengo razones para pensar que Peter puede estar en peligro. Es mi hermano pequeño, Dean, sé que eso lo entiendes.
—Lo entiendo. Pero nosotros también podemos ayudarle.—Insiste Dean.
Freya niega con la cabeza.
—No, no podéis. Tengo que hacer esto sola. Lo siento.
—Al menos dime qué está pasando. ¿Quién era esa mujer?
—Un demonio.
—Sí, hasta ahí he llagado, gracias.—Bufa.
Freya suspira con frustración antes de contestar.
—Ella mató a mi madre. Bueno, no ella personalmente, pero es una de las razones por las que está muerta.
Dean frunce el ceño con confusión antes de compartir una mirada con su hermano.
—Freya.—Habla Sam, atrayendo su atención.—Esta pregunta puede parecerte extraña, pero... ¿cuántos años teníais Peter y tú cuando ocurrió?
Freya los observa desconcertada, no muy segura de si se estaban burlando de ella. Pero sus miradas serias le aseguraron que la pregunta iba completamente en serio.
—Yo tenía diez años. Peter acababa de nacer. Creo que apenas tenía seis meses.—Responde entonces.—¿Por qué?
—A nuestra madre también la mató un demonio cuando yo tenía apenas seis meses.—Le explica Sam.—Nuestro padre se pasó la vida buscando al demonio para matarlo. Dean le disparó con el Colt hace menos de un año.
Los ojos de Freya viajan hacia el mayor de los hermanos,
—Ese no era el mismo demonio que mató a mi madre.—Asegura.
—¿Cómo lo sabes?—Inquiere Dean.—¿Hubo un incendio en tu casa esa noche?
Freya niega con una sonrisa falsa dibujándose en sus labios.
—Este demonio fue el que me secuestró en San Francisco. Sigue vivo.—Explica.—Ojalá fuera el que mataste, Dean, todo sería mucho más fácil.
Los ojos verdes de Dean observaron atentamente los de Freya, captando el dolor reflejado en ellos y las lágrimas que luchaba por contener. Reconoció su dolor, era el mismo que había sentido desde la muerte de su madre. Un dolor que le había acompañado desde entonces.
—Freya, escúchame.—Dean camina hacia ella, colocando sus manos sobre sus hombros.—Terminamos este caso y volvemos a tu casa. Te lo prometo.
Ella quería aceptar su oferta, de verdad. Pero algo en ella sabía que Peter no estaba a salvo, un instinto casi maternal. Además, si se alejaba de los hermanos Winchester, Ophelia no les haría daño cuando volviera a por el libro.
—Lo siento mucho, Dean.—Dice sinceramente.—No estoy tratando de devolverte el dolor que sentí cuando te fuiste. No se trata de ti. Ojalá pudiera quedarme, pero todo es demasiado complicado. Realmente espero volver a verte antes de...
No pudo terminar la frase. La idea de que Dean muriera y la posibilidad de no volver a verlo era demasiado dolorosa para ella. Así que Freya se limitó a abrazarlo, apoyando la cabeza en su hombro. Los brazos de Dean no tardaron en corresponder el abrazo, apoyando su cabeza sobre la de ella mientras cerraba los ojos, disfrutando de la intimidad del momento entre ambos.
El abrazo duró unos segundos, pero a ambos les pareció bastante corto. Cuando se separaron, Freya apenas podía mirarle a los ojos. Así que se limitó a recoger sus cosas y a despedirse de Sam con otro rápido abrazo.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
Irse sin dar explicaciones era una de las cosas que Freya más odiaba. Por eso le había dolido tanto cuando Dean le había hecho eso, porque no entendía cómo alguien podía hacer algo así. Ella misma nunca pensó que lo haría. Sí, técnicamente se había despedido de ellos, pero no había sido del todo sincera. Y una parte de ella sentía que si no los volvía a ver, siempre lo lamentaría.
Ahora, sentada en aquella estación de autobuses, Freya intentaba olvidarse de los dos Winchester mientras intentaba localizar a su padre y a su hermano pequeño.
Como esperaba, Henry no respondió a ninguna de sus tres llamadas. Pero a diferencia de él, Peter sí lo hizo, casi de inmediato.
Freya sintió alivio cuando oyó la voz de su hermano pequeño al otro lado de la línea. Casi pudo verle la cara. Sólo con oírle supo que el chico de pelo dorado tenía una sonrisa pintada en los labios.
—Hola, colega. ¿Sabes qué? Vuelvo a casa.—Anuncia con una sonrisa en los labios. Sin embargo, la inesperada reacción de Peter hizo que frunciera el ceño.
—¿Qué? ¿Por qué? Ese idiota no te ha vuelto a dejar, ¿verdad? Lo juro por Dios...
—Peter.—Freya le interrumpe.—No es por Dean. Os echo de menos a papá y a ti...
—Papá puede irse al infierno con él.—Declara Peter dijo.—Ni siquiera responde a mis llamadas.
—Peter, no digas eso...
—¿Por qué?—La interrumpe.—Todavía no ha vuelto a casa, Frey. Ni siquiera me ha enviado un regalo. Siempre me envía un regalo en Navidad. Estoy bien con Maddie, puedes quedarte con los idiotas de los Winchester.
—Maddie debería ser libre de irse. Yo soy tu hermana, debería estar allí.—Declara Freya, pero Peter no responde esta vez y poco después un estruendo se oyó a través de la llamada.—¿Peter?—Cuando nadie respondió, Freya comenzó a sentirse realmente preocupada. Su respiración entrecortada y el corazón acelerado.—¿Peter?
—Freya.—La voz de Maddie llegó entonces a sus oídos a través del teléfono.
—¿Maddie? ¿Qué está pasando?—Cuestiona Freya.
—Hay alguien en la casa.—Eso fue todo lo que la chica Lockhart pudo decir antes de soltar el teléfono y salir corriendo. La llamada terminó entonces, dejando a Freya completamente aterrorizada e impotente.
—¿Vas a darme el libro ahora?—Una voz familiar habló a su lado, haciendo que Freya se sobresaltara. Su mano rápidamente viajó hasta su cinturón para agarrar el mango del cuchillo, lista para atacar.—No tienes el Colt, así que no te molestes. No puedes matarme.—Asegura Ophelia, acomodándose en el banco junto a ella.
Freya se vuelve hacia ella con expresión seria y ni una pizca de miedo en los ojos. Ophelia sonríe.
—Ahora, vamos a ir a tu casa en San Francisco y cuando lleguemos, me entregarás el libro o Peter morirá.—Declara el demonio.—¿Entendido?
Freya no pudo evitar apretar la mandíbula con frustración. Quería matarla allí mismo. Incluso delante de toda esa gente en la estación de autobuses, a Freya no le importaba nada en ese momento, sólo su hermano pequeño. Pero ella sabía que no podía hacerle nada. Nada funcionaría con un demonio, no permanentemente, y eso sólo llevaría a que Peter y Maddie terminaran muertos.
—Entendido.—Responde Freya finalmente, tratando de mantener la calma.
—Bien.—Sonríe.
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