𝟎𝟑 | once upon a time



chapter three, act one
once upon a time



Después de casi dos días en la carretera, con solo algunas paradas para dormir y comer, Freya empezaba a arrepentirse de su decisión de acompañar a los hermanos Winchester. Dean odiaba los aviones y adoraba su coche, así que los viajes tenían que ser por carretera. Algo a lo que ella no estaba acostumbrada.

Precisamente por eso habían parado en otra gasolinera.

—No lo entiendo, Dean. ¿Por qué no?

—Porque lo digo yo.—Le responde, mirando por la ventanilla a su lado, esperando que Freya no tardara en volver al coche para que pudieran terminar aquella conversación.

—¡Ahora tenemos el Colt!—Insiste Sam, frustrado por la negativa de su hermano.

—Sam...

—Podemos invocar al demonio...

—Olvídalo. No vamos a invocar nada.

—Apuntarle con el arma, ¡y obligarla a eliminar el trato!

—¡Ni siquiera sabemos si eso funcionará!—Exclama Dean, esperando que su hermano dejara el tema.

—¡Pues disparamos! Si ella muere el trato se rompe.

—¡Tampoco sabemos si eso funcionará, Sam!—Contesta, volviendo a mirarle.—Todo lo que me estás diciendo ahora es un montón de "quizás" y "puede". Y eso no es suficiente. ¡Porque si intentamos romper el trato, tú mueres!

—¡Y si no lo rompemos, tú mueres!"

A medida que se acercaba al coche, Freya podía oírlos gritarse el uno al otro. Se alegró de que el aparcamiento de aquella gasolinera estuviera completamente vacío, o la gente pensaría que estaban locos hablando de demonios y muerte.

—¡Sam, basta! No voy a tener esta conversación.

—¿Por qué, porque lo dices tú?—Se queja Sam, sin darse cuenta de como Freya volvía a entrar en el coche.

—¡Sí, porque lo digo yo!

—¡Pues tú no eres papá!

Freya pudo sentir como la tensión aumentó dentro del coche tras la respuesta de Sam. Aquella conversación no podía acabar bien y ella tampoco podía decir nada, ya que no le correspondía.

—No, pero soy el mayor.—Responde Dean, intentando mantener la calma. Pero eso no duró mucho ya que su voz volvió a alzarse.—Y estoy haciendo lo que más conviene. Así que olvídalo, ¿me entiendes?

Después de mirarse el uno al otro con enfado, Sam desvió la mirada hacia la ventanilla a su derecha. Fue entonces cuando Freya notó los ojos de Dean posándose en ella a través del espejo retrovisor.

Tras unos segundos de silencio, se aclaró la garganta.

—¿Te sientes mejor?—Cuestiona, preocupado.

Freya frunce el ceño. La discusión entre los hermanos casi le había hecho olvidar la verdadera razón por la que se había bajado del coche. Se había mareado una vez más después de cuatro horas de viaje sin parar.

—Sí. Mucho mejor.—Asiente con una leve sonrisa asomando entre sus labios.

—¿Trajiste la comida?

—Sí, he traído un par de bolsas de patatas fritas, unas hamburguesas y tarta.—Responde, colocando la bolsa de comida entre los dos hermanos.—¿Todo bien?

—Sí. Todo va bien. ¿Verdad, Sammy?—Contesta Dean rápidamente, sacando una de las hamburguesas.—Gracias por la comida.

Después de eso el coche volvió a quedar en completo silencio. Sólo se oía el sonido del motor mientras los tres comían y Dean seguía conduciendo.

Sintiéndose algo nostálgica e incómoda con la tensión entre los dos hermanos, Freya decidió ponerse los auriculares de su walkman para escuchar uno de sus discos de música favoritos, Rumors de Fleetwood Mac. Podía sentir la mirada de Dean clavándose en ella de vez en cuando a través del espejo retrovisor, pero aun así decidió ignorarla.

La verdad era que, desde que habían empezado el viaje, Dean había vuelto a alejarse de ella. Freya no le culpaba. Todo era muy diferente a la última vez que se habían visto. Dean había visto morir a su padre, había visto morir a su hermano y él mismo había hecho un trato con el infierno. Freya no parecía haber cambiado mucho, pero esa no era la realidad. En el fondo ella también era una persona diferente. Y Dean podía sentirlo mientras la miraba.

Escuchando una de sus canciones favoritas, un pensamiento pasó por la mente de Freya. Tal vez sólo estaban destinados a ser amigos. Y si era honesta, ella estaba feliz con eso.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Investigando lo que parecía ser un ataque de hombres lobo, ya que encajaba con el ciclo lunar, Sam, Freya y Dean se dirigieron al hospital del pueblo donde la única víctima viva del ataque estaba siendo tratada.

—Soy el detective Plant, él es el detective Page y ella la detective Jones. Somos del departamento del sheriff del condado.—Dean se presenta mientras los tres le muestran sus placas a Kyle.

—Sí, eh, les estaba esperando.

—¿Si?—Dean frunce el ceño, confundido.

—Toda la mañana.—Asiente.—Sois los dibujantes, ¿verdad?

—Eh...

—Exactamente.—Exclama Freya con una sonrisa en su rostro.

—Sí.—Dean asiente, posando su mirada en ella.—Esa es su especialidad. Las cosas que puede hacer con un lápiz...—Suelta una pequeña risa nerviosa.—Pero, escuche, antes de que empezar con eso, quería preguntarle, ¿cómo escapó?

—No... no tengo ni idea. Me escondí, y me encontró. Venía directo hacia mí y de repente se... se detuvo. Me miró fijamente con esa mirada perdida. Y después de eso, salió corriendo—Explica Kyle.

—Vale.—Freya asiente ligeramente, abriendo la pequeña libreta en sus manos.—Um, voy a necesitar todos los detalles físicos que pueda recordar.

—Uh si. Media alrededor de metro ochenta...—Kyle trata de recordar. Mientras le escuchaba, Freya comenzó a hacer el dibujo bajo la atenta mirada de Dean.—Pelo oscuro...

—Uhm, ¿y los ojos? ¿De qué color los tenía?—Cuestiona, mirando a Kyle.

—No sé... ¿azules?

—¿Azules?

—Estaba oscuro.—Kyle se encoge de hombros.

—¿No parecían...?—Dean comienza a preguntar, pero se detiene para aclararse la garganta antes de terminar su pregunta.—¿de animal?

—¿Perdón?—Kyle lo mira con confusión.

—¿Y sus dientes? ¿Notó usted algo... extraño en ellos?—Cuestiona Sam entonces.

—No, sólo eran dientes.—Responde mientras Freya seguía dibujando en su cuaderno.

—Dientes, vale.—Murmura.

—¿Y sus uñas?

La pregunta de Dean pareció molestar a Kyle.

—Oigan, solo... solo era un tío normal, con ojos normales y dientes y uñas normales.—Declara.

—Oiga, señor, no pasa nada si...

—Si pasa.—Kyle le interrumpe, su voz quebrándose al borde de las lágrimas.—Eran mis hermanos. Ese tío mató a mis hermanos. ¿Cómo se sentiría usted?

Freya pudo sentir un nudo en el pecho ante tal pensamiento. Perder a Peter sería como perder una parte de sí misma.

—No puedo imaginar nada peor.—Admite Sam, quitándole las palabras de la boca. Los ojos de Dean se posaron rápidamente en su hermano mientras asentía con la cabeza.

—Sé que esto no es fácil, pero si recuerda usted algún otro detalle...

—Había una cosa más. Tenía un tatuaje en el brazo, de un personaje de dibujos animados. Umm... es, uh, ese bicho que persigue al Correcaminos.

—El Coyote.—Exclama Dean con una sonrisa orgullosa mientras Kyle asiente.

—Sí, eso es.

Freya continúa dibujando mientras un médico se adentraba en la habitación.

—¿Kyle?

—Dr. Garrison.

—¿Cómo estas?

—Mejor, creo.

—¿Es usted el médico de Kyle?—Sacando su placa, Dean mira al hombre vestido con una bata blanca.

—Sí.—Asiente, mirándoles a los tres.

—¿Puedo hacerle unas preguntas?—Cuestiona Dean.

—Claro.—El doctor asiente, saliendo de la habitación con él, dejando a Sam y Freya con Kyle.

—¿No me deja... verlo?—Kyle señala el cuaderno de Freya, quien estaba terminando los últimos retoques de su boceto.

—Eh, sí. Claro. Pero, verá, aún no está acabado.—Se disculpa ella, entregándole el pequeño cuaderno bajo la atenta mirada de Sam, quien levantó las cejas sorprendido por lo bien que se veía el resultado.

—Hm. Es... realmente bueno.—Admite Kyle, ganándose una sonrisa de la chica.

—Gracias.—Responde.—Y gracias por tu tiempo. Siento lo de tus hermanos.—Kyle apreció la mirada comprensiva de Freya, dedicándole una pequeña sonrisa a cambio.

Sam y Freya salieron de la habitación segundos después, uniéndose a Dean en el pasillo. Cuando llegaron a su lado, Dean se apresuró a coger el cuaderno de sus manos para mirar el dibujo.

—Estudiante de arte, sin duda.—Asiente, devolviéndole el cuaderno.—Es bastante bueno.

—Te dije que eso no era mentira.—Señala ella, guardando el cuaderno en su chaqueta.

—¿Estudiaste arte?—Sam la mira sorprendido.

—Sí, en una escuela muy prestigiosa de California. Me dieron una beca.—Freya sonríe, volteándose para mirarle. Sam asiente, compartiendo una mirada de asombro con su hermano.

—Impresionante.

—¿Y qué dijo el doctor sobre los hermanos de Kyle?—Cuestiona Freya, cambiando de tema mientras salían del hospital.

—No mucho. Los encontraron muertos. Me hizo un resumen del informe forense.

—Déjame adivinar, ¿les faltaba el corazón?—Inquiere Sam.

—No.—Niega Dean, lo que hizo que Freya lo mirara sorprendida.—Pero si trozos de riñones, pulmones e intestinos.

—Eso es asqueroso.—Murmura Freya con una mueca.

—Sí, y además no es típico de un hombre lobo.—Señala él.

—Entonces, ¿qué?—Pregunta Sam.—¿Un demonio? El atacante podría haber sido poseído.

—¿Por qué se detendría un demonio en mitad de un ataque?

—Podría ser... tal vez... Si, no tengo ni idea.

—Yo tampoco.—Admite Freya.—Supongo que tendremos que averiguarlo antes de que alguien más salga herido o peor, muerto.

—¿De verdad no tienes nada?—Le pregunta Dean mientras se acercaban a Baby.—Pensé que tendrías alguna idea habiendo estudiado criaturas sobrenaturales toda tu vida.

—Vale. En primer lugar, eso es cosa de mi padre.—Señala, abriendo la puerta de los asientos traseros.—Y de Peter, porque está obsesionado con las películas de terror. Yo nunca presté atención. Cuando empecé a cazar, todas las criaturas con las que me cruzaba eran fantasmas, vampiros, brujas u hombres lobo. Ya sabéis, lo típico.

—¿Así que nunca has cazado un wendigo o un cambiaformas, por ejemplo?—Cuestiona Sam.

—No. ¿Por qué? ¿Vosotros dos lo habéis hecho?

—Te sorprendería.—Dean sonríe arrogantemente, haciendo que Freya ruede los ojos mientras se metía en el coche. Siendo rápidamente seguida por los dos hermanos.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Freya y los hermanos Winchester no tardaron mucho en volver al hospital. Apenas habían empezado a buscar información sobre seres sobrenaturales que pudieran encajar en el caso cuando les informaron de otra víctima.

—Detectives.—El Dr. Garrison les saludó cuando llegaron en la habitación de la paciente.

—Dr. Garrison.

—¿Qué demonios está pasando aquí?—Cuestiona con preocupación.—Todo el pueblo se está volviendo loco.

—Le avisaremos en cuanto lo sepamos.—Le asegura Sam mientras entraban en la habitación. El doctor asiente, saliendo de la habitación para dejarles hablar con la víctima.

—¿Señorita Watson?—Freya se acerca a ella mientras le muestra su placa de detective.—Hola. Necesitamos hacerle unas preguntas.

—¿Tenemos que repasar esto otra vez? ¿Ahora?—Inquiere ella, cansada y afectada por la situación que acababa de vivir.

—Intentaremos ser breves.—Le asegura, dedicándole una pequeña y comprensiva sonrisa. Asintiendo levemente, Julie les invita a hablar.

—Señorita Watson, ¿puede decirnos cómo escapó?—Pregunta Sam.

—Yo no había comido tanta tarta como Ken, así que no estaba tan drogada. Y, cuando la anciana estaba... trinchando a Ken, la empujé, y se cayó. Se golpeó la cabeza contra el horno.—Explica. Haciendo una pequeña pausa, se mira las manos y respira hondo antes de volver a mirar a Freya.—Está muerta, ¿verdad? ¿La maté?

—¿Tienes alguna idea de por qué os haría esto?—Dean le pregunta entonces.

—¡No! Parecía una dulce anciana y de repente se convirtió en una especie de monstruo.

El caso era cada vez más complicado, pero también parecía más familiar. Al menos para Sam. El joven Winchester no pudo evitar notar las similitudes de lo que Julie había vivido con una historia que él había leído.

—¿Recuerda usted algo más?

—Um, sí. Por casualidad, ¿han encontrado a una niña pequeña allí?

—¿Una... niña pequeña? ¿En la casa?—Freya la mira confundida. Julie asiente.

—Me pareció verla por la ventana. Ella... ella simplemente desapareció. Se... se desvaneció sin más.—Explica. Sam y Dean comparten una mirada.—Debieron ser las drogas.

—Esta niña, ¿qué aspecto tenía?—Freya le pregunta entonces.

—¿Acaso importa?—Frunce el ceño.

—Sí. Cada detalle importa.

—Tenía el pelo oscuro y la piel muy pálida. Tendría unos ocho años. Era una niña preciosa. Era... extraño que estuviera en medio de algo tan horrible.—Explica tras soltar un suspiro.

—Eso es realmente útil, gracias.—Freya le dedica una leve sonrisa.—Sentimos la pérdida de su marido.

—Gracias.—Murmura Julie antes de que ellos abandonarán la habitación.

—Bueno. ¿Alguna idea? Porque yo no tengo nada.—Habla Freya mientras volvían al coche.

—Creo que deberíamos revisar la casa.—Contesta Sam.—Tal vez podamos encontrar algo allí.

Dean asiente, subiendo al asiento del conductor. Freya se acomodó en los asientos traseros, sacando su diario de caza del interior de su mochila.

—¿Llevas un registro de todo?—Inquiere Sam, mirándola con atención.

—Es una costumbre—Se encoge de hombros.—Además, así no se me olvidan los detalles para cuando se lo cuente a Peter. También es útil para futuros casos. Nunca se sabe.

Ante su respuesta, Dean y Sam no pudieron evitar compartir una mirada. Era imposible para ambos no ver cómo eso era algo que Freya tenía en común con el padre de ambos.

—Entonces, ¿qué pensáis? ¿Un demonio? ¿Un fantasma?—Freya pregunta después de unos minutos.

—Sinceramente no tengo ni idea—Admite Dean.—Todo esto parece tan extraño. Quizá tengamos que llamar a tu padre o a Bobby.

Freya asiente, perdiéndose en sus propios pensamientos y en las palabras escritas en su diario.

El trayecto hasta la casa de la anciana donde Julie y su marido habían sido atacados no duró mucho. Freya y Dean se separaron en habitaciones diferentes en busca de cualquier signo demoníaco mientras Sam comprobaba el EMF en busca de algún fantasma.

—Bueno, no hay azufre en ninguna parte—Declara Freya después de algunos minutos.—¿Qué tal el campo electromagnético?

—Sí, se está volviendo loco. Aquí, junto a la ventana... Definitivamente ha habido un espíritu aquí.

—Que se encontraba justo ahí fuera, mirando.—Señala Dean.

—Eso parece.

—¿Y qué se os ocurre?—Les pregunta Freya, confundida.

—En realidad, yo tengo una teoría. Más o menos.—Habla Sam, ganándose su atención y la de Dean.

—Dispara.

—Bueno, pensando en los cuentos de hadas.

—Oh, eso... eso está bien. ¿Piensas a menudo en cuentos de hadas?—Comenta Dean con diversión. Freya sonríe divertida.

—No, Dean, estoy hablando de los asesinatos.—Insiste Sam.—¿Un chico y una chica? ¿De excursión por el bosque y una anciana intenta comérselos? Eso es Hansel y Gretel. Y luego tenemos a tres hermanos, discutiendo sobre cómo construir casas, atacados por el Lobo Feroz.

—Los tres cerditos.

—Lo siento, ¿se supone que esos son cuentos de hadas para niños?—Freya frunce el ceño, completamente perdida en la conversación.

—Sí.—Asiente Sam.—¿Nunca los has leído?

Freya niega rápidamente.

—Creía que tenías la perfecta vida americana. ¿Eso no va incluido?—Comenta Dean, volviendo a mirarla.

—Vale. Sí. La tenía. Pero... Nunca me interesaron los cuentos de hadas. Lo siento.

—¿Podemos volver a mi teoría?—Se queja Sam.

—Sí, lo siento.—Dean asiente.—Creía que esas cosas acababan con... todos viviendo felices para siempre.

—No, no. No los originales. Veréis, el material de los hermanos Grimm era una especie de folclore de su época, lleno de sexo, violencia y canibalismo. Con los años se convirtieron en películas de Disney y cuentos para niños.

—¿Así que crees que los asesinatos son... qué? ¿Una recreación? Eso es un poco loco.—Comenta Freya.

—¿Loco como qué? ¿Todos los días de nuestras vidas?—Sam la mira con incredulidad.

—Touché.—Suspira.

—¿Cómo está involucrada la espeluznante chica fantasma?—Cuestiona Dean.

—Uhm... Bueno, ella debía de estar ahí por algo. Estoy dispuesto a apostarme lo que sea a que también estaba en la construcción.—Le responde su hermano.

—Ahora tenemos que investigar, ¿no?—Se queja.

—Me temo que sí.—Suspira Freya.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Freya había perdido la cuenta del tiempo que Dean y ella habían pasado dentro de la biblioteca pública del pueblo. Él estaba sentado frente a ella, mirando el ordenador mientras ella repasaba los informes policiales archivados de los últimos años.

El agotamiento empezaba a vencerla, pero Freya hacía todo lo posible por mantenerse despierta. La mano de Dean tocando la suya fue lo que la sacó de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad. Sus ojos se encontraron rápidamente con los de él. Su mirada verde la observaba con un brillo de preocupación y cariño.

—¿Encontraste algo?—Le pregunta.

—¿A ti qué te parece?—Suspira ella, enderezándose en su asiento.

—Sí, eso pensaba.—Suspira, poniéndose de pie y agarrando su chaqueta.—Venga, vámonos. Iremos a tomar un café y nos reuniremos con Sammy.

—Sí. Necesito un café.—Admite Freya, recogiendo las carpetas.

—Lo sé.—Dean sonríe levemente.

Pero Freya no pareció darse cuenta de cómo sus ojos la seguían mientras volvía a colocar los archivos en su sitio.

—¿Te parece raro que nunca haya leído ninguno de esos libros de cuentos de hadas?—Inquiere mientras recogía su chaqueta antes de que ambos se dirigieran a la salida de la biblioteca.

—¿Por qué piensas eso?—Dean frunce el ceño.

—No lo sé. Los niños a veces son crueles, ya sabes, y yo nunca encajé en la escuela. No tenía los mismos intereses que los demás. Las princesas no eran lo mío, pero tampoco los deportes. Me pasaba el recreo leyendo historias de fantasmas, obsesionada con monstruos y crímenes sin resolver. Mis profesores pensaban que estaba loca, que un día se me rompería un cable y cometería algún crimen o algo así.—Explica.

—¿Por eso empezaste a comportarte como las demás chicas?

—Supongo.—Se encoge de hombros.—Nadie, aparte de Peter, parecía entenderme. Hasta que te conocí.—Sus ojos viajan hasta los suyos, descubriendo que él ya se encontraba mirándola. Se hizo el silencio entre ellos, pero no era un silencio incómodo. Era agradable, incluso familiar.

—Freya, escucha...

—Hey, chicos. ¿Encontrasteis algo?—Sam les interrumpe mientras se acerca a ellos, sacándolos bruscamente de aquella conexión.

Dean suspira y niega con la cabeza mientras sus ojos viajan hasta él.

—Comprobamos todos los registros e informes que tenían. Hemos encontramos la cantidad habitual de muertes infantiles violentas para un pueblo de este tamaño.—Le responde mientras los tres comienzan a cruzar la carretera en dirección a un parque.

—De acuerdo.

—¿Quieres saber cuántas eran niñas de pelo negro y piel pálida?—Pregunta Freya.

Sam entrecierra los ojos, posando su mirada en ella.

—Cero.

—¡Cero! ¿Quieres saber cuántas niñas de pelo negro y piel pálida han desaparecido? Otra vez tienes razón. Cero, ninguna, nada.—Responde con frustración.—Dime que tienes algo bueno porque nosotros hemos desperdiciado totalmente las últimas seis horas.

Sam suspira.

—Bueno, ¿habéis oído hablar de Lillian Bailey?—Cuestiona. Dean y Freya niegan en respuesta.—Era una médium británica de los años 30.

—¿Le gustaban los cuentos de hadas?—Pregunta Dean, confuso.

—No, los trances. Entraba en estados de inconsciencia en los que sus pensamientos y acciones eran controlados por espíritus.

—Fantasmas titiriteros.

—Sí.

—¿Crees que eso es lo que esta niña está haciendo? ¿Poner en trances al lobo y a la abuela y hacerles matar como locos?—Freya pregunta.

—Tal vez.—Sam se encoge de hombros.—Ya sabéis, algo así como hipnosis espiritual o algo así.

—Los trances quizá, ¿pero trances de cuento de hadas? No sé, eso es demasiado extraño incluso para nosotros.—Comenta Dean mientras continúan caminando por el parque. Pero en ese momento Freya detuvo sus pasos, haciendo que ellos la imitaran. Sus ojos se encontraron con una rana en el suelo frente a ellos.

—Sí, tienes razón. Esto es completamente normal.

—Vale, puede que sean cuentos de hadas.—Admite Dean entonces.—Cuentos de hadas totalmente cambiados. Pero os digo una cosa, de ninguna manera voy a besar a una maldita rana.

—Yo tampoco.—Murmura Freya.

—Hey. Mirad eso.—Sam llama su atención, señalando una casa al otro lado de la calle. Calabazas a cada lado del porche, decorándolo.

—Si. Se acerca Halloween.—Señala Dean.

Sam niega.

—¿Te acuerdas de Cenicienta?—Pregunta.—¿Con la calabaza que se convierte en carroza y los ratones que se convierten en caballos?

—Vaya. Si que sabes mucho de cuentos de hadas, ¿verdad, Sammy?—Freya lo mira divertida, haciendo que él pusiera los ojos en blanco.—Al menos ese sí me lo sé. Vamos.—Declara, caminando hacia la casa.

Sin perder un segundo, Sam y Dean la siguieron de cerca, dejándola guiar el camino. Al llegar a la puerta, Freya no dudó en tocar el timbre, esperando que alguien abriera. Pero al ver que nadie lo hacía, Freya agarró el picaporte, comprobando que la puerta ya estaba abierta. Tras compartir una mirada con los dos hermanos, los tres entraron en la casa.

—Bueno, ¿quién sabe? Tal vez encontremos a tu hada madrina.—Dean mira a su hermano con diversión, provocando que Freya suelte una pequeña risa. Sam por su parte le dedica una mirada molesta.

Cuando empezaban a dispersarse por la casa, un ruido les hizo desenfundar sus armas. Compartiendo una mirada entre los tres, Freya les indicó que se dirigieran en silencio hacia la fuente del sonido.

—¡Socorro! ¡Estoy aquí!—Una voz femenina gritó desde la cocina.

Sam fue el primero en alcanzarla, encontrando a una joven atada al horno.

—¡Hey! Hola. Está bien. Estamos aquí, estamos aquí. Estas a salvo.—Le dice mientras comienza a desatarla.

—Tenéis que ayudarme. Es una lunática.—Se queja la joven con voz alarmada.

—¿Qué ha pasado?—Dean la mira confundido.

—Mi madrastra, enloqueció. Empezó a gritarme y a pegarme. Y me encadenó.

—¿Dónde está ahora?—Pregunta Freya, mirando alrededor de la casa con su pistola aún en las manos.

—No lo sé.—Solloza, aliviada por haber sido liberada de aquellas cadenas.

Mirando a través de las dos puertas de la cocina, Freya vio a una chica de pelo oscuro al otro lado del pasillo. Era tal como Julie la había descrito.

—Chicos.

Mirando en la misma dirección, los hermanos Winchester también la vieron.

Cuando sus ojos la encontraron, la niña se dio la vuelta. Freya corrió en su dirección, pasando por la entrada hasta llegar al salón. Pero la niña ya había desaparecido. Tras mirar a su alrededor durante unos segundos, Freya se dio la vuelta para volver a la cocina, viendo entonces como la niña reaparecía frente a ella.

—¿Quién eres?—Le pregunta.

La niña permaneció en silencio, parpadeando varias veces antes de desaparecer. Los ojos de Freya viajaron entonces hasta la alfombra a sus pies, donde se encontró una manzana roja. Dean llegó a su lado en ese momento mientras Freya la agarraba en sus manos, observándola con frustración.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Apoyada en el capó del Impala, Freya repasaba uno de sus diarios mientras jugaba con la manzana roja en su otra mano. Sam y Dean hablaban con los paramédicos que habían ayudado a la adolescente antes de reunirse con Freya junto al coche.

—Una niña pequeña, una manzana roja brillante. Supongo que eso significa algo para ti, chico de los cuentos de hadas.—Comenta Freya, lanzándole la manzana a Sam.

—Sí, la verdad. Creo que es Blancanieves.—Responde, mirando la manzana ahora en sus manos.

—Sí, eso es lo que pensaba. Mi madre me lo leía de niña.—Admite Freya, cerrando su diario.

—¿Blancanieves?—Dean frunce el ceño.—Ah, si yo vi esa película. O la versión porno al menos, porque había una madrastra malvada... Wow, si que era malvada.—Dice con una sonrisa, provocando que Freya ruede los ojos.

—Hay una malvada madrastra. E intenta matar a Blancanieves con una manzana envenenada.—Señala Freya, atrapando la manzana cuando Sam volvió a lanzársela.

—Pero la manzana en realidad no mata a la niña, ¿verdad?—Pregunta Dean, mirándola.

—No. La pone en un sueño profundo, tan profundo que es casi como si estuviera muerta.—Explica Sam.

—Casi.—Repite Freya, pensativa.—Así que tal vez esta niña no está realmente muerta y por eso no hay registros. Tal vez ella está... No sé, ¿en coma?

—Eso tendría sentido.

—Así que de vuelta al hospital, ¿verdad?—Suspira Dean.

—Eso parece.—Asiente Freya, entrando en el coche.

Y así, por tercera vez ese día, Sam, Dean y Freya se encontraron en el hospital del pueblo, preguntando a una enfermera sobre su última pista en el caso.

—No, lo siento. No tenemos ninguna niña en coma.—Les responde la enfermera.

—¿Seguro?—Sam frunce el ceño.

—Totalmente.—Asiente mientras guarda unos papeles en un archivador.—La mayoría son ancianos. Y, bueno... Callie. Lleva por aquí desde antes de que yo empezara.

—¿Callie?

—Sí, es tan triste. Y el pobre Dr. Garrison, simplemente... no se da por vencido con ella.

—¿Callie es una de sus pacientes?—Cuestiona Freya con interés.

—No. Su hija.—Aclara la enfermera.

—¿Sabes el número de la habitación de Callie?

—Claro.—Asiente, antes de señalar.—Es la segunda puerta a la izquierda, por ese pasillo.

—Gracias.—Freya sonríe ligeramente hacia la amable enfermera antes de seguir a los hermanos hasta la habitación.

Apoyándose en el umbral de la puerta junto a Sam, Freya y los dos Winchester pudieron ver como el doctor Garrison se encontraba sentado en una silla leyendo cuentos a una joven inconsciente tumbada sobre la cama. Ella era unos años mayor que la niña fantasma que habían visto, pero su pelo era igual de oscuro y su piel igual de pálida.

—"Cuando entró el cazador, el lobo yacía en la cama. Así que, el cazador sacó unas tijeras y cortó, abriendo la tripa al lobo."

Mientras ellos compartían una mirada el Dr. Garrison no pudo evitar percatarse de su presencia. Cerrando el libro en sus manos para acercarse a ellos.

—Detectives.—Se aclara la garganta.—¿Puedo ayudarles?

—Acabamos de... saber lo de su hija.—Explica Dean.

—Y queríamos decirle lo mucho que lo sentimos.—Añade Sam.

Bajando la mirada unos instantes, el doctor Garrison asiente antes de contestarles.

—Bueno. Gracias. Si me disculpan.—Habla, pasando junto a ellos para salir de la habitación.

—Ah, ¿va hacia allí? Le acompañamos.—Habla Dean, siguiendo sus pasos.—¿Cuánto tiempo lleva así Callie?

—No queremos molestar.—Freya se apresuró a hablar, molesta por la falta de tacto de Dean.—No podemos saber lo difícil que debe ser para usted verla así.

—No es fácil.—Admite, posando su mirada en ella.—Lleva en coma desde los ocho años.

—¿Un envenenamiento?—Cuestiona Sam mientras continúan caminando por el pasillo.

—Sí, se tragó lejía. Nunca supimos cómo logró coger la botella. Mi mujer la encontró y la trajo aquí a Urgencias. Yo estaba de guardia.

—¿Su mujer era...? ¿Era la madrastra de Callie?—Inquiere Dean.

Su pregunta hace que el médico deje de caminar, sus ojos fijos en Dean con confusión.

—Así es. ¿Cómo lo sabe?—Frunce el ceño.

—Casualidad.—Dean se encoge de hombros.

—Bueno, Julie fue la única madre que, eh, Callie conoció. Mi mujer falleció el año pasado y... ahora solo estamos mi hija y yo.—Explica el Dr. Garrison.—Ella es todo lo que me queda.—Sintiendo cómo sus emociones empezaban a sobrepasarle, el doctor desvió la mirada de ellos.—Uhm, disculpen. Tengo que volver al trabajo.

—Sí. Claro.

—Bueno, tenias razón. Es Blancanieves sin duda.—Comenta Freya, caminando hacia la salida.

—Sí. La madrastra envenena a la niña y la deja en un sueño profundo.—Sam asiente—¿Cuál seria el motivo?

—Podría ser como Mischa Barton.—Comenta Dean, ganándose una mirada confusa por parte de ambos.—En el Sexto Sentido, no The O.C.

—¿Qué?—Sam frunce el ceño.

—Oye, tú sabes de cuentos, yo de películas.

—Oh, espera. Sí, ahora me acuerdo. Ella interpretaba a un fantasma.—Señala Freya.

—Sí. ¿Recuerdas? La madre hacía enfermar a los niños para que le prestaran atención a ella.

—Oh, sí, sí, sí. Síndrome de Munchausen.—Sam señala.—Huh, podría ser.

—Así que digamos que todos estos años, Callie ha estado sufriendo en silencio porque nadie sabe la verdad sobre lo que le hizo su querida mamá.—Comenta Dean, adentrándose en la recepción del hospital.

—Y al cabo del tiempo, su espíritu se enfada cada vez más, hasta que al final acaba explotando.—Freya añade.

—Exacto.—Asiente, posando su mirada en ella.—Y mientras tanto, tiene que oír a su padre contarle esas historias desquiciadas sobre un lobo rabioso o una anciana caníbal. Eso es suficiente para volver loco a cualquiera.

—De acuerdo, ¿pero cómo vamos a detenerla?—Cuestiona Sam.—Quiero decir, Callie está aquí. Su padre mantiene vivo su cuerpo.

—Si, eso nos complica quemar sus huesos.

—¿Tú crees?—Sam eleva las cejas.

Antes de que Freya pudiera decir nada, la puerta de Urgencias se abrió, dando la bienvenida a los paramédicos que arrastraban una camilla.

—¡Entrando!

Retrocediendo para hacerles sitio, Sam, Dean y Freya observan a la paciente de la camilla, una anciana con cicatrices por todo el cuerpo y rostro.

—¿Cuál es su estado?—Un médico se acerca a los paramédicos, dispuesto a atender a la paciente.

—Mujer de setenta y dos años. Ha sufrido múltiples laceraciones y heridas punzantes. Tensión: 80/40 y bajando. Taquicardia sinusal.

—¿Eso es una mordedura?—Cuestiona, mirando a la mujer mientras entraban en la sala de Urgencias.

—¿Parece haber sido agredida por un perro rabioso o tal vez un lobo?

Freya y los hermanos Winchester les escuchan desde la recepción.

—¿Cuál era el cuento que el Dr. Garrison le leía a Callie?—Dean le pregunta a su hermano en un susurro.

—Caperucita Roja.

—Sí, eso me sirve.—Freya suspira.—Iré a hablar con los paramédicos.

—Voy contigo.—Declara Dean, siguiendo sus pasos hacia la recepción, lugar donde se habían dirigido los paramédicos tras dejar a la víctima con los médicos.

—Disculpe.—Freya fue la primera en hablar, mostrándole su placa al paramédico.—¿Era la única víctima?

—La encontraron junto a la carretera medio muerta. Sola.—El hombre le responde en un asentimiento.

—Tenemos que encontrar a sus familiares.—Explica entonces Dean.

Dejando escapar un suspiro, el paramédico baja la mirada hacia los papeles que sostenía en sus manos.

—Tiene una nieta.—Les informa.

—¿Tiene la dirección?

Asintiendo, el hombre les entrega una hoja de papel.

—Gracias.—Le dice Freya, alejándose de él para reunirse con Sam.

—La mujer está muerta.—Informa el joven Winchester cuando su hermano y ella se acercan de nuevo a él.

—De acuerdo. Freya, tú busca una forma de detener a Callie, ¿vale?—Le ordena Dean.

—Espera, ¿qué? ¿Qué vais a hacer vosotros?—Freya le mira con confusión.

—Nosotros vamos a detener al Lobo Feroz.—Declara, agarrando la hoja de papel de sus manos.—Que es definitivamente lo más raro que he dicho nunca.

Sam suelta un pequeño suspiro, compartiendo una última mirada con Freya antes de seguir a su hermano.

Sin saber muy bien por dónde empezar a buscar al Dr. Garrison, Freya empezó a sentir cómo los nervios invadían su cuerpo. Había hecho muchas cacerías por su cuenta antes de ésta, pero ahora las vidas de Sam y Dean dependían de que ella misma consiguiera detener a Callie.

Sabía lo que la chica había estado intentando hacer todo este tiempo recreando las historias que su padre le leía. Quería llamar su atención, hacer que la escuchara. Los niños eran así, Freya los entendía muy bien gracias a que prácticamente había criado a su propio hermano pequeño.

Volviendo sobre sus pasos, Freya buscó al doctor con la mirada. Habían pasado minutos y seguía sin encontrarlo. Los nervios se apoderaban de ella al pensar que Dean y Sam pudieran estar en peligro.

—¡Dr. Garrison! Necesito hablar con usted.—Exclama al encontrarle en uno de los pasillos.

—Detective. ¿Qué puedo hacer por usted?—Cuestiona cuando ella llega frente a él.

—Bueno, ehm... se trata de Callie.—Responde, intentando recuperar el aliento y mantener la calma.

—¿Mi hija? ¿Qué pasa con ella?—Inquiere con confusión.

—Sabe, tal vez, ¿podríamos sentarnos un minuto?

—No. ¿Qué pasa con ella?—Insiste, molesto.

—De acuerdo, bueno, esto no va a ser fácil. Lo que le pasó a Callie no fue un accidente.

—¿Cómo dice?—El Dr. Garrison bufa incrédulo.

—Lo siento, pero es cierto.

—No tiene ni idea de lo que le pasó a mi hija.—Declara, dándose la vuelta con enfado para alejarse de Freya, pero ella le sigue rápidamente.

—Hay cosas que no sabe, Doctor, sobre su mujer.

—¿Mi mujer?—Frunce el ceño, dedicándole una rápida mirada.

—Doctor, su mujer envenenó a Callie.—Declara Freya finalmente.

Deteniendo sus pasos, el doctor se vuelve hacia ella, claramente molesto.

—¿Por qué dice usted algo tan horrible sobre ella?—La mira con dolor en los ojos.

—Porque necesito su ayuda.

—Aléjate de mí y de mi hija, ¿entendido?—Declara, entrando en la habitación de su hija y cerrando la puerta en las narices de Freya. Tras rodar los ojos, la rubia abre la puerta, adentrándose en la habitación tras él.—Voy a llamar a seguridad.—La amenaza, alcanzando el teléfono situado en la pared. Pero Freya se movió rápidamente, cerrando la puerta tras ella y colocando su mano sobre la de él.

—No, escuche. No tengo tiempo para hacer esto con más amabilidad. Si no me escucha, podría haber más muertes. Porque Callie los está matando.—Freya intenta hacerle entender.

—¡¿De qué demonios estás hablando?!

—Va a pensar que estoy loca, pero debe escucharme. Su hija, Callie, sigue aquí. Es un espíritu.

La respuesta del Dr. Garrison a sus palabras no fue la que Freya esperaba. Sus ojos viajaron a su hija, quien yacía en la cama del hospital. Su mirada se entristeció aún más al verla.

—¿Usted también la ha visto?—Freya abrió la boca para responder, pero estaba tan sorprendida que ningún sonido salió de ella.—La sentí... a Callie. Su presencia, su olor. Una vez incluso creí verla justo a los pies de mi cama, pero nunca... lo creí. Pensé que estaba soñando, yo...

—No era un sueño.—Le asegura Freya.—Tiene el mismo aspecto que cuando tenía ocho años. Vestido blanco. Una cinta roja en el pelo. Ha estado intentando hablar con usted.

—Usted no es policía, ¿verdad?—Inquiere el Dr. Garrison en un suspiro.

—No. No lo soy.

—¿Entonces quién es?

—Esa es una historia muy larga. Pero todo lo que necesita saber es que soy alguien que sabe un poco de este tipo de cosas.

—Pero lo que ha dicho de que mi mujer envenenó a Callie, eso es...

—La verdad. Callie nos lo dijo.—Le explica.

—¿Qué?

—No con palabra. Pero a su manera... nos lo dijo.

—Mi mujer quería a Callie.—Asegura, sacudiendo la cabeza con incredulidad.—¿Cómo... cómo va a ser eso posible?

—No lo sé. Pero lo es.

—No. No te creo.

—Oiga, no me importa si no me cree, tiene que hacerlo.—Declara Freya.—Callie está matando personas. Está furiosa y desesperada porque nadie la escucha. Usted tiene que escucharla. Por favor, escuche a su hija.

Fue la mirada en los ojos de Freya lo que hizo que el Dr. Garrison finalmente la creyera. El tono de su voz sonaba como si ella misma estuviera pidiendo que la escucharan. Le dolió el corazón al pensar que su hija pudiera sentirse tan impotente por que él la escuchara.

—¿Callie? Callie, soy papá.—Habla, volviendo a mirar a Callie. De repente, su espíritu apareció en la habitación, de pie detrás de su padre.—Soy yo, papá. ¿Es verdad? ¿Mamá te hizo eso? Sé que antes no te escuchaba, pero ahora te escucho. Papá está aquí. Por favor, cariño, contesta. Me lo puedes contar.

—Doctor...—Le llama Freya, ganando rápidamente su atención y señalando detrás de él. En ese momento el doctor se dio la vuelta, sus ojos encontrándose finalmente con los de su hija.

—¿Es cierto?—Cuestiona, a lo que ella asiente en silencio.—Lo siento mucho, cariño. Pero escúchame. Tienes que dejar de hacer lo que estás haciendo, ¿vale? Estás haciendo daño a la gente. Ahora lo sé todo. Sé la verdad. Es hora de que seas libre. Y hora de que yo te deje ir.

Volviéndose para mirar el cuerpo de su hija, el Dr. Garrison le dio un beso en la frente. Las máquinas que monitorizaban sus constantes vitales empezaron a pitar, apareciendo en ellas una línea recta que anunciaba su muerte. Los ojos de Freya se llenaron de lágrimas, pero su corazón se sintió en paz al saber que Callie ya podía descansar.

Freya se quedó con el doctor mientras Dean y Sam regresaban al hospital después de confirmar por mensaje que todo había terminado.

—¿Y la niña está bien?—Cuestiona el doctor Garrison tras escuchar la explicación de Dean y Sam sobre los recientes acontecimientos. Dean asiente.—Entonces. ¿Todo ha acabado?

—Sí. Todo gracias a ti.—Asiente Freya, dedicándole una leve sonrisa amable.

—Callie era lo más importante de mi vida. Pero debí dejarla irse hace mucho tiempo.—Admite en un suspiro.—Gracias.—Declara, volviendo a mirar a Freya con agradecimiento para luego darles una palmada en el hombro a Sam y Dean antes de alejarse.

—Ya lo has oído. Es un buen consejo.—Comenta Dean una vez se quedan solos.

—¿Es eso lo que quieres que haga, Dean? ¿Que te deje ir?—Sam le mira con enfado. Pero al no obtener una respuesta de su hermano mayor, Sam se aleja de ellos.

—No sé si realmente pensaste que no haría nada para ayudarte cuando te lo prometí para que me dejaras acompañaros. Pero, Dean, he perdido a demasiadas personas importantes en mi vida. Te perdí a ti una vez. No dejaré que vuelva a pasar.—Declara Freya antes de seguir los pasos de Sam.

Dean la sigue con la mirada, sorprendido y frustrado por su cabezonería. Si Sam ya era difícil de convencer para que lo dejara ir, Freya sería un verdadero dolor de cabeza. Y por mucho que la conociera, Dean no sabía hasta dónde estaba dispuesta a llegar para salvar a la gente que quería y le importaba.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Mientras Dean y Sam dormían en sus respectivas camas en la habitación de motel que habían reservado, Freya estaba sentada en el borde de la suya. En sus manos el regalo que su padre había dejado en su mochila, un collar con un colgante de una cruz que previamente había pertenecido a su madre. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar la noche en que Laurel Holloway había sido asesinada y ella misma la había encontrado, rodeada por un charco de sangre en la cocina de su casa. Ese mismo collar todavía en su cuello, reflejando la luz de la luna que entraba por la ventana.

El recuerdo de la muerte de su madre bastó para despertar de nuevo la ira de Freya. Un demonio se la había arrebatado y ahora querían arrebatarle a Dean. Pero ella no podía permitirlo. No podía dejar que Sam perdiera a su hermano mayor de la misma manera que ella había perdido al suyo años atrás.

Así que, agarrando el Colt y las llaves del coche de la bolsa de Dean, Freya salió de la habitación del motel haciendo el menor ruido posible y se dirigió hacia un cruce de caminos.

Ella conocía bien el ritual necesario para hacer aparecer a un demonio en un cruce. Había metido una caja preparada del interior de su armario antes de emprender el viaje con los hermanos Winchester. Al principio pensó que no la necesitaría, pero ahora se alegraba de llevarla consigo. Sólo tenía que poner su carnet en ella y enterrarla en el centro del cruce.

No fue mucho el tiempo que pasó hasta que una mujer con vestido negro y ojos rojos apareció a su lado.

—Vaya. Si es la pequeña Freya Holloway. Estoy conmovida. Quiero decir... He conocido a tus padres y a tu hermano mayor antes, ¿pero a ti? No tenía el placer.—Habla ella, mirándola de arriba abajo.

Freya hizo todo lo posible para no parecer sorprendida por sus palabras. Pero estaba sorprendida. Nunca pensó que alguno de sus parientes hubiera intentado hacer un trato con un demonio. Y mucho menos su padre, que insistía mucho en que ella nunca lo hiciera. Pasara lo que pasara.

—¿Qué puedo hacer por ti, Freya?—Cuestiona el demonio, sacándola de sus pensamientos.

Sin mediar palabra, Freya extendió la mano hacia ella, apuntándola con el Colt.

—Suplicar por tu vida.—Declara entonces.

—Estábamos teniendo una conversación tan agradable. Tenías que estropearlo.—Se queja. Una sonrisa iluminando su rostro.

—Si yo fuera tú, me dejaría las bromas y empezaría a asustarme.

—No es mi estilo.—Le contesta, admirando el arma en su mano.—Ese no es el Colt original. ¿De dónde lo has sacado?—Antes de que Freya pudiera reaccionar a su pregunta, ella misma se respondió.—Ruby. Como no. Esa chica es un dolor de muelas. Tendrá su merecido... puedes contar con ello.

La chica Holloway no conocía a esa tal Ruby, pero tampoco importaba en ese momento.

—Basta ya. He venido a hacerte una oferta.—Explica Freya finalmente, ganándose toda su atención.

—¿Tú vas a hacerme una oferta?—Cuestiona incrédula.—Eres adorable.

—Quiero que el acuerdo con Dean quede anulado. Él vive, Sam vive. Tú vives. Todos contentos. O...—Freya carga el Colt.—Dejas de respirar. Permanentemente.

—Oh.—Murmura, soltando una carcajada.—Toda esa charla. Te diré algo, no es muy convincente. Venga, vamos Freya. ¿De verdad quieres romper ese trato?

—¿Tú que crees?—Freya frunce el ceño.

—No lo sé. Quiero decir, él te dejó.—Señala.—Esta es tu oportunidad perfecta. Coge su querido coche y el Colt, y ve tras los demonios que mataron a tu madre. Dean se irá al infierno en unos meses, sólo tendrás que lidiar con Sam. Y, vamos, ambas sabemos que eres mejor cazadora que él.

Freya apretó los puños y la mandíbula con frustración. Sabía que el demonio tenía razón. Esta era su oportunidad perfecta para llevar a cabo su venganza y, a su vez, devolverle a Dean el dolor por el que él la había hecho pasar años atrás. Pero Freya no era así. La lealtad era una de sus mayores cualidades.

—Vale, ya he tenido suficiente. Deshaz el trato con Dean ahora mismo.—Le ordena Freya entonces.

—Lo siento, cielo, tu novio es un adulto. Hizo ese trato por propia voluntad, limpiamente. Es irrevocable.

—Todos los tratos se pueden romper.

—Este no.

—Bien.—Suspira.—Entonces te mataré. Si mueres, se acabó el trato.

—Adivina otra vez.—Se ríe.

—¿Qué?—Freya frunce el ceño.

—Freya, sólo soy una empleada. Tengo un jefe, como todo el mundo. Él tiene el contrato, no yo. Él quiere el alma de Dean. Y créeme, no la soltara nunca.

—Es un farol.

—¿Tú crees? Dispárame, si te hace ilusión. Pero el trato seguirá en pie. Y cuando llegue el momento, Dean acabara en el infierno.—Asegura.

—¿Quién es tu jefe? ¿Quién tiene el contrato?

—No es tan cariñoso como yo, te lo aseguro.

—¿Quién es?—Insiste Freya, cansada de la falta de respuestas a su pregunta.

—No puedo decírtelo. Lo siento, Freya. Pero no hay manera de salir de esta. No esta vez.—Asegura.—A menos, por supuesto...

—A menos que, ¿qué?—Un rayo de esperanza brilló en los ojos de Freya.

—A menos que le entregues a tu hermano.

—No voy a darle a Peter.—Freya bufa incrédula por su oferta.

—No estoy hablando de Peter.

—¿Queréis a Carter? ¿No crees que ya le habéis hecho bastante?

—¿Por qué te importa tanto, Freya? Él mató a tu madre.

—No. Estaba poseído. Un demonio mató a mi madre.—Corrige.—Además, ni siquiera sé dónde está Carter.

—Es una pena.—Admite en un suspiro.—Deberías hablar con tu padre, cariño. Seguro que él sabe exactamente dónde encontrarlo.

Freya se estaba cansando del sonido de su voz. Y sabiendo que ahora su conversación y su plan no iban a ninguna parte, finalmente apretó el gatillo. Una bala se deslizó entre los ojos del demonio, matándola en un instante.


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