𝟎𝟎 | what if...?
prologue, bad omens
what if...?
Dean se despertó en una cama desconocida, lo cual no era algo nuevo para él. Pero esta vez se sentía diferente. Sentado en la cama, Dean examinó la habitación en la que se encontraba. Rápidamente se dio cuenta de que no era la típica habitación de motel en la que él y Sam solían alojarse en sus viajes de caza. Esta parecía una casa.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba solo. Girando la cabeza, sus ojos se encontraron con la figura de una mujer tumbada a su lado. Tenía la cara apoyada en la almohada, casi completamente oculta por el pelo rubio que se deslizaba sobre ella.
Dean se movió con rapidez, asegurándose de no despertarla. Confundido por la situación, Dean cogió algo de ropa que había depositada sobre una silla junto a la puerta del dormitorio y avanzó por el pasillo hasta llegar a un gran salón. Encendió las luces y buscó su teléfono, marcando rápidamente el número de su hermano.
—¿Dean?—La voz de Sam suena confusa al responder, pero Dean no pareció darse cuenta.
—Sam.
—¿Qué ocurre?—Cuestiona el joven Winchester, frunciendo el ceño.
—No lo sé. No sé donde estoy.
—¿Qué? ¿Qué ha pasado?—Su tono confuso cambio a uno más preocupado.
—El uh... el genio. Me atacó.—Explica Dean, paseándose por el salón de forma nerviosa.
—¿Un ataque de... mal genio?
—No, idiota, el genio.—Le corrige.—De los que asustan, ¿recuerdas? Me tocó y me desperté al lado de una tía buena.
—¿Quién? ¿Freya?
—Lo siento. ¿Qué?—Dean detuvo sus pasos con ese nombre resonando en su cabeza.—¿Fre... Freya? ¿Acabas de decir Freya?
—Sí. Tu novia.—Señala Sam con obviedad.—Dean, ¿estás borracho?
Dean seguía confundido por la respuesta de su hermano, pero aun así se las arregló para contestarle.
—No estoy borracho. Deja de jugar.
—Mira, es muy tarde, ¿vale?—Habla Sam.—Duerme un poco y nos vemos mañana.
Dean seguía conmocionado por el hecho de que Sam hubiera declarado que una chica llamada Freya era su novia, que no pudo evitar que colgara la llamada.
Dean conoció a una Freya una vez. De hecho, estaba enamorado de ella. Lo cual no era algo que Dean dijera muy a menudo. Y la dejó años atrás, mucho antes de que su padre desapareciera, antes de que fuera a Stanford a buscar a su hermano y ambos empezaran a cazar juntos.
Aún confuso, sus ojos se posaron sobre unos sobres que yacían sobre la mesa del comedor. Los agarro entre sus manos, mirando el nombre y la dirección escritos en ellos.
Fue el nombre de Freya escrito en dos de ellos lo que confirmó sus sospechas. La chica de la cama era, en efecto, su Freya. Pero su atención se dirigió rápidamente a la dirección escrita debajo.
—¿Lawrence?—Murmura, confundido.
—¿Dean?—Su dulce voz le llama desde la puerta del salón, haciéndole girar para mirarla. Ella se veía como él la recordaba, igual de hermosa, incluso con su cabello despeinado y sus adormilados ojos verdes.—¿Qué haces levantado?
—Freya. Hola.—Su voz tembló al pronunciar su nombre. Realmente pensó que nunca la volvería a ver. Pero allí estaba ella, caminando hacia él con una sonrisa somnolienta en los labios.—Yo solo uh...
—Aw, no puedes dormir, ¿eh?—Inquiere, levantando sus ojos hasta conectar con los suyos, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
—Si.
—Bueno, ¿por qué no vuelves a la cama a ver si puedo hacer algo para ayudarte?—Sonríe, enredando sus dedos con el cabello de la parte inferior de su cabeza.
—Claro.—Dean se apresuró a responder. Sería una mentira si dijera que nunca había soñado con volver a estar con ella. De tenerla tan cerca, sonriéndole y mirándole de manera tan cariñosa.—Sí. En un minuto.—Le asegura.—Tú... adelante.
—De acuerdo.—Su sonrisa creció antes de posar sus labios sobre los de él. Esta acción tomó a Dean por sorpresa, pero aún así no se apartó. Aceptó el beso, sus manos agarrando su cintura, acercándola a su cuerpo.—No te quedes levantado mucho tiempo.—Le pide, alejándose de él.
Dean asiente, viéndola desaparecer por el pasillo que conducía al dormitorio.
Confundido por toda aquella situación, Dean se apresuró a mirar los portarretratos que había en las estanterías del salón. Algunas de aquellas fotos habían sido tomadas en momentos que recordaba haber vivido con Freya, pero otras le eran completamente desconocidas. Después de todo, él no era una persona a la que le gustara hacerse fotos.
Sin embargo, la foto que más llamó su atención fue otra. Su corazón dejó de latir por un momento cuando la vio. El marco se le cayó de las manos, haciéndose añicos en el suelo mientras se dirigía a la puerta de la casa, abandonando el lugar sin despedirse.
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Sus ojos recorrieron la fachada de la casa en la que apenas había vivido los cuatro primeros años de su vida. Con cuidado, llamó al timbre. Las luces del porche se encendieron segundos después y la puerta no tardó en abrirse.
Cuando sus ojos se encontraron con la mujer que había al otro lado, Dean habría jurado que no podía respirar. Tenía el mismo aspecto que él recordaba.
—¿Dean?—Mary Winchester lo miró, con preocupación y confusión en los ojos.
Dean se mantuvo en silencio, mirándola durante unos segundos, sin dar crédito a lo que veían sus ojos.
—¿Mamá?—Consigue decir. Su voz abandonando su garganta al borde del llanto.
—¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?
—No lo sé.
—Bueno, pasa, hijo.—Le indica, haciéndose a un lado para dejarle espacio para entrar en la casa. Sin apartar su mirada de ella, Dean no duda en hacerle caso.
—Freya acaba de llamar. Ha dicho que te has largado de repente.—Comenta Mary, cerrando la puerta tras él.
—¿Freya?—Frunce el ceño. Estaba tan hipnotizado por la figura de su madre frente a él que por unos segundos se había olvidado de la chica.—Ya, si, Freya. Contéstame a una cosa. Cuando era un crío, ¿qué me decías siempre cuando me acostabas?.
Mary le mira, confusa.
—Dean, no entiendo...
—Contesta a la pregunta.—Insiste. La realidad era que no estaba realmente seguro de que la mujer que tenía frente a él fuera realmente su madre. Tenía que oír su respuesta.
—Decía que los ángeles cuidarían de ti.—Responde ella entonces.
Dean suspira, caminando hacia ella y rodeando su cuerpo en un fuerte abrazo.
—No puedo creerlo.
—Cariño, me estás asustando.—Sus palabras hacen que Dean se separe de ella.—¿Quieres decirme qué ocurre?
—¿Crees que los deseos, pueden...?
—¿Qué?—Mary lo interrumpe, aún más confundida.
—Olvídalo.—Declara, abrazándola de nuevo.—Olvídalo. Es que... me alegro de verte, nada más.
Dean podía sentir como sus ojos se llenaban de lágrimas. Estaba a punto de llorar, pero antes hacerlo, decide romper el abrazo, mirando de nuevo a su madre.
—Eres preciosa.—Comenta, soltando una pequeña risa nerviosa.
Mary sonríe.
—¿Qué?
Dean se aclara la garganta, sus ojos alejándose de ella y observando la casa.
—Oye, cuando yo era eh... Cuando era pequeño, ¿hubo algún incendio aquí?—Pregunta, mirando las estanterías llenas de libros y fotos.
—No. Nunca.
—Yo creía que sí.—Murmura para si mismo, admirando las fotos familiares que adornaban el salón.—Supongo que estaba equivocado.
Mary se queda en silencio, observando como su hijo mayor admiraba los recuerdos de aquellas fotos. Era la vida que Dean siempre había querido vivir y nunca había podido. Fotos de la graduación, momentos familiares con sus padres y su hermano. Una vida normal, lejos de los seres sobrenaturales y la caza.
Dean toma en sus manos una de las fotos de su padre.—¿Papá juega al béisbol?—Murmura para si mismo antes de girar su cuerpo para volver a mirar a su madre.—Es que el béisbol... Me hace gracia.
—Le encantaba ese estúpido equipo.—Recuerda ella.
—¿Papá está muerto?—Pregunta, frunciendo el ceño.—Y lo que le mató fue un...
—Un derrame cerebral. Murió mientras dormía. Ya lo sabes.—Responde ella, empezando a preocuparse por la extraña actitud de su hijo.
—Qué bien.
—¿Cómo dices?
—Que qué bien. Que fuera durmiendo.—Aclara, volviendo a colocar la foto en su sitio.—Es mejor que de otra forma.
Mary continúa mirándole fijamente, buscando una razón para su extraña actitud.
—Has bebido.
—No, no es eso. Mamá.
—Llamaré a Freya para que venga a buscarte, ¿vale?—Declara, caminando hacia el teléfono.
—Espera. No, no.—Exclama, poniendo su mano sobre la suya, la cual ya se encontraba agarrando el teléfono.—No... no hagas eso. No lo hagas. Quiero quedarme.
—¿Por qué?
—Porque echo de menos este lugar.—Responde.—Tranquila, tú... tú vete a la cama. ¿Vale?
Se acerca al sofá y se sienta en él. Mary le dedica una leve sonrisa, colocando una mano sobre su mejilla con cariño. Dean se apoya en ella, disfrutando de su cálido tacto sobre su piel.
—¿Seguro que estás bien?—Vuelve a preguntar, preocupada.
—Creo que sí.
—Está bien.—Suspira, inclinándose para depositar un beso en su frente antes de separarse para salir de la habitación.—Duerme un poco. Te quiero.
—Y yo a ti.
Mary sonríe, apagando las luces del pasillo y yéndose a la cama, dejándole allí. Dean se queda sentado en el sofá, intentando procesar todo aquello.
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Dean recordaba muchas cosas sobre Freya, pero la que más le importaba en ese momento era sobre su padre. Henry Holloway era un profesor universitario especializado en mitología. Enseñaba sobre diferentes culturas y la historia de varias criaturas sobrenaturales. Por lo que Dean sabía, para él y Freya no eran más que historias, cuentos, pero Dean sabía que eran ciertas.
Así que a la mañana siguiente, Dean volvió al apartamento donde se había despertado la noche anterior. Parecía ser su casa, la que compartía con la chica. Ella lo saludó con preocupación, pero él se apresuró a asegurarle que no tenía nada de qué preocuparse, cambiando de tema para preguntarle sobre lo que realmente quería saber.
—¿Qué puedes contarme sobre los genios?—Le preguntó.
La pregunta tomó a Freya por sorpresa, pero aún así le respondió. Colocando algunos libros en la mesa del comedor.
—Muchos musulmanes creen que los genios existen de verdad. Se les menciona en el Corán...
—Sí, sí, sí. Ya sé. Ve a la parte de los deseos.—La interrumpe.
—¿Qué pasa con eso?—Inquiere, elevando su mirada hacia él, confusa.
—¿Crees que realmente pueden concédelos?
—Um... Uh, no. No, no creo que puedan.—Responde ella.—Cariño, entiendes que son criaturas mitológicas, ¿verdad?
—Sí, lo sé. Lo sé. Lo sé. Pero eh... Quiero decir en las historias. Ya sabes, digamos que tenías un deseo, eh. Pero nunca lo dijiste en voz alta. Como que, uh... que un ser querido nunca muriera. O que, uh, algo horrible nunca sucediera.
—Supuestamente, sí.—Asiente.—Quiero decir, tienen un poder divino. Pueden alterar la realidad como quieran. Pasado. Presente. Futuro.
—¿Y por qué lo harían?—Pregunta en un susurro, apoyando las manos en la mesa, mirando los libros que tenia delante.—¿Por defensa propia? ¿O porque en realidad no son malvados?
—Dean, cariño, ¿estás bien?—Pregunta Freya, apoyando una mano en su hombro. Dean levanta la mirada hacia ella, asintiendo.
—Sí. No. Estoy bien. Estoy bien, sólo tengo curiosidad. No te preocupes.
—Vale.—Ella le dedica una cálida sonrisa.—Voy a tomar una ducha, prepararme para el cumpleaños de tu madre.
—¿Es su cumpleaños?—La mira sorprendido.
—Sí.—Asiente.—Por favor, no me digas que lo olvidaste.
—No. No. Me acuerdo.—Le asegura, dedicándole una cálida sonrisa, como la que ella le había regalado segundos antes. Sin más, ella se inclina hacia él, uniendo sus labios con los suyos en un pequeño beso. Dean acepta el gesto, apartándole un mechón de pelo que caía sobre su cara, acariciándole la mejilla con el pulgar mientras se lo coloca detrás de la oreja. La sonrisa en los labios de Freya aumenta antes de separarse de él. No quería hacerlo, pero tenía que prepararse.
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Esa noche toda la familia se reunió en un elegante restaurante para celebrar el cumpleaños de Mary. Dean se sentía un poco fuera de lugar en aquel restaurante, pero estaba feliz. Estaba feliz por su madre. Estaba feliz de ver a Sammy y Jess. Y estaba feliz de tener a Freya a su lado. Incluso confundido por toda la situación, Dean hizo todo lo posible por ocultarlo.
—De acuerdo. Por mamá.—Sam levanta su copa, con una sonrisa en los labios.—Feliz cumpleaños.
—Feliz cumpleaños.—Sonríe Jess.
—Gracias.—Mary les devuelve la sonrisa, chocando las copas con todos.
Freya sonríe hacia ella antes de mirar a Dean, quien observaba el plato que tenía delante con una sonrisa forzada. Entonces le vio levantar la mirada, observando como Jess y Sam se daban un rápido beso. Parecía feliz por ellos.
—¿Estás bien?—Freya decide preguntar. Dean se vuelve hacia ella, asintiendo. Sus ojos detallando su rostro como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento.
—Sí. Estoy bien.—Asiente, dedicándole una rápida sonrisa.
—Bien.—Suspira ella, devolviéndole la sonrisa.—¿Qué te parece si luego nos tomamos una hamburguesa con queso? ¿Quizás una tarta también?
—Oh Dios, sí.—Freya no puede evitar sonreír tiernamente ante su reacción.—¿Cómo puedes estar contigo?
—Pongo el listón muy bajo.—Se encoge de hombros divertida. Dean deja escapar una pequeña risa, inclinándose hacia ella para unir sus labios en un beso.
—Escuchad. Jess y yo tenemos otra sorpresa para el cumpleaños de mamá.—Sam habla, ganándose la atención de todos.—¿Se lo dices tú?
—Es tu familia.—Jess sonríe tímidamente al sentir su mirada sobre ella.
—¿Qué? ¿Decirme qué?—Pregunta Mary, sonriéndoles. En ese momento, Sam agarra la mano de Jess, mostrando el anillo en su dedo.—¡Dios mío! Eso es maravilloso.—Exclama, levantándose para abrazarles.—Felicidades.
—Gracias.—Jess le devuelve la sonrisa, aceptando el abrazo de Freya, quien también la felicita.
—Sam, estoy tan feliz por vosotros.—Exclama Freya, abrazando al hermano pequeño de su novio.
—Gracias, Freya.—Sam le devuelve la sonrisa, viendo como su hermano se acercaba a ellos.
—Felicidades, Sammy.—Le dice, dándole una palmada en el hombro.
—Gracias.—Sam le devuelve la sonrisa, confundido por el apodo.
—Me alegro mucho de que seas feliz.—Habla Dean, tirando de él para darle un abrazo. Sam acepta el gesto un poco desconcertado.
Al separarse de su hermano, la atención de Dean abandona repentinamente a su familia. Sus ojos viajan al otro lado del restaurante, encontrándose con la figura de una chica que había visto esa misma mañana en las calles de Lawrence. Llevaba un vestido blanco, esta vez mucho más sucio que la última vez que la había visto. Le miraba fijamente en silencio.
Freya frunció el ceño mientras lo veía alejarse. No podía ver a la chica, pero Dean no podía perder la oportunidad de hablar con ella. Un hombre pasó por delante de él, lanzándole una mirada confusa. Dean estaba a punto de disculparse cuando sus ojos se dieron cuenta de que la chica había desaparecido.
Entonces se da la vuelta hacia su familia, quienes se encontraban mirándole, confusos y preocupados.
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La cena pasó, y ahora de vuelta en casa de Mary, Freya seguía preocupada por Dean y por lo que había pasado en el restaurante. Sin embargo, no fue la primera en preguntar. Sam se le adelantó.
—Entonces, Dean, ¿qué te ha pasado? ¿qué te ha pasado en el restaurante?
—Es que creí ver a alguien. No era nada.—Fue lo único que respondió, pero pudo evitar notar la mirada preocupada de Freya sobre él. Ella era tal como él la recordaba, como si pudiera ver a través de él.
—Bueno, ha sido un cumpleaños precioso.—Habla Mary con una sonrisa.—Gracias. Buenas noches.
—Buenas noches.—Freya y Jess fueron las primeras en responder, pero sus hijos pronto las imitaron. Mary les saludó con la mano a modo de despedida mientras subía las escaleras hacia su habitación.
—Bueno, estoy agotado.—Suspira Sam, volviéndose hacia Jess.—¿Vamos a dormir?
—Claro.—Asiente ella.
—De acuerdo. Buenas noches, chicos.
—Adiós...
—Espera.—Dean los detuvo.—Espera un segundo. Venga, ni siquiera son las nueve todavía. Vamos a tomar algo.
—No. Puede que en otro momento.—Responde Sam.
—Vamos, hermano.—Insiste Dean.—Fíjate. Estamos con unas mujeres preciosas. Te has prometido. Vamos a celebrarlo.
Sus palabras dejaron un silencio incómodo entre las dos parejas. Dean no parecía entender por qué. Sam se volvió entonces hacia Freya y Jess.
—Chicas, ¿nos disculpáis? Quiero hablar con mi hermano un segundo.—Les pide.
—Claro.—Asiente Jess.—Vamos, Freya.
La chica asiente, dedicándole una última mirada a Dean antes de salir de la casa.
Caminó hasta el coche de Dean en compañía de Jess. La chica le gustaba. De hecho deseaba poder conocerla más, pasar más tiempo con ella. Pero la poca relación entre Sam y Dean, y el hecho de que no vivieran en Kansas complicaban las cosas.
Las dos hablaron durante los siguientes cinco minutos. Concretamente sobre cómo había sido la proposición de matrimonio de Sam y sobre los planes de boda que ambos tenían.
Sam fue el primero en salir de la casa, despidiéndose rápidamente de Freya para subir a su coche con su ahora prometida. Cuando Dean salió de la casa, no dijo nada. Caminó hacia el asiento del conductor en silencio con los ojos en el suelo. Freya pudo sentir cómo apretaba el puño en señal de frustración, pero decidió no preguntar, sentándose en el asiento del copiloto del Impala.
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De vuelta en casa, Dean se encontraba en el sofá mientras Freya se cambiaba de ropa. Cuando volvió al salón, llevaba una camiseta que claramente le pertenecía a él, ya que era unas cuantas tallas más grande, llevaba pantalones de chándal y el pelo recogido en un moño. Un par de mechones caían por su rostro. Estaba perfecta. Tan perfecta que Dean no podía apartar los ojos de ella.
—¿Qué?—Ella lo mira confundida, deteniéndose en seco.
—Nada.—Sacude su cabeza.—Es que... estás preciosa. Siempre lo estás.—Admite, admirándola.
Freya no puede evitar sonrojarse, sintiendo los ojos de él recorriendo su cuerpo de arriba abajo. Ladeando la cabeza, con los ojos entrecerrados, ella le observo detenidamente.
—Eres un encanto. Gracias.—Sonríe.—¿Qué estás viendo?—Se acerca al sofá, sentándose a su lado.
—Oh, nada. Estaba pensando.
—¿Quieres hablar de ello?—Extiende una mano hacia él, acariciándole el brazo.
—Es Sammy. Él y yo... No nos entendemos.—Sus ojos viajan hacia ella.
—Bueno, no pasáis mucho tiempo juntos. Quiero decir, creo que no os conocéis del todo bien.—Admite, acercándose más a él.—Pero que conste que no sabe lo que se pierde.—Sonríe, depositando un beso en su mejilla, jugueteando con su pelo. Dean se relaja ante su tacto, aunque su mente no podía dejar de pensar en su hermano pequeño.
—Podría arreglar las cosas con Sam. Compensarle por todo. Y a los demás.
—Está bien.—Freya suspira.—¿Qué te pasa?
—Esto no va a tener sentido para ti.—Asegura.—Pero siento que me han dado otra oportunidad. Y no quiero desperdiciarla.
—Tienes razón, eso no tiene ningún sentido...—Dean la interrumpe, besando sus labios. Freya sonríe antes de profundizar el beso. Se inclina hacia él, sus brazos viajando hacia sus hombros para acercarle más a ella. Dean sonríe en medio del beso, sus manos descansando en su cintura.
—Ahora lo entiendo.—Murmura, separándose ligeramente.
—¿Entender el qué?—Sus ojos lo observan con atención mientras sus manos viajan hasta sus mejillas.
—Por qué eres tú.—Contesta él. Freya no puede evitar sonreír ante sus palabras.
—Lo que sea que te pase... me gusta.—Declara, inclinándose hacia él, siendo ahora ella quien le besa. Los brazos de Dean rodean su cintura, inclinándose sobre ella. Su beso comenzó a profundizarse, llenándose de pasión mientras él la recostaba en el sofá.
Cuando un gemido abandonó sus labios, Dean comenzó a descender sus besos por su cuello.
—Ohhh... ¡vamos! No me hagas esto ahora.—Se queja Freya.—Tengo que dormir. Tengo que ir a recoger a Peter mañana por la mañana.
—¿Peter?—Dean levanta la mirada, confuso.
—Sí. Te dije que vendría a visitarnos.—Responde ella, separándose de él y levantándose del sofá.
Dean recordó entonces quién era Peter. El hermano pequeño de Freya al que nunca había conocido. Ella siempre hablaba de él con cariño. Le recordaba al amor que él sentía por Sam. Deseaba conocerlo, pero cuando Freya se fue a dormir las cosas empezaron a ir mal. Estaba viendo la televisión cuando las noticias le mostraron que la gente que él, Sam y su padre habían estado salvando esos dos últimos años estaban muertos en esta realidad. Porque el hecho de que no fueran cazadores dejaba a los monstruos via libre para matar.
Fue hasta la tumba de su padre, pensando en lo que debía hacer. Sabía que esa vida no era real, pero ¿por qué tenía que volver a su vida normal? ¿Por qué tenía que dejar a Freya otra vez por la misma razón por la que la había dejado en primer lugar? Él la amaba, así que por qué tenía que renunciar a ella. Sabía que era lo correcto, pero eso no mejoraba las cosas ni las hacía más fáciles.
Agarro todo lo necesario para matar al Djinn y, en compañía de Sam, fue a matarlo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que tal vez todo aquello no era tan simple como un deseo hecho realidad, era una especie de sueño. Nada era real. Freya, su madre, incluso Sam. No eran reales. Necesitaba despertar. Y para eso necesitaba estar a punto de morir. Así que eso fue lo que hizo, a pesar de las súplicas de toda la gente que amaba, diciéndole que ese lugar era real, que él era real, y que esa vida era mejor que la que tenía antes.
A pesar de no querer hacerlo, Dean se obligó a despertar de aquel sueño. Quería quedarse, pero otra parte de él sabía que tenía que volver con Sam. El verdadero Sam.
El Djinn se estaba aprovechando de su trance para drenar su sangre, pero Sam lo había encontrado justo a tiempo. Juntos mataron al Djinn, salvaron a la otra víctima, la chica que Dean había estado viendo en su sueño, y salieron del lugar donde había estado retenido.
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De vuelta en la habitación del motel, Dean no podía dejar de pensar en Freya. Jugaba nervioso con su teléfono. Podía llamarla, tenía su número de teléfono. Pero se había alejado de ella por una razón, y esa razón seguía ahí.
—De acuerdo. Muchas gracias por la información. Adiós.—Sam cuelga el teléfono y vuelve a mirar a su hermano.—Era el hospital. La chica está estable. Creen que sobrevivirá.
—Me alegro.—Murmura Dean.
—Y yo.—Suspira, mirándole con preocupación.—¿Y tú qué? ¿Estás bien?
Dean asiente, aclarándose la garganta.
—Sí, estoy bien.—Guarda silencio unos segundos. Podía intuir que su hermano no creía sus palabras sólo por la mirada que le dedicaba.—Deberías haberlo visto, Sam. Nuestras vidas.—Dean vuelve a hablar.—Tú eras un imbécil.
El joven Winchester no puede evitar soltar una pequeña risa.
—Así que no nos llevábamos bien, ¿eh?
—No.
—Ya... Creí que debía ser una fantasía perfecta.
—Pues no lo era. Era sólo un deseo.—Le explica.—Deseaba que mamá viviese. Si no hubiera muerto, no iríamos de caza y tú y yo nunca... ya sabes.
—Ya.—Asiente.—Bueno, me alegro de que lo hagamos. Y de que supieras salir de ahí, Dean. La mayoría no lo habría hecho, se quedaría dentro.
—Sí... Qué suerte la mía.—Susurra para sí mismo, poniéndose en pie.—Pero en esa vida tú tenías a Jess. Mamá iba a tener nietos...
—Ya, pero... Dean, no era real.—Sam le interrumpe.
—Lo sé. Pero quería quedarme.—Admite Dean. Sus ojos viajan al suelo de la habitación mientras la tristeza lo invade al recordar los brazos de su madre abrazándolo, la calidez en su corazón al verla frente a él, viva. La sonrisa de Freya y su aroma. Todo lo que ya no tenía.—No sabes cómo lo deseaba. Desde lo de papá... no hago más que pensar en cuánto nos cuesta este trabajo. Cuánto hemos perdido. Cuánto... hemos sacrificado.
—Hay gente viva gracias a ti.—Señala Sam. Una respuesta ante la que Dean no puede evitar soltar un bufido.—Vale la pena, Dean. En serio. No es justo, y... yo sé cuánto duele, pero... vale la pena.
Dean no estaba seguro de que tuviera razón, pero tampoco había vivido la alternativa lo suficiente como para confirmarlo.
Espero que os haya gustado este prólogo para esta nueva historia. Empecé hace relativamente poco a ver esta serie y me enamoré rápidamente de todo, especialmente Dean, así que tenía que hacer un fic.
Quiero saber vuestras opiniones, impresiones, todo. Me encanta leer comentarios.
Por cierto, me encantaría que os pasarais por mi TikTo. Hace poco publique un edit de Freya y Dean y seguiré publicando más. (podéis encontrase por el mismo nombre de usuario que aquí). También, si a alguien le interesa, tengo esta historia publicada en inglés, la encontraréis aquí en mi perfil.
Muchas gracias por leer, y espero veros en el primer capítulo❤️
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