iii. childhood's end
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childhood's end
chapter iii
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Nada ha vuelto ha ser como era antes. El caos se ha instalado en las calles de West Ham, ahora sucias y llenas de basura que nadie se molesta en recoger, porque no hay nadie que la recoja. Ni una persona está dispuesta a hacer el trabajo de los basureros por el bien común, eso supondría perder su tiempo, tiempo que podrían invertir en fiestas, borracheras, sexo o simplemente dormir, como hace Madison.
Y Madison, por primera vez en semanas ha dormido bien esa noche. Sin preocupaciones ni pesadillas, porque su hermano estaba allí con ella, preocupándose si estaba bien, protegiéndola como había hecho siempre, desde la escuela primaria cuando niños tontos le quitaban la comida o la insultaban. Dylan siempre aparecía para ayudarla, y Grizz también. Siempre que Madison había tenido problemas, inexplicablemente ellos dos siempre aparecían juntos para sacarla de la situación. Así que más de una vez se habían ganado un castigo por defender a la pequeña Madison.
Así que la morena solo disfruta de la compañía de Dylan, así como Dylan disfruta de su hermana. Están abrazados sobre la cama de la morena, recordando viejos momentos vividos gracias a uno de los álbumes de la familia.
- ¡Mira que cara tenías! -exclamó Dyl, su voz delataba la felicidad pura que sentía en esos instantes junto a su hermanita-. Siempre estabas enfadada con el mundo.
Dylan señalaba a una Madison unos diez años menor con los brazos cruzados, el entrecejo fruncido y los mofletes inflados. Vestía de princesa, con un vestido rosa pastel y una tiara llena de joyas de plástico que su abuela la había regalado por su cumpleaños.
- Odiaba ese vestido -se rió Mad al recordarlo. Y su risa lleno de paz el corazón de su hermano-. Yo quería uno de Batman, pero te lo regalaron a ti.
Dylan estalló en carcajadas. Esa era su hermana, luchando desde su nacimiento contra los estereotipos. Y sabía que sería una mujer increíble, si solo conseguían salir de allí. Dylan pasó la página, evitando pensar en su futuro o si saldrían de allí para centrarse en su hermana y en el ahora.
La nueva página mostraba una foto de ambos hermanos, agarrados por un brazo que pasaban sobre los hombros del contrario y sonriendo con ilusión a la cámara. Ahora Madison llevaba puesto un disfraz de Batman que la venía un poco grande. Sus ojos refuljían de alborozo pleno y alegría pura, conforme de poder vestirse de Batman. A su lado Dylan también sonreía, alegre porque su hermana estaba alegre. Vestía el traje rosa de princesa que su hermana no quería, y aunque sus padres no querían hacerles la foto vestidos así, fue su abuela quien capturó el momento.
- Eras una niña mimada, siempre conseguías lo que querías -dijo Dyl.
Madison se llevó una mano al pecho de forma dramática y pareciendo herida por las palabras de su hermano-. Eh, eras tú el que era un hermano sobre protector, yo solo hacía mi trabajo de niña adorable.
En ese momento el tono de llamada de Madison resonó entre las paredes de su habitación. La morena alargó el brazo para cogerlo de la mesilla de noche y ver quién era. El nombre de Cassie refulgía en la pantalla.
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Una hora después de haber recibido la llamada de Cassandra, Madison se encuentra en la iglesia, sentada junto a Becca. No sólo están ellas dos, sino también Helena, Lexie, Kelly, Jessica (con su vestido carísimo para el baile) y todas las demás mujeres que formaban la nueva y joven población de West Ham.
Aunque ninguna sabía porqué Cassandra las había llamada para reunirse en la biblioteca, lo supieron en cuanto la rubia abrió la boda para empezar a hablar.
- Chicos que creemos conocer, destrozaron anoche las tiendas -su voz sonaba firme y convencida-. Si no hacemos nada, la testosterona masculina acabará con nosotras.
- ¿Por eso nos has reunido? -cuestionó Helena.
A Madison le parecía razón más que suficiente.
Cassandra asiente sin molestarse por su interrupción-. Por ahora solo es vandalismo, pero ¿cuánto tardará alguna en ser violada al volver a casa cualquier noche sin que a nadie le importe?
Un escalofrío recorrió la columna de Madison. No creía capaz a ningún chico de traspasar a alguna chica en la oscuridad de la noche. Les conocía desde parvulario, a la mayoría. Habían jugado, reído y estudiado juntos, habían crecido juntos, aquello de ser violada por uno de sus compañeros sonaba tan irreal.
- Oye... -la voz de Lexie consiguió distraer a Mad de sus pensamientos. Había alzado la voz sobre los murmullos de incredulidad para poder ser escuchada por sus compañeras-. Siento que no hayas tenido novios en el instituto, Cassandra, pero esta guerra contra los hombres es excesiva.
Madison y Allie hicieron el amago de replicar, pero una voz que no esperaban oír las hizo cerrar la boca de nuevo ante la sorpresa.
- Cierra la boca, Gwen -ordenó Kelly desafiante. Ella no pudo hacer más que encogerse sobre sí misma, cogida por sorpresa, como todas las demás. Porque Kelly Aldrich, novia de Harry Bingham, enemigo de Cassandra desde que entraron en el colegio, la había defendido contra todo pronóstico. Cosas extrañas pasaban en tiempos extraños.
- Ya no hay nada que nos mantenga a salvo. Ya no hay nadie que los pare -Cassandra acalló los susurros de las demás chicas con su tono serio, consiguiendo captar al instante la atención de todas-. Y cuando nadie te para te crees con derecho a todo. Las mujeres no estamos a salvo si gobiernan la fuerza bruta y la estupidez. Si queremos paz, necesitamos orden, y para tener orden necesitamos ejercer nuestro poder.
Y Madison no pudo hacer otra cosa que asentir totalmente convencida. Estaba totalmente de acuerdo con la hermana de su mejor amiga, ellas necesitaban ser fuertes, controlar la situación para asegurar no solo su seguridad, sino la de todos en el pueblo. Así que aplaudió demostrando que estaría con ella para que ese proyecto se llevase a cabo y que triunfase. Todas la imitaron, y sus aplausos resonaron por cada rincón de la antigua iglesia.
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Kelly había tenido la mejor idea del mundo, y Cassandra había hecho una buena decisión accediendo a celebrar el baile de fin de curso que estaba previsto para días después a la vuelta de su excursión, justo en el día que se encontraban. Y Madison tenía muy claro que quería ayudar a Kelly a prepararlo y que todo saliese genial, así que allí estaba ella, junto a Grizz, como siempre, y la misma Kelly. Ellos tres se encargarían de que el baile, la distracción perfecta que todos necesitaban, se celebrase.
El bar donde lo celebrarían estaba dotado de todo lo necesario: desde botellas de diferentes alcoholes a la típica tarta de baile de fin de curso. Las grandes mesas redondas ya se encontraban dispuestas, así como las sillas donde en breve la gente se sentaría. Ya tenían hasta la temática escogida.
- Una fiesta de otro planeta, ¿como lo sabían? -habia dicho Grizz resaltando lo irónico que era que sus padres hubiesen dejado todo aquello casi preparado para su vuelta.
Madison esbozó una sonrisa nostálgica y subió la mirada buscando los ojos de Grizz. Este clavó sus orbes pardos en los aguamarinos de su mejor amiga. Era una de esas miradas a través de las cuales puedes saber lo que piensa la otra persona sin necesidad de palabra. Era una de esas miradas típicas de los Grizz y Mad de siempre, y un repentino, pero agradable calor se expandió desde el pecho de la morena, contenta de que, aunque no todo era como antes, Grizz seguía a su lado, aún después de un polvo borracho del que Madison no quería admitir que significó algo inexplicable para ella.
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Madison y Dylan llegaron juntos a la iglesia del pueblo. Cassandra había decidido hacer una nueva reunión, esta vez sin excepciones, todos, tanto chicos como chicas habían sido llamados.
Ambas hermanas Pressman saludaban junto a la puerta de entrada a todos los que acudían, y cuando Madison pasó junto a ellas, las saludo con una cálida sonrisa sin enseñar los dientes. Las hermanas la imitaron, devolviendo su saludo. Aunque no era la misma sonrisa que la morena les había dedicado, la suya era una sonrisa de logro, porque ante todo pronóstico, todos y cada uno de los adolescentes de West Ham estaban acudiendo.
Una vez dentro, los ojos aguamarinos de Madison divisaron la cabellera de Grizz sentándose en uno de los bancos junto con sus amigos y compañeros de equipo. Madison también se dio cuenta de que en el banco delante de él suyo había hueco para su hermano y ella, así que tiró del brazo derecho de Dylan y le guío hasta el asiento libre.
En cuanto Dylan vio a los chicos se saludaron con golpes y chocándose las manos. Y cuando estos acabaron de saludar al mayor, corearon el nombre de Madison hasta que está, muerta de la vergüenza les mando callar mientras estos reían. Tomaron asiento justo cuando Cassandra se colocó en el altar para empezar a hablar.
- Debemos averiguar qué tenemos y que corremos el riesgo de perder. Haremos un recuento de existencias. Cuando lo hayamos terminado empezaremos a racionar la comida -los murmullos de inconformidad no se hicieron esperar- y haremos comidas comunes en la cafetería. También compartiremos casas por si el agua o la electricidad tienen un límite, cosa que por ahora no sabemos pero debemos ser precavidos porque si se acaba, no habrá remedio para eso -Madison se acordó del día de la fiesta en casa de Harry, después de la partida de Fugitivo, cuando se fue la luz y la oscuridad de nuevo volvió a ser su mayor miedo-. Nadie hará nada de esto solo -anunció Cassandra viendo las caras de malestar de la mayoría de su público-. Haremos turnos rotativos de trabajo para que todos contribuyamos por igual, incluso en la toma de decisiones a cargo del comité.
Cassandra hizo una pausa y aprovecho para mirar la libreta que tenía entre las manos-. Por último, vamos a crear un comité de regreso a casa que investigue formalmente como hemos llegado aquí y como volveremos -de nuevo se oyeron murmullos quejándose, estaba claro que nadie quería admitir que eran ellos los que habían acabado en un lugar desconocido-. Este nuevo modo de vida no significa que nos hayamos rendido, sino que somos listos y que nos preparamos. Ese es el plan -Cassandra soltó el aire que la quedaba en los pulmones, y dijo, más para ella misma que para el resto- Deberíamos votar -la mayor de los Pressman pareció deliberar consigo misma de qué manera debían hacer la votación-. Muy bien... ehm... Si estáis a favor levantad la mano.
En un primer momento solo levantaron las manos aquellas que habían acudido a la reunión anterior, sin embargo poco a poco, más personas se les fueron sumando. Dylan no la levantó al instante, pero el codazo que le dio su hermana le hizo reaccionar al instante.
Madison giró su cabeza para echar un vistazo a sus amigos detrás de ella. Ninguno había votado. Grizz se dio cuenta de que sus ojos aguamarinos estaban sobre él y aclarándose la garganta para también llamar la atención de sus compañeros de equipo, levantó la mano. La morena sonrió y volvió a darse la vuelta.
- No podremos hacerlo a menos de que sea unánime -reveló Cassandra con voz cansada.
Poco a poco, aquellos que no habían votado fueron levantando la mano, intimidados por las miradas que todos los demás les dirigían. Por último, Campbell y Harry levantaron sus manos, resignados.
La iglesia se llenó de aplausos que celebraban la victoria del orden, un orden que duraría menos incluso de lo previsto.
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Las tareas fueron repartidas equitativamente gracias al programa que Gordie había creado, y entonces todo fue tomando forma: las calles volvieron poco a poco a su estado de limpieza habitual, el supermercado de la ciudad fue cerrado y la gente se reunió de nuevo en la cafetería de la escuela para comer todos juntos, como hace unas semanas cuando en el descanso de la comida se reunían para comer cada uno en la mesa de siempre con el grupo de amigos de siempre. En el momento que Madison entró a la cafetería para recibir su porción de comida tras una larga mañana limpiando el barrio, pareció que nada había cambiado por completo, salvo que las personas que antes servían la comida habían sido reemplazadas por sus compañeros.
Una vez que su bandeja estuvo llena, la morena buscó un lugar en el que sentarse. Dio un par de vueltas entre las mesas, hasta que un brazo robusto la agarró e hizo que se sentase junta a él. Madison tuvo que hacer malabares para que la comida no se cayese, una vez seguraa de que tod estaba correcto se giró para encarar a Grizz.
- Casi haces que se me caiga la comida -le dijo, intentando parecer enfadada. Pero Grizz solo soltó una carcajada, burlandose de ella.
- ¿Irás al baile? -le preguntó una vez que se hubo calmado. Madison asintió mientras le daba un mordisco a su taco-. Bien, ¿a que hora te paso a buscar?
- He quedado con Allie para prepararnos juntas -explicó la morena cuando tragó si comida sin apartar la vista de su bandeja.
- Entonces pasaré a buscaros a las dos a casa de las Pressman -Madison suspiró pero sonrió girando la cabeza para encontrarse con esos ojos pardos de siempre-. ¿A qué hora les viene bien a las señoritas?
La ojiazul fingió sopesarlo demasiado aunque solo fuese para burlarse de su mejor amigo-. A las nueve -dijo al fin.
- Allí estaré -prometió.
Grizz, como con todo lo que le prometía a Madison, cumplió con estar en casa de Cassandra y Allie a las nueve en punto de la noche, cuando solo la luz titilante de las farolas alumbraba tímidamente las calles, ahora ya decentes, de West Ham.
Una rubia sonriente abrió la puerta tras sonar el timbre. Allie parecía cansada y enfadada con el mundo, sin embargo se esforzó en ocultarlo tras una sonrisa y un poco de maquillaje.
Detrás de ella, una Madison demasiado sonriente deslumbraba con su vestido de dos piezas en azul noche. Sobre su escote en forma de pico, descansaba un colgante que Grizz reconoció: se trataba de nada más y nada menos de su regalo de Navidad de ese mismo año, una cadena con una estrella colgando de esta. Grizz sonrió aún más, no sólo porque a su mejor amiga le encantaban los regalos que él le hacía (que sí) sino porque ella era su mejor amiga, una de las personas más importantes para él y sim la cual no se imaginaba una vida.
Madison se acercó a él. Era casi tan alto como el moreno gracias a los tacones, aunque aún le sacaba un par de minúsculos centímetros. Grizz la tendió el brazo y Madison lo aceptó encantada con una risa que sacó una sonrisa más al jugador de fútbol.
Allie caminó tras ellos, disfrutando de la felicidad que aquellos dos irradiaban, aunque fuese tan efímera como las olas del mar.
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Lo que se encontró Madison al llegar al baile fue una fiesta de fin de curso como había visto antes. La música sonaba a todo volumen por los altavoces, haciendo bailar a los adolescentes. El alcohol corría indiscretamente, sin miedo a ser pillados bebiendo. La fiesta era un completo descontrol, pero uno de los buenos, uno de esos que te hace mover los pies y te sube la adrenalina del cuerpo, uno de esos que es divertido. Porque aquella fiesta era un descontrol para olvidar que seguían aislados de lo que no era el aburrido pueblo de West Ham.
Aquella noche, Madison bailó como nunca antes había bailado y se divirtió como la que más. Grizz bailó, cantó, gritó y bebió con ella, toda la noche, hasta que Bean decidió que era un buen momento para bailar una lenta.
Las parejas se dirigieron al centro de la pista a la vez que Madison y Grizz acordaron descansar unos minutos de tanto movimiento. Se sentaron en una de las mesas, donde se sirvieron una copa para calmar la sed.
- Ve y habla con él -alentó Madison a Grizz. Desde que habían tomado asiento los ojos pardos del jugador de fútbol no habían abandonado a Sam, el cual estaba sentado un par de mesas más allá. Madison sabía que Grizz se moría de ganas por explorar el mundo al que quería pertenecer, al que creía pertenecer, aunque no estab muy seguro de si de verdad le gustaría.
- No pierdes nada por intentarlo -siguió la ojiazul-. Sólo son un par de palabras.
Madison reposó su mano en el hombro de Grizz, y buscó su mirada, dispuesta a infundirle el valor necesario. Le dolía decir aquello, dejarle marchar de esa manera, pero estaba segura de que Grizz encontraría la felicidad que Madison no le podía proporcionar.
Grizz le agradeció con una sonrisa, una sonrisa que le decía que siempre estaría agradecido por formar parte de su vida y ser parte de ella. Madison se la devolvió a duras penas, y la fue borrando poco a poco él se fue de su lado.
Dylan, que había visto todo desde la pista de baile, acudió al rescate de su hermanita.
Madison se sobresaltó cuando su hermano ocupó la silla frente a ella, durante a penas unos segundos antes había estado sentado Grizz. La morena alzó la cabeza para encontrarse con los ojos preocupados de Dylan. Ella resopló.
- Dylan estoy bien -dijo con tono cansado.
- No, no lo estás -la interrumpió antes de que ella pudiese seguir hablando-. Necesitas divertirte -Dylan se levantó de improvisto-Venga, vamos a mover el esqueleto.
Madison fijó su mirada en la mano que su hermano le tendía, para después esbozar una sonrisa que iluminaría sus ojos aguamarinos. Y cuando Dylan sintió el agarre de su hermana tiró de ella hasta ponerla sobre sus pies y arrastrarla hasta el centro de la pista de baile, donde con movimientos descoordinados bailaron como las veces que sus padres ponían un vinilo de ABBA en el tocadiscos de su abuelo. Olvidaron todos los malos momentos vividos en los últimos días y se centraron en el aquí y ahora, en estar el uno junto al otro, como había sido antes de llegar a esa mierda de lugar.
Pero es increíble como una hora puede poner tu mundo patas arriba.
Porque en tan solo sesenta minutos ya no habría más Dyl y Mad, ni Cassandra y Allie, tan solo quedarían dos hermanas pequeñas e ilusas que creían que su hermano y hermana mayor estarían para ellos durate toda su vida, protegiéndolas y guiándolas, siendo su estrella en los momentos más oscuros.
Pero ahora la oscuridad les arrebataría a su mitad, y un caos inimaginable terminaría con su infancia para siempre.
Feliz 2020, y digo feliz
porque este año hay segunda temporada de The Society, jejeje.
Espero que el capítulo os haya gustado porque no sabía cómo
matar a mi bebé Dyl, y me
costó todo enero terminarlo,
así que disfrutarlo.
Os amo.
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